Ren dormiría placidamente hasta pasadas varias horas, no despertaría hasta que llegara el descanso entre las clases; donde se levantaría con un horrible dolor de cabeza y muy molesta.

Cuando se levantase la morena vería que por las ventanas entraba una luz del copón, que obviamente, le molestaba a la vista. A su lado, sentada en un taburete para visitas había una chica, que se percató al instante de que Ren se había despertado.

— Ya pensaba que no iba a ver esos ojitos, princesa. — le saludó Tsuki con su coleta habitual, pero en el uniforme normal del colegio.

Cuando Ren centrase su vista en ella, vería que estaba pelando un plátano tranquilamente.

— ¿Quieres? La doctora ha dicho que comas ligero y Hana que si te daba algo que fuese arroz blanco me mataba. Siempre me ha dado curiosidad verla intentarlo.

En algun momento durante su profundo sueño, la habían arropado por lo que cuando la luz comenzó a molestarle, instintivamente se quejó levantando ligeramente las sabanas. Cuando abrió los ojos, frente a ella se erguía la figura de Tsuki, tan imponente como cuando se la cruzó. Los ojos de Ren se abrieron como platos ante sus palabras, con un más que notorio rubor en sus mejillas.

— Si... La cabeza me esta matando; y tengo la boca pastosa — comentó irguiéndose, abriendo y cerrando la boca lentamente.

— Si... La cabeza me esta matando; y tengo la boca pastosa

— Pues aquí tienes. — le pasó el platano medio pelado para que pudiese cogerlo de la cascara por abajo.

Tsuki subió una pierna, apoyandose en el taburete, y apoyó un codo sobre la rodilla de dicha pierna al mismo tiempo que apoyaba la barbilla sobre su mano, en posición pensativa.

— La doctora ha dicho que habrá sido un cambio hormonal por la edad, pero tienes cara de estar de resaca. No te creía tan malota de venir medio pedo de buena mañana. — despues de eso solo se quedó mirandola con una sonrisa divertida

— La doctora ha dicho que habrá sido un cambio hormonal por la edad, pero tienes cara de estar de resaca. No te creía tan malota de venir medio pedo de buena mañana. — despues de eso solo se quedó mirandola con una sonrisa divertida.

— ¿D-De resaca? — respondió sorprendida con la fruta entre sus manos, en ese momento, un dolor punzante atravesó su cabeza para confirmar aquella acusación; pero por más que pensaba mientras comía con lentitud, no era capaz de darle una explicación a aquello.

— ¿D-De resaca?

— Sí, princesa, hazte la loca todo lo que quieras. — se puso de pie y se acercó a Ren hasta estar peligrosamente cerca. — Pero si vienes así a mis entrenamientos te mato.

Le sonrió mientras se alejaba.

— En fin, marcho. Ya te apañas tú con la presidenta, cariño.

Dicho eso se fue, no sin antes guiñarle un ojo a Ren con la misma sonrisa.

Comió muy lentamente, completamente ruborizada pensando en las palabras de Tsuki. ¿Resaca? Ella detestaba en alcohol, algunos licores le parecerían realmente dulces y sabrosos, pero el propio concepto lo detestaba. El concepto de pillarse una borrachera le parecía asqueroso y despreciable, y ya la gente que no se podía divertir a menos que no fueran con la vista nublada.

Un agradable carácter adquirido por cortesía de su padre.

Parecía que, de nuevo, no había nadie en la enfermería aparte de Ren. Estaría unos minutos en completo silencio, más allá del ruido de cháchara fuera de la habitación. Por suerte, aquel sonido de fondo no parecía dolerle tanto.

Hasta que de pronto, oiría algo parecido a una estampida, pasos acelerados acercandose a la puerta de la enfermeria. Entonces, la puerta se abriría de golpe y Hana entraría en la habitación.

— ¡Ren! — se fue directa a la cama sobre la que descansaba su hermanastra, con intención de abrazarla con fuerza.

Consiguió pararse a tiempo, aunque había abierto los brazos y todo, retrocedió y se cruzó de brazos.

— M-me has preocupado, quiero decir... — apartó la mirada, ruborizada — Que no quería que te pasase nada malo, por no tener que contarselo a nuestros padres y eso.

Se rascó la nuca, sin saber muy bien cómo actuar ante Ren, había demasiados factores a tener en cuenta. Eran famiia, pero apenas la conocía y lo que sabía de ella la apasionaba y enfadaba a partes iguales. Siempre tenía que buscar el punto entre quererla y odiarla y era dificil ya de por sí, cuando encima Ren la mareaba aún más.

— ¿E-estás bien? — al final la preocupación se le escapó por los poros, devolviendo la mirada a Ren.

Asintió todavia con algo de rubor en el rostro, su cuerpo todavía no había asimilado todo el alcohol pero ahora por lo menos estaba mucho más consciente; pese al intenso dolor de cabeza.

— ¿Han acabado ya las clases? La cabeza todavía me esta matando... — se sentó sobre la camilla, con una mano sobre su propia frente y el gesto arrugado por el dolor.

— ¿Han acabado ya las clases? La cabeza todavía me esta matando...

Verla ahí, tan desvalida, tan débil, tan necesitada... le partía el corazón. No podía dejarla sola, pero ayer ya se había escaqueado del consejo para irse con ella. ¿Lo haría una segunda vez? N-no podía...

— S-sí... — le tembló la voz entre preocupación y culpa.

Deshizo el cruce de brazos y se acercó más a su hermana, sujetandole un brazo con fuerza.

— Vamos a casa, va. No puedo dejarte ir sola. — le gesticularía que se pusiera en pie, ayudandola en todo lo que le pidiese. — Te haré lo que quieras para comer, ¿vale? Tú céntrate en ponerte buena.

Ya había pasado a modo total preocupación, olvidándose de nada que no fuese la salud de Ren. Los bentos ya se los comería ella o se los daría a su padre para cenar, a Ren le daría comida recien hecha.

Asintió con suavidad, dejándose ayudar por su hermana. El estomago empezaba a rugir tras tantas horas sin comer; había desayunado muy ligero, una tostada, un zumo y el batido que le ofreció...

— Me cago en... ---- refunfuño al darse cuenta del gran error que había cometido. — Pienso matar a esa mocosa — movió una mano con suavidad imitando con su mano una garra, y poco después, crujieron sus dedos como si el chasquido de una chispa se tratara.

Pero su ira solo haría que sus fuerzas volvieran a flaquear, y necesitar momentáneamente apoyarse en una pared, antes de proseguir su camino.

— Me cago en... Pienso matar a esa mocosa

— ¿Qué? ¿Qué pasa, Ren?

Hana se acercó a su hermanastra preocupada mientras esta se apoyaba contra la pared para intentar recuperarse. Por suerte, Ren estaba un poco encorbada así que el rostro de Hana quedaba más o menos a la misma altura y no tenía que ponerse de puntillas para estar a su nivel. Se acercó y la miró a los ojos.

— ¿Ren? ¿Necesitas una muleta o algo? Puedes apoyarte en mi, ¿te has mareado? ¿Hemos ido demasiado rápido? ¿Quieres que le pregunte a la doctora si te puedes tomar alguna pastilla? No creo que te haga daño. ¿O es porque tienes hambre? ¿O sed? Podemos acercarnos a algún sitio a comer en vez de esperar a casa. — Hana empezó a enlistar cualquier posible mal que pudiese estar azotando a Ren, ya que la morena decía nada y menos, solo refunfuñando para sí.

Espero varios segundos antes de dejar de apoyarse en la pared, después, inhalo y exhalo con fuerza, prolongándolo bastante. Que Hana tuviera que estar cogiéndola de la mano a cada dos pasos, no era una idea agradable, tardarían toda la tarde en llegar a casa.

— Estoy bien, estoy bien; puedo caminar — en parte era para calmar a su hermana, y en parte para inspirarse de confianza y poder seguir.

Apenas quedaba ya alcohol, y consiguió recuperar el equilibrio; a excepción de un horrible dolor de cabeza por la resaca que le haría llevarse alguna que otra vez una mano en la cabeza, cuando algún rayo de luz le diera directamente en los ojos, no tendría más problemas para caminar.

— Estoy bien, estoy bien; puedo caminar

Sabía que Ren era de las que quieren parecer duras, irrompibles, de puro acero, por eso verla desfallecer y aún así decirle que estaba bien despertó algo en el corazón de Hana. ¡Era tan adorable! Como un cervatillo que intenta caminar por sí mismo alejado del cobijo maternal. Pero no era un cervatillo, era una persona enferma y Hana no podía permitirse moralmente dejarla andar trastabillando hasta casa.

— Vale, puedes andar, así que apoyate en mi igualmente.

Por suerte para ambas, Ren era más alta que Hana, así que pasarle el brazo por encima de los hombros no le suponía ningún esfuerzo. Si Hana estuviese en su situación, casi tendría que hacer más esfuerzo para apoyarse que para andar.

Una vez Ren se sometiese al poder verbal de su hermanastra, esta se movería hacia la salida.

Poco después de que comenzaran a caminar, Ren no necesito seguir apoyandose en Hana para avanzar; ella misma se dio cuenta de esto. Pero decidió no hacerlo; se quedo aferrada a su brazo, y como si en una especie de trance estuviera, anduvo de su mano con un suave rubor. Solo respondería asintiendo y poco más hasta llegar a la puerta de casa.

— Necesito echarme otro rato... — le costó acertar con la llave, pero a la tercera vez lo consiguió. Caminaría hasta el salón y se desplomaría sobre el sofa farfullando y murmurando.