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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Aliento Nevado, año 219

Daruu viajaba en el ferrocarril Shinogi-To—Yachi dando rienda suelta a sus ronquidos. Ya había desalojado medio vagón sin darse cuenta. Claro, cómo iba a darse cuenta el pobre con lo sobado que estaba. El tren ya se estaba deteniendo en la estación cuando el último pasajero decidió abandonarle. Su vagón dio un bote cuando el vehículo paró, asustándole y haciéndole despertar. Se frotó los ojos y miró por la ventana. Ya veía a lo lejos los huertos de calabaza de Yachi. Bostezó estirando los brazos y se levantó de su asiento rumbo al andén.

Fue cuando bajó que vio a alguien familiar saliendo de otro tren en el andén paralelo al suyo. Hacía muchísimo tiempo que no se encontraba con él, pero su cabello alborotado de color esmeralda era tan peculiar que no hubo dudas: ¡Tsukiyama Daigo, el chico de Kusagakure con quien entabló una corta amistad durante el Torneo de los Dojos y contra quien combatió en la primera ronda! ¿Cuánto hacía que no se veían? Desde el examen de chūnin, si recordaba bien. Y aún así no se habían hablado desde el Torneo. El amejin luchó entre la marea de pasajeros para acercarse a él mientras le saludaba con la mano.

¡Daigo, Daigo! ¡Eh, aquí! ¡Soy yo, Amedama Daruu!
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#2
Tsukiyama Daigo se sentía, como poco, incómodo. El chico apenas se había subido en carruajes alguna vez en su vida, y ahora de pronto estaba en uno de hierro. ¡Ni siquiera necesitaba caballos para moverse!

Al menos tenía su cuaderno de notas para distraerse, aunque con lo que se movía el vagón... lo tenía complicado para escribir.

Al llegar a Yachi, el chico se bajó de un bote y se juró que el viaje de vuelta lo haría a pie así tuviera que caminar una semana.

Mientras buscaba a dónde tenía que ir, escuchó a alguien llamándolo.

—¿Daruu? —Empezó a abrirse paso entre la gente como pudo—. ¡Daruu, cuánto tiempo!
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#3
Daruu chocó la mano con Daigo apretándosela bien fuerte. El muchacho había crecido un poco, pero por lo demás era exactamente como lo recordaba. Quizás la mayor diferencia que el otro muchacho descubriese en Daruu se encontraba en sus ojos: quién sabe, dependía si durante el examen de chūnin se había fijado en que sus ojos no eran blancos sino púrpuras. Y ahora... volvían a ser completamente blancos.

¡Ya te digo, tío! Desde el examen, si no me equivoco. Me quedé con ganas de charlar un poco contigo... antes de que todo se fuera a la mierda, claro. —Feo asunto, aquél. Menos mal que con la Alianza todo había quedado en el pasado—. ¿Qué te trae por Yachi?
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#4
Pues no, no se había fijado. Para Daigo, Daruu no había cambiado ni un poco. Sus ojos eran los de siempre, su pelo seguía igual de puntiagudo... ¿quizá estaba un poco más bajo?

De todos modos, lo cierto era que llevaban un montón sin verse.

—Pff, lo que pasó en el examen me dejó preocupadísimo —qué suerte que ahora todo estaba... ¿mejor?—. Pues estaba de camino al Valle de los Dojos ¡Siempre que voy aprendo algo nuevo!
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#5
Daruu dio un bote y una palmada de alegría.

¡Eh, pues qué bien! —exclamó—. Yo también iba para el Valle. Pilla un poco lejos de casa, pero es un lugar precioso que se sale de la tónica habitual del País de la Tormenta, ya sabes, lluvia, lluvia y más lluvia. —Y sí, a Daruu le gustaba la lluvia y le molestaban los sitios con demasiada luz, pero el Valle de los Dojos era un refugio en el centro de Oonindo. Nunca hacía demasiado calor, ni demasiado frío—. Pensaba entrenar un poco, quizás encontrar alguien con quien practicar un poco de Taijutsu.
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#6
Daigo abrió los brazos y sonrió ampliamente.

—¡Pues aquí me tienes! —exclamó—. Si quieres entrenar tu Taijutsu te puedo ayudar, que en Kusagakure eso nos encanta.

Y tanto que les encantaba. Tanto que ya tenían fama de camorristas.

¿Era merecida esa fama? Conociendo a su generación, Daigo no tenía forma de ponerlo en duda.
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#7
Daruu rio.

Es verdad, los kusareños tenéis fama de ser buenos taijutseros, aunque no será por el último contra el que peleé —dijo—. Ese muchacho, Juro. Es un poco enclenque, ¿no? Era muy hábil con las marionetas, pero en cuanto le alcancé no tuvo nada que hacer. —De un salto, Daruu saltó del andén y observó las montañas del Valle, a la izquierda—. ¿Sabes? Es una putada que la estación esté aquí y no llegue a los Dojos. Ahora tenemos que atravesar todo el bosque siguiendo las vías y luego girar a la izquierda. Es que si te quedas en el tren, macho, te vas al puto desierto.

»Bueno, eso, que sí. Que me apunto a pelear contra ti cuando quieras. La batalla del Torneo estuvo genial, estaría bien ver cuánto has mejorado.
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#8
Juro era alguien realmente extraño entre los kusajin. Era débil físicamente, pero muy hábil con las marionetas y los venenos. Un chico tranquilo de los que pensaban primero y nunca se metían en problemas.

Cualquiera te diría que si veías a un Kusajin así, no debías confiar en él. En ese entonces, Daigo seguía cometiendo ese error.

De un salto, ambos bajaron del andén.

Lejos de desanimarse por tener que caminar el resto del viaje, el peliverde parecía alegre por ello, por eso y porque Daruu había aceptado el combate.

—¡Genial! Entonces te mostraré todo lo que he entrenado —sonrió—. Seguro que tú también has mejorado un montón.

Daigo no había dejado de entrenar desde entonces, tanto que estaba seguro de que ahora era tan fuerte...

Tan fuerte como Daruu hace dos años.
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#9
Quiero pensar que sí. ¡Hop! —exclamó Daruu, saltando uno de los muretes de la estación—. A pie tardaremos aún bastantes horas en llegar, así que si haces el favor de apartarte un poquito, puedo usar una técnica y... —el shinobi formuló con las manos una sencilla secuencia de sellos: Mono, Caballo, Tigre, y escupió dos masas de un líquido extremadamente viscoso de color azul y verde, respectivamente, que casi parecían tener la textura del caramelo. Las bolas sin forma se retorcieron. Les crecieron cuatro patas, y una cola, y una cabeza; Daigo descubrió que se habían convertido en dos hermosos y brillantes caballos hechos de una especie de gelatina sólida. Tenían silla y riendas incorporadas—. ¿Qué te parece? ¡Vamos, sube sin miedo! Los controlo yo. Con esto llegaremos en un periquete.

Daruu dio un bote y se subió encima del caballo azul.

»Te dejo el verde, creo que te pega. —El muchacho bostezó y comenzó a trotar con el animal—. Eso sí, antes de llegar a la entrada del Valle mejor los deshago. Que luego siempre estoy llamando la atención. Ahora que lo pienso, si los hubiera hecho de otro color llamarían menos la atención. Claro.
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#10
Daigo se apartó para que Daruu pudiera utilizar su técnica. El amejin escupió dos masas de un líquido del que el peliverde no quería ni saber de que estaba hecho.

«¿Cómo vamos a...?»

Boquiabierto, el chico presenció como de las masas empezaron a salir patas, una cola y una cabeza. Antes de que se diera cuenta, Daigo ya se encontraba frente a dos preciosos caballos.

—¿Cómo...? —es que lo veía y no se lo creía—. ¡Mola!

Daigo saltó, subiéndose encima de su caballo de caramelo.

—Pues no creo que puedan pasar desapercibidos ni siendo transparentes —bromeó sobre el color de los caballos—. Cuéntame ¿Qué tal te ha estado yendo?
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#11
Pues no creo que puedan pasar desapercibidos ni siendo transparentes —bromeó Daigo. Daruu rio.

Hombre, si los hago marrones o de color negro pueden pasar como caballos de verdad si se ven desde lejos.

Cuéntame ¿Qué tal te ha estado yendo?

Daruu suspiró y desvió la mirada, tratando de seleccionar las palabras adecuadas.

Bueno... ahora mismo, la verdad es que bastante bien —dijo—. Estoy bastante aburrido últimamente. Y eso es bueno. Porque normalmente cuando mi vida no es aburrida, o yo o alguien a quien quiero está en peligro de muerte. —Daruu se encogió de hombros. No dio más detalles—. O simplemente tengo un día de mierda. Hace poco un tipo invocó unos jabalíes en medio de Amegakure y perdió todo control sobre ellos. Entraron en la cafetería de mi madre rompiendo los cristales y dejando todo patas arriba. Me peleé con uno de ellos, y me cago en Amenokami, por mis muertos que ese cerdo me estaba costando más que alguno que otro ninja del Libro Bingo con el que me he... —Daruu calló de golpe. No estaba seguro de si revelar tanto era buena idea. Entonces Daigo reparó en la placa dorada que adornaba uno de sus hombros: Daruu no sólo había ascendido a chūnin, sino que como Juro, ahora era jōnin.
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#12
Muchas cosas parecían haber pasado en la vida del amejin desde la última vez que se vieron. La vida de sus seres queridos había peligrado, tuvo que defender la pastelería de su madre de unos jabalíes, había cazado a algún que otro ninja del Libro Bingo...

Casi se le olvidaba, también había ascendido a jōnin.

Daigo miró al frente. Sabía que se estaba quedando atrás. No en el sentido literal, porque Daruu estaba controlando los caballos, que de lo contrario probablemente lo haría.

Volvió la vista hacia Daruu y sonrió como él solo.

—¡Oye, felicidades por el ascenso!

Quiso preguntarle cómo lo había conseguido, o qué tal le había ido con sus misiones de cacería de criminales, pero sabía que los ninja no podían hablar tan abiertamente de esas cosas.
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#13
Daruu le miró alzando una ceja y se preguntó por unos segundos cómo había adivinado que había ascendido a jounin. Luego reparó en que claro, qué imbécil era, todos llevaban una placa colgando del hombro derecho.

¡Muchas gracias, Daigo-san! —dijo—. Oye, oye, pero esto tiene que ser recíproco, ¿eh? ¿Qué tal tus andanzas por Kusagakure? ¿Te va todo bien, o qué? —Consideró de mal gusto desearle suerte para que ascendiera pronto, aunque de verdad se la deseaba con toda la buena intención.
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#14
—Tienes razón, tienes razón.

Se tomó un segundo para pensar cuánto podía contar.

—¡Pues todo normal! A mí de momento no me ha atacado ningún jabalí ni nada —dijo—. Pero he estado en el País del viento. Hay gente muy agradable, pero creo que ya he tenido suficiente arena para toda una vida.
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#15
Daruu alzó una ceja, sorprendido.

Así que, ¿en el País del Viento? —se interesó—. Yo nunca he estado allí, y la verdad, tengo pocas ganas de estar. Normalmente, a los amejin no nos sientan bien los sitios calurosos, y el desierto no me parece muy fresquito —rio—. ¿Y qué hacías tú en el País del Viento, si se puede saber? ¿Una misión o algo?

Los caballos ahora galopaban a toda velocidad, habiendo pasado el bosque. Rodeaban las montañas mientras los jóvenes charlaban.
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