Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Finalmente no le quedó alternativa que coger ella el dango de la mitad del palo, yo me limité a mirar sus ojos, viendo como tramaba algo detrás de ellos. Hasta que de repente, su mirada se volvió extraña, como si no estuviera mirando nada en concreto, al mismo tiempo se llevo la mano a la cabeza y entonces supe que algo no iba bien.
— ¿Eri-chan? ¿Estás...?
Ni siquiera me dio tiempo a acabar cuando su cuerpo perdió toda la fuerza, dejando caer los dangos y dirigiendose directamente al suelo. Por suerte, estaba justo delante de ella así que no fue díficil agarrarla antes de que cayera, sosteniendola en mis brazo. Su cuerpo no parecía especialmente caliente y seguía respirando normalmente así que supuse que se había estado forzando demasiado y estaba realmente agotada.
No sabía donde vivía así que no podía llevarla a su cama. Tragué saliva sabiendo que solo me quedaba una opción.
Momentos más tarde estabamos cruzando el umbral de la puerta de mi piso, me dirigí hasta mi habitación sin encender la luz para no despertarla. La tumbé en mi cama con cuidado y salí. Supongo que no estaba tan mal traerla aquí, al fin y al cabo... eramos... ¿pareja? Sacudí la cabeza, tal vez no estaba del todo lúcida cuando lo dijo.
Me tumbé en el sofa, mirando a través del enorme ventanal que tenía en el salón. Todo lo que la compañia de Eri-hime había alejado volvió a mi cabeza. ¿Cuanto hacía de la muerte de Shiona-sama? ¿Del nombramiento de Gouna-sama? Y yo, que había compartido la opinion de un traidor... Era díficil seguirle el ritmo a los días cuando duermes tan irregularmente.
Me quedé un buen rato despierto o eso creo, hasta que mis ojos se cerraron.
Abrió los ojos despacio, y aunque los abriese deprisa, no vería nada más que la oscuridad. Sabía que era de noche, más no sabía muy bien dónde se encontraba. Se incorporó y un punzante dolor de cabeza acudió a ella como si de mil senbones se tratasen. Su mano izquierda tapó ambos ojos y los masajeó con sus dedos cuando de repente...
— ¡Achís!
«Genial, me he resfriado...»
Se quitó la chaqueta que llevaba, todavía húmeda; y la dobló para guardarla, luego se desperezó y observó un poco lo que pudo gracias a la luz de la luna que se filtraba por la ventana del lugar.
«Parece... Parece una habitación normal... ¿Me habrán secuestrado? ¿Y Nabi? ¿Qué ha pasado?»
No había analizado la situación hasta que por fin su cabeza dejó de doler un poco. Hacía seguramente no mucho estaba en la playa con Senju Nabi hablando sobre... Bueno, esos temas; y de repente estaba en un sitio diferente, un lugar desconocido del que no tenía conocimientos suficientes para catalogarlo como lugar seguro. Sacó un kunai con su diestra y fue lentamente a la puerta de la habitación para comprobar si podía abrirla.
Y así fue como la joven, despacio y sin hacer prácticamente ruido salió de la habitación para toparse con... Un salón. «Esto parece una casa normal...» Agachada, tanteó el suelo para no toparse con algún trasto hasta que llegó al sofá, justo encima parecía haber alguien pues se escuchaba una respiración calmada. «¿Estará durmiendo?»
Se levantó lentamente y cuando sus ojos entraron en rango de visión, vio como la cabellera rubia del chico asomaba un poco por un lado del sofá y que Nabi, dueño de aquellos cabellos; se encontraba durmiendo tranquilamente sobre el sofá de lo que parecía ser su casa.
«Con que... Parece ser que me pasó algo y él me trajo a su casa... Espera, ¡¿estoy vestida?! Ah, sí, y no tengo la ropa en mal estado... Quizá solo me trajese para descansar... Pobrecito... Siempre soy una pequeña carga...»
Suspiró y guardó el arma mientras giraba para quedar frente al lugar donde reposaba el chico, luego se acuclillo y miró fijamente su rostro.
— Lo siento, Nabi-kun, lo mejor será que me vaya.
Prácticamente fue un susurro, como si el viento de las noches de verano susurrase cuando se cuela por entre las cortinas, luego depositó un suave beso en la frente despejada del rubio y se incorporó, dispuesta a abandonar el lugar por la ventana.
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Apenas hizo falta nada más para que me despertara que oir la dulce voz de Eri-hime. Sentí sus labios en mi frente y abrí los ojos. Agarré su muñeca y tiré de ella, tumbandola en el sofa en la parte interior a mi lado.
— Como entenderas no puedo dejarte ir cuando acabas de desmayarte. Duerme aquí y mañana te acompaño a casa, por favor.
Busqué sus ojos para que viera la preocupación que invadía los mios. Solo me faltaba encontrarmela en algún callejón inconsciente al día siguiente porque le dio un vahído saltando de tejado en tejado y se quedó en coma. Como aquel punto...
2/06/2017, 10:28 (Última modificación: 2/06/2017, 13:16 por Uzumaki Eri.)
Pero no pudo irse, más bien no le dio tiempo pues una mano agarró su muñeca y tiró de ella haciéndola caer en el sofá que estaba siendo ocupado por el rubio.[
— Como entenderás no puedo dejarte ir cuando acabas de desmayarte. Duerme aquí y mañana te acompaño a casa, por favor.
Los mofletes de la joven volvieron a adquirir un tono sonrosado al sentir como el rubio se encontraba a pocos centímetros de ella de nuevo, y sus ojos denotaban algo parecido a preocupación, que gracias a la tenue luz que se colaba por la ventana podía verlos, y un sentimiento de culpa se volvió a instaurar en su pecho.
«¿Por qué estoy siendo tan egoísta?»
Sin embargo fue eclipsado de nuevo por las mariposas que había sentido antes y que parecían haberse quedado a vivir allí, y es que... ¿Cómo podía ser que con solo esa mirada pasasen tantas cosas en su interior?
— Lo siento Nabi-kun, tienes razón... — Se disculpó la joven mientras bajaba la mirada, apenada. — Sin embargo, me niego a que yo duerma en tu cama y tu en el sofá, además, sigo empapada... ¿P-puedo utilizar tu ducha?
Aquello último fue dicho como un susurro, además, tampoco es que tuviese ropa limpia... «No sabía que esto de quedarse a dormir era tan enrevesado... ¿Qué dirá Ryu si se entera de esto?»
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La situación se había vuelto mucho más tensa, pero ahora sabía que Eri-hime sentía cosas por mi, la vergüenza quedó relegada dejando más sitio a la preocupación por el estado de la kunoichi.
Al salir de mi casa esta noche para despejarme por no poder dormir no me imaginaba que acabaría compartiendo sofa con la chica de mis sueños. Y ahí estabamos, tumbados uno al lado del otro, pegados, porque el sofa no da más de sí, con la escasa luz que la luna es capaz de reflejar a través de mi ventanal.
Podía ver sus ojos perfectamente, como si de un par de amatistas se tratara, igual de bien pude ver la preocupación que en ellos se reflejó. No pude evitar llevar una mano a su pelo y acariciarlo lentamente, era tan suavecito.
— Lo siento Nabi-kun, tienes razón...Sin embargo, me niego a que yo duerma en tu cama y tu en el sofá, además, sigo empapada... ¿P-puedo utilizar tu ducha?
Cuando bajo la vista con tristeza no aguanté más, con mi mano libre levanté su barbilla y volví a besarla. Segundos más tarde me separé, no muy seguro de qué estaba haciendo ni de en qué pensaba en ese momento. Quería besarla y quería verla feliz y sonriente como era ella, y ambas cosas parecían la misma, pero darle el primer beso no había llevado a ninguna parte y la había hecho llorar así que no eran lo mismo, de hecho era bastante diferente.
Con un lio mental acojonante me levanté del sofa para dejar que Eri-hime pudiera hacerlo tambien.
— Em... claro que sí, usa la ducha y coge lo que quieras del armario, aunque no tengo mucha ropa porque bueno, no me parece muy útil tener el armario lleno de ropa, si tienes unas cuantas para cada estación vas sobrado y pues eso. Tú como si estuvieras en tu casa, que no quiero decir que vivas aquí, aunque no tendría ningún problema, solo que no te preocupes, al fin y al cabo yo te he traído aquí sin preguntarte ni nada...
El cerebro se está derritiendo. ¿Qué hacemos, capitán? ¿Y a ti qué te parece? ¡Buenas! ¡Les habla el capitán! Por favor, salgan de forma ordenada del barco, hay chalecos salvavidas para todos. ¡Y que no cunda el panico! Hemos sufrido una fusión del nucleo debido al retraso de parte de la maquinaria que pilota el navío. Salven a las neuronas y los apendices primero, despues los nervios. Hay que ser un caballero ante todo.
2/06/2017, 17:06 (Última modificación: 2/06/2017, 17:07 por Uzumaki Eri.)
Después de lamentar su actitud, Nabi acabó volviendo a actuar como él siempre hacía, primero tomándola por la barbilla para que sus ojos quedasen a la misma altura y luego para volver a besarla. Eri se sorprendió ante aquel acto, aun sin poder asimilarlo del todo, sin embargo antes de que pudiese reaccionar él ya se había alejado, dejándola vía libre para ir a su baño.
— Em... claro que sí, usa la ducha y coge lo que quieras del armario, aunque no tengo mucha ropa...
Y siguió, como si estuviese nervioso, claro, era normal, porque ella también lo estaba, eran jóvenes y de eso iba la juventud, cometer locuras, saltarse clases, tener algún que otro amorío... ¡Pero ellos eran ninjas! ¡Y debían actuar como tal!
«¿Por qué narices me tiemblan tanto las piernas...?»
— Gracias Nabi-kun, volveré enseguida, con tu permiso tomaré alguna camiseta o algo y me ducharé tan rápido como pueda, de nuevo, ¡muchísimas gracias!
Sentía que las palabras sobraban en aquel momento, sentía que estaba hablando de más pero no podía parar, al igual que el extraño rubor que sus mejillas ya habían adquirido como tono normal. Luego hizo una reverencia y se fue dando saltitos hacia el cuarto, rebuscó por las paredes hasta dar con el interruptor de la luz y buscó en el armario de Nabi... Una camiseta que era exactamente idéntica a la que llevaba él.
«A esto se refería con que no necesitabas mucha ropa...»
La tomó y luego...
«¿Y el baño?»
Y por eso salió de la habitación, temblorosa y con la camiseta entre sus manos comenzando a arrugarse de la presión que estaba ejerciendo sobre ella.
— N-nabi-kun... ¿Y el baño? — Preguntó nerviosa.
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— Gracias Nabi-kun, volveré enseguida, con tu permiso tomaré alguna camiseta o algo y me ducharé tan rápido como pueda, de nuevo, ¡muchísimas gracias!
De nuevo, Eri simplemente sudaba largo y tendido de que la había besado. ¿Viviamos en mundos diferentes? ¿Besar era algo normal para ella? Ya no sabía ni qué pensar, se levantó sin más y se fue. Y yo me quedé mirando por donde se había ido, cómo si el marco de la puerta me fuera a dar alguna respuesta.
Ahí estaba, de pie, mirando aquel marco. Tras él, la felicidad encarnada, ante él, mis ojos mirandolo seriamente. Como un padre que mira a su hijo cuando le trae malas notas, evaluando cómo reaccionar para influirle positivamente y no soltarle cuatro chillidos y castigarlo. Pero solo era un marco.
La misma pregunta que no me había dejado dormir volvió a mi mente, ¿y ahora qué? El paso numero uno se había completado exitosamente, que era confesarme, el paso numero dos ni lo había decidido porque nunca imaginé llegar tan lejos. Apoyé mis codos en mis piernas y entrecrucé mis dedos ante mi rostro, apoyando mi frente en ellos para mirar al suelo.
¿Y ahora qué?
— N-nabi-kun... ¿Y el baño?
Levanté la mirada de golpe, sacado a la fuerza de mi ensimismamiento.
— Eh... la primera puerta que hay a la izquierda.
Tardé unos segundos en volver a situarme en mi propia casa, Eri ocupaba un espacio demasiado grande en mi cabeza y empujaba fuera de ella todo lo demás, dejandome en poco más que un chico feliz y enamorado hasta las trancas.
Nada más escuchar la indicación corrió dispuesta a encerrarse en el baño y darse una ducha, pensando que seguramente sería una ducha tranquila, sin ningún contratiempo más allá de su cabeza con un montón de imágenes de ella y Nabi besándose o abrazados en la playa...
Negó mientras se deshacía de su ropa y se colaba bajo la ducha que ya salía templada. Y sus pensamientos volvieron a inundarla, sin saber muy bien entenderlos con claridad o simplemente ponerlos en un orden fijo para aclararse y saber para donde ir en aquel momento. Estaba bien, Nabi había declarado su amor y ella había correspondido, aunque un poco tarde y torpemente, y ya se habían besado dos veces...
¿Por qué el amor era tan difícil?
Cerró el grifo y tomó una toalla para secarse, luego se colocó su ropa interior y mallas y por encima se colocó la camiseta que había tomado prestada del rubio, dejando en un lado su ropa mojada para que se secase. Suspiró y se revolvió el cabello todavía mojado para mirarse en lo que se suponía era el espejo que tenía Nabi en el baño, se golpeó dos veces los mofletes y miró su reflejo con el ceño fruncido.
— ¡Espabila! — Exclamó a su yo del espejo que le chilló exactamente lo mismo, volvió a suspirar y salió del baño.
Luego buscó con la mirada a Nabi, que se encontraba en el sofá sentado, se acercó a él medio corriendo medio aguantándose las ganas de hacerlo hasta que llegó a él con las manos cerradas en puños y las mejillas sonrosadas.
— Nabi-kun... — Murmuró mirando hacia otro lado mientras volvía a sentir cosquillas en el estómago. ¿De verdad le gustaba? Es decir, ¡todo era demasiado confuso! Necesitaba asimilarlo, probarlo, creerlo. Y por eso...
Por eso se inclinó y tomó al rubio por ambas mejillas para romper de nuevo con la distancia entre los dos y demostrarse a sí misma que era verdad lo que estaba experimentando, que aunque no supiese si ese sentimiento se llamaba amor o cariño, o simplemente por descubrir algo nuevo, daba igual, porque era así como se sentía, como se sentía por rozar sus pequeños labios con los del chico y por como lentamente movía los suyos contra los de él por inercia, por algo que impulsaba a su cuerpo sin que ella lo supiese.
Sus manos se sujetaban a sus mejillas con delicadeza y con fuerza, pero no quería dejarlo ir, era una sensación demasiado placentera como para parar simplemente ahora.
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Ahí estaba yo, pensando en la cuarta guerra shinobi mundial que se iba a desatar si insistía más a Eri-hime sobre nuestro asunto no resuelto. Estaba claro que me dejaría de lado y no me querría ni ver si no paraba de decirle, oye, te amo, y tú me has dicho que me amas, y te amo, besame, bandida. No, no, ese no era un buen plan. ¿Pero entonces qué? Necesitaba pensar algo, ya me había declarado, no tenía ningún otro paso romantico en mente.
¿Qué se hace cuando te declaras, te dicen que sí pero despues se hace la loca?
— ¡Espabila! —
Era la voz de Eri, desde el lavabo. Me iba a levantar cuando la puerta se abrió y ella se acercó rápidamente. Normalmente me hubiera levantado igual, sin embargo, mi mente procesó algo que había dejado desprocesado hasta que tuvo a la kunoichi delante.
Eri-hime se acababa de duchar en mi apartamento y estaba usando mi ropa. Se plantó ante mi, bañandose bajo la luz de la luna, cubierta unicamente con una de mis camisetas de manga corta y su ropa interior, con el pelo mojado y las mejillas sonrosadas. Mis huevos tocaron el suelo, al igual que mi boca, que se abrió de par en par sin que yo quisiera siquiera decir nada.
— Nabi-kun... —
Su tono de voz no era el feliz y despreocupado de siempre, sino una mezcla de vergüenza y excitación. Cosa que hizo que mi sonrojo se hiciera más que notorio, por suerte, la luz no bañaba el sofa así que era más díficil de ver si sus ojos no estaban acostumbrados a la oscuridad. Sus delicadas manos cogieron mis mejillas y se inclinó para posar sus labios sobre los mios.
Dudé, durante un segundo, decidí, durante el otro segundo, y me dejé llevar el resto de segundos. La agarré y pegué su cuerpo al mio, tumbandola en el sofa sin despegar nuestros labios. Y correspondí su beso, y la besé yo, una y otra vez. Pasé mi mano por detrás de su cabeza, acariciando su humedo pelo. Hasta que separé mi boca de la suya y clavé mis ojos en los suyos, ambos teniamos la cabeza apoyada en el reposabrazos del sofa, nuestros alientos se mezclaban formando la más dulce de las fragancias.
No dudé, ni un segundo, no había nada que decidir y me dejé llevar, por todo lo que una vez quise decir y lo dije.
— Te amo, Furukawa Eri.
Un susurro, esa es la forma en la que se dicen las palabras que de verdad sientes. Cambiaba mi mirada entre sus orbes, para que ninguno de los dos se sintiera discriminado.
3/06/2017, 01:12 (Última modificación: 3/06/2017, 01:15 por Uzumaki Eri.)
Al principio todo fue despacio hasta que tomó color el asunto, sobre todo cuando Nabi cambió las tornas y fue él el que profundizó el roce que terminó con ambos en el sofá sin separar sus cuerpos ni un ápice, dos jóvenes demostrándose aquel sentimiento que todos ansían tener en el mundo pero que no todos consiguen: amor.
Cuando sus pulmones luchaban con su corazón para apartarse y volver a respirar, el Senju cortó el contacto y se separó lo suficiente para mirar a Eri a los ojos, y ella no perdía de vista los suyos, con los labios entreabiertos y soltando pequeños jadeos al necesitar llenar sus pulmones de aire de nuevo.
Los labios del rubio también se encontraban separados, y tras encontrarse en un cómodo silencio, al final fue cortado para decir lo que Eri menos se esperaba en el mundo en aquel momento, y, seguramente, lo más esperado por cualquier otra persona.
— Te amo, Furukawa Eri.
Ella abrió los ojos incluso más de lo que estaban, luego se llevó una mano al pecho, intentando sofocar los latidos desbordantes de su corazón ya olvidado porque su dueña ahora tenía la vista fijada en otra persona.
— Y yo a ti.
Fue un murmullo, el mismo tono que él había utilizado, sin embargo esta vez no se escondió ni viró los ojos, esta vez se lo dijo con su mirada puesta en la suya.
Y se abrazó a él como había hecho en la playa, ocultando su cabeza en el pecho del chico para acomodarse mejor, pasando una mano por encima de su cuerpo mientras la otra todavía sujetaba su mejilla.
— ¿Ahora qué pasará?
Sabía qué iba a pasar, no era tonta y conocía lo que venía a continuación, sin embargo quería escucharlo de los labios del chico, quería escucharle decir lo que ella todavía no se atrevía a pensar si quiera, sin embargo, aun teniendo la escasa edad de trece y catorce años, sus vidas estaban marcadas al elegir esa profesión, y es que ser ninja no era una tarea fácil, un día podías estar de misión y al siguiente simplemente no llegar a tu casa y decirle a tu pareja que la quieres, ni mirar a tus hijos a la cara para después desordenarles el pelo...
Por eso, Eri aquella noche simplemente quería pensar en lo que ella sentía y no pensar en todo lo demás.
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Una sonrisa y una lágrima. La lágrima se caería por mi mejilla y se perdería, absorbida por el sofa, pero la sonrisa sería eterna. Eri-hime escondió su cabeza en mi pecho y mi mano derecha se acercó a su pelo para acariciarlo lentamente mientras con la otra la mantenía bien pegada a mi.
— ¿Ahora qué pasará?
— Lo que tú quieras que pase.
Fue una respuesta inmediata. No la razoné ni la justifiqué porque no hacía ninguna falta, era obvio. A mi tambien me hubiera gustado pensar en el futuro, en lo que nos depararía el mañana ahora que tenía lo que siempre había querido, el derecho a estar a su lado.
Antes de darme cuenta estaba apretando el abrazo y acortando aún más la distancia entre nosotros, porque no quería que se alejase ni esos milimetros, quería estar a su lado y tenía que decirselo. Volví a subir su rostro y a posar mis labios en los suyos, despues la abracé con fuerza pasando mi cabeza por al lado de la suya.
— Yo soy feliz con estar contigo.
Le susurré al oido con el tono más dulce que podía permitirme.
Se sentía como en una pequeña nube rodeada por los brazos del chico mientras él decía frases que quería y no quería oír, quería, ya que todo aquello había sido así y tenía que aceptarlo, pero por otra parte le aterraba el futuro por el mismo tema de siempre: su trabajo —aunque son jóvenes— cuenta con misiones donde en algún momento tendrán que arriesgar su vida.
¿Y si pasase algo?
Sin embargo, el roce y el agarre suave que ejercía el rubio sobre su cuerpo actuaba como una anestesia para su cerebro, dejando que en su mente se posasen pensamientos de colores vivos. Su mano volvió a tomar el mentón de ella y de nuevo volvió a acabar con los pocos centímetros que los separaban para sellar sus labios, haciendo que su corazón volviese a saltar en su pecho.
— Yo soy feliz con estar contigo.
— Es fascinante como puedes decir esas cosas sin ruborizarte ni tartamudear, como si fuese algo tan natural... — Alegó mientras sus mejillas volvían a colorearse, esta vez sin alejar la mirada ni girarse, quedándose a la misma altura —o intentándolo— para poder hablarle al oído. — Creo que desde que te conozco he admirado tu comportamiento, y aunque a veces me molesta o me saca de mis casillas... Creo que eres una persona genial, Nabi-kun...
Se acomodó mejor en el hueco entre la cabeza y el hombro del chico y cerró los ojos, disfrutando del contacto que le proporcionaba, sin querer se le escapó un pequeño bostezo y se acurrucó un poco más en él. Tenía sueño, pero aun no quería irse a dormir.
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8/06/2017, 21:50 (Última modificación: 8/06/2017, 21:51 por Inuzuka Nabi.)
— Es fascinante como puedes decir esas cosas sin ruborizarte ni tartamudear, como si fuese algo tan natural...
— Para eso tengo una explicación muy sencilla, desde que te conocí he querido decirte multitud de cosas, no te dije ninguna porque era vergonzoso y no quería incomodarte. Por eso me he callado de todo, ahora tengo todas y cada una de las palabras que me guardé queriendo salir. Ahora que me has correspondido, puedo decirte lo que pienso sin pensar. Es más un alivio que una incomodidad.
De paso tambien me estaba liando a soltarle cada discursito que ni yo me creía que hablara tanto y de forma tan liosa, cuando nunca me había gustado hablar de más. No podía frenarme al hablar con ella, me sacaba todas y cada una de las palabras aunque yo quisiera hacerlo más sencillo y conciso.
Creo que desde que te conozco he admirado tu comportamiento, y aunque a veces me molesta o me saca de mis casillas... Creo que eres una persona genial, Nabi-kun...
— No soy nada impresionante, solo hago lo que creo que debo hacer, muchas veces eso me trae problemas a mi y a quien está cerca mio. En cambio tú eres capaz de unir y alegrar a la gente, cerca tuyo todo el mundo es más feliz. Todas tus sonrisas y tu actitud alegre dieron color a mis dias grises.
Sentí como se acurrucaba y bostezaba y no pude evitar sonreir ante lo adorable que era.
— Venga, durmamos un poco y por la mañana te hare un desayuno de campeonato.
Le dije mientras la abrazaba y le acariciaba el pelo.
La pequeña kunoichi escuchaba atentamente las palabras del rubio fascinada, desde que había confesado todo aquello en la playa hasta el momento solo se había estado dejando guiar por lo que su corazón le dictaba acerca de sus sentimientos, sin embargo, al terminar su pequeño discurso, no pudo hacer más que sonreír contra la piel desnuda del cuello del chico a modo de contestación.
— Lo que yo creo es que me ves con buenos ojos, yo no sería capaz de mantenerme firme a mí misma en los peores momentos, en cambio tu destilas un aura de seguridad al rededor de ti... Es increíble.
Notó que acariciaba sus cabellos y que poco a poco la pequeña se abandonaba entre cuidados y atenciones al mundo onírico de una forma tan cómoda, que pensó por un instante que dormir así todas las noches tendría que ser un pecado .
— Solo porque tu quieres... Nabi-kun. — Susurró con voz adormilada. — Buenas noches...
Su respiración comenzó a ser pausada y tranquila, y sus ojos, cerrados; indicaban que la joven había caído en los brazos de Morfeo acurrucada en un pequeño hueco del sofá aprisionando a Nabi con su brazo izquierdo.
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— Lo que yo creo es que me ves con buenos ojos, yo no sería capaz de mantenerme firme a mí misma en los peores momentos, en cambio tu destilas un aura de seguridad al rededor de ti... Es increíble.
— Realmente no importa como te pongas en los peores momentos, esos momentos seran dos o tres, pero tú eres capaz de sacarle una sonrisa a las personas en el otro 90% de momentos. Dejame a mi los momentos duros y comparte tu alegría conmigo.
Eri-hime tardó un rato en contestarme de nuevo, pues casi no podía ni mantenerse despierta. Yo no dije nada, esperando lentamente el momento en que se quedara dormida.
— Solo porque tu quieres... Nabi-kun.Buenas noches...
— Buenas noches, Eri-hime.
Le susurré mientras seguía acariciando su pelo. Cada respiración que daba me penetraba más profundamente en lo mas hondo del corazón, nunca jamás en toda mi vida mi champú había olido tan bien. ¿Qué clase de magia usaba aquella pequeña criatura de Kami-sama para mejorar todo lo que tocaba? Yo mismo podría haber caído en el odio, perderme en mi oscuro pasado, en noches frías con lágrimas ardientes.
Pero su sonrisa y sus amables palabras día tras día me impedían entristecerme. Las noches no eran más que el preludio a la mañana en que podía verla. Incluso al acabar la academia, saber que cualquier día me podía cruzar con ella por las calles de la villa me bastaba para salir con todo lo que tenía. Su sola existencia era un mundo para mi.
Y ahora sentía sus latidos contra mi pecho, el calor de su aliento justo donde está mi corazón dando vida a la oración de que ella me alentó a vivir.
¿Cómo iba a dormir? ¿Cómo? Quería atesorar hasta el último de los segundos que la tuviera entre mis brazos para recordarlos el día que agonizara y pensar que todo había valido la pena. Cerré mis ojos para concentrarme en el resto de mis sentidos y me quedé fritisimo.