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6/05/2022, 16:16
(Última modificación: 29/06/2022, 02:31 por Sagiso Ranko. Editado 2 veces en total.)
Algunos días antes de que las tropas partieran al frente a encarar al ejército de Kurama, Zhaoren Lyndis se detuvo frente a unas enormes puertas dobles de madera. Estaban ornamentadas con motivos florales y de aves. Las orquídeas, en particular, estaba presentes con suma frecuencia en el relieve. Eran la entrada a una casa enorme, mucho más grande que la de Notsuba, y con razón, pues era el hogar de la respetable familia Sagisō.
Un sirviente de la familia había llegado a su casa a entregarle una invitación, de aspecto bastante formal, para cenar y pasar la noche en la casa de los Sagisō. Se le había citado a las seis de la tarde, ¿Llegaría a tiempo? El sirviente no dió más indicación, aunque sí comentó que "Ranko-sama estaba ansiosa de verla".
Aquellas imponentes puertas parecían guardar la entrada al cielo. O al infierno.
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— ¿No es demasiado ostenso?
— ¡Pero que dices! ¡Vas a cenar con los Sagisō! El apellido más importante y con más sobrenombre de seguramente toda Kusagakure, y de los más importantes de Oonindo ¡Claro que tienes que ir arreglada!
— Y-Ya bueno, pero creo que te has pasado un poco con el vestido y...
— Para nada, para nada. Ha sido poco a poco, desde hace mucho tiempo llevo preparándote algo así por si ocurría cualquier cosa
— ¿Qué, mama?
— Bueno, en algún momento conocerías a alguien, y te invitarían a conocer a sus padres o algo... ¡Y tienes que estar presentable!
— S-Supongo que tienes razón...
· · · · ·
Si hubiera sido un traje oscuro, con alguna camiseta de color o en su defecto blanca junto a una corbata y un calzado plano, hubiera sido distinto.
— Pero eso no significa que me sienta cómoda llevando algo así. Además, estos tacones son horribles para andar
Lyndis llevaba un vestido de colores dorados, oscuros y algún detalle verdoso. Este se habría a mitad del muslo por uno de los laterales, dejando a la vista una de sus piernas. La parte del torso llevaba un corsé que bajaba desde avanzado su cuello hasta la mitad de su cintura, dejando parcialmente la parte del pecho al descubierto. Bajo su vestido, se podía observar en la parte alta de su muslo unos pantalones oscuros bastante cortos. Sus cabellos plateados estaban peinados hacia su derecha y bastante caídos, también llevaba un largo pendiente en el lóbulo de su oreja con varias piezas, así como otro en la parte superior de su oreja.
Su madre, por otro lado, renegó de ir, pues en la invitación solo la mencionaban a ella y quería evitar cualquier malentendido, por lo que se ciño estrictamente a las pocas palabras de aquella carta. Tal vez no hubiera estado tan nerviosa paseando por las calles vestida así.
La chica tragó saliva, y dió un sonoro paso con sus tacones para terminar de acercarse al gigantesco porton, llamando con cuidado este con sus nudillos. Obviamente, no se iba a romper por algo así a menos que tuviera una fuerza tan inhumana que le costara controlarla, pero le daba respeto hasta un gesto tan simple.
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Pasaron varios segundos antes de que algunos sonidos mecánicos le respondieran. Un lado de la puerta empezó a mecerse, abriéndose hacia dentro, y pronto hubo un espacio lo suficientemente ancho como para dejar pasar a tres personas codo a codo. Una mujer joven de largos cabellos rubios plateados y lo que evidentemente era un uniforme le recibió. Le miró detenidamente por varios segundos, luego le ofreció una reverencia.
—Saludos, Zhaoren Lyndis-sama. Es un enorme placer conocerla. Bienvenida a la casa Sagisō. La familia le espera.
Ranko les había dejado una detallada descripción de Lyndis, aunque sería muy fácil identificar a una chica muy alta de cabellos plateados y una marca oscura alrededor de los ojos.
La joven sirviente dio media vuelta y caminó por la senda. Había un jardín, enorme, aunque menos ornamentado que el de Notsuba, con varios árboles pequeños, pero bastante bien cuidados. Si miraba atrás, Lyndis vería a un par más de sirvientes empujando la puerta y cerrándola con un gran mecanismo.
La casa en sí era gigantesca, digna de la aristocracia, aunque claro, no le llegaba a la casa de un señor feudal. Tenía tres plantas y era muy amplia, de exterior impecable. A diferencia de la de Notsuba, se veían sirvientes cada tanto, moviendo cosas de un lado a otro, o encargándose del jardín o de quehaceres variados.
Al llegar a la puerta y abrirla, una segunda mujer los recibió. Era más alta que Ranko, de piel tan morena como la de ella. Tenía una larga cabellera carmesí, y vestía un elegantísimo kimono, aunque parecía no haber podido arreglarlo bien. Le faltaba el brazo derecho hasta un poquito encima del codo. La sirvienta se quedó en la puerta e hizo un gesto a Lyndis para que entrara.
—Komachi-sama, he aquí Zhaoren Lyndis-sama. —le presentó.
Sagisō Komachi no habló por el momento, sólo sonrió, dándole oportunidad a la peliplateada de dar su primera impresión.
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El ruido fue algo estridente, y chirrió incluso un poco al abrirse el enorme portón, para ser posteriormente recibida por una mujer que vestía un uniforme. Algo nerviosa, Lyndis hizo una reverencia también, para después seguirla hasta la casa principal. No era como la casa que tenían en Notsuba, desde luego que no, esta era varías veces más grandes y extensa que esa desde muy lejos. Los patios eran enormes, y la casa principal era incluso más intimidante de lo que se podría haber imaginado. De un lado a otro, podía ver como los sirvientes llevaban continuamente ropas, cajas o cualquier otra cosa.
Finalmente, y frente a ella, estaba ni más ni menos que Komachi, la madre de Ranko. Era como ver una posible versión de la propia Ranko, pero más adulta y madura. Si seguía hasta ese punto los pasos de su madre, Ranko iba a envejecer como un vino tinto de primerísima cosecha pensó. Aunque también no debería mirar con esos ojos a la madre de su novia, ¿no?
— E-Es un placer, Komachi-sama. S-Soy Lyndis, Zhaoren Lyndis — dijo haciendo una gran reverencia, y cogiendo con una de las manos parte del vestido en dicha reverencia.
Seguramente para ella, quien tenía más tiempo y experiencia vivida, el nombre le resultaría más extraño que a Ranko, pues era algo más que extranjero. Por haber, ni se escribía con los kanjis de la lectura que utilizaban.
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Komachi le miró fijamente por varios segundos. Luego se le acercó algunos pasos y se inclinó hacia ella, como quien observa un mueble nuevo y busca el más mínimo defecto. Claro, Lyndis era más alta que Komachi, pero la presencia de la mujer era absoluta en la sala.
—El gusto es totalmente mío, Lyndis-chan —dijo, retrocediendo un par de pasos y sonriendo incluso más —. Zhaoren, ¿Eh? No me suena para nada, para nada. No importa. Mi nombre es Sagisō Komachi, como imaginarás, la madre de Ranko. Ella está terminando de alistarse, todos lo están. Ya ansiaba conocerte.
Le hizo una suave seña para que la siguiera, y una más al salir de la habitación, indicando que se quitara el calzado, a como ella lo hacía. Apenas lo hiciera, la sirvienta los tomaría y los acomodaría en estantes bajos en la pared, a como hizo con los de Komachi. Sin esperarla la guió por un pasillo hasta una habitación mucho más grande, con una gran alfombra.
—¿Gustas sentarte? —ante sus palabras, una sirvienta más entró a la habitación y, de un armario en la pared, sacó un par de cojines y los colocó en el suelo. Komachi se sentó en uno —. Gracias. Ran-chan y Meme-chan me han contado de ti, Lyndis-chan. Y me despierta mucho la curiosidad de verte en combate. Te... ves como alguien capaz.
Sus ojos brillaron levemente.
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Si alguien le preguntaba, no sabía exactamente como responder exactamente, pero Komachi desprendía un aire de fortaleza y superioridad, así como de dominancia absoluta. Puede que fuera la madre de Ranko, y le procesaba todo el respeto posible y más, pero no podía dejarse intimidar por ella. Tenía que demostrar que era una persona digna de confianza y decidida.
Tras una seña, se descalzó y antes de poder si quiera reaccionar, una sirvienta se ocupó de su calzado. Para cuando devolvió la mirada al frente, Komachi ya se había adelantado varios pasos, por lo que tuvo que recortar la distancia andando ligeramente sin llegar a correr.
— Nací bastante al este, cerca del Valle de Uraikyö. Por eso mi apellido es tan raro, supongo
Finalmente, llegaron a una sala, y le ofreció tomar asiento. Lyndis asintió, y tras que le colocaran un cojín donde se iba a sentar, tomo asiento.
Ahora era cuando comenzaba realmente aquella prueba de fuego, aunque seguramente ya lo estaba siendo desde antes de cruzar siquiera las puertas. Se sentó casí de golpe, cruzando las piernas a la altura de los tobillos de forma ruda y posando las manos en las rodillas. Era una pose ruda, pero era capaz de transmitir algo de seriedad, solo que era más propio de un mafioso que de un agente del orden.
— G-Gracias — respiró con profundidad, buscando serenidad —. He tenido el gusto de coincidir con ambas de hecho en misiones y entrenar con ellas.
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—Ya veo, una extranjera —dijo cuando mencionó lo de su apellido —. Conocimos a un amigo de Ran-chan hace mucho, también de apellido... Exótico. Oh, así que has entrenado con ellas, ¿Eh? ¿Has intercambiado golpes con Meme-chan también?
Lo preguntó con la mayor naturalidad posible, aunque sus ojos no se apartaban de los de Lyndis, analizando no sólo cada minúsculo movimiento, sino también cada palabra que la chica fuese a decir.
—¿Practicas algún estilo de combate en particular, Lyndis-chan?
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— La verdad es que no. Y ya estoy un poco al tanto de su aversión al contacto físico — respondió ojeando un poco el lugar.
Daba igual donde se anclara su mirada, hasta la esquina menos variopinta rezumaba de lujos No le importaría vivir así, pero ni mucha menos tenía la necesidad. Los ojos de Komachi no se alejaban de ella ni por un segundo, lo cual podría resultar algo incómodo. Pero dado que estaba acostumbrada a ser objeto de miradas extrañas por la marca de sus ojos, no le dio más importancia de la necesaria.
— Puees... Nada en concreto. Intento practicar todos lo que este a mi alcance en cuanto a lucha cuerpo a cuerpo, intentando buscar un equilibrio en todo el cuerpo — bajo las manos por los laterales de su propio torso, buscando darle más énfasis a sus palabras.
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Komachi asintió con suma levedad, como si Lyndis acabara de pasar una sutil prueba.
—Ya veo, ya veo, Lyndis-chan. Pensaba que tal vez podrías darnos una muestra, pero... Creo que esta noche es para pasarlas tranquilos.
Una de las puertas se deslizó y una chica alta apareció en el umbral. Vestía un elegantísimo y largo kimono negro, con detalles floridos y coloridos en la parte inferior y en las mangas. Su cabello castaño, largo y rizado, estaba agarrado en la parte superior con agujas rosas, aunque la mayoría caía a su espalda, esponjado como una preciosa nube. Su rostro, de piel morena, portaba maquillaje discreto, algo poco común en la joven, pero que le quedaba bastante bien.
—L-Lyn-chan... —suspiró Ranko, sonriendo tímidamente mientras se sonrojaba. Lyndis podría notar cómo su novia le recorría de arriba a abajo, mas a diferencia de su madre, lo hacía con cariño y emoción, y no con aras de análisis.
La mujer sonrió muy ampliamente.
—Hela aquí: la princesa conejo.
—¡M-madre! —le respondió Ranko, mucho más sonronada y apenada.
—Oh, lo siento, lo siento. —Komachi soltó una risita.
Ranko bajaría la mirada rápidamente, mas la alzaría de nuevo con lentitud hacia la peliplateada. Y sonreiría de nuevo.
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Lyndis tragó saliva ante las palabras de Komachi. Sentía que constantemente estaba siendo puesta a prueba una y otra vez, tan solo con ser mirada y aunque quisiera no estar tan formal a la hora de actuar, debía mantener la compostura, pues tenían dinero e influencias, seguramente más que de sobra para enterrar a quien quisieran. La madre de Ranko mostraba en todo momento un aura de entereza y decisión, algo que contrastaba con su tímida hija.
— Si, bastante problema me ha sido llegar hasta aquí con esos tacones. Tengo los talones un poco machacados — respondió acariciándose uno de estos.
Poco después, una de las puertas de la estancia se deslizaría a un lado y ambas llevarían la mirada en un acto reflejo hasta esta. Se trataba de Ranko, quien llevaba un distinguido kimono largo y oscuro, con flores coloridas repartidas por este que contrastaban de excelente forma con el negro. Gran parte de sus cabellos estaban recogidos en la parte superior junto a un juego de agujas que lo sostenía en el sitio.
— G-Guau, estás preciosa conejita — añadió, dejando escapar inconscientemente la última palabra y carraspeando con una mano tapando su boca al darse cuenta del posible error que había cometido.
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—¿Disculpa?
Se hizo un silencio sepulcral después de hablar Komachi. Sus ojos, entrecerrados, parecían querer derretir a Lyndis por medio de invisibles rayos. Ranko enrojeció mucho más, casi al límite de la consciencia.
—Mil disculpas, Komachi-sama. La cena está... —dijo otra sirvienta, asomándose por una puerta, mas se interrumpió al sentir el silencio abrumador que dominaba la estancia.
—¡Oh! ¡Maravilloso! ¡Ma-ra-vi-lloso! —exclamó con suma naturalidad —. Andando, Ran-chan, Lyn-chan. ¡Espero que comas tanto como Ran-chan!
Soltó una carcajada y el ambiente se relajó un poco. Ranko rió nerviosamente y caminó por el pasillo por el cual se había asomado ls sirvienta, mientras que Komachi le hacía un gesto con la cabeza a Lyndis para que avanzara delante de ella. Sin embargo, antes de que la peliplateada pudiera dar un paso, y apenas Ranko se hubo volteado, Komachi colocó su mano en el hombro de Lyndis y le susurró.
—No vuelvas a llamarle así a mi hija en mi presencia. —su voz, así como su presencia, era absoluta.
Su mano se relajó, volvió a sonreír y le dejó ir.
Al cruzar el pasillo, Lyndis se encontraría con un comedor gigantesco y una mesa enorme llena de distintos platillos: faisán a las hierbas, chuletas de cordero, ensaladas de distintos tipos, patatas en varias presentaciones. ¡Un verdadero festín!
De un lado de la mesa había dos chicas pelirrojas sentadas: Meme, y una un poco más baja, de cabellos con el tono exacto de Komachi. Si Lyndis se fijaba en ella, la chica le devolvería la mirada, casi desafiante, y la peliplateada encontraría facciones casi idénticas a Ranko. Ambas iban ataviadas con preciosos kimonos, morado para Meme y verde para la hermana.
Ranko se sentó entre sus dos hermanas, mientras que una sirvienta le indicaba a Lyndis que se sentara frente a Ranko, al lado de una silla vacía cerca de la cabeza, la cual estaba vacía también. Komachi no se adelantaría, sino que esperaría a que Lyndis hubiese pasado y tomado asiento.
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El incómodo silencio ahogó la estancia, y por suerte una sirvienta salvó la situación avisando sobre la comida. Claramente, Komachi evadió tanto una explicación como el mantener ese ambiente.
— Oh, si, me gusta mucho la carne, la verdad — respondió sin segundas, con total sinceridad, con los ojos abiertos, ligeramente y sonriente.
Ranko se adelantó con la sirvienta, y poco después Lyndis se levantaría para seguirlas, pero la madre de Ranko la detuvo por un momento cuando ambas prácticamente recién habían abandonado la estancia tomándola de un hombro.
—No vuelvas a llamarle así a mi hija en mi presencia. — respondió con firmenza y poderío.
Lyndis alzó ligeramente la cabeza, mirándola de reojo. ¿Quería intimidarla? ¿No había pasado a lo mejor su prueba? ¿Tal vez era por venir de una familia humilde? A la mayoría de los ricachones se les subía a la cabeza su estatus social y trataba al resto como despojos desechables. ¿Y si además supiera que ni siquiera era humana del todo? ¿Cómo respondería a Komachi ante ese secreto? Sacó pecho, coraje, y su descaro natural.
— Comprendo, ¿pero tu hija puede seguir llamándome mami? — arqueó una ceja, a la vez que el lateral de su boca con picardía, para continuar hacia delante fuera cual fuera su respuesta.
Finalmente, alcanzaría el gran y lujoso comedor, en el cual tanto una gran variedad de colores sobre la comida como de olores provenientes de esta adornaban la mesa junto a los conjuntos florales que había sobre la mesa. Una sirvienta estaba a la espera de que alguien tomara la silla que mantenía sujeta con sus dos manos en la parte superior de su respaldo, la cual estaba frente a Ranko. Caminaría hasta esta, y tomaría asiento agradeciendo posteriormente a la sirvienta, tanto con unas pocas palabras como arqueando su cabeza hacia delante ligeramente.
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—¿Disculpa? —dijo la chica bajita pelirroja cuando Lyndis se sentó —. ¿Holaaa? ¿Vienes a sentarte sin presentarte?
—Pero Kuumi, si ya sabes que es Lyndis, la novia de Onee-sama. —le dijo Meme, calmada, con su típica sonrisa burlona. Kuumi resopló, molesta.
—Pero el punto es que lo haga ella, Meme. Que se presente ella. Anda, tienes que...
Pero Kuumi se calló cuando Komachi entró a la estancia. El rostro de Ranko y el de Kuumi se tornaron preocupados de repente, como si hubiese algo en la expresión calma de su madre que les proyectara más seriedad que de costumbre.
—¿M-m-madre? ¿Qué sucede?
—Oh, nada. Sólo... Pensaba. No se preocupen.
Les sonrió a todos y fue a sentarse. Sin embargo, al pasar detrás de Lyndis, le acarició el hombro con su mano y, por un instante, apretó. Lyndis pudo sentir la gran fuerza de la mujer por una fracción de segundo. Estimaría que Komachi era al menos el doble de fuerte que ella.
La mujer no dijo nada más. Tomó asiento a la izquierda de Lyndis, al lado del asiento vacío a la cabeza. Y fue entonces cuando él entró:
Un hombre de estatura media, coleta y cejas pobladas aparecería por la puerta. Su piel era más clara que la del resto de su familia, pero sus ojos tenían un tono casi exacto al de los de Ranko. Sus ropas eran incluso más finas que las de su mujer, aunque para nada extravagantes. Se detuvo un metro antes de la mesa, en el silencio de la habitación.
—Saludos. —dijo con simpleza, pero decisión, y miró a Lyndis. Kuumi le haría leves gestos con la cabeza a la peliblanca.
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Lyndis estaba tan centrada en las últimas palabras de Komachi, que no había caído en algo tan simple como saludar antes de sentarse, algo que Kuumi reprochó casi al momento. Meme, sin embargo, salto a defenderla, puede que en parte porque no entendía los códigos de etiqueta; ya había coincidido con ella y sabía que su percepción del mundo era distinta a la del resto, aunque no sabía los motivos tras ello.
Y poco después, un fuerte apretón se sucedió sobre su hombro que la hizo alzar la mirada hacia la madre de Ranko. La presión que ejerció solo con sus dedos fue enorme, y Lyndis pudo percibirlo sin mucho problema. Aquello le dejó un dolor algo pulsante sobre el hombro, al que se llevó la mano contraría mientras veía a Komachi dirigirse hasta su asiento. Sus ojos se clavaron sobre ella, abiertos ampliamente con una expresión seria ¿cómo de fuerte era aquella mujer? Necesitaba saberlo, debía de medir su fuerza con ella.
Cada vez que aparecia alguien más fuerte que ella, tenia la necesidad de medir fuerzas para ver como de lejos estaba de esa persona y cuanto necesitaría avanzar hasta alcanzarla.
Finalmente, una última persona hizo acto de presencia, lo que la hizo volver a voltearse para observar a quien había entrado. Se trataba de un hombre muy bien vestido, que compartía el color de ojos de Ranko así como ropas igual de caras que el resto.
— Encantada señor, soy Lyndis Zhaoren — dijo respondiendo bajando aún más la cabeza de lo que él había hecho tras su saludo.
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—Sagisō Kizaemon, cabeza de la familia Sagisō —dijo el hombre con total seriedad y ojos de sospecha. Luego fue a sentarse a la suya que evidentemente era suya, con su esposa a la derecha y sus hijas a la izquierda.
Las sirvientas se acercaron y virtieron bebidas frutales para cada comensal.
—Bien, todo parece delicioso. ¡Buen provecho! —dijo Kizaemon, juntando las manos. Tomó los palillos que había frente a sí y los separó. Su familia lo imitó. Justo antes de comenzar, el hombre se dirigió a la invitada —. Así que... Zhaoren-san. ¿Qué puedes decirme de tu familia?
Ranko comenzó a comer lentamente, con claros nervios, mirando a Lyndis y luego a su padre y a su madre, y luego de vuelta a Lyndis. Meme hacía lo mismo, pero con curiosidad y un tanto de malicia. Kuumi ignoró a todos y comió a su propio gusto y ritmo. Komachi parecía fijarse en su comida en primera instancia, pero sus ojos relampagueaban hacia Lyndis a momentos.
—E-ella es... E-es...
—Ran-chan, deja que Lyndis-chan conteste.
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