13/05/2015, 00:04
(Última modificación: 13/05/2015, 00:32 por Aotsuki Ayame.)
Apenas habían pasado un par de días desde que había realizado el examen, apenas habían pasado un par de días desde que había ascendido por sus propios logros a genin y se había convertido en kunoichi de la aldea de Amegakure... y las sorpresas no habían sino acabado de comenzar.
—Si sigues así vas a llegar tarde —le comentó su padre, que contemplaba el paisaje a través del enorme ventanal del salón con las manos cruzadas tras la espalda mientras ella de afanaba con su propio desayuno.
Ayame se quedó a medio camino de morder la ensaimada, y en su lugar ladeó ligeramente el rostro. ¿Se le había olvidado algo importante?
—¿Qué? ¿Adónde?
Zetsuo se giró hacia ella, y cuando al cabo de algunos segundos le respondió Ayame tuvo la sensación de haber vivido aquella situación antes. Una especie de déjà vu. ¿Quizás en un sueño?
—A tu primer día en el Programa de Equipos de la aldea —respondió, con infinita sencillez. Pero Ayame se había quedado con la boca abierta y la ensaimada terminó por caer de su propia mano.
El Programa de Equipos era una medida impuesta por la Arashikage al que podía apuntarse cualquier genin que se hubiera graduado recientemente en la academia para que le fuera asignado un equipo con otros dos shinobi recién graduados y un profesor, generalmente de rango jonin, para que los instruyera y guiara por la vía ninja. Desde que conocía de su existencia, Ayame no se había planteado en ningún momento apuntarse a algo así. Su experiencia con sus compañeros de clase no había sido del todo... agradable.
¿Y si le tocaba ir con... ellos?
—¡NO! —exclamó, en una efusiva negativa que le arrancó un gesto de sorpresa al rostro de Zetsuo—. ¡No, no, no, no! ¡No puedes decidir algo así por mí! ¡Ya soy una kunoichi hecha y derecha, soy yo la que debe decidir mi vida!
Una oscura sombra cruzó los rasgos de su padre, y Ayame tembló inevitablemente al verlo. Pero no le importó, porque antes prefería cualquier cosa que volver de nuevo al Torreón de la Academia y comprobar quiénes eran sus nuevos compañeros.
—Soy tu padre, y además soy jonin —siseó, peligrosamente—. Y mientras siga siendo así, mientras vivas bajo este techo, harás lo que se te ordene, ¿está claro? Vas a terminarte ese desayuno, vas a prepararte, y vas a ir a la academia ahora mismo. O si no yo mismo me encargaré de arrastrar tu culo hasta allí.
Aún temblorosa por la rabia, Ayame bajó la mirada en un gesto de resignada sumisión. Zetsuo se dio media vuelta, dispuesto a salir de la sala, aunque un último susurro llegó hasta sus oídos.
—Puede que incluso te lleves una sorpresa...
Y allí se encontraba media hora después, sentada en el pupitre que había ocupado durante los últimos años junto a la ventana y mirando a través de esta con gesto ausente mientras jugueteaba nerviosamente con sus dedos mientras esperaba a sus compañeros de equipo y a su profesor.
«Odio que me vapulee de esta manera... ¿Quién se ha creído que es» Meditaba, obstinada, pero fue su mente la que respondió a su pregunta retórica: "Tu padre".
Ayame sacudió la cabeza, malhumorada, pero siguió con sus ojos clavados en la lluvia que salpicaba las ventanas del Torreón de la Academia. Desde aquella posición, y debido a la persistente tormenta, no era capaz de ver el resto de la aldea que se extendía bajo sus pies. Pero en aquel momento ni siquiera le importó, estaba más concentrada rogando para sus adentros que sus compañeros de equipo no fueran...
Ellos...
—Si sigues así vas a llegar tarde —le comentó su padre, que contemplaba el paisaje a través del enorme ventanal del salón con las manos cruzadas tras la espalda mientras ella de afanaba con su propio desayuno.
Ayame se quedó a medio camino de morder la ensaimada, y en su lugar ladeó ligeramente el rostro. ¿Se le había olvidado algo importante?
—¿Qué? ¿Adónde?
Zetsuo se giró hacia ella, y cuando al cabo de algunos segundos le respondió Ayame tuvo la sensación de haber vivido aquella situación antes. Una especie de déjà vu. ¿Quizás en un sueño?
—A tu primer día en el Programa de Equipos de la aldea —respondió, con infinita sencillez. Pero Ayame se había quedado con la boca abierta y la ensaimada terminó por caer de su propia mano.
El Programa de Equipos era una medida impuesta por la Arashikage al que podía apuntarse cualquier genin que se hubiera graduado recientemente en la academia para que le fuera asignado un equipo con otros dos shinobi recién graduados y un profesor, generalmente de rango jonin, para que los instruyera y guiara por la vía ninja. Desde que conocía de su existencia, Ayame no se había planteado en ningún momento apuntarse a algo así. Su experiencia con sus compañeros de clase no había sido del todo... agradable.
¿Y si le tocaba ir con... ellos?
—¡NO! —exclamó, en una efusiva negativa que le arrancó un gesto de sorpresa al rostro de Zetsuo—. ¡No, no, no, no! ¡No puedes decidir algo así por mí! ¡Ya soy una kunoichi hecha y derecha, soy yo la que debe decidir mi vida!
Una oscura sombra cruzó los rasgos de su padre, y Ayame tembló inevitablemente al verlo. Pero no le importó, porque antes prefería cualquier cosa que volver de nuevo al Torreón de la Academia y comprobar quiénes eran sus nuevos compañeros.
—Soy tu padre, y además soy jonin —siseó, peligrosamente—. Y mientras siga siendo así, mientras vivas bajo este techo, harás lo que se te ordene, ¿está claro? Vas a terminarte ese desayuno, vas a prepararte, y vas a ir a la academia ahora mismo. O si no yo mismo me encargaré de arrastrar tu culo hasta allí.
Aún temblorosa por la rabia, Ayame bajó la mirada en un gesto de resignada sumisión. Zetsuo se dio media vuelta, dispuesto a salir de la sala, aunque un último susurro llegó hasta sus oídos.
—Puede que incluso te lleves una sorpresa...
...
Y allí se encontraba media hora después, sentada en el pupitre que había ocupado durante los últimos años junto a la ventana y mirando a través de esta con gesto ausente mientras jugueteaba nerviosamente con sus dedos mientras esperaba a sus compañeros de equipo y a su profesor.
«Odio que me vapulee de esta manera... ¿Quién se ha creído que es» Meditaba, obstinada, pero fue su mente la que respondió a su pregunta retórica: "Tu padre".
Ayame sacudió la cabeza, malhumorada, pero siguió con sus ojos clavados en la lluvia que salpicaba las ventanas del Torreón de la Academia. Desde aquella posición, y debido a la persistente tormenta, no era capaz de ver el resto de la aldea que se extendía bajo sus pies. Pero en aquel momento ni siquiera le importó, estaba más concentrada rogando para sus adentros que sus compañeros de equipo no fueran...
Ellos...

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