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Al escuchar las palabras del médico, la fémina se puso en un estado que realmente no esperaba, pero esperar algo en particular de Aiko parecía ser algo con menos sentido cada vez que lo pensaba. Reposar en otra habitación era lo que le recomendaba hacer la kunoichi inmortal, recriminándole que aunque no hacerse a la idea, no estaba en condiciones de marcharse.
No voy a quedarme en este hospital de mala muerte...
Comentaría dando pequeños pasos en dirección a lo que podría haber quedado del armario para ver si algo de sus cosas estaban ahí todavía.
Seguiré mi recuperación en Nishinoya, yo mismo puedo hacer un mejor trabajo...
Agregaría entre muecas de dolor y respiraciones agitadas a causa del esfuerzo que estaba haciendo.
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El médico, carente de raciocinio, no aceptó la respuesta de la chica como una posibilidad tan siquiera. Éste se rehusó a aceptar quedarse en ese hospital que catalogaba como "de mala muerte", e inmediatamente comenzó a andar hacia los restos del armario de la habitación. A cada paso no podía evitar quejarse, le debía doler a rabiar, y eso que seguro intentaba ocultarlo. A saber cuanto le dolía en realidad...
«Será cabezón...»
Éste inquirió que seguiría la recuperación en los alojamientos, curándose él mismo, dado que sin dudar lo haría mejor. Al menos, eso era lo que pensaba, y no dudó en soltarlo. La chica frunció el ceño, cabreada relativamente por la reacción del chico. La vena de su sien relucía bien cargada, y hasta se notaban los impulsos de sangre que recorrían ésta a escasos intervalos.
—¡Mogura! —solicitó su atención. —No puedes casi ni andar, ¿acaso no lo ves? Estás hecho un trapo, necesitas reposar. Te vas a quedar en éste hospital, y si puedes curarte tú mismo, hazlo, pero te quedarás aquí. Si algo te sale mal, tienes ayuda médica, además de que dispones de todo el material médico que puedas necesitar, cosa que en los alojamientos no tienes.
Se cruzó de brazos, e hizo aún mas intensa su mirada, si es que cabe. —¡Y no hay mas que hablar! ¿vale?
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—¡Mogura!
La fémina llamaría su atención y el joven médico se giraría hacía ella, se le podría notar molesto por el dolor y lo mucho que le estaba costando siquiera hacer el esfuerzo de caminar.
La critica no se haría esperar y la muchacha empezaría a echarle en cara lo que él ya sabía, no podía andar bien, apenas si podía estar de pie. Estaba hecho un trapo a efectos prácticos, no necesitaba estar caminando, necesitaba reposo. Eso y más cosas sobre lo que él mismo había dicho, básicamente no parecía muy dispuesta a aceptar su voluntad.
El hecho de que se cruzara de brazos y le mirara con una expresión realmente intensa lo confirmo.
—¡Y no hay mas que hablar! ¿vale?
Mogura mantuvo su seria y molesta mirada un par de segundos con Aiko, compitiendo. Pero en el interior de Mogura las cosas estaban un poco diferentes, las altas temperaturas del Valle de los Dojos, la humedad de la habitación mojada y el exceso de energía que había puesto en hacer lo que había hecho hasta ahora le pasaron factura.
Aiko vería como el muchacho empezaba a acortar la distancia con ella, no para quitarla del camino queriendo irse de la habitación, sino para apartarla y caerse inconsciente en el piso. Si esta se quitaba, el muchacho caería de cara al piso.
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30/08/2017, 19:37
(Última modificación: 30/08/2017, 19:37 por Aiko.)
La chica, enfadada como un dragón en un coliseo, mostró su punto de vista. Se encontraba en una posición inflexible, no pensaba retractar sus palabras, y sus brazos cruzados así lo confirmaban, así como su ceño fruncido.
«Ni hablar del peluquín, se va a quedar en el hospital.»
El chico, al menos la encaró, dejó en el olvido la idea de tomar sus cosas de los restos del armario, lo cuál era un alivio. Sin embargo, su mirada no mostraba conformidad, luchaba con la pelirroja para seguir en sus trece, lo cuál obligaba a la chica a no ceder. Ambos quedaron encarados por unos instantes, sin mediar mas palabra.
Dicen que las miradas valen mas que mil palabras, sin duda éstas valían al menos unas decenas de miles.
Sin palabra alguna entre medio, el chico trató de apartar a la pelirroja. Ésta se mantuvo férrea, inamovible, como una roca en mitad del camino, indispuesta a ceder. Se mantuvo firme, con los brazos aún cruzados, y la mirada al frente. Mogura, pasó por su flanco, haciendo como por apartarla. Aiko tomó aire, y lo exhaló en un suspiro tendido.
«Menudo cabezón... nada, que voy a tener que atarlo a una camilla o algo...»
La chica fue a mirar hacia su flanco, para darle una última advertencia, pero donde debía estar el chico ya no quedó nada. De pronto, escuchó lo inevitable.
¡PLOF!
El chico clavó la cara en el suelo, imitando a un avestruz al sentir miedo.
La chica se llevó las manos a la cabeza, alarmada. — ¿¡AHI VA LA HOSTIA QUE SE HA PEGADO!?
«Primero lo hago explotar, y luego lo mato en el hospital... van a pensar que vine a rematarlo, me van a tomar como una criminal... ¡DIOS MIO! ¡DIOS MIO!»
Tan rápido como pudo, la chica se apresuró a hacer lo que debía. No, no tomó al chico, se dirigió rápidamente hacia la ventana, con el pensamiento de saltar y despedirse de ese desafortunado fiambre. Al apoyar la pierna en el ventanal, se dio cuenta de que aún había gente mirando, pendiente a qué había sucedido allí, donde habían atacado con una tromba de agua.
«¿¡MIERDA!?»
La idea se le fue rápidamente de la cabeza, no podía. A decir verdad, tampoco podía dejar el cadáver allí, debía deshacerse de él. Tan agitada como un panda en la celebración de la luna nueva, la chica cogió a Mogura por el cuello de su vestimenta, y miró hacia la puerta. No habían demasiadas opciones...
Al tomarlo, sintió su leve respiración en su piel. El chico al parecer aún estaba vivo, aunque tenía la nariz torcida, y ensangrentada. Por suerte o por desgracia, tan solo se la había partido. «Ostras... que aún está vivo...»
La chica pudo respirar algo mas calmada, pero aún se encontraba en una situación peliaguda. Tomó aire, y arrastró de él hasta la puerta. Abrió la misma, y desde el umbral de la puerta, miró hacia ambos flancos, buscando de algún buen médico, o de un médico al menos.
— ¿¡AYUDA!? —vociferó, en pos de conseguir lo que bramaba. — ¡Han atacado a éste chico! ¡Necesitamos ayuda!
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El llamado de la fémina en la entrada de la habitación tardaría en escuchar una respuesta, vaya uno a saber por qué pero la enfermera que se manifestaría se tomaría su tiempo para aparecer en escena.
Kunoichi-dono. ¿Qué sucede? Este lugar es para los enfermos y heridos. ¿Por qué grita en el pasillo?
Consultaría con una voz de esas que difícilmente puede elevarse demasiado, una alarmada enfermera. Vestía un kimono de un color marrón claro y un delantal blanco por encima de este, para evitar ensuciarse. Sus pies cubiertos por tabi se deslizaban hábilmente por el piso de madera para evitar hacer mucho ruido, pero la naturaleza de la situación le impedía tomarse todo el tiempo que le gustaría.
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La chica esperó por unos segundos, quizás unos minutos, los cuales se hicieron realmente largos. Nadie parecía querer atender a la llamada de auxilio, la chica hasta pensó en cargarlo por el pasillo hasta dar con alguien que los atendiese, pero al final, fue algo innecesario.
Una enfermera apareció, preguntando porqué armaba tanto jaleo. Con una parsimonia envidiable, ésta acudió hacia los jóvenes, con un paso casi tan alegre como el de una morsa en pleno verano. Vamos, una pelusa tendida al viento habría sido de mas velocidad que la supuesta enfermera. Vamos, se notaba que su aptitud física no había sido su fuerte en la vida.
—¿¡ACASO NO LO VE!? —bramó de nuevo la chica, soltando de una mano al chico, y señalándolo, como si no fuese obvio lo que sucedía. —Inundaron la habitación, se levantó, y se ha pegado un porrazo que hasta ha perdido la consciencia... ¿QUE MAS NECESITA? ¿QUE TENGA LOS INTESTINOS EN EL SUELO?
Quizás la chica exageraba, pero bueno... después de todo, tampoco lo hacía demasiado, la mujer le había sacado de sus casillas con esa parsimonia, y con esa pregunta tan absurda.
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—¿¡ACASO NO LO VE!?
La reacción de la enfermera fue apartar ligeramente la mirada al escuchar las palabras y tono de la alterada pelirroja. No le hacía mucha gracia tener que tratar con ninjas dada su reputación y mucho menos con una alterada y claramente enfadada kunoichi.
—Inundaron la habitación, se levantó, y se ha pegado un porrazo que hasta ha perdido la consciencia... ¿QUE MAS NECESITA? ¿QUE TENGA LOS INTESTINOS EN EL SUELO?
La enfermera entonces miró a Mogura, en el estado pobre en el que se encontraba, después la habitación. Sus ojos danzaron nerviosamente entre el piso, el techo y las paredes. Tomaría una de las manos del muchacho para controlar sus signos vitales, con esto también se tomaría su tiempo y si Aiko miraba bien notaría que la mujer intentaba mantener una cuenta mental en la que se perdió varias veces.
¡No puedo creer que aún siga con vida, sus heridas no daban mucha esperanza!
Tomaría entonces desde el interior de su obi un par de tacos de madera oscura, sin dudarlo dos veces los golpeó tres veces. El sonido de estos tacos retumbaría en el interior del pasillo casi tanto como un tambor en medio del campo de batalla.
Esta habitación ya no esta en condiciones de recibir pacientes, hay que moverlo a otra parte del hospital...
Le comentaría con un tono alterado, que por la naturaleza de su voz se escucharía sumamente tranquilo.
Y nuevamente la espera tendría lugar...
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La enfermera se tomó su tiempo para atenderlos. Al llegar, hasta se perdió su mirada varias veces por el espacio destrozado que anteriormente fue su habitación. Tomó al chico, liberando a Aiko de la carga, moral y física. Tras ello, pareció tomarle pulso, aunque lamentablemente se perdió varias veces en la cuenta al parecer. Sin duda, no había tenido demasiada suerte. Para colmo, la enfermera reconoció que no esperaba que hubiese sobrevivido hasta el momento, dado la gravedad de sus heridas.
«Menos mal que no me entusiasmé demasiado en el ataque, que si no me lo cargo de verdad...»
Pero una cosa no cambiaba la otra. ¿Qué clase de enfermera suelta un comentario así? ¿acaso era estúpida, o bien era la mas incompetente de todo el hospital?
La chica tomó unos tacos de madera, y los hizo resonar mas que lo que había resonado en el pasillo la voz de la kunoichi. Sin embargo, nada mas sucedió aparentemente. La mujer terminó por reconocer que en el estado que había quedado la habitación, no podían dejarlo ahí, al menos parecía tener dos dedos de frente, o algo parecido.
La chica dejó caer un suspiro, en parte aliviada. Aunque fuese un desastre de enfermera, seguro que estaba supervisada por algún doctor. —Está claro... a menos que quiera un híbrido entre chico y plata. —contestó con ironía al comentario de la mujer sobre cambiarla de habitación.
Entre tanto, tocaba esperar...
Por suerte o por desgracia, la chica tenía tooooooodo el tiempo del mundo.
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La enfermera no terminó de entender el comentario de la chica, pero trató de que no se notara. Simplemente se dedicó a revisar el pasillo esperando pacientemente la llegada de la caballería.
Finalmente tras unos minutos, un marcado ritmo de pasos comenzaron a escucharse en el pasillo de madera. Un par de enfermeros se manifestaron con una camilla en brazos, detrás de ellos caminaba a un ritmo mas calmado un sujeto bastante alto, con hakama y kimono blanco cubiertos por un haori verde claro, de más estaba decir que ese sujeto era un samurai. Se evidenciaba sobre todo en su cabello y la espada corta que cargaba en su cintura.
¡Doctor!
Llamó la enfermera haciendo un intento inutil por elevar la voz.
Es preciso transportar este paciente a otra parte del hospital, aún puede recuperarse.
Pidió haciendo una reverencia al samurai. Este se limitó a mirar a la enfermera con una cara bastante seria y de pocos amigos, seguidamente daría un par de pasos más y vería a Mogura, luego a Aiko.
¿Esta segura, enfermera?
Preguntó con una voz muy gruesa propia de una persona del tamaño de un armario.
Si, señor.
Respondió sin romper la reverencia.
Bien.
Entonces haría una seña a los enfermeros y estos subirían a Mogura a la camilla. Una vez su tarea fuese completada partirían velozmente por el pasillo en dirección a quien sabe donde, un lugar mejor teóricamente.
Hay que arreglar la habitación y ponerla en condiciones, el torneo de los ninjas seguramente traerá más gente en ese estado o peor.
Comentó el doctor samurai mirando el interior de la habitación.
La hora de visitas está por terminar, debo pedirle que se retire amablemente, kunoichi-dono.
Pidió clavandole la mirada a la joven Aiko. Echándola del lugar, básicamente.
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30/08/2017, 22:07
(Última modificación: 30/08/2017, 22:08 por Aiko.)
La kunoichi asistió a un espectáculo digno de un circo, donde sin duda la ejecución sería realizada por unos payasos, cien al menos, y todos ellos montados en un mismo coche. ¿Cómo iba a ser eso? Pues es raro, pero científicamente tiene explicación. Al menos, eso dicen en las personas que han llegado a verlo.
Unos cuantos enfermeros aparecieron de la nada, mientras que un doctor caminaba hacia la enfermera, Aiko y Mogura. El doctor, con cara de pocos amigos, ni tan siquiera saludó, como buenamente había hecho la enfermera. La una aseguró que el paciente aún podía vivir, y el doctor no tardó en exponer la duda. La enfermera insistió en que era cierto, y tras unos segundos, el doctor ordenó a los enfermeros que lo llevasen hacia otro lugar.
Los enfermeros tomaron el inconsciente cuerpo de Mogura, y lo auparon hasta una camilla. Tras ello, corrieron como si tuviesen en sus manos un formula 1, y desaparecieron por los pasillos. Entre tanto, el doctor informó a Aiko de que las horas de visita ya habían llegado a su límite, echándola del lugar a simples rasgos.
—De acuerdo... —contestó la kunoichi, sin mas opciones que retirarse. «¿Estará seguro con estos tipos?»
Sin duda, no parecían dar la talla de auténticos médicos... pero ya no tenía nada mas que hacer allí. Sin mas preámbulos, tomó camino hacia los alojamientos.
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