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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Juro salió de casa, con apremió. Su estómago se agitaba; el corazón le latía a mil por hora. Hoy era el día en que iba a realizar una misión

— Venga, Gen. Tenemos que hacerla bien — murmuró, mientras recorría las calles de Kusagakure.

Ya era hora de que actuase por su cuenta. No podía andar esperando a que le llamasen para realizar trabajos. Tal y como había pensado, un marionetista necesitaba dinero. Y la única manera de lograr dinero aquí era haciendo misiones. Así que allá iba. Rumbo al edificio del Morikage.

Este edificio consistía en un gran dojo de varios pisos de altura. Juro se recordaba así mismo de pequeño, observandolo y admirandolo por igual. Ahora iba a entrar. Se ajustó la lona — por primera vez, lamentó entrar como un jorobado a un lugar tan importante —, el portaobjetos, y sobretodo, la bandana en la frente. Tras eso, entró.

Entró, tratando de disimular el nerviosismo que sentía. Iba a ver su kage. Probablemente.

Tras hacerlo, se dirigía a la secretaría más cercana e informaría al que estuviese presente de su objetivo.

— Buenos días. Soy Eikyu Juro, genin de la aldea — explicó, con una sonrisa nerviosa —. Vengo a solicitar una misión.

Supuso que estando solo y con su poca experiencia, sería una misión de rango D. No le importaba; 500 ryos estaban bien para empezar, y quería hacer muchas.
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#2
Tras el mostrador de secretaría encontraría sentado a un anciano que medía casi el doble que él y su cuerpo parecía cien veces más duro que la pared, vestido únicamente con el chaleco de Chunin de su villa y unos pantalones cortos verde oscuro. Su edad podía adivinarse por la enorme barba blanca que le llegaba hasta la mitad del pecho y la parte superior de su cabeza donde empezaban a atisbarse la calvicie que poco a poco deboraría la melena que le colgaba por la espalda.

— Buenos días. Soy Eikyu Juro, genin de la aldea Vengo a solicitar una misión.

Buenos días, Juro-san. Ahora mismo te doy una misión de rango D.

Cualquier movimiento de aquel armatoste de viejete podía acabar con una pared rota o una silla aplastada, y ambos lo sabían. Por lo que sus movimientos eran lentos y perfectamente calculados, abrió un cajón y sacó un pergamino que plantó en el mostrador justo ante Juro.

Suerte en tu primera misión, Juro-san.



Misión rango D. Dangoman


Solicitante: Yamamoto Shintaro, propietario de El Rey del Dango.
Lugar: Torre del Ocio
Solicitud: Uno de mis empleados no se ha presentado desde hace días a trabajar y se ha quedado con la indumentaria necesaria para desempeñar dicho trabajo. Necesito que se recupere la indumentaria y se lleve a cabo su trabajo hasta que acabe el día.

Añado la dirección del EXempleado para que se pueda recuperar el material antes de venir a desempeñar su función.

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#3
Al llegar al mostrador, Juro se encontró a un secretario un tanto peculiar; era un anciano gigante, que le sacaba dos cabezas. Su cuerpo parecía duro como el acero, y tenía una gran barba blanca que le llegaba hasta el pecho, en contraposición con las entradas que aparecían en su cabeza. Vestía el chaleco de chunin de la aldea.

Buenos días, Juro-san. Ahora mismo te doy una misión de rango D.

Con movimientos lentos y controlados — ¡Podría cargarse algo! —, el señor abrió un cajón y sacó un pergamino en el mostrador. Tras eso, se lo tendió, deseándole suerte en su primera misión.

— ¡Muchas gracias! — exclamó, haciendo una pequeña reverencia.

Cuando salió del edificio del kage, Juro abrió el pergamino, para ojear su misión. Al parecer, debía de ir a la torre de ocio; una gran torre que destacaba por su estilo tradicional y su altura en toda la villa. Juro sonrió para sí; la torre era un lugar al que podía ir fácilmente, ya que lo podía ver de lejos. El que mandaba la misión era un tal Yamamoto Shintaro, propietario de "El Rey del Dango", un establecimiento de comida. Al parecer, uno de los empleados había abandonado el trabajo, quedándose con el uniforme.

Su misión era recuperarlo e ir a trabajar durante el resto del día. En el pergamino le habían adjuntado la dirección del señor que había abandonado su puesto.

« Vale. No parece muy complicada. El único problema es... »

Tenía que llegar a la casa sin perder tiempo.

Juro se encaminó fuera del edificio del Kage. Era consciente de que no sabía orientarse bien, incluso en su propia aldea, a pesar de ser genin y de estar ahí. Por eso mismo, decidió guiarse por un antiguo método que siempre había funcioado antes: preguntar a la gente.

— Buenos días. ¿Me podría decir usted donde queda esta dirección?

Si se encontraba con alguien, estas serían sus palabras. Y con otra persona. Confió en que con la bandana al frente, todos le respetaran lo suficiente como para ayudarle. Tenía que llegar sin perder el tiempo para cumplir su misión.
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#4
Nuestro querido Genin salió del Edificio del Morikage dispuesto a completar su misión sin ningún tipo de duda. Incluso con su enorme problema para orientarse, pues ya había trazado un plan para poder sortear ese obstaculo sin perder un momento.

Juro se acercó a la primera persona que vio y le soltó una oración que tendría que usar durante toda su vida.

— Buenos días. ¿Me podría decir usted donde queda esta dirección?

Tal vez debería haber esperado a la segunda persona, o a la primera que pareciese capaz de decirle donde quedaba la dirección, o a la primera que no estuviese ocupada con otra tarea mucho más ardua. El niño medía casi la mitad que el genin y le miró como si mirase una pared, con una mirada perdida en el infinito. Su dedo, en cambio, no estaba tan perdido, pues estaba escudriñando su orificio nasal en busca de algún tentempié.

Un silencio incomodo se hizo entre los dos, incomodo más por Juro que por el niño, que finalmente encontró algo que llevarse a la boca, literalmente, se saco un hilillo de moco más largo que todos los hilos de chakra que había hecho el marionetista hasta el momento. El niño empezó a sorber y el espagueti de moco no parecía acabarse.

Ahora solo quedaba saber si Juro se uniría al banquete o continuaría con su misión.
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#5
Juro se quedó en silencio, observando al pequeño niño que estaba ante él. El niño no lo miraba, miraba el infinito, o quizá todo. Puede que le oyese y no tuviese ni idea.

Vale. Preguntarle a alguien más pequeño que él no era buena idea.

Para su horror, el niño comenzó a urgarse la nariz. Quería algo de comer y lo encontró: sacó un hilillo de moco que se llevó a la boca, y comenzó a sorber.

« Oh dios mio. Que tengo que trabajar con comida »

— Gracias. Ya pregunto en otro lado — dijo, conteniendo las ganas de vomitar que tenía.

Mientras se le pasaban las nauseas, tomó una decisión. Observó la calle, y esta vez, seleccionó bien a quien le preguntaría: un adulto, que pareciese estar en plenas capacidades. Ni borracho, ni raro, ni con cualquier problema que pudiese entorpecer que le preguntase. Esta vez un adulto responsable que pudiese contestarle.

Y fue a la carga otra vez...

— Buenos días. ¿Me podría decir usted donde queda esta dirección?
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#6
Estaba claro que el aguante de Juro ante niños sacandose cosas de su cuerpo para comerselas era mínimo, se escabulló tan rápido como pudo de aquel niño. Tras aquel desagradable incidente nuestro genin se volvió más exquisito con la selección de a quien preguntar. Finalmente se decidió por un hombre adulto que pasaba por la calle y parecía de lo más normalito.

— Buenos días. ¿Me podría decir usted donde queda esta dirección?

El hombre se colocó bien su camiseta normal y con su normal voz contestó:

Por supuesto que sí, muchacho. Es normal que no sepas donde está, es una de las calles más alejadas de la villa. Tienes que bajar toda esta calle y entonces girar a la derecha cuando llegues al final. Cuando se acabe esa segunda calle estaras en el sitio.

Todo esta explicación vino acompañada de una gran cantidad de gestos con las manos para aclararlo.
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#7
Esta vez, Juro pudo lograr encontrar a alguien decente: un normal hombre adulto que simplemente paseaba por la calla, quizá a su trabajo o a su casa. Le preguntó, con la esperanza de que este no se comiese los mocos.

Por supuesto que sí, muchacho. Es normal que no sepas donde está, es una de las calles más alejadas de la villa. Tienes que bajar toda esta calle y entonces girar a la derecha cuando llegues al final. Cuando se acabe esa segunda calle estaras en el sitio.

— ¡Muchas gracias señor! — exclamó, con una suave reverencia, despidiéndose del hombre.

Solo esperaba que no tuviese el pasatiempo de mentir a transeúntes que pasaban por la calle. A saber.

Aunque confiaba en su memoria, su sentido de la orientación podía traicionarle si se ponía en modo automático. Así que se forzó a pensar en las palabras que aquel hombre le había dicho.

« Baja esta calle, gira a la derecha en el final...»

Parecía fácil. Hasta él podría. Mientras trataba de hacer lo que el hombre le decía, se repitió esas palabras mentalmente. Así mismo, no quiso perder tiempo: no corrió, pero andó con rapidez. Quería llegar cuanto antes al sitio.
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#8
No tardó en llegar donde le había indicado el señor al que había preguntado. La calle que le había dicho que siguiera se acababa de acabar. Ante él se alzaba ¿la Torre de Ocio?

A cada lado del muchacho había una casa tradicional de la villa, hecha de madera y bambú, a cada cual más tradicional que el anterior. Un poco más atrás en esa misma calle había un conocido dojo donde iban los shinobis que tenían días libres pero no ganas de descansar. Sobretodo era popular por estar tan cerca de la Torre de Ocio.

O la dirección que había en el pergamino era donde estaba la tienda y el cliente se había equivocado o la casa de aquel hombre al que debía pedirle la indumentaria estaba exageradamente cerca para su conveniencia.


El mejor dibujo que te han hecho en tu vida, y no es que estes gordo, es que te has llevado las manos a la cara de la sorpresa. http://sketchtoy.com/68267595
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#9
« Espera. ¿Qué? »

Juro se quedó atónito, cuando, al seguir las indicaciones de aquel buen hombre, se halló muy cerca de la torre de ocio. Podía verla perfectamente. En la calle en la que estaba, pudo ver tres casas, dos a sus lados y otra más atrás, y uno de los dojos de Kusagakure, donde ninjas se juntaban a entrenar.

Las preguntas afloraron en él. ¿Se había confundido el que hizo la misión? No. Se resistió a creerlo. Era una gran coincidencia, pero uno no ponía una calle justamente porque si. Quizás el cliente hubiese puesto la dirección de la tienda en lugar de la del hombre ¿Le había engañado el hombre? Juro recordaba haberle señalado bien la dirección. De hecho, el hombre le había dicho que era una de las calles más alejadas de la villa. Eso le escamaba aún más.

Porque el hombre parecía amable, pero tampoco podía fiarse del todo de un desconocido.

Igualmente, ya que estaba ahí, iba a tratar de entender el malentendido en el que se encontraba. Pensó en entrar en la torre y preguntar, pero se resistió a hacerlo.

« Primero tengo que averiguar si realmente estoy donde pone. Si es verdad y lo han puesto mal, tendré motivos de sobra para ir a quejarme a la tienda directamente »

Si no, quedaría en ridículo.

Así pues, lo primero que hizo fue fijarse bien en la dirección hallada en el pergamino. En ella además de la calle debía de constar el número de casa, claro esta. Supuso que en las tres casas que tenía cerca debía de existir algún tipo de señal que indicase algo: el número de puerta, o incluso si tenía suerte, la calle también. Podía ser una placa, estar en el buzón, a los pies...

Pero supuso que debía de haber algo que lo indicase. Si no, los carteros lo tendrían difícil. Así pues, observó la casa con jardín que tenía delante, escudriñó la vista y buscó cualquier identificación que pudiese coincidir con la dirección del pergamino, sin llegar a meterse en el jardín de lleno. No quería allanar la propiedad de nadie.

Si eso no funciona, tendría que probar a ir al dojo. Quizá los shinobi de ahí supiesen algo.
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#10
La gran experiencia de Juro con sus problemas de orientación estaban dando sus frutos, en vez de perder la cabeza como una gallina sin cabeza se centró en mantener la calma. Comprobó el numero que venía en el pergamino y empezó a buscar ese numero por los alrededores, obviamente cada calle tenía un nombre y cada casa un numero. Puede que no estuvieran a la vanguardia de la tecnologia pero tampoco eran neandertales.

Encontraría el numero grabado en un pequeño rectangulo de madera que estaba pegado a una valla de madera, cuya puerta, tambien de madera, estaba entreabierta y daba a un enorme jardín. Tras el jardín había una casa de dos pisos tan tradicional como la que más. El cesped dominaba la mayor parte de la superfície aunque lo que más resaltaban eran unos enormes manzanos que habían a ambos lados del camino que conectaba la puerta de la valla de madera con la mansión.

Conectando dos manzanos había una especie de tela sobre la cual descansaba un cuerpo, y digo un cuerpo porque tenía la cara tapada por un sombrero de paja y se mecía suavemente con leves ronquidos sonando de fondo. Si era un hombre o una mujer o un viejo o un mapache era díficil de saber sin acercarse más.

Apoyado en el tronco de uno de esos manzanos había un muñeco de nieve... en pleno verano.
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#11
Juro sintió un pequeño estallido de felicidad y de superación en su interior cuando fue capaz de encontrar la casa. Había mantenido la calma y buscado hasta dar con ella. A pesar de su pésima orientación.

El número de la casa estaba grabada en un pequeño rectángulo, pegado a una valla de madera que correspondía a una de las casas en cuestión. La puerta de la valla estaba entreabierta, por lo que Juro supuso que al dueño no le importaría que entrase — como si tuviera otra opción. La valla daba a un enorme jardín, y en él, la casa tradicional, de dos pisos de altura. A los lados del jardín había dos enormes manzanos.

Y sobre los manzanos, había una tela que actuaba a modo de hamaca. Había alguien recostado sobre ella, pero tenía un sombrero de paja tapándole la cabeza. También había un pequeño detalle bastante extraño. Un... ¿muñeco de nieve? frente al árbol. Ahí, en pleno verano. El tipo parecía ser extraño.

Para evitar intromisiones indebidas, antes de entrar, Juro dio dos golpes con los nudillos a la puerta de la valla. Después, la abrió un poco más y entró. Esperó que con eso le pudiera despertar. Si no, tendría que acercarse un poco y asegurarse de que era humano.

— Buenos días. Siento molestarle — aclararía a decir —. Soy Eikyu Juro, genin de la aldea. Vengo encargado de una misión, relacionada con "El Rey del Dango". ¿Es usted su anterior empleado?

No sabía nada. Bien podría vivir solo o vivir con alguien. Puede que la persona que estuviese ahí no fuese el objetivo después de todo. Trató de mantener las formas y la cortesía, e ignorar el muñeco de nieve.
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#12
Aquel hombre se levantó de un salto al oir los golpes en la puerta, demostrando que aunque pudiese parecer que estaba sobando tan tranquilamente en su hamaca colgada de dos arboles en verdad, la realidad es que estaba atento. Esperando exactamente eso.

— Buenos días. Siento molestarle . Soy Eikyu Juro, genin de la aldea. Vengo encargado de una misión, relacionada con "El Rey del Dango". ¿Es usted su anterior empleado?

El sombrero de paja que le tapaba la cara se posaba ahora sobre su cabeza, era un joven, de su edad más o menos. Estaba algo más moreno que Juro, pero no mucho más. Tenía el pelo negro y corto, bien cortado y peinado como todo un rico. Sus ropas eran más caras que todo el equipamiento que llevase el Genin, sí, incluyendo la marioneta. La tela de la camiseta parecía brillar por cuenta propia igual que los pantalones, y los zapatos, qué zapatos, parecían más comodos y resistentes que todas las nubes y todo el acero que hubiera visto en su vida.

Llevo años esperando a que ese viejo chiflado enviara a alguien a buscar la cosa esta. Joooooooder, cogelo y vete de aqui. Y sobretodo, lo más importante, deja de hablar como si tú tambien tuvieras un palo en el culo. Te ha faltado llamarme señor, aunque apuesto a que lo hubieras hecho.

Cogió el muñeco de nieve y se lo paso a Juro, estuviese este preparado o no. El muñeco de nieve era en realidad un disfraz de hombre dango que era más o menos de su estatura y de la del chaval. La bola inferior del dango estaba enterrada literalmente en la tierra, por eso parecía un muñeco de nieve, y ahora estaba llena de mugre, barro, hojas, algun que otro gusano...

Tuve que enterrar la parte baja para que no se volase. Solo me puse a trabajar porque mi padre me dijo que no era capaz de hacerlo, al mes lo deje porque, bueno, yo no soy como tú, no necesito el dinero. Más bien el dinero me necesita a mi.

Oir las estupideces de los ricos eran extras al trabajo de los shinobi, Juro empezaba pronto a beneficiarse de dichos cargos adicionales.
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#13
Juro pudo comprobar de primera mano como las apariencias engañaban. El señor que se encontraba durmiendo en la hamaca, ni estaba durmiendo ni era un señor.

Nada más golpear la puerta, saltó al instante, revelando su verdadera cara, fuera del sombrero de paja. Era un joven, casi de su edad. Era moreno, y presentaba los típicos rasgos de un rico: peinado bien cortado y estiloso, ropa sedosa y lujosa y zapatos que seguían la misma línea. Juro tuvo esa impresión nada más verlo.

Llevo años esperando a que ese viejo chiflado enviara a alguien a buscar la cosa esta. Joooooooder, cogelo y vete de aqui. Y sobretodo, lo más importante, deja de hablar como si tú tambien tuvieras un palo en el culo. Te ha faltado llamarme señor, aunque apuesto a que lo hubieras hecho.

— Perdona, no te podía ver con el sombrero y pensé... — Juro trató de excusar su comportamiento, aunque no tenía excusa en realidad. Su hermana le había enseñado a respetar a todo el mundo, sobretodo estando en una misión. Tenía que dar ejemplo, era un genin que representaba a su aldea —. Bueno, gracias de todas formas.

Entonces, el chico le arrojó el muñeco de nieve, para su estupefacción. Juro lo agarró, dandose cuenta al instante de que no era un muñeco de nieve. Era un disfraz de hombre-dango.

« Joder, esta horriblemente sucio. Y mira que ya es bastante malo de por sí »

Ocultó como pudo su decepción con una sonrisa, mientras pensaba en él poniéndose algo tan horrible. Sacudió la parte de abajo, tratando de librarse de la mayor parte de la suciedad. El resto, tendría que darlo así. No era su culpa después de todo, era la del chico en todo caso. No podía limpiarlo.

Tuve que enterrar la parte baja para que no se volase. Solo me puse a trabajar porque mi padre me dijo que no era capaz de hacerlo, al mes lo deje porque, bueno, yo no soy como tú, no necesito el dinero. Más bien el dinero me necesita a mi.

— Ya veo... — murmuró para sí, ignorando las chorradas que le estaba diciendo, y como se estaba metiendo sutilmente con él —. Bueno, devolveré esto entonces. Será mejor que me marche; me espera mucho trabajo. Ha sido un placer.

Se despediría y luego se largaría de aquella casa. No quiso establecer mucha conversación con el chico: no le caía bien, iba de superior, y encima ni se dignaba a devolver el traje. Juro había tenido que trabajar más por su culpa. Además, no estaba para hacer amigos. Tenía una misión que cumplir.

Tenía que ir a la torre de ocio. Eso ya si que no tenía perdida, estaba en frente.
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#14
De nuevo, la experiencia de Juro le volvió a servir para el cumplimiento de la misión. Esta vez la experiencia de cargar cosas durante trayectos largos. Aunque pudiese parecer que el trayecto no fuera a extenderse demasiado ya que, pfff, estaba al lado de la Torre de Ocio, ni un Uchiha ciego se perdería cuando tiene el enorme edificio justo en la cara.

Así fue como Juro llegó a la Torre de Ocio, un torreón de varios pisos lleno de tiendas, restaurantes y patios exteriores con más gente de la que podía contar con todos los dedos de todas las personas que había conocido en su vida. Un centro comercial ajetreado y sin una señalización como Kenzou-sama manda. ¿Quien necesita señalización cuando se vive en Kusagakure y se va todos los dias a comprar a la Torre de Ocio?

El genin no tardaría en responder mentalmente a esa pregunta. En el pergamino no venía ningún piso ni numero de la tienda, solo el de la casa que acababa de abandonar. Se vio entre una masa de gente como una minuscula pieza ignorada y abandonada dentro de un puntual reloj. Iba cargado con su marioneta y además el disfraz y tenía que buscar una tienda que no sabía donde estaba.

Dificilmente se le podía poner la cosa más negra a nuestro genin favorito.
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#15
Juro consiguió alejarse de la casa de aquel rico engreído que antes había sido empleado de la tienda. Llevaba el uniforme a cuestas, junto a su marioneta, en la espalda. Quizá debería no haberla traído, después de todo, no le iba a ser muy útil ahí. De igual forma, se encaminó hacia la torre de ocio, situada en la misma calle. No tenía perdida.

Sin embargo, cuando llegó se topó con otro problema en el que no había pensado: la torre de Ocio es un gran edificio, lleno de plantas con mucha gente , y numerosas tiendas. Él mismo iba a veces al lugar, pero de ahí a saber orientarse... Y menos encontrar un puesto de dangos.

« Tengo que encontrar la manera »

Observó sus alrededores. No parecía haber ninguna clase de señalización. Y ya ni hablar de un puesto de información. Nadie pensaba en la gente con problemas de orientación.

No le queda más opción que recurrir al truco de preguntar. Pero no podía preguntar rodeado de una masa de gente. Juro avanzó, sin salir de la primera planta, y buscó una zona donde la presión de gente disminuyese. Su siguiente paso sería buscar una persona adulta, que pareciese seria y responsable , para hacer su pregunta habitual:

— Perdone. ¿Sabría decirme en que planta y en qué zona se encuentra el establecimiento: "El Rey de los Dangos"?.
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