El rasta y el Uchiha

[Inuzuka Nabi]

Pudo ver como Riko se replanteaba cosas mientras él mismo pensaba sobre lo que acababa de pasar, era consciente de los usos de su sharingan y era consciente de que era algo realmente excepcional. Pero nunca habia llegado a comprobarlo, hasta el momento se habia enfrentado a otros Uchihas usando el sharingan por lo que el ojo no era lo que desequilibraba el combate, sino la diferencia de habilidad real. Ahora, en el mundo shinobi, en el que los Uchihas solo eran uno de los tantos clanes, especialidades, ramas de facultad, kekkei genkais y estilos de combate que existian, podia comprobar la superioridad que le ofrecia su sangre. Sus ojos.

Y aquello le molestaba, era parte de él, no iba a arrancarse los ojos por ser absurdamente poderosos. Sabia que iban a seguir evolucionando, le habian instruido desde que era un crio en los estados de su ojo. Le faltaba un aspa y aún así, habia una versión más poderosa despues de esa última aspa. Aunque para eso, aún quedaba un buen tiempo.

Riko confesó que el Taijutsu era su especialidad, pero que sí que sabia algo de Ninjutsu, eso aclaraba un poco el mar de nubes que era el rastas para el Uchiha. Posteriormente, para sorpresa del rubio, Riko no negó que no tenia ninguna posibilidad ahora mismo, sino que aseguró que con tiempo le pediria la revancha mientras se acercaba y le tendia la mano para firmar una especie de pacto de que la revancha seria dandolo todo. Nabi suspiró. No iba a discutir más con él, el tiempo le daria la razón.

Como quieras. Pero si no te veo suficientemente preparado me contendre de todas formas.

Le aceptó el apretón de manos, no veia porque rechazar la revancha, pero no iba a mentirle. Se contendria igual que se habia contenido hacia unos minutos si lo veia necesario. Y ya daba por entendido que si no tenian el mismo rango tal revancha no se celebraria.

— Y que no se te olvide, soy un jodido chico, género masculino, ni travesti, ni puta, ni nada de eso. —

Casi te mato por ello. No lo olvidaré.

Solia olvidar el tiempo en que ocurrian y el orden de las cosas, pero nunca olvidaba una persona. Un nombre, una cara y un estilo de combate, se grababan a fuego en su cerebro, siempre. Probablemente no se acordara que lo conoció en invierno del año 200, ni que fue en el Jardin de los Cerezos un dia lluvioso, pero recordara cada movimiento y cada tecnica que haya utilizado. Al fin y al cabo, era un shinobi, no un biografo.