Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
— Míralos, jugando a ser mayores. Que ricura. Ya crecerán y entonces...
El ceño fruncido ya no fue lo que estaba por destrozar la rosada cara de Eri, sino la vena de la sien que amenazaba con explotar de un momento a otro. ¿Es que no se podían callar ni un minuto? ¡Por Shiona-sama que en paz descanse, qué clase de gente tenía que encontrarse!
«Tengo... Que... Controlarme...»
Era una kunoichi hecha y derecha, y aunque tuviese catorce años ya era mayorcita para poder defenderse ella sola y poder, no sabía... ¿Romperle la bonita cara a esa mujer? No, había que ser tranquila, después de todo su trabajo era ayudar a la gente... Aunque se estaría ayudando a ella misma si lo hacía... No, mejor no.
Cuando Juro sacó de los pensamientos a la kunoichi alegando que continuasen, ella no dejó de andar hasta que por fin llegaron a la habitación que buscaban: era una amplia sala con numerosas armas, esta vez más variadas que las antiguas. Iban desde katanas de todo tipo de tamaños hasta armas arrojadizas. Por una de las puertas se podían ver indumentarias más modernas, pero eso lo verían más adelante.
Se soltó del chico y corrió para ver un shuriken de seis puntas, maravillada, aunque la cara de asco no se le iba a ir pronto porque el mal sabor de boca que había dejado la mujer en ella era bastante fuerte.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
La cara de asco de Eri no se fue incluso mientras ambos entraban en la sala de armas modernas. Juro se propuso tratar de que la chica se olvidase, pero le costaría.
En primer lugar, Eri se fijó en un vitrina donde había expuesto un shuriken hecho de seis puntas. Juro se sorprendió un poco al ver aquel extraño diseño. Nunca lo había visto en ningún ninja. Se preguntó si estas armas, a pesar de ser modernas, serían también anteriores a ellos.
— ¡Parece un copo de nieve! — respondió Juro, alegremente —. Me gusta.
A su alrededor, también había katanas de distintos tamaños y formas, aunque mucho menos elegantes, a decir verdad, que las de la sala pasada. Respecto a armas arrojadizas, Juro pudo apreciar ciertas similares a las que había visto, aunque también había diseños más primitivos.
A su lado, en una vitrina, también había lo que parecían ser dos versiones modernas de "sais", con su empuñadura y su bifurcación.
— Estas nos pillan más recientes — mencionó, sintiendose más a gusto —. ¿Crees que algunas son versiones anteriores de las arma que conocemos ahora?
Al otro lado, también podía apreciar cadenas y armas similares a guadañas. Se detuvo unos segundos para contemplarlas mejor.
—Aunque parece un poco incómodo, ¿por dónde lo cogerían sin pincharse? —preguntó Eri, claramente confusa por aquel objeto. Su rostro ya comenzaba a cambiar de aquel profundo asco a uno más de duda, por los objetos que tenían alrededor, que, aunque fuesen más recientes, algunos no los había visto en la vida.
Al lado de la que estaban contemplando en aquel momento se encontraban versiones de sais diferentes a las que conocían. A la chica no le hacían especialmente gracia aquellas armas, pero parecía que a Juro sí que le llamaban más la atención.
— Estas nos pillan más recientes. ¿Crees que algunas son versiones anteriores de las arma que conocemos ahora?
—Puede ser —coincidió la chica mientras paraba su vista en una guadaña de filo oscuro y empuñadura de color rojizo —. Quizá las fueron mejorando para que fuesen más cómodas y, no sé, ¿letales? —preguntó mientras fruncía el ceño, la verdad es que nunca se lo había preguntado.
Inmediatamente después lo relajó al ver a una katana más doblada de lo normal, aquello sí era lo típico que se podía ver en una tienda allá en su villa. Luego alcanzó a ver un kunai, o bien una familia de kunai que parecían ir a juego, pues eran todas exactamente iguales salvo por el pequeño detalle de que iban de menor tamaño a mayor tamaño.
—Esto podría ser útil, piensa que desde una distancia prudente, puede fallarle la vista al enemigo... —sopesó la chica con un dedo sobre su mentón, pensativa.
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Eri se fijó en las armas con más detenimiento, mientras Juro se fijaba en otra clase de cosas. Meditó su respuesta, ya desprovista de toda ira.
—Puede ser. Quizá las fueron mejorando para que fuesen más cómodas y, no sé, ¿letales?
— Imagino que letales serían siempre, pero es posible que mejoraran su uso — murmuró Juro, conteniendo la risa.
Tras eso, la vista de la chica se posó en un juego de kunais de diferentes tamaños y formas. A su lado, también había una katana, más doblada de lo normal. Juro meditó que la chica parecía tener una preferencia por las espadas o armas de filo bastante notoria. Él, por su parte, no se veía excesivamente atraído por ellas.
Pero nunca se sabía. Por eso se puso a su lado y lo contempló.
—Esto podría ser útil, piensa que desde una distancia prudente, puede fallarle la vista al enemigo... —
— Un Kunai pequeño es menos efectivo, pero es más discreto. Y sea del tamaño que sea, que te apuñale algo duele igual — concedió Juro, encogiéndose de hombros —. Y el juego completo tiene muchas funciones. Aún queda ingenio en las armas más actuales, parece.
21/10/2017, 09:58 (Última modificación: 21/10/2017, 09:58 por Uzumaki Eri.)
Juro tenía parte de razón, y es que si un arma no era —o había sido construida— para ser letal, entonces no era un arma bastante buena. Siguieron paseando por el museo hasta que de nuevo pararon —o bien gracias a Eri— delante de un juego de kunais completo.
— Un Kunai pequeño es menos efectivo, pero es más discreto. Y sea del tamaño que sea, que te apuñale algo duele igual. Y el juego completo tiene muchas funciones. Aún queda ingenio en las armas más actuales, parece.
Eri asintió, al chico no le faltaba nada de razón, sin embargo no les quitó la vista a los kunais, ¿y si pudiese tener algo así? Quizá no sabría sacarle todo el potencial que tienen aquellas armas.
—Oye, Juro-san... —preguntó la joven, sin dejar de mirar el kunai más grande —. ¿Y si jugamos a un juego? —preguntó, conteniendo una sonrisa traviesa.
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Eri observó en silencio a la familia de armas tradicionales ninja, con una expresión que Juro no pudo descifrar muy bien. Por alguna razón, le estaba gustando.
Tras eso, se volvió. Pero al volverse, Juro pudo ver que su expresión había cambiado. Una sonrisa traviesa se asomaba por su rostro. Tenía la típica sonrisa de un niño que estaba a punto de hacer una trastada, y lo sabía. Hasta entonces, Eri le había parecido más madura, pero en ese momento, definitivamente parecía una niña.
Tuvo un escalofrió.
—Oye, Juro-san... ¿Y si jugamos a un juego?
— ¿Un juego? — preguntó, mientras una sonrisa por acto reflejo se asomaba en su rostro —. Esta bien... pero... ¿Qué clase de juego quieres jugar?
— ¿Un juego? Esta bien... pero... ¿Qué clase de juego quieres jugar?
Eri levantó su dedo índice de la mano derecha y se lo llevó al mentón, haciendo como que pensaba durante unos segundos aún sabiendo perfectamente qué tenía que decir sobre aquel juego que se le acababa de ocurrir.
—Es simple... —empezó la joven, llevándose el dedo ahora a un lado de la cara para darle énfasis a su explicación —. Ya que parece que no nos gustan las mismas armas, vamos a ir escogiendo cual nos gustaría tener y por qué, y no vale decir que ninguna.
Parecía un juego de críos, pero a ella le entusiasmaba poder jugar a aquello como cuando era más pequeña, cuando deseaba algún juguete o algún peluche que había visto en algún escaparate y se peleaba con sus hermanos. Solo que ahora sería con armas, y con... Con Juro, un shinobi de Kusagakure.
Pero la esencia era la misma, ¿no?
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Eri adquirió una faceta pensativa. Aun así, Juro creyó ver en ella una extraña determinación. Definitivamente, Eri sabía lo que se tenía que hacer.
—Es simple... Ya que parece que no nos gustan las mismas armas, vamos a ir escogiendo cual nos gustaría tener y por qué, y no vale decir que ninguna.
— Esta bien — dijo Juro, sintiéndose un poco más aliviado. No es que Eri tuviese pinta de delincuente o algo así, pero solía tener miedo de las intenciones ajenas cuando no conocía bien a la persona, o no se lo esperaba.
Lo que dijo realmente no se diferenciaba de lo que habían estado haciendo. Pero ahora no era lo que le gustaba: era lo que le gustaría tener. Un arma que fuese capaz de empuñar por sí mismo.
— ¿Empezamos a partir de ahora, o cuentan estas de aquí? — preguntó, haciendo referencia a la colección de kunais y a las katanas de antes —. ¡Encabeza la marcha!
Juro sonrió un poco. Trató de mostrarse feliz. Después de todo, solo era un juego. Podría relajarse un poco y olvidar sus preocupaciones con ella.
27/10/2017, 11:17 (Última modificación: 27/10/2017, 11:18 por Uzumaki Eri.)
Ante la mirada del chico antes de decir en qué consistía el juego, parecería que la estaba acusando de algo, como de querer robar el museo y quedarse con todas las armas que ella quería. No era mala idea, sin embargo, obviamente ella era un agente de bien y no quería acabar en la cárcel por haber querido tener una espada llamativa.
Ella era más que eso.
— Esta bien—dijo al fin el chico, y la sonrisa de Eri se ensanchó—. ¿Empezamos a partir de ahora, o cuentan estas de aquí?
—No, no, empezamos a partir de ahora —alegó ella mientras negaba con su dedo índice —. Que si no seguro que nos peleamos por algunas, y no es plan, así que ahora vamos por turnos.
Miró la estancia que tenía alrededor y pensó un poco lo que querría tener, a lo mejor sería buena idea aquella katana, o quizá aquel kunai...
— ¡Encabeza la marcha!
—¿Eh? ¿Yo? —preguntó, confusa. Había esperado que fuese él el que comenzase, pero bueno, tampoco importaba mucho —. Bien, pues... —pensó un poco —. ¡Aquella katana!
A la mínima que señaló la susodicha arma, la joven se acercó casi dando pequeños saltos. A simple vista no parecía alejarse de una kodachi, pero el mango era totalmente diferente, y el filo no era grisáceo, sino oscuro. ¿Qué la hacía especial, entonces? El mango era marrón, con detalles parecidos a la madera, y el filo —más largo de lo normal — era negro con flores rosas que se extendían hasta su extremo, primero había en abundancia, solo quedaba algún pétalo, su nombre era bastante obvio: Sakurai.
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Juro sonrió un poco ante la emoción de Eri. Era muy agradable estar con una persona así.
—No, no, empezamos a partir de ahora. Que si no seguro que nos peleamos por algunas, y no es plan, así que ahora vamos por turnos.
— Vale — concedió Juro, pensando por unos momentos en las armas tan maravillosas que habían visto antes. Normal que Eri pensase así. Se pelearían.
Eri también pareció tomarse por sorpresa que le dijese de empezar. Después de todo, ella lo había propuesto, le pareció lógico que diese el primer ejemplo. La chica miró a su alrededor, observó un poco — Juro por unos momentos creyó que hablaría del set de kunais que le habían gustado — y finalmente se decantó.
— Bien, pues...¡Aquella katana!
Juro cambió la vista hacia ella, mientras Eri se acercaba. Era similar a una kodachi, con un filo oscuro y un mango de madera. El filo era más largo y tenía decoraciones en forma de flores negras. Su nombre era "Sakurai".
— Es bonita... — murmuró Juro. Después, se dirigió hacia Eri, con gesto culpabilizador, e hizo un mohín, hinchando los mofletes —. No has dicho porque la querrías.
Tras eso, el turno le tocaba a él. Juro observó muy bien su ambiente, las armas que había.. y finalmente, se decantó por algo que le llamó mucho la atención.
— ¡Yo me pido eso! ¡Los cuchillos!
Juro señaló a una de las vitrinas situadas al final. En ella, había un set de dos dagas, que no medían mucho más que su antebrazo. Tenían un mango convencional de madera, y una hoja afilada. La peculiaridad de estas es que su forma no era alargada y recta, sino curva, similar a una hoz. Tampoco parecía estar hecha de metal: su material era casi transparente, de un tono verdoso. En la vitrina, había escrito: "Dagas Lunares".
— El diseño me encanta. Además, parecen muy ligeras y fáciles de usar. No tengo mucha fuerza aún para empuñar armas tan grandes — confesó Juro, observando sus brazos. Aún le quedaba esfuerzo para mejorar en ese ámbito.
28/10/2017, 11:01 (Última modificación: 28/10/2017, 11:01 por Uzumaki Eri.)
— Es bonita... No has dicho porque la querrías—declaró el chico claramente ofendido, hinchando sus dos mofletes ante la poca información que había dado la kunoichi. La joven desvió la vista, quitándose las culpas de encima mientras juntaba los labios y los arqueaba a modo de sonrisa.
—Vengo de Uzushiogakure, además de que mi madre es dueña de una floristería, las flores me pueden —explicó mientras señalaba las decoraciones que tenía el arma —. Pero, por ejemplo, a esta le pintaría las flores para que fueran rosas, como las de un cerezo, así se asimilaría a mi flauta...
Pensó que con aquella información Juro tendría más que suficiente, así que ahora le tocaba al chico jugar.
— ¡Yo me pido eso! ¡Los cuchillos!
El de cabellos oscuros señaló una vitrina bastante alejada. En ella reposaban dos dagas bastante más pequeñas de lo que ella recordaba en una daga, pero parecían muy prácticas. Lo diferente a las dagas normales, sin lugar a dudas, era aquel filo curvo. El cartel que les ponía nombre rezaba Dagas Lunares.
— El diseño me encanta. Además, parecen muy ligeras y fáciles de usar. No tengo mucha fuerza aún para empuñar armas tan grandes.
—La verdad es que no te veo mucho con armas muy grandes —coincidió ella mientras le lanzaba una mirada que le recorrió de arriba a abajo —Pero oye, las cosas pequeñas son más prácticas.
Ojeó la sala ya que poco a poco las armas se estaban acabando, hasta que dio con una especie de lanza de color rojizo. Justo donde terminaba las decoraciones del palo con motivos de olas rojas, justamente se entrelazaba un lazo con dos cascabeles. El filo estaba muy bien cuidado y brillaba gracias a las luces del museo. El nombre que le habían otorgado era Akakai.
—Creo que esa lanza tiene mi nombre —alegó con una sonrisa en sus labios mientras se acercaba. De cerca parecía incluso más perfecta de lo que ella había observado, incluso medían casi lo mismo. —Si tuviese un poco más de equilibrio podría intentar ser una con esta lanza, o sea, piénsalo; atacar y poder defenderte a la vez sin necesidad de tener un arma de filo largo...
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Eri le explicó que su madre era dueña de una floristería, y esa era la razón por la que le gustaba el arma. También dijo algo de pintarlas rosas, como el cerezo, y que poseía una flauta así. No había que ser muy listo para saber que había establecido una relación afectiva con el arma en cuestión.
Tras eso, escuchó pacientemente sus palabras, y opinó al respecto.
—La verdad es que no te veo mucho con armas muy grandes. Pero oye, las cosas pequeñas son más prácticas.
— Te sorprenderías — dijo, dedicándole una sonrisa enigmática.
Tras eso, Eri fijó su atención en otra arma. Esta era una enorme lanza — el chico tampoco la veía con armas tan grandes, pero no dijo nada al respecto — muy bien cuidada, con decoraciones de olas rojizas, lazos y cascabeles. Quizá un poco recargada, pero no estaba mal.
—Creo que esa lanza tiene mi nombre. Si tuviese un poco más de equilibrio podría intentar ser una con esta lanza, o sea, piénsalo; atacar y poder defenderte a la vez sin necesidad de tener un arma de filo largo...
— No esta mal, eso es cierto — admitió Juro —. Pero las lanzas me parecen complicadas. Piénsalo, es un ataque de largo alcance, pero lineal. Tienes que hacerlo muy bien para no ser predecible.
Tras eso, movió su cabeza, buscando con desesperación algún arma que pudiese servirlo. Sus ojo se clavaron en una vitrina en concreto, algo apartada. Ahí había un arco de tamaño medio. En lugar de estar hecho de madera, parecía estar formado por huesos y cartílagos super resistentes, que se adaptaban a la forma del arco. Junto a la cuerda, había un pequeño saliente, pareciendo ser la mandíbula de un dragón, de donde saldrían las flechas. Estaba coronado con un nombre: "Arco de huesodragon"
— Creo que esta me gusta— dijo Juro, con una pequeña sonrisa, al imaginar la cara de Eri —. Si, ya se que es un poco macabro, pero tienes que admitir que el diseño es chulo. Y siempre me han gustado esta clase de armas. Puede que te expongas en una pelea de uno contra uno, pero si lo haces bien, puedes atacar a un enemigo sin exponerte.
Juro se llevó una mano al mentón.
— Realmente no me va la pelea cuerpo a cuerpo. Esta clase de cosas me gustan más.
Después de la extraña y enigmática sonrisa que Juro le había regalado, no se sintió del todo conforme ante su presencia. ¿Le estaría ocultando algo después de todo? Bueno, todos tenían secretos que guardar, quizás Juro tenía más de los que aparentaba a primera vista.
— No esta mal, eso es cierto. Pero las lanzas me parecen complicadas. Piénsalo, es un ataque de largo alcance, pero lineal. Tienes que hacerlo muy bien para no ser predecible.
—Para eso existe el entrenamiento —solucionó ella mientras jugueteaba con uno de los mechones que caían por su coleta izquierda.
Le tocaba a Juro, y éste no tardó en buscar un arma con su mirada hasta que por fin se posaron en una vitrina algo apartada de las demás. Allí reposaba lo que parecía ser un arco de mediano tamaño, sin embargo lo más característico de aquel arma era, sin lugar a dudas; el material del que estaba hecho: huesos y cartílagos de color marfil decoraban el cuerpo del arco, incluso parecía que estaban hechos especialmente para ello. El nombre de aquel arma era Arco de huesodragón.
Juro aseguró que le gustaba, pero a Eri le ponía los pelos de punta, ¿a quién le gustaba lucir armas de ese estilo? Eran demasiado... Macabro, como bien había dicho el chico. La verdad es que no le gustaba en absoluto aquel diseño.
—Puede que algún arco te vaya bien, sí... —mencionó la joven un poco ida, pues sus ojos se desviaban a la mínima que podían de aquel peculiar arma.
Pasadas todas las armas —o la mayoría del lugar—, ahora tocaba el equipamiento. Si pasaban por la puerta, lograrían ver una estancia similar a la del equipamiento antiguo, solo que esta, en vez de ser una vitrina continua; era una serie de vitrinas colocadas de manera muy junta, sin nada en el medio.
—No se alejan mucho de lo que tenemos nosotros hoy en día...
Había numerosos chalecos similares a los que los Chuunin vestían en su villa, pero por lo demás, todo era muy típico.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Eri se mostró algo distraída cuando le dijo lo del arco. Juro supo al momento que efectivamente no le había gustado el diseño. Pero era su arma después de todo.
— Creo que ya no quedan armas decentes. Pasemos al equipamiento.
Ambos genin caminaron a través de la sala contigua, que, al igual que en la otra, conectaba con la zona de equipamientos. Ahí Juro pudo ver una gran sala llena de chalecos y armaduras que él ya había visto. No había demasiada variedad en todo aquello: eran las cosas que había podido admirar.
Eri comentó que no había cambiado demasiado. Juro, algo ausente, en lugar de contestarle se acercó hacia una vitrina, en la cual se encontraba un chaleco chunin que le resultó familiar. Era parecido al que había visto a veces en hombros de su hermana, en el pasado, cuando era un niño.
Le trajo recuerdos, por alguna razón. Se volvió luego hacia Eri.
— Si, tienes razón. Es casi todo igual — murmuró, volviendo a intercalar una mirada con el chaleco —. Es gracioso. Es un simple chaleco, visto desde aquí, pero significa todo un mundo para muchos Genin...
Y para él, a decir verdad. Aunque no fuese su objetivo principal.
— Algún día vestiremos este chaleco... — murmuró, más para sí.
Juro parecía algo nostálgico al entrar en aquella zona. La verdad es que ella lo encontraba algo monótono, ya que se lo había visto a su hermano y a su hermana, por no hablar de las incontables fotos que había visto de su padre y su madre vistiendo cosas parecidas. Suponía que tarde o temprano ella se haría con uno de esos, o al menos lo intentaría para conseguirlo.
Parecía todo un reto, aunque el diseño no le gustaba en absoluto.
— Si, tienes razón. Es casi todo igual. Es gracioso. Es un simple chaleco, visto desde aquí, pero significa todo un mundo para muchos Genin...
—Algún día lo conseguiremos —alentó Eri con una sonrisa cuando él deseó vestir aquel chaleco en un futuro —. Serás uno de los mejores de tu promoción, ya verás.
Después de un par de minutos decidió que ya era hora de marcharse de allí, habían visto de todo pero al igual que habían utilizado el tiempo para disfrutar de la visita, debían irse pronto para prepararse para aquella fiesta, así que tiró un poco de Juro y preguntó:
—¿Quieres ver algo más?
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
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