Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Los arañazos en mi cuerpo se contaban por decenas, pero solo eran eso, arañazos. Una buena noche de sueño reparador y escocerían como su puta madre. Un par de días y se curarían del todo. Tras varios intentos conseguí ponerme en pie, no por las heridas, si no porque la cabeza me daba vueltas de la onda expansiva que me había mandado volando por ahí. Me acerqué al hacha y la tanteé, pesaba como su puta madre. En una situación normal podría cargarla hasta el herrero, sin embargo, en este momento estaba más que complicado. Eri tendría que sellarsela con sus poderes mágicos de Fuinjutsu.
La Uzumaki se encontraría con unas escaleras que bajaban aun más y, al final de esas escaleras, empezaría a oír gimoteos y sonidos lastimeros provenientes del pasillo de la derecha, si lo seguía hallaría varias celdas. La mayoría de las celdas estaban cubiertas de sangre y otros fluidos, con toda clase de instrumentos poco agradables. Los ruidos venían de la celda más profunda, donde encontraría a cuatro mujeres que se callaron de inmediato al oír los pasos.
Tenían toda clase de heridas y marcas de abusos, una sola manta para las cuatro que apenas las cubría y la ropa justa para cubrirse sus partes más intimas. Ni una sola dijo nada ni miró a la kunoichi por puro miedo.
Eri bajó las escaleras que parecían casi infinitas, hasta que escuchó voces y ruidos que provenían desde su derecha. Con precaución giró y justo hallaría lo que buscaba: celdas cubiertas de sangre y de fluidos que no quería saber a quien pertenecían ni de donde provenían, además de distintos instrumentos utilizados no para hacer precisamente el bien. Tras todas aquellas celdas se encontraba una donde cuatro mujeres estaban encerradas, con sus miradas llenas de terror, cubiertas por harapos y probablemente no muy bien de salud.
La kunoichi se acercó rápidamente y habló a las cautivas:
—Soy Uzumaki Eri, kunoichi de Uzushiogakure, y estoy aquí para ayudaros, os sacaré de aquí y os llevaré a la ciudad, ¿vale? Pero antes, poneros esto —se quitó su chaleco y se deshizo de su túnica carmesí, que se la tendió a las mujeres, también hizo lo propio con su camiseta interior. Luego miró en el interior de su mochila y tomó las prendas que tenía de repuesto, dejándoselas para que pudiesen taparse—. Vale, ahora seguidme, os sacaré de aquí.
Se puso su chaleco y se abrochó para no coger frío, pues solo se había quedado con su ropa interior bajo él, y una vez las viese preparadas, abriría la puerta y les haría una señal para que las siguiese, volviendo a donde estuviese Nabi.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Las chicas cogieron la ropa con desesperación y se la repartieron, poniéndosela al instante. Siguieron a Eri hasta la sala central, donde estaba yo, sentado en la mesa al lado de un hacha tamaño humano. Al ver la sala llena de cadaveres y sangre, verme a mi, cubierto de sangre, con un arma capaz de partir un rinoceronte al lado, las prisioneras salieron por patas hacia la entrada principal intentando no vomitar.
— Hey. — saludé a Eri mientras me ponía de pie. — ¿Puedes sellarte el hacha? Estoy demasiado molido para cargarla.
Me acerqué un par de pasos a mi compañera cuando una sombra apareció tras ella, empuñando una de esas espadas viejas de los bandidos.
— ¡Eri! — grité a la par que saltaba sobre ella.
La plaqué, cayendo ambos al suelo al mismo tiempo que un perro negro saltaba por encima nuestro hacia el nuevo y asqueroso atacante. Apenas se le pudo ver, pues Stuffy le agarró una pierna con los dientes y lo arrastró pasillo adentro, pero se le escuchó gritar y lloriquear mientras maldecía a nuestra villa.
Las chicas no parecieron perder el tiempo, así que tomando su ropa no dudaron en seguir a la kunoichi hasta donde estaba Nabi esperándola, cerca del hacha que no parecía moverse de su sitio. Ella no tardó en acercarse a él, pero las chicas fueron arena de otro costal, pues al ver el panorama, corrieron de nuevo solo que esta vez hacia la entrada de la cueva.
—¡Esperad! —exclamó, con miedo de que pudiera ocurrir algún problema.
— Hey —saludó Nabi, poniéndose de pie. Eri miró hacia su posición—. ¿Puedes sellarte el hacha? Estoy demasiado molido para cargarla.
Antes de que pudiera asentir, notó como algo se movía tras ella, sin embargo Nabi fue ligeramente más rápido que su propia reacción, saltando sobre la pelirroja mientras su can se encargaba de acabar con el agresor que acababa de salir de entre las sombras o los muertos, pues ella ni si quiera lo había visto. Eri cerró los ojos por el impacto que recibió, sobre todo teniendo en cuenta que tenía un par de capas menos.
Pero cuando los abrió, notó el cuerpo de Nabi sobre ella, apestando a sangre y probablemente adolorido por la reacción. Su cercanía hizo que se marease ligeramente, e incluso que tuviera que desviar la mirada por su estúpido corazón latiendo tan deprisa.
«Por Shiona-sama, Eri, contrólate, estás en medio de una misión...», recordaba su subconsciente.
—¿Estás bien?
—Sí —soltó, demasiado bajo para su gusto—. Vayámonos de aquí. —Pidió, y en cuanto pudiera, se incorporaría e iría a sellarse el hacha en el otro guante. Tras ello, iría en busca de las chicas que habían salido corriendo para ponerlas a salvo de una buena vez.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Sin embargo, ni una sola de las mujeres se detuvo a escuchar a la kunoichi. Había sangre por todas partes, sangre en el sin fin de cadáveres que había en el suelo, en las paredes, incluso varias goteras en el techo de líquidos internos. En el pasillo, la cosa se tranquilizaba un poco, pero ahí estaba el cuerpo degollado que habían dejado Eri y Stuffy creando su propio rio de sangre.
Al volver a la primera sala del lugar, seguía sin haber nadie. Me giré a mi superior, en busca de indicaciones.
— ¿Qué hacemos? No creo que mandar a Stuffy tras ellas sea una buena idea, pero ir los tres de una en una nos llevaría toda la noche. Tampoco era parte de la misión.
Expuse todos los hechos a la espera de que Eri sacase su conclusión.
Corrieron hasta la entrada del lugar, pero no encontraron a nadie. La kunoichi suspiró, ligeramente cansada por la situación.
— ¿Qué hacemos? No creo que mandar a Stuffy tras ellas sea una buena idea, pero ir los tres de una en una nos llevaría toda la noche. Tampoco era parte de la misión.
—No quiero que ocurra nada malo, así que lo mejor será enviar a alguien a buscarlas —la kunoichi hizo un sello especial y de pronto, a su lado, salió un clon idéntico a ella—. Stuffy, llévate a mi clon y busca a las chicas, nosotros iremos a la ciudad. —Pidió mientras acariciaba tiernamente la cabeza del can.
Luego se giró hacia Nabi.
—Devolvamos el hacha a su dueño.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
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Dentro de la cueva era casi imposible decir la hora exacta, una vez fuera podía decirse que era de noche, pero poco más. Sin embargo, al llegar a la ciudad y verlo todo cerrado y las luces apagadas, estaba claro que ya era muy tarde, o muy pronto, dependiendo de qué considerase cada uno. Objetivamente, era la madrugada. Solo las posadas y los bares de alterne estaban abiertos a esas horas.
Al llegar a la puerta de la herrería, solo nos recibiría el silencio. Un silencio espectral que emanaba de todo aquello que no emitía ningún sonido, de las rocas del pavimentado, del cielo oscuro e incluso de la luna, que brillaba por encima de nuestras cabezas.
— ¿Estás segura de que es buena idea asaltarlos de madrugada cubiertos de sangre?
Porque ambos seguíamos cubiertos de sangre, puede que yo ligeramente más, pero Eri lo camuflaba con sus ropas carmesíes.
— ¿Estás segura de que es buena idea asaltarlos de madrugada cubiertos de sangre?
No, definitivamente no era buena idea.
—Está bien —dijo ella, dejando caer sus hombros—. Vayamos a ducharnos y a descansar —aunque luego se dio cuenta de que no le quedaba ninguna prenda de sobra para por la mañana—. ¿No tendrás una camiseta de sobra? La verdad es que hace un poco de frío.
La chica comenzó a andar hacia el lugar donde se hospedarían, con suerte les atenderían rápido y podría darse un baño de agua caliente antes de descansar un par de horas.
—Mañana a primera hora iremos a devolvérsela —informó la kunoichi.
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Seguí a Eri mientras buscábamos un lugar en el que quedarnos. Tras entrar en dos sitios donde con malas miradas y rápidos vistazos al libro de contabilidad nos decían que estaban llenos para esa noche, encontramos uno un poco destartalado pero donde nos atendieron de inmediato. Nos dejaron alojarnos en una habitación con dos camas y una ducha que no tenía agua caliente, pero fue bastante barato.
Le dí mi muda limpia a Eri y limpié la que llevaba puesta a la par que era mi turno para ducharme, dejándola secándose al irnos a dormir. Solo había cogido una muda, pensando en usar una ropa para ir y otra para volver.
Poco después apareció Stuffy con el clon de la Uzumaki. Al parecer, habían encontrado un pequeño rio donde el can se había tirado de cabeza para limpiarse, tras unos minutos de Eri persiguiendo a Stuffy rio abajo habían encontrado a las chicas. Al parecer, la hija del encargado de las minas estaba entre las muchachas y había sido ella la que había guiado a todas hasta la casa de su padre. El hombre estaba siendo chantajeado por los bandidos, si los denunciaba o llamaba a los ninjas, la matarían.
Quiso darles más recompensa, pero Eri declinó amablemente mientras Stuffy metía el hocico por encima de la mesa y pillaba lo que podía de comida. Finalmente volvieron cuando el encargado aseguró que se ocuparía de las muchachas hasta que estuviesen en condiciones de volver a sus casas.
Una vez resuelto el problema con las chicas secuestradas, Eri clon y Stuffy volvieron con Nabi y Eri real. Al día siguiente, temprano, se marcharon para hablar con el señor Kajiya, devolverle el hacha perdido y asistir al funeral del hombre que habían asesinado.
Asistió la mayoría del pueblo, dándole el pésame a la ahora viuda. Una vez se calmó todo, tuvieron oportunidad de volver a hablar con el encargado de la misión, quien les dio las gracias varias veces —junto a su mujer y a la viuda—, y les tendió un pergamino donde se anotaba que habían logrado realizar la misión con éxito.
No se quedaron más tiempo allí, así que tras despedirse, volvieron a Uzushiogakure para informar de su misión realizada con éxito, por primera vez en mucho tiempo.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100