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3/07/2016, 13:23
(Última modificación: 17/07/2016, 20:22 por Uchiha Akame.)
Debía ser mediodía, porque el Sol se alzaba en lo más alto de la cúpula celeste, bañando la Aldea con su cálido resplandor. Aquella luz radiante significaba el fin del Invierno y del año doscientos uno, dando la Bienvenida a la Primavera. Como era tradición en Takigakure, los aldeanos ya estaban empezando con los preparativos para la Fiesta de Año Nuevo, por lo que la Villa bullía de actividad. Hacía un temperatura de lo más agradable, cálida pero aderezada por la fresca brisa que venía del río, que muchos ciudadanos aprovechaban para el disfrute.
Una figura se plantó frente a imponente Edificio del Kawakage. Vestía con sencillez ropas típicas de su profesión; un top deportivo de color negro, ajustado y cómodo. Pantalones de corte militar, verde caqui, y sandalias azules. Por todo su cuerpo se podían ver —para no variar— vendajes y parches de todo tipo. En el citurón llevaba un portaobjetos ninja, de color negro, que contenía su paupérrimo equipamiento.
Era una chica de estatura mediana para su edad adolescente, complexión atlética y músculos bien marcados. Su piel café relucía al sol, y contrastaba con su pelo rubio platino, que llevaba recogido en una coleta corta y rapado por ambos lados.
—Hogar, dulce hogar.
Anzu recorrió la fachada de aquel edificio con sus ojos grises, buscando algún detalle que hubiese cambiado en aquel largo año. Pero no lo encontró: todo estaba tal y como lo había dejado. ¿Todo? No tardaría en descubrir cuántas cosas eran diferentes ahora.
Se había citado allí con su viejo compañero Tatsuya, el espadachín más educado de la Villa, mediante una carta postal. Hora y lugar indicados, Anzu simplemente se limitó a esperar con disciplina pretoriana.
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"Ha pasado mucho tiempo, han pasado muchas cosas también"
Caminaba sereno por las calles de la aldea un muchacho de hakama blanco y camisa negra con agunos detalles dorados, aunque estos no podían apreciarse con claridad por la capa negra que le cubría. En estos últimos meses Tatsuya había dado un mini estirón de último minuto, aunque un par de centímetros no hacían mucha diferencia. Quizás era aquella melena larga y suelta la que le daba una apariencia más madura, por no mencionar que se notaba más el parecido con su padre.
"¿Ella también habrá cambiado?"
Una de sus sirvientas le había entregado una nota para él, la cual había sido enviada por Kajiya Anzu. No era una simple casualidad. Al ver que la kunoichi tenía intenciones de verlo en el edificio del Kawakage rápidamente pudo deducir de que iba la cosa. Sabía que tarde o temprano tendrían que reencontrarse, de no ser por todos los asuntos que lo mantuvieron ocupado durante el año él mismo hubiese buscado de nuevo a la morena. Ahora se dirigía al punto de encuentro donde por fin podría volver a verla, las veces anteriores no habían llegado a hablar con tranquilidad, quizás ahora sería su oportunidad.
Pronto llegó al lugar indicado con la puntualidad que le caracterizaba, cerca de la entrada pudo divisar a su compañera de equipo. Era extraño, quizás algunos detalles habían cambiado pero aquella aura enérgica seguía siendo la misma. El Takanashi subió las escaleras hasta llegar donde se encontraba su compañera mientras esbozaba una fina sonrisa.
—Me alegra volver a verte, Anzu-chan— Reverenció con parsimonia para saludarla.
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Anzu sonrió con franqueza cuando vio, a lo lejos, aproximarse la inconfundible figura de su compañero. Aunque habían pasado un año sin verse, Tatsuya era fácilmente identificable por sus ropajes —elegantes y de buena calidad— sus ojos y su forma tan cortés de andar. La Yotsuki lo saludó agitando una mano en el aire mientras él subía las escaleras de piedra que llevaban hasta la entrada del Edificio del Kawakage.
Aquellos dos gennin no habían sido los mejores amigos desde siempre, de hecho, ni siquiera habían trabajado juntos. Sin embargo, lo sucedido en el Torneo de los Dojos había fortalecido enormemente la complicidad entre ambos; no hay nada como enfrentar a la muerte junto a un ninja para que empieces a considerarlo tu camarada.
—Me alegra volver a verte, Anzu-chan —dijo Tatsuya, haciendo una de sus educadas reverencias.
La aludida le respondió con una carcajada divertida y un apretón de manos.
—¡Lo mismo digo, Tatsuya-san! Veo que no te has olvidado de tus modales.
Recorrió al tipo con la mirada de arriba a abajo. Parecía el mismo, pero estaba más alto y sus facciones eran más maduras; había empezado ya el camino de niño a hombre. «¿Habré cambiado tanto yo?» Claro que había cambiado. Las experiencias de todo un año viajando por Oonindo la habían moldeado como a un muñeco de cera, aunque ella no fuese plenamente consciente. Sí, estaba más desarrollada —aunque sus pechos seguían tan planos como siempre— y fuerte, su rostro estaba más curtido y sus ojos transmitían mayor dureza. Pero los detalles más llamativos eran, sin duda, dos kanjis tatuados con tinta negra: uno en la muñeca derecha y otro en la izquierda. Además, su mano derecha estaba cubierta de horribles quemaduras, como si la hubiera metido en una fanega de hierro hirviente.
—¡Bueno! Vamos a ello, ¿no? —dijo, enfilando la puerta del Edificio—. Sólo espero que Yubiwa-sama sepa excusar nuestra tardanza. Ha sido... duro, asimilar todo lo que pasó.
Anzu ya había explicado a su compañero el motivo de la reunión: quería informar al Kawakage de lo que habían escuchado a hurtadillas justo antes del desastre.
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La kunoichi le estrechó la mano enérgicamente sorprendiendo al espadachín, pero lejos de incomodarle sonrió al ver que seguía siendo la misma chica alegre.
—Yo también puedo ver que sigues tan animada cómo siempre.
Estando más cerca pudo notar que el número de cicatrices había aumentado, siempre imaginó que Anzu se esforzaba mucho en sus entrenamientos y eso le provocaba un poco de vergüenza de sí mismo al ver cómo su compañera se dedicaba tanto. Por otro lado le resultaba preocupante que ella se excederia a la hora de practicar, pero él no era quién para juzgarla. Ahora tenían un asunto más impotante que atender, uno muy delicado.
—Tienes razón— Su semblante se tornó serio —Debo admitir que aún no he digerido del todo lo que ocurrió en aquel incidente, pero sí sé que hay algo turbio cocinándose y es nuestra responsabilidad informarlo.— Empezó a caminar mientras usaba su mano para instarle a la morena para que lo acompañase.
Recordó la conversación que escuchó el día del ataque del shukaku, en aquel entonces no supo interpretar las palabras de los dos misteriosos encapuchados, pero con el pasar de los meses estuvo meditando al respecto y empezó a formar una teoría. Existía alguien ajeno a las tres grandes aldeas interesado en los bijuu y que estaba vigilándolos de cerca. Sin embargo también sabía que él no era la persona indicada para tratar el asunto, lo mejor que podía hacer era contarle al Kage y luego él ya podría asignar gente capaz de dilucidar el asunto.
—Por cierto, ¿ya habías avisado que vendríamos?— Ladeó la cabeza para preguntarle a su compañera.
Quería tener a certeza de cómo iban a proceder. Era la primera vez que hablaría frente a frente con el fundador de la aldea y no estaba muy seguro de cómo tratar con él.
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Pronto el cálido saludo entre dos jovenes gennin que llevaban mucho tiempo sin conversar se volvió más oscuro y lóbrego. A medida que evocaban los recuerdos del ataque del Shukaku, se hacía evidente en los rostros de los muchachos que aquella había sido una experiencia difícil de superar. Una gran ciudad, próspera, verde y rica, había sido reducida a cenizas. Anzu había visitado lo que después se conocería como el Lago del Recuerdo, y había visto el mausoleo erigido en honor a las víctimas, pero no halló consuelo ni paz. Por más que ahora hubiese un manantial de aguas cristalinas, ella seguía viendo un yermo cráter.
Sin embargo, más importante le parecía el tema al que Tatsuya hacía referencia; había alguien cuyos planes se entretejían por encima de las Tres Grandes Aldeas. No podía parar de pensar tampoco en lo que aquel hombre que decía ser Rikudo Sennin les había confiado. «El hombre de la risa inquietante...» Por más vueltas que le había dado al asunto, no le encontraba sentido alguno. «Lo que sí tiene sentido es que ahí fuera hay cabrones intentando apoderarse de los jinchuuriki», y al instante se imaginó el rostro desencajado de Uchiha Datsue.
—Por cierto, ¿ya habías avisado de que vendríamos?
—La verdad es que no —admitió la kunoichi con aire distraído—. Pero no te preocupes, estoy dispuesta a pasar por encima de quien haga falta para informar al Kawakage-sama.
Convencida, entró en el Edificio y se dirigió, sin pudor alguno, hacia el mostrador de recepción.
—Venimos a ver a Senju-sama. Es un asunto muy importante —hizo incapié en la relevancia del tema—. ¿Por dónde queda?
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3/07/2016, 16:23
(Última modificación: 3/07/2016, 23:01 por King Roga.)
—La verdad es que no —admitió la kunoichi con aire distraído—. Pero no te preocupes, estoy dispuesta a pasar por encima de quien haga falta para informar al Kawakage-sama.
No pudo evitar el sentirse preocupado ante aquella respuesta, sin duda era un incoveniente. Una pequeña gota de sudor se dejó ver, la verdad es que no esperaba menos de Anzu, aunque en el fondo deseaba que no fuera tan literal. Lo último que necesitaban era armar problemas.
"Espero que lo de pasar encima no sea en serio"
Respondió mentalmente mientras su compañera se dirigía al recepcionista. La agenda de un mandatario es muy ajetreada, a el lo criaron con esas ideas en mente. Pero el tema que traían entre manos era urgente, ya lo habían aplazado demasiado y no podían permitir que ese tal Namiron siguiera moviéndose a la sombra de la Alianza.
—Venimos a ver a Senju-sama. Es un asunto muy importante —hizo incapié en la relevancia del tema—. ¿Por dónde queda?
—Lamento que vengamos así de improviso— Se inclinó para disculparse —Pero tal y como dijo mi compañera es un asunto importante— Aseveró
Ahora que lo pensaba era poco creíble que dos genins quisieran hablar de cosas serias con el Kage, pero ellos dos eran los únicos que tenían conocimiento de lo ocurrido y de una u otra forma debían hablar con Yubiwa. No querían una cita para luego, querían que fuera aquí y ahora.
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La recepción del edificio administrativo de la villa era grande sin pretender ser ostentosa. Todo era de madera, desde el suelo hasta el mostrador. A la derecha había una puerta con un sobrio cartel que rezaba "Encargos y Misiones Menores", y a la izquierda una pared llena de cuadros con retratos de... Yubiwa.
Desde la puerta se extendía una sencilla alfombra verde hasta el mostrador. Allí les esperaba un... un sillón. Un sillón dado la vuelta. A cada lado del mostrador habían unas escaleras que ascendían a los pisos superiores.
Quién sabe qué había tras ese sillón, pero desde luego hacía un ruido como de alguien con un serrucho intentando tirar una enorme secuoya abajo.
El sillón se dio la vuelta lenta, lentamente.
Les recibió una señora mayor, que vestía unas gafas de color rosa, mucho más grandes de lo que cualquier estilista le habría recomendado dado el tamaño de su cabecita. Vestía un collar de perlas enormes de plástico, sin apenas brillo y que empezaba a perder color. A pesar de su inofensivo aspecto, y de lo gracioso que resultaba el moño en forma de pelota que conquistaba la cima de su cocorota, se trataba de una kunoichi veterana, o eso parecía sugerir la bandana que ceñía firmemente en la frente.
Se estaba limando las uñas con un utensilio tan desgastado que lo único que hacía era producir aquél extraño y lamentoso chirrido de mil demonios.
—No está —dijo.
Se dio la vuelta, y sin haberles dejado tiempo siquiera a contestar, volvió a girar el sillón y chilló:
—¡QUE NO ESTÁ! ¡VAMOS! ¡FUEEERA!
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Anzu no pudo evitar que sus labios se curvaran en una mueca de auténtica ira cuando la recepcionista —a juzgar por su aspecto, una kunoichi veterana y quizá ya retirada del servicio— les mandó, casi literalmente, a freír espárragos. La cicatriz que cruzaba su boca se deformó en una contorsión macabra cuando la Yotsuki puso la mano diestra sobre el mostrador. No fue un gesto agresivo ni provocador, pero sí cargado de solidez y seguridad. Con sus ojos grises buscó en el respaldo del asiento, el lugar donde debía estar la cara de aquella vieja.
—Es un asunto importante. De seguridad nacional. Estoy segura de que Kawakage-sama puede recibirnos.
Ella nunca había sido buena con las palabras. No se le daba bien convencer a la gente —no, al menos, hablando— y tampoco solía ocurrírsele una buena manera de hacerlo. Sin embargo, era consciente de que tenían que informar a Yubiwa. «Y tiene que ser hoy. Ahora. Ya llevamos un jodido año de retraso...» En realidad Anzu no quería conseguir la audiencia con el máximo responsable de Takigakure no Sato. Sabía que serían fuertemente reprendidos por haber tardado casi trescientos sesenta y cinco días en comunicar una información tan importante.
La Yotsuki lanzó una mirada a su compañero, una mirada que pretendía decir 'Tatsuya-san, tú eres el educado, el formal, el noble. ¡Haz algo!'
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No pudo evitar el llevarse una mano a la oreja para acariciarla después de haber sido maltratada por el fuerte sonido alias "voz" emitido por la señora. Eso y que le fastidió también el ruido provocado por un extraño mueble de madera que había en el aquel sitio. Era de madera, sonaba como si lo estuvieran aserrando. ¿Que hay de malo si era madera que sonaba a madera? Fácil, que no debería estar haciéndolo sola.
"Será algun sillón automatico amegakuriense de esos importados, quizá esté defectuoso"
Volviendo al asunto de los gritos, el Takanashi no tenía la intención de moverse del sitio. El Tatsuya de ahora no era tan dócil como el de antes, no iba a dejar que lo mandonearan sin razón alguna.
—Mire, señora. Nosotros vinimos aquí respetuosamente, así que le agradecería que no nos gritase porque nosotros no le hemos venido a gritar a usted— Le reclamó.
La Yotsuki entonces apoyó su mano en el escritorio para imponer presencia en el lugar, nuevamente le expuso sus motivos a la recepcionista y le pasó la bola con la mirada al Takanashi. A decir verdad, él con todo y su estricto código de conducta no es bueno en eso de negociar, malas a experiencias a pasado por eso. Aún así se vió en la obligación de interceder, lo más protocolariamente que pudo.
—Sí Kawakage-sama no se encuentra aquí podría ir a donde quiera que fuese necesario para avisarle de que hemos venido a hablar con él, nosotros esperaremos el tiempo que sea necesario— Le exigió.
Trató de no sonar pedante, ya le ha pasado factura en otras ocasiones. Sin embargo, no era por ser pesimista, pero algo le decía que esa anciana no se iba a dejar convencer con facilidad y menos por dos miserables genins como ellos. En caso de que la veterana siguiese negándose a atenderlos tenía un as bajo la manga para intentar hacerla cambiar de opinión, aunque en el fondo esperaba no tener que recurrir a ello.
"O lo arreglo o lo arruino más"
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Cada vez que uno de los genin intervenía, la mujer chasqueaba la lengua, y cada vez que lo hacía, era un poco más fuerte. Cuando Tatsuya terminó su intervención, la mujer giró suavemente el asiento, una actitud para nada equivalente a la que había empleado cuando les había gritado.
Su mirada era diferente.
—Yubiwa-sama no está en su despacho. Pero si se trata de un asunto de seguridad nacional, como decís, sin duda debería saber de esas noticias tan urgentes —aseguró, con voz suave—. Ha salido esta mañana hacia Notsuba. Si váis por el gran camino del este podríais alcanzar a la comitiva antes de que cruce el Puente Tenchi.
»Hacedme caso, cuando se trata de viajar, ese mozalbete no se da mucha prisa. Y ahora, si me lo permitís, voy a seguir limándome las uñas.
El sillón se dio la vuelta de nuevo lentamente, y pronto volvió aquél horroroso chirrido de metal contra queratina.
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No había forma en todo Oonindo, ni siquiera en los Siete Reinos del Inframundo, en la que el rostro de una persona expresara más satisfacción y regocijo que cuando aquella anciana recepcionista atendió por fin a las demandas de los dos jóvenes gennin y les indicó cómo llegar hasta Senju Yubiwa. Anzu parecía incluso brillar, porque la perspectiva de aquella pequeña victoria iluminaba su camino como un faro en la lejanía, cruzando el mar de las tinieblas. «Tatsuya-san, ¡vaya pico de oro tienes joder! ¡Ole tus huevos, sí señor!»
La Yotsuki escuchó atentamente las indicaciones que les daba aquella mujer. Al parecer el Kawakage había salido de viaje hacia Notsuba, en el País de la Tierra. Un camino largo y cansado que los gennin deberían hacer a toda prisa si querían alcanzar al mandatario... O no, porque según aquella mujer —que por su aspecto parecía acumular experiencia suficiente como para decirse versada en esos asuntos— les aseguró que Yubiwa no era de los que viajaban con prisas. «¡Por todos los dioses, por fin algo de suerte!»
—Muchas gracias —dijo torpemente la kunoichi, inclinándose en una tosca reverencia que ni siquiera parecía tal. Nunca se le habían dado bien los formalismos—. Nos pondremos en camino de inmediato.
Anzu esperó a que Tatsuya diera el visto bueno, y salió del Edificio.
—Bueno, parece que nos toca pegarnos una buena 'patea' —afirmó, pensando que quizás no habían tenido tanta suerte—. Voy a pasar por casa a coger algunas provisiones, no sabemos qué tan lejos puede estar ya la caravana de Kawakage-sama. ¿Te parece que nos veamos en las puertas dentro de quince minutos?
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15/07/2016, 23:34
(Última modificación: 15/07/2016, 23:39 por King Roga.)
Se sorprendió no sólo porque las palabras de ambos genins surtieran efecto, sino también al notar el cambio de actitud de la señora que; pasó de vieja gritona a anciana sabia en menos de un parpadeo. Justo el día que habían decidido hablar con Yubiwa él había salido de viaje, pero al menos les dió la información necesaria para seguirle la pista y asegurándoles de que tenían tiempo. Era un alivio y a la vez no.
----Muchas gracias por atendernos, con su permiso— Reverenció aunque la dama ya les hubiese dado la espalda.
"Por Kami-sama, pero que son sus uñas, hubiese preferido que fuera el mueble"
Salió del sitio acompañando a la kunoichi mientras trataba de sacar de su cabeza aquel chirriante sonido como el de una lija sobre hierro oxidado. Ahora tenían que planear su ruta, estaba por preguntarle a su compañera si no iba a buscar algo antes de partir y como si pudiese ver el futuro la morena habló.
—Bueno, parece que nos toca pegarnos una buena 'patea' —afirmó, pensando que quizás no habían tenido tanta suerte—. Voy a pasar por casa a coger algunas provisiones, no sabemos qué tan lejos puede estar ya la caravana de Kawakage-sama. ¿Te parece que nos veamos en las puertas dentro de quince minutos?
—No tengo ningún incoveniente con eso, me parece perfecto, entonces nos vemos dentro de un rato— Respondió amablemente.
A decir verdad el Takanashi no estaba muy seguro de que podría necesitar, durante sus viajes a lo largo del año se acostumbró a llevar poco o ningún equipaje. Vaya suerte, no hacía ni un mes que regresó a Takigakure y ya iba pa'fuera de nuevo, aunque esta vez prometía ser un recorrido corto. Lo que sí era cierto era que necesitaría un mapa no sólo para ubicarse sino también para calcular el tiempo. Iría rápidamente a su hogar a sacar alguno que tuviera guardado por ahí y echarle un vistazo.
"De aquí al Puente Tenchi son seis horas de viaje, realmente se debe estar tomando su tiempo para no haber llegado aún. Me pregunto si la anciana solo nos lo dijo por safarse de nosotros... Hmmm, debo dejar de ser tan suspicaz y confiar más, convivir con Datsue hizo daño, puff"
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16/07/2016, 15:02
(Última modificación: 16/07/2016, 16:42 por Uchiha Akame.)
Y allí estaba Anzu, justo quince minutos después, esperando pacientemente frente a las enormes puertas de madera que daban acceso y salida a la Villa Oculta de la Cascada. Llevaba a la espalda una pequeña mochila de color caqui, en la que había conseguido meter a toda prisa algo de comida y mucha agua. No esperaba que les fuese a llevar mucho tiempo alcanzar a Yubiwa, de modo que las provisiones —aunque escasas— debían ser suficientes. «Mejor llevar poco peso y movernos con más rapidez».
El Sol de Primavera ya empezaba a calentar, de modo que la Yotsuki se refugió bajo la sombra de un frondoso árbol. Acarició su corteza con la mano repleta de quemaduras y sintió el tacto áspero y el olor a madera. Sobre su cabeza, un pajarillo cantaba alegremente, guarecido en su nido.
— Antes muerta que dejar esta Aldea otra vez —masculló entre dientes, recordando al azar momentos de su sufrido año de viaje por Oonindo.
Lo tenía claro. Takigakure le había dado un hogar, un sueño, un motivo por el que luchar. Se sintió entonces peor por no haberle contado antes al Kawakage lo que había oído en los servicios del estadio aquel fatídico día... «Si termina sucediéndole algo a la Aldea por mi culpa, nunca me lo perdonaré...»
Cuando Tatsuya llegase, se pondrían en camino. Su destino era el camino que llevaba hasta el Puente Tenchi, y su objetivo, Senju Yubiwa.
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Tatsuya al final no se llevó demasiado, simplemente alguna que otra fruta para el camino y por supuesto el mapa. Metió las cosas en un morral cuadrado negro con bordados de distintos colores, una artesanía que consiguió por ahí. Lo que no podía faltar era su preciada capa de viaje a la cual ya estaba más que acostumbrado, así pues salió no sin antes buscar al ama de llaves con quién se topó en uno de los corredores de la casona.
—Tatsuya-sama ¿a dónde va a ir?— Preguntó nomás verle, sabía perfectamente lo que implicaba aquella capa.
—A algún lugar cerca del Puente Tenchi. Nozomi-san, por favor avisa a mis padres— Le dijo mientras se volteaba.
—¿Por qué no lo dijo antes? Podría prepararle algunas provisiones— Se le escuchaba afligida.
—Lo lamento, ya voy de salida, es una emergencia. Adiós— Se despidió.
—Mucha suerte mi señor, que la voluntad de Kawakage-sama le guíe— Reverenció la señora.
"Fuff, si supiera a quién voy a ir a buscar justamente..."
Así el Takanashi se puso en marcha con su escaso equipaje, quizás ni siquiera lo fuese a necesitar, o quizás sí, no había forma de saberlo. En teoría deberían llegar rápido. El espadachín se dirigió al ascensor que está detrás de la catarata que sirve de entrada a la aldea donde su compañera de equipo ya le estaba esperando. Tan precisa era su puntualidad que; de haber sido cronometrado faltarían 3 segundos para los 15 minutos exactos.
—Anzu-chan, todo listo— Anunció su presencia —Vamos entonces.
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Anzu y Tatsuya se reunieron a la salida de la aldea, completamente equipados para el largo viaje en el que tenían que embarcarse.
···
Riiissss, raaaasss, riiiisss, raaaasss, aquella limadora de uñas seguía haciendo como si cortase el tronco del Árbol Sagrado. Rissss, rassss.
—¿Tan silenciosa como siempre, verdad, Sekuoya-chan? —Una voz masculina interrumpió el no-silencio de la recepción. La abuela y su sillón se dieron la vuelta para recibirle, y ella —el sillón no, obviamente— hizo una ligera reverencia ante la presencia del Kawakage.
—Buenos días, Yubiwa-sama —saludó—. Han venido dos muchachos con un supuesto asunto de máxima importancia.
—¿Entonces debo suponer que supuestamente los has mandado a algún entretenimiento sano para que se entretengan, verdad? Aún me queda un rato para terminar la partida.
—Les dije que si se daban prisa igual te alcanzaban antes de que llegases al puente Tenchi
—Jooooder, Sekuoya-chan. Cada día te superas un poco más.
···
—¡Eh, eh, vosotros! —Un chunin con perilla se les acercó antes de que cruzaran la entrada—. ¿Váis de misión oficial o algo? ¿A qué se debe vuestra marcha?
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