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14/06/2017, 17:52
(Última modificación: 29/07/2017, 02:42 por Amedama Daruu.)
Daruu bostezó y se estiró echando los brazos hacia atrás en la espalda. Se rascó la nuca satisfecho y giró a la izquierda para entrar en el salón. Se quitó la mochila con un movimiento de hombros y la reposó en el sofá, para después sentarse y acomodarse al lado del equipaje. Dejó escapar un resoplido de alivio y estiró los pies, moviendo los dedos y dejando que el ardor inevitable del reposo se asentara. Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos un momento.
Karoi y Ayame no tardaron en bajar después de acomodar las cosas en la habitación de invitados. Daruu abrió uno de sus ojos, giró la cabeza ligeramente y los observó. Dejó escapar una risilla sin ningún motivo aparente.
—Dejaría la mochila en mi cuarto, pero estoy echo polvo —dijo—. Relajáos como queráis, ya he dicho que estáis en vuestra casa. Después del pateo que nos hemos pegado, no me apetece hacer nada.
Bostezó.
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15/06/2017, 10:49
(Última modificación: 29/07/2017, 02:43 por Amedama Daruu.)
Y, efectivamente, cuando bajaron las escaleras, Karoi y Ayame encontraron a Daruu en el comedor, tirado de cualquier manera en el sofá y con el equipaje al lado. Parecía terriblemente cansado, con las piernas estiradas y la cabeza echada hacia atrás.
—Dejaría la mochila en mi cuarto, pero estoy echo polvo —les dijo, girando la cabeza hacia ellos con solo uno de sus ojos abierto—. Relajaos como queráis, ya he dicho que estáis en vuestra casa. Después del pateo que nos hemos pegado, no me apetece hacer nada.
La verdad es que el viaje había sido bastante largo... e intenso. Con los nervios y la tensión del momento, Ayame no se había dado cuenta de lo cansada que se encontraba hasta que había visto a Daruu así. Casi arrastrando los pies, se sentó junto a él en el sofá y exhaló un largo y profundo suspiro.
—¡Pero bueno! ¿Qué ánimos son estos? ¡Se supone que estáis en la flor de la juventud! —exclamó Karoi, exaltado. De repente pareció acordarse de algo, porque se llevó una mano a la frente y salió corriendo escaleras arriba de nuevo.
—Cuanta energía tiene este hombre... —comentó Ayame, con una risilla.
Karoi no tardó más de dos minutos en bajar de nuevo. Llevaba en sus fuertes brazos varias fiambreras.
—¿Te importa que use la cocina para calentar esto, Daruu-kun? Una buena cena nos vendría bien a todos.
En contestación, el estómago de Ayame rugió con furia y la muchacha, profundamente avergonzada, se abrazó el abdomen como si con eso fuera a conseguir contener su hambre.
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19/06/2017, 22:59
(Última modificación: 29/07/2017, 02:43 por Amedama Daruu.)
Ayame, lánguida como una hoja pocha de lechuga, avanzó arrastrando los pies y se sentó junto a Daruu en el sofá.
—¡Pero bueno! ¿Qué ánimos son estos? ¡Se supone que estáis en la flor de la juventud! —exclamó Karoi. Dio un respingo de sorpresa, se llevó una mano en la frente y salió corriendo escaleras arriba.
—¡Oye, por favor, no rompas nada! —Daruu se inclinó hacia adelante y giró la cabeza hacia el pasillo.
—Cuanta energía tiene este hombre... —rio Ayame.
—Demasiada —Daruu suspiró y dejó, de nuevo, caer la espalda y la cabeza hacia atrás en el respaldo—. La flor de la juventud, pfff —resopló—. Ahora mismo si fuera una flor estaría marchita.
Al cabo de unos minutos, Karoi se había plantado de nuevo frente a ellos dos. Cargaba en los brazos multitud de fiambreras llenas de comida. El estómago de Daruu crujió. El muchachos se cruzó de brazos y se encogió, avergonzado.
—¿Te importa que use la cocina para calentar esto, Daruu-kun? Una buena cena nos vendría bien a todos.
—S-sí, claro. Como en tu casa, tranquilo. —Se volvió a recostar en el sofá.
«Pero te crees tú que me voy a levantar, sabes.»
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20/06/2017, 11:08
(Última modificación: 29/07/2017, 02:43 por Amedama Daruu.)
—S-sí, claro. Como en tu casa, tranquilo. —respondió Daruu, recostándose de nuevo en el sofá.
Karoi asintió, aún sonriente, y se metió en la cocina. Tras unos instantes de sonidos de recipientes abriéndose y movimientos de aquí para allá, el leve rumor del microondas inundó el ambiente. Y, unos minutos después, un delicioso aroma llegó hasta sus narices. Ayame se había mantenido en silencio todo aquel tiempo, descansando su cuerpo del agotador viaje pero también pensando para sus adentros. Estaban pasando muchas cosas en muy poco tiempo y se sentía bastante confusa. Primero el beso de Daruu en el laberinto, después la súbita aparición de un tío al que ni siquiera había conocido hasta el momento y había resultado ser Hōzuki...
Se sentía bastante perdida...
—¡Listo! —La aparición de Karoi la sobresaltó. El hombre dejó sobre la mesa tres humeantes tazones de fideos instantáneos, uno de curry, otro de carne y el otro con sabor a marisco. Junto a estos, varias fiambreras con comida para picotear: gyoza, alguna que otra empanadilla...
A Ayame se le hizo la boca agua de manera instantánea. Afortunadamente, no fue de manera literal.
—No sabía qué os gustaba o qué no, así que cogí un poco de todo en la tienda —se excusó, llevándose una mano a la nuca—. Adelante, coged lo que queráis, ¿sí?
Tímidamente, Ayame tomó el tazón de ramen con carne. No le agradaba demasiado el curry y del marisco ya no toleraba ni siquiera su olor.
—Entonces, ¿mañana llegaremos ya al valle? —preguntó, en un intento de romper el hielo. Aunque lo cierto era que estaba tan cansada que estaba comenzando a sentir que se le caían los párpados del sueño.
Una parte de ella se apenaba de dar por finalizado aquel divertido viaje, pero otra parte de ella estaba deseando llegar y ver el lugar... Y otra parte de ella estaba aterrorizada ante la perspectiva de vivir sola. ¿Cómo lo iba a hacer?
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20/06/2017, 23:39
(Última modificación: 29/07/2017, 02:43 por Amedama Daruu.)
Las fosas nasales de Daruu captaron enseguida un olor que encendió todas sus alertas. «¡Pescado, eso huele a pescado! Oh no, ¿ahora qué? Ni de coña voy a comer pez.» Su mano se deslizó lentamente hacia su mochila, que tenía la cremallera entreabierta. «Ven a mí, fiambrera con pizza.»
Karoi apareció por la puerta cargado paranormalmente con una serie de tazones y bandejas con todo tipo de alimentos. Hasta Daruu llegaron entonces otros aromas: curry, el rico olor de las gyozas de carne...
—No sabía qué os gustaba o qué no, así que cogí un poco de todo en la tienda —Se llevó una mano a la nuca—. Adelante, coged lo que queráis, ¿si?
Daruu acercó discretamente el tazón de ramen que olía a curry hacia sí. Sonrió y suspiró aliviado.
—Resulta que el de curry es mi favorito, así que se puede decir que has acertado —asintió. «Por muy poco». Observó el tazón de marisco con cara de pocos amigos.
—Entonces, ¿mañana llegaremos ya al valle? —preguntó Ayame.
Daruu suspiró. Ahora que pensaba en que pronto tendría que vivir sólo en otro país, lejos de la seguridad de la aldea, se le atragantaba un poco la idea. Tenía una mezcla de miedo e ilusión agolpándose en el pecho.
—Está a un par de horas o tres de aquí. Llegaremos sin problemas.
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23/06/2017, 11:20
(Última modificación: 29/07/2017, 02:43 por Amedama Daruu.)
—Está a un par de horas o tres de aquí. Llegaremos sin problemas.
Ayame asintió para sí. Los tres siguieron con su cena en completo silencio. Lo cierto es que estaban demasiado cansados para relacionarse entre sí siquiera. Bueno, a excepción de Karoi, que seguía hablando por los codos y no recibía a cambio más que algún gruñido o una sonrisa desganada. Así, tras terminar de comer, cada uno se dirigió a sus respectivas habitaciones para disfrutar del reconfortante abrazo de Morfeo...
O esa era la intención de Ayame, antes de que su tío la abordara y la tomara del hombro.
—Ayame, vamos fuera un momento, ¿sí?
—¿Ahora...? —se quejó, con un hilo de voz.
—Lo siento. Sé que estás cansada pero esto es importante, mañana ya no habrá tiempo y no sé cuándo podré volver a verte.
Ella suspiró pero se resignó y siguió a Karoi hacia el exterior de la casa arrastrando los pies y con los hombros hundidos. Les recibió el frescor de la noche de verano, con el chirriante sonido de los grillos de fondo y un cielo estrellado sobre sus cabezas.
—Antes has dicho que ya dominas el Suika, ¿sí? Aunque sea la forma más básica.
—¿La forma más básica? —repitió Ayame, desconcertada.
Él asintió.
—Ahora mismo puedes licuar tu cuerpo y transformarlo en agua. Sin embargo, lo haces de una manera muy poco eficiente y no terminas de convertirte en agua por completo... Conforme perfecciones tu poder, serás capaz de licuarte mejor para evitar mayores daños. Aunque, a cambio, serás más vulnerable a las descargas eléctricas, ¿sí?
Ayame se estremeció de solo pensarlo. Por un momento se planteó si aquello merecía la pena pero, desde luego, la posibilidad de recibir un calambrazo era notablemente inferior a la posibilidad de resultar gravemente herida por el filo de una espada o algo similar.
—Pero esto no viene al caso ahora. Como Hōzuki, quería enseñarte una última cosa antes de que nos separáramos en el Valle de los Dojos.
Ayame ladeó ligeramente la cabeza, confundida, y su tío ensanchó aún más su sonrisa, consciente de que había logrado captar su atención.
Ayame resopló y cerró los ojos en un intento de contener el punzante dolor que se le extendía desde el hombro hasta la punta de los dedos de su brazo derecho. Después de un buen rato practicando lo que Karoi le había mostrado, se había visto obligada a vendárselo con ayuda de unas vendas que había tomado prestadas del cuarto de baño de la cabaña de Daruu.
Ahora, notablemente fatigada y con aquel dolor sumado, se había permitido el lujo de tumbarse sobre la hierba para contemplar las estrellas que se extendían por encima de su cabeza, más allá de las paredes de roca de los acantilados que la rodeaban. Estaba fascinada, jamás había tenido la ocasión de ver el cielo así y se sentía como si estuviera en un sueño. Por un instante llegó a desear que aquel momento no terminara nunca. Pero nada era eterno, y el final del viaje le esperaba allá en el horizonte.
Poco a poco, con el guiño de las estrellas y la nana de los grillos y las ranas que cantaban cerca de allí, Morfeo fue a buscarla y terminó por dejarse vencer por el inevitable sueño que hacía sus párpados tan pesados...
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26/06/2017, 12:59
(Última modificación: 29/07/2017, 02:43 por Amedama Daruu.)
La cena siguió su camino sin ningún hecho reseñable. Ayame y Daruu permanecieron en silencio, mientras que a Karoi casi le faltó silencio por rellenar con su cálida sociabilidad. Los tres terminaron de comer y recogieron el pequeño desorden, asegurándose de dejar todo como lo habían encontrado. Daruu bostezó en la entrada del salón e indicó que estaba cansado y necesitaba dormir para sobrellevar el viaje del día siguiente.
Pero cuando subió las escaleras, entró en su habitación y cerró la puerta con llave, desdijo sus propias palabras, se sentó en la cama, sacó de su mochila un extraño pergamino, activó su Byakugan y viajó muy lejos de allí, aunque fuera tan sólo figuradamente.
···
—Ayame —dijo Daruu, moviendo el hombro de una muchacha que yacía tumbada en la hierba del exterior de la cabaña—. Ayame. ¿Qué haces durmiendo aquí fuera? ¿No ves que hace un frío que pela?
Era verdad. Por la noche, en el acantilado de Yachi soplaba un viento del norte proveniente del País de la Tierra que venía cargado con al menos cuatro kilokoris por minuto. Daruu soltó una risilla. A veces se sorprendía a sí mismo. Menudas tonterías se le ocurrían: debía ser el sueño.
Y no era para menos, el muchacho tenía unas ojeras como de no haber dormido en mucho tiempo.
—Tampoco es que te aconseje entrar adentro. Tu tío ronca como un condenado —rio—. Pero te he traído una manta.
Extendió su mano y le tendió una manta de color morado para que se tapara con ella. Él llevaba otra de color verde en la otra mano. Se tumbó a medio metro y se tapó hasta el cuello. Se estremeció ligeramente y suspiró con gusto.
—Ayame, he estado pensando una cosa... —dijo, mirando hacia otro lado—. Sobre lo que ocurrió en el laberinto.
»Aún no estoy seguro... No estoy seguro. De lo que significa. Pero aquél beso... Me... Me gustó. Un poquito.
Se acurrucó un poco, protegiéndose de un peligro inexistente.
—Buenas noches, Ayame.
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27/06/2017, 19:52
(Última modificación: 29/07/2017, 02:43 por Amedama Daruu.)
Su cuerpo se movió de manera involuntaria, sacándola de su sueño. Alguien la zarandeaba de un hombro con suavidad.
—Ayame —escuchó la voz de Daruu, junto a ella—. Ayame. ¿Qué haces durmiendo aquí fuera? ¿No ves que hace un frío que pela?
Como si tratara de confirmárselo, una repentina brisa gélida le puso los pelos de punta, estremeciéndola y despertándola del todo.
—¡Ay! ¡Me he dormido! —exclamó, exaltada—. Yo... había salido a entrenar y me quedé mirando las estrellas y... debí quedarme dormida sin darme cuenta...
Intentó reincorporarse, pero un calambrazo de dolor recorrió todo su brazo derecho cuando lo apoyó en el suelo y le recordó que no estaba en las mejores condiciones.
—Tampoco es que te aconseje entrar adentro. Tu tío ronca como un condenado —se rio él—. Pero te he traído una manta.
Y era cierto. Ayame tomó la manta de color morado que le estaba tendiendo y la extendió sobre su cuerpo. Sin embargo, lo que más le extrañó fue ver que él llevaba otra de color verde. De hecho se tumbó junto a ella y se tapó hasta el cuello.
—Ayame, he estado pensando una cosa... —dijo, mirando hacia otro lado—. Sobre lo que ocurrió en el laberinto.
A Ayame comenzó a latirle el corazón con fuerza.
—Aún no estoy seguro... No estoy seguro. De lo que significa. Pero aquél beso... Me... Me gustó. Un poquito. Buenas noches, Ayame —añadió, antes de acurrucarse.
Ella apartó la mirada. Había intentado por todos los medios olvidar aquel beso. Había intentado autoconvencerse de que había sido un simple impulso ante el riesgo que habían corrido de perder sus vidas. Pero ahora volvía a salir a la luz... y aquellos extraños sentimientos volvieron a aflorar...
Daruu le había dado las buenas noches, pero ella no podía dejar todo zanjado así como así.
—A mí... también me gustó... —terminó confesando, con cierta lentitud. Pero enseguida sacudió la cabeza y, balbuceando, cambió el tema rápidamente—. ¿Cómo sabías que estaba aquí fuera? ¿Y por qué... has venido a quedarte aquí conmigo?
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28/06/2017, 13:47
(Última modificación: 29/07/2017, 02:43 por Amedama Daruu.)
Se tejió un silencio de unos segundos que parecieron horas, y también parecía que se iba a quedar así hasta que el sol decidiera de nuevo asomar por la rendija del acantilado de Yachi. «He sido un idiota», pensó Daruu. «¿Qué te hacía pensar que ibas a recibir una respuesta? ¡Idiota, idiota!»
Sin embargo, su madre siempre decía que las mejores y las peores cosas le ocurren a uno cuando menos se lo espera. Y así fue, cuando ya se había resignado a recibir nada más que una indiferencia fría y aislante, que Ayame contestó:
—A mí... también me gustó... —susurró Ayame. A Daruu el corazón le comenzó a latir mucho más deprisa, y de pronto se sintió caminando sobre un tapiz lleno de agujas, sobre una cuerda floja en la apertura de un volcán—. ¿Cómo sabías que estaba aquí fuera? ¿Y por qué... has venido a quedarte aquí conmigo?
—T-t-t-te vi p-p-p-por la v-v-v-ventana —tartamudeó Daruu—. N-no podía dormir por los r-ronquidos de tu tío y-y pensé que te estarías helando y...
»Y te traje la manta.
«¿Qué hago? ¿Qué digo? ¿Digo algo? ¡AAAAAAH, ESTO ES MUY DIFÍCIL!»
—C-creo que me estoy enamorando de t-t-ti.
«"¿Creo?" ¡Menudo idiota!»
«¡Cállate!»
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28/06/2017, 21:10
(Última modificación: 29/07/2017, 02:44 por Amedama Daruu.)
—T-t-t-te vi p-p-p-por la v-v-v-ventana —tartamudeó Daruu—. N-no podía dormir por los r-ronquidos de tu tío y-y pensé que te estarías helando y... Y te traje la manta.
Las mejillas de Ayame se encendieron, conmovida por aquel gesto de su compañero. Estaba a punto de darle las gracias, pero entonces...
—C-creo que me estoy enamorando de t-t-ti.
La confesión cayó sobre ella como un martillazo. Ayame abrió y cerró la boca varias veces, preguntándose si había escuchado bien o su cerebro le acababa de jugar una mala pasada. Pero, pese al tartamudeo, las palabras habían sido claras. Su corazón latía desbocado. Su rostro ardía con la furia de mil infiernos. Y las mariposas de su estómago aletearon con aún más fuerza. En su cabeza, las voces de Kiroe y Karoi se entremezclaban de manera confusa...
«Así que te gusta mi hijo, ¿eh? Si es que siempre he pensado que haríais buena pareja. Pero, ¡tan pronto! No me lo esperaba, la verdad...»
«Bueeeeeno, ahora que estamos lejos de los ojos de ese padre tuyo, decidme. Con confianza. ¿Sois novios?»
«¡Que sepas que tienes toda mi aprobación! Y no deberías huir de tu padre por eso. Sé que no se lo va a tomar a bien, ¡pero Daruu es un trozo de pan! Se acostumbrará, tendrá que hacerlo. ¡Debéis luchar por lo vuestro! ¡Como en una peli romántica!»
¿Estaba enamorada? ¿Era aquello lo que sentía? Daruu siempre le había parecido un chico interesante y cuanto más tiempo pasaba con él, más tiempo quería estar con él... Y él la había besado en el laberinto... ¿No había sido sólo un impulso por la situación?
La cabeza le daba vueltas, e inconscientemente se tapó con la manta hasta la nariz.
—Y... yo... t... también... creoqueestoyenamoradadeti —soltó de golpe, casi sin respirar.
Pero los ojos se le llenaron de lágrimas... Sintió un pequeño picor en la frente y en la espalda.
—¿Pero... por qué yo...? —preguntó con un hilo de voz—. Hay cosas de mí que no sabes...
»Y además... soy fea.
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30/06/2017, 18:57
(Última modificación: 29/07/2017, 02:44 por Amedama Daruu.)
—Y... yo... t... también... creoqueestoyenamoradadeti.
«Esto no está pasando.»
Daruu se encogió aún más, como si así tuviese que evitar enfrentarse a que se había confesado con una chica. Con Ayame. Con su vecina. Comenzó a tiritar, pese a que no tenía frío. Todavía de espaldas a Ayame, deseó que le tragase la tierra.
—¿Pero... por qué yo...? Hay cosas de mí que no sabes... Y además... soy fea.
Daruu se dio la vuelta de un brinco.
—¡No eres fea! —exclamó. Se tapó la boca y abrió mucho los ojos—. Quiero decir... —Apartó la mirada al cielo y puso un mohín y una voz infantil—: A mí me pareces muy bonita, tienes los ojos muy grandes y muy brillantes y... y... ¡ay, por qué me haces decir esto!
Se tapó la cara con ambas manos.
—Eres bastante mona, y cuando hablas y caminas por ahí parece que todo a tu alrededor tiene un color más fuerte, incluso Amegakure... —balbuceó—. Y cuando te veo mal, me siento mal. Cuando te veo reír, me entran ganas de reír a mí también...
»No sé cómo explicar lo que siento, porque ni siquiera yo lo entiendo... Pero eso no hace que sea algo de mentira.
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2/07/2017, 18:34
(Última modificación: 29/07/2017, 02:44 por Amedama Daruu.)
Daruu se había mantenido en su sitio, encogido, dándole la espalda, como si Ayame fuera una especie de monstruo terrorífico que fuera a devorarle en cualquier momento. ¿O quizás el terrorífico monstruo eran sus sentimientos? Fuera como fuese, ante las palabras de su compañera se vio imbuido de una súbita valentía que le hizo darse la vuelta bruscamente.
—¡No eres fea! —exclamó, y Ayame no pudo evitar encogerse por el susto. Sin embargo, Daruu se tapó la boca y abrió mucho los ojos—. Quiero decir... —Apartó la mirada al cielo y puso un mohín y una voz infantil—: A mí me pareces muy bonita, tienes los ojos muy grandes y muy brillantes y... y... ¡ay, por qué me haces decir esto!
Y menos mal que Daruu se había tapado la cara, porque si no habría visto que Ayame se había puesto como un verdadero tomate.
—Eres bastante mona, y cuando hablas y caminas por ahí parece que todo a tu alrededor tiene un color más fuerte, incluso Amegakure... —siguió balbuceando—. Y cuando te veo mal, me siento mal. Cuando te veo reír, me entran ganas de reír a mí también... No sé cómo explicar lo que siento, porque ni siquiera yo lo entiendo... Pero eso no hace que sea algo de mentira.
Ayame casi se había tapado hasta los ojos. No sabía por qué, pero los ojos le escocían y sentía muchas ganas de llorar en aquel momento. Y aunque se sentía halagada por las palabras de Daruu, una parte de su cerebro en seguir royendo su confianza.
«Pero ya has visto a esas otras chicas: Taeko, Aiko... No eres nada al lado de ellas. ¿Y qué pensará cuando vea lo que escondes bajo esa bandana? Lo mismo que el resto...»
—Gracias... —murmuró sin embargo, con un hilo de voz, y se dio la vuelta para darle la espalda y que no viera que había roto a llorar sin remedio.
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4/07/2017, 15:42
(Última modificación: 29/07/2017, 02:44 por Amedama Daruu.)
La muchacha agradeció las palabras de cariño de Daruu, pero ambos dos prefirieron dejarlo por aquél día, cada uno por sus propios motivos, y se dieron las espaldas. Tras un el chute de adrenalina, a Daruu le costó mucho concioiar el sueño, pero finalmente el cansancio acumulado hizo acto de presencia y sus párpados cayeron, obligándole a dormirse.
El canto de los pájaros y el agradable sol de la mañana le habían despertado hacía ya un rato, pero Daruu se negaba a abrir los ojos, quizás por pereza, quizás también por que no quería enfrentarse a ese nuevo mundo desconocido en el que se había confesado con Ayame, y a todo lo que eso implicaba. Pero se obligó a abrir al menos uno de sus ojos para echar un vistazo cuando escuchó el ruido de la hierba chafada detrás de su cabeza.
—¡Ahhhh! —exclamó, y se levantó de golpe, dándose un coscorrón en la frente con Karoi, que estaba observándole cuidadosamente desde muy cerca. Demasiado cerca.
Daruu volvió a caer al suelo y se quedó K.O., con los brazos extendidos. Karoi había chillado también y había retrocedido unos pasos, cayendo finalmente de culo sobre la hierba. Se rio mientras se acariciaba la frente.
—¡Jajaja, me preguntaba si ya estaríais despiertos, dormilones!
—¿¡Y no tenías otra forma que mirándome a la cara fijamente!? —Daruu chasqueó la lengua con fastidio y observó a Ayame, que se removió con fastidio en su sitio. Se sonrojó y se puso a caminar hacia la cabaña—. Buenoaúnnosquedaviajeasíquevamosacogerlascosas.
•••
La comitiva salió de Yachi a las nueve de la mañana, y no tardó mucho en quedar hecha un trío de hormiguitas frente a las cordilleras del micropaís que era el Valle de los Dojos. Mientras observaba las descomunales montañas, Daruu no pudo evitar cavilar sobre cómo sería el interior. Aunque sabía dónde estaba y cómo era por fuera, nunca lo había visitado.
Escalar la cordillera no era una opción, así que no les quedó más remedio que rodearlas. Y cuando se plantaron en la entrada, un pasillo de un acantilado en medio de dos montañas escarpadas y enormes, Daruu no pudo sino maravillarse de lo que había más allá: una extensión gigantesca de hierba verde como nunca había visto en su vida.
—Vaaaya... —dijo sin querer en voz baja.
Karoi se detuvo detrás de ellos y se aclaró la garganta. Daruu se dio cuenta de que el tío de Ayame ya no iba a acompañarlos. Durante los meses del Torneo, los familiares y maestros no tenían permitido acercarse a los participantes. Se dio la vuelta e hizo una pequeña reverencia.
—Gracias por acompañarnos, Karoi-san.
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5/07/2017, 13:32
(Última modificación: 29/07/2017, 02:44 por Amedama Daruu.)
Ambos terminaron por dormirse bajo el amparo de la luna y de las estrellas que les observaban desde lo alto del cielo. Así, la noche dio paso a la mañana. Y la luna le cedió el turno de vigía al sol, que comenzaba a desperzarse en el horizonte. En algún momento de la noche Ayame se había dado la vuelta en sueños y, sin siquiera ser consciente de ello, había terminado acurrucada junto a Daruu.
Para su desgracia, el apacible sueño se vio roto en mil pedazos de repente cuando un aullido la arrancó de él. Sobresaltada, Ayame se reincorporó. Y a punto había estado de licuar su cuerpo cuando se dio cuenta de que no había ningún peligro a la vista.
Sólo estaban Daruu, yaciendo en el suelo con los brazos extendidos, y su tío riendo a mandíbula batiente mientras se acariciaba con gesto de dolor la frente.
—¡Jajaja, me preguntaba si ya estaríais despiertos, dormilones! —exclamó Karoi.
—¿¡Y no tenías otra forma que mirándome a la cara fijamente!? —replicó Daruu, chasqueando la lengua con fastidio. En ese momento sus miradas se cruzaron. Ayame enrojeció a la velocidad de un hierro al fuego y Daruu se puso de pie de golpe y se encaminó hacia la cabaña—. Buenoaúnnosquedaviajeasíquevamosacogerlascosas.
—¿Seguro que no sois novios, ni nada por el estilo? —preguntó Karoi, con cierto retintín.
—C... ¡Calla! —Ayame se levantó de golpe como si le hubieran pinchado en el culo con un alfiler y siguió los pasos de su compañero para recoger sus cosas y reemprender el viaje hacia el Valle de los Dojos.
Habían salido sobre las nueve de la mañana y, pocas horas después, ya habían llegado a los pies de la colosal cordillera que rodeaba el valle y que se alzaba ante ellos como titanes de roca. Sin embargo, aún tuvieron que rodearla para encontrar la entrada: un pasillo formado por el corte perfecto de las paredes de la montaña y, al final del mismo, un auténtico mar de hierba verde cuyas ondulaciones al viento se asemejaban a las olas.
Ambos chicos se habían quedado estupefactos admirando la maravilla que tenían frente a sus ojos, pero Karoi carraspeó tras ellos, despertándolos de su ensoñamiento. Ayame se volvió, bastante apenada. Había conocido a su tío el día anterior, pero se había sentido bastante cómoda a su paso. Pensar que se iban a tener que separar tan pronto, sin saber cuándo se volverían a ver...
—Gracias por acompañarnos, Karoi-san.
—¡Ha sido un placer chicos! Ahora debéis esforzaros y darlo todo en el torneo, ¿sí? —les sonrió, y palmeó el brazo derecho de Ayame, que sintió un calambre de dolor a través de las vendas que le recorrió desde las puntas de los pies hasta la cabeza.
—S... ¡Sí! —respondió la kunoichi, con todo su esfuerzo. Sin embargo, enseguida se recuperó y miró a su tío a los ojos—. ¿Vendrás a vernos al torneo?
El semblante de su tío se ensombreció repentinamente, pero enseguida volvió a sonreír.
—Lo intentaré, pequeñaja. Venga! ¡No os entretengáis por más tiempo, ¿sí? —exclamó, empujándolos hacia la entrada del valle.
Karoi los despidió agitando la mano en el aire. Cuando Ayame se volvió por última vez, su tío ya les había dado la espalda y se alejaba con paso calmado. A la altura de su cintura, asomando por debajo de la camiseta que vestía aquel día, una máscara con la forma de la cabeza de un caballito de mar le devolvía una mirada de ojos vacíos.
«No puede ser...» Pensó Ayame, pálida como la leche.
Acababa de recordar de qué le sonaba la voz de Karoi, por qué le había resultado familiar su forma de hablar... Y se acababa de dar cuenta de que ya se conocían de antes.
Pese al tiempo que había pasado. Ayame no había borrado aquel recuerdo de su memoria.
Nivel: 34
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9/07/2017, 23:42
(Última modificación: 29/07/2017, 02:45 por Amedama Daruu.)
—¡Ha sido un placer chicos! Ahora debéis esforzaros y darlo todo en el torneo, ¿sí? —Karoi les sonrió y dio una palmada en el brazo derecho de Ayame que sonó como un hombre gordo cayendo en plancha a una piscina después de un salto de trampolín. Daruu apretó los dientes, se encogió, cerró los ojos y siseó entre dientes como si le hubieran pegado a él y dio un paso atrás, no sea que al tío de Ayame se le ocurriese repartir más afecto.
—S... ¡Sí! —respondió Ayame—. ¿Vendrás a vernos al torneo?
Karoi se puso serio de pronto. Daruu torció el gesto con curiosidad: el tío de Ayame había vuelto a sonreír enseguida, pero la expresión del Hozuki no le había pasado desapercibida.
—Lo intentaré, pequeñaja —mintió Karoi. Daruu bajó la mirada y suspiró. «Al final, es un ninja, y Ayame ha estado un montón de tiempo sin verle. Seguro que tiene cosas que hacer»—. ¡Venga! ¡No os entretengáis por más tiempo, ¿sí?
El hombre se despidió de ellos enarbolando la mano como una bandera. Les dio la espalda, y entonces los muchachos se dieron la vuelta.
—Es muy simpático, pero me agobia tanta energía —rio Daruu—. Ayame... ¿Te pasa algo?
Ayame tenía el rostro de alguien que acaba de descubrir un muerto en su jardín.
···
Horas más tarde, en un claro de bosque...
—Umiuma. —Dos figuras descendieron a unos metros por delante de Karoi, vistiendo únicamente una túnica larga y negra con capucha. En ese momento, tenían las capuchas bajadas, pero tapaban el rostro con sendas máscaras, una de ellas representaba a un toro, la del que hablaba: un hombre alto corpulento, de cabello corto y plateado. La otra a un zorro, y la vestía el más bajito: un hombre de cabellos también plateados pero largos, atados en una coleta baja detrás de la cabeza.— Se supone que tenías que entregarnos a la jinchuuriki antes de que llegase a los Dojos. ¿Dónde está?
—Parece que los Kajitsu Hozuki tenían razón para sospechar de ti finalmente... —comentó el otro, socarrón—. No te preocupes, no venimos a tomar represalias contra ti. Hemos hecho el trabajo que nos han pedido: traer a la muchacha o confirmar tu traición.
—No te preocupes, ya están enterados. Sólo somos amables contigo: al fin y al cabo gracias a ti nos han pagado una barbaridad.
—Sólo venimos a darte un regalo: una advertencia.
Se dieron la vuelta y echaron a caminar.
—No podéis entrar en los dojos sin excusa, ergo, sin delatar la verdadera identidad de Ayame.
—Los Kajitsu Hozuki tienen amigos. Muchos amigos.
—Utiliza esta información como tú prefieras. Ah, y si yo fuera tú, evitaría encontrarme con ellos y me iría a refugiar con la poca familia que te quede... Reigetsu no está muy contento contigo.
Desaparecieron en un parpadeo dejando detrás de sí una pequeña nube de humo.
—Kishishishishishi...
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