Sabía que se había pasado, pero teniendo en cuenta que Ren no había desvelado en ningún momento su identidad. No era tan grave ¿no? Era cierto que tendría que haberselo dicho antes, pero tenía miedo. Miedo a que Ren solo estuviese ayudandola por pena.

Con la bofetada que le soltó su hermanastra se dio cuenta de la pena que daba. No solo le había hecho pasar un mal día a su hermana, había traicionado su confianza y ahora sí que no iba a poder recuperarla.

—¡ERES UNA ESTUPIDA! ¡¿ME OYES?! ¿¡A QUE VINO ESO?! ¡¿PORQUE VAS Y ME DICES QUE TE ESTABAS MURIENDO?! ¡¡¿¿TIENES IDEA DE LO ANGUSTIADA QUE ME HAS TENIDO TODO EL DIA??!!

¡Ella! ¡Era la presidenta del consejo estudiantil! En su colegio no había club de debate porque ella no podía presidirlo y no había absolutamente nadie más cabezota y discutidor que ella. ¡Nadie! Podía hablar y hablar durante horas dando argumentos imposibles de refutar. Y tenía de esos para Ren, ella le había dicho que se llamaba Tsuki y le había ocultado que era ella incluso cuando le había dicho que la necesitaba.

También era la primera vez en su vida que alguien le soltaba tal bofetada. Era la primera vez que mentía a alguien querido en su propio beneficio. Era la primera vez que alguien le chillaba con tanto dolor en su voz.

Se llevó una mano a la mejilla que Ren había golpeado y la miró a los ojos. El hermoso mar de sus ojos estaba inundado por su culpa. Veía el dolor en Ren y sabía que ella lo había provocado.

— Y-yo...

No pudo manejar sus emociones. Se desbordó por completo. Podía sentir algo partiendose en su interior. Empezó a llorar, con una intensidad que no había conocido hasta ahora. Le ardían los ojos tanto que ni siquiera podía abrirlos. Los cerró con tanta fuerza como era capaz mientras una tras otra, las lágrimas no paraban de caer.

Abrió varias veces la boca para decir algo pero solo salían gimoteos sin sentido. No paraba de intentarlo, pensando que Ren se iría si no se disculpaba y volvería a estar sola. Desesperada, usó la mano con la que no se sujetaba la mejilla para coger la mano de su hermanastra. Intentó abrir los ojos para mirarla suplicante, pero no podía, el llanto era demasiado intenso.

Pero cuando extendiera la mano en búsqueda de la de su hermana, se la rechazaría liberándose de su atadura en la muñeca; ahogada en lágrimas, la miraría de pie por unos segundos para luego marcharse. Habían hecho anteriormente una pausa para cenar, así que por suerte no tendría que volver a dirigir la palabra en lo que le quedaba de "dia".

Por un instante pensó que podría volver a dormir en aquella cama; no era como un salto de estatus quo, pero había que reconocer que había diferencia entre dormir en un sofá, y una cama doble tan acolchada. Se aferró a las mantas que tenía por encima; aquella noche hizo mucho frío, más de lo habitual para ser primavera.

Las mentiras eran algo que Ren no toleraba con ninguna facilidad; la irritaban y la sacaban de sus casillas con suma facilidad, después de todas esas excusas mal montadas y baratas que le daba su padre biológico cada vez que llegaba, o cuando su madre tenía un nuevo moratón en alguna parte de su cuerpo. No las soportaba, la enfadaban con sencillez ¿Pero que hipocresía no? Ella la había mentido con un nombre falso.

«¿Hipocresía? ¡Era la mentira más piadosa de la historia! ¡No tiene ni punto de comparación!» se aferraba con fuerza a las sabanas, le ayudaba a expulsar una tristeza por unos sentimientos escondidos en un rincón de su corazón, los cuales era incapaz de reconocer.

Pudo abrir los ojos lo justo para ver como Ren salía de la habitación dedicándole una mirada de todo menos amigable. Y lloró. Tirada sobre el suelo del despacho se quedó hasta caer dormida.

A la mañana siguiente, el olor de las tortitas inundaria todo el piso, como cada domingo. En la cocina, sin embargo, no estaría Hana, sino su padre. No había nadie mas a la vista.

El olor acabaría despertándola, como un lobo hambriento que huele un rastro de sangre fresca. Se levantó algo molesta, había dormido a pierna suelta, siempre que lloraba lo hacía, pero seguía algo irritada por la mentira que su hermana le contó la noche anterior. Esperaba verla en la cocina, siendo la autora de aquel olor, pero quien estaba era su padrastro.

Comentó que su hija se había quedado dormida, pero rio posteriormente, afirmando que esta parecía haber estado estudiando toda la noche hasta tarde. La morena giró con lentitud la cabeza desde el marco de la puerta donde estaba situada, deteniendo su mirada sobre la puerta de estudio; acarició instintivamente entonces su mano derecha, con la que le había propinado aquel golpe para que después ambas rompieran a llorar.

— Iré a despertarla — añadió con tono serio alejándose de la cocina.

Abriría entonces con cuidado la puerta, y tras cruzarla, la cerraría con cuidado de no hacer ruido. Se debatía si perdonarla internamente, aquella mentira que ella consideraría tal vez pequeña, le resultó realmente dolorosa; camino descalza hasta su lado para posteriormente ponerse de cuclillas a verla, apartando con el dorso de la mano varios mechones que cubrían el rostro de su hermana.

La noche había sido cuanto menos intensa para Hana. Había estado enzarzada consigo misma en una discusión sin fin, empezó con querer ir a Ren a implorarle piedad, confesarle que era la única persona que la trataba como una persona, valga la redundancia, que para el resto es o la jefa o una niña. Que no tenía a nadie más que estuviese dispuesta a ayudarla, que todo lo que había hecho había sido por pura desesperación.

Y entonces le entraba la vena orgullosa. ¿Quien se pensaba esa maleducada que era? ¿Por qué tenía ella que disculparse? ¡Casi la deja por loca en público cuando ella había tenido la razón! Se merecía comerse esa mentira y cinco o seis más. ¡Había empezado ella! Y ni siquiera había tenido la decencia de confesarse ella primero, no, había tenido que venir Hana a decirselo. Porque sino, Ren se lo hubiese llevado a la tumba. ¡A su propia tumba porque Hana tenía la salud de una leona!

Pero ahora estaba sola, rebozandose en su incapacidad de actuar como una persona honesta y pedirle ayuda sin más.

¡Era Ren la que debería pedirle ayuda a ella! Si no sabe ni deletrear su nombre. La muy tonta.

Y aun así, ella tenía amigos mientras que Hana moriría sola rodeada de gatos.

Con esa última imagen, de Ren rodeada por su grupito de amigos alejandose mientras ella se quedaba con Tadeus y Amadeus, los dos gatos callejeros a los que había puesto nombre tras verlos a diario durante años, se quedó dormida.

Y así la encontraría Ren, medio tirada en el suelo con la cabeza apoyada en una silla. Su mejilla aún estaba roja y humeda y su vestido estaba tan o más arrugado que cualquier trapo viejo que tuviesen por ahí. Su respiración era acelerada para estar dormida, como si el sueño no estuviese siendo precisamente placentero.

Se estremeció al sentir el tacto de Ren, pero no despertó, aunque su hermanastra podría ver como una nueva lágrima recorría el camino ya marcado por todas sus hermanas que habían salido antes, recorriendo la mejilla de la joven de las hermanas para aterrizar sobre su vestido finalmente.

¿Y ahora qué? ¿Despertarla y decir que estaba profundamente dolorida por haberle dado un guantazo, que se había ganado a pulso? Por suerte para ella lo descubrió a las horas, porque ella misma se lo dijo ¿Pero y si la mentira se hubiera extendido días, semanas o tal vez meses? Llegaría un momento en el que no querría separarse de su lado, ni por un instante, pues podría ser el último en verla con vida, antes de que esta escapara entre sus labios con un suspiro.

«Pero ahora tampoco... Pese a eso tampoco quiero separarme de ella... Fuera a morir en unos meses o no... » La perdida, el propio concepto de Muerte; era algo que le aterraba. Sentía que la vida era realmente frágil; cualquier cosa por inocente o inofensiva que fuera, podía acabar matándote por una razón u otra. Pero esos rollos de "vive la vida que son dos dias", "carpe diem" y similares le parecían realmente estupidos.

Volvió a acariciarla, esta vez dejando apoyada su mano sobre su meijlla.

— Hana; despierta. El desayuno esta listo, hay tortitas... — murmuraría sin apartar la mirada de sus labios, e inconscientemente, iría acercándose más y más.

Fresa, nata, sirope de vainilla, tal vez chocolate o algún topping. No, lo que quería era un nectar mucho más dulce; se despertará o no por su voz, o por el suave bamboleo que le hacía en la espalda con la mano, la volvería a besar.

— Hana; despierta. El desayuno esta listo, hay tortitas...

Hana sonrió, abriendo los ojos lentamente.

— Sí... tortitas...

¿Ren despertandola suavemente para decirle que había tortitas para desayunar? No podía ser real. Aún estaba soñando, pero era un sueño mejor que la realidad, así que no se resistió a él. Cuando la Ren de su sueño se acercó a ella, Hana la imitó, acortando la distancia por ella misma.

Sin duda, el subconsciente era una cosa maravillosa. Los labios de Ren eran tan reales, las sensaciones que despertaba en todo su cuerpo, la facilidad con la que la hacía estremecer, todo como si de verdad estuviese pasando. Incluso se sentía tan cansada como tenía que sentirse en la realidad.

Levantó una mano, sujetando la nuca de Ren, asegurandose de que no cortase el beso, de que esas sensaciones no acabasen, porque cuando acabaran, se despertaría. Al despertarse estaría sola, Ren la odiaría y jamás volvería a poder besarla. Recordarlo provocó que volviese a llorar, humedeciendo aún más el beso con el sabor agridulce de sus lágrimas.

Y otra vez; joder, es que no podía aguantarlo, le era superior a sus fuerzas. Las manos le flaqueaban y sus piernas temblaban cada vez que notaba los labios de Hana contra los suyos; ella no contenta con eso, encima jugaba con la lengua de la morena y la acorralaba continuamente. Aquella tímida chica desaparecía por completo cuando la acariciaba. Y al igual que aquel sentimiento, sus ojos se dilataban tanto que sentía la imperiosa necesidad de cerrarlos, sin importar la cantidad de luz que hubiera en aquel lugar.

Ren no pudo aguantar más el peso de su propio cuerpo con su brazo, por lo que Hana estuvo a punto de resbalar y caer, pero consiguió hacer que fuera algo mucho más liviana la caída, llegando a no poder siquiera golpearse suavemente; mientras seguía embobada con su belleza.

Podía sentir a Ren, sus labios, sus brazos, tan real, tan cerca. Pero lo que se empezó a acercar de verdad fue el suelo cuando las fuerzas de su hermanastra imaginaria menguaron y cayó por pura gravedad.

Por suerte, era un buen sueño, así que Ren la alcanzó antes de que se abriese la cabeza contra el suelo, dejandola caer con suavidad. Hana abrió los ojos lentamente, fijandose en los orbes azules de Ren que no se despegaban de ella.

— Sé que esto es un sueño, pero... — alzó una mano para acariciar la mejilla de Ren mientras un par de lagrimas caían de sus ojos, ya rojos de tanto llorar — Eres tan hermosa, con esa piel palida y tu pelo, como te odio por tu pelo, siempre tan suavecito a pesar de que ni te lo cuidas. — bajó la mano a los mechones que le colgaban por detrás de la cabeza. — Y realmente me ves a mi, como persona, y te portas bien conmigo, casi siempre. A veces hasta pienso que te gusto, por como soy y no por la posición que tengo.

Apartó la mano y la mirada y sonrió con tristeza.

— Pero eso ya no importa. Porque la he cagado. Ahora solo me quedan los sueños para estar contigo, para hablarte. No sería capaz de hacerlo despierta. No soy tan valiente. En el fondo, por lo menos. La Hana presidenta, sí, ella tiene toda esa confianza y ese carisma, pero yo no, yo solo soy una niña tonta.

Y volvió a echarse a llorar, alejandose de Ren y cerrando los ojos con fuerza, esperandose al momento ineludible en que se despertaría. Sola y fría. Tirada en el suelo del mismo estudio con el que soñaba.

Su corazón palpitaba cada vez con más fuerza a cada confesión de Hana; en parte sentía que estaba mal, que estaba escuchando los pensamientos y verdades de un diario escondido. Pero solo quería mas, quería seguir escuchando y conociéndola más y más lo que pensaba sobre ella, al final, Hana estuvo apunto de ponerse a llorar, pero no lo consiguió.

En el momento que fue a desviarle la mirada y sus ojos gritaban romper a llorar, le pellizco en una mejilla; la logica del sentir dolor la haría reconocer que no era un sueño.

Justo cuando iba a quitarle el ojo de encima a la Ren onirica, ésta le pellizcó la mejilla. Obviamente, Hana se llevó la mano a la zona dolida y se quejó, mientras una lágrima se soltaba libre.

— Ay... ¡Reeeen! — entonces se quedó helada por lo que significaba eso.

Se olvidó de su tristeza, se olvidó de los besos y de la bofetada que le había soltado su hermanastra el día anterior. Aunque aún tenía la mejilla algo hinchada. Pero todo eso fue inundado por vergüenza. ¿No estaba soñando? ¡No tenía sentido! ¿Por qué iba a entrar Ren a despertarla con un suave beso? No, no, tenía que ser un sueño. Un sueño capaz de pellizcarla.

Se dio otra bofetada en la mejilla menos dolorida, para asegurarse. Y le dolió, mucho, no tanto como cuando Ren la había abofeteado, seguramente porque se contenía inconscientemente. Miró a su hermana, totalmente roja.

— ¿R-Ren? ¿E-Eres tú? — volvió a poner sus manos en las mejillas de la morena, como si la acariciase por primera vez.

Pero se apartó rápidamente.

— ¡No! Entonces has... Nonononono. — quiso levantarse y salir corriendo, pero lo hizo con tanta torpeza que tropezó y se cayó sobre Ren de nuevo.

— ¡No! Entonces has... Nonononono. — quiso levantarse y salir corriendo, pero lo hizo con tanta torpeza que tropezó y se cayó sobre Ren de nuevo.

— Mira que eres tonta... — Dijo al cogerla de las manos para que no volviera a caer, mientras se ponía en pie y dejó escapar una suave risa; para luego volver a acercarse a besarla con esa gentileza que le impedía abrir los ojos en el proceso. — Desayunemos; ya hablaremos después de todo esto. — le acarició entonces una mejilla con el dorso de la mano, mientras seguía mirándola embelesada.

— Mira que eres tonta...

Esbozó una debil sonrisa cuando Ren la agarró de las manos y le recordó que era una tonta, a estas alturas no podía negarlo. Se le escaparon otro par de lágrimas, ya no sabía si de felicidad, de vergüenza o de tristeza. Apretó el agarre de sus manos. Rem volvió a besarla y su mente volvió a quedarse en blanco.

— Desayunemos; ya hablaremos después de todo esto.

Fue la propia Ren la que le limpió las lágrimas, Hana solo asintió. O por lo menos eso esperaba, porque de tanto llorar le había entrado hipo. Así que lo que en principio solo iba a ser un asentimiento, fue un asentimiento con un bote inesperado al final y un sonido agudo y breve.Apartó la mirada avergonzada, ¿podía pasarse un minuto sin hacer el ridiculo delante de Ren? Ahora empezaba a dudarlo.

Aquellas tortitas supieron más dulces de lo habitual; tampoco era un pato que Ren acostumbrara mucho a comer, a lo mejor esta era la segunda o tercera vez que las tomaba en su vida, pero el sabor de estas junto al sirope de fresa, le resultaba irresistible. Fue un desayuno ligeramente animado, contando alguna anécdota o como iban en la escuela; Ren no podía separar la mirada sobre Hana cuando hablaba, esbozando la más dulce de las sonrisas que su cuerpo le permitía, pero le rehuía las miradas tímidamente. Aun así, aquella mueca no desaparecía de sus labios.

Después, ella se adelantaría para recoger todos los folios del despacho; para llevarlos hasta la habitación de la rubia. Aquellos colores pasteles, le resultaron por primera vez, no tan acaramelados y dulzones.

Consiguió disimular algo su llanto diciendo que la mala cara era porque había dormido mal por quedarse dormida en el estudio. Su padre dudó pero viendo que Hana estaba algo sonriente lo dejó pasar.

Una vez acabado el desayuno, Ren le dijo que la esperase en su habitación mientras ella recogía el estudio. Hana asintió sin decir nada y se fue a su cuarto. Se sentó en la cama y pronto todo el cansancio acumulado de la noche le cayó encima. Pero si se tumbaba se quedaría frita. Bueno, si solo se tumbaba un segundo mientras venía Ren no se dormiría, ¿no? Y con la luz que entraba por la ventana ya sí que era imposible dormirse.

Pues cuando Ren entrase a la habitación, Hana estaría dormida sobre su cama, aún con la cara marcada por las lágrimas de la noche y con el vestido del día anterior. Sin embargo, dormía mucho más placidamente que cuando la morena la había encontrado en el estudio. Su cabellera estaba desparramada por la almohada y caía sin control por el borde de la cama, ya que llevaba el pelo suelto.