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4/01/2018, 22:27
(Última modificación: 4/01/2018, 22:46 por Aiko.)
Entre una cosa y otra, el día iba llegando a su punto medio. El sol, o lo que debiere ser su silueta había de estar en lo mas alto del cielo. Lamentablemente, e igual que en la mayoría de días, una inmensurable cantidad de nubes tapaba el gran azul, tiñendo de color gris, y endulzandolo con el liquido mas valioso existente, agua. Apenas había parado de llover en días, pero eso es algo frecuente en la urbe mas avanzada de todo Onindo, Amegakure... nada que destacase en éste día.
Quizás había algo que destacar, aunque no tenía que ver con el clima. La pelirroja, que casi partía en busca de mas información sobre sus últimas andanzas, se vio interrumpida de sus propósitos por una llamada de la administración de Amegakure. En un principio incluso sospechó que pudiese deberse al infortuito encuentro con Mogura y Keisuke —los super guerreros— y su leve intervención. Pero, por suerte o desgracia, le informaron de que se debía a una misión que debían asignarle, debido a sus particulares habilidades.
Suponiendo que se referían a su habilidad del manejo de papeles, la chica no hizo demasiado caso al asunto, no pensó que pudiera deberse a su inmortalidad. Quizás hasta se referían a su buen rango como shinobi de rastreo, pues sus mariposas eran geniales en ese ámbito. Tan solo podía ir, y averiguar de que se trataba, total... no podía rechazar esa invitación, por mucho que quisiera.
Los deberes y obligaciones de ser genin...
Vestida como de costumbre, y equipada con todo el material que bien podía hacerle falta, la chica puso rumbo al edificio de la Arashikage. No tenía seguramente ni que ver a la mandamás, tan solo presentarse en la recepción. Así pues, procedió. Se presentó sin demasiada demora en la recepción del edificio, donde una mujer de mediana edad la recibió. Ésta vestía unas ropas de tonos amarillentos, que claramente contrastaban con su tez oscura, pero acompañaban a su lindo cabello largo y liso en el mismo color.
—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarte, señorita?
La chica realizó una leve reverencia a modo de saludo —Buenas tardes —retiró la leve reverencia — venía porque me avisaron de que había un encargo para mi, soy Watasashi Aiko.
La mujer revisó por un instante los numerosos papeles que había sobre su escritorio —Un momento, por favor y siguió buscando hasta encontrar lo que parecía estar buscando. Lo remarcó un par de veces con el índice, quizás haciendo una nota mental de lo que debía contener —Aquí está.
»Pero me temo que debes esperar un poco, éste encargo no es un encargo habitual para un genin. En ésta misión se te ha asignado como parte de un equipo, un chunin y tu sois los participantes. Seguro que no demora demasiado, aguarda un momento ahí sentada si lo deseas.
La mujer señaló unos sillones que habían a un costado de la sala, y volvió a su trabajo.
—Entiendo.
Sin mucho mas que decir, la pelirroja tomaría asiento, y cruzada de piernas, terminaría por recostarse en el sillón como si estuviese en su propias casa. Eso si, no podía dejar de pensar en el porqué le habían asignado una misión en conjunto a un chunin, no acostumbraba a eso... era bastante independiente.
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Como un día normal en Amegakure, llovía, en mayor o menor medida pero llovía de todas formas. Sumado a eso, era un día frío, de considerable frío, y más aún en un lugar donde el sol brillaba pocas veces.
Manase Mogura recorría las calles con un paraguas en su mano, con este se cubría de las gotas heladas de agua. No era tan fanático de la bendición de Amenokami como el grueso de la población. En su abrigo de cuero que le protegía del clima se podía apreciar una suerte de medalla plateada con el kanji de Medio grabado en ella. Esto y su chaleco eran las pruebas vivas de que el joven médico era un Chuunin.
Las puertas del edificio se abrirían y por el portal ingresaría el shinobi, cerraría entonces su paraguas y lo depositaría en el receptáculo destinado a tal fin. Casi al instante se llevaría una mano hasta la cabeza y se acomodaría el peinado, aunque no fuese necesario.
Sin intenciones de perder tiempo alguno, se acercó hasta el lugar donde se encontraba la mujer de recepción.
—Buenos días.
Saludó con su tono de siempre y acompañando sus palabras de una formal reverencia, la vez anterior le habían recordado, quería creer que es vez tambien pasaría lo mismo.
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4/01/2018, 23:51
(Última modificación: 4/01/2018, 23:52 por Aiko.)
Al abrirse las puertas de la sala, la chica ladeó la cabeza en un gesto que hasta se veía incómodo. Aunque, no era del todo incómodo, casi era un gesto acorde a la compostura que mantenía. Sus ojos se clavaron en el que recién ingresaba, un chico que realmente se le hacía familiar. Arqueó una ceja, incrédula ante la burla que le hacía el destino.
«¿En serio? ¿NO HABÍA OTRO? ¿EN SERIO?»
Su mirada no fue la única que se hincó en el cuerpo del superior, la señora que aguardaba tras el mostrador también acompañó la acción. Sin embargo, ésta no pensaba de igual manera. El chico se adelantó hasta la posición de ésta última, dejando tras de sí su estúpido paraguas. Realizó una reverencia de lo mas formal, mucho mas de lo que la chica previamente había apremiado, y saludó a la señora.
— Buenos días, es usted Manase-san, ¿verdad? —con una pregunta que no concertaba una respuesta, la mujer adelantó las formalidades para darle un pergamino, el pergamino que previamente había seleccionado para Aiko.
La chica miró de nuevo hacia ambos laterales, buscando que hubiese otro chuunin, pero sus efímeros deseos no se vieron realizados por ningún tipo de Deidad fugaz. Pudo cagarse en todas las supuestas Deidades existentes y por existir, pero habría sido una perdida de tiempo...
— Aquí tiene el pergamino referente a la misión que se le comentó, y ahí aguarda la kunoichi que ha sido asignada bajo su tutela para cumplir la tarea. Le deseo suerte en su cumplimiento.
La mujer, que había señalado a la pelirroja como genin partícipe en la misión, ya no tenía escapatoria. Su cara era todo un poema, lo había escuchado, y no podía escaquearse. Sin embargo, no movió un solo dedo, permaneció sentada como si la cosa no fuese con ella... aunque su rostro reflejaba que no quería afrontar la realidad.
Sin demora, la rubia continuó con sus tareas, aún le quedaba bastante trabajo. La cantidad de papeles y pergaminos sobre su mostrador daba eso a entender, así como su actitud centrada en eliminarlos, archivarlos y ordenarlos. No necesariamente en ese orden.
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La mujer no tenía ganas de regalarle ni un segundo más de su tiempo a Mogura, más allá del necesario. Aún así, tuvo la delicadeza de cerciorarse de que estaba hablando con la persona adecuada. Cuando consultaron por su nombre, el médico se limitó simplemente a asentir con un leve gesto de su cabeza.
El chuunin se hizo con el pergamino pero no lo abrió al instante, pues la encargada seguía hablando con él. La misión que se encontraba descrita en el interior de aquel documento era algo que ya se le había comentado, con esa idea en cuenta, el shinobi había precisado que se le asignara un compañero. Simplemente porque no podía curar un animal salvaje hasta matarlo.
Y la suerte de alguna manera le había sonreído.
Con una rápida mirada con el rabillo del ojo constató de que la identidad de su colega era nada más ni nada menos que la Inmortal de Amegakure, Watasashi Aiko.
—Entendido, gracias.
Dijo acompañando nuevamente sus palabras de una reverencia, le dedicó entonces una mirada al pergamino, puntualmente al lugar donde debía llevarse a cabo el encargo.
«Yachi.»
Un lugar situado casi en los limites de Arashi-no-kuni, llegar hasta allá significaría unos días de viaje, pero quizás se podría llegar a acortar la distancia si evitaban rodear las llanuras.
—¿Contamos con la autorización de Arashikage-sama para pasar por el Túnel?
Consultaría el médico mientras cerraba el pergamino y lo guardaba en su chaleco.
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El chuunin, tras tomar el pergamino y leerlo, preguntó sin demora si estaban autorizados a pasar por el túnel. Se trataba de un complejo pasillo con una cinta que circulaba continuamente desde un punto cercano relativamente de la aldea, hasta casi llegar a Yachi. Pero su uso estaba limitado exclusivamente a ninjas de Amegakure o alguno que otro, previa autorización de la Arashikage. Sin embargo, no todos conocían de éste sistema.
La mujer asintió, dando rienda suelta al médico a usar el túnel para llegar lo antes posible hasta el objetivo —Así es, tienen permiso para usarlo. Tan solo muestren el pergamino al llegar a la entrada, será suficiente.
La pelirroja entre tanto dejó caer un suspiro, cosa que quizás el médico no escuchase al estar en otros asuntos. Sin mas, se levantó de su sitio, su cómodo sitio, y se acercó levemente hacia su superior. En su rostro claramente se reflejaba su incomodidad, e incluso su falta de conformidad. Pero...
Sin mas, realizó una pequeña reverencia, a modo de saludo —Buenos días, me presentaría de nuevo... pero ya me conoce usted, ¿verdad? ¿cual era su nombre? ¿Magane Monura?
Ciertamente recordaba casi su nombre, aunque quizás una letra se le deslizaba mas allá. Fuere como fuere, al menos intentaba ser cordial, no le quedaba otra. Por mucho que le hubiese fastidiado su actitud en la anterior ocasión, con ella no había tenido la misma actitud que con el otro chico... quizás debía hasta darle una oportunidad.
En fin, solo el tiempo lo diría. Quisiera o no, lo tendría que aguantar de buena o mala gana hasta el final de la misma.
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La dupla tenía luz verde para hacer uso del Túnel, lo cual era un alivio enorme. De no haber tenido acceso a usarlo, tendrían que rodear la totalidad de la Llanura, y eso hubiese sido una perdida de tiempo astronómica.
—Bien, procederé a retirarme.
Contestó para luego darse la vuelta y hacer un par de pasos. Sería entonces cuando vería a la fémina acercarsele, Mogura detuvo sus pasos en cuanto la notó acercarse. Sin mas, y pese a toda posible sospecha, la kunoichi se limitó a realizar una reverencia y decir unas palabras
—Buenos días, me presentaría de nuevo... pero ya me conoce usted, ¿verdad? ¿cual era su nombre? ¿Magane Monura?
No todo estaba tan perdido con esa mujer, al menos tenía una remota idea de lo que eran las formas. Aunque su memoria... esa maldita memoria... Siempre atentaba contra la paciencia del médico.
—Buenos días, Watasashi Aiko.
Saludó para luego llevarse una mano hasta la cabeza y arreglarse el cabello, aunque no fuese necesario.
—Manase Mogura es mi nombre. Evita olvidarlo, por favor.
Corregiría entonces a su subordinada acompañando sus palabras con una petición, si bien su tono era tan serio como siempre, había cierta amabilidad en su forma de decir aquello último. Tenía que trabajar con la mujer y lo último que necesitaba es que estuviese molesta o en alguna clase de mal humor.
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5/01/2018, 17:17
(Última modificación: 5/01/2018, 17:17 por Aiko.)
Tal y como la chica sospechaba, aunque previamente sabía que él ya la conocía, éste la llamó por su nombre completo en el saludo. Al igual que había hecho un par de veces ya, terminó por recolocarse el pelo en alguna especie de manía suya. Tras ello, corrigió su nombre, y pidió con amabilidad a la chica que no lo olvidase. Parecía que ya se lo hubiese dicho una quincena de veces, y posiblemente así era. Pero lo de su memoria, eso era algo contra lo que no podía luchar, por mucho que ella así lo quisiese...
—Lo intentaré, pero no puedo prometerte nada. Es algo que no puedo evitar demasiado, por mas que me disguste...
La chica terminó por encogerse de brazos. A su ver, dejar de perder la memoria era casi tan difícil como que le bajasen la luna. No era algo que jamás le hubiesen prometido, y aún así era imposible. Ella y todos lo sabían, pero dicen que lo que cuenta es la intención.
—Bueno, yo estoy lista, podemos partir cuando esté listo.
»Por cierto, ¿para qué requieren de mi en ésta misión? Normalmente me encomiendan misiones en solitario...
Mas curiosa que un gato, no podía dejar de lado la interrogante.
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Como siempre hacía, la kunoichi se excusaba con la verdad, no dependía en última instancia a quien recordaba o mejor dicho a quien olvidaba. Poco podía hacer el médico en ese momento igualmente, así que solo le quedaba aceptar la realidad de las cosas.
Mogura terminó por aceptar la educada forma de decir No por parte de Aiko.
Seguidamente la mujer diría que estaba lista y que podían partir en cuanto él estuviese listo. El médico por su parte no podía decir que estaba preparado para salir en ese preciso instante, al menos no en las condiciones que él quería.
Antes de que pudiese tener una oportunidad a contestar, la Inmortal arrojaría una pregunta sobre la mesa, consultando por qué se le había asignado esa misión.
—Se me asignó esta misión de dar caza a un animal que está causando problemas.
Dijo para luego echar mano al pergamino y dejarlo a disposición de la pelirroja, para que pudiese leerlo.
—Solicité la asistencia de un compañero para poder realizar este trabajo de manera eficiente.
Después de todo, un médico contra un animal salvaje no era el escenario más sensato del mundo, Amegakure tenía más recursos que eso y él lo sabía.
—Posees habilidades que yo no, y para esta tarea serán necesarias.
Determinó finalmente, Mogura era consciente de que su rango era mayor pero aun así no era precisamente más fuerte que la genin.
Una vez la fémina hubiese retornado el pergamino, el chuunin daría una indicación.
—Nos encontraremos en la entrada de la aldea en una hora, debemos darnos prisa para llegar a Yachi antes de que el día termine.
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5/01/2018, 18:06
(Última modificación: 5/01/2018, 18:06 por Aiko.)
Tras la pregunta de la chica, el chuunin desveló que había sido petición suya el ser acompañado en una misión que trataba de dar caza a un animal que estaba provocando problemas. Entre tanto, le entregó el pergamino, para que ella misma pudiese verlo. La pelirroja tomó el susodicho pergamino, lo abrió y comenzó a leer. Mogura comentó que ella tenía habilidades que el no poseía, y serían necesarias para la tarea. Podía referirse a su inmortalidad, a su capacidad de rastreo, o incluso a su técnica para atrapar a un objetivo con papeles; a saber a qué habilidades se refería. Leído el pergamino, la chica terminó por devolvérselo.
—Entiendo.
Una vez el chico tuvo el pergmino en sus manos, instó en que se encontrasen de nuevo pasada una hora en la puerta de la aldea. Así mismo, informó que su intención era llegar a Yachi antes de que el día acabase. La simple idea de pensar en cruzar toda esa distancia antes de que acabase el día le pareció absurda, ilógica.
—Vamos a llegar muertos, ¿no? Hay un buen tramo hasta Yachi...
Pero bueno, él era el superior, había de saber lo que hacía. Total, en un caso extremo podía deshacerse en mariposas y apostarse sobre el chuunin, si es que tan rápido corría y tanta resistencia lo caracterizaba. Igual ya pensaría en eso mas tarde, ahora había de tomar un buen plato de ramen. Cenaría ahora, en pos de tener el estómago lleno antes de comenzar el viaje.
—Bueno, igual... nos vemos luego en la entrada —apresuró a decir —hasta luego.
Con parsimonia, la chica comenzaría a tomar rumbo hacia una tienda de ramen que tenía cerca de casa, una que casi se le hacía familiar.
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Aiko se temía que el dúo iba a llegar en un estado no muy adecuado, muertos en sus propias palabras. Graciosa elección de palabras, ella no podía morir y él no tenía intención alguna de hacerlo.
Era importante llegar a Yachi con las últimas luces del día, de forma tal que después de un descanso pudiesen iniciar a trabajar, a primer hora.
—Hasta luego, Watasashi Aiko.
La kunoichi se despidió por el momento y se dirigió en una dirección que solo ella conocía, Mogura correspondió la despedida e hizo lo suyo también.
Sin intenciones de perder tiempo, se apresuró hasta su hogar para recoger un morral con un montón de elementos útiles para el camino, como un mapa, brújula y, por supuesto, comida. Aunque esta última estaría sellada en un pergamino celosamente guardado en su chaleco. Ya que al estar fuera de la aldea, esa comida era tan esencial como una espada bien afilada.
Al cabo de una hora, ni un minuto más ni un menos. El chuunin se presentaría en la entrada de la aldea.
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Para cuando la pelirroja se despidió, el chico hizo de igual manera. Cada uno tomó rumbo a sus asuntos, y si bien ella no sabía qué haría el, lo mismo pasaba a la contraria. Pero ese no era asunto que le cundiese mucha importancia a la de cabellera rojiza. Tal y como tenía planteado, acudió a la tienda de ramen, y comió con tranquilidad. Le sobró tiempo, un tiempo que aprovechó bebiendo con tranquilidad una cerveza sentada en una terraza.
Disfrutó de la lluvia por un rato mas, dejando que ésta la mojase como desde hacía rato. Disfrutaba de dos grandes placeres, el agua que la bendecía, y la cerveza que la serenaba. Hasta que llegase el límite de hora fijado, esas eran sus únicas dos compañeras de andanza. Por suerte supo controlarse, y tan solo se tomó una cerveza.
Quizás habría estado mal presentarse pedo en la puerta de la aldea.
Fuese como fuese, terminó por presentarse justo en el plazo fijado; una hora desde la despedida. Cuando llegó, encontró que el chico había tomado un morral. Bien la chica podía haber hecho lo mismo, pero no... supo invertir su tiempo de mejor manera, al menos a su parecer.
Caminó hasta situarse apenas a un par de metros de Mogura —Yachi nos espera.
Habían mil y una formas de decir que podían partir mucho mas educadas, pero ella era... ella.
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