Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Tatsuya no se sintió cómodo con el chistesito del chico del yukata, pero más que enojado sentía algo parecido a la envidia. A veces el Takanashi tiende a ser un poco infantil.
"Yo quería llevar al panda"
Mientras caminaban por el bosque el del moño le preguntó por los detalles de la misión. Tatsuya respiró hondo para evitar enojarse y se limitó a contestar.
—Nueve. Tres oseznos, cinco adultos y uno más grande de lo normal para ser exactos— Especificó esos datos por adelantado para que su camarada no tuviera que preguntar de nuevo.
Tras un rato de caminata empezaron a caer unos cuantos copos de nieve, las huellas quedarían sepultadas y ya no tendrían un rastro que seguir. De todas formas ninguno de los dos era bueno para seguir pistas, pero tampoco era algo de lo que tuvieran que enorgullecerse.
—¿Tienes alguna otra duda? sobre los pandas y la misión, quiero decir— Lo mejor sería aclarar las cosas.
No muy lejos de ahí se encontraban varias cañas deshojadas a mordiscos, probablemente lo que un panda no se comió y se fue a otro lado a buscar más. Por la cantidad, fácilmente se podía deducir que se trataba de un adulto.
Eso quería decir que todavía quedaba mucho trabajo por hacer. Y mucho tiempo que perder. Suspiró, resignado, mientras el Takanashi le preguntaba si tenía alguna otra duda sobre la misión.
Datsue se encogió de hombros.
—No… por el momento. —Empezó a silbar, aburrido, para finalmente cambiar de idea y canturrear un estribillo recién compuesto mientras atravesaba el bosque de bambúes en busca de los osos perdidos—. La nariz se me arruuuga, cuando pasa uno del Remoliiino. No huele a cerezo ni viiino, sino a glorioso ñordeeete —Datsue subía y bajaba al osezno entre sus brazos, como si estuviese cantándole una nana—. Porque si la Espiral fuese un cuuulo… ¡Uzushiogakure sería el OJEEEETE!
¿Te ha gustado? —preguntó al osezno, como si le entendiese, y tomó sus dos pequeñitas zarpas para golpearlas entre sí como si estuviese dando palmadas—. Vaya, ¿tanto te ha gustado? —se carcajeó—. Quizá tenga que darle un par de retoques a algunos versos… La métrica no es la correcta, lo sé. Y hay alguna rima mejorable… ¡Pero oye! ¡Creo que los versos transmiten la esencia que busco!
Se carcajeó de nuevo, mientras avanzaba por el bosque sin ninguna dirección en concreta. Realmente, estaba más perdido que un Uzureño en com…
—¡Alto! —exclamó. Acababa de divisar un rastro. No es que tuviese mucho mérito. Eran cañas mordisqueadas que un shinobi con experiencia hubiese visto a kilómetros—. Mira ese rastro… —Inspiró con la nariz—. Y este olor… ¿Lo hueles? —En realidad, no olía nada, pero nunca estaba de más hacerse el entendido ante un compañero de Aldea—. Están cerca. Y son más de uno. —Como la primera mentira era pequeña, Datsue soltó otra más gorda. Pero… ¿Acaso las mentiras no pueden transformarse en verdad...?
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Mientras buscaban entre los árboles reinaba el silencio en el lugar, ninguno de los dos tenía interés en platicar y lo único que interrumpía la paz del lugar era el espontáneo silbar del chico Uchiha. Hasta que decidió cambiar de planes, el Takanashi paró la oreja pero desearía no haberlo hecho, pues de la boca de su compatriota salieron improperios viles y despectivos contra una nación que ningún crimen había cometido contra ellos.
Aquella parrafada más que picardía o sátira era un atentado contra la moral y la decencia, pisoteando y escupiendo sobre las enseñanzas fundamentales que todo ninja de Takigakure debía guardar, las cuales dictaban tener respeto no sólo con su tierra sino respeto a todas las naciones. El espadachín sentía que los oídos le sangraban mientras Datsue parecía complacido con la atrocidad que había salido de su boca, volviendo cómplice a una inocente criatura de la naturaleza que nada tenía que ver con el crimen que acababa de cometer el niño del moño.
Tatsuya lenteó el paso, ni siquiera cuando su propio hermano lo llamó hijo de puta se había sentido tan indignado.
"Sé que no me corresponde, pero he de ser yo quién lo castigue, ya el tiempo se encargará de hacerme pagar a mí"
El chico del yukata se frenó para señalar unas cuantas cañas con mordiscos, eran más que obvias. Además hizo hincapié en un olor que para el Takanashi era inexistente.
—Es poco probable que sean varios, los pandas no suelen andar juntos— Contestó con una voz llena de pesimismo.
Acto seguido tomó su espada enfundada y con una expresión propia de un asesino se aprovechó de que el niño estaba distraído para asestarle un golpe con el saya por la retaguardia, en el trasero específicamente. Un golpe como el que sus padres quizás nunca le dieron, pero que necesitaba y con urgencia. En esta ocasión estaba el factor panda, si el Uchiha deseaba pelear otra vez significaba dejar ir al osezno una vez más y el espadachín sabía eso, pero simplemente no se pudo aguantar las ganas de impartir justicia ante la injuria cometida.
22/06/2016, 22:52 (Última modificación: 22/06/2016, 22:53 por Uchiha Datsue.)
Tras cantar su inocente y divertido estribillo, Datsue prosiguió la marcha siguiendo el rastro encontrado. Nada le hacía presagiar, mientras jugaba con un dedo con el pequeño osezno y le hacía carantoñas, que una serpiente, una víbora llamada Tatsuya, estaría a punto de traicionarle de la forma más vil.
—¡Ay! —chilló, dando un salto. Las nalgas le ardían por el golpe. Miró hacia atrás, en busca del culpable, y abrió los ojos, atónito, al ver a su compañero, su compatriota, su amigo incluso, ante él, con el arma del crimen entre sus manos. Arrugó el ceño y entrecerró los ojos. El oso empezó a berrear y tratar de escapar de sus brazos, asustado—. ¿Qué cojones haces, Tatsuya? —La ira apenas contenida reverberó en su voz.
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Por lo general, su empatía le hace compadecerse y entender a la gente, pero no encontraba la forma de comprender el actuar de Datsue. Por primera vez en mucho tiempo se dió el lujo de sonreir cuando escuchó el grito del niño, a su vez que una mueca que se hacía pasar por una media sonrisa se dejaba ver en su rostro.
—Ja, jajaja... JAJAJAJAJA JAJAJAJAJA— Nunca se había sentido tan bien al golpear a alguien, ni siquiera cuando hizo que Katsuo se mordiera la lengua. —Ay no, no... jajajaja— No podía dejar de reirse.
No le gusta burlarse de la gente, pero no pudo resistirse. Se seguía carcajeando como loco, pero el ataque de risa se fue tornando poco a poco en silencio cuando su euforia se vió embriagada por la culpa.
"Eso estuvo mal..."
Agachó la mirada cómo un perro regañado, no estaba en sus manos juzgarlo ni menos castigarlo, se había dejado llevar otra vez por el enojo y ahora ni siquiera podía verlo a los ojos, pues no tenía excusa alguna que fuera válida.
—...— Se quedó calllado sin responder.
Pronto un sonido le hizo alzar la vista, una especie de ladrido parecido al de un perro pero de forma más aguda. Talvez el Uchiha no lo reconociese pero el Takanashi sabía que ese sonido era el de un panda adulto, el cual probablemente había reaccionado ante el llanto del osezno.
"¿Será la madre?"
El monje no les había dado detalles sobre el parentesco que tenían los pandas, pero de algún lugar tenían que haber salido los pequeños. No quería iniciar una pelea, pero ahora todo dependía de que decisión tomase su compañero de aldea.
23/06/2016, 00:18 (Última modificación: 23/06/2016, 00:20 por Uchiha Datsue.)
Aquel hijo de mala madre. Aquel malnacido injurioso, mala pécora y traicionero, no tuvo otra reacción que la de reírse a carcajadas ante su pregunta. Estruendosas carcajadas. Carcajadas que hicieron hervir la sangre del Uchiha, tensarle todos y cada uno de los músculos y obligarse a hacer una promesa:
Se vengaría.
No importaba el cómo, ni el cuándo, ni las consecuencias. Lo juraba por Amateratsu, por Susanoo, por Tsukuyomi. Lo juraba por el padre Izanagi y la madre Izanami. Lo juraba por el Árbol Sagrado, por sus padres, por la sangre Uchiha que corría por sus venas. En esta vida o en la otra, Datsue obtendría su venganza.
Y tenía tiempo, toda una vida. No había prisa.
De pronto, el Takanashi dejó de carcajearse y se puso serio. Incluso lucía arrepentido. Listo iba si creía engañarle de nuevo. Datsue ya había visto de qué estaba hecho demasiadas veces. De la misma pasta que la serpiente, traicionera y mentirosa. Más traicionero y mentiroso, incluso, que él.
—Estás loco —Sus palabras fueron eclipsadas por una especie de ladrido, propio de un perro, que hicieron girar a Datsue sobre sus talones. ¿Un oso…? ¿O quizá otra bestia? El pequeño osezno se debatió todavía más, y a punto estuvo de escapársele de las manos. Le rodeó por la panza y trató de mantenerlo sujeto. Acto seguido, sin mediar palabra con el Takanashi, avanzó en dirección del rugido.
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Se quedó ahí parado mientras veía a Datsue buscar la fuente del sonido, se sentía muy mal. El Uchiha no medió palabra con él y lo entendía a la perfección, pedir disculpas sería hipócrita en estos momentos. Tras divagar un rato por fin recordó que estaban en una misión y debía cumplirla.
Más adelante, después de avanzar aproximadamente unos trescientos metros el osezno empezaría a chillar aún más fuerte y los ladridos de la otra criatura se harían más notorios. El del yukata pronto se toparía con un panda adulto, de unos 85 centímetros a la altura de la cruz. La bestia: furiosa a más no poder, no rugía pues no es propio de esa especie, pero aún así estaba dispuesta a todo para recuperar a su cría.
El Takanashi corrió para alcanzar a Datsue.
"Los pandas no son agresivos, ni siquiera cuando están en celo. Sólo hay una cosa que los puede molestar "
Pensando estaba cuando justamente logró ver a su compañero y a la osa, la madre tomó impulso y se disponía a atacar al Uchiha para que soltara al osezno.
"¡NO!"
Tenía un dilema, estaba prohibido violentar a los animales pero tampoco podía dejar que su camarada resultase lastimado. Las reglas eran claras y no importaba si era en defensa propia o no, trataba de pensar en algo pero la mente se le había quedado totalmente en blanco.
23/06/2016, 02:34 (Última modificación: 23/06/2016, 02:35 por Uchiha Datsue.)
No sabía por qué narices había corrido tan rápido a meterse en la boca del lobo. Ya había intuido, desde lejos, que aquellos ladridos no eran muy amistosos. Sino más bien todo lo contrario.
Ahora tenía frente a él un oso grandote, tan parecido al osezno como un guijarro a una montaña. Llegados a aquel punto, tenía dos opciones: correr como alma que lleva al diablo o liberar al osezno. Si lo liberaba, seguro que le costaría horrores atraer a ambos hasta el pueblo. Si corría… bueno, quizá nunca llegase al pueblo. Ni a ningún sitio.
Para alguien como él, la solución a aquel dilema era sencillo.
Se agachó lentamente y dejó escapar al osezno, retrocediendo un par de pasos seguidamente.
—Tranquilo, muchacho… Solo te lo traía de vuelta, ¿lo ves? Lo estaba cuidando mientras tú hacías el gandul y te hartabas a comer, jeje —La sonrisa que esbozó Datsue no pudo ser más falsa—. Venga, chico. No nos pongamos nerviosos. Vamos de vuelta a casa. ¿Qué me dices, grandullón?
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El pequeño panda saltó de la alegría y corrió hasta su madre soltando unos gruñidos tiernos a los que la osa respndió con una especie de balido. La cría empezaba a acurrucarse con su progenitora pero esta aún estaba en estado de alerta. La hembra bramó ante la presencia del niño y aunque tuviera a su cachorro entre las patas parecía seguir enojada, gruñendo y ladrando al Uchiha.
El Takanashi vió la escena y se tranquilizó al ver que no había pasado a mayores, pero ahora estaba el incoveniente de que debían atraerla junto a su hijo. La solución era simple pero díficil a la vez, si se ganaban la confianza de la osa se ganaban la de la cría y todo sería más fácil, el dilema estaba en que debían tranquilizar a un animal salvaje con garras y dientes que no les dejarían un buen recuerdo.
"Creo que no hay otra opción"
Se acercó con cautela y dejó parte de la carga en el suelo, la hembra le gruñó pero a él no le importó. Simplemente le ofreció la caña de azúcar como ofrenda y retrocedió. Poco antes Datsue había mencionado que los pandas sabían elegir a la gente, sin saber que su broma escondía algo de verdad. Tatsuya no solía agradarle ni siquiera a los animales, por lo que su mejor opción fue ofrecerle un poco de comida y si ella lo aceptaba quizás, sólo quizás se acercaría de nuevo para buscar más.
Visto el movimiento de Tatsuya, Datsue se mantuvo expectante. La osa panda siguió ladrándole, pese a tener como cebo una caña de azúcar a pocos metros de ella. Parecía que todavía no confiaba en él. ¿Acaso era la madre del pequeño osezno? ¿Acaso le veía como una amenaza para su cachorro?
Si Datsue quería terminar la misión con éxito, tenía que cambiar esa percepción que tenía de él.
Con mucho cuidado, se sentó sobre el suelo, con las piernas cruzadas, y se arrastró con las manos hasta llegar a la caña de azúcar. Tratando de mostrarse inofensivo y tranquilo, tomó la caña de azúcar, dejó que el kunai que mantenía oculto en la muñeca se deslizase con suavidad hasta su mano y empezó a pelar el extremo. Luego, cortó una fina tira y se la echó a la boca.
—Hmm… Buenísimo —Masticó la comida como un chicle, con la boca abierta y haciendo ruido. Los animales no entendían de educación, ni de finura, así que no se preocupó de tan banales preocupaciones. Luego, ocultó de nuevo el kunai y les ofreció la caña de azúcar, tomándola por el extremo y alzándola entre los dos—. ¿En serio no queréis?
Oye, pues si que saben bien. Creo que me voy a llevar unas cuantas a casa.
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26/06/2016, 03:08 (Última modificación: 26/06/2016, 05:59 por King Roga.
Razón: Una tilde :v
)
Al de ojos dispares no le quedó de otra que observar y esperar la reacción de la osa, pero su compañero decidió tomar la iniciativa y probar algo más arriesgado.
"¿Nani?"
Pudo notar cómo el Uchiha empezó a desgustar de la caña cómo un bárbaro, instando así a las fieras a que se le unieran para comer. Por un momento pensó que se había vuelto loco, para su sorpresa aquel extraño plan estaba dando sus frutos. La osa cada vez gruñía menos, en cuanto el del moño le ofreció la caña ella pareció retroceder, pero pronto dejó atrás el recelo y se acercó para olfatear el dulce manjar. De hecho con su pata tomó la caña para arrebatársela y sentarse a probarla.
"Quién lo diría"
La bestia se calmó y ahora estaba tan tranquila y tierna como un osito de peluche, la pequeña cría también quería su parte así que el espadachín tomó otras cañas y se las ofreció a los osos. Aquello se había convertido en una dulce escena cómo el de una postal y el de ojos dispares la contemplaba con una mirada serena y un suspiro de alivio. No dijo nada, aún faltaban 7 y quizás podrían encontrar a otro más, de ahí sería bueno regresar.
—Eto— Musitó
Aún se sentía mal por lo que ocurrió momentos atrás y no quería hablar al respecto, pero tenían que seguir con la misión. Despues de soportar tantas insolencias había explotado su carácter, pero ahora que se daba cuenta fue tonto su actuar, aunque le costara admitirlo.
—Llévate al osezno, sí lo haces la osa te seguirá— El Takanashi no tenía la.confianza para intentar llevarlo él, no quería arruinarlo.
Hizo oídos sordos a las palabras de Tatsuya. No tenía prisa. Ahora no.
Abrió su portaobjetos y hurgó en él hasta sacar una libretita pequeña, enrollada sobre sí misma para ocupar menos espacio. Entre las anillas, un lápiz. Datsue tomó el lápiz y lo abrió por la última página:
No te olvides…
… de Okura.
… de Uchiha Nabi.
… de Okura.
… y sobre todo, de Okura.
En el espacio que había entre “Okura” y “… y sobre todo, de Okura”, Datsue escribió un par de líneas más:
… de Ikki, y su estatua de oro.
… de Tatsuya, y la katana a la que tanto aprecia.
Cerró la libreta, introdujo el lápiz entre las anillas y volvió a guardarla en su portaobjetos. Acto seguido, tomó al pequeño osezno entre sus brazos, con suavidad, le dio otra caña de azúcar partida y empezó a caminar con parsimonia de vuelta al pueblo, esperando que el oso grande le siguiese sin protestar y, sobre todo, sin ponerse de nuevo agresivo.
...
El enorme portón de la casa de Ikki se alzaba frente a él. Golpeó con los nudillos tres veces y esperó.
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Tatsuya alzó una ceja al ver cómo su compañero le ignoró por completo y se puso revisar su portaobjetos, del cual sacó una libreta y se puso a tomar nota de algo. Por un momento el Takanashi pensó que estaba apuntando cuantos pandas llevaba, aunque no lo consideraba necesario. Tras ello el Uchiha tomó al osezno y la madre se puso en alerta, pero el espadachín le dió algo de caña apaciguarla.
Así emprendieron el camino de vuelta al pueblo con su primer grupo de pandas mientras la suave nevada continuaba, el silencio reinó una vez más. Andaban cada quién por su lado, sin decir nada.
Al regresar estaban a la espera de que el monje malhumorado atendiera a la puerta, pero fue su ayudante el que los recibió en la entrada. Los pandas reaccionaron de forma curiosa, la osa rápidamente quiso acercarse a Hidetaka y su cría también parecía eufórica de alguna manera, aparentemente le tenían mucho cariño. El moreno entonces abrió más el portón y el anciano se asomó para ver a los dos genins.
—Vaya, vaya, dos menos— Parecía complacido —Aún es temprano, traíganme otra tanta de pandas antes de que anochezca, dense prisa— Dijo para luego darse media vuelta.
—Entendido— Se limitó a responder el Takanashi, aunque tenía una inquietud. —Señor, ¿no va a darnos más cañas?.
—¿Hmm?— El monje giró su cabeza para verlo —¿Acaso no les di suficientes? Suerte tienen de que no se las estoy cobrando, hagan lo que puedan con las que les dí para hoy— Se volteó a la vez que su bigote bailaba.
—Comprendo señor— Reverenció antes de que el hombre saliera de su vista.
No le quedaba de otra que arreglárselas con las que tenían, que no eran muchas. A decir verdad, ahora quedaban menos de la mitad.
27/06/2016, 05:36 (Última modificación: 27/06/2016, 05:39 por Uchiha Datsue.)
Mientras Tatsuya y cliente conversaban, Datsue se mantuvo al margen, en un claro segundo plano y cabizbajo, como ausente. Pero sus oídos captaron cada palabra, cada matiz en el tono de voz de uno y otro. Era increíble la forma en que les trataba aquel hombre, y más aún el servilismo con el que actuaba su compañero. Aunque, conociéndole, no le sorprendería que de un momento a otro atacase de improvisto a Ikki. Por la espalda, eso sí. Como siempre hacía.
¿Dos más antes de que anochezca? Datsue giró sobre sus talones y empezó a recorrer el camino de vuelta al bosque al trote. Espero traer muchos más que esos. Para algo he madrugado.
Pasó entre los bambúes y tomó una dirección distinta a la anterior, explorando nuevas zonas en el bosque. Con un poco de suerte, quizá encontrase un pequeño grupo de osos. Con algo más, quizá se topase con el gran oso problemático.
¿Tatsuya? Poco le importaba si le seguía o no. Tenía otras formas para atraer a los osos. Ahora que se había fijado mejor en la osa panda que había traído de vuelta, Datsue estaba convencido de realizar un Henge mucho mejor que el del anterior día.
A cada paso, los bambúes se volvían más gruesos y alargados. Se estaba adentrando en el corazón del bosque, y fue entonces cuando de pronto...
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...De pronto el llanto ahogado de un animal se escuchó cerca de la posición del Uchiha, pero al dar un paso sentiría cómo la nieve se hundía bajo su sandalia dejando al descubierto una zanja que saber ni quién había cavado. No era muy ancha, por lo que lo único que terminaría atascado sería su pierna. El lastimero lamento de un pequeño panda se dejaría escuchar más claro, haciendo eco desde el interior de la zanja.
Tenía una profundidad aproximada de dos metros y medio, con un ancho de cuarentaicinco centímetros, demasiado estrecha para una persona pero lo suficientemente grande para que el osezno se cayera en ella. Sí la nieve ya había cubierto ese sitio significaba que el panda ya llevaba ahí atrapado un buen tiempo. Parte de las paredes de la zanja mostraban una dureza propia de la roca, quizás el que la excavó dejó a un lado su proyecto al notar que no era un terreno adecuado, pero no se tomó la molestia de rellenar el hueco de nuevo.
Tatsuya probablemente lo hubiese ayudado a salir, sin embargo cuando el del moño intentase pedir auxilio el Takanashi no se encontraría ahí.
…
Poco antes, el espadachín se encontraba pensando en cómo emplear más efectivamente las cañas. Siguió a Datsue que parecía seguir enfadado con él, hubo un momento durante el cual el Takanashi pensó en separarse de su compañero para cubrir más terreno. Pero estaba demasiado apenado cómo para decirle.
—Eh... Hmmm— Suspiró y se retractó.
Simplemente se fue por otro rumbo sin avisarle, el del yukata parecía estar ensimismado con sus pensamientos sin prestarle atención al de ojos dispares.
Mientras vagaba sólo logró encontrar un rastro, en la nieve había huellas de una pata con seis dedos, sólo existía un animal capaz de dejar una marca así y el Takanashi lo sabía. Empezó a correr en la dirección de las pisadas, estaban bien definidas por lo que el animal las dejó recientemente, tendría que apresurarse en localizar al panda antes de que la nevada cubriese el rastro.