Datsue había dicho que nos reuniríamos después de la segunda ronda para contarnos qué tal, pero todavía no había tenido ninguna noticia de él. En parte, también era culpa mia, tampoco había intentado comunicarme con él.

Así que allí estaba, en mi pequeña pero cómoda habitación, leyendo un libro sobre barcos. Aquello se había convertido en una pequeña costumbre, después de entrenar y desayunar, un ratito de lectura antes de meterme en la forja. La pequeña diferencia era que... En fin, allí no había forja.

Quizás, tratándose la siguiente ronda de la final, debía entrenar más, pero no me gustaba cambiar mi rutina solo por eso. Aunque quizás era lo ideal, teniendo en cuenta que me enfrentaba a una Kusajin y no podía perder. No podía dejar que Kintsugi pensase que sus ninjas podrian hacer frente a la alianza o a los bijuus. Aunque ellos no tenían la culpa, no tenían mas remedio que obedecer.

Quizás debería intentar contactar con Datsue. Ya que había puesto el sello ese... Tendría que darle uso en algún momento, sobretodo para ir pillandole el truco. Lo intente.

—¿Datsue?¿Me oyes?¿Estas despierto?

¿Me escucharía si quiera si estaba dormido?

Uchiha Datsue había puesto una norma a todos aquellos con los que compartía sello de la Hermandad Intrépida. Solo una norma. Sencilla, clara, concisa y muy específica. No era ningún sacrificio, ningún pago o trabajo que debiesen hacerle por la posibilidad de contactar con él ante cualquier urgencia. Al contrario, nada de eso. Simplemente era una norma de uso.


—¡¡¡¡AAAAAAAGGGGGGGGHHHHH!!!!

¿¡Pero es que era tanto pedir!? ¿¡Tanto costaba seguir esa pequeñísima directriz!?

—A ver… ¡A ver! ¡¿Qué pasa?! ¡¡¿¿QUÉ PASA??!! —Se dio cuenta que no había activado el sello, y el hecho de que hubiese malgastado energía y voz para simplemente gritarle al aire le cabreó todavía más—. ¿¡Qué puto sello era el que compartía con Reiji!? —se preguntó, fuera de sí.

Lo único que le faltaba era hablarle a Daruu, Ayame o Eri y tener la fiesta montada. O peor, a Nabi. Joder, si por equivocación le hablaba a Nabi se hacía el harakiri allí mismo. «¡El uno! ¡Es el grupo uno, hostia!»

Activó el sello.

—¡Reiji por el amor de Shiona! ¿¡Pero tú sabes qué horas son!?

—¡Reiji por el amor de Shiona! ¿¡Pero tú sabes qué horas son!?

Pues... Miré el reloj de madera que había en la pared de mi habitación. Me había levantado sobre las seis como de costumbre, había entrenado hasta las ocho y media, y después ducha y desayuno tranquilamente hasta las nueve y media. Había estado leyendo el resto de la mañana y según el reloj...

—Pues según el reloj que tengo en la pared de la habitación... Casi las doce del mediodía ¿Por que lo preguntas? ¿No te han puesto un reloj en la pared de tu habitación?

Claro que, la hora del reloj podía estar mal. El de mi habitación, pero había dormido mis horas correspondientes, y cuando me había despertado marcaba las seis y ahora marcaba las once y cincuenta y cuatro. Vamos, casi las doce.

Igual mediodía aún era temprano para Datsue... por que había preguntado la hora como un poco de mal humor. O quizás se había quedado bebiendo hasta las tantas para celebrar que había ganado y por eso dormía hasta tan tarde.

Pero yo no era adivino.

¿Aún por encima con vaciles?

—¡Era una pregunta retórica, capullo! —Pues claro que tenía reloj en la habitación. ¡Todas eran jodidamente idénticas!—. Y sí, exactamente. ¡Exactamente, Reiji! ¡Las doce y media! ¡La hora de la primera siesta del día de todo ninja de bien!

El ninja de bien madrugaba. Era algo que Uchiha Datsue llevaba haciendo durante ya más de un año. Desayunaba ligero. Se iba a correr. Hacía ejercicios de fuerza, agilidad o destreza. Comía por segunda vez, esta vez con alto contenido proteico. Entonces llegaba la primera siesta del día. Media horita para descansar la mente antes de ponerse con el estudio del fūinjutsu.

Sin siesta, no era capaz de concentrarse. No rendía. Es decir: Reiji acababa de arruinarle el día.

—¡Era una pregunta retórica, capullo! —¿Y yo que sabía? ¿A caso podía verle la cara para ver su expresión para ver si preguntaba de verdad?—. Y sí, exactamente. ¡Exactamente, Reiji! ¡Las doce y media! ¡La hora de la primera siesta del día de todo ninja de bien!

—Debes tener el reloj adelantado, son las once y cincuenta y seis, ademas, yo que se que duermes la siesta a las doce del mediodía. ¿Tengo acaso pinta de ir por ahí con una libreta donde apunto los hábitos y horarios de cada ninja de Uzushio?

Ademas, ¿Quien dormía la siesta a las doce? Nadie. Igual se estaba intentando quedar conmigo. O me estaba intentando timar por algún motivo que yo desconocía. ¿Le había dado alguna razón para que intentase colarme algo así? No ¿Verdad?

—En fin, perdona eh, no quería molestarte. Te dejo dormir tranquilo, que hasta las doce y media aun te queda poco mas de media horita. Ya hablamos luego si eso...

Con media horita tenía más que de sobra para una siestecita, aunque había dicho que se acostaba a esas horas... Es decir... En teoría aún faltaba media hora para que se echase la siesta, aunque igual le había entendido mal...

¿Once y cincuenta y seis? ¡Pues más razón para no molestar! ¡Que no era ni mediodía!

—¡De cada ninja de Uzushio no! ¡Pero de mí deberías! ¡¡Deberías!! —le recriminó, contundentemente—. ¡A las mañanas, prohibido! ¿Y a las tardes? ¡De tres a cinco mejor no llamar tampoco a no ser que sea un asunto de vida o muerte!

Pero uno de verdad. Nada menor a un enfrentamiento contra un General. O ver a Akame. Incluso le podía valer un exiliado de clase A en el Libro Bingo, si le pillaba de buenas.

—Muy bien, ¡adiós!

Sí, adiós, ¿pero ahora quién coño dormía? Empezó a dar vueltas sobre la cama, una y otra vez, sin ser capaz de conciliar el sueño. Enrabietado, golpeó el colchón, la almohada, e incluso la pared —con la mano abierta—. Hundió el rostro en la almohada y chilló. «¡Puto Reiji! ¡DE ESTA ME VENGO!» Volvió a chillar a la almohada. Respiró hondo. Una. Tres veces.

Luego, activó el sello número uno y dijo, ya más calmado:

—A ver, ¿qué me querías?

—¡De cada ninja de Uzushio no! ¡Pero de mí deberías! ¡¡Deberías!! —¿y donde narices aprendía los hábitos de Datsue? ¿Me aparecía ese conocimiento mágicamente en la cabeza o que? —. ¡A las mañanas, prohibido! ¿Y a las tardes? ¡De tres a cinco mejor no llamar tampoco a no ser que sea un asunto de vida o muerte!

—Perdona, perdona eh, que no quería molestare, de verdad que no sabía que dormías. Me apunto tus horarios.

—Muy bien, ¡adiós!

Vaya, que mal despertar. Tenía que haberme dicho que no le hablase hasta por lo menos las ocho de la tarde o algo. Menudo mal humor, seguro que se le había pegado de Shukaku, todo lo malo se pega, dicen.

Claro que, tampoco era justo decir algo así cuando yo mismo me había pegado una pataleta igual o peor cuando los samuráis me habían encerrado. Peor, mejor decir peor, si. Por que por mi cabeza pasaron ideas muy dementes que incluían muerte y destrucción.

Me olvidé un poco del tema y volví a la lectura del libro. Al menos, hasta que escuche, al poco rato, la voz de Datsue.

—A ver, ¿qué me querías?

—Nada importante, de verdad, estaba preparando esta mañana una técnica nueva para la final, y como aquel día de la banda me dijistes que me ayudarías a entrenar... En fin, que me puedo apañar solo eh, que de verdad no quería molestarte, que no sabia que dormías.—tantas horas. —Ya si eso mas tarde u otro día...

Datsue, tirado bocarriba en la cama y con la cabeza colgando del borde del colchón, puso los ojos en blanco cuando Reiji sugirió dejarlo para otro día.

—Si es que ahora ya estoy desvelado. —Mejor aprovechar lo que se pudiese a seguir perdiendo el tiempo intentando recuperar un sueño que no iba a llegar. Además, jamás se perdonaría no haber ayudado a Reiji a derrocar un vil kusareño—. ¿De qué se trata? ¿Un Kenjutsu? ¿Raiton? ¿Ninjutsu?

—Si es que ahora ya estoy desvelado. —Con eso no podía ayudarlo, la verdad es que yo era del tipo de personas que ponían la cabeza en la almohada y se quedaban dormidos.—. ¿De qué se trata? ¿Un Kenjutsu? ¿Raiton? ¿Ninjutsu?

¿Un poco de todo? Por que si que era una técnica para usar con la espada, y también usaba raiton, pero el Raiton era ninjutsu. Lo que seguro que no era, era genjutsu o fuuinjutsu, dos cosas en las que no estaba del todo versado. Por no decir nada.

—Pues... Estoy intentando aprovechar las propiedades del raiton para estimular los músculos del brazo y así golpear más rápido con la espada, así que diría que es ninjutsu, aunque también quiero aplicar chakra en el filo de la espada para que sea un golpe mas fuerte.

Tampoco es que fuese muy bueno explicándome, pero a grandes rasgos la técnica era algo así. Era simplón, pero desde el punto de vista de alguien que pelea cuerpo a cuerpo, un golpe rápido y la vez fuerte, pues era bastante útil.

Datsue escuchó atento la explicación del uzujin.

—Vaya, eso suena complejo de cojones. —No en cuanto a lo que hacía la técnica en sí, sino a cómo conseguirlo—. Pero sin duda tanto el Yoroi como el Chidori deberían servirte de apoyo para conseguir lo que buscas. Tienen cierta… relación.

»¿Los dominas?

—Vaya, eso suena complejo de cojones. —Y lo era, pero menos complejo que el Fuuinjutsu o que hacer un par de sellos seguidos. Lo de hacer sellos estaba a otro nivel.—. Pero sin duda tanto el Yoroi como el Chidori deberían servirte de apoyo para conseguir lo que buscas. Tienen cierta… relación.

Pues resulta que...mmm, el chidori si lo conocia, de hecho, lo había usado con Hana para caer en picado mas rápido y eso, en general, era lo que había impulsado mi idea de golpear mas rapido. Ese impulso de velocidad le vendría bien a un espadachín.

»¿Los dominas?

—Pues el chidori creo que lo manejo bastante bien, pero la Yoroi... Eso no puedo hacerlo aún, aunque pensé que seria mas sencillo hacerlo en una parte mas pequeña del cuerpo y sin mantenerlo durante todo el combate.

Aunque igual me equivocaba, el ninjutsu nunca había sido mi especialidad, y tampoco había sido nunca el tipo mas listo de la clase.

Datsue asintió.

—Sí, sería lo lógico. No solo lo aplicas a una parte concreta del cuerpo, y no a todo, sino que además es por un lapso muy corto de tiempo. Bueno, y… Aparte de la teoría, ¿qué tal va la práctica? Dos semanas son pocas para desarrollar una técnica nueva, y esa no es especialmente sencilla. ¿Has conseguido algo o aún estás en la línea de salida?

—En realidad llevo con ella desde que terminó la primera ronda...

Básicamente, había aprovechado los entrenamientos para eso. Lo que pasa es que los primeros intentos habían sido nefastos, y como buen había dicho Datsue, dos semanas eran muy pocas, por lo que no me había dado tiempo a tenerla lista para el combate contra Hana.

—Yo creo que tengo una buena base, el problema es la velocidad. No soy capaz de que el golpe sea tan rápido como me gustaría que fuese.

Los golpes en si eran lo bastante poderosos, pero siempre había sido más diestro en el kenjutsu, por lo que no me extrañaba llevar mejor esa parte. El problema era acelerar el brazo lo bastante como para que fuera un golpe fugaz.

—Creo que como es la primera vez que uso el raiton de esta manera, no lo estoy aplicando de la forma correcta. O quizás es la potencia, quizás debería utilizar más potencia, pero tampoco quiero sobrecargar los músculos, y menos antes de una final.

Datsue se mesó la barbilla, pensativo, todavía tumbado en la cama y con la cabeza medio cayéndose del colchón.

—Hmm… No todo se soluciona a base de potencia, mi querido Reiji. Menos si es potencia descontrolada. —La típica frase chorra que cualquier iniciado podía decir. Pero él era jōnin, y de sus labios sonaba trascendental. Siguió poniéndose filosófico—. Acaso, Reiji-kun, ¿no será que tu subconsciente te frena? ¿Acaso todavía tienes miedo de matar por accidente a alguien después de lo de Kazuma? Busca en tu interior y dame la respuesta.

Mientras Reiji buscaba, Datsue iría al cuarto de baño a vaciar la vejiga.

—Hmm… No todo se soluciona a base de potencia, mi querido Reiji. Menos si es potencia descontrolada.

Eso estaba más que claro, no hacia falta que me lo dijera Datsue. Yo era herrero, y eso era algo que sabía muy bien, no siempre se trataba de lo fuerte que golpearas el metal. Y también, como espadachín, sabía que valía mucho mas la habilidad que la fuerza bruta.

—. Acaso, Reiji-kun, ¿no será que tu subconsciente te frena? ¿Acaso todavía tienes miedo de matar por accidente a alguien después de lo de Kazuma? Busca en tu interior y dame la respuesta.

En realidad, no tenia que pensar mucho, ni meditar tampoco. Había hecho esa técnica justo para hacerle bastante daño a un oponente sin matarlo. Justo para evitar lo que había sucedido con Kazuma. Si, como cualquier corte, dejaría unas heridas muy feas, pero una cicatriz en el mundo shinobi era la señal de que habías salido vivo de un enfrentamiento difícil. A no ser, que el mágico chakra de un bijuu, te curase las heridas.

Aún así, dejé que pasara un poco el tiempo, para que pareciera que lo había meditado aunque fuese solo un poquitín.

—No, no creo que sea algo así, esto esta pensado justo para evitar los accidentes, así que contenerse no sirve absolutamente de nada. Seguro que es cosa de no haber usado nunca raiton para algo así. O tal vez mi cuerpo no esté acostumbrado aún.