Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Y una vez más, Kaido viajó a través de los recuerdos y fue forzado a elegir, otra vez, la tan ansiada caída de Dragón Rojo. Se sostenía. Trataba de cumplir siempre con su misión. El recuerdo de Yarou le había servido para no tocar fondo. Aún así, cumplir su misión seguía llevándole a la muerte y no al éxito. Nunca llegaba el reconocimiento de Amekoro Yui, sino su espada hasta el interior de su pecho. ¿Por qué? se preguntaba una y otra vez. ¡Si seguía eligiendo lo correcto!
Pero ésta vez, no se sintió tan frustrado. Su pecho no dolía tanto como la primera vez.
Verás, aquello era como cuando a un crío se le da de comer por primera vez un brócoli. El paladar no está acostumbrado a su sabor, aún y cuando su cuerpo reconoce los beneficios de comerlo. Lo mismo sucedía la Arashikage y su katana, si resultaba ser la décimo quinta ocasión en la que le atravesaba con ella. Algo en su interior empezaba a entender que, quizás, aquello era lo mejor para él. De que quizás era una muerte mucho más digna que la que podría encontrar, tal vez, de tomar el camino que le llevaba hasta la idílica gloria que le convertía, supuestamente, en el Kage de Kirigakure. Y es que, en un juego de probabilidades, ¿cuál opción era la más sensata, la más plausible?
¿Y si no era real? ¿y si todos eran juegos baratos, estratagemas de una prueba que todos querían que fallase?
—Joder, y yo que creía que tenías más huevos. Mírate, sudando como un puerco, postrado en una cama sin poder levantarte. Sabes, siempre tuvimos el sueño profundo, nos costaba horrores despertarnos. Pero esto ya es indigno de ti. Siete jodidos días. ¡Levántate, maldito papanatas! ¿Quién coño eres, eh?
—Un traidor. Un prófugo. Soy Kaido el Exiliado.
—Bien. Y entonces,¿Hay algo que debamos saber?
—No
Ya lo había dicho el destino una vez: Las primeras traiciones empezaban así. Simplemente con una omisión a su deber. Simplemente haciéndose a un lado. Simplemente diciendo: no.
Verán, pasaba algo con la Marca del Dragón: se aseguraba que eras un digno Cabeza de Dragón. Y, sino lo eras, tallaba y tallaba en ti hasta que lo fueses.
Por eso a Shaneji no le había importado nunca si Kadio era realmente un renegado o no. Por eso, cuando se había visto obligado por Muñeca a dar vueltas como un tonto para desorientarle, había creído que todo aquello era una pérdida de tiempo. Porque, describo ahora su pensamiento exacto, Kaido saldría de allí con un dragón en la nuca o con los pies por delante.
En aquel caso era en el hombro, pero se entiende lo que un servidor dice.
Pequeñas volutas de resistencia afloraban en la mente del Umikiba. Chispas que conducían a llamas. Llamas que conducían a incendios. A la Marca le daba igual. Ella seguía su curso, hasta la eternidad si era necesario.
• • •
Habían pasado diez días. Diez jodidos días. Aquel cabrón estaba resistiendo. Le tomó el pulso, le dio su dosis de suelo y se levantó. Cual fue su sorpresa cuando, al darse la vuelta, se encontró a Ryū de frente.
No sabía cómo un tipo tan enorme conseguía no hacer ningún ruido al moverse.
—¿Todavía nada? —preguntó él.
—Todavía nada —respondió ella. Otohime—. Ya sabes cómo funciona esto. —Algunos apenas tardaban tres días en pasar el proceso. Shaneji, el muy bárbaro, se acostó por la noche y se levantó al día siguiente como si nada, asegurando que había dormido como un bendito. Le creía. A aquel cabrón no le hacía falta que le corrigiesen ninguna conducta inadecuada. Él era todo lo que deseaba Dragón Rojo, y viceversa.
—¿Sobrevivirá?
—Por el momento su cuerpo responde bien —le informó—. Además, tú aguantaste más que esto, ¿recuerdas?
Ryū había batido cualquier récord, y lo seguía manteniendo hasta el día de hoy. La anciana le había obligado a bautizarse cuando estaban en guerra con los Kurhebi, asegurando que no estaba poniendo todo de su parte. Que era demasiado blando. Ryū había permanecido en coma durante un mes. Un. Jodido. Mes. Cuando se despertó, y se enteró que habían secuestrado a su esposa, la asesinó junto al resto de captores, y al resto de la banda, dejando con vida solamente a uno.
Para que pudiese contar la historia.
Para que nadie que la oyese volviese nunca a atreverse a alzarse contra ellos.
Claro que Ryū era harina de otro costal. Había habido gente tozuda, muy tozuda, que se resistía a ceder. A sacrificar un aspecto de su vida, por ligero que fuese, en favor del objetivo mayor de Dragón Rojo. La presión arterial que ejercía su Sello Maldito era tal, que con el tiempo muchos terminaban muriendo de un infarto.
O de un derrame cerebral.
O de mera desnutrición, cuando ella no estaba allí para suministrar las dosis.
• • •
Undécimo día…
… y la misma pregunta de siempre volvía a asomar.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Once días, doce. Seguían acumulándose las horas y su cuerpo, desgastado, comenzaba a padecer de las secuelas. Hasta que llegó el día final, el número quince. En el que finalmente, no pudo más. Donde no hubo nadie que pudiera convencerlo de no ceder a la voluntad ajena. De no arrojarse de cara a las llamas que emergían desde la boca de un Dragón alado, negro y de ojos verdes brillantes.
—Basta. ¡Basta! ¡haz que se detenga! ¡no puedo morir una vez más, hazlo permanente! —gritaba, durante su quincuagésima ejecución—. lo haré, ¡lo haré, coño!
—¿Y qué es eso que harás?
—Matar a Umikiba Kaido.
Frente a Kaido no yacía sólo Ryū. También estaba él mismo —otro Kaido, el que le había estado hablando durante días—. sonriéndole. Con la mirada turbia, sí, pero nunca cabizbajo.
—Lo siento, pero de ahora en adelante yo lideraré la marcha. Dragón me merece a mí, no al que quiere acabar con nosotros. Así que duerme, Umikiba Kaido—. una katana idéntica a la de Yui ahora sostenida por él, que atravesaba a su otro yo—. duerme, que soy yo el que ahora debe despertar.
Y cuando Umikiba Kaido murió, entregándose definitivamente al sello maldito, otra persona despertó.
Al principio, ni siquiera sabía si lo había hecho realmente, o si era otro de sus sueños. Otra vivencia más. Lo único que sabía era que le dolía el pecho, todavía más la cabeza, y que estaba sediento. Terriblemente sediento.
—¡Kaido! —exclamó Muñeca, sonriente, al verle abriendo los ojos. Muñeca, Ryū, Otohime, Shaneji… Kaido había despertado con sus rostros en sus múltiples vivencias—. ¡Confiaba en que lo conseguirías! —chilló, y el sonido tan agudo taladró sus oídos e hizo que le doliese todavía más la cabeza. No era ningún tipo de jutsu, simplemente tenía jaqueca.
Muñeca se acercó corriendo a la puerta.
—¡Eeeeeeeeeeeyyyyy! ¡¡¡Kaido ha despertado!!! ¡¡¡Os lo dije!!! ¡¡¡OS LO DIJE!!!
La Primera Fase de la Marca del Dragón. Esta técnica se utiliza para reconducir los deseos e instintos del usuario hacia unos favorables a Dragón Rojo. Para ello, hace uso de los recuerdos y deseos más viscerales del objetivo para mostrárselos en sueños, solo para después convertirlos en pesadillas. El proceso se repite en la mente las veces que sean necesarias, hasta que el subconsciente aprenda a reaccionar negativamente ante aquellos estímulos. En cierta manera, se trata de la misma tortura que ejercen ciertos circos para enseñar a sus animales, quienes aprenden a reaccionar de cierta manera ante estímulos auditivos o visuales para no recibir un castigo.
Luego, se pasa a estímulos positivos, mostrando al usuario lo que podría alcanzar siendo leal al grupo, combinándolos con ciertas problemáticas y dificultades para que cuando despierte, no se encuentre un gran cambio entre lo idílico y la realidad.
El proceso no terminará hasta la reconversión del usuario o su muerte.
Usuarios con suficiente fortaleza mental (Voluntad > 80), puede resistirse todo el tiempo que quiera. Usuarios con Inteligencia > 80 y Voluntad > 60, o con Inteligencia > 100 y Voluntad > 40, logra entender los entresijos del fūinjutsu a tiempo como para engañar al sello maldito y hacerle creer que ha sucumbido a sus deseos.
Los efectos una vez superado el proceso (no se aplican si, de algún modo, se ha engañado al Sello Maldito) son los siguientes:
Voluntad e Inteligencia < 20: El usuario creerá que sigue en uno de sus muchos sueños, y hará lo posible por enmendar los errores de sus “vivencias” y ser leal a Dragón Rojo.
Voluntad e Inteligencia < 40: Tras los primeros días, donde creerá que sigue en un sueño, el usuario empezará a distinguir la realidad con el día a día. No obstante, tendrá tan interiorizado los errores y aciertos de sus “vivencias” que será fiel a Dragón Rojo, y a lo aprendido en sus sueños. Nada puede hacerle desviar de su camino.
Voluntad e Inteligencia < 60: El usuario, tras haber transcurrido al menos 24 horas y haber dormido, se da cuenta que está en la realidad. No obstante, tiene interiorizado en su subconsciente los muchos beneficios que le aportará Dragón Rojo, así como los fracasos y frustraciones de elegir un camino distinto, lo que le conducirá a ser fiel a Dragón Rojo. No obstante, puede tener sus propias ideas de lo que debería ser la organización y cómo llegar a sus objetivos finales, y discutir o incluso enfrentarse a otros Cabezas de Dragón, si así lo desea, para conducir al grupo por ese camino.
Con el paso del tiempo (3 meses), el usuario, puede empezar a cuestionarse los motivos y razones que le llevan a estar allí, e incluso, si así lo quiere, traicionar al propio grupo, de tener una razón de peso.
Voluntad o Inteligencia 80 o mayor: Ya sea por su gran fortaleza mental, o porque es lo suficientemente inteligente como para suprimir los estímulos que recibe su cuerpo, el usuario puede, si así lo desea, ir en contra de lo que le pide el cuerpo y lo que cree que es su instinto y traicionar a Dragón Rojo. No obstante, siempre tendrá más dudas de lo normal, y tiene que darse un motivo de peso para revelarse durante el primer mes del sellado.
Voluntad o Inteligencia 100 o mayor: No le afecta.
Alguien con suficientes conocimientos en Fūinjutsu (100), puede revertir la técnica, consiguiendo eliminar dichos efectos si se dan las condiciones descritas en Liberación del Dragón.
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Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Kaido abrió los ojos tan lentamente como pudo. La poca luz de la habitación le perturbaba, y sus pupilas tardaron un tiempo considerable en dilatarse lo suficiente como para que todo dejara de ser una simple mancha borrosa. La claridad fue mostrándole poco a poco su nueva realidad, y lo primero que se encontró fue a Muñeca.
Muñeca ya no era una cría a la que quería matar, por extraño que pudiera parecerle. Ya no veía en ella una amenaza. ¿Por qué? ¿por qué ya no era su enemiga? Él lo sabía muy bien, sólo que resultaba increíblemente difícil admitirlo. No es como si su mente, cuerpo y alma supieran cómo reaccionar de entrada a las vicisitudes de La Marca. Aquello era como aprender de nuevo a caminar. Aunque ésta vez, sobre un camino de brasas de fuego.
Quemaba. Quemaba por dentro. Algo le decía que algo no andaba bien. Pero era en esos momentos de duda en los que el Dragón que ahora vestía su brazo izquierdo le susurraba al oído. Le decía todo lo que quería oír y más. Así funcionaba el Bautizo Draconiano.
—A.. agua, tengo m-mucha sed —pidió. Llevaba una semana fuera del mar, ningún tiburón había durado tanto fuera de su hábitat—. ¿q-qué sucedió? ¿cuánto he dormido?
Muñeca corrió hacia él, con la melena volando hacia atrás como un estandarte. Tomó una botella de agua que había en la mesita de noche, justo al lado de la jeringuilla que había estado empleando Otohime para suministrarle algo de suero, y se la dio.
—¡Cuánto me alegra de que estés bien! —exclamó emocionada. Kaido se preguntaba cuánto tiempo había permanecido dormido—. Media luna —le respondió, imprecisa.
Se escucharon pasos precipitados llegando desde el pasillo. Una figura azul emergió desde la puerta, con una brillante sonrisa blanca.
—¡Hijoputa! —exclamó nada más verle. Era Shaneji—. Alguno se pensaba que habías estirado la pata. Pero yo sabía que no. ¡Yo sabía que no! —se sentó a su lado y le dio tal fuerte abrazo que le quitó el aliento.
—Oh, chicos… —Muñeca les miraba con ojos brillantes—. Es como ver a dos hermanitos que vuelven a juntarse tras años separados…
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El gyojin se levantó de a poco de la cama a la par de que cogía el agua ofrecida por Muñeca. Se la bebió como buenamente pudo y dejó escapar un evidente respingo de satisfacción al humedecerse los labios. Los tenía sumamente resecos, como si hubiera estado varado en mitad del desierto del País del Viento día y noche.
—¿Tanto? —dijo—. —joder...
Luego, de pronto, Shaneji entró en súbito a la habitación con paso acelerado. Su Hermano de agua lucía bastante contento de que su colega no hubiera muerto durante el duro proceso del Bautizo. Quizás demasiado contento para el poco tiempo que llevaban conociéndose.
Kaido trató de sacárselo de encima y bebió otro sorbo más.
Shaneji, tras darle un par de palmadas en la espalda y soltar su abrazo, negó con la cabeza.
—Vayamos nosotros a ellos —dijo, todavía sonriendo.
Cuando Kaido se levantó, se mareó. Notó que le temblaban las piernas y que sus músculos a duras penas le sostenían en pie. Estaba débil, muy débil, y tuvo que caminar con cuidado para no caerse de bruces en el largo pasillo. Sus pasos volvían, de nuevo, hasta el amplio espacio de cueva llena de estalagmitas y estalactitas. Allí, junto el lago, había ahora una gran mesa redonda, de madera rojiza y ocho sillas de madera alrededor.
En dos de ellas estaban Ryū y Otohime. En una tercera, una persona que Kaido no conocía. Vestía una túnica negra con capucha, unos guantes negros y una máscara como la de los ANBUS que le cubrían el rostro. De hecho, todo su cuerpo estaba cubierto por algo.
Era ella —Kaido supo que era una mujer por su voz—, la que hablaba.
—Todo fue según lo esperado —les estaba informando—. Pero descubrí algo, Ryū. Algo que no te va a gustar…
Fue entonces cuando Ryū se percató de la presencia de Kaido. Sus ojos verdes le recorrieron de arriba abajo. Pareció complacido.
—Te presento a Kaido, Kyūtsuki. El nuevo Cabeza de Dragón.
La cabeza de Kyūtsuki se giró, y Kaido pudo sentir que le estaba observando tras la máscara. Una máscara que, ahora veía, era blanca con rayas verdes, rojas y amarillas. Tenía cierta forma que recordaba al de un camaleón. No obstante, Kyūtsuki no hizo amago por levantarse, ni por tenderle la mano y saludarle.
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Si despertar ya había sido lo suficientemente difícil, qué decir de levantarse de la cama y caminar. Sentía los músculos atrofiados, olvidadizos ante su propio peso. Sostenerse entero en cada avance era toda una tarea titánica, aunque lo logró. Tambaleó en los primeros pasos, tratando de apoyarse en los muros y siguió a Shaneji hasta el pasillo exterior, que acabó conduciéndole hasta el lago principal donde ahora yacía una amplia mesa con ocho asientos alrededor de ella. Aunque sólo tres sillas estaban ocupadas, y una por un rostro aún no familiar.
—Todo fue según lo esperado —informó la mujer. Supuso que era una por el tono de su voz, pues por las prendas que vestía, era imposible discernir su género. Todo su cuerpo yacía cubierto, dejaba absolutamente todo a la imaginación—. Pero descubrí algo, Ryū. Algo que no te va a gustar…
—Te presento a Kaido, Kyūtsuki. El nuevo Cabeza de Dragón.
Kyūtsuki. Con que ella también estaba en Hibakari. ¿Habría llegado durante sus casi dos semanas de sueño? era un tiempo bastante próximo al de un viaje a pie desde el País del Viento.
Él tampoco saludó. Tan sólo tomó asiento, mucho más serio de lo normal; y se dejó abrazar por un rotundo silencio mientras su mano derecha acariciaba su antebrazo izquierdo, donde un dragón dormía imponente sobre su propia piel. Le ardía, tanto como le dolía la cabeza.
Ryū hizo un ademán, como quitándole importancia a lo que Kyūtsuki le faltaba por contar.
—Puede esperar —Shaneji fue a sentarse frente a Ryū. Kaido se había ido a sentar a la izquierda de Ryū, justo entre él y Otohime. Kyūtsuki, por su parte, estaba a la derecha de Ryū, aunque había un asiento vacío entre ellos.
Muñeca le dio un golpecito con el dedo a Kaido en el hombro, casi se diría que con vergüenza.
—Estás en mi sitio —dijo, incómoda.
Otohime hizo un gesto de cabeza a Kaido, señalando el asiento que estaba a la izquierda de ella. Aquel era el que le pertenecía.
—Dinos, Kaido. Tienes algo que contarnos.
No eran pocos los que, tras una buena siesta de bautizo, se despertaban con más ganas de lo habitual de comentar ciertas cosas que podrían perjudicar a Dragón Rojo.
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El gyojin se corrió en cuanto Otohime gesticuló su verdadero lugar, aquel que realmente le pertenecía. Una vez ahí, torció la mirada hacia Ryū. ¿Que si tenía algo que contarle? y él diría que mucho.
—Más que contar, tengo que advertiros —alegó, lacónico. No sonreía, pero cada palabra parecía salir de una muy socarrona—. de Katame. Y de sus pecados. ¿Sabéis algo de las andanzas de vuestro antiguo miembro? ¿del peligro que corre ahora nuestra —hizo énfasis en esa última palabra, porque sí, ahora era suya también—. organización?
Sembrada la duda, volvió a callar. Su mente volaba a millón, y necesitaba tiempo para enfrentar sus ideas. De subyagar aquellos sentimientos encontrados, y encontrar el mejor discurso. Porque bien sentía la imperiosa necesidad de alertar a Dragón Rojo de todos sus peligros. ¿Pero cuántos le convenía a él mismo revelar ahora?
Tenía tantos frentes. Tantas amenazas. Y ahora mismo, en su condición de recién bendecido, le convenía jugar tan sólo con uno de ellos. ¿Pero cuál?
Shaneji dio un golpe en la mesa. Una mesa que, huyendo de cualquier tópico, tenía… Sí, un dragón de ocho cabezas y ocho colas tallado en su superficie. Cada cabeza situada frente a una silla. Frente a un Cabeza de Dragón.
—¡Ese hijoputa! —vociferó Shaneji—. ¡Os dije que no era de fiar! ¿Qué coño hizo?
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¡Bam! el puño de Shaneji le obligó al Umikiba a tornar hacia la mesa y su grabado. Se quedó embelesado durante un par de segundos viendo a la cabeza que le apuntalaba directo a su silla, hasta que...
... giró el cuello y postró su mirada en Muñeca. ¿Y por qué ella, os preguntaréis?
—¿Ya saben todos lo que sucedió, Muñeca-san; o aún no les has contado? —dijo. Kaido estaba tanteando el terreno, quería saber si la cría había tenido al menos la decencia de advertir a su padre. Oh, sí, porque ella también había pecado. No por ello el escualo estaba de todo convencido de que Muñeca no hubiera largado lengua, si por el contrario, parecía ser el miembro más dependiente y por qué no, más cercana a Ryū.
¿Muñeca? Ella, tan confusa como el resto, miró a Kaido. Al dragón que, indirectamente, le acusaba de algo. Y lo hizo con ojos de cordero y con voz temblorosa.
—¿Yo? Qué… ¿A qué te refieres, Kaido-san?
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7/12/2018, 22:56 (Última modificación: 7/12/2018, 23:00 por Umikiba Kaido. Editado 1 vez en total.)
—¿Yo? Qué… ¿A qué te refieres, Kaido-san?
«La niña de papi se ha estado portando muy pero muy mal»
—Oh, entonces ... aún no lo saben, después de qué, ¿un año, casi? —soltó irreverente—. hablo de vuestra pequeña aventura en el País de la Tierra, claro. Tuya y de Katame. Del reguero que dejasteis sin limpiarlo. ¿Por qué no haces los honores y nos cuentas, sea de paso, todos los detalles?
Le estaba dando una oportunidad de —si su intuición no le fallaba y realmente había ocultado todo aquello—. sincerarse con los suyos. Dragón Rojo no podía permitirse mitómanos entre sus miembros. Y la Marca desde luego que tampoco.