7/11/2018, 00:35
A pesar de tratarse de la vida de un chaval de catorze años, a veces le parecía que no disponía del tiempo suficiente como para descansar y meditar en un lugar como aquel: el Jardín de los Cerezos. Se sentía avasallado por las constantes peticiones de su familia para realizar tareas domésticas, por las enseñanzas de su abuela en el Senjutsu, por aquel trabajo extra que realizaba en el campo para colaborar en la economía... pero que recientemente había abandonado tras el ascenso a Genin.
No se había detenido a plantearse qué significaba aquello. O, más concretamente, cuál era el significado de la palabra «Ninja». Y se le escapaban muchos detalles para conocer el verdadero sentido que podía darle al Camino Ninja, o Nindo. Esa tarde se había brindado la oportunidad de reflexionar un poco más sobre aquel asunto. De hecho, Chihige —la cabra marrón— no le había reconocido como tal. Lo trataba de crío a pesar de que se tratase de un animal de la altura de su rodilla.
Se había puesto unas ropas comunes, marrones, poco destacables, para pasear tranquilamente entre los senderos de piedra que conectaban los diferentes templos y plazoletas de aquel pacífico lugar. O no tan pacífico... Pues, de vez en cuando, se encontraba a más de un ninja entrenando. Tanto física como espiritualmente. Al final, el peliblanco se detuvo delante de un templo y miró hacia la fachada del majestuoso edificio.
«¿Y ahora?»
No se había detenido a plantearse qué significaba aquello. O, más concretamente, cuál era el significado de la palabra «Ninja». Y se le escapaban muchos detalles para conocer el verdadero sentido que podía darle al Camino Ninja, o Nindo. Esa tarde se había brindado la oportunidad de reflexionar un poco más sobre aquel asunto. De hecho, Chihige —la cabra marrón— no le había reconocido como tal. Lo trataba de crío a pesar de que se tratase de un animal de la altura de su rodilla.
Se había puesto unas ropas comunes, marrones, poco destacables, para pasear tranquilamente entre los senderos de piedra que conectaban los diferentes templos y plazoletas de aquel pacífico lugar. O no tan pacífico... Pues, de vez en cuando, se encontraba a más de un ninja entrenando. Tanto física como espiritualmente. Al final, el peliblanco se detuvo delante de un templo y miró hacia la fachada del majestuoso edificio.
«¿Y ahora?»