Había muchos tipos de risas. Alegres y sinceras. Divertidas. Falsas y carentes de júbilo. Ácidas e hirientes como el veneno. Pero se daba muy pocas veces que una carcajada pudiese transmitir ira.

La de Shaneji lo conseguía.

—No me gustaban —respondió a Kaido, dando un brusco movimiento con la cabeza hacia atrás para quitarse los pelos de la cara, ayudándose también con la mano.

Un nuevo medio de transporte; más mercancías con las que enriquecerse… Había muchos motivos por los que Shaneji querría matarlos, y, sin embargo…

—Fíjate en esto… ¡Fíjate en esto! —gritó encolerizado.

Cuando Kaido había corrido la manta, salió a la luz lo que transportaban aquellos dos individuos. Una decena de frascos con serpientes muertas dentro. Un par con escorpiones. Tres cuernos de rinoceronte. Dos jaulas con águilas apretujadas en su interior, con los ojos tapados. Y un montón de barriles.

Shaneji tomó las jaulas con una delicadeza que Kaido jamás había visto en él y las abrió. Sacó con cuidado a las aves, le desanudó los trapos anudados a sus cabezas… y tuvo que hacer un esfuerzo para que aquellas dos criaturas arrancasen el vuelo, tan desorientadas como se encontraban.

Luego le dio un golpetazo al barril con la maza y un chorro de líquido salió por un agujero. Shaneji abrió la boca y lo saboreó…

—Sidra.

—No me gustaban

—Ya. Un guiño para la próxima estaría bien.

El gyojin echó un paso atrás, con el vuelo de las águilas; mientras escurría su espada de la sangre con la misma manta que había estado cubriendo los animales exótico y sus partes, con las que se dedicaban esos tipos a comercializar. Nunca había escuchado en Oonindo de alguna ley que impidiese que algún cazador cazase tales o cuales especies, pero tenía la impresión que el cincuenta porciento del cautiverio que yacía en ese carruaje era de alguna forma ilegal.

—Será mejor quemar el carruaje con los cadáveres. Llamará demasiado la atención si cargamos esta mierda por toda la llanura, hasta la costa. ¿O piensas llevártelo? —indagó—. aunque estos cuernos deben valer un pastón y medio.

Y a él, casualmente, le comenzaba a temblar el bolsillo de frío. Le quedaban apenas unos pocos ryo.

Shaneji bufó.

—¿Y darle lo que esas sabandijas quieren? ¿Fomentar esto? —preguntó con voz aguda y atónita—. Hay animales que están en la cima de la pirámide, y otros debajo —se repitió por enésima vez, como un loro. En aquella ocasión, no obstante, añadió un matiz:—, pero incluso los de arriba matan por sobrevivir. Esas son sus reglas del juego. Pero esto…

Miró con rabia apenas contenida los distintos restos de animales que había en aquel carruaje.

—Esto es romper las reglas. Esto no… —negó con la cabeza—[color=slateblue]. Esto. No.

Shaneji, un tipo que no tenía reparo en arrancarle la cabeza a un hombre que le mirase mal. Y, sin embargo, parecía tener otra relación con los animales. Contradictorio, quizá, como la vida misma.

Kaido se quedó ahí, pasmado, viendo a su hermano de clan. O más bien, a su reacción para con el negocio de esos dos tipos a los que no había dudado en matar, una vez supo a qué se dedicaban. Y es que fue en ese preciso instante donde comprendió porqué su Tetsubō acabó en donde acabó. Shaneji no estaba de acuerdo con la práctica ilegal de caza de especies. Ni siquiera si así podía forrarse de pasta. Kaido bufó también, y alzó los hombros, sin mucho que agregar.

Las águilas ya volaban lejos, por suerte.

El gyojin se acercó en silencio hasta uno de los caballos y le sobó el lomo por un costado. Trató de separar las riendas que le unían al timón del carruaje con toda la intención de aflojar el bocado mientras tomaba su cantimplora, para empaparle el hocico y limpiarle los residuos de saliva que se les había acumulado en el freno por la sed.

—¿Y a estos dos, los soltamos?

Cuando Kaido quitó el bocado al animal, se dio cuenta de que estaba mal colocado. O que al menos algo malo pasaba con él, pues tenía restos de sangre del caballo. Shaneji lo había intuido nada más posar sus ojos en él, al ver cómo cabeceaba cuando su dueño tiraba de las riendas.

Shaneji no respondió en seguida. En su lugar, palpó los cadáveres hasta hallar una bolsita con monedas —que se quedó—, y los arrastró hasta el carromato. Repitió lo mismo con el segundo. Luego tiró los barriles al suelo. Con tan poca graduación en alcohol, más que ayudar al fuego probablemente lo apagaría. Solo entonces, empezó a tirar ramitas y hierbajos prendidas sobre el carromato.

La naturaleza haría el resto.

Tomó el otro caballo y tiró al suelo las alforjas que llevaba encima. Tras tranquilizarle, acariciándole el cuello y hablándole en susurros, se montó en él.

—Nos vendrán bien —respondió, ahora sí. Pero seguía mosca. Kaido lo notaba. Y es que, por primera vez, Shaneji había encontrado un aspecto de su compañero que no le gustaba—. ¿Cuánto te valió? —preguntó, arisco, haciendo un gesto de cabeza hacia el colgante con el diente de tiburón que portaba Kaido.

—A mí nada, fue un regalo. O un recordatorio, más bien, para que no olvidase quién era —contestó enigmático mientras colocaba correctamente el bocado y montaba a su vez el caballo—. ya sabes, a los de arriba les gusta hacer saber al resto cuál es su lugar en el mundo. Hasta que, claro, la naturaleza hace de las suyas y pone todo en el orden natural de las cosas. Como ahora.

Echó un último fisgón al fuego candente que empezaba a consumir el carruaje.

—¿Vamos? —aunque no esperó respuesta para empezar a cabalgar. Presumiblemente, hacia el sur. No debían estar lejos de la costa. No ahora que iban a caballo.

A Shaneji no le gustaba mentir. No le salía natural, y creía que era cosa de débiles. De gente que, por un motivo u otro, tenía miedo a la verdad, escudándose en falacias. Del mismo modo, odiaba que le mintiesen. Primero porque le estaban faltando al respeto; segundo, porque se le daba fatal saber cuándo le estaban intentando engañar.

Podía ser que Kaido le estuviese ocultando cosas. Podía, incluso, estar mintiéndole sobre que había abandonado su Villa como un renegado. Y aquella era una mentira que podía hasta aceptar. Pero que le mintiese sobre el colgante…

… le hirvió la sangre solo de pensarlo. Cuando lo había visto por primera vez, había creído que lo había arrancado con sus propias manos. Que había sido en una batalla de supervivencia. Por eso ni preguntó. Pero viéndole cómo había hablado con Kyogi, y cómo había sugerido vender la mercancía, le había puesto en guardia.

Existían límites que uno nunca debía cruzar.

—¿Un recordatorio de los de arriba? ¿Y cómo es que lo sigues llevando, ahora que les diste la espalda exiliándote?

Lo peor de todo es que Kaido no estaba mintiendo. O no en su totalidad, al menos.

—Simboliza el sacrificio. El colmillo esconde la anécdota que me liberó de las cadenas de Amegakure, tiene historia. Como la tiene Nokomizuchi, y como seguro la tiene ella —señaló el Tetsubo—. ahora, si vamos a volver a ese punto donde cuestionas todo lo que digo y hago cada que te pique el culo, dímelo. Y si tienes dudas de mis intenciones, será mejor que lo resolvamos aquí y ahora. Porque el camino es largo, y estoy hasta los cojones de tener que explicarte por qué coño decidí estar aquí, afuera.

»Así que tu dirás qué va a ser. ¿Empezarás a confiar en mí como un jodido hermano de clan, o acabamos con esto ya mismo? Verás, soy un tipo que va de frente. Nunca mato por la espalda. Contigo no será diferente.

Por último, una mirada furtiva.

Incluso los caballos, que avanzaban al trote, notaron la tensión de sus jinetes. El de Shaneji cabeceó un poco hasta que éste le palmeó suavemente en el cuello. El de Kaido, empezó a desobedecerle, torciendo hacia un lado y amagando con levantarse.

—No te pongas tenso, hombre, que me asustas al caballo. —Sonreía—. Y no me toques los cojones, ¿eh? —Ahora fruncía el ceño—. Que no te volví a cuestionar nada tras nuestra discusión. Acepté lo que me dijiste y aquí estamos. —Ahora el que estaba tenso era él, tanto que parecía una olla a presión a punto de estallar—. ¡Juuuuujujujuju! —El vapor escapaba por la válvula de escape. Por su risa—. Vamos, cuéntame esa historia, coño. —Ya se desinflaba, el peligro se rebajaba—. Que me intriga y este viaje es aburrido de cojones.

Kaido no quitó la mirada de su Hermano de clan. Ni siquiera cuando su caballo comenzó a relinchar. Sólo se dedicó a darle un par de palmadas sobándole el cogote y alivianando las riendas para que cabeceara a gusto mientras durase aquella caldeada discusión de jinetes. Por suerte, la charla no pasó a mayores. Shaneji filtró su ira a través de su risa tan familiar, aunque no perdió la oportunidad de ahondar más en aguas desconocidas. Ya que Kaido había traído el tema a colación, ¿por qué no escuchar esa historia tan anecdótica, verdad?

—Uhmm. Te conté que estuve en el examen de chunin, ¿verdad? —empezó a decir—. bueno, resulta que entre todo el caos tras la batalla con el Jinchuriki, digamos que teníamos entre mano a un pequeño bribón que había estado complotando con un uzujin. Revelándole datos confidenciales de Amegakure y traicionando a su jodida aldea. Como soy un tipo de buena voluntad, decidí encargarme de él en pleno Estadio. Lo maté. ¡Hice lo que se debe hacer con los fisgones, coño! —alegó entre risas, porque le resultaba bastante curioso, estando él ahora en los mismos zapatos de Keisuke—. el alto mando de Amegakure no lo vio así, sin embargo. No tenías una orden directa, dijeron. Tenías que traerlo vivo, repetían una y otra vez. ¿Vivo para qué, para que lo matasen ellos? no sé, se me antojan que querían todo el crédito.

»En fin, me querían sentenciar por asesinato voluntario. Mucha presión de los altos clanes. De los ciudadanos que vivieron con miedo del Tiburón durante tanto tiempo. Mucha gente me quería muerto. Así que los mandé a tomar por culo a todos, y heme aquí, montando a este puto caballo. Cabalgando hacia el alba junto a un hijo de puta llamado Shaneji. Es un buen tío, pero un tanto bipolar. ¿Lo conoces?

Shaneji no daba crédito a lo que oía. ¿Qué los altos mandos de Amegakure querían sentenciarle? ¿Por asesinar a un jodido traidor? Creía que estaban hechos unos zorros, pero no tanto.

—Le conozco, pero yo diría que simplemente es un buen tipo de fuerte carácter. ¡Juuuuujujujujuju! —rio al cielo. Si Amegakure estaba tan enferma como la pintaba Kaido…—. Pero oí que el Jinchuriki era la Jinchuriki —corrigió—. ¿La conoces bien? ¿Es buena kunoichi?

»¿Y qué tiene que ver la historia con el colmillo?

—Demasiado bien, para mi pesar. Otra Hozuki que reniega de los suyos. Lleva el apellido de su padre, un medicucho de cuarta —comentó como si fuese un comentario sin importancia, aunque sabía que aquel detalle era uno bastante jugoso, tratándose de una Jinchuriki que, además de serlo, también llevaba la sangre de los Hozuki—. A que eso no lo sabías, ¿eh? que tenías a una prima con un puto Bijuu dentro. Jiji.

Kaido sabía que el tema del colmillo quedaría sepultado por nada más y nada menos que Aotsuki Ayame.

Shaneji tiró de las riendas para detener el caballo.

—¿Cómo dices? ¿Otra Hozuki que reniega de su sangre? ¡Anda no me toques las pelotas! —rugió, y el caballo se asustó tanto que se alzó sobre sus dos patas traseras y a punto estuvo de tirar a Shaneji al suelo—. ¡Deberían dejar de utilizar los poderes del clan si tanto se avergüenzan de sus ancestros! ¿Qué coño les pasa? No me entra en la puta cabeza, joder —El caballo seguía dando vueltas, cada vez más nervioso—. ¿Y cómo es que se le descontroló el Bijuu?

—Pues, le han podido los nervios en pleno combate. Verás, en Uzu hay gente bastante gilipollas. Uno de ellos en especial por sobre el resto. Le llaman Datsue el Intrépido, y Uchiha, para más inri. Estaba combatiendo con ella, y bueno, digamos que tenemos bastante trapitos sucios entre nosotros como para tenernos grima. Yo incluso tengo mis asuntos que resolver con él. Pero en fin, que ese cabrón es bueno metiéndose en tu cabeza con la sorna de sus palabras, y así lo hizo. Después de eso, todo se fue a la mierda, como puedes esperar después de que esa cosa decidiese disparar un puto rayo láser en plena grada —contó, como si el caos fuera una parte inamovible de su vida—. en fin, todo un espectáculo. Aunque yo me la pasé bomba.

¿Qué había perdido los nervios? ¿Así de fácil? Shaneji creía que el sello habría perdido fuerza, o que el bijuu de alguna forma había logrado hacer una grieta en él, pero al parecer era mucho más sencillo que aquello. Simplemente bastaba con provocar al jinchuriki en cuestión, y estaba hecho.

Interesante. Muy interesante.

—¿Datsue el intrépido? Juuuujujujuju. Los Uchiha son unos engreídos de pelotas. Pff… Y ni son para tanto. Una vez tuve un amigo que... Bah. —Desechó aquel ejemplo, porque aquel sí era para tanto—. Aunque hay que reconocerles algo, suelen respetar más sus orígenes que nosotros. ¡Ese es nuestro martirio! —exclamó con rabia—. No había oído nada de ningún rayo láser. Creí que no había habido muertos. —Aunque tampoco sabía del asesinato que había mencionado Kaido—. ¿Y Uzushiogakure os dejó ir así sin más? ¿Tras reventarle la puta grada? ¡Juuuuujujujujuju!