Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Tomo esta trama con hueco de narrador. Ya que tengo otra misión en curso, no cobraré esta.
Eran las horas de la mañana, siendo que las copiosas lluviosas del invierno enfriaban la temperatura ambiente más de lo habitual. Faltaban unos pocos minutos para que los relojes marcasen las siete; hora en la que muchos salían de sus casas para emprender sus labores. Una excepción a esto podían ser los shinobi sin un puesto o cargo fijo, los cuales únicamente laboraban cuando se les llamaba o cuando ellos mismos solían solicitar alguna misión. La historia de hoy iba a ser del primer caso.
Más pronto que tarde, en el restaurante de Nanashi, alguien llegaría. Pero este no era un comensal común y corriente, no. Se escucharían tres suaves golpes que llamaban a la puerta principal del establecimiento, suaves como si se estuviesen dando con una palma abierta o una mano cubierta con algo suave.
Para quién saliera a ver, descubriría que no se trataba de una persona, sino de un animal.
Un doberman inusualmente alto, con una altura que llegaba fácilmente a los dos metros incluyendo la cabeza, se encontraba parado con un pergamino en la boca mientras el agua de la lluvia caía encima de él. Más allá de su imponente tamaño, el segundo detalle a resaltar era la bandana de Amegakure que tenía atada a manera de collar.
Ni desayunos, ni comidas, ni cenas; el humilde local de Nanashi no destacaba por ninguna de ellas, pero si de algo podía presumir era de la mucha dedicación y cariño con el que trabajaba, con lo que acabo ganándose una adepta clientela.
Como muchas mañanas, Nanashi tenia que ocuparse de ir a los mercados a por algo de género; pero se levantó antes para limpiar y ordenar el local, ya que la noche anterior fue agotadora y decidió dejarlo para aquella mañana; aunque no pudo levantarse muy temprano por su cansancio, si llegaba alguien mientras estaba fuera, podía encargarle a Ren que se ocupara como otras tantas veces. Tras poner orden, levantó las sillas que estaban sueltas encima de la barra, para posteriormente pasar el cepillo, pero cuando estaba acabando, algo golpeo la puerta repetidas veces en señal de advertencia.
— Tsss... Siempre tan puntual. De verdad, como se nota que los viejos no tenéis nada que hacer ¿Eh, Oda? — respondió cepillo en mano acercándose a la puerta, pero tras quitar el seguro y moverla a aun lado, no se hallaba su amigo de confianza, si no un perro bien grandote.
— ¿Uh? ¿Vienes buscando restos? ¿Ya se han chivado los gatos? — prestó algo más de atención, fijándose la bandera de Amegakure alrededor de su cuello, y de un rollo que en comparación a el canino, era enano. — Será para la cabeza hueca de Ren; anda no te quedes ahí parado, que vas a acabar con moquillo, pasa mientras voy a despertar a esa vaga.
El perro entonces procedió a sacudirse la humedad de cabeza hasta los pies, salpicando un poco antes de finalmente adentrarse al restaurante. El animal, impasible y tranquilo cómo sólo su porte podía indicar se sentó sobre sus cuartos traseros nada más cruzar la puerta. Permanecía quieto a la espera de órdenes sin soltar el pergamino de su boca. Era tal la actitud del animal, que ni siquiera siguió con la cabeza a Nanashi cuando este pareció ir en busca de la destinataria del mensaje. Aunque si bien, observaba por el rabillo del ojo a la espera del regreso del hombre y la mentada en cuestión.
Tras un rato, y un buen escandalo, Nanashi apareció arrastrando a Ren. Llevaba un pijama de dos piezas de color celeste, con dibujos de algunos kanjis y espadas.
— Pero dejame dormiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiir. Que no hay quien pegue ojo en esta casa con tus ronquidooooooooos — se quejaba medio dormida hasta que entro de un empujón a la sala donde estaba el perro.
Ren levanto la cabeza del suelo, observando al animal atónita, manteniendo la mirada con este y un largo e incomodo silencio. Finalmente se puso de pie, y dirigió tanto su mirada como su atención a Nanashi.
— ¿Me has comprado un perro? Pero si yo prefiero un husky o un Shiba Inu. Los blanquitos son como malvaviscos, los marroncitos estan en su punto y los que son mas oscuros son como tostaditos... — añadió señalando al animal y mirando a Nanashi sin remordimientos. — Aunque puestos a pedir, hubiera preferido un lobo.
— Y yo hubiera deseado que fueras más espabilada. Al parecer tiene algo para ti, alelada. — respondió entre gruñidos, apoyándose en el marco de la puerta.
Ren volvió a fijarse en el animal, acariciándole la cabeza y después extendiendo su mano esperando a que soltara aquel rollo para leerlo.
— Que más da ¿¡quien es un buen chico!? ¡Tu lo eres! — dijo sonriendo con total sinceridad.
El perro pareció disfrutar de la caricia en la cabeza, aunque luego pareció sacudir la cabeza y finalmente soltó el pergamino en la mano de la chiquilla.
—¡Ahhhhhh no me vuelvas a hacer eso!— Aquella voz, por más que buscaran cerca, no provenía de nadie más que no fuese aquel perro. —¡Se supone que debo servir de perro guardián y lucir intimidante! No puedo ponerme a mover la patita cada vez que alguien me rasca la orejita, así que te agradecería que no me dejases en evidencia!— Por cómo movía el hocico, quedaba claro que no había ningún engaño en él.
— Je — añadió con una suave risa maliciosa. No perdió ni un momento más para empezar a rascar detrás de las orejas y bajo la boca del gran perro. — ¿Quien es un buen perritooooooooooooo?
Siguió durante un buen rato, hasta que Nanashi la detuvo dándole un golpe en la cabeza con un bokken a Ren.
— Deja ya de hacer el idiota. Parece que ha venido por una misión o algo, y no tengo ganas de verme cara a cara con Yui por tus tonterias. — dejó el trozo de madera en un paragüero algo mosqueado.
— Vale vaaaaaaaaale... Nunca dejas divertirme jo... — se acarició la zona del golpe, mientras con una mano buscaba el rollo tanteando el suelo hasta recogerlo. — Veamos que ocurre entonces
Dijo finalmente para posteriormente quitar el seguro del rollo y ver su contenido.
20/01/2020, 23:13 (Última modificación: 20/01/2020, 23:14 por King Roga.)
—¡Nonono! Oh, si, sisisisis. Que digo ¡nooooooo!— Revolvía un poco la cabeza pero la verdad es que le estaba gustando que le rascaran. —¡Ah condenada niñaaa! Ay, ay sí más a la derecha...
Más pronto que tarde el dueño del restaurante interrumpió, siendo que el perro sacudió la cabeza y volvió a su postura firme.
—Ejem. No pude hablar antes que no hay quién hable con un rollo como ese en la boca. Como sea... HMINURA REN, recientemente graduada de la Academia Ninja, se te otorga oficialmente tu primera misión como genin de Amegakure— Anunció con voz autoritaria.
(D) Como perro mojado
Publicada en: Amegakure Rango recomendado: Genin Nivel recomendado: - Solicitante: Inuzuka Karaga Lugar: Calles de la aldea
Se sabe que la urbe de Amgakure es poco amigable para la fauna, pero aún así, se sabe que ni siquiera así está exenta de que proliferen mascotas abandonadas a su suerte. Inuzuka Karaga, directora de la clínica veterinaria anexada al hospital de Amegakure, ha organizado una pequeña campaña de rescate para estos amigos de cuatro patas, mediante la cual se espera poder vacunar y darle tratamiento a estos animales para posteriormente ser dados en adopción. Para esta labor, ha solicitado la ayuda de un genin de la aldea que pueda buscar y trasladar a los perros y/o gatos que le sean posibles al albergue administrado por Karaga. Por tanto, deberá reunirse con Karaga que le proveerá instrucciones adicionales para la misión.
—¿Y bien? ¿Estás lista para tu primer trabajo?— Increpó el doberman.
— ¿Quieres decir que mi primera misión...? ¿¡¿¡ES RESCATAR GATITOS Y PERRITOS ABANDONADOS!?!? — añadió completamente eufórica.
Nanashi se llevó una mano a la cabeza, pidiéndole seguramente a alguna deidad que la chica en un futuro fuera más espabiladad y comenzara a tomarse las cosas más en serio.
— ¿Quieres controlarte? No todas las misiones van a ser así, y hasta las de rango más bajo, pueden acabar volviéndose un quebradero de cabeza. Ha habido muchas misiones de rango D que han sido fallidas, y algunas incluso...
Ren no escucho absolutamente nada de la chapa que le estaba soltando su maestro, en mitad de su discurso, ya estaba vestida y lista en la puerta, llamando con una mano al gran canino con una sonrisa de oreja a oreja.
— Si si lo que tú digas ¡vamos a por esos gatitos! — terminó con una sincera y corta risa.
El can hizo una reverencia a Nanashi y procedió a salir del restaurante esperando a que la kunoichi le siguiese. Caminaba a un ritmo medianamente acelerado, pero lo suficientemente lento para que la kunoichi pudiese seguirle el paso sin fatigarse demasiado. Caminarían pues, hasta el corazón de la ciudad. Pasarían observando a alguna que otra barca que movilizaba personas a través de los canales, mientras ellos continuaban su camino. Finalmente, llegarían al hospital de Amegakure, pero no se adentrarían en él.
—El Anexo está del otro lado— Indicó el can mientras caminaba.
Siguieron pues, pasando de largo del hospital y le darían la vuelta por una calle trazando una U para llegar a la parte trasera. Estaría entonces un edificio más pequeño pero igual de impoluto frente a ellos, además que se podían escuchar algunos ruidos desde el interior.
—Hemos llegado— Anunció el doberman.
Nomás entrar por la puerta principal, el perro se sacudió, probablemente mojando un poco a Ren si ella no se cuidaba. El perro se restregó las almohadillas de las patas en el mismo tapete para los visitantes y procedió a avanzar a trevés de uno de los pasillos del sitio hasta llegar a una oficina al final del corredor. El perro tomó el agarrador de la puerta con el hocico y empujó para abrirla y dejar pasar primero a la chiquilla.
—¡Oh! Adelante— Dijo una voz femenina proveniente de una silla, aunque esta estaba de espaldas y no podía verla nada más que el pelo.
—Karaga, la he traído aquí— Sentenció el perro mientras volvía a sentarse.
La silla dio una vuelta rápida y pronto podría ver finalmente el rostro de la mujer, siendo que era una mujer morena pero que tenía un cuerpo bastante realzado. Sus cabellos eran marrones como sus ojos, sus labios gruesos y su nariz algo chata. Tenía las dos típicas marcas en las mejillas propias de los miembros del clan Inuzuka y vestía una bata médica por encima de una blusa de tirantes negra.
—Mi nombre es Karaga y soy la encargada de la División veterinaria del Hospital de Amegakure, un placer.
Pesé a que había deambulado siempre por las calles de Amegakure y no era del todo mala orientándose, sabia que la mejor idea era seguir a aquel gran perro. Teniendo un paso aligerado mientras canturreaba, miraba a los lados, con el objetivo de intentar recordar como volver.
Tras una caminata, acabaron accediendo a un edificio; su compañero se sacudió, cayendo agua sobre el impermeable de Ren que andaba todavia algo embelesada.
«Geeez... Ahora seguro que huelo a perro mojado...»
Se deshizo de su capa en uno de los largos percheros de la pared y e intento limpiar la suela moviendo los pies a los lados. Siguió a aquel doberman que se había adelantado un par de metros, hasta entrar en una habitación.
—¡Oh! Adelante— Dijo una voz femenina proveniente de una silla, aunque esta estaba de espaldas y no podía verla nada más que el pelo.
—Karaga, la he traído aquí— Sentenció el perro mientras volvía a sentarse.
La silla dio una vuelta rápida y pronto podría ver finalmente el rostro de la mujer, siendo que era una mujer morena pero que tenía un cuerpo bastante realzado. Sus cabellos eran marrones como sus ojos, sus labios gruesos y su nariz algo chata. Tenía las dos típicas marcas en las mejillas propias de los miembros del clan Inuzuka y vestía una bata médica por encima de una blusa de tirantes negra.
—Mi nombre es Karaga y soy la encargada de la División veterinaria del Hospital de Amegakure, un placer.
— Un placer doña Kagara, yo soy Ren, la genin a cargo de la misión. ¡Será un placer ayudarla en lo que necesite! — respondió inclinándose levemente con las manos en los laterales; pese a que sé comportaba muchas veces como una bruta, sobretodo en casa, la dureza con la que Oda le recordaba que se dirigiera a sus superiores y mayores, pesaba más que ello. Y el miedo que daba cuando se enfadaba también.
—Do-¿doña?— De pronto pareció irse un poco para atrás, al punto que tuvo que sostenerse de los agarradores de su silla.
—Ay no puede ser— El perro se llevó la pata a la cara y trató de cubrirse los ojos.
La mujer saltó de su asiento de pronto, pasó por encima de su escritorio y cayó parada delante de Ren, tomándola de los hombres y acercando su rostro al de la chiquilla. Lucía preocupada, como aterrada.
—¿Acaso tengo líneas en los labios o la nariz? ¿Tengo bolsas? ¿Es porque no uso maquillaje?— A cada palabra zangoloteaba a la genin. —Trato de exfoliarme la piel todos los días y te juro que uso ungüentos naturales de vitamina D. ¿Que es? ¿¡Que es!?— Podía comprobar que en efecto Karaga tenía bastante fuerza. —Tengo veintisiete años, ¿¡acaso empecé a envejer tan pronto!?— Finalizó observando a la genin con los ojos bien abiertos.
— ¡N-No! ¡E-Es solo por cortesía! — respondió en voz alta, mientras era zarandeada de un lado a otro.
No era la primera, y seguramente no seria la última ocasión, que alguien confundía la cortesía y educación de Ren, por una acusación sobre que a esa persona le pesaban los años. En un intento desesperado, busco con la mirada a su nuevo compañero canino, algo asustada por la reacción que estaba teniendo la veterinaria.
— ¿Q-Que he hecho mal? ¡Solo intentaba ser educada!
El perro levantó las orejas ante la llamada de atención de Ren.
—¿¡Eh!?— El perro miró a todos lados y luego de nuevo a la escena que tenía enfrente. —¡Y yo que sé! Ay, no... Karaga, tranquilízate. Joder con los humanos, como les importa si tiene una o más arrugas en la cara... ¡Orgullosos deberían estar de las marcas de la sabiduría y veteranía!— Bramó a viva voz.
—¡A CLARO COMO A TI NO SE NOTAN LAS ARRUGAS PORQUE LAS TIENES DEBAJO DEL PELO!— Seguía sin soltar a la genin, sacudiéndola con aún más fuerza al pronunciar cada sílaba.
—¡Tu más que nadie sabe que eso no tiene sentido! Arggg...— Negó con la cabeza. —Como sea. Niña, trata de utilizar los honoríficos tradicionales. Sé que hay, bueno, manerismos modernos por decirlo de alguna manera, pero creo que por comodidad sería bueno utilizar los adecuados según la persona con la que estés tratando.
—¿Podrías llamarme con "san", porfis?— Ella le soltó y colocó ambas palmas unidas por encima de su propia cabeza.
Cuando por fin había sido liberada, Ren se sentía algo atolondrada y mareada, dio un par de pasos para poner su mano izquierda sobre una cómoda y asi mantener el equilibrio y no caerse; mientras se llevaba otra mano hacia su boca.
— D-De acuerdo... Ugh... Tendré más cuidado... — añadió la genin balbuceando intentando recomponer su estómago para no echar todo el desayuno por la boca.
27/01/2020, 02:14 (Última modificación: 27/01/2020, 03:52 por King Roga. Editado 1 vez en total.)
—Huh...— suspiró la mujer para luego rascarse la cabeza. —Quizá exageré un poco...— Admitió mientras se recomponía y empezaba a caminar nuevamente hasta su escritorio.
—¿¡Sólo un poco!?— Espetó el cánido a su compañera de batallas.
Karaga volvió a asentar sus posaderas en la silla y tosió un poco para aclarar la voz. Juntó entonces ambas manos y las colocó sobre la mesa, sonriendo con algo de rubor en sus mejillas luego de la escenita que acababa de protagonizar.
—Volviendo al asunto importante. Te he convocado aquí no sólo por la misión, ya que como lo indica tu expediente, este es tu primer trabajo oficial, así que se consideró que un trabajo guiado era más adecuado para ti que con los clientes regulares, que a veces suelen ser un poco problemáticos— Rió condescendiente. —Tu misión consistirá en rescatar mascotas o animales callejeros en zonas de riesgo en el centro de la ciudad de Amegakure. Normalmente cerca de los vertederos o en sitios pobres no es raro observar algún perro o gato que esté sufriendo bajo la inclemente tormenta. Por tanto, e iniciado este proyecto para revertir esta situación y asegurarme yo misma que estos pequeños tengan una vida mejor—. Chasqueó los dedos.
El perro caminó hasta una esquina donde recogió una jaula totalmente sellada salvo por los laterales que permitían ventilación y la puerta de reja metálica, sobre la cuál reposaba una correa. Caminó nuevamente hasta Ren, esperando que tomase los objetos.
—Los perros pueden cooperar en la mayoría de casos, aunque los gatos son caso aparte. Te proporcionaremos esta jaula de transporte para que no regreses aquí con demasiados arañazos— Bromeó. —Tú meta es lograr traer al menos a siete antes del anochecer, no importa si tienes que hacer varios viajes hasta aquí. ¿Ha quedado claro?— remató.