11/03/2016, 00:45
(Última modificación: 11/03/2016, 00:47 por Uchiha Akame.)
-¡No tan rápido, socio! ¿Acaso no has visto la fila?
Una voz áspera como una pieza de cuero curtido sorprendería al joven extranjero; justo después notaría una mano pequeña pero férrea le agarraba del hombro derecho. Ambas, voz y mano, provenían de la chica a la que había sobrepasado en su camino hacia el tendero. Era un poco más alta que él, de piel muy morena -casi café- y pelo rubio platino que había sido rasurado por completo en el lateral izquierdo de la cabeza pero crecía largo y liso en el resto. Los ojos de la muchacha eran de un tono azul muy claro, casi gris, como la escarcha que se forma entre los adoquines por las mañanas de Invierno... Y que, sin embargo, irradiaban una fuerza notable hasta por el observador menos avispado.
-Mira, colega, no sé de dónde eres, pero si hay algo que se respeta en esta ciudad es la fila -añadió, y curvó sus labios en una mueca que hizo retorcerse la cicatriz que los cruzaba de forma macabra-.
Aquella chica era, claro está, Yotsuki Anzu. La kunoichi había vuelto unos días a Shinogi-To para visitar a su padre; llevaba por eso una capa bajo el brazo izquierdo, de color azul marino y pulcramente doblada. Ella vestía con una gruesa chaqueta de manga larga, que llevaba abierta por completo, y bajo ella se podía intuir una camiseta típica ninja de color negro. Completaban su indumentaria pantalones largos de color ocre y botas para protegerse de la lluvia. Además, llevaba un kasa de paja -sujeto a su cuello con un cordel- como el que aquel extranjero quería comprar.
Y no, en aquel establecimiento no había cola para el mostrador. De hecho, en la estancia sólo se encontraban Anzu, el extranjero, y el dependiente. Bueno, nadie dice que una fila no pueda estar compuesta sólo de una persona.
Una voz áspera como una pieza de cuero curtido sorprendería al joven extranjero; justo después notaría una mano pequeña pero férrea le agarraba del hombro derecho. Ambas, voz y mano, provenían de la chica a la que había sobrepasado en su camino hacia el tendero. Era un poco más alta que él, de piel muy morena -casi café- y pelo rubio platino que había sido rasurado por completo en el lateral izquierdo de la cabeza pero crecía largo y liso en el resto. Los ojos de la muchacha eran de un tono azul muy claro, casi gris, como la escarcha que se forma entre los adoquines por las mañanas de Invierno... Y que, sin embargo, irradiaban una fuerza notable hasta por el observador menos avispado.
-Mira, colega, no sé de dónde eres, pero si hay algo que se respeta en esta ciudad es la fila -añadió, y curvó sus labios en una mueca que hizo retorcerse la cicatriz que los cruzaba de forma macabra-.
Aquella chica era, claro está, Yotsuki Anzu. La kunoichi había vuelto unos días a Shinogi-To para visitar a su padre; llevaba por eso una capa bajo el brazo izquierdo, de color azul marino y pulcramente doblada. Ella vestía con una gruesa chaqueta de manga larga, que llevaba abierta por completo, y bajo ella se podía intuir una camiseta típica ninja de color negro. Completaban su indumentaria pantalones largos de color ocre y botas para protegerse de la lluvia. Además, llevaba un kasa de paja -sujeto a su cuello con un cordel- como el que aquel extranjero quería comprar.
Y no, en aquel establecimiento no había cola para el mostrador. De hecho, en la estancia sólo se encontraban Anzu, el extranjero, y el dependiente. Bueno, nadie dice que una fila no pueda estar compuesta sólo de una persona.