Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
8/10/2019, 21:03 (Última modificación: 8/10/2019, 22:02 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.)
Permítanme hacer una pausa en esta historia para retroceder varias horas atrás, a la habitación de un noble palacio donde ocurrió un suceso trágico. Pues a veces, las historias de los que dejamos atrás son también importantes.
Aquél misterioso hombre que apuñaló a Yota consideró su vida un fracaso, pero ninguna vida está condenada al fracaso mientras quien la posee se aferra a ella. A veces, ocurren los milagros. Y aquella noche ocurrió un milagro. Retrocedamos pues a donde dejamos a nuestro querido amigo y vecino arácnido. Imagináos el momento. Aquella sombra sin nombre apuñalándolo, una y otra vez. Abriendo la ventana. Arrojándolo al vacío.
Bien. ¿Ya están? Vamos allá.
Yota, malherido y sangrante, perdió la consciencia. Su cuerpo cayó al tejado, y se deslizó lentamente hasta el borde del siguiente piso. Rodó en el aire, pero la fortuna dictó que su tan colorida indumentaria, a la que acababan de insultar y despreciar, se enganchase en la rama de uno de los frondosos árboles de Tane-Shigai.
Dicen que los milagros no existen. En realidad, los milagros sólo son un cúmulo de circunstancias, que se alinean y revierten una tragedia que normalmente sería inevitable. En ese preciso instante, esas circunstancias se habían alineado en torno a Yota.
Lo del árbol había sido un golpe de suerte. Lo de la piscina del Señor Feudal justo debajo de él ya era escandaloso. Así que cuando la rama rajó su camiseta, él se sumergió en el agua.
Un perro negro aulló desde la terraza-jardín. Ladró a la mancha de sangre que se extendía en el agua. Y se lanzó presto a ayudarle. A pesar de la manía que el can había demostrado tenerle, al final, supongamos que el Señor Feudal tenía razón, y que Yomi era un buen perro.
Un muy buen perro que aquél día le salvó la vida a un genin. O quizás aquél perro representaba al propio infierno, honroso a su nombre. Y todavía no había aceptado a Yota.
—¿¡Qué pasa, Yomi-chan!? ¿Hay alguien a...? ¡Oh, dioses! ¡AYUDA, AYUDA! ¡UN MÉDICO, QUE VENGA UN MÉDICO!
· · ·
Por supuesto, milagro de por medio o sin milagro de por medio, cuando te daban cinco puñaladas estabas más del otro barrio que del tuyo. Eso mantuvo al muchacho sin consciencia hasta prácticamente el amanecer del día después. Y tal era la cantidad de calmantes que llevaba encima que cuando despertó, con todo el abdomen vendado y enganchado a un gotero, apenas podía moverse. Era casi peor que el veneno de aquél cabrón.
Una mirada amable le sonrió. Era un médico del palacio, uno de los que ya le había tratado cuando llegó, un par de días antes, mordido por el propio Yomi.
—¡Shinobi-san! Al fin has despertado. Te recomendaría que no te movieras mucho. Tienes las heridas en muy mal estado todavía. ¿Puedes decirme cuántos dedos ves? —El hombre le mostró tres dedos extendidos.
A partir de ahora, sólo postea Yota. Hasta nuevo aviso.
;D
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En cualquier película, en cualquier situación real, en cualquier... mente realista tras recibir todas aquellas puñaladas y ser arrojado al vacío, el desenlace hubiera sido el mismo. Una muerte segura e inevitable. Recordaba vagamente la difusa imagen de ese hijo de la gran puta, recordaba cómo trató de hacernos entender que éramos escoria shinobi y, aunque desconocíamos los motivos que le impulsaban, no hacía falta ser un avispado para hacerse una idea. Los Generales tenían que esta detrás de todo aquello.
No recuerdo como fue el impacto, ni siquiera soy capaz de recordar sis e produjo o no... La única certeza tangible es que había fracasado de manera estrepitosa en las dos misiones que estaba llevando a cabo. La que me había llevado hasta el palacio de Tane-Shigai y la de proteger al jinchuriki de mi puta aldea.
Pero desperté.
Se hizo la luz y, nunca mejor dicho. Me encontraba rodeado de blanco, casi todo era blanco pero todo dolía como mil demonios y no dolía a la vez. Estaba vivo para que pudiera apreciar la furia de Kusagakure sobre mi cabeza de gennin inútil.
«Joder, es que... ¿a quién en su sano juicio se le ocurriría encomendarme la guardia de un jinchuriki?»
Por fortuna o por desgracia no se trataba de un simple jinchuriki, sino de mi amigo, aquel que haces cuando eres pequeño y con el que lo compartes todo, ese que siempre está ahí y todavía me jodía más el hecho de que los últimos días producto de un berrinche no habíamos hecho más que discutir. Y ahora debía estar muerto. Por mi culpa. Debí darme cuenta de la trampa. Tenía...
—¡Shinobi-san! Al fin has despertado. Te recomendaría que no te movieras mucho. Tienes las heridas en muy mal estado todavía. ¿Puedes decirme cuántos dedos ves? —
Parecía que aquel lugar era la enfermería y, aunque traté de incorporarme, me sentía imposibilitado para aquello.
— ¿Qué? dejate de contar deditos, joder. Necesito que avises a Yamauchi-dono. Es importante, tiene que venir hasta aquí
Yo mismo estaba flipando, en medio de todo aquello estaba siendo capaz de analizar un poco las cosas. Tal y como yo no había muerto, esperaba que Jurete estuviese ganando todo el tiempo posible y se mantuviese con vida sin descontrolarse. Si se había obrado el milagro para que yo estuviese vivo, ¿por qué no podía pasar lo mismo con Juro?
Una lagrima descendió por la mejilla, desembocando en la sabana de la camilla que rápidamente sequé.
El médico, nervioso, apartó la mano como si temiese que Yota fuera a cercenársela con algún tipo de técnica ninja. Se levantó sin mediar palabra, retiró el biombo y salió a trompicones por la puerta de la enfermería. Al cabo de un par de minutos, la señora Yamauchi apareció con rostro sombrío. Acercó una silla y la colocó al lado del genin.
—¿Qué ha pasado? Genin-san. Ten cuidado con lo que digas ahora si te cruzas con Gyou-sama. Está muy enfadado porque se ha quedado sin su torneo.
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El tipo no hice preguntas ni insistió en lo de los dedos, simplemente abandonó el lugar donde me tenían postrado y enchufado a varios goteros, los cuales hacían su labor como sedantes, de forma que me sentía como si estuviese en una especie de nube. Pero al rato vi a Yamauchi, denotando que el enfermero o el médico, o lo que fuese ese hombre, me hizo caso.
— Qué alegría volver a verla, Yamauchi-dono
—¿Qué ha pasado? Genin-san. Ten cuidado con lo que digas ahora si te cruzas con Gyou-sama. Está muy enfadado porque se ha quedado sin su torneo.
Sí, ya me suponía que debería estar hecho una furia. Para alguien que disfrutaba de todas las comodidades de ser un Daimyo y, básicamente, ser el dueño y señor de todo un país, debería resultar, como poco, frustrante que se colaran en tu propio castillo y te boicoteasen tu propia fiesta. Pero tampoco era plato de gusto para mí. Hubiese preferido tener que hacer aquel show estúpido que tener que vivir lo que nos tenía preparado el destino.
— Siento mucho todo lo que ha ocurrido, de veras. Nos atacaron en la habitación. A mí me apuñalaron y me arrojaron por la ventana, aunque no tengo recuerdos de lo que sucedió después, supongo que el golpe y la pérdida de sangre me dejaron inconsciente —relataba tratando de recordar lo que sucedió— Pero está claro que se han llevado a Juro. Y si mis cabalas no son erróneas se trata de una organización mundial muy peligrosa y la principal amenaza de Oonindo. Necesito contactar con el Morikage y por eso te necesito, Yamauchi-dono. Necesito que me ayudes a llegar a Kusagakure o que hagas venir al Morikage o... ¿existe algún tipo de comunicación instantánea con Kusagakure desde aquí?
Trataba de lanzar ideas como si me ardieran en la boca, escupiendolas de unen una a gran velocidad. El tiempo apremiaba. La vida de Juro corría peligro y con ello, Kurama podría estar a disposición de un bijuu más.
Lejos de allí, en una caverna entre cataratas, una enorme explosión levantó una gran polvareda e hizo arrastrar a un extraño hombre de cabello azul unos metros. Levantó su mirada, roja e iracunda, y la clavó en Ju...
—¡¡Chōmei!! ¿¡Qué significa esto!?
Juro tenía un aspecto casi monstruoso. Sujeto a cuatro patas, enarbolaba cinco colas y dos alas a la espalda, y observaba detrás de un yelmo de escarabajo a Kurama-Yubiwa con una sonrisa macabra.
—Se te ha acabado la suerte, Kurama —rio—. ¡Has pervertido las palabras de padre! ¡Y te propones a crear más guerra, más muerte, exactamente igual que los humanos!
»¡Acabaremos con tu patético ejército!
—¡¡CÓMO TE ATREVES!! —bramó Kurama. «¿Qué hacemos, señor? ¡No atiende a razones! ¡A este paso...!»—. Chōmei, por favor. Atiende a razones, Hermano. ¡Estamos destinados a gobernar!
Pero el control ya no era de Chōmei, sino de Juro.
«¿Recuerdas el Examen de Chuunin? ¿Recuerdas lo que hizo Kokuō, Juro-kun?»
«Dale fuerte. Sin piedad. ¡Bájale esos humos!»
· · ·
El rostro de Yamauchi iba palideciendo a medida que Yota iba explicándole lo que había sucedido en la habitación. Conforme terminaba de hablar, la mujer le enseñaba las palmas de las manos, pidiéndole un poco de respiro.
—Calma, calma, ya me he encargado de contactar con el Morikage —dijo—. Conté el incidente tal y como parecía haber ocurrido: fuisteis asaltados en la habitación. Encontramos tres vasos con té envenenado. Supongo que no era letal, o no estaríamos hablando.
»Caíste en la piscina de Gyou-sama. Yomi-kun te escuchó caer y ayudó al Señor Feudal a sacarte del agua a rastras. Al parecer no le caíste tan mal —sonrió.
Turno libre para vosotros dos de nuevo.
Felicidades, Juro. Tienes el favor completo del bijuu. Puedes rolearlo a voluntad, a partir de ahora te corresponde a ti su control. Confío en que, dada la actitud mostrada por Choumei hasta aquí, sepas llevarlo perfectamente sabiendo qué haría y qué no haría. Tienes mi beneplácito total.
Durante unos momentos, no supo qué estaba pasando. ¿Había regresado a su cuerpo? ¿Continuaba con el Bijuu? Hubo un fogonazo. Después, una gran humareda de polvo. Casi por casualidad, sintió como las esposas que antes le atenazaban se rompía. Su cuerpo se movía.
¿Era él quién estaba moviendo su cuerpo? No. Algo más ocurría.
« ¿Qué... es... esta sensación? » — De repente, había sido imbuido por un extraño poder que había recorrido todo su cuerpo, desde la cabeza hasta la punta de sus dedos. Su cuerpo había sido recubierto por una enorme masa de chakra verde y morada. Ya no caminaba a dos patas, sino a cuatro. Dos alas habían surgido de su espalda, revelándose contra la naturaleza de su humanidad. Cinco colas ondeaban a través del polvo y la ceniza. Su cabeza ahora estaba protegida por un yelmo de escarabajo.
El chakra puro saliendo de su cuerpo había destruido las cadenas que le ataban, igual que el suelo y sus alrededores, en una gran explosión. Yubiwa-Kurama había retrocedido unos metros, por la fuerza del impacto. Por su fuerza .
Ahora Juro no controlaba su cuerpo. Era el bijuu quien lo hacía. Chōmei .
Comprender esto no hizo que sintiera sintió miedo, ni asco. Era... incluso agradable. Como una fuente enorme de calor abrazando su cuerpo constantemente. Se sentía agobiado ante aquella nueva sensación, abrumado por un poder que nunca había creído posible tener. Pero también capaz. Mucho más capaz de lo que había sido nunca. Tenía el poder de una de las nueve criaturas más poderosas del mundo. Sentía que podía hacerlo. Desde que aquel mercenario y Yubiwa se había impuesto hacia él. No, incluso antes. Desde que había sabido de la existencia de los generales había decidido esconderse. Pero ahora, ahora...
« Puedo derrotarle. No. Podemos derrotarle »
Kurama se alzó ante ellos, primero furioso, luego, negociante. Trataba de que Chōmei recapacitase y se uniese a él. Pero él no lo haría. Juro no necesitó escucharle, lo sabía, igual que sabía que ahora estaban unidos por más que un sello.
Y entonces, sintió que su cuerpo le pertenecía otra vez.
«¿Recuerdas el Examen de Chuunin? ¿Recuerdas lo que hizo Kokuō, Juro-kun?»
«Dale fuerte. Sin piedad. ¡Bájale esos humos!»
Lo recordaba. Lo sabía. Nadie nunca le había enseñado a hacerlo, pero no hacía falta. Nadie enseñaba a los pájaros a volar. A los peces a nadar. A los humanos a respirar. Todo su ser lo sabía. Él, ser humano y parte Bijuu, iba a oponerse contra el imperio de Kurama. A quel sería el disparo de la rebelión.
Juro abrió sus fauces repletas de dientes afilados como cuchillos, a través del casco de escarabajo. Una ingente cantidad de chakra comenzó a surgir del ambiente: en forma de bolas blancas y negras que se comenzaron a arremolinar a su alrededor. Sus colas se movieron al son, juntando aquella enorme masa, que poco a poco, comenzaba a tomar la forma de una bola compacta y perfecta. Un proyectil capaz de destruir villas, montañas y ciudades.
Por un momento, Oonindo entero se sumió en el silencio. Pronto, la destrucción de una bestia y la furia de un shinobi se llevarían una pequeña porción de aquel hermoso mundo.
La criatura se tragó la bola. Entonces, observó a la persona que tenía delante. Puede que solo fuera un peón de Kurama, pero era el que recibiría su odio. El causante de que todo aquello hubiera pasado. De que Yota fuera asesinado. De que todo hubiera acabado de esa manera. Puede que él hubiera perdido su humanidad en ese momento, pero sabía que aquella persona que tenía delante era el verdadero monstruo de la cueva.
— ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH! — Gritó con frustración y rabia, soltando todo lo que su corazón había estado aguantando desde que había visto a su mejor amigo caer desde una ventana, como un vulgar muñeco. El suelo se hundía a sus pies y el aire parecía arremolinarse y volar en plena locura, pero no le importaba: la naturaleza acompasaba a la tormenta que había en su interior.
Una esfera salió disparada en forma de bala. Era negra y llenaba en su creación el símbolo de la más pura destrucción. Juro la dirigió hacia Yubiwa, por primera vez, dispuesto a matar a un hombre a sangre fría.
Estado de Juro
PV:
240/240
– CK:
200/200
–
640/1000
– -
360
–
Daños de la Bijuudama: 600[/b] PV
Datos extra: Proyectil de 6 metros de diámetro y explosión de 200 metros.
¤ Capa de Chakra (Versión 2) - Tipo: Apoyo, Ofensivo - Requisitos: Ninguno - Gastos: 27 CK por onda de chakra - Daños:
12 PV por contacto
40 PV por coletazo
40 PV por mordisco
45 PV por onda de chakra
- Efectos adicionales:
Se accede a la reserva de chakra de la Versión 2
+20 a Fuerza, Resistencia, Aguante, Agilidad y Poder
Defensa de 20 PV
-20 PV/turno en caso de no controlar al bijū
- Velocidad: Muy rápida (onda de chakra) - Alcance y dimensiones: -
El chakra del bijū se convierte en una forma humanoide que concede al jinchūriki una enorme ventaja en el campo de combate sin liberar por completo a la bestia. Usando el cuerpo del jinchūriki como una especie de endoesqueleto, una capa de chakra puramente verde y morada lo envuelve. Las manifestaciones físicas del correspondiente bijū que son apenas apreciables en la primera capa se vuelven mucho más nítidas en esta versión, reproduciendo una especie de versión de la bestia en miniatura: la masa muscular se incrementa, y la cornamenta y las colas están claramente definidos ahora. Aunque, dado que el velo de chakra se atañe a la forma del cuerpo de su jinchūriki, las características físicas de este son aún distinguibles.
Al entrar en la versión dos de la capa de chakra se produce una masiva cantidad de chakra que es capaz de formar cráteres por debajo de su cuerpo y destruyendo en el proceso cualquier tipo de restricción que pudiera haber estado impidiendo sus movimientos previamente. Nuevamente se incrementan sus capacidades y la capa actúa como una especie de protección frente a ataques externos.
Entrar en esta etapa, para un jinchuuriki que no ha controlado a su bijuu, significa terminar por cederle el control de su propio cuerpo. Durante este estado, el jinchuuriki no puede utilizar técnicas de su repertorio. A cambio, puede lanzar ráfagas de chakra muy poderosas y acceder a la técnica más destructiva de los bijuu: la Bijuudama.
En el momento en el que el jinchūriki le concede el total control de su cuerpo al bijū, su capacidad de distinguir entre amigos y enemigos se desvanece y atacará a cualquier cosa que se interponga en su camino hacia su objetivo. Esta forma acarrea numerosas consecuencias para el mismo jinchūriki también, ya que las propiedades corrosivas del chakra queman su piel. Las habilidades regenerativas garantizan que los daños se vayan curando, pero con el tiempo se va acortando su esperanza de vida por la masiva destrucción y creación de células. En el caso de que el jinchūriki controle a su bijū no sufrirá ninguno de estos daños, y se mantendrá consciente.
Para el jinchuuriki de Nanabi que no ha controlado a su bijuu, a medida que va perdiendo el control de su cuerpo, van creciendo en su espalda las tres últimas colas. De formarse la última cola, el usuario moriría y el bijuu saldría al exterior.
¤ Bijūdama
¤ Esfera de Bestia con Cola - Tipo: Ofensivo - Requisitos: Capa de Chakra versión 2 o Forma Bijū Liberada - Gastos: 0.6*X CK - Daños: X PV - Efectos adicionales: - - Velocidad: Muy rápida - Alcance y dimensiones:
La bomba ocupa X/10 decímetros de diámetro, y la explosión abarca X/3 metros de tamaño.
El láser ocupa de ancho el doble de la esfera y el doble de la explosión hacia delante.
La Bijūdama es la técnica definitiva de un bijū. Para formar el ataque, el usuario concentra chakra positivo negro y chakra negativo blanco, lo reúne en una esfera y lo comprime dentro de su boca. El chakra necesita ser balanceado en una proporción 8:2, respectivamente, o será contraproducente. Para finalizar, puede dispararlo en forma de una enorme explosión de energía hacia delante en proporción a su tamaño (mucho más grande en la forma completa de la bestia) o en forma de bala de color oscuro que provoca igualmente una enorme explosión al impactar contra algo. La bijūdama es increíblemente densa y pesada, y el jinchūriki se puede ver hundido en la tierra en el proceso de creación. Usada cerca de otros bijū, puede ser combinada aumentando drásticamente su tamaño y su poder destructivo.
El rostro de Yamauchi cambió por completo, como si no diera crédito a mi versión, como diendo a entender que era imposible que una sola persona hubiese burlado toda clase de seguridad en aquel lugar. En el mismísimo castillo del Daimyo. Pero desafortunadamente era muy real. Intento frenarme, mostrándome las palmas de las manos. Pero no podía. El tiempo apremiaba.
—Calma, calma, ya me he encargado de contactar con el Morikage —dijo—. Conté el incidente tal y como parecía haber ocurrido: fuisteis asaltados en la habitación. Encontramos tres vasos con té envenenado. Supongo que no era letal, o no estaríamos hablando.
»Caíste en la piscina de Gyou-sama. Yomi-kun te escuchó caer y ayudó al Señor Feudal a sacarte del agua a rastras. Al parecer no le caíste tan mal —sonrió.
Sacudí la cabeza.
— Disculpe que insista, Yamauchi-dono, pero no se trata de unos asaltantes sin más. Tengo que hablar personalmente con el Morikage, ¿tenéis teléfonos de esos de Amegakure?
Pese al cocktel de sedantes que tenía enchufados en mi organismo, notaba como mis constantes vitales querían acelerarse y, aunque no era muy consciente de si lo conseguía o no, al menos lo parecía.
— Juro ha sido apresado por el peor enemigo posible y temo que ya sea demasiado tarde. Por favor, necesito hablar con Kenzou-sama
—Entiendo lo que me dices, Yota-kun, pero ya hemos avisado a Kenzou. No podemos hacer más. El teléfono no estará listo hasta dentro de unos meses. Por favor, túmbate y descansa —dijo Yamauchi—. Puede que hayamos perdido a tu compañero, y te comprendo. Pero si no paras de moverte, podrías morir.
· · ·
«¡Kurama-sama! ¡Vayámonos! ¡Va a...!»
«¡No! ¡Espera!»
—¡Hermano! ¡Aún estás a tiempo de reconsider...! —«¡Basta! ¡Va a dispararla!»
— ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!
La esfera de energía negra salió disparada e impactó de lleno contra el vientre de Yubiwa, a quien de pronto abandonó el espíritu de Kurama en forma de ojos rasgados. Juro vio entonces la mirada de un hombre aterrorizado, que era arrastrado contra su voluntad, los pies despegados del suelo, los brazos hacia adelante como un pelele sin vida. La esfera se creció a medida que avanzaba comiendo suelo, comiendo paredes y haciendo temblar la tierra. Salió por la entrada de la cueva partiendo en dos la catarata. Cuando las aguas se cerraron, sólo quedó con Juro el silencio.
Y su buen amigo Chōmei.
Yubiwa fue arrastrado mucho más, hacia el océano. Volaba por encima del océano, sabiendo el destino final de aquél proyectil. Rechinó los dientes en una última mueca de sufrimiento, y cuando la esfera brilló, también lo hicieron los dos anillos que llevaba por ojos.
Aquél estallido provocó una ola gigantesca que chocaría contra la montaña y también, más tarde y en otro lugar de Oonindo, sorprendería a los bañistas de las Costas del Remolino, aunque afortunadamente quedaría sólo en anécdota. Juro, por su parte, sólo vio el brillo a través de la cascada, y sintió el temible temblor recorriéndole de arriba a abajo.
La tormenta que Juro estaba sintiendo en su interior liberó un arma de destrucción masiva. Aquel proyectil, cuyo poder el joven aún no acababa de entender del todo, surgió hacia el hombre objeto de su odio.
Sin embargo, cuando aquella esfera negra impactó contra su enemigo, Juro dejó de ver los ojos rojos del odio clavados en él o la amenaza a su vida. En ese mismo momento, lo que vio fue la mirada de un hombre que temía morir. De una marioneta, controlada por los designios de un cruel titiritero. Durante esos instantes, todo el odio que sentía se disipó. Ya no veía razones para sentir desprecio por él. El único sentimiento que le producía era...lástima.
Entonces, la esfera negra se lo llevó, devorando parte de la tierra y haciendo temblar hasta los cimientos del mundo. Solo cuando atravesó la cascada, abriendo las aguas, desapareció tras la cortina natural que formaba aquel paisaje. Lo último que vio fue un destello.
Juro tuvo un escalofrío, que recorrió su espina dorsal. La tormenta en su interior había amainado.
— Hemos ganado — murmuró, por lo bajo. Lo repitió —, Sigo vivo.
« No te confíes. Esto no ha terminado aún » — dijo una voz a la que ya estaba empezando a acostumbrarse. Chomei —. « Debemos ponernos a salvo.»
— Tengo que volver a la villa — murmuró. Juro aun estaba bloqueado. Seguía sin asimilar que aquella criatura de la que siempre había temido ahora le había dado la mano tan alegremente y estuviera dispuesta a prestarle poder y conversar. Por el momento, sabía que necesitaba huir de aquel lugar.
¿Y si Yubiwa no estaba solo? ¿Y si había algun general más por ahí? Juro tembló, consciente del peligro que aún corría. Si no conseguía volver a la villa, todo habría sido en vano. Y esa técnica que acababa de usar había sido una perfecta vengala para llamar la atención de quien quiera que estuviera cerca.
« Calma, Juro-kun. La suerte está de nuestro lado, ¿recuerdas? »
Eras unas palabras simples, pero el chico realmente las sentía. Suerte había sido sobrevivir a la captura y poder recuperar sus sentidos antes de que llegara Yubiwa. Suerte había sido que Chomei decidiera ayudarle. También que Yubiwa no hubiera podido defenderse de su técnica. Puede que la suerte fuera un factor externo, o algo que estuvieran creando.
Lo único que sabía es que necesitaba un poco más de ella para llegar vivo a casa. Y Chomei parecía rebosarla. Por eso se sintió un poco mejor.
Empezó a caminar, dispuesto a salir fuera de la cascada. Pero era consciente de que con aquel poder no podía ir muy lejos. Cerró los ojos y trató de dominarlo: de eliminar la capa de chakra que le recubría y le daba ese aspecto monstruoso. Si quería escapar, tenía que hacerlo sin llamar tanto la atención.
Antes de salir de la cueva, le dirigió unos últimos pensamientos a Yubiwa. Pobre hombre.
«Sí, puede que al final, yo solo sea un niño con una placa dorada » — pensó, con lástima —. «Pero tú fuiste un lunático que abandonó a los suyos por un sueño inalcanzable. Eso fue lo que te mató »
—Entiendo lo que me dices, Yota-kun, pero ya hemos avisado a Kenzou. No podemos hacer más. El teléfono no estará listo hasta dentro de unos meses. Por favor, túmbate y descansa —dijo Yamauchi—. Puede que hayamos perdido a tu compañero, y te comprendo. Pero si no paras de moverte, podrías morir.
Erre que erre. No le daba la gana de darme aquel caprichito. Solo quería decirle al Morikage que había fallado y que estábamos llenos de mierda hasta el cuello y ganarme una merecida bronca por haber fallado estrepitosamente, una vez más. Pero ya ni eso podía hacer.
— Y yo también te comprendo, pero no puedo permitirme el lujo de tumbarme y descansar. Sencillamente no puedo hacerlo
¿Cómo iba a hacer como si nada con todo lo que estaba pasando? A estas alturas Kurama tendría un general más gracias a doblegar la voluntad de Juro y unir al Nanabi en su ejército y tenía que ¿tumbarme y descansar?
— Siento ser grosero, de verdad. Pero necesito que me pongas en contacto con Kusagakure o tendré que ir yo mismo. Están pasando cosas demasiado graves como para que mi salud sea más importante que la seguridad de Kusagakure y del País del Bosque
Chōmei parecía completamente compenetrado con Juro. Por eso, no tuvo ningún problema en contener la energía que, de otro modo, habría podido hacer peligrar su vida. Se sintió poderoso y muy capaz. Ahora, el chakra del bijuu era como una extensión del suyo propio. Quién sabe qué nuevas habilidades podría utilizar.
Quizás así dejaría de ser un niño con una placa dorada.
· · ·
Mientras tanto, Yota parecía tener problemas para convencer a Yamauchi. Quizás la forma que había tenido de tratarla a ella y a su superior durante toda la misión hiciese que le tomasen menos en serio. O, probablemente, su presencia personal no fuese lo suficientemente fuerte como para imponerse.
—Yota-kun, voy a repetirlo más despacio para que me entiendas —dijo—. No puedo ponerte en contacto con Kusagakure. Ya hemos enviado un mensajero de forma urgente. No podemos hacer gran cosa aparte de eso. —La mujer se inclinó sobre él y abrió la túnica de hospitalización blanca con la que le habían vestido. Yota tenía el abdomen atado con vendas, que poco a poco se empapaban de sangre—. Te están limpiando y curando la herida poco a poco. Si te levantas, puedes morir. Morirás.
»No podemos hacer nada, ¿entiendes? No podemos hacer nada.
Herido y agotado, el chico inició el camino de regreso a casa.
No necesitó una guía para saber dónde se encontraba: Las grandes Cascadas del Mar. También supo que estaba a más de un día de camino de Kusagakure. La idea de hacer un parón a descansar en Tane-Shigai no le sedujo mucho. En ese mismo momento se veía más capaz de caminar durante toda la noche si hiciera falta con tal de llegar a la villa. Se sentía perseguido, y con razón: ahora no solo albergaba a una de las bestias con cola, si no que había osado desafiar a Kurama y asesinar a uno de sus generales.
El chico ya no temía a la oscuridad ni a lo que quiera que albergase el bosque. De hecho, se sentía más a salvo en él que fuera. Los árboles le daban la bienvenida, lo reconocían. Se había críado entre ellos, después de todo.
« No debo descansar. Tengo que escapar ahora mismo» — Siendo realistas, no podía correr durante un día sin parar. Por ello, trato de establecer un orden mental, con pequeñas pausas en el camino para no agotar sus esfuerzos en caso de ser asaltado, y donde optimizar el tiempo y no dar ventaja a un posible perseguidor.
Con el poder del Bijuu escondido, salió de las cascadas y comenzó a correr, dispuesto a regresar a casa. Aun así, se sentía distinto. Más capaz. Más fuerte. Puede que ya no fuera visible ante el mundo ni provocara cráteres en el suelo, pero Juro, por dentro, sabía que poseía la capacidad para volver a hacerlo. Y eso le daba un poder que nunca antes había soñado tener.
— Cuando regrese a casa y todo esto se calme un poco, me gustaría hablar contigo más tranquilamente, Chomei — dijo el marionetista —. Quiero saber lo que de verdad ocurre. Quiero saber sobre tí.
Pero ese no era el momento, ni el lugar, y los dos lo sabían. Por eso, Juro continuó corriendo.
« Vuelvo a casa, Yota. Vuelvo a casa » — Pensar en su compañero le dolía en el alma. Porque los dos se habían ido de la villa juntos y en ningun momento había pensado con la posibilidad de que no sería así a la vuelta. Regresar a la villa sin él iba a ser una de las cosas más duras que iba afrontar nunca. Y aun así, se veía obligado a hacerlo sin pestañear, por las circustancias. Las malditas circustancias.
Ya derramaría lágrimas por su compañero. No había tiempo de volver a por su cadaver, ni por explicar lo sucedido a la casa del Señor Feudal. Debía volver a la villa. Así que corrió. Avanzó con una desesperación y una motivación que nunca antes había mostrado en toda su vida.
Era absolutamente inútil. Por mucho que intentase hacerle entender la gravedad de las cosas no podría salir de allí y, estaba convencido que se trataba irme de allí a las bravas y sin tener el permiso de nadie, no avanzaría más de 3 o 4 metros antes de tener un par de guardias encima.
—Yota-kun, voy a repetirlo más despacio para que me entiendas —dijo—. No puedo ponerte en contacto con Kusagakure. Ya hemos enviado un mensajero de forma urgente. No podemos hacer gran cosa aparte de eso.
Resoplé y me llevé las manos a la cabeza, tando por completo mi rostro.
— ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAH, JODER!
Aquel grito fue la frustración. La frustración del que se rinde.
Te están limpiando y curando la herida poco a poco. Si te levantas, puedes morir. Morirás.
»No podemos hacer nada, ¿entiendes? No podemos hacer nada.
«Qué puto remedio...»
— Supongo que voy a tener que fastidiarme. Solo una cosa más —dije mientras volvía a cerrar la bata que había dejado al descubierto mi ineficacia como ninja— Me gustaría poder hablar con Gyou-sama en persona. Le debo una disculpa
Para regresar a Kusagakure, irremediablemente Juro debía atravesar, o al menos cruzar por al lado de Tane-Shigai. No es que fuese mala idea, por supuesto, pues pronto se dio cuenta que a pesar de su renovado entusiasmo y la energía que el bijuu le transfería de forma voluntaria, seguía siendo un ser humano. Un ser humano con restos de un veneno paralizante en sus venas, que ahora veía cómo el sol se ponía inundando el bosque de penumbra. ¿Pararía en la ciudad, pasaría de largo aguantando el creciente sueño, o acamparía a la intemperie?
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—Puedo intentar que baje a verte —contestó Yamauchi a Yota—. No te garantizo nada. Y si sí que baja, te recomiendo tener mucha prudencia. Es un Daimyo, Yota. Poder absoluto. Y Gyou es volátil. Ten cuidado con cómo le hablas.
Tras la advertencia, la jefa de mayordomos salió de la habitación y nadie, a excepción de los médicos que le vigilaban y le curaban las heridas, volvió a verle durante gran parte del día. Un enfermero le trajo algo de comida a media tarde.
Pero el Señor Feudal no se dignó a hacer acto de presencia.
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A pesar de que su propósito inicial, pronto sintió sus límites. Estaba cansado, desfallecido, y en él aún perduraban los rastros de un veneno que aún podría causarle secuelas. De repente, sintió miedo. Si bien era cierto que si paraba había más probabilidades de ser capturado, también lo era que si desfallecía a mitad de camino, podría pasarle cualquier cosa.
« Mierda, mierda, mierda » — Las decisiones no eran su fuerte. Chomei no dijo nada, pero el jounin imaginó que le estaba dando margen para hacer algo.
Entonces, un pensamiento vino a su mente, como un haz de luz en mitad de la oscuridad.
— Si vuelvo a Tane-Shigai, podrían curar mi cuerpo en caso de que ese veneno siga en mí. También podría comunicarme desde ahí con Kusagakure, para avisar de lo ocurrido — ¿Qué otra cosa podía hacer? Era mejor, al menos, dar aviso. Quizá el Morikage pudiera hacer enviar a algun shinobi para escoltarle de vuelta y hacer el camino más seguro. Lo único que tendría que hacer sería aguantar la noche.
Aun así, la ciudad no le daba mucha seguridad, y el hogar del Señor Feudal menos aún. Ese mercenario se había colado tan facilmente que daban ganas de llorar.
Pero por eso mismo, la seguridad del castillo debía estar en su punto más alto.
« Espero que tengamos suerte » — Con esa resolución, se dirigió a Tane-Shigai, dispuesto a llegar hasta el lugar dónde había sido secuestrado. Esta vez, esperando un resultado distinto.