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—¡N... no era mi intención insinuar que la gran Amegakure no le está prestando la suficiente atención al asunto! —volvió a balbucear, aunque estaba claro que mentía. No había habido ni un solo minuto que no hubiese culpado de todas aquellas desapariciones, y sobre todo de la muerte de su hijo, a unos ninjas de Amegakure que hasta el momento no se habían dignado a aparecer—. [sub=cornflowerblue]Espero que tengas razón, muchacho... Espero que tengas razón. Ningún padre debería enterrar a sus hijos, eso va en contra de la vida misma[/color] —suspiró con profundo pesar. E hizo una pequeña pausa para pensar sobre la última pregunta que le había hecho Roga—. Te recomiendo que empieces por la taberna de la plaza. Si hay algo que deba saberse, desde luego no habrá pasado desapercibido a los oídos de ese viejo entrometido. No sé cómo lo hace para enterarse siempre de los últimos chismorreos.
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15/07/2019, 17:10
(Última modificación: 15/07/2019, 20:08 por King Roga. Editado 4 veces en total.
Razón: Un chingo de errores :'v
)
Aquella forma nerviosa de negar las cosas, sólo confirmaba lo que el Yotsuki pensaba. Sin embargo, no podía sentirse molesto con aquel tipo.
Se le había enseñado a que un shinobi debía siempre actuar con cabeza fría y pensando únicamente con la lógica, pero no podía reprimir la pasión que le caracterizaba, por que no sería él mismo si lo hiciese. Al contrario, aquello era lo que más le motivaba a seguir esforzándose en su objetivo. Escuchó por ello, las palabras de aquel hombre que se sinceró, aunque de todas formas se resistía a mostrarse débil ante el muchacho. No podía imaginarse la rabia y la impotencia que el sujeto se estaba guardando.
Fue así, que el de cabellos tricolor se giró, apartando su mirada del tipo. Se quedó de espaldas, asimilando la información recién recibida sin que el hombre le viese más que la espalda.
—Le agradezco por su colaboración, caballero. La información que me ha brindado será de gran ayuda— no volteó a verle más. —Tenga la certeza usted, de que se va a llegar al fondo de ese caso. Se lo afirmo, porque soy yo el que está a cargo.— pronunció aquello con toda la confianza del mundo. —Haré lo posible no sólo por esclarecer los hechos, sino para dignificar a las víctimas, y para que no haya más personas que deban huir por el miedo. Muchas gracias de nuevo, he de marcharme— Nuevamente echó a andar, retomando su camino al norte. —Por cierto, entiendo que esté frustrado, pero téngale algo más de consideración al pobre caballo, que tampoco tiene que pagar los platos rotos. Adiós —. Sentenció para largarse de ahí.
Tras aquella nueva revelación, el cachorro de lobo estaba mucho más decidido a finiquitar el asunto. Aunque no fuese una misión, lo haría sin que lo pagaran. Creía que teniendo el poder para hacerlo, era una responsabilidad con la que ahora cargaba en la espalda. Otrora hubiese sacado muchas conjeturas; que si un asesino serial, que si una bestia salvaje. Pero ahora su escepticismo se enfocaba de forma diferente, pues no todo era tan simple cómo podía parecer. "Cómo dijo Amedama, no sabré que me espera hasta que lo encuentre." sonrió mientras continuaba con su viaje.
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Roga terminó por girarse con unas últimas palabras cargadas de honor y responsabilidad. Roga, sabiéndolo o no, se acababa de echar sobre los hombros todo el peso de aquella misión, con todas las responsabilidades que eso conllevaba. El conductor del carromato, por su parte, se limitó a torcer el gesto y devolver la mirada hacia delante.
—Espero que tengas razón, muchacho. Espero que tengas razón —musitó. Era demasiado tarde para su hijo, eso estaba claro, pero si había una mínima posibilidad de salvar al resto de Yukio...
Con una última despedida, los dos hombres separaron sus caminos: el conductor hacia el sur, Roga hacia el norte.
Si el shinobi seguía el plan que tenía en mente, el shinobi unas pocas horas más en llegar a Shinogi-to. Desde ahí, y tras descansar un poco, otras horas más hasta que llegó a un pequeño pueblo sin nombre en mitad de los Campos de la Tormenta. Allí pudo pernoctar y llenarse el estómago con unas pocas monedas y al fin, hacia la mitad del día siguiente, las llanuras de hierba fueron cubriéndose poco a poco por una manta blanca y la temperatura comenzó a descender de forma brusca. A lo lejos, una silueta oscura comenzaba a dibujarse en el horizonte, pero un río de aguas grisáceas se interponía entre él y su destino. Afortunadamente, un puente de piedra se alzaba sobre él, comunicando con la otra orilla del mismo. Yukio estaba cerca.
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En cuanto sintió la temperatura bajar, supo entonces que alcanzó el tan ansiado norte. "¡Nieve!" Era la primera vez que la veía de cerca, pero no tenía tiempo para ponerse a jugar con ella, al menos no por ahora. "Creo que nunca me he alegrado tanto de que mamá sea una loca preocupada." Inmediatamente tuvo que ajustarse la ropa para poder seguir avanzando, incluso con las gafas. "Mierda, que voy a terminar con toda la cara tapada con la bufanda." No iba a poder lucir su sonrisa con todo el esplendor que le gustaría.
En la lejanía había unas extrañas sombras, que esperaba fuesen las siluetas de los edificios. "Al fin, pensé que este viaje nunca iba a acabarse." Aunque aquello sólo marcaría el inicio de lo importante.
Llegó entonces a un helado río, surcado de lado a lado por un puente de roca tallada que supuso era uno de los accesos que delimitaban el inicio del terreno de Yukio. Es así, que se aventuró a cruzarlo mientras la blanca alfombra que ahora cubría el suelo le daba una helada bienvenida a la tierra donde la paz de sus habitantes se había esfumado. "Espero que los ciudadanos no sean todos unos amargados cómo el viejo ese. Huh. Me pondrán las cosas difíciles si debo andar lidiando con críticas sobre mi edad." Recordaba además que la petición había sido grupal, pues en el pergamino no se especificaba que nadie se hiciera responsable de solicitar la misión con nombre escrito.
Si nada más le retenía, se detendría poco antes de adentrarse totalmente en el pueblo, oteando la zona con curiosidad.
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Era una suerte que Roga hubiese tomado la iniciativa de coger ropa de abrigo, o en aquellos instantes lo estaría pasando realmente mal. La temperatura en Amegakure solía ser fresca por la ausencia de sol y las constantes lluvias, pero en Yukio descendía bruscamente y las nieves eran testigo directo de ello. Y eso que aún no había llegado el invierno y la Reina de las Nieves no había desplegado todo su poder.
Tras cruzar el puente, Roga se encontró con un cartel tallado en madera que rezaba "Yukio" en letras grabadas y que le daba la bienvenida a su destino. La primera línea de casas se abría ante él: casas de dos pisos como máximo, rodeadas por vallas y construidas al más puro estilo tradicional y con tejados a dos aguas para evitar la acumulación de nieve sobre ellos. Las farolas, apagadas a aquella hora del día, acompañaban el camino en cada una de las calles que se abría entre las casas. Desde su posición, a la entrada de la ciudad, no pudo ver ni un alma.
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"¿DÓNDE VERGA ESTÁ TODO MUNDO?" Ahí en la ciudad, pese a ser el medio día, parecía más un pueblo fantasma abandonado de la mano de Amenokami que una urbe habitable. Frío y solitario, en la forma más estricta de las palabras. "En estos momentos es cuando debería decir que me da mala espina, pero espero que no sea nada grave. Aunque bueno, no los culpo. Con esto de las desapariciones y del deben estar más que aterrados. Sólo espero que no sea demasiado tarde." Negó con la cabeza.
Su prioridad era encontrar la taberna, donde además de recabar información podría averiguar de algún hostal para poder alojarse en su estadía, ya que dudaba de obtener resultados en una sola noche. De por sí, estaba fatigado por el trayecto y tenía hambre. "Aunque quizá cause problemas que entre a un sitio así siendo menor de edad. Esta gente no respeta la placa." Para muestra lo ocurrido el día anterior.
Entonces el foco imaginario se prendió. Aprovechando que no veía moros en la costa, realizó una cadena simple de sellos que desató una pequeña nube de humo. Revelando luego una imagen muy idealista del propio genin. "OH YEAH DARLING" Era -según él- una versión adulta de sí mismo. Aparentaba unos veintiún años, con su cabellera multicolor llegando hasta los hombros. Sus ojos ahora eran mucho más afiliados, sin perder su brillo y audacia. Su mentón era fuerte y masculino, además de que se veía atlético aunque no tan alto, sin pasar del metro setenta y dos.
—Me van a escuchar quieran o no—. Pensó en voz alta, siendo que su voz pasó de infantil a juvenil.
Lucía cómo si portara un gran abrigo invernal marrón con detalle de felpa blanco en cuello y capucha. De las mangas colgaban tiras de tela y el pantalón negro también con detalle de felpa en tobillos. Llevaba botas gruesas, mientras sus gafas iban en su frente, aunque bajo el disfraz si las llevaba puestas.
Así, se adentró en la gélida Yukio, buscando algún letrero en especial que le indicase el sitio de la taberna, o quizás a alguna alma en pena que se atreviese a vagar por ahí.
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29/07/2019, 22:53
(Última modificación: 29/07/2019, 22:56 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Una idea cruzó la mente de Roga, quien aprovechó que no parecía haber nadie a su alrededor para ejecutar su plan. Se transformó en una versión más adulta de sí mismo: aparentaba unos veinte años, su cabellera tricolor ya alcanzaba sus hombros, su mirada era más afilada e intensa y su mentón más fuerte. Incluso sus ropas se habían vuelto incluso más... estrafalarias si cabía.
Evidentemente satisfecho consigo mismo, Roga se adentró en la gélida Yukio en búsqueda de aquella dichosa taberna. Aunque apenas se había adentrado en el primer callejón cuando escuchó una voz que provenía del final del mismo.
—¡¡AAAAAAAAAAAHHHH!!
Un niño pequeño, que no debía sobrepasar ni siquiera los diez años de edad, se abalanzó sobre él con fiereza, palo de madera en mano, con toda la intención de golpearle con él en las piernas, la primera zona de su cuerpo a la que tenía alcance.
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Tenía su plan de acción armado, aunque cómo era de esperarse, las cosas no iban a ser tan sencillas. "¿Y ahora qué?" Entrecerró los ojos y trató de encontrar la fuente de un repentino y agudo grito de guerra, sólo para divisar luego a un mocoso armado con un rústico intento de garrote, arremetiendo contra él de forma burda. "Oh really?" Hizo una mueca. Fuese niño o no, estaba queriendo agredirle. Además, calculaba que no había una diferencia de más de tres años entre ellos, por lo que poco iba a importarle ponerse al tiro de aquel enclenque descerebrado.
Cuando su atacante ya estaba cerca de atinarle en sus extremidades inferiores, giraría la mitad de su cuerpo a la derecha en el último segundo para esquivarlo, para luego meterle una veloz zancadilla con el pie diestro en el tobillo con toda la intención de que el chico se diese de cara al suelo.
—¿¡Oeh y a ti que demonios te pasa!?— Diría mientras se cruzaba de brazos. —¿Nunca te enseñaron que atacar a transeúntes desconocidos por la calle es de mala educación?— Lo último que necesitaba era tener que lidiar con un niñato envalentonado. Si bien pudo intentar inmovilizarlo con una llave y arrebatarle el palo, no quería que se diera lugar a malinterpretaciones luego si debía rendir cuentas con los padres. Era mejor dejarlo darse de bruces con la realidad y llevarlo de la forma más defensiva posible.
"No me agrada. ¿Por qué este niño está sólo en la calle mientras el resto de sus habitantes se esconden?" Esa clase de incongruencias no las pasaba por alto.
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Un niño no era ninguna amenaza para un shinobi entrenado, como era Roga, que se giró a tiempo de que el palo le golpeara en las piernas. Con una rápida zancadilla, el pobre chiquillo sólo pudo soltar una exclamación de sorpresa antes de dar de bruces contra el suelo.
—N... ¡No vas a engañarme! —replicó el niño, con lágrimas en los ojos pero luchando valientemente por no romper a llorar allí mismo. Se levantó sobre sus piernecitas y volvió a apuntarle con aquella rudimentaria arma que debía haber tomado del mismo suelo—. ¡S... Sé quién eres, monstruo! Y... ¡Y no dejaré que te lleves a nadie más! ¡Salvaré a mi familia y a mi pueblo! ¡MUERE! —gritó, volviendo a arremeter contra él, virote en ristre hacia su cintura.
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2/08/2019, 22:41
(Última modificación: 2/08/2019, 22:58 por King Roga. Editado 1 vez en total.)
El Yotsuki frunció el ceño ante las palabras del chico, sin perder la postura. "¿Este insensato cree que yo soy el responsable de los crímenes? ¿Cómo demonios fue qué llegó a esa conclusión?" Además, era sorprendente que a su corta edad, intentase por su propia cuenta tomar justicia. Pero, por otro lado, entendía las motivaciones que tenía el pequeño niño y por eso mismo debía actuar aún más precavido. Valeroso, por su ideal de proteger a su gente. Patético, por la ingenuidad de creer que podía hacer algo al respecto. "No quiero lastimarlo, la puta madre." Pero no lo estaba dando muchas opciones, ya que cargó contra él como si quisiera clavarle el bendito palo.
—Yo no soy el villano que estás buscando...— Repetiría la misma acción que la vez anterior, girando la mitad del cuerpo a la derecha en el último segundo para que se fuera de largo. La diferencia sería, que su mano diestra formaría una garra que buscaría rápidamente la muñeca del chiquillo para apresarlo con toda la fuerza posible. Si lo conseguía, procedería a darle un zape en la nuca para intentar escarmentarlo. —He venido a ayudar a este pueblo. ¡Estamos en el mismo bando! Tranquilízate de una vez por todas, por favor— le diría a ser posible.
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Fuera por su confianza o fuera por un momento de distracción, en aquella ocasión Roga esquivó por los pelos el segundo golpe y el palo apenas rozó sus ropajes. Aún así, cuando intentó agarrar al chiquillo por la muñeca, lo único que consiguió fue llevarse un buen mordisco en la mano (5 PV) que le hizo perder la concentración y...
¡¡PuUfF!!
— ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAaaaaaaaaaaaaaaa!!! —el alarido del chiquillo se perdió en la distancia cuando una nube de humo envolvió el cuerpo del shinobi, devolviéndole a su apariencia natural.
Después, el silencio y la soledad.
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Fue algo imprevisto, pues aparentemente el niño no iba a ceder tan fácilmente e iba a defenderse con uñas y dientes en el sentido más literal de la expresión. Porque en efecto, cuando el Yotsuki intentó atraparlo este le dió un mordisco en los dedos que tomó desprevenido al genin de la lluvia y mandó al diablo su transformación.
—¡Pinche enano!— Maldijo ya cuando hubiese recuperado su tamaño original.
Sin embargo, el infante de pronto gritó de terror y desapareció de su vista cómo alma que lleva el diablo."Puta madre. Que mis planes se han ido al traste por un enano aún más enano que yo. Seguro les irá con el chisme a sus padres y de ahí a los demás pobladores y ya no tendrá mucho sentido que siga con mi disfraz. Mierda, además, si va a decirle a medio mundo que yo soy el responsable de los crímenes se hará reverendo teléfono descompuesto." Suspiró pesadamente. "Mejor me apresuro a llegar a la dichosa taberna esa... Y quizá pueda calmar las cosas antes que se agrave la situación." Se dio un par de palmadas en los cachetes.
De inmediato echaría no a andar sino a correr fuera del callejón, buscando el sitio en cuestión o alguna otra persona que ojalá y tuviese algo más de sentido común. No tenía intenciones de perseguir al niño, tenía sus prioridades claras.
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Habiéndose ido su disfraz al traste, Roga se apresuró a salir del callejón a todo correr. Fue entonces cuando se vio en una plaza de suelos adoquinados con un árbol gigantesco en su centro, y varios edificios rodeando la circunferencia entre los cinco callejones (similares al que había cruzado el shinobi) que llevaban hasta allí desde diferentes partes de la ciudad, entre ellos algunas tiendas que vendían diferentes artilugios e incluso ropa de invierno, otros tantos hogares, e incluso una posada.
Roga vio con total claridad cómo el chiquillo se adentraba a todo correr en la posada y cerraba la puerta tras de sí con un sonoro portazo. El edificio tenía de dos pisos de altura y el letrero de madera, rematado con remaches de hierro, casi cubierto por la nieve rezaba como "Taberna Carámbano".
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En condiciones normales se hubiese detenido a otear el sitio con curiosidad, pero ahora mismo no estaba de humor. Más aún, cuando divisó al chiquillo adentrarse en el anhelado sitio que tanto había buscado con vehemencia. "Oh no puede ser posible. ¿Porqué mierda tenía que ir justamente a la taberna?" Suspiró dejando que su aliento de convirtiese en un vaho gélido. "Todo hoy ha ido terriblemente mal... Relájate y anda, lobo." Negó con la cabeza y caminó sin prisa ni pausa hasta plantarse frente a la entrada, tocando unas tres veces para ver si le abrían.
—Buenas tardes...— diría algo fuerte para que le escuchasen desde el otro lado.
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Roga llamó tres veces a la puerta del Carámbano y se adentró sin más miramientos. Le recibió un agudo chillido de un chiquillo y, de repente, se vio rodeado por al menos una decena de filos y objetos rudimentarios, entre los que se contaban varios cuchillos y tenedores, jarras de vidrio, botellas e incluso alguna antorcha que alguien había descolgado de una pared.
Sin embargo, como si alguien hubiese congelado el tiempo, nadie en la posada movió un músculo.
—¡Es él! ¡Es el monstruo! —gritaba el niño, abrazado a las piernas del que parecía ser el dueño de la taberna: un hombre rollizo y de cabellos castaños que vestía un clásico uniforme de camarero ya ensuciado.
Los parroquianos miraron al chiquillo y luego se dirigieron, absolutamente confundidos, hacia el shinobi de Amegakure. Y aún así, ninguno de ellos bajó las armas.
—¿Este? Pero si no es más que un chaval...
—¿Quién eres, muchacho? —habló el tabernero, con voz grave y ligeramente rota.
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