13/03/2016, 10:12
Eri calló, como era de esperarse. Yota, no obstante, soltó el filo de su lengua y dejó en el aire su frase de provocación del día. Kaido sonrió ante el comentario, pensándose incrédulo ante el vago intento del pelirrojo por provocarlo. Porque no es que Yota no fuera capaz de picar a su ego para hacerle hacer algo tonto, es que no hacía falta.
Kaido ya había tomado la decisión incluso antes de que el muchacho abriera la boca.
El tiburón se levantó con el pecho inflado, barbilla en ristre y espalda recta. Salió de su escondite y dejó tras suyo a sus dos nuevos recién conocidos, totalmente dispuesto a divertirse un poco con quien suponía ser el atormentador de la ciudad de Yachi. El tal Shinzo, el hombre de los colmillos cubriendo su rostro. Que no estaba sólo, por cierto, pero ni eso le hacía retroceder al valiente —o tonto, depende de quién lo vea— gyojin.
Caminó un par de metros hasta quedar cerca de una de las casas, en plena visibilidad frente al grupo de maleantes. Fue sólo entonces cuando abrió la boca, decidido a llamar la atención de los hombres que parecían bastante ocupados cobrando el dinero que los ciudadanos debían pagarle mensualmente para que no hiciera daño a Yachi y a su población.
—Eh, tú, cavernícola —llamó el escualo—. ¿quién coño te crees para joder a esta pobre gente, sucio maleante de los huevos?
A la distancia, Shinzo volteó las riendas de su corcel y encaminó su imponente presencia hacia las cercanías del infractor azulado. La vena de la frente se le infló en súbito y se le vio tan cabreado que los otros cuatro acudieron apenas vieron que su líder dejaba lo que estaba haciendo para confrontar al crío.
Sin embargo, cuando llegó frente al shinobi de Amegakure, decidió bajar del caballo. Kaido se vio sorprendido por el hecho de que aún habiendo desmontado al animal, igual seguía siendo tan alto como una torre.
Shinzo le miró por 5 largos segundos, sin mediar palabra. Pero finalmente soltó una carcajada que animó a sus esbirros a hacer lo mismo.
—¡Pero de qué río me has salido, eh pececillo!
—Del de tu puta madre.
La gracia duró poco, pero se podía decir que Shinzo lo había disfrutado. Normalmente no reía tanto cuando iba a cobrar el dinero, no quería que dejaran de temerle. Y por si alguno de los ciudadanos le había visto burlarse del escualo, tendría que tomar medidas.
Movió una mano y sus perros acataron.
—Amarrad a la gamba con patas y llevadlo al carruaje, de seguro le sacamos algo de pasta vendiéndolo en Taikarune.
Uno de los hombres intentó tomarle de la camisa y el tiburón le mordió hasta dejarle la mano hecha trizas. Escupió la sangre del infractor y dejó que su atrevida sonrisa ahora manchada le llegase al líder.
El tonto sabía muy bien que estaba en desventaja numérica y que probablemente tuviese que revelar más de un secreto si quería salir vivo de esa situación, pero qué más daba, siempre que consiguiera divertirse.
Un inimidante círculo de enemigos terminó por rodearle y de a poco iban cerrando el espacio.
Kaido estaba en aprietos, de eso no había duda. Pero él seguía sonriendo, como si no pasase absolutamente nada.
Kaido ya había tomado la decisión incluso antes de que el muchacho abriera la boca.
El tiburón se levantó con el pecho inflado, barbilla en ristre y espalda recta. Salió de su escondite y dejó tras suyo a sus dos nuevos recién conocidos, totalmente dispuesto a divertirse un poco con quien suponía ser el atormentador de la ciudad de Yachi. El tal Shinzo, el hombre de los colmillos cubriendo su rostro. Que no estaba sólo, por cierto, pero ni eso le hacía retroceder al valiente —o tonto, depende de quién lo vea— gyojin.
Caminó un par de metros hasta quedar cerca de una de las casas, en plena visibilidad frente al grupo de maleantes. Fue sólo entonces cuando abrió la boca, decidido a llamar la atención de los hombres que parecían bastante ocupados cobrando el dinero que los ciudadanos debían pagarle mensualmente para que no hiciera daño a Yachi y a su población.
—Eh, tú, cavernícola —llamó el escualo—. ¿quién coño te crees para joder a esta pobre gente, sucio maleante de los huevos?
A la distancia, Shinzo volteó las riendas de su corcel y encaminó su imponente presencia hacia las cercanías del infractor azulado. La vena de la frente se le infló en súbito y se le vio tan cabreado que los otros cuatro acudieron apenas vieron que su líder dejaba lo que estaba haciendo para confrontar al crío.
Sin embargo, cuando llegó frente al shinobi de Amegakure, decidió bajar del caballo. Kaido se vio sorprendido por el hecho de que aún habiendo desmontado al animal, igual seguía siendo tan alto como una torre.
Shinzo le miró por 5 largos segundos, sin mediar palabra. Pero finalmente soltó una carcajada que animó a sus esbirros a hacer lo mismo.
—¡Pero de qué río me has salido, eh pececillo!
—Del de tu puta madre.
La gracia duró poco, pero se podía decir que Shinzo lo había disfrutado. Normalmente no reía tanto cuando iba a cobrar el dinero, no quería que dejaran de temerle. Y por si alguno de los ciudadanos le había visto burlarse del escualo, tendría que tomar medidas.
Movió una mano y sus perros acataron.
—Amarrad a la gamba con patas y llevadlo al carruaje, de seguro le sacamos algo de pasta vendiéndolo en Taikarune.
Uno de los hombres intentó tomarle de la camisa y el tiburón le mordió hasta dejarle la mano hecha trizas. Escupió la sangre del infractor y dejó que su atrevida sonrisa ahora manchada le llegase al líder.
El tonto sabía muy bien que estaba en desventaja numérica y que probablemente tuviese que revelar más de un secreto si quería salir vivo de esa situación, pero qué más daba, siempre que consiguiera divertirse.
Un inimidante círculo de enemigos terminó por rodearle y de a poco iban cerrando el espacio.
Kaido estaba en aprietos, de eso no había duda. Pero él seguía sonriendo, como si no pasase absolutamente nada.