1/03/2018, 19:03
(Última modificación: 2/03/2018, 00:07 por Uchiha Akame.)
Con aire taciturno y los dientes apretados, Akame aguantó el chaparrón de réplicas de su compadre. Sí, sabía que tenía razón, pero aún así el resto de los motivos pesaban demasiado. No quería ir, no quería ver a nadie, no quería hablar del tema con nadie. En ese momento lo único que deseaba era poder lanzarse al mar y empezar a nadar, lejos, muy lejos de allí. Mudarse a vivir a alguna isla solitaria de Mizu no Kuni, o robarse un barquito y pasar el resto de sus días surcando los mares sin rumbo ni responsabilidades.
Pero claro, eso nunca pasaría. Al día siguiente, cuando despertase, seguiría siendo Uchiha Akame. Y todas las personas a las que amaba y a las que nunca volvería a ver seguirían muertas.
Finalmente bufó, molesto pero sin ser capaz de contestar a Datsue con argumentos razonados —por el simple hecho de que no los tenía—. Optó por una táctica vergonzosa y desesperada; la rabieta orgullosa del bebote.
—¡Que no! ¡Que no voy a ir! —soltó finalmente, haciendo aspavientos—. Que no pinto nada, coño, y no quiero estar allí para que todos me trasladen sus penas y yo qué coño sé... —apretó los puños y bramó con rabia—. ¡Soy Uchiha Akame de Uzushio! ¡Soy el maldito Campeón del Torneo de los Dojos! ¡Soy un Hermano del Desierto! ¡Soy el jinchuuriki del Ichibi! ¡¡Nadie se compadece de mí!!
Soltó una furibunda patada al aire que levantó un puñado de arena, y de tan descuidado e iracundo su movimiento, que se torció el tobillo y cayó al suelo de boca. Se golpeó con fuerza pese a que el terreno —blando— amortiguó por sí solo la caída. Quiso volver a llorar otra vez, pero en lugar de eso se levantó de golpe y echó a andar hacia la Villa.
—Ya me tengo que ir, Datsue-kun. Gracias por contármelo... —masculló, todavía dolorido—. ¡No te olvides de preguntar a Raito-sensei!
A medio camino pareció caer en la cuenta de algo; se dio la vuelta y volvió sobre sus pasos para recoger la botella de sake abierta, a la que sólo le faltaba el trago que le había dado Datsue. Sin mirar a su Hermano la tomó en brazos y huyó de allí a paso rápido. Iba a necesitarla esa noche.
Pero claro, eso nunca pasaría. Al día siguiente, cuando despertase, seguiría siendo Uchiha Akame. Y todas las personas a las que amaba y a las que nunca volvería a ver seguirían muertas.
Finalmente bufó, molesto pero sin ser capaz de contestar a Datsue con argumentos razonados —por el simple hecho de que no los tenía—. Optó por una táctica vergonzosa y desesperada; la rabieta orgullosa del bebote.
—¡Que no! ¡Que no voy a ir! —soltó finalmente, haciendo aspavientos—. Que no pinto nada, coño, y no quiero estar allí para que todos me trasladen sus penas y yo qué coño sé... —apretó los puños y bramó con rabia—. ¡Soy Uchiha Akame de Uzushio! ¡Soy el maldito Campeón del Torneo de los Dojos! ¡Soy un Hermano del Desierto! ¡Soy el jinchuuriki del Ichibi! ¡¡Nadie se compadece de mí!!
Soltó una furibunda patada al aire que levantó un puñado de arena, y de tan descuidado e iracundo su movimiento, que se torció el tobillo y cayó al suelo de boca. Se golpeó con fuerza pese a que el terreno —blando— amortiguó por sí solo la caída. Quiso volver a llorar otra vez, pero en lugar de eso se levantó de golpe y echó a andar hacia la Villa.
—Ya me tengo que ir, Datsue-kun. Gracias por contármelo... —masculló, todavía dolorido—. ¡No te olvides de preguntar a Raito-sensei!
A medio camino pareció caer en la cuenta de algo; se dio la vuelta y volvió sobre sus pasos para recoger la botella de sake abierta, a la que sólo le faltaba el trago que le había dado Datsue. Sin mirar a su Hermano la tomó en brazos y huyó de allí a paso rápido. Iba a necesitarla esa noche.