Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Eri contó el principio de la historia. Por supuesto, Daruu estaba tan bien informado como cualquier otro shinobi de Oonindo. Sabía hasta ahí, y un poco más, pero había albergado esperanzas de conocer de parte de una uzujin alguna curiosidad más.
—Ya sabes —dijo Daruu—. Ese tal Zoku se cargó a Gouna en Kusagakure y acusó a Yui-sama —hizo una pausa—. Un escabroso asunto, ese.
Daruu asintió dos veces.
—Se llegó a saber que dos personas mataron a Zoku. Unos tales hermanos de nosequé —comentó Daruu distraído—. Y que Zoku planeaba utilizar a los bijuu para hacer la guerra, o algo así.
Daruu negó con la cabeza, y se le pusieron los pelos de punta al recordar cómo había sido estar cerca de un jinchuuriki fuera de control.
Al parecer Daruu sí que sabía sobre todo aquello que ocurrió en su aldea, así que no pudo evitar bajar la mirada. Ella había vivido allí durante el tiempo en el que Zoku causó aquello, también cuando Akame y Datsue fueron los que liberaron a Uzushiogakure de aquella tiranía, y se convirtieron en los Hermanos del Desierto.
Pero eso era una historia que ella no tenía por qué contar.
—Sí, la verdad es que ahora se está mucho mejor, y Uzukage-sama ha hecho todo lo posible por Uzushiogakure, así que estoy agradecida —suspiró, Hanabi lo había hecho bien, aunque nunca había hablado con él o simplemente verlo de cerca —. Supongo que la gente solo quiere poder, cosa que a veces puede resultar bueno... Pero cuando es malo, puede cegar a la gente.
Se encogió de hombros y volvió a mirar a Daruu.
—¿Sabes? He conocido poca gente de Amegakure, no sé si los conocerás —explicó, cambiando totalmente de tema —. Manase-san, que era un ninja médico, y Ayame-san, que se prestó amablemente a ayudarme con una actuación... ¿Sabes quiénes son? —volvió a la carga, presa de su curiosidad.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Eri habló de la historia más famosa del planeta. La historia de la gente buena corrompida por el poder. No supo por qué, pero se le vino a la mente el rostro de Akame, riendo en aquél puente del Valle de los Dojos, como un loco, cegado por el fragor de la batalla, mascullando entre dientes nombres de dioses y otras cosas más grandes que él como si estuviesen al alcance de sus manos, como si sólo le hicese falta un poco más de fuerza para acabar con uno de ellos.
La muchacha le habló entonces sobre Mogura y Ayame. A Daruu se le iluminaron los ojos.
—¡Claro que sí! —exclamó—. ¡Mogura-kun es uno de mis mejores amigos, y Ayame-chan es... una de mis mejores amigas! —se obligó a corregir antes de meter la pata—. Oye, has dicho algo... ¿sobre una actuación? —Daruu se acarició la barbilla y torció el gesto con una sonrisilla nada inocente.
¿Ayame... una actuación?
¿Qué demonios? ¿Por qué no conocía eso? Quería saber.
La chica no pudo evitar sonreír tras escuchar como Daruu hablaba de sus compañeros de villa. Al parecer los conocía, ¡y vaya si los conocía! Explicó muy brevemente que ambos shinobi eran amigos suyos, muy amigos; y ella no pudo evitar ampliar la sonrisa al escuchar el nombre de Ayame salir de sus labios.
Una duda salió de sus labios, y ella, por un momento desconcertada, explicó a su acompañante sobre aquella actuación.
—Oh, sí, había un concurso en Tanzaku Gai al cual quería apuntarme, pero sin una pareja no se podía participar, así que le pedí amablemente a Ayame-san si quería ayudarme participando conmigo en él —sonrió de nuevo al recordarlo —. Datsue-san, un compañero de villa; también participó, ¡pero nosotras nos llevamos el segundo puesto! Fue la verdad todo gracias a ella, hizo maravillas con el agua...
Solo recordar la canción hacía que su corazón latiera con más intensidad de la acostumbrada, y el agua danzando alrededor de Ayame había sido un espectáculo precioso.
—Ojalá lo hubieses visto, Daruu-san, aunque, si eres cercano a Ayame-san, la habrás escuchado cantar, ¿no es así? —preguntó, intrigada —. ¿Alguna vez ha cantado para ti?
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De modo que Ayame había participado en un... ¿concurso de canto? Daruu estaba seguro de que la muchacha no haría eso por voluntad propia ni loca. Cosa que sí consideraba más normal de Datsue, una persona a la que le encantaba exhibirse. Y probablemente había obtenido algo a cambio, esa sabandija, esa rata...
Centrándonos en Ayame, cabe decir que seguramente lo haría presionada por la muchacha de pelo pelirrojo. Seguro que se habría sentido obligada a ayudarla, y claro...
—¿Alguna vez ha cantado para ti?
A Daruu se le puso la cara roja como un tomate lentamente, de abajo arriba, mientras miraba hacia el infinito con una mueca de indiferencia absoluta que podría haber imitado perfectamente la apatía general de Kōri-sensei. Lentamente, apartó la mirada de Eri y contorsionó el cuello para alejarlo todo lo posible de la dirección que apuntaba a la muchacha.
Por lo que parecía, Daruu no había escuchado a Ayame cantar. Era una total lástima pues la voz de la muchacha era como un regalo nacido en Amegakure, y que no la hubieran escuchado allí mismo, en aquella villa que vivía constantemente bajo aquella lluvia eterna la entristecía.
—Porque Ayame-san tiene una muy bonita voz, Daruu-san —explicó ella, como si fuese lo más normal del mundo —. Mi padre solía tocarle canciones a mi madre, de amor, ya sabes... —argumentó con algunos movimientos de manos —. Y yo espero poder transmitir esos sentimientos a través de mi flauta.
»Por eso te decía que si habías escuchado a Ayame-san, seguro que con lo tímida que es, a través de su voz puede expresar algo más que palabras.
Formó una amplia sonrisa y lo miró.
—¿No crees que es una buena manera de profesar lo que sientes?
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Daruu no sabía dónde esconderse. Inconscientemente, se había alejado hacia el borde del banco, como si estuviese deseando levantarse y salir corriendo.
Eri tocaba la flauta. La tocaba su padre para su madre, y ahora ella esperaba ser capaz de hacer lo mismo.
Aunque la muchacha dirigió la mirada —y una sonrisa— hacia Daruu cuando le preguntó, él todavía tenía el rostro girado.
—S... sí. Supongo. —Giró el rostro poco a poco, suponiendo que el rubor ya se le habría pasado. No era así—. P-pero hay otras maneras de profesar lo que sientes. Hay... hay otras como... como... como...
Ahora descubriremos por dónde salió nuestro amigo Daruu. Por la tangente. Por lo inesperado. Por...
—¡Un combate! —anunció, levantando el dedo índice y mirando hacia arriba. «Pero qué dices, payaso»—. ¡Hay quien dice que los ninjas se entienden entre sí cuando cruzan los puños!
El chico volvió a darse la vuelta, aunque no entendía del todo bien por qué giraba la cara. ¿Acaso tenía vergüenza? Pues debería haberse visto la cara tras caerse, eso sí que era un poema...
Lo que más le sorprendió, sin duda, fue que él afirmase que había otras formas de profesar lo que sientes, como... Un combate.
—¿Un combate? —repitió Eri, sin entender del todo a qué se refería con aquello —. O sea, tú, si tuvieses que declararte a alguien, ¿lo harías en pleno combate? —explicó ella, cruzándose tanto de brazos como de piernas y cerrando los ojos con aire pensativo —. ¿Le lanzas un Chidori a la par que le gritas algo como ME GUSTAS, SAL CONMIGO, ¿entonces?
La pregunta iba totalmente en serio.
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Hasta ahora, todos los uzujin que se había encontrado tenían una particularidad, algo que los hacía... ¿curiosos? ¿Raros? Lo dicho, una particularidad. Daruu estaba apunto de descubrir cuál era la de Eri. A priori, daba la sensación de que la muchacha no sabía distinguir entre lo que era una idea ridícula y algo con sentido, lógico e imaginable. O eso, o tenía una forma experta de ocultar las ironías. Porque no había ni una sola sonrisa, ni un solo gesto que indicase que aquella pregunta se la estaba haciendo en broma.
—Mmh... no, ahora que lo dices no tiene sentido ninguno, ja, ja —rio Daruu, nervioso—. Supongo que para sentimientos amorosos no vale. Oye, creía que me lo estabas diciendo en broma, pero te veo la cara muy seria, y, oye también...
El chico desmintió que se pudiese transmitir aquel sentimiento de amor en un combate, y ella en el fondo se alegró. No entendía cómo podías expresar algo más a parte de odio o quizá un poco de emoción en una batalla. Aún así seguía observando a su acompañante con el ceño ligeramente fruncido.
—...¿qué narices es un Chidori?
¿Acaso no sabía lo que era la técnica casi más famosa del elemento rayo? ¿Qué clase de Ninjutsu Elemental tendría aquel chico?
—Esto, el Chidori es una técnica del elemento rayo... —explicó, dudando si decir que ella era afín a dicho elemento —. Pensaba que en Amegakure también había personas afines, pero a lo mejor solo tienen naturaleza de agua... —añadió, volviendo a sus pensamientos —. Uhm... —murmuró —. Eso sí, solo hay una cosa que me está quedando clara de todo esto.
Tomó aire.
—¡Conocer gente de otras aldeas mola! —exclamó, entusiasmada —. ¡Gracias a ello puedo aprender un montón! Al menos cosas que no te enseñan en la academia, vaya...
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Eri le habló sobre el Chidori, una técnica de elemento rayo... o eso es lo que a el le habría gustado, porque simplemente le contó que así lo era. No explicó de qué se trataba ni qué hacía. Daruu arrugó la nariz, y deshizo la inclinación curiosa que había tomado su espalda, indignado.
—Pensaba que en Amegakure también había personas afines, pero a lo mejor solo tienen naturaleza de agua...
—Oh, no, estoy seguro de que hay mucha gente con afinidad por el Raiton, pero oye, ¿me puedes...?
—Eso sí, solo hay una cosa que me está quedando clara de todo esto. —«¡Mierda! ¡Pero cuéntame lo del Chidori!»—. ¡Gracias a ello puedo aprender un montón! Al menos cosas que no te enseñan en la academia, vaya...
Daruu se acarició la barbilla, y le brillaron los ojos con astucia.
—¡Estoy de acuerdo! —exclamó—. Como por ejemplo, qué es el Chidori...
La chica estaba totalmente emocionada, tanto que tenía el pecho hinchado y las mejillas sonrojadas, donde se formaban pequeñas arruguitas por la sonrisa de oreja a oreja que iluminaba su rostro.
Daruu parecía estar de acuerdo con ella, y eso hizo que se sintiese incluso más feliz de lo que se sentía.
—Oh, Chidori, Chidori... —musitó, llevándose un dedo al mentón mientras se imaginaba la técnica —. Es una técnica que hace muuuuuucho ruido, ¿sabes? Pero que aun así es capaz de matar gente, ¡matar gente solo de una técnica! ¿Te lo puedes creer? —soltó una pequeña risotada y se sentó cruzando las piernas en el banco, como si fuese una chica pequeña.
»¿Hay alguna técnica medianamente normalilla que haga taaaaanto ruido?
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«Ajá», pensó Daruu. «Es una técnica que hace mucho ruido, un ruido de cojones, y que es capaz de matar gente. Guau. ¡Guau, un gran descubrimiento, Eri! ¡Acabamos de descubrir una técnica que hace ruido y que mata gente, woala, WOALA!»
Daruu estaba llegando a una conclusión peligrosa: la de que no había nadie medianamente normal en Uzushiogakure. Una vocecilla en la cabeza le tuvo que recordar que en Ame conocía a un señor que emanaba frío a su alrededor, a un señor que tenía la piel azul como un pez, y a un médico adicto al pastel de fresa... Bueno, ese era normal. Dentro de lo que cabe.
—Pues... —dijo Daruu, sin saber muy bien qué decir—. ¿A qué te refieres con medianamente normalilla? A mí me parece que cualquier técnica puede ser mortal. Pero no sé de cuanto ruido estamos hablando, así que realmente no puedo contestarte.
»Creo que una técnica ninja es peor cuanto más ruido haga. Es menos discreta. ¿No?
La verdad es que la conversación no podía ir más desencaminada a lo que quería, así que mientras Daruu hablaba, ella solo se encogía de hombros. Tenía razón, cualquier técnica podía ser mortal.
—Bueno, el Chidori está catalogado como letal por ser un impacto ultrarrápido, aunque haga tanto ruido —explicó, mirando hacia el suelo —. Por eso digo que es letal, vaya, espero nunca recibir uno directo al pecho.
Se llevó ambas manos a las piernas e hizo que éstas volviesen a pisar el suelo, notando como se dormían si seguía así.
—Me refiero, está considerada como técnica de asesinato, por eso lo digo —terminó por explicar la kunoichi —. Yo la aprendí hace poco, pero todavía no la domino a la perfección.
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«Bueno, vamos mejorando. Ahora sabemos que es un impacto y que es ultrarrápido», pensaba Daruu, como manteniendo una conversación consigo mismo.
—Me refiero, está considerada como técnica de asesinato, por eso lo digo —explicó la muchacha—. Yo la aprendí hace poco, pero todavía no la domino a la perfección.
Daruu volvió a atacar.
—Bueno, y si... —comenzó a decir—. ¿Y si me enseñas como es ese Chidori... y yo te enseño también cómo es la técnica que yo conozca que más ruido se me ocurra que haga?