6/03/2016, 16:09
(Última modificación: 6/03/2016, 16:09 por Uchiha Akame.)
Anzu pasaba la mirada con aire distraído por la multitud que se congregaba en torno al centro de la plaza. Al fijarse mejor, fue capaz de distinguir una tarima de madera que sobresalía -gracias a su altura- por encima de la línea de cabezas y sombreros del público. La Yotsuki no entendía mucho de concursos de poesía, pero imaginó que aquella plataforma elevada haría las veces de palestra para que los concursantes recitasen sus creaciones. Meh, espero que al menos haya algún participante con imaginación, si no esto puede convertirse perfectamente en el mayor truño de Onindo. Entonces recordó la afición a la literatura de su compañero de profesión y aventuras, Uchiha Datsue, y se preguntó si él podría ganar un concurso como aquel. En una ocasión, Datsue le había recitado un poema cómico que él mismo había compuesto, y que satirizaba a la Aldea Oculta del Remolino. Anzu frunció el ceño con gesto reflexivo, intentando recordar los versos exactos...
-¿¡Es que no es evidente que soy un chico, o qué!? -una voz la sacó de sus pensamientos-.
Rápidamente dejó de pensar en el concurso y en los versos satíricos de Datsue. A un par de bancos de distancia había, sentado, un chico; el mismo que le gritaba a Takeshi. Anzu se tomó su tiempo en observar bien al muchacho de arriba a abajo: parecía muy joven, y sus rasgos delicados extremaban incluso más aquella percepción. Delicado como una florecilla de invernadero, vestía un yukata de colores claros y sandalias tradicionales. Aquel chico parecía la encarnación de todo lo opuesto a Anzu; por eso, ella no pudo evitar encontrarle sumamente divertido -más aún viendo el carácter que gastaba a pesar de sus pequeñas proporciones-.
Sin embargo, la cosa no acababa ahí, y un segundo individuo hizo acto de presencia.
-Todo el mundo se equivoca en algún momento, algunos más que otros... cálmate un poco, muchacho. Seguro no era su intención ofenderte -le dijo al enfadado, apoyándole un pequeño abanico en el hombro con gesto autoritario-.
Aquel niño no podía ser más diferente del primero. Parecía mucho más mayor, cercano a la edad de Anzu -por arriba o por abajo- y sus gestos eran más propios de un sabio anciano que de un chiquillo. La Yotsuki sonrió, divertida, porque además de hablar como un viejo, aquel tipo también vestía como un viejo: sombrero de paja, haori tradicional y abanico manufacturado. Desde su taburete, Anzu tenía la imagen de que aquella era la pareja de ninjas más extraña que había visto en su vida. Porque eran shinobi, claro, y además parecían conocerse.
-¡Tranquilo, Rōjin-san! -bromeó con el aire de vejez que rodeaba a aquel chico-. La verdad es que ha sido culpa de este torpe cocinero, que necesita ponerse gafas.
Takeshi soltó una carcajada ante el comentario de Anzu y, con una cómica reverencia, se disculpó con el chico de ojos bonitos.
-Mis más sinceras disculpas, Chico-san. ¡No pretendía ofenderte, cierto! -rubricó con su característico latiguillo-. Entonces tenemos, uno de Shōyu, dos de Tonkotsu y... ¿Qué va a ser para ti entonces? -preguntó al muchachito-.
Mientras Takeshi terminaba de tomar la comanda, Anzu no pudo evitar fijarse en las bandanas y ropas de los dos shinobi. Por su edad, probablemente fuesen gennin, y por la rúbrica de sus placas eran de Amegakure. ¿Serán participantes del Torneo?
-Veo que los dos sois de la Lluvia, ¿eh? Kajiya Anzu, de Takigakure -se presentó con firmeza y decisión, sonriendo con una seguridad despampanante mientras le tendía la mano primero al chico del sombrero, y luego al otro-. ¿Habéis venido a competir en el Torneo, o a lamentaros porque no os han invitado, como yo?
-¿¡Es que no es evidente que soy un chico, o qué!? -una voz la sacó de sus pensamientos-.
Rápidamente dejó de pensar en el concurso y en los versos satíricos de Datsue. A un par de bancos de distancia había, sentado, un chico; el mismo que le gritaba a Takeshi. Anzu se tomó su tiempo en observar bien al muchacho de arriba a abajo: parecía muy joven, y sus rasgos delicados extremaban incluso más aquella percepción. Delicado como una florecilla de invernadero, vestía un yukata de colores claros y sandalias tradicionales. Aquel chico parecía la encarnación de todo lo opuesto a Anzu; por eso, ella no pudo evitar encontrarle sumamente divertido -más aún viendo el carácter que gastaba a pesar de sus pequeñas proporciones-.
Sin embargo, la cosa no acababa ahí, y un segundo individuo hizo acto de presencia.
-Todo el mundo se equivoca en algún momento, algunos más que otros... cálmate un poco, muchacho. Seguro no era su intención ofenderte -le dijo al enfadado, apoyándole un pequeño abanico en el hombro con gesto autoritario-.
Aquel niño no podía ser más diferente del primero. Parecía mucho más mayor, cercano a la edad de Anzu -por arriba o por abajo- y sus gestos eran más propios de un sabio anciano que de un chiquillo. La Yotsuki sonrió, divertida, porque además de hablar como un viejo, aquel tipo también vestía como un viejo: sombrero de paja, haori tradicional y abanico manufacturado. Desde su taburete, Anzu tenía la imagen de que aquella era la pareja de ninjas más extraña que había visto en su vida. Porque eran shinobi, claro, y además parecían conocerse.
-¡Tranquilo, Rōjin-san! -bromeó con el aire de vejez que rodeaba a aquel chico-. La verdad es que ha sido culpa de este torpe cocinero, que necesita ponerse gafas.
Takeshi soltó una carcajada ante el comentario de Anzu y, con una cómica reverencia, se disculpó con el chico de ojos bonitos.
-Mis más sinceras disculpas, Chico-san. ¡No pretendía ofenderte, cierto! -rubricó con su característico latiguillo-. Entonces tenemos, uno de Shōyu, dos de Tonkotsu y... ¿Qué va a ser para ti entonces? -preguntó al muchachito-.
Mientras Takeshi terminaba de tomar la comanda, Anzu no pudo evitar fijarse en las bandanas y ropas de los dos shinobi. Por su edad, probablemente fuesen gennin, y por la rúbrica de sus placas eran de Amegakure. ¿Serán participantes del Torneo?
-Veo que los dos sois de la Lluvia, ¿eh? Kajiya Anzu, de Takigakure -se presentó con firmeza y decisión, sonriendo con una seguridad despampanante mientras le tendía la mano primero al chico del sombrero, y luego al otro-. ¿Habéis venido a competir en el Torneo, o a lamentaros porque no os han invitado, como yo?