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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#76
—Pasó que soy feo de cojones, tío, eso ha pasado —dijo, entre carcajadas—. aquí la buena tabernera y la pequeña niña se han conmovido un poco con mi apariencia. No ha sido mi intención, desde luego; no es algo que pueda evitar, ¿me entiendes?

«Eso es, Kaido-kun, ¡eso es! tócale el corazón a ese cabrón y hazlo tuyo. Será tu jodido salvaconducto para salir sin problemas de este cuchitril»

—Pero en fin, creo que ya todo está resuelto. Cuéntame, ¿cómo has estado? no nos vemos desde... desde que esos cabrones nos querían joder la vida por arruinarle las apuestas.

Abogar por las viejas experiencias de camaradería. Movimiento básico del subterfugio y el engaño a través de algo tan simple como el más ancestral colegueo.

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#77
De entre todas las posibles hipótesis que rondaban en mi cabeza, la que la niña había dibujado en mi mente no era, ni mucho menos la esperada.

. Es… Es… Mu mu grande. Y azul. Y c-con dientes de monstruo —decía con voz aguda—. Y… ¡y con voz de mala persona!

Azul y dientes de monstruo...

«¿Kaido?»

Se me había helado la mirada durante unos instantes y para cuando quise darme cuenta la niña ya había huido de nuevo, presa del pánico y del instinto de supervivencia y yo me había quedado más solo que la una delante de aquella posada, solo junto a mi fiel compañera, Kumopansa.


— Supongo que habrá que echarle una mano al descerebrado de Daigo — dije, pensando en voz alta.

Tome aire un par de veces, con la mirada puesta en la maldita posada y caminé hacia ella antes de que el peliverde cayese en las garras del tiburón de Amegakure y crucé el umbral de la entrada esperando que mis temores no fuesen reales. Pero vamos, en el mejor de los casos solo se trataría del primo de Kaido. Pero la verdad me golpeó en la jodida frente al verle, sentado junto a mi camarada en una de las mesas del local y todos los demás sin gesticular palabra alguna. Pude sentir la tensión en el ambiente pero, afortunadamente no veía herido alguno.


— Mi buen Kaido — dije con el objetivo de romper aquel silencio — Me preguntó que habría llevado a un shinobi de Amegakure a armar alboroto en un país enemigo tal y como está el patio en Oonindo
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#78
—Pasó que soy feo de cojones, tío, eso ha pasado —dijo Kaido, entre carcajadas—. Aquí la buena tabernera y la pequeña niña se han conmovido un poco con mi apariencia. No ha sido mi intención, desde luego; no es algo que pueda evitar, ¿me entiendes?

—Sí, ya estaba empezando a pensar que tenía que ser algo por el estilo...

Definitivamente entendía que debía ser complicado estar en una situación como la de Kaido, especialmente cuando su apariencia parecía convertir cualquier movimiento en una amenaza ante ojos de cualquiera.

—Pero en fin, creo que ya todo está resuelto. Cuéntame, ¿cómo has estado? no nos vemos desde... desde que esos cabrones nos querían joder la vida por arruinarle las apuestas.

Daigo se acomodó un poco en su asiento, ahora todo debía de estar bien, con suerte solo tenía que hacer un par de preguntas mientras charlaba con Kaido, esperar a Yota y marcharse.

—Bueno, pues... —empezó, pero Yota no se hizo esperar.

—Mi buen Kaido. Me pregunto que habría llevado a un shinobi de Amegakure a armar alboroto en un país enemigo tal y como está el patio en Oonindo.

Sí, exactamente una pregunta como esa era lo que planeaba hacer Daigo, pero ahora que Yota lo había hecho a su manera, solo quedaba ver que respondía el escualo.
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#79
«Qué suerte la mía»

Error suyo, ese de haber juzgado demasiado rápido la situación. No, los Dioses no estaban de su lado ese día ni pretendían estarlo en el futuro más próximo. En realidad, no estaban del lado de ninguno. Parece que sólo estaban tratando de divertirse en su pequeño tablero de shogi, moviendo piezas aquí y allá para poner las cosas más cojonudas a todos.

Y por qué no, también a Kaido. Sobre todo a él.

Y eso se reflejaba con la llegada —indeseada—. de Sasagani Yota. El único Kusajin, de los pocos que conocía al que no tenía en gran estima. Con Daigo tenía simpatía, era alguien a quien podía manipular fácilmente sin tener que esforzarse demasiado. Ese tal Yota, sin embargo, era un cabrón bastante tozudo. Y no le caía nada bien al escualo, que ya era decir mucho.

La cara del amejin fue todo un poema. Pasó de la más pura alegría, reflejada en una sonrisa mordaz, a una disconformidad perenne.

—¿País enemigo? ¿de qué cojones estás hablando? —respondió, directo. Mucho podía tratar de mantenerse en su papel, pero si no le recibía al indeseado tal y como lo habría hecho en otra circunstancia, nadie le iba a creer—. te lo dije aquella vez, en Uzu, Yota; sería bueno que te dejaras de montar esas películas.

Entonces, se le quedó mirando. Fijo. Ahora sí, con cara de pocos amigos. Al menos hasta que se dignó a responder a la pregunta del kusajin.

»Estoy de paso, simplemente. Mañana mismo continúo mi viaje, así que no te preocupes. Tu patio puede quedarse tranquilo.

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#80
Obviamente, fui el foco de atención ante mi llegada. ambos advirtieron de mi presencia, incluso los que frecuentaban el bar, así como aquel borracho que podía dar gracias a mantenerse despierto, lo de ponerse en pie, seguramente fuese otra historia interesante de ver. Trataba de aparentar calma con una tenue sonrisa, lo último que desearía sería despertar el instinto asesino del tiburón de Amegakure.

—¿País enemigo? ¿de qué cojones estás hablando?

«Si, bueno, puede que haya exagerado un poco»

te lo dije aquella vez, en Uzu, Yota; sería bueno que te dejaras de montar esas películas.

— Ya sé, ya sé. Estoy trabajando en ello, ¿vale? Dejemoslo en que la Paz se fue a la mierda y no somos aliados. Son tiempos complicados

Vi entonces como su rostro, así como su expresión cambiaron de golpe, dejando entrever que no se alegraba de mi presencia. A decir verdad, yo tampoco.

»Estoy de paso, simplemente. Mañana mismo continúo mi viaje, así que no te preocupes. Tu patio puede quedarse tranquilo.

— Esa es una gran noticia, Kaido-san. Ya lo creo que lo es. Entonces... ¿estás en una de esas misiones tan peligrosas que hacen los chunnin? porque debo suponer que aprobaste, ¿cierto?

«Pero no veo ni tu jodida bandana ni tu plaquita»

— ¡Hola, pescao! ¿cómo va esa cicatriz?

Claro, por supuesto que el don de la oportunidad de esa arañota no iba a pasar desapaercibido. Podía oler el peor momento para aparecer y lo hacía por detrás de mi hombro. al escualo no le costaría nada reconocerla. De hecho, ya tuvo un pequeño encontronazo en Uzushiogakure.

—¿ Te dije que es bastante inoportuna o me salté esa parte? Te ruego que me disculpes si no lo hice
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#81
Cuando Yota reveló que el peculiar invitado era un shinobi de Ame, los murmullos crecieron al ritmo de un aula llena de alumnos cuyo sensei se acaba de ausentar. Algunos se llevaban la mano a la boca, tratando de evitar que sus susurros viajasen más allá de su interlocutor. Otros apenas intercambiaban miradas cargadas de tensión. Unos pocos se llevaban un dedo a los labios y mandaban callar, tratando de oír al grupo de ninjas.

¿Amejakure? —preguntó el borracho, más a sí mismo que a nadie en concreto, mientras volvía a sentarse en un taburete frente a la barra—. ¿Eshos no shon los que casi destrozan una aldea con un bijuu?

¡Shh! —mandó callarle la tabernera, con una mirada fulminante. Con prisas, rellenó un cuenco con el caldo de verduras que había pedido Kaido. Lo cargó bien, y tras dejarle otra cerveza al borracho, quien no se había olvidado de la generosa invitación que le hicieron, fue a servir al amejin—. ¿Vais a tomar algo vosotros también? —preguntó a los dos shinobis de Kusa.
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#82
Ingenuos. Demasiado ingenuos, todos y cada uno de ellos, dispuestos a hostigar a una bestia en el patio de su propia casa, tal y como lo había hecho Uchiha Datsue allá en los examenes de Chunin. ¿No era prioritario preguntarse si aquello había sido un accionar acertado por parte del intrépido, el de picotear con el palillo de la vergüenza a un extranjero una, y una, y otra vez; hasta desgastar los grilletes de la cordialidad y/o de la cordura? ¿acaso estaban ellos dispuestos a probar suerte con Umikiba Kaido?

Quizás se sentían a salvo, teniendo en cuenta que él no era un guardián. Aunque, lo que no sabían, es que él albergaba otra clase de monstruo. Peligroso al fin y al cabo.

Y es que, que un tigre tuviera menos rayas no le hacía menos letal.

—No, no van a tomar nada —se atrevió a contestar por ellos. Basta de formalidades, pensó. El comentario del borracho sobre el incidente de su guardiana había rebozado su poca paciencia—. seguro que tienen asuntos más importantes donde meter las narices, que los de éste humilde servidor. Ahora, si no os molesta, quiero cenar en paz para irme a pegar una buena siesta.

Por último, una mirada furtiva. Primero a Daigo, el más sensato, y finalmente a Yota.

«No me toquéis los cojones, por lo que más quieran. O esto va a tener que ponerse peliagudo»
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#83
. ¿Eshos no shon los que casi destrozan una aldea con un bijuu?

No pude evitar reírme para mis adentros ante lo sincero que podía ser alguien en su estado, Kaido solo vio una leve sonrisa cuando el tipo soltó el comentario.

«En efecto, mi buen borrachín. De hecho, casi palmamos todos»


— Afortundamente todo quedó en un gran susto y todos pudimos volver a casa

Sin embargo la dueña del lugar parecía perder los estribos por momentos, haciendo callar al hombre, como si supiera que aquel podía ser un detonante de una bombba de relojería con escamnas, la cual se sentaba justo delante nuestro.

. ¿Vais a tomar algo vosotros también?

—No, no van a tomar nada dijo el escualo para forzar nuestra marcha seguro que tienen asuntos más importantes donde meter las narices, que los de éste humilde servidor. Ahora, si no os molesta, quiero cenar en paz para irme a pegar una buena siesta.


Y antes de que se alejase de nuestra mesa detuve a la tabernera poniendo mi mano sobre su brazo.

— De hecho, si es tan amable de traerme una ración se lo agradecería, estoy un poco hambriento — dije para luego liberar su brazo y devolver la atención a la mesa — No hacía falta que respondieses por mi, Kaido-san. De hecho, ¿qué tal si nos cuentas como te fue el examen de ascenso? Hay que ponerse al día
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#84
Umikiba Kaido arrojó un suspiro, apenas leve; que fungió como crónica de muerte anunciada. Si bien estaba en camino de encontrar su propia tumba, no iba a echarse a tres metros bajo tierra sin haber cavado la de otros tantos en el proceso.

De hecho... ¿qué tal si te metes en tus jodidos asuntos y vas a tocarle los cojones a alguien más, eh?
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#85
Poco a poco, la situación allí dentro se iba tornando cada vez más tensa desde la llegada de Yota y su siempre tan oportuna araña.

Por lo visto, ellos dos ya se conocían bastante y definitivamente no parecían llevarse precisamente bien.

Durante la corta conversación entre Kaido y Yota, Daigo simplemente se a callar, observar y escuchar. Quizá si se esperaba al momento adecuado y prestaba mucha atención sin precipitarse podría sacar algo de provecho.

—De hecho... ¿qué tal si te metes en tus jodidos asuntos y vas a tocarle los cojones a alguien más, eh?

Pero ya estaba claro que no conseguirían nada si continuaban andándose con rodeos.

—Kaido-san, dijiste que solo estabas de paso, ¿no es así? —dijo mirándolo a los ojos y entrelazando sus manos apoyadas en la mesa—. ¿A dónde te diriges y dónde está tu Hitai-ate?
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#86
De hecho... ¿qué tal si te metes en tus jodidos asuntos y vas a tocarle los cojones a alguien más, eh?

Al parecer, aquello caló más hondo de lo que debiera. Nuestra presencia, o al menos la mía, era realmente molesta para lo que fuera que había traído a Kaido hasta la Ribera. Aunque pudiera parecerlo, seguramente no, no estaba para nada tranquilo. Sabía de los peligros que presentaba un shinobi que se encontraba acorralado pero seguía queriendo esa cena y ese tipo no era nadie para impedírmelo.

— Kaido, no tengo ningún interés en tus huevos azules, de verdad — dije para luego devolver la atención a la tabernera — Así que sigo queriendo esa cena, por favor

Aquella situación era de lo más curiosa. Supongo que el amejin tenía razón y estaba allí de puro paso, pero no las tenía todas conmigo, seguía barajando la opción de que me estuviese colando un gol por toda la escuadra y más en los tiempos que corrían.

—Kaido-san, dijiste que solo estabas de paso, ¿no es así? mi compañero intervino una vez más para añadir más leña al fuego, provocando que me girase para verle al tiempo que soltaba un pequeño respingo de asombro ¿A dónde te diriges y dónde está tu Hitai-ate?

En efecto, esa era la pregunta que nos habíamos hecho ambos con tan solo la primera toma de contacto. Y la verdad es que mi cabeza tan solo procesaba unas pocas opciones posibles. Aunque tampoco era gilipollas, y suponía que el escualo sortearía aquello con una buena finta, o quizás perdería los estribos por completo y se tomase la justicia por la mano.

«Con dos cojones, directo al grano»
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#87
«Y así es como un par de kusareños te quitan el apetito. Me cago en la putísima madre de vuestras arcáicas parientas, fumones hijos de mil puta»

—¡A ver, señores! que luzco como un jodido pescado, pero que no estoy hablando puto cetáceo. ¿Qué parte no entendistéis, los dos, de que no os importa adónde voy ni porqué mierdas no llevo mi jodida bandana?

¡Que voy a donde se me me cante el rabo y con las prendas que me salgan de la jodida escama, coño!


Pam, un golpe a la mesa.

La sopa, ya fría, se desbordó de su bol.

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#88
—¡A ver, señores! que luzco como un jodido pescado, pero que no estoy hablando puto cetáceo. ¿Qué parte no entendistéis, los dos, de que no os importa adónde voy ni porqué mierdas no llevo mi jodida bandana?

¡Que voy a donde se me me cante el rabo y con las prendas que me salgan de la jodida escama, coño!


Un golpe a la mesa hizo que la sopa de Kaido se desbordara casi tanto como su paciencia.

«Demonios, no hay manera de hacerlo hablar, pero me sigue preocupando...»

Daigo se inclinó muy levemente hacia adelante y desafió a Kaido con la mirada mientras pensaba qué hacer o qué decir. Aquello no estaba llevando a ningún lado y empezaba a pensar que era peligroso continuar con aquello en un lugar cerrado y tan lleno de gente. No quería arriesgarse a que la situación empeorara allí dentro.

El chico suspiró dejando escapar parte de la presión y acomodándose en su asiento.

—Nada más que añadir, pues, eso era todo ----Una retirada momentánea. Ya habría tiempo de ser irresponsable en otro momento.
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#89
Y finalmente, aquellos huevos azulados,, o lo que fuera que tuviera haciendo la función de genitales, explotaron.

—¡A ver, señores! que luzco como un jodido pescado, pero que no estoy hablando puto cetáceo. ¿Qué parte no entendistéis, los dos, de que no os importa adónde voy ni porqué mierdas no llevo mi jodida bandana?

¡Que voy a donde se me me cante el rabo y con las prendas que me salgan de la jodida escama, coño!


Aquello fue todo lo que tuvo que decir el amejin, seguido de un violento golpetazo en la mesa que retumbó en todo el local, acción ante la cual solo fui capaz de soltar un suspiro pesado a sabiendas de que no íbamos a sacar nada de aquel tipo. Pero Daigo lo entendió más rápido que yo.

—Nada más que añadir, pues, eso era todo

Pude ver, sin embargo, como el peliverde había desafiado a Kaido con sus ojos.

«¿Qué coño pretendes maldito loco?»

Chasquee la lengua y me levanté de mi asiento.


— Bien, la verdad es que solo quería asegurarme que todo estaba en orden visto el alboroto que habías montado, así que voy a creerte. Espero que no me decepciones, Kaido — me acerqué a la tabernera una última vez para susurrarle al oído — si vuelve a causar alboroto no dude en avisar a las autoridades y vovleremos para protegerles

Pasé por delante de la mesa y le hice una seña a Daigo, indicandole que nos íbamos dejando uno de mis caramelos sobre la mesa.

— Al postre invito yo — dije, guiñándole el ojo.

Esta vez, tal y como había dicho el propio Daigo, saldría del local con las ideas claras. Seguía teniendo un plan a seguir.

— Kumopansa, tú te quedas aquí. Escóndete y asegúrate de que ese cabrón cumple con su palabra y se larga de aquí mañana mismo. Luego vuelve a Kusagakure para informar, te estaré esperando — dije, ya en el exterior y obviamente sin que el escualo pudiese escuchar.
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#90
—Nada más que añadir, pues, eso era todo —retirada era retirada, fuera momentánea o no. El que había ganado aquel pulso había sido Kaido, con creces, y Yota así lo confirmó en cuanto abrió la boca para secundar la idea de su compañero.

—Bien, la verdad es que solo quería asegurarme que todo estaba en orden visto el alboroto que habías montado, así que voy a creerte. Espero que no me decepciones, Kaido.

«Vas a creerme porque sencillamente estás tan cagado que no te queda de otra. Venga, a pastar, kusareños»

El gyojin no dijo nada. Ni cuando éste se despidió, ni cuando dejó el dulce, o cuando susurró a la camarera. Tan solo contempló en silencio aquella retirada circunstancial con el pecho inflado, y una sonrisa rebosante de victoria. Y lo mejor de todo, que no había tenido que mover un puto dedo.

Ahora podía tomarse a gusto su sopa. Si es que hubiese una en su plato.

—¿Te quedará más de ese rico caldo, de casualidad? —comentó, jocoso.

Eso de ser exiliado le quedaba de perlas.
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