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Conforme la chica tomó todo lo necesario, no dudó en soltar un halago a la peliblanco. Casi consigue hasta hacerle saltar los colores, aunque para esas cosas Katomi era bastante reservada. Difícil no, lo siguiente para sacarle los colores a la chica de piel pálida. Pero bueno, al menos le regaló una dulce sonrisa de vuelta hacia aquél fugaz halago.
Mogura por su parte quedó bastante impactado ante la pregunta que con descaro le hizo la kunoichi. Se tomó su tiempo para pensar una respuesta, quizás ni se la hubiese planteado tiempo atrás. Admitió que la pregunta era buena, e incluso comenzó a rondar las típicas y comunes respuestas o motivos que solían mover a los shinobis. Pero él no estaba siendo impulsado por esos motivos tan primales, no señor. Su respuesta fue bastante mas elaborada, casi la había engañado, ya tenía mas que pensada una repuesta ante esa imponente pregunta.
El joven quería convertirse en una especie de héroe de los de verdad, de capa y espada. Quería defender a los indefensos, salvar vidas a simples rasgos. Quería volverse uno de los mejores usuarios del ninjutsu médico de la aldea, ser reconocido por ello. Tan solo pensaba en salvar la vida de aquellos que debían poder regresar a casa, aquellos a los que alguien los esperaba.
—Entiendo...
Sin embargo, la pregunta que había lanzado en un principio, era un arma de doble filo. Mogura no tardó en usarla, tal y como la chica no esperaba. Pareció sorprenderse un poco, y tomó aire intentando asimilar la pregunta. Aunque en realidad, tal y como su compañero, ella ya tenía mas que mascada esa pregunta.
—Yo... yo no quiero ser una heroína. No es mi estilo.— Masculló en una primera impresión. —Tan solo tengo una meta ahora mismo en la cabeza, y quizás es demasiado egoísta. Mi objetivo ahora mismo es labrarme una pequeña reputación, conseguir un buen dinero, y con ello poder traer de vuelta a mi madre de manos de un imbécil que la trata peor que a un perro. Una vez lo consiga, supongo que centraría mis esfuerzos en evitar que gente que no lo merece tome demasiado poder... el dinero a veces condena las almas...
Dicho eso, dejó caer un suspiro profundo. Aún veía demasiado lejos esa posibilidad, puesto que su padrastro arrastraba tras de si a uno de los mayores imperios de comercio de opio. No era de extrañar que tuviese a los mejores guardaespaldas del mercado.
—Mientras tanto, entrenar y hacer misiones son mis prioridades.
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Mogura esperaba no sonar muy infantil con el tono de sus palabras, pues no deseaba que sonara como algo que le preguntan a un alumno de la academia y contesta de forma genérica.
Había llegado el turno de la kunoichi de contestar la pregunta, el shinobi había largado la pregunta para ella casi por inercia, por lo que la respuesta lo tomó ligeramente descolocado. No había nada de malo en no querer ser un héroe, mucha gente disfrutaba de no sobresalir por encima de los demás. Al escuchar la palabra egoísta su ceño se frunció ligeramente, había conocido gente egoísta en su vida, sus progenitores por dar un ejemplo rápido, que por querer mejores vidas lo desecharon como si de un objeto se tratara.
Fama y dinero...
No pudo evitar empezar a formar una mala imagen de lo que quería su amiga, una figura que no le gustaba para nada, una persona egoísta hambrienta por fama y dinero. Pero aquella mala imagen de vidrio iba a volar en mil pedazos de la patada que le darían las palabras de Katomi.
¿Q-qué...?
Sus ojos se abrieron y su expresión se volvió de completo asombró, se sentía por un lado increíblemente sorprendido por lo que había escuchado y por otro lado un tanto avergonzado por haber pensado mal de aquella chica.
Dices que no deseas ser una heroína pero hay algo de eso ciertamente entre tus intenciones...
No estaba del todo seguro hasta que punto sería correcto entrometerse en temas que no eran de él, sobretodo temas como ESE.
Entrenamientos y misiones... supongo que es la forma en la que se avanza ¿no?
La curiosidad le estaba venciendo, se inclinó un poco hacía delante en su asiento y con la mirada clavada en los ojos rojos de su amiga intentó coordinar las palabras correctas intentando no sonar grosero.
No puedo evitar tener sentimientos encontrados con respecto a la situación, y espero no te incomode la pregunta pero... ¿qué sucede exactamente en eso que me estas contando, qué le paso a tu madre?
El shinobi realmente no estaba seguro de cual era la situación de la madre de la kunoichi, podría estar apresada por esa persona que nombraba, podía haber sido secuestrada o estar esclavizada, prefería no tener la idea creciendo cada vez mas en su cabeza y estar mas seguro de lo que era la realidad.
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"Fama y dinero" replicó su compañero comensal, con un desdén que apenas podía ocultar. La manera en que lo dijo casi parecía delatar una mala imagen de la chica, quizás por lo que dijo en un principio. Pero esa imagen pareció cambiar drásticamente cuando ésta empezó a explicarse. Era obvio, no puedes tachar de nada un libro tan solo por ver la portada. Sus ojos se abrieron como platos al escuchar sus motivos, quizás le sonó algo grave, o meramente no lo esperaba. Entre palabras, hasta mencionó que sus propósitos si que tenían parte heroica. Razón no le faltaba, aunque esa acción heroica era en pos de salvar su mas preciado tesoro, por tanto también era un sentimiento egoísta.
—Así es, es la mejor manera de avanzar hacia ese objetivo.— Afirmó a lo dicho acerca de las misiones y entrenamientos.
La verdad, poco tardó el joven en preguntar cuál era el problema con su familiar. No era de extrañar, si una persona dejaba caer un problema familiar que la había llevado incluso a ser shinobi, qué mínimo que un poco de modestia y formalismo, y preguntarle qué había pasado. Sin embargo, la chica tampoco era de soltar cosas como esas a casi un desconocido, esas cosas son personales e intransferibles, por dañinas que sean.
Dejó caer un suspiro profundo, y hasta demasiado exagerado. —Mogu, no es algo de lo que me apetezca hablar ahora mismo... Si no estoy entrenando o de misión, es porque necesito también un poco de relajación de vez en cuando. No me agradaría nada estropear un rato de tranquilidad rememorando eso...
Dejó caer su codo, hincandolo en la mesa en un leve golpe casi insonoro, y sobre su mano reposó parte de la mejilla. Su mirada se desvió, y buscó refugio en los paisajes que decoraban las paredes del recinto. Sus ojos no reflejaban mas que tristeza, en un matiz seco del color de la sangre. Difícil, pero no imposible.
—A veces pienso que no existe ningún tipo de Dios...— Escupió con el corazón en la mano. —O si de verdad existe... Esa deidad es auténticamente sádica. Le encanta joder a las personas... Reírse de sus males, mofarse de sus miserias, regodearse en su sufrimiento...
De nuevo dejó escapar todo su aliento en un suspiro.
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El carrusel de emociones continuaba en su interior, ante la respuesta de la kunoichi no pudo evitar recuperar la postura correcta con una mueca ya no de felicidad pero tampoco de tristeza, simplemente un ángulo llano. Katomi tenía toda la razón de su lado, ciertamente no era ni el lugar ni el momento para hablar de esas cosas aunque Mogura se sentía un poco confundido por la situación.
Quiso tomar la palabra por un momento pero sus labios no tuvieron la iniciativa suficiente como para decir algo antes de que la muchacha retomara el habla con una expresión realmente contrastante con la que había estado teniendo momentos atrás. Él no había podido tener a su padre nunca y su madre lo había dejado en manos de sus abuelos cuando muy joven, ese vacío eventualmente lo llenaron esas personas, y al imaginarse en una situación similar no podía evitar verse en un estado como el que se encontraba su compañera. No podía evitar ponerse un poco mal, le dolía ligeramente en su interior, en el mismo lugar donde estaba teniendo el carrusel de emociones.
Quería hacer algo para animarla pero no estaba seguro de qué podría servir, por lo que tendría que recurrir a una forma propia en la cual se le levantaba el ánimo. Tomó de un pequeño vaso que había sobre la mesa unos palitos de madera con los que se tomarían los fideos y también una servilleta.
Sosteniendo de la punta los palitos, golpeo dos o tres veces la mesa mientras se aclaraba la voz cerrando los ojos un segundo para visualizar interiormente el relato que estaba a punto de contar que estaba dedicado a su única espectadora, la peliblanco de la Lluvia.
Las deidades y los demonios, dos especies totalmente diferentes. Hay tantos para elegir si uno se toma el tiempo correcto para aprender sus nombres y lo que representan. Y ahí estaba en su barco un monje que según la leyenda había viajado a muchos lugares y se había tomado el tiempo de estudiar sobre muchísimos de rituales y cosas así.
A medida que iba relatando con palabras, acompañaba con gestos de manos y acciones como colocarse las manos sobre la cabeza extendiendo sus dedos para simular cuernos o puntas como si fuese un oni o juntando sus manos y cerrando los ojos como si estuviese rezando al nombrar al monje.
Ha sido difícil llegar hasta esta isla, Takuan. Pero ya podremos volver.
Dijo el monje al dueño del barco que le había ayudado a llegar hasta esa locación, no estaba muy seguro de todos los detalles pues eran varios, pero sabía que era para un ritual de esos de los monjes.
¿Para qué me decías que veníamos aquí? ¿Querías complacer a dios de la isla? ¿O al dios de los viajes en barco?
No seas atrevido, Takuan. Todos los dioses merecen respeto y se debe realizar los rituales adecuados o pueden molestarse.
Pues… no veo como la ira del dios de la isla pueda afectar mi vida… de todos modos ¿ya hiciste los rituales que corresponden para poder viajar a salvo?
Su tono de voz y el ángulo al que su mirada apuntaba cambiaban cada vez que entraba en el papel de un personaje u otro, el marinero tenía una voz tosca y gastada mientras que el monje hablaba con tranquilidad y serenidad, a su vez cada vez que entraba en ese rol sus ojos se cerraban y sus palmas se juntaban en su centro.
Ya hemos visitado esta isla desolada para apaciguar a su dios, y estamos haciendo un viaje en un barco bendecido especialmente por el dios de los viajes en barco, ya he hecho una ofrenda de pescado al dios de las creaturas marinas y me asegure de que sea uno podrido pues también hay que evitar hacer enfadar al dios de la comida, no hay que desperdiciar nada.
Todo parecía estar cubierto según lo pensaba el monje pero no había tenido en cuenta algo, que al hacer todas esas cosas también hacia enfadar a los demonios que se encontraban tranquilos en la isla o en las aguas, y cuando alguien te tira pescado podrido no te pones muy contento.
Takuan ¿por qué no has llevado por estas aguas?
¡Estas aguas están así por tú culpa! ¡Tú y tus rituales de mierda!
Las olas agitaban el barco de aquí para allá, no había mucha esperanza para esos dos, pero el monje se mantuvo firme sobre sus pies, tomó sus cuentas y empezó a rezar.
Pensé que ibas a dejar de meterte en problemas en cuando dejaste la espada…
Yo… bueno… creo que metí la pata de nuevo… ¿Cuántas van ya?
Un tercer personaje había entrado en escena y Mogura sostenía los palitos en una mano como si se tratase de una espada y en su otra mano sostenía la servilleta dejándola caer casi en su totalidad hacía delante.
Fudo Myo O comenzó a cortar las olas y a los demonios que las habían provocado, con esto las aguas se iban calmando, permitiéndoles así al monje y al marinero llegar a salvo a tierra.
¡Se terminó, no volveré a llevarte a ningún lado en mi barco!
No te preocupes, se terminó para mí esto de ser monje, tanto tiempo dedicado para que me traten de matar a cada lugar que voy, ni siendo guerrero me pasaban estas cosas, me volveré un granjero y me olvidaré de los dioses y demonios y de todo.
Mogura exageraba por momentos los gestos de los personajes un poco a propósito, pues así era su poco trabajado estilo de rakugo. Una vez terminó su relato hizo una ligera reverencia acompañada de una sonrisa hacía su única espectadora, no estaba seguro si iba a gustarle pero quizás la historia de un desdichado monje que intentó complacer a los dioses le haría pasar el momento.
¿Me puedo dedicar al rakugo o mejor me quedo entre los libros de medicina?
Preguntó dejando escapar una ligera risa.
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Conforme la chica exhaló ese último suspiro, su compañero pareció decidirse en sacarle al menos una sonrisa. A lo mejor se había arrepentido de haberla hecho recordar un pasado amargo, y se tomó la libertad de endulzar ese duro recuerdo. Lejos de cantar una canción alegre, o simplemente contar un sencillo chiste, el médico se fue a sacar una especie de monologo que relataba una historia sobre un monje. El tipo de relato lo calificó como "Rakugo", y sin duda era bastante animado. Para ambientarlo bien, hasta se armó con unos palillos, servilletas, y todo tipo de voces.
Al principio la chica no entendía bien que trataba de hacer Mogura, pero tampoco quiso detenerlo. Las historias siempre enseñan algo, o al menos entretienen; justo lo que necesitaba en un momento como ese, y que le haría entrar de nuevo en un estado de ánimo mas relajado. Takuan y el monje eran unos auténticos aventureros, y ni las mayores tormentas de la historia podían hundirlos frente a un rezo... aunque todo parecía haber comenzado con una fábula hacia una Deidad. Fuese demonio o benevolente dios, los azotes cesaron, y el que una vez había sido guerrero, y tras ello monje, comentó que dejaría de rezar y se dedicaría a la ganadería.
« ¿Y ya está...? ¿Eso es el final? ¿Al final deja de rezar y se hace granjero...? ¿Por qué? No entiendo nada... »
La chica había quedado apoyada sobre sus mejillas, suspendida sobre la mesa tan solo sobre las palmas de sus manos, que tenía estratégicamente colocadas bajo el mentón. Realmente el joven había logrado llamar su atención, aunque quizás el final podía haberlo elaborado un poco mas. Justo tras acabar, preguntó si podía dedicarse a ese tipo de monólogos o debía continuar con los libros de medicina.
—Supongo que los libros de medicina no están del todo mal...— Comentó con una mueca, conteniéndose la risa. —Es broma! La verdad es que me ha gustado bastante jajaja.
Aunque la verdad, pese a que le había gustado la manera en que el chico desenvolvió la historia y sus gesticulaciones, así como sus voces, no terminaba de entender el propósito de la misma. Un guerrero que se había convertido a monje, terminaba tirando la toalla hacia su fé por haberse visto arrastrado a una tormenta a causa de sus rezos... ¿Era eso? No, la verdad es que no lo había entendido.
La chica volvió a una compostura normal, se reclinó un poco, y terminó topando con el respaldo de madera de la silla con su propia espalda. Entre tanto, terminó jugando con sus piernas, balanceándolas una a una en una lenta y calmada sucesión de vaivenes. Alzó su dedo indice, dispuesto con la mano diestra, y pareció intentar acaparar la atención de su compañero. —Así que lo único que tengo que hacer, es hacerme granjera y dejar de lado a esos estúpidos dioses. Así no habrán mas problemas. ¿Verdad?
No pudo evitar mostrar de nuevo esa mueca de risa, que terminó en una leve carcajada tras escasos segundos.
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Como si lo hubiesen ofendido de la peor manera, dejó ver una mueca totalmente exagerada apropósito y llevándose la mano al pecho todo para seguir el tono de su broma, aunque no la mantuvo mucho tiempo después de que la muchacha declarara que era una broma. Como contestación dejo que sus labios dibujaran una sonrisa, se sentía contento de haber logrado un cambio de humor en su compañera de mesa.
Creo que falta mucho para que se pueda considerar algo decente...jajaja.
Relajó su postura un poco mientras sentía un agradable aroma empezando a hacer presencia en el local, parecía que no faltaba mucho para que la comida saliese por la puerta de la cocina en manos de la mesera. Por su lado, la kunoichi llamaba la atención de Mogura con su pequeño gesto con la mano.
Volviéndote granjera... nah... no creo que sirva para evitar a los dioses. Si no estoy equivocado hay algunas épocas del año donde se pide a los dioses para que la cosecha sea buena y que nadie muera de hambre.
Miraba ligeramente hacía el techo y trataba de contar con los dedos las costumbres de las que sabía, no estaba seguro del todo por lo que subía y bajaba los dedos por momentos.
Teóricamente hablando, se le pide a los dioses para que pasen cosas buenas y se aleja a los demonios para que no pasen cosas malas...
Comenzó a decir mientras habría ligeramente los brazos y se encogía de hombros.
Pero a fin de cuentas hay tantos para elegir y adorar que parecen cartas intercambiables. El monje se ve que alababa a esta deidad... Fudo Myo O y tuvo la suerte de que le ayudara...
No era una persona que no creyera que existía alguien allá arriba que lo veía, pero había tenido oportunidad de aprender en algún punto de su vida sobre algunas religiones tanto monoteístas como politeístas. Pensar sobre el tema empezaba a generarle una pequeña duda al shinobi de Amegakure, la cual no dudaría en plantearle a su compañera ninja y critica gastronómica.
¿Crees que podría uno volverse tan fuerte como para pelear con los mismos dioses?
Un rato atrás él mismo había sido comparado con un dios de los vientos y la kunoichi habría sido merecedora del titulo de la diosa del fuego, incluso ambos habían hecho una poderosa combinación que mínimo era merecedora de una ofrenda de pan en algún templo, de ese tipo de ofrendas de "danos el dinero de tu almuerzo si no quieres llevarte una paliza".
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La charla comenzó a volverse tan teológica, que casi podría hacer arder a cualquier ateo de la sala, la peliblanco entre ellos. El joven parecía bastante concienciado sobre el tema, al menos se había leído unos cuantos libros sobre el tema, eso seguro. Incluso cuando la chica bromeó con lo de hacerse granjera, pudo contrargumentale que hasta los granjeros en ciertas épocas del año rezaban a los dioses por una buena cosecha.
La chica no sabía muy bien cómo sostener ya la sonrisa, pues ante ese chico tan estudioso ni tan siquiera la broma le podía salir bien. Sin embargo, allí estaba ella, con esa sonrisa como escudo y espada.
Poco a poco la sala fue tomando un olor característico de pasta, y bastante adornado con carne. De seguro la comida que habían encargado ya casi estaba saliendo. La boca se le hacía agua a la peliblanco, que casi no podía resistir la tentación de mirar hacia la puerta por donde salían los tenderos con los platos de comida. Frente a ella, Mogura soltó una pregunta que realmente si llamó la atención de la joven.
—¿Es posible alcanzar tanto poder como para combatir a los mismos dioses?—
La chica reposó ambos codos sobre la mesa. Gesto vulgar mientras se está comiendo, pero ahora mismo no lo hacían. Se acercó un poco hacia el joven, y algo mas seria se dispuso a darle a conocer su opinión. —¿Sabes? Una vez una mujer muy lista me dijo "No hay nada imposible, solo mentes indecisas. Si te lo propones, podrás hacerlo". Yo pienso igual que ella. Si tienes en mente ser mas fuerte que los mismo dioses, en algún momento lo conseguirás. Obviamente, no puedes conseguirlo en un día, pero tarde o temprano el esfuerzo se recompensa.
Sin haberlo pensado, había mencionado como una mujer inteligente a su propia madre. Ésa frase que había expuesto como ajena, era lo que ella siempre le dijo cuando era pequeña, y era lo que realmente hacía que la chica no desistiese en su esfuerzo. Muchas veces, las mejores motivaciones aparecen sin ir a buscarlas, las tienes en el corazón.
Sin ser demasiado tosca, la chica retomó la posición anterior. No quería tampoco invadir el espacio personal del chico, quizás hasta se asustase un poco de las numerosas cicatrices que llevaba... el maquillaje hacía mucho, pero la proximidad y la lluvia podían haber destapado su verdadero rostro. No literalmente, pues en el rostro no era donde mas cicatrices portaba.
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Sin querer queriendo Mogura había llevado demasiado quizás el tema de las costumbres divinas y rituales. Parecía de todas formas, que la pregunta que había dejado sobre la mesa le dejaría tomar un respiro a Katomi.
Enfocó su mirada en los orbes rojos de la kunoichi, la misma había apoyado sobre la mesa los codos, si él hubiese hecho eso en su casa seguramente su abuela le hubiese dado un largo y para nada interesante sermón de como debe comportarse uno a la hora de la comida, pero no estaban en la casa de su abuela y aún no estaban comiendo.
La kunoichi citaría las palabras de una mujer que parecía haber sido influyente en su vida, como lo había sido la abuela Manase solo que estas no eran palabras de regaño sino todo lo contrario. No hay nada imposible, solo mentes indecisas. Si te lo propones podrás hacerlo. Esa pequeña frase junto a las propias de su compañera de mesa hicieron que una pequeña sonrisa se le dibujara en el rostro.
Digo esto sin saber pero... creo que es una muy buena filosofía de vida la que has tomado de esa persona, Kato-chan.
Exclamó haciendo un juicio sin realmente saber cual era el comportamiento de la muchacha mas allá de lo que él había podido apreciar en el tiempo que habían estado juntos ese día. La luz del lugar, no era precisamente su aliada a una distancia tan corta, Mogura podría apreciar por un corto momento el bello rostro del cual era dueña la Sarutobi, la lluvia había hecho su efecto y había pequeñas zonas donde se dejaban ver algunas de las cicatrices que marcaban la cara de Katomi. Aún así no generó mayor reacción en su persona mas que la de reforzar ese pensamiento que tenía su amiga, a fin de cuentas era una ninja con una misión que cumplir.
La puerta de la cocina se abriría y de ella saldría un pequeño carrito empujado aquella agradable fémina que los había recibido en el restaurante. En su posesión se encontraba toda la orden de los dos, los platos y la bebida, los aromas provenientes de los tazones con fideos parecían avanzar mas deprisa que el carrito ¿sería algo hecho a propósito?
¡Oh... qué bien huele!
Dijo levantando ligeramente la nariz como queriendo atrapar mas de aquel sabor que flotaba en el aire. La mesera avanzó hasta la mesa donde se encontraban y colocó cada plato frente a su respectivo dueño, también dejaría una pava con agua caliente y un pequeño tarrito con un polvo verde y una cuchara pequeña.
Un número 14 para el señor y un número 12 para la señorita, con poca sal. Les dejaré la tetera y esto es para el té, les recomiendo que le agreguen dos cucharadas. Disculpen la demora y ¡buen provecho!
Al mencionar la parte de la sal, le regaló a la peliblanco un pulgar en alto dándole a entender que había cumplido su petición. Después de dejar servida la mesa giraría el carrito y se guardaría en la cocina nuevamente, probablemente para buscar otros platos para otros clientes.
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Aunque de naturaleza hermosa, a la chica le asustaba un poco mostrar su piel. Era casi un acto reflejo, como una persona rica que enciende un cigarro con un billete de 50 euros, algo natural y casi instintivo. Incluso se podría decir que la chica era guapa a largas distancias, bella desde lejos... casi suena a insulto, pero no lo es. Realmente tiene un buen porte, un cuerpo estilizado, curvas poco definidas pero muy femeninas; una chica que de no ser por esas asquerosas cicatrices tendría una auténtica oportunidad como diva.
Volviendo a la realidad, el chico que tenía frente a ella confirmó que pensaba que esa filosofía de vida que había expresado era realmente buena. Sin duda alguna, lo era, no dejar de lado lo que ansias conseguir, por duro que sea el camino. La peliblanco sonrió como respuesta, respondiendo a la misma vez a la cálida sonrisa con la que el chico acompañaba cada palabra.
—Si, la verdad es que esa mujer se veía bastante inteligente... sería una pena dejar de lado las buenas cosas que aprendí de ella.
Era obvio que a cada palabra que había soltado se hacía referencia a una persona mas cercana que un mero libro. Hasta podía haberse arriesgado demasiado, seguramente esas palabras hasta podían haber hecho mella en la curiosidad de Mogura.
De pronto, el olor de la comida se hizo aún mas intenso. Hasta Mogura se dio cuenta del detalle, elevando su nariz hacia el horizonte en busca de matizar un poco mas ese intenso aroma tan agradable. El chico pensó en voz alta, dando a relucir el mismo pensamiento que inundaba en ese instante la mente de la Sarutobi. —Que bien huele!— Si señor, olía que alimentaba, como bien se solía decir.
Antes de que mediara palabra alguna, la mesera se había acercado lo suficiente como para llamar la atención de ambos. Los chicos la miraron cuando ésta comenzó a hablar, mencionando los platos de sendos jóvenes. Para la chica era el que tenía poca sal, cuya mención provocó un curioso efecto, que el chico levantase el pulgar en signo de aprobación quizás. Ésto provocó una ligera y tonta risa por parte de la chica.
—Jajajaja... Muchas gracias.— Contestó a la señorita sin poder evitar la risa.
Frente a ella, también dispuso la mesera una especie de tetera. Sin duda esa era la bebida que ambos habían pedido, el té verde. Tras ello, la muchacha se marchó a atender otras mesas.
—Bueno, que aproveche!
La chica tomó los palillos de madera, y los dividió en un rápido gesto. Con ésto daban comienzo a la degustación de los platos que habían pedido. Katomi se acercó un poco el plato hacia ella, y antes de darle un primer sorbo, acercó levemente su nariz hacia el vapor que éste desprendía. Casi no podía resistirse al aroma, olía de maravilla.
Posó al fin los palillos sobre la superficie del bol, y poco a poco los hundió en el contenido. Con parsimonia, comenzó a remover el contenido del mismo, asegurándose de que en el proceso todos los sabores se uniesen de manera armoniosa. Por fin, se decidió, y llevó tomado por los palillos una pequeña cantidad de fideos y quizás algún trozo de carne hasta su boca. Para cuando había terminado de saborear la comida, de sus ojos casi saltaban dos lágrimas.
—Ufff... ésto está delicioso!
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16/05/2016, 16:25
(Última modificación: 16/05/2016, 16:27 por Manase Mogura.)
Ya todo estaba listo para el ancestral ritual del almuerzo, ya tenían sobre la mesa sus platos con fideos, una tetera con agua caliente y un par de vasos donde poner el polvo del té verde. La kunoichi había separado sus palillos tras haber dicho lo que se suele decir antes de empezar a comer.
¡Que aproveche!
Contestó el shinobi de la Lluvia, él ya tenía sus palillos separados del momento en que hizo la improvisada narración para levantarle el ánimo a la muchacha o al menos desviar ligeramente su pensamiento en otra dirección. Acercó ligeramente el plato de fideos y carne para admirarlo un par de segundos, carne de res, cerdo y pollo elegantemente decoraban la superficie del plato y unas pequeñas hojas de una planta cuyo nombre no recordaba pero que quedaba bien.
Al igual que su compañera de mesa, hizo bailar los sabores dentro del tazón para luego tomar con los utensilios un pedazo de carne de res y cortarlo a la mitad haciendo un poco de presión, seguidamente tomaría una pequeña cantidad de fideos y junto al pedacito de carne se los llevaría a los labios. Tierna y sabrosa la carne y los fideos se deshacían en el interior de su boca a la vez que masticaba mezclando aun mas los sabores.
Que sabor tan nostálgico... es igual de bueno que en aquel entonces...
Pensaba para si mismo mientras tomaba nuevamente unos fideos y en vez de carne de res probaba el cerdo, lo mismo hizo después con el pollo, dando en total dos bocados adicionales, sin prisa ni pausa pero sin mediar mucha mas palabra. Sin darse cuenta y respondiendo a sus instintos había quizás dado una imagen un poco grosera quizás a la kunoichi. Se aclaró la garganta para decir un pequeño argumento en su defensa, puede que no fuera necesario pero lo dijo de todos modos.
Cuando a un hombre prueba una comida y sigue comiendo sin decir nada es porque le ha gustado demasiado... o eso me dijeron.
Reposó los palillos sobre el borde del tazón y extendió sus manos hasta la tetera, vertió un poco de agua caliente en cada taza y agregó la cantidad de té verde recomendada por la mesera, revolvió entonces disolviendo el polvo para finalizar entonces ambas bebidas completando las tazas con agua.
Aqui está el tuyo, Kato-chan.
Dijo sonriendo acercándole la bebida a lo que sería su mitad de la mesa, por su parte bebió un poco para no morir atragantado por la deliciosa comida.
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Su compañero dio el que aproveche casi a su par, dando comienzo a la cena. La chica quizás fue la primera en asestar la primera tacada a la comida, e incluso la primera en arrimarse el plato hacia ella. Sin embargo, Mogura no se quedó atrás. Tras haber dado comienzo, no paró de comer ni tan siquiera para respirar. Casi le faltaba el aliento de tanto que comía, parecía que pensase que la comida era robada o algo similar. Comía y comía sin parar, sin apartar la vista de su plato, poco le iba a durar la comida si seguía a ese ritmo. Anonadada, la chica quedó mucho mas lenta, bastante cortada.
No tardó demasiado en darse cuenta el chico. Paró en seco de comer, y soltó una frase de lo más cómica. Desde luego, éste chico era único...
Katomi antepuso su puño a su boca, tapando una leve carcajada que casi le hace saltar las lágrimas. No tenía remedio éste chico, de verdad. Pero eso mismo le hacía mas interesante. Sin mas, Mogura comenzó a servir el té verde. Empezando por el vaso de la chica, y terminando con el suyo para propinarle un buen sorbo y bajar la comida. Seguro que hasta la tenía en el buche y no podía bajarla.
—Muchas gracias, Mogu.— Contestó cuando éste le acercó el vaso.
Ella también aprovechó para tomar un sorbo de té, que suavemente saboreó con parsimonia. Disfrutó hasta el último ápice de sabor, y dejó tras ello el vaso justo al lado de su plato. Tras ello, volvió a atacar su plato. Lento y saboreandolo, como desde un principio había hecho. Era de comer singular, o al menos no conocía a demasiada gente que comiese tan lenta como ella.
Tras saborear parte de la carne que tenía su bol de fideos, terminó secándose los labios cuidadosamente. Aún no había terminado de comer, pero se estaba dando un respiro. —Bueno... ¿Y no tienes hermanos o hermanas?
Si, efectivamente, el silencio le estaba sacando un poco de los nervios, y prefería hablar de cualquier cosa. Nada mejor que continuar conociendo un poco mas a su acompañante.
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Ante el agradecimiento de la kunoichi contestó con una pequeña pero sincera sonrisa, esperó también a que la peliblanco terminara de tomar su trago de té para poder volver a comer juntos, y de paso tratar de mantener un ritmo similar para no evitar terminarse su plato a lo bestia. Las diferentes emociones que había podido sentir a lo largo de ese día realmente le habían abierto el apetito.
Acompañó entonces a la muchacha con un bocado de su plato con la intención de volver a repetir el orden de las carnes que había tomado, res-cerdo-pollo. Ahora que se sentía un poco mas relajado y con los labios ocupados no pudo evitar que el silencio tomara la escena, a lo cual Katomi combatió con una pregunta.
Hmm... la verdad no estoy seguro... no... no que yo sepa al menos.
Contestó bajando nuevamente la comida con un sorbo de té y elevando ligeramente la mirada intentando delinear la figura de un segundo infante en la casa donde estuvo durante el corto tiempo que pasó con su madre, pero no, no había nada de eso. ¿Estaba demasiado relajado quizás? Que ni siquiera se había dado cuenta como en un viento de confianza había dejado una apertura para la kunoichi, como si la comida hubiese actuado de inhibidor.
La mayor parte de lo que recuerdo, he sido el único niño en la casa junto con mis abuelos.
Bajó su taza de té y delineando una sonrisa en su rostro tras haber caído en cuenta de lo que había dicho, puede que en esas condiciones y conociendo poco y nada de una persona eventualmente se hubiese reservado el comentario pero en el poco tiempo que la conocía ya había compartido una o dos experiencias memorables.
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Conforme continuaban con la comida, el silencio fue interrumpido por la chica, la cuál no estaba del todo relajada en silencio. Necesitaba un poco de charla mientras comían, tan solo los animales comen sin hablar. Pese a que todo humano realmente es un animal, no debemos tomar todas las confianzas con los instintos naturales, eso es algo de lo que nos caracteriza. Para bien, o para mal.
Mogura terminó por romper el silencio también, en pos de contestar a la chica. Sin embargo, su pregunta no fue del todo esclarecedora. ¿Por qué decía que era el único chico de la casa defiriendo de una especie recuerdo difuso? ¿Acaso no estaba seguro? Así era tal y como lo presentaba el joven, como algo de lo cuál no tenía verdadera respuesta.
—Siento mucho si me estoy metiendo donde no debo, pero... ¿No recuerdas del todo a tu familia? ¿Cómo es eso posible? Un hermano no es algo que se olvide fácilmente...
Evidentemente, en su inocencia, la chica tenía curiosidad por cómo era eso posible. No tuvo quizás consideración en que esas palabras seguramente lo llevasen por un recuerdo doloroso, o justamente lo contrario... una ausencia de recuerdo, lo cuál probablemente era hasta mas doloroso. Olvidar a tus seres queridos no puede ser algo bueno, a menos que no sean tan "queridos". A veces los lazos de sangre son meros papeleos y genética, de todo hay en éste mundo.
Inconscientemente, estaba dándole vueltas a los fideos que se bañaban en su bol con los palillos, con la mirada hincada en su antagonista. Le podía mas la curiosidad que el hambre, al menos en éstos momentos.
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Mogura había dejado abierta una puerta por donde la muchacha de pelo blanco quería entrar, realmente no era un tema que le disgustara tanto tocar, pero desde luego no es algo que vaya uno contando por todos lados y a cualquiera. Pero la kunoichi no era cualquiera.
No es tanto que no la recuerde, bueno por supuesto que en su momento era muy joven y ya han pasado varios años... Mis padres biológicos...
Empezaba a divagar queriendo relatar la precaria composición de su familia acompañando con un gesto de sus manos moviendolas en círculos, tenía que decir las cosas como eran y seguramente la gente diría que fueron, si dejaba espacio vacíos eventualmente las especulaciones de los ajenos las rellenarían como mejor les pareciera.
Supongo que no querían verse atados por todo lo que involucra criar un hijo. De mi padre nunca supe mucho pues no llego a verme siquiera nacer, para ese entonces puede que ni siquiera estuviese en el País de la Tormenta.
Vaya uno a saber que tanta distancia se puede cubrir en 9 meses que llega a durar el periodo de una vida en formarse.
Y mi madre por su parte no estaba dispuesta a encargarse ella sola de mi. Cuando tuvo la oportunidad me dejó al cuidado de mis abuelos y ya nunca la vi más.
Con eso habría dado un plano general de la situación en la que se habría encontrado, no serían los mejores días de su vida ni por lejos. Pero eventualmente llegaría a estar sentado en esa mesa, junto a una persona interesante y comiendo una rica comida. Durante el corto pero por suerte preciso relato había tratado de mantener una mirada tan alegre como el contexto se lo permitía.
Por eso no podría estar seguro de que si tengo algún hermano, dos adultos irresponsables sueltos por ahí en el mundo... es algo un poco peligroso si lo piensas.
Terminaría de contestar la pregunta inicial de Katomi, y de paso agregarle un tono mas relajado y por que no una oportunidad para algún chiste malo sobre el tema.
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La chica había abierto una puerta por la que no estaba segura de querer salir. De hecho, ni tan siquiera el contenido podría ser de su agrado, realmente hizo mal en preguntar. Sin embargo, como su madre solía decir, a lo hecho pecho. Vamos, que de retractarse ya no podía ir la cosa. Sin embargo, su interlocutor no parecía del todo angustiado con las palabras que la chica le estaba sonsacando. Pero una cosa no quita la otra, hablar de esas cosas nunca es agradable, por mucho que lo hayas "superado".
Mogura comenzó explicando que su familia no era nada tradicional. Al parecer, el hecho de tener un hijo no habría venido entre planes o algo parecido, y terminaron huyendo de las responsabilidades como padres. El primero había sido el padre, y la madre se desharía de él poco después. Al menos tuvo el bondadoso detalle de dejarlo con un familiar, y no tirado en alguna cubeta a la suerte.
«Vaya... ahora entiendo por qué intentaba evitar el tema...»
Continuó escuchando la historia de su acompañante, en completo silencio, evitando soltar palabra alguna que lo despistase. Éste terminó añadiendo un dato que realmente se podía tomar al pie de la letra. Un par de adultos de ese tipo, casi seguro que la habían liado mas veces de la misma manera, y por ello podía el joven tener mas de un hermano...
—Entiendo...— Contestó a la historia del chico que se hallaba frente a ella. En éstos momentos, su mirada se encontraba en la mesa, y no en su plato. Se encontraba algo tristona, dibujando circulos imaginarios con sus dedos sobre el mantel de la mesa, justo al lado del plato.
—Siento mucho haberte preguntado por un recuerdo... tan... tan como ese...
Dejó de hacer circulos sobre la mesa en ese instante, y volvió la mirada hacia Mogura. —Supongo que soy demasiado bocazas. No puedo evitar ese defecto, lo siento mucho.—
Ante todo sincera, como una patada en los huevos.
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