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... Ran-chan…
Una sensación recorrió todo su cuerpo, desde los dedos de sus pies hasta la punta de su trenza. Un sentir extraño, agradable, pero desesperante, como un postre exquisito que sabes que te acabarás. Y quería sentirlo de nuevo.
... Ran-chan…
Aquellas dos sílabas hicieron eco en su cabeza, y lo seguirán haciendo toda la noche, esparciendo pétalos de rosa por cada rincón de su mente. Su mirada color miel se cruzó con la mirada esmeralda de Mei mientras ella tomaba el alimento que le ofrecía, y el aliento le faltaría a Ranko por aquel eterno segundo.
—D-de nada —Si el corazón de Ranko hubiese latido un poquito más rápido, habría estallado. La Kusajin estaba claramente nerviosa pero, a pesar de que era una de las emociones más intensas que había sentido, no estaba temblando en exceso, ni estaba alterada físicamente, ni su voz se elevó demasiado. Era como si la misma adrenalina del momento la tuviese relativamente calmada —. Mei-hime.
"WOOOOOAAAAH. PAREN EL MUNDO QUE ME QUIERO BAJAR. ¡Ranko! ¡RAAANKOOO! ¿Acabas de…? ¡Acabas de llamarla Mei-hime! ¿¿Pero por qué?? ¡Ranko decidida no aprueba esa decisión!"
— L-l-lo…
Pero la mujer la interrumpió, puesto que sirvió la orden de wantan, colocando frente a Mei. un plato con seis bollitos de masa frita y un platito un poco hondo con algo de salsa.
—Aquí tiene señorita. ¡Y claro! Por supuesto que el dios gato salió triunfante la vez pasada, a como debe de ser —Ella echó a reír a carcajadas, aunque su esposo hizo un gesto, sonriente, como de derrota —. ¡Buen provecho, señoritas!
Ranko cortó otro pedacito de ikayaki, pero no hizo más que juguetear con él con sus palillos por un rato. Su rostro estaba totalmente rojo, aunque era un rubor diferente. Era cálido y reconfortante, y no incómodamente ardiente, como una hoguera en el invierno más crudo. No sabía cómo reaccionaría Mei a la manera en la que la había llamado.
... Ran-chan…
”¿Y si se molesta? ¿Y si se burla? En un inicio le dijo a Kuumi que le llamase así, de manera sarcástica. ¿Entenderá que yo la llamé así de manera honesta? ¡Rayos, Ranko! ¡Cuida tu boca la próxima vez! Pero... ¿y si le gusta? ¿y si acepta que la llame así? ¡Ay, Ranko!”
Al final, llevó a su boca el pedacito de comida que había cortado, y masticó lentamente mientras movía sus ojos hacia Mei, esperando algún comentario o reacción.
... Ran-chan…
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—¿Mei-hime?— repetí jocosa, quizá Ranko también hubiese dejado que sus emociones manejasen su cuerpo, que manejasen su voluntad... No hice ningún ademan de disgusto, simplemente sonreí con complicidad y le guiné un ojo.
La encargada interrumpió la conversacion en el momento indicado, sí, en ese en el que Sagiso iba a sonrojarse más, tartamudear y disculparse, no hice caso a ello y me concentré en el plato —. Muchas gracias— no tardé en hacerme con unos palillos y separarlos —. Buen provecho!— uní mis manos , agradecí internamente y entonces ingerí un bocado.
—Está exquisito— le miré con una fijamente —. Creo que debo devolverte el favor, ¿no?— en un abrir y cerrar de ojos Ranko tendría frente a sus labios un trozo de wantan, esperando a que ella aceptase la ofrenda.
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Ranko gritó mentalmente de la emoción al ver a Mei guiñarle un ojo. No pudo esconder una sonrisa enorme mientras partía más de su ikayaki y jugueteaba un poco con él usando sus palillos. Agradeció internamente a la mujer del local por entregarle su pedido a la Uzujin justo a tiempo, y evitarle reaccionar de sobremanera como otras veces.
"Como en las termas…"
Se llevó el pedazo de comida a la boca justo cuando Mei comentaba lo delicioso que estaba su platillo. La de la trenza, aún con ikayaki en la boca, volteó a verla, asintiendo con los ojos cerrados. Estaba realmente contenta de que la noche fuese así.
"¿Qué favor…?"
Al abrirlos, gritó mentalmente de nuevo. Mei le ofrecía trozo de su propio platillo con sus palillos, mirándola fijamente con sus esmeraldas. Hechizada, Ranko se perdió un segundo en ellos, luego tragó el ikayaki que había estado masticando y abrió la boca para recibir la porción de wantan.
Sin apartar sus orbes miel de los de su compañera, masticó con lentitud, disfrutando cada segundo de aquella comida. Se le hizo realmente deliciosa, aunque no supo si era solamente mérito del wantan, o si se debía a que Mei se lo había dado en la boca. No podía creer que aquella maniobra le hubiese salido tan pero tan bien. Tiempo después agradecería que Kuumi no las hubiese acompañado.
—Está —dijo cuando al fin tragó, con los ojos fijos aún en Mei —deliciosa.
... Ran-chan…
Ranko dejó pasar un segundo antes de darse cuenta de algo.
—Mei-him… Mei-san. La comida. La comida de Mei-san. Está deliciosa. Sí. —Aunque intentó corregirse rápidamente, le sorprendió que no había alzado la voz para nada, y había hablado con suficiente normalidad.
Intentó enfocarse en su ikayaki, aunque no podía evitar voltear a verla en intervalos.
—M-M-Mei-hime s-suena muy bonito. A-apropiado, creo. Si me lo… si me lo permite.
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Ranko no se hizo mucho de rogar, cosa que sabía, y que se veía a leguas, entonces cuando sus tímidos y rosados labios se separaron realicé un gentil y lento, muy lento, movimiento con mi muñeca para introducir los palillos y el trozo de wantan en su interior, todo esto con mis orbes posados en los suyos. Sí algunos decían que los ojos eran la puerta del alma, pues... Esta alma demostraría un fulgor envuelto de lujuria; aunque la ventana no estaría abierta por mucho tiempo, y solo quedaría en el recuerdo de Sagiso aquella mirada tan peculiar, tan poderosa, tan incómoda...
—¿A que sí, no?— sonreí ampliamente cerrando mis ojos e intantaneamente los abrí, esperando a que La Coneja repitiese lo delicioso de mi plato.
«Estamos mejorando» Aquello de lo que Ranko acababa de notar, a mi no me había pasado de desapercibido.
—No lo sé... No creo poder acostumbrarme— hasta este momento me había quedado viendo a Ranko, pero entonces me dispuse a terminar mi plato y mi bebida, por lo que seguí degustando los trozos de wantan.
—Y pensar que mañana terminará todo— solté repentinamente, y ciertamente era así, había logrado mi cometido, visitar las termas que quería, pero tenía que volver a mi hogar, a muchos kilometros de aquí y a muchos kilometros de Kusagakure.
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Aquellos orbes esmeraldas ardieron por un instante, algo que Ranko nunca había visto, pero que, por alguna razón, ansiaba compartir. Sin darse cuenta, soltaría un suspiro de anhelo después de tragar la porción de wantan mientras murmuraba “exquisito, sí…” Aquellas estrellas, ahora fugaces, quedarían grabadas en el corazón de la Kusajin, y las recordaría por largo tiempo. Se lamentó no poder seguir viendo ese fuego un segundo después.
—S-si le incomoda, podría quedarme con Mei-san —dijo antes de seguir con su ikayaki —. ¡M-me refiero…! Quiero decir, seguir llamándola así. Mei-san.
”Es un hermoso nombre, de todas maneras” pensó, decidiendo dejar aquellas palabras en su cabeza. La chica prosiguió con sus alimentos, hasta que no quedó más que aquellas migas que son realmente imposibles de comer, a menos que se lama el plato, por supuesto. Acabó también su té, para soltar un “gracias por la comida” después.
Sin embargo, hubo algo que lanzó un relámpago de melancolía sobre el campo de rosas que había sido aquella cena. ”Mañana… ¿terminará?” Ranko tragó saliva y dirigió sus ojos a los de Mei, como buscando inspiración.
—No tiene porqué terminar aquí —soltó, entre emocionada, un poco triste y mucho muy sonrojada —. Q-quiero decir… E-el festival acabará… P-pero t-tal vez… Podríamos vernos d-de nuevo. Y-y-y… —Su boca gesticuló un segundo, buscando el valor y las palabras adecuadas —. Encontrarnos. Y-y salir. E-en a-algún lugar. A-algún día. S-si Mei-san quiere.
”¿Qué estás diciendo, Ranko? ¿A dónde la estás invitando? ¿A Kusagakure? Claro, a menos que quieras ser acusada de traidora. ¡Sería imposible seguirnos viendo después del festival! No… ¡no! Sí se puede, solo… Bueno, no sé si podríamos… Pero… ¡Pero Ranko decidida quiere intentarlo!”
Habría una llama también en los orbes miel de Ranko. No sería apasionada como el fulgor de los ojos de Mei, sino brillante, agradablemente cálida. Amorosa, tal vez.
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Aunque mis palabras eran sinceras, estaban lejos de querer sonar duras, pero era inevitable que trajesen un efecto deprimente, porque escuchar mi voz decir que todo acabaría mañana era dañar todo el velo mágico de la noche, adelantarme a los hechos, era arruinar el momento. Miré a Ranko cuando respondió, en su rostro se notaba la esperanza y la ilusión, en su voz se sentía la emoción, su ser exigía sellar una promesa en ese preciso momento, en ese lugar, sí, un puesto de comida callejera.
Mis orbes brillaron con la misma intensidad que los de ella cuando hizo su propuesta —. Sí, ¿verdad?— dije con tono tonto, suave y dubitativo — ¡Sí! Podríamos vernos, en... en...— pensé unos segundos, intentando buscar un punto medio para ambas y que fuese atractivo —¿Yachi?— solté repentinamente —. No, bueno podemos elegir algún otro lugar, es cuestión de pensar... ¿Yukio? Para disfrutar de la nieve, no debe haber mucha gente y no habrá situaciones incómodas— y sí, lo decía por estar desnuda junto a gente desconocida.
—Por cierto, creo que es hora de ir marchando— dije para levantarme de la silla y buscar el dinero para pagar —. Muchas gracias, estaba muy rico todo— esperé a Ranko y entonces tomaríamos rumbo a la posada.
Al llegar a la posada todo transcurriría con regularidad, me dispuse a ducharme nuevamente, pero esta vez fue algo rápido, solo para quitar el sudor del cuerpo y volver a llenar mi cuerpo del rocío caracteristico que me acompañaba, me puse cómoda con mi pijama y en mi cama.
—Que tengas dulces sueños Ranko— le murmuré.
Ranko despestaría, inusualmente, más temprano de lo normal, incluso el sol no había salido, con la extraña sensación de tener el recuerdo de un sueño, de un sueño muy verdadero que te hace dudar sí realmente ocurrió, o no; sentiría que su piel estaba impregnada de aquella fragancia que me identificaba y entre la confusión de aquel que recien se despierta y aquel aroma a rosas, mi recuerdo vendría a su mente.
En cuanto Sagiso llegase a mi cama lo primero que notaría es que yo no estaba en ella, lo segundo es que la cama estaba tendida y que en ella reposaba mi máscara gatuna, abajo de la misma se encontraba un sobre blanco sellado, con su nombre en ella.
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4/12/2019, 17:37
(Última modificación: 4/12/2019, 17:40 por Sagiso Ranko. Editado 1 vez en total.)
— Yukio... —suspiró Ranko.
Se imaginó a ambas, caminando por un puente sobre un estanque congelado, vistiendo hermosos yukatas blancos, sonrojadas por el frío, tomadas del brazo, rodeadas de una brisa nevada. La Kusajin asintió, muy emocionada.
— ¡Yukio suena perfecto!
Aunque lo que siguió no fue muy emocionante, pues sólo pagaron y se retiraron a la posada, Ranko no podía dejar atrás la idea de verse con Mei en el futuro, en Yukio. Detrás de sí, escuchaban el rugido de la gente, y las carretas de los Dioses Gato y Perro se acercaban. Ranko ni siquiera volteó. Para ella, el verdadero festival había sido pasar una hermosa noche al lado de una amiga, y el prospecto de reencontrarse. Ni siquiera supo qué Dios había ganado.
Al llegar a su habitación, fueron recibidas por los ronquidos de Kuumi, quien se había apropiado de una de las camas superiores de las literas. Las chicas se prepararon para dormir, y no tardaron en acostarse.
— Igualmente —contestó la de la trenza a los “dulces sueños” de la Uzujin — , Mei.
Ranko giró en su cama, intentando discernir la silueta de Mei entre la oscuridad, pero sólo pudo percibir su perfume. Sin embargo, fue suficiente para hacerla dormir con una sonrisa. Aunque no lo recordó después, Ranko soñó que paseaba por un campo de flores, entre rosales y mariposas.
Lo que despertó a Ranko fue una combinación de los ronquidos de su hermana, un suave aroma en su nariz y una extraña sensación en el pecho. Se incorporó y no tardó en asimilar aquel perfume que le trajo agradables recuerdos del día y la noche anteriores. Con una enorme sonrisa, se sentó en el borde de la cama, lista para ir a la cama de enfrente para despertar a su amiga y continuar con otro día maravilloso.
Pero Mei ya no estaba allí.
— M-Mei… —susurró la chica. Se levantó y dio un par de pequeños pasos hasta la cama. Estaba tendida, y sobre ella había un sobre y la máscara que la Uzujin había usado para el festival — . Mei-hime…
La sensación extraña en su pecho se intensificó, como si algo delicado se hubiese roto en ella. Volteó a ver a Kuumi, dormida profundamente en la cama superior, para asegurarse que no la molestaría. Tragó saliva, tomó el sobre y la máscara, y se acostó en la cama.
"Todavía huele a rosas…" pensó, cerrando los ojos para concentrarse en el aroma, mientras presionaba la máscara contra su pecho. Un rato después, abrió el sobre y extrajo una carta. La desdobló, percibiendo aquel encantador aroma que también impregnaba el papiro. Después de la esencia de rosas, lo siguiente que notó fue la silueta pálida de unos labios al final de la carta. La luz del amanecer comenzaba a filtrarse por la ventana, lo suficiente para ayudarle a leer:
Si estás leyendo esto significa que he tenido que marcharme. Discúlpame, por favor, por irme de esta forma, pero te veías tan tierna dormida que me daba mucha pena despertarte. Me ha surgido una urgencia familiar y he tenido que partir en este mismo instante, espero que no olvides lo que hemos vivido en este escaso tiempo que compartimos.
Quiero recordarte que tenemos una cita pendiente, quiero que nos volvamos a ver y compartir nuevamente contigo.
Te espero el segundo Raiyōbi de Bienvenida en Yukio.
Te aprecio mucho.
Aburame Mei ~
Hubo un estallido de emociones en el corazón de Ranko.
— Oh, Mei-hime…
Lo primero que sintió fue una gran tristeza, con toque de decepción, pues anhelaba seguir un día más con ella y, aunque comprendía que una emergencia familiar era importante, no podía evitar sentirse mal por la partida de la Uzujin.
Lo siguiente fue una gran emoción, de que Mei la hubiese considerado tierna al dormir. Se sintió enormemente feliz de que le pidiera no olvidar lo vivido a su lado, y por supuesto que Ranko no lo haría. Además se grabó su apellido, Aburame, pues la chica no lo había mencionado antes.
Finalmente, sintió un gigantesco anhelo al ver la palabra cita. La fecha era algo lejana, hasta el otro año, aunque entendía que Yukio era un lugar bastante lejano, en especial para la Uzujin. ¡Además era cerca de su propio cumpleaños! ¿Qué mejor regalo que verla una vez más? Ranko tenía ahora un objetivo en mente, uno tangible y muy alentador. Si bien podría darse el caso de que Mei sólo la hubiese engañado y no estuviese planeando verla de nuevo, no fue una posibilidad en la que Ranko ahondara. Ella confiaba totalmente en aquella encantadora kunoichi de Uzushiogakure no sato.
— Allí estaré, Mei-hime. —le susurró a la carta.
Volteó una vez más en derredor, cuidando que Kuumi siguiese dormida, y que, aunque fuese imposible, no hubiese nadie más en la habitación para verla. Con el corazón felizmente acelerado, con el rostro agradablemente cálido y con mucha pena por lo que estaba a punto de hacer, inhaló profundamente el olor a rosas de la carta.
Luego posó suavemente sus labios sobre la silueta de los labios de Mei.
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