Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Eri no pareció mostrar tanta admiración o asombro ante el chaleco. Sin embargo, no dejó que eso desalentase a Juro. Con una sonrisa, le expresó sus intenciones.
—Algún día lo conseguiremos. Serás uno de los mejores de tu promoción, ya verás.
Juro se ruborizó al escucharla, cosa que hizo que apartarse la mirada. No quería que viese como se había avergonzado. ¿Por qué la chica que decía aquella clase de cosas? Podía ser simple amabilidad, pero ya sobrepasaba por mucho el trato cordial que estaban teniendo. Quizá estuviese empezando a coger confianza con él.
« Igual es así. Genuina amabilidad e inocencia » — reflexionó.
Pero claro. No podía llamar inocente a alguien que se imaginaba empuñando una katana o una lanza más grande que su cuerpo entero. Desde luego, Eri no era tan sencilla.
— Gracias... — murmuró —. Tú también. Dominarás la katana, la lanza o lo que te propongas. Seguro.
Un poco de amabilidad no le sentaría mal. Después de todo, esa chica parecía sincera.
Finalmente, Eri le arrastró fuera de la sala, preguntandole si Juro quería ver algo más. Una vez visto todo, era la hora de prepararse. La supuesta fiesta era por la noche, aunque el joven desconocía la hora que era.
— No, la verdad es que quedé satisfecho — dijo, y hablaba sinceramente. Ya había visto suficiente —. La fiesta era por la noche, ¿no?
El chico después de escuchar sus palabras de aliento también quiso alentarla a ella, aunque al principio no hacía falta que lo hiciese la verdad es que escucharlo de los labios de una persona ajena a su vida hizo que se sintiese mejor, le dedicó una de sus mejores sonrisas y juntos abandonaron el lugar en el que se encontraban para volver a la recepción, donde la kunoichi preguntó al de cabellos oscuros.
— No, la verdad es que quedé satisfecho. La fiesta era por la noche, ¿no?
—Eso es, pero me gustaría antes comer algo y ducharme, así en la fiesta podré disfrutar más —alegó la joven mientras se señalaba un poco la panza. —¿Dónde te estás alojando tú? —preguntó, a lo mejor ambos estaban en el mismo sitio, así que podían aprovechar y cenar juntos.
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Eri le dedicó otra sonrisa llena de amabilidad, que le hizo estremecerse. Juro trató de no enrojecer de nuevo, y la acompañó a la salida, donde ella contestó a su pregunta.
—Eso es, pero me gustaría antes comer algo y ducharme, así en la fiesta podré disfrutar más
— Si, tienes razón. A mi también me gustaría... — dijo. Realmente había olvidado por completo sus necesidades básicas en presencia de Eri, y aunque estaría bien que en la fiesta hubiese comida, supuso que tendría que cenar algo antes. Una ducha tampoco le vendría mal, aunque no fuese prioridad.
Entre sus pensamientos, la chica volvió a dirigirse ante él.
—¿Dónde te estás alojando tú?
La pregunta le asaltó. Juro se puso un poco más nervioso, por alguna razón.
— Oh... bueno... estoy en un pequeño hostal cerca de la entrada de Taikarune — dijo, chasqueando la lengua. Trató de recordar el nombre —. "El descanso del viajero", o algo así. Es indistinguible.
No había demasiados hostales o hoteles por los alrededores, y realmente ese era uno de los que mejor acogían a los turistas y gente de fuera. Los precios no eran demasiado caros y la comida era abundante. Miró a Eri, con duda, pensando donde podría estar alojada ella.
Juro respondió afirmativo, incluso cuando ella no le preguntó, sabía que los dos necesitaban una buena ducha y llenar el estómago de algo. Ella al menos se había pasado la mitad del día sin probar bocado y necesitaba comer lo que fuese o si no se empezarían a escuchar sonidos extraños.
Sonrió a Juro y ambos abandonaron el museo.
— Oh... bueno... estoy en un pequeño hostal cerca de la entrada de Taikarune. "El descanso del viajero", o algo así. Es indistinguible.
—Oh, vaya, no lo conozco... —murmuró ella, un tanto apenada —. Bueno, yo me estoy quedando en "El Potro", está abajo, así que me tomará un rato bajar y subir de nuevo —informó mientras miraba al cielo.
Entre que bajaba, se duchaba, ordenaba algo de comer y volvía a subir —más despacio porque estaba recién comida— se le iba seguramente hora y media o incluso dos enteras. Lo bueno es que el centro del pueblo estaba a mitad de camino, así que apostaba más a lo primero.
—¿Qué te parece si quedamos en la plaza cuando terminemos? Yo tardaré más o menos hora y media, así que... —alegó la chica —. Bueno, ¡luego nos vemos! —se despidió para salir corriendo calle abajo sin pararse ni un momento, evitando a todo el mundo que subía aprovechando los últimos rayos de sol de la tarde.
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Juro se decepcionó un poco, sin embargo. Eri no conocía el lugar donde se alojaba. Supuso que era ya mucha casualidad el hecho de que se fuesen a alojar en un mismo sitio.
—Oh, vaya, no lo conozco... Bueno, yo me estoy quedando en "El Potro", está abajo, así que me tomará un rato bajar y subir de nuevo
— Tampoco lo conozco, pero lo mismo va para mi — dijo Juro, encogiéndose de hombros, en un gesto empático.
—¿Qué te parece si quedamos en la plaza cuando terminemos? Yo tardaré más o menos hora y media, así que.. Bueno, ¡luego nos vemos!
Y la chica, en un torbellino de pelo escarlata, se desvaneció calle abajo, sin detenerse ni asegurarse de que Juro estaba de acuerdo con el plan. El genin puso los brazos en jarra, mientras observaba como la chica se desvanecía, obligando a la gente a apartarse a su paso. Negó con la cabeza.
— Vale...
Él mismo se encaminó poco después. No tenía mucho tiempo si quería llegar en hora y media a la plaza. Comer, darse una ducha, cambiarse y subir. Eso es lo que tenía que hacer.
« ¡Alla vamos, Gen! »
El chico salió corriendo calle abajo, por el mismo camino que Eri había tomado segundos antes.
Nada más se despidió de Juro bajó a toda velocidad hasta su pequeño hostal, a pie casi de la montaña donde se encontraba construida Taikarune. Pasó los portones a todo correr y subió de dos en dos los escalones que guiaban a la segunda planta. Se encerró en su cuarto y posteriormente al baño, encerrándose ahí para poder lavarse tranquilamente.
Veinte minutos más tarde la joven salía revolviéndose el pelo con una toalla de color marrón, miró por la ventana y luego al reloj que reposaba junto a la cama, encima de la mesita de noche. Aún tenía tiempo. Se peinó con los dedos, tomó sus cosas y salió de la habitación dispuesta a pagarse una buena y ligera cena, tampoco es que estuviese muriéndose totalmente de hambre.
Con suerte había poca gente y la tabernera le sirvió un buen plato de fideos con caldo y una jarra de agua que no pudo terminarse entera, pero los fideos fueron vistos y no vistos. Pagó, se levantó y se dirigió de nuevo hacia la salida, despidiéndose de la tabernera antes de salir.
• • •
La joven daba pequeños saltitos a medida que se acercaba a la plaza, sus coletas estaban más rectas de lo normal porque el cabello no se había secado del todo aún, aunque no le importaba, de momento no hacía tanto frío. Llegó a la plaza y se sentó en uno de los bancos de madera que reinaban por todo Taikarune y esperó.
A ver a Juro aparecer.
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Hora y media después, Juro apareció en la plaza. Su ropa seguía siendo la misma, con un ligero cambio: ahora, vestía una sudadera de cuello alto, que le ayudase a protegerse del frió de la calle.
Su pelo estaba mojado, y se le pegaba con insistencia a la frente. También estaba mucho más revoltoso de lo habitual. El joven apenas había tenido para llegar, darse una ducha y comer algo con sustancia. Lo justo para recuperar fuerzas después de un largo día de viaje y exploración.
Tras eso, había salido corriendo, y ahí estaba, en la plaza.
« Supongo que será una fiesta gratuita. La verdad es que no me queda demasiado dinero...» — reflexionó. Aun le dolía el dinero gastado en la comida, pero después de todo era necesario. Como siempre, se llevó dinero de sobra para el viaje, pero su tendencia a perderse también le pasaba factura económicamente hablando.
Buscó con la mirada a su improvisada amiga de museos, y la encontró, sentada en un banco. Se acercó a ella, reprimiendo una sonrisa al ver su pelo, también algo mojado.
— ¿Qué tal? ¿Lista? — le preguntó. Se había acercado por su flanco derecho, evitando caer en su campo de visión.
Aquella pregunta de algún sitio que ella no encontraba dentro de su rango de visión la tomó desprevenida, obligándola a saltar un poco de su asiento y girarse al chico que acababa de preguntarle. Le miró primeramente con el ceño fruncido, pero luego sonrió.
—Sep, lista —anunció mientras se ponía de pie —. ¿Vamos? —preguntó al chico mientras señalaba el camino por el que debían subir hasta donde se celebraba la fiesta.
Al final la fiesta se iba a celebrar en una de las casas más grandes del sitio, que quedaba a unos veinte minutos a pie. Juro y Eri pudieron comprobar que no eran los únicos que para allá marchaban, pues adultos, niños y familias totalmente enteras, algunas vestidas con ropas más antiguas y armaduras; otras simplemente con ropa casual, se disponían a llegar al lugar señalado.
Ambos genin no tardaron en llegar mucho, y, frente a ellos, se alzaba una gran casa —que podía llegar a la definición de mansión perfectamente —, de paredes de color marrón por el material que estaban hecho, puramente de madera; y tejado de color negro, oscuro. El vallado era sencillo, y el poco jardín del que disponía estaba totalmente decorado con distintos árboles.
Una vez entraron por la puerta custodiada por dos guardias que miraron a Eri y a Juro de arriba a abajo antes de decirles un hola, pudieron ver que la iluminación poco a poco se hacía menos natural, y que la casa, además; contaba con dos pisos, uno justo allí donde estaban ellos y otro echado hacia la izquierda, parecía estar tumbado sobre otra pequeña montaña.
Eri estaba asombradísima por todo aquello, luego miró a Juro antes de entrar.
—¿Crees que aquí habrá disfraces para nosotros? —volvió a preguntar, curiosa.
Eres libre de inventarte y meter todo lo que quieras :3
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Oki ^^ Iré metiendo lo que se me ocurra conforme avancemos
— ¡Vamos! — comentó Juro, con una sonrisa. Se sentía feliz e hiperactivo.
Los dos genin caminaron en dirección a la fiesta. Al parecer, iba a ser en una de las casas más grandes el lugar, practicamente una mansión. Por supuesto, no eran los únicos que iban. No hizo falta que ninguno supiese la dirección: numerosas familias iban camino hacia la fiesta.
Algunas, incluso llevaran sus armaduras. Juro se sintió un poco mal con su simple chaqueta.
Una enorme mansión de madera pura y techo negro se alzó ante ellos. Un enorme jardín decorado con árboles, tales como olivos y cerezos. Juro se sintió admirado por el tamaño y la magnifidad del asunto. Debía de tener un propietario muy rico para poder hacer algo así. O quizá se ayudaba del museo.
A la entrada, los guardias les miraron de la misma mala forma que los otros, y se aseguraron de que no llevaran nada peligroso. Nada más dejarles paso, Eri se paró.
—¿Crees que aquí habrá disfraces para nosotros?
— Tendrán que ser más pequeños que los de un hombre o mujer medio — meditó Juro, examinando sus propias proporciones —. Pero, ¿Por qué no? He visto a niños con cosas así. Cosas más raras se han visto.
Ambos se internaron en el piso en el que se encontraban. La iluminación pasó de ser natural a ser totalmente artificial. Una enorme lampara de araña colgaba del techo, con numerosas velas. La primera sala a la que llegaron parecía actuar de salón de actos o recibidor: una sala de dimensiones increíbles, con numerosas mesas donde había bebida, comida... totalmente variada. Y gente. Mucha gente.
— ¿Crees que los disfraces se recogen en algún sitio? — preguntó Juro, moviendo la cabeza a un lado.
11/11/2017, 11:25 (Última modificación: 11/11/2017, 11:25 por Uzumaki Eri.)
El chico contestó afirmativamente a lo que Eri había preguntado, y ella, esperanzada por encontrar algo de su talla, entró junto a él a la gran mansión. Dentro pudieron comprobar que la decoración era tan o más estravagante que lo que había visto en la fachada, fuera de la misma, con la iluminación pendiente de enormes y aparatosas lámparas y velas por todas partes, amplias salas donde predominaban los colores claros y un montón de gente en los alrededores.
La primera sala parecía ser un salón de actos, habían mesas repletas de comida y bebidas y la gente comenzaba a arremolinarse ante ellas con copas de cristal y vasos de todo tipo en sus manos.
— ¿Crees que los disfraces se recogen en algún sitio?
—Pues...
Antes de que la kunoichi pudiera si quiera seguir, una voz carraspeó desde detrás de ellos. Era un hombre mayor, parcialmente calvo y con un bigote de color blanco, vestido de mayordomo aunque con una cota de malla por encima. Le quedaba extrañamente ridículo.
—Señores, las habitaciones con armaduras se encuentran nada más salir de esta sala a la derecha, no hay pérdida —explicó con tono neutro, luego siguió repartiendo bebidas a los invitados.
—Gracias... —murmuró Eri antes de que el señor se fuese, luego se giró para mirar a Juro, con una sonrisa de oreja a oreja —. ¿Vamos?
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Antes de que Eri pudiese contestar a las especulaciones de Juro — seguramente, con más especulaciones — alguien les interrumpió, con un carraspeo.
Juro se giró al verle. Era un hombre mayor, parcialmente calvo y con un bigote de color blanco, vestido de mayordomo. Juro se sorprendió. Tenía una cota de malla por encima. Realmente se lo tomaban en serio. Hasta los criados llevaban vestimentas y armaduras así.
—Señores, las habitaciones con armaduras se encuentran nada más salir de esta sala a la derecha, no hay pérdida
— Muchas gracias — murmuró Juro, a la par que Eri.
El mayordomo se retiró, aunque Juro no pudo evitar mirar la cota de malla otra vez. Eri se volvió hacia él, con una sonrisa en los labios y la pregunta que él ya imaginaba.
— Claro. Me muero por ver que clase de cosas podemos encontrar — exclamó Juro, con otra sonrisa, similar a la de un niño —. ¡¿Has visto esa cota de mallas?! ¡Como mola!
Miró hacia la derecha y se volvió, con insistencia. Estaba más emocionado que antes.
La joven asintió, enérgica; a la petición de Juro para ir lo más rápido posible al encuentro de aquellos trajes, armaduras y toda la ropa en general que les esperaba en aquella habitación. Se precipitaron hacia el lugar y lo encontraron custodiado por un hombre que parecía esperarles. Con una amable sonrisa, les abrió la puerta.
—Los vestuarios de hombre están al fondo a la derecha, los de mujer al fondo a la izquierda, espero que elijan bien —explicó, sin borrar la sonrisa.
—Gracias —agradeció la única fémina de la pareja internándose dentro de la habitación.
¡Allí habría lo menos dos mil trajes diferentes! Los de tela estaban colgados en barras metálicas, justo al lado de las paredes, guardados pulcramente en bolsas de plástico para su perfecta conservación. Las cotas de malla se hallaban en un rincón cerca de los vestuarios masculinos, y un sinfín de armaduras ligeras y pesadas se hallaban bien colocadas en el centro de la estancia, que medía el triple o el cuádruple de la casa de Eri.
La joven miró con claro entusiasmo el lugar, buscando con la mirada algo que le llamase la atención lo suficiente para comenzar a rebuscar entre todos aquellos trajes.
—¡Mira, mira! —exclamó, acercándose a las armaduras —. Parece que todas tienen distinciones, este tiene una M bordada en la etiqueta, según esto... Es para hombre, y la F significa para mujer... ¡Ay, no sé qué elegir!
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Ambos caminaron hacia la habitación. En la puerta, se toparon con un hombre que parecía ser el encargo. Les indicó, con una sonrisa y amabilidad admirables, que los vestuarios estaban separados y cada uno a un lado. El suyo, a la derecha.
Juro se inclinó, con un "Gracias", antes de entrar.
La habitación era tal y como la había esperado. Estaba repleta. Llena de armaduras de tela, ligeras, pesadas... de todo tipo, en todas las zonas. Sintió ganas de probárselas todas, pero comprendió que lo primero era encontrar una que le fuese a venir bien. Se fijó en que tenían talla y género.
—¡Mira, mira! Parece que todas tienen distinciones, este tiene una M bordada en la etiqueta, según esto... Es para hombre, y la F significa para mujer... ¡Ay, no sé qué elegir!
— ¡Si! ¡Vamos a mirar!
Juro empezó con una elección extraña: rebuscó entre las armaduras pesadas. ¿Pensaba llevar una armadura pesada? Lo dudaba bastante, pero por mirar no le iba a pasar nada.
Tan solo con hacerlo, se dio cuenta de que no era su estilo. Trató de coger una de ellas, compuesta por multitud de partes metálicas, totalmente hecha de acero, que debía cubrir todo el cuerpo. Era poco más grande que él, pero casi no podía sostenerla.
— Esta no es mi sección... — dijo, entre jadeo y jadeo, mientras la depositaba otra vez.
También pasó por ver la sección de telas, pero antes de eso, ojeó las armaduras ligeras. Eran sus favoritas. Armaduras, después de todo, pero más fáciles de llevar y más cómodas. Una armadura pesada no le dejaría ni andar. Eran como las armas muy grandes.
Tras rebuscar un rato, encontró algo que le gustó levemente. Era una armadura muy curiosa: una coraza totalmente amarilla, exceptuando una parte metálica en el centro, con un símbolo extraño: un gran pájaro similar a una gallina, de plumaje amarillo, fuertes patas, y la capacidad de montar. Tenía unas hombreras y continuaba cubriendo sus piernas y sus pies, del mismo color amarillento con toques metálicos de acero.
El casco parecía tener dos ojos negros, un pico amarillento y algo que debían de ser las plumas, como si fuese la cabeza del animal. Era gracioso. Era tan pequeño como él, y de su talla.
— ¡Mira! — exclamó Juro, al verlo. Era realmente raro.
Miró a Juro perdiéndose entre las armaduras pesadas y ella también fue a mirar por su parte. Decidió que, obviamente, las armaduras pesadas no iban a ser lo suyo. ¡Si ni si quiera se mantenía firme con su vestimenta normal! Así que acudió a la sección de armaduras ligeras para mujer en cuanto la vio.
Había muchas, y de todo tipo. Le fascinó una verde que parecía ropa normal, pero no hacía gracia, ella quería una armadura, aunque fuese ligera.
Después de mirar durante un tiempo escuchó la voz de Juro resonar por la estancia, haciendo a un par de personas que allí se hallaban buscando una armadura se girasen a reprocharle con la mirada su exclamación. Eri, por su parte, pasó de aquellas personas y se acercó a él, sonriendo.
—¿Qué pasa? —preguntó, y no pudo evitar soltar un par de carcajadas —. ¡Es el mejor traje que he visto nunca! —soltó entre risas —. ¿Por qué no te lo pruebas? —alentó.
Luego volvió a virar la vista y vio una armadura de color rojo que captó totalmente su atención. Era metálica, de un tono escarlata, oscura, y hacia los bordes se aclaraba, pasando por el naranja hasta el amarillo. Las hombreras y las piezas que cubrían los codos también eran similares, de los mismos tonos.
—Yo... Me voy a probar eso, ¡ahora nos vemos! —exclamó huyendo hacia aquella armadura, cogiendo tanto sus partes, como su respectivo casco hasta las prendas de tela que correspondían.
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— ¡Es el mejor traje que he visto nunca! ¿Por qué no te lo pruebas? — dijo Eri, entre carcajadas.
Juro sonrió un poco. Se sentía con ganas de diversión.
— Es lo que voy a hacer, lenta — murmuró, sacándole la lengua.
Eri, por su parte, seleccionó otra armadura, adecuada a su tamaño y a sus gustos. La cogió y se despidió, marchándose hacia el probador para cambiarse. Le dejó solo, con la armadura y un monton de gente que no conocía.
— Allá voy...
Juro, por su parte, cogió la armadura tan curiosa y se la llevó a los probadores. Al principio, le costó, puesto que nunca se había puesto una armadura y parecía algo complicado con tantas partes. Además de eso, no era la única persona y había bastante gente. Tras un rato, logró terminar de ponerse las piernas y se ajustó el gracioso casco, convirtiéndose en un chico-pájaro con un pico.
Finalmente, Juro salió del probador, totalmente nuevo y con ese extraño aspecto de ave que le daba la armadura.
« Solo me queda esperar a Eri » — agudizó sus nuevos ojos de ave, esperando a que la chica apareciese vestida con la armadura.