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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#31
—¡¡YOTA-SAN!! ¡¿QUÉ HA PASADO?! —gritó, con toda la fuerza de sus pulmones para hacerse oír por encima del estruendo de la cascada.

*¡¿Cómo diantres pretende que lo sepa?! Joder aún no he llegado* pensaba entre bufidos de cansancio.

Seguía corriendo a lo que daban mis piernas, escalando metro a metro, suspiro a suspiro, cada vez con las constantes vitales más aceleradas y cada vez un poco más asfixiado. ¿Qué diantres había pasado? Joder, con lo fácil que era simplemente bajar por aquella maldita pared. Me vi obligado a bajar el ritmo, no por qué yo quisiese, claro que no, sino por qué mis piernas no daban para más y automáticamente estas iban desacelerándose.

Pero finalmente lo legré, había llegado hasta arriba. Estaba tan al límite que las bocanadas de aire eran tan grandes que incluso se escapaba algún que otro ronquido. Entonces lo vi claro. Mitsuki estaba en apuros.

*Vale, vamos a calmarnos*

Vi como había un par de tipos cercanos a una jaula que deberían haber abierto ellos mismos, cerca de unos arbustos. Uno de ellos le propinó un latigazo a la Hyuga que volvió a quejarse. Llevaba la espalda totalmente marcada y un tajo en la mejilla. De la jaula debió salir aquel animal... un tigre no muy mayor y la verdad parecía algo asustado. Rápidamente me puse al lado de mi compañera, desafiando con la mirada a los malhechores los cuales se vieron en igualdad númerica y empezaron a retroceder, lanzando un nuevo latigazo que acabo impactando al aire ya que agarre del brazo a Mitsuki y nos movimos a un lado evadiendo el ataque.

Aprovecharon la oportunidad para huir por patas. Chasquee la lengua.


-Menos mal que estás bien-

Era totalmente incapaz de quitar la vista del animal y de sus sables dentales que sobresalían por debajo de su piel aterciopelada anaranjada y con rayas azabaches.

-¡No subas, Ayame!- advertí cuando de repente me acordé de la kunoichi de Amegakure.
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#32
Pero Yota no le respondió. Quizás no la había escuchado, quizás estaba demasiado concentrado en subir el acantilado y comprobar que su compañera de aldea estaba sana y salva. No podía culparle, ella misma estaba profundamente preocupada por Mitsuki pese a que sólo la conocía de apenas unos minutos. Por eso, siguió la estela del shinobi de Uzushiogakure, tratando de recortar la distancia que les separaban. Sin embargo, las cuestas siempre cuestan, y más cuando se trataba de una pared completamente vertical de varios centenares de metros de alto. Entre desesperados jadeos y resuellos, Ayame se vio obligada a disminuir la marcha cuando los músculos de sus piernas se tensaron como las fibras del arco de un violín. Cada vez le costaba más avanzar, las punzadas a la altura del costado eran cada vez más frecuentes... Estaba al borde del extenuamiento, y por eso no consiguió llegar a la altura de Yota antes de que este llegara a su destino.

«Espera... ¿Qué es ese sonido?» Había escuchado en lo alto del escarpado uno... no, dos potentes chasquidos que no lograba reconocer.

—¿Yota-san...? ¿Mitsuki-san...? —trató de alzar la voz, de llamar a los dos ninjas de Uzushiogakure para que la informaran de lo que estaba pasando. Pero su aún le faltaba unos pocos metros para llegar a su meta, y su voz apenas sonó como una ahogada pregunta.

—¡No subas, Ayame! —la voz de Yota la sobresaltó, e inmediatamente Ayame paró en seco.

Aquella dolorosa tirantez le subió por las piernas, y Ayame ahogó un gemido de dolor. Aún tuvo que respirar hondo varias veces para recuperar el aliento y poder hacerse oír:

—¡¿Qué ocurre allá arriba?! —exclamó, aunque prácticamente después fue consciente de que aquello no había sido lo más inteligente que había hecho en su vida.

Al gritar de aquella manera delataba su posición a posibles enemigos, aunque Yota ya había descubierto con sus palabras que había alguien subiendo por la pared de roca.
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#33
Allí estábamos, enfrentando directamente a la muerte, mirándole a los ojos y a los sables que lucía en su afilada dentadura como si de nuestro final se tratase, aunque realmente así lo parecía. Mitsuki aparentaba verse superada por la situación y algo me decía que todo dependía de mí y la verdad es que no sabía que hacer. Por un lado el cuerpo me pedía proteger a Mitsuki, aunque por otro sabía que el felino no iba a darnos tregua y se avalanzaría hacía nosotros, a fin de cuentas para el animal solo éramos un trozo de carne, joven y apetitoso.

—¡¿Qué ocurre allá arriba?!

La voz de alarma de Ayame me sacó de mis pensamientos mientras observaba como el tigre se iba acercando a mi posición con cautela, sin quitarnos el ojo de encima, esperando su oportunidad de atacar.

-Bueno, tenemos compañía...- respondí expulsando el miedo por mi boca.

El animal rugió con fuerza, sin dejar lugar a la imaginación, mostrando todos y cada uno de sus dientes, pero por alguna razón, todavía no se lanzaba al ataque.

*Joder, hay que echarle huevos o acabaremos devorados...*

Cogí de la mano a mi compañera y me fui desplazando, con cautela y poco a poco de tal manera que la pendiente ya no quedase a nuestras espaldas.


-¿Por ahí abajo como vas?-

El felino rugió de nuevo, está vez con más potencia y tensando sus músculos. El ataque era inminente.
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#34
—Bueno, tenemos compañía... —respondió Yota, desde lo alto.

Ayame torció el gesto. Ya estaba comenzando a maldecir la inexactitud del shinobi de Uzushiogakure cuando un potente sonido grave y ronco acuchilló sus oídos, calando en lo más profundo de su pecho y haciendo vibrar cada célula de su cuerpo y la roca sobre la que estaba apoyada.

«¡¿Pero qué...?!» Debido al sobresalto sufrido, poco le faltó para perder la concentración sobre la corriente de chakra que la mantenía pegada a la pared. «¿Eso ha sido... UN RUGIDO?»

—¿Por ahí abajo como vas?

—¡Maldita sea! ¿De verdad me estás preguntando eso a mí? —exclamó, terriblemente alarmada—. Eso... ¡Eso era un rugido! ¿Con qué clase de animal habéis topado?

Pero ni siquiera esperó una contestación. Ahora cobraba sentido la advertencia que le había lanzado Yota de que no subiera a lo alto del acantilado. ¡Pero tampoco podía quedarse de brazos cruzados! Haciendo un soberano esfuerzo por recobrar algo de calma, Ayame soltó las manos, se concentró en mantenerse pegada a la pared del acantilado, y entrelazó los dedos en una serie de sellos.

Carnero. Serpiente. Tigre.

Una réplica idéntica a ella surgió justo a su lado y, sin perder un instante, trepó rápidamente por la pared de roca para encarar el peligro de manera directa...
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#35
—¡Maldita sea! ¿De verdad me estás preguntando eso a mí? —exclamó, terriblemente alarmada—. Eso... ¡Eso era un rugido! ¿Con qué clase de animal habéis topado?

Así era, lo preguntaba en serio. Era mi gran baza. Ella y su posible factor sorpresa para poder reducir aquella bestia hambrienta. Me sentía como un simple filete ante su amenazante mirada. Pero la muchacha de la lluvia lo tiró todo al traste cuando optó por tomar la iniciativa de la contienda.

*Ups... Cambio de planes*

Ayame corría hacía el tigre de sables afilados como cuchillas mientras yo seguía al lado de una paralizada Mitsuki hasta que...

¡¡FIUUUUUUUU!!

Algo salió disparando de entre la maleza como un silbido amenazador. Joder, por si no teníamos suficiente con el animal, algo más aguardaba entre los arbustos. Aunque algo no acababa de cuadrarme, ¡No era un enemigo! No lo parecía al menos. Se trataba de un Fuuma Shuriken y volaba en dirección al cuello del animal que a su vez había saltado hacia Ayame, la cual no había duda en tomar la iniciativa y tomar las riendas de la situación.


-¡No!- exclamé aterrorizado -¡Apártate de ahí!-

Lancé una telaraña hasta la espalda de la muchacha y tiré de ella con fuerza para echarla hacia atrás antes de que todo sucediese, pero lo único que sucedió fue que cuando la telaraña la alcanzó, se disolvió en una nube de humo y el animal cayó tendido al suelo con el arma clavada en su debilitado cuerpo.

Por su parte, la Hyuga seguía paralizada. A saber qué diantres había sucedido antes de que llegase hasta su posición...
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#36
Tras alcanzar la cima del acantilado, el clon se abalanzó sin ningún tipo de premeditación contra la amenaza a la que se estaban enfrentando Yota y Mitsuki. Corrió directa hacia sus fauces, y entonces un extraño silbido metálico hendió el aire.

—¡No! —oyó decir a Yota, con cierto deje aterrorizado. En aquel instante, a Ayame ni siquiera se le ocurrió pensar que había confundido al clon con su ella misma—. ¡Apártate de ahí!

—¿Qué ocurre por ahí arriba, Yota-san? —alzó la voz, pero en aquella ocasión fue incapaz de contenerse por más tiempo. Trepó con cautela los últimos metros que la separaban de los otros dos shinobis y se atrevió a asomar la cabeza por encima de la línea que marcaba el acantilado.

A pocos metros de su posición, un enorme tigre yacía en el suelo con las fauces abiertas en un estertor de muerte y un fuuma shuriken clavado en su garganta.

—No... —susurró.

Con un salto, Ayame se plantó de nuevo en tierra e ignorando a los shinobi de Uzushiogakure se acercó al enorme felino. Apoyó pesarosa la mano sobre su pelaje y una solitaria lágrima correteó por su mejilla.

—¿De verdad había necesidad de matarlo? —murmuró, pero casi era una pregunta dirigida al aire. Su mano descendió con lentitud hasta acariciar uno de los cuatro filos que habían acabado con la vida del precioso animal—. ¿Quién ha sido?
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#37
—¿Qué ocurre por ahí arriba, Yota-san?

-Mierda, me has dado un buen susto- exclamé superado por la situación.

El fuuma shuriken no tardo en dar por terminado su vuelo y el felino cayó al suelo abatido. Por fin respiraba algo tranquilo, pero antes quería asegurarme que quien fuese que tiró el arma no decidiese que el próximo objetivo fuéramos nosotros.

Sin embargo antes apareció Ayame que optó por llegar a la superficie, seguramente para saciar su curiosidad. No le había dado muchas pistas de lo que estaba sucediendo. Pero pasó olímpicamente de nosotros. Para ella el tigre ahora lo era todo, se lamentaba mientras acariciaba el animal, ya sin vida, el cual derramaba sus últimas gotas de sangre así como su último aliento.


—¿De verdad había necesidad de matarlo? —murmuró, pero casi era una pregunta dirigida al aire. Su mano descendió con lentitud hasta acariciar uno de los cuatro filos que habían acabado con la vida del precioso animal—. ¿Quién ha sido?

-A mi no me mires-

-Por supuesto que era necesario- una voz femenina, dulce y agradable irrumpió en escena -¿O acaso querías ser su cena? Apuesto a que no. Y ahora largaos de aquí. Esos tipos iban en busca de los ojos de vuestra amiga. Son los famosos cazadores de dojutsus, temidos en todo el valle. Regresad a vuestro hogar, corred y no miréis atrás-

Posó su pie derecho encima del cuerpo del animal y con su mano apartó la de Ayame del filo de aquella navaja gigante, extrayendolo del cuerpo del tigre para acabar recogiéndolo y colocarlo en el cinto, colgando al lado de su pierna.

*¿Cazadores de dojutsus?* me dije para mis adentros arqueando una ceja

-Yo iré tras ellos, ¡No perdáis el tiempo! Este lugar no es seguro, niños-

Parecía muy segura de lo que decía y la verdad no me apetecía quedarme a comprobar si era cierto lo que decía. Ahora lo importante era regresar a Uzushiogakure de una sola pieza. Miré a Ayame y me encogí de hombros, confuso.

-¿Qué vas a hacer, Ayame-san?*

Mientras tanto, la mujer, de cabellos rosados y ojos aguamarina se alejó volviendo a adentrarse en la maleza en la misma dirección en la que los cabrones esos se habían ido.
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#38
—A mi no me mires —respondió Yota, y cuando Ayame le miró se fijó por primera vez en la mirada ausente y al mismo tiempo horrorizada de Mitsuki. Parecía en shock.

—¿Qu...?

Una figura apareció súbitamente junto a ella, y Ayame se quedó momentáneamente paralizada por la sorpresa. Era una mujer, pero no alcanzaba a distinguir sus rasgos. Quizás, ya los había olvidado.

—Por supuesto que era necesario —su voz era dulce como la miel, pero Ayame seguía manteniendo una postura tensa, desconfiada—. ¿O acaso querías ser su cena? Apuesto a que no. Y ahora largaos de aquí. Esos tipos iban en busca de los ojos de vuestra amiga. Son los famosos cazadores de dojutsus, temidos en todo el valle. Regresad a vuestro hogar, corred y no miréis atrás

—¿Cazadores de dōjutsu? ¿Qué t...? —repitió, confundida. Había olvidado momentáneamente todo el asunto del tigre. A juzgar por las palabras de la recién llegada, tenía algo que ver con los ojos de Mitsuki y unos hombres que no había alcanzado. Unos hombres... ¿que iban tras sus ojos? ¿Pero por qué?

Pero antes de que pudiera preguntar al respecto, le apartó la mano del shuriken. Ayame se reincorporó rápidamente.

—Yo iré tras ellos, ¡No perdáis el tiempo! Este lugar no es seguro, niños.

Ayame se estremeció, aterrorizada, y en ese preciso momento la temperatura del ambiente pareció enfriarse ligeramente. ¿Qué iba a hacer? Si lo que aquella mujer decía era verdad, debía alejarse del lugar cuanto antes, pero...

-¿Qué vas a hacer, Ayame-san?

¿Qué iba a hacer?

La sensación de frío se incrementó repentinamente.

—Yo...

Y una mano inusualmente gélida se apoyó en su hombro en ese momento.

—Ayame se irá a casa ahora mismo —sonó una voz masculina y átona, antinaturalmente inexpresiva, justo a su espalda. La frase que había pronunciado no sonó como una amenaza, ni siquiera como una reprimenda encubierta. Era, simplemente, una información constatada. Pero Ayame le conocía lo suficientemente bien para saber que bajo aquella máscara se ocultaba el enfado...

—Kōri...

La empujó ligeramente, y Ayame echó a andar bajo su directriz. Al pasar junto a Yota y Mitsuki les dirigió una breve mirada de disculpa. Ni siquiera llegaría a saber si la de ojos perlados se encontraba mejor...

—Lo siento... —le dijo a Kōri, una vez se hubieron adentrado de nuevo en el bosque.

—Vas a tener que explicarme algunas cosas. Sobre todo con esa manía tuya de meterte en líos.

Ayame agachó la cabeza, acongojada. Se había acabado la aventura para ella.

Lo que nunca sabría era que, precisamente, Kōri había oído hablar de esos ladrones de dōjutsu en el último pueblo en el que habían pasado la noche. Quizás no había sido la mejor idea dejarla sola en aquel lugar, pero precisamente había estado comprobando que aquellos delincuentes no se encontraran cerca del lugar mientras estaban allí. Su enfado iba más dirigido hacia sí mismo que hacia su hermana pequeña. Pero la rabia que sentía se debía al hecho que no supiera acatar una instrucción y esperar en el sitio como le había indicado.
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#39
Aquel día nos había tocado aprender una valiosa lección.

Y es que la verdad es que lo que había empezado con un casual encuentro, poco a poco se fue transformando en una amistosa competición de carreras. Pero poco duraba la alegría en casa del ciego y aún tardaría menos en convertirse en una seria amenaza para nuestra integridad física, ¡Menos mal de la tipa de cabellos rosados!

Ayame trató de balbucear algo ante mi pregunta pero un tipo blanco y que emanaba un aura gélida poso su mano en su hombro.

*Leches, ¿Y ahora qué?*


—Ayame se irá a casa ahora mismo]

El tipo de los cabellos nevados y el semblante serio contestó por ella y sin esperar reacción ni de Ayame ni del dúo de Uzushio se dispuso a andar y Ayame hizo lo propio al mismo tiempo que indicaba su nombre y pedía disculpas. el tal Kōri me miró como si tratase de decir algo o quizás pedir disculpas.

-Un placer, Kōri-san... ¡Espero que nos veamos de nuevo pronto, Ayame!- decía mientras la despedía agitando la mano y desaparecía de la zona acompañado de ese peculiar tipo, sin duda era alguien que conocía.

-Nosotros también nos vamos, Mitsuki. Venga arreando, antes de que vuelvan los ladrones esos-

Tomé la mano de la muchacha que aún parecía algo superada por la situación a la que se había quedado expuesta unos minutos antes y poco a poco fuimos tomando la senda dirección a Uzushiogakure.

*Si algo he aprendido es que, si las cosas pueden empeorar, lo harán...*

Me grabé aquella reflexión a fuego en mi cabeza.
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