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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#46
Desde que habían comenzado el viaje de vuelta, envueltos en sus capas de viaje hasta el cuello y con la capucha puesta, no habían entablado demasiada conversación. Las fresas shiroshimo habían conseguido congelar el ambiente aún más. Para Daruu, no quedaba inadvertido que Ayame no le había tratado de la misma forma desde que habían salido, e incluso parecía percibir algo de curiosidad en el impertérrito rostro de Kori.

No fue hasta que llevaron medio camino y estaba anocheciendo ya cuando Daruu se dio cuenta de que las manos de Kori estaban... ¿enrojecidas?

—Kori-sensei —dijo Daruu, sujetándole un momento por la capa de viaje—. Deberíamos parar.

Lo miró a los ojos un momento, y luego a la caja. «Me he dado cuenta.»

El trío montó un campamento improvisado bajo la lluvia con tres sacos de dormir. Kori les sorprendió recubriendo el círculo más tarde con un iglú que les resguardó del temporal. El Hielo sacó una pequeña lámpara con batería de hidrólisis que encendió en el centro, y proporcionaba una luz cálida mientras los tres cenaban.

Daruu sacó otro trozo de pizza de la fiambrera y le dio un bocado bien grande. Tragó.

—No puedo evitar veros la cara... —Bajó la mirada—. De verdad que os lo quiero contar, pero no puedo, mamá no quiere que se sepa.

»Es sólo... muy frío. Se echa en cantidades muy pequeñas. No supone ningún mal, sólo deja las cosas fresquitas. Por eso los bollitos siempre parecen sacados de la nevera.
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#47
El trío avanzaba en su viaje de regreso a casa sumidos en un tenso silencio. En su travesía por los Campos y Montañas de la Tormenta, Ayame se había empeñado en no establecer contacto visual con nadie y Kōri mantenía el ritmo con la caja firmemente sujeta entre sus brazos. Sin embargo, el jonin también actuaba de forma algo extraña. Movía los dedos de vez en cuando y sus ojos estaban firmemente clavados en la caja. Y es que estaba experimentando algo que hacía muchísimo tiempo que no sentía.

Frío.

—Kōri sensei —le llamó Daruu en un momento del viaje, sujetándole por la capa de viaje—. Deberíamos parar.

El genin le miró de manera significativa a los ojos y después posó su mirada en la caja. Kōri asintió con firmeza y se atrevió a dejar la caja en el suelo. El tiempo no tenía pinta de que fuera a tener piedad con ellos por lo que, mientras Ayame y Daruu montaban un improvisado campamento con tres sacos de dormir dispuestos en forma de triángulo, Kōri respiró hondo, realizó una serie de sellos y después alzó las manos. El aire se congeló de manera rápida a su alrededor y el agua de la lluvia se congeló formando bloques de hielo que se amontonaron en forma de un iglú que los rodeaba a los tres. De esa manera quedarían guarecidos de la tormenta del exterior. Ajeno a las miradas de asombro y admiración de sus dos alumnos, sacó una pequeña lámpara con batería de hidrólisis de su mochila y la encendió entre los tres sacos de dormir.

—No puedo evitar veros la cara... —intervino Daruu, con un trozo de pizza en su mano. Había bajado la mirada, apesadumbrado—. De verdad que os lo quiero contar, pero no puedo, mamá no quiere que se sepa. Es sólo... muy frío. Se echa en cantidades muy pequeñas. No supone ningún mal, sólo deja las cosas fresquitas. Por eso los bollitos siempre parecen sacados de la nevera.

—No tienes que darnos explicaciones, Daruu-kun —le rectificó Kōri, que estaba frotándose las manos para desentumecérselas—. Somos ninjas y estamos cumpliendo una misión. Si tenemos orden de no conocer la naturaleza de una mercancía, debemos acatarlas.

El silencio se condensó dentro del iglú durante varios minutos. Ayame se había sentado sobre su saco de dormir, abrazándose las rodillas y con el rostro prácticamente oculto entre estas. Al final, no pudo contenerse por más tiempo.

—No se puede decir que haya sido de mucha ayuda durante esta misión —balbuceó, con un hilo de voz—. Si hubiéseis ido tú y Kōri no habría habido ninguna diferencia...

Se interrumpió con un apretado nudo en la base de la garganta. Le dolía. Le dolía mucho. Ella quería hacer cosas. Quería sentirse útil. Quería que todos la reconocieran. Pero en aquella misión no había podido hacer absolutamente nada. Daruu había sido el encargado de recoger la mercancía, Kōri de transportarla y ella...

Ella sólo se había dado un agradable paseo hasta Yukio.
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#48
—No tienes que darnos explicaciones, Daruu-kun —le rectificó Kōri, que estaba frotándose las manos para desentumecérselas—. Somos ninjas y estamos cumpliendo una misión. Si tenemos orden de no conocer la naturaleza de una mercancía, debemos acatarlas.


—Ya, pero... No sé, vuestras caras... —comenzó a decir. Finalmente, optó por la mejor opción, que era la de callar y seguir cenando.

Los dos hermanos callaron e hicieron lo mismo. Ayame se sentó sobre su saco de dormir, con un gesto tremendamente apesadumbrado, abrazándose las rodillas. Daruu lo asoció inicialmente al tema de las fresas shiroshimo, pero ella misma se desenmascaró enseguida:

—No se puede decir que haya sido de mucha ayuda durante esta misión —balbuceó, con un hilo de voz—. Si hubiéseis ido tú y Kōri no habría habido ninguna diferencia...


Daruu la observó, con el rostro torcido unos instantes. Suspiró y se rascó la cabeza.

—Ayer, cuando dijiste que querías impresionar a tu padre, tu mirada era muy distinta —dijo—. Honestamente, te admiré en ese momento, tanto que me sentí frustrado por no tener ninguna meta.

Se levantó.

—Me pareciste alguien muy genial, sólo por unos momentos. Yo que tú dejaba de hacer y decir estas cosas, tienes serios problemas de autoestima y eso te retrasa y te frena. —Se encogió de hombros y se dirigió a su saco de dormir—. Incluso algún día me gustaría luchar contra ti, pero a este ritmo si te centras en lo negativo y te inventas cosas que no son verdad no vas a llegar al nivel. Me voy a dormir. Buenas noches.

«¿Por qué me afecta tanto?»

Daruu estaba enfadado con su actitud. ¿Qué narices era esa manera de ver las cosas? La noche anterior había estado tan decidida que le había inspirado, y ahora, ahora...

Se enfundó en el saco de dormir y abrochó la cremallera.
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#49
—Ayer, cuando dijiste que querías impresionar a tu padre, tu mirada era muy distinta —escuchó la voz de Daruu, y Ayame se encogió sobre sí misma—. Honestamente, te admiré en ese momento, tanto que me sentí frustrado por no tener ninguna meta.

«Genial, y ahora le he decepcionado a él.» Se lamentó en su fuero interno.

Pero la charla no iba a quedar ahí ni mucho menos.

—Me pareciste alguien muy genial, sólo por unos momentos. Yo que tú dejaba de hacer y decir estas cosas, tienes serios problemas de autoestima y eso te retrasa y te frena. Incluso algún día me gustaría luchar contra ti, pero a este ritmo si te centras en lo negativo y te inventas cosas que no son verdad no vas a llegar al nivel. Me voy a dormir. Buenas noches.

La voz de Daruu se había alejado, y Ayame no tardó en escuchar el sibilante sonido de una cremallera cerrándose. Debía de haberse metido en su saco de dormir, pero eso a ella no le importaba. Algo se había encendido en sus entrañas, quemaba con la fuerza de mil infiernos y le intoxicaba la lengua y la garganta.

—¿Pero qué puedes saber tú de mi autoestima? —escupió, alzando sus ojos cargados de ira hacia su compañero de misión—. ¡No sabes nada de mí! ¡Apenas nos conocemos de un par de días!

»¿Qué es lo que no es verdad? ¿Que no he hecho nada durante la misión? ¿Que si hubiéseis ido Kōri y tú no habría habido ninguna diferencia? ¡Dímelo!


Una garra gélida se cerró en torno sobre su hombro, y Ayame se sobresaltó. Ni siquiera se había dado cuenta de que se había levantado. No se había dado cuenta hasta aquel momento de que tenía las mejillas húmedas.

—Basta, Ayame —intervino su hermano desde su espalda. No había alzado la voz, pero había algo autoritario y cortante en su tono. Algo que no era ignorable. Y Ayame se detuvo, agachó la cabeza y apretó ambos puños junto a los costados—. Nos han mandado a esta misión como un equipo, ¿acaso crees que Arashikage-sama nos va a hacer un cuestionario sobre lo que hemos hecho o lo que no hemos hecho durante su transcurso? Si no has podido hacer nada durante esta misión es porque, simplemente, no has podido. Daruu-kun era el encargado de recoger la mercancía. Y ni tú ni él podía transportarla. Por el simple hecho de que está fría. Tan fría que hasta yo puedo sentirlo. Si la llevárais alguno de vosotros se os congelarían los dedos antes de que saliéramos siquiera de Yukio. Ya tendrás oportunidad de mostrar de lo que eres capaz, Ayame.

Ayame no respondió. Había cerrado los ojos y se mordía el labio inferior en un intento de contener los temblores que sacudían su cuerpo. Al final, simplemente se dio la vuelta, se deshizo del agarre de Kōri y se envolvió en su propio saco.

Aunque algo le decía que no iba a poder dormir tranquilamente aquella noche...
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#50
Daruu apretó los puños y cerró los párpados con fuerza, haciéndose el sordo mientras Ayame descargaba todo lo que tenía sobre él. Sintió un calor en el pecho que le instó a contestar, pero el frío tono cortante de Kori-sensei hizo que se extinguiera un momento.

Le costó conciliar el sueño, y antes de que ninguno de los tres se despertase a la mañana siguiente, él ya estaba sentado a la puerta del iglú.


···


—Buenos días —dijo, sin ningún tipo de adorno y con un rostro que podría haber sido confundido perfectamente por el de Kori cuando los hermanos se levantaron de sus respectivos sacos—. Ya tengo todo recogido, así que cuando queráis, nos vamos.

Pasó al lado de Ayame y chocó ligeramente su hombro contra ella, malhumorado. Cogió su mochila y se la echó a las espaldas. Salió del iglú a remojarse bajo la lluvia y a esperar.
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#51
Tal y como suponía, aquella fue la peor noche en mucho, muchísimo tiempo. Era incapaz de dormir, y Ayame se pasó gran parte de la noche hecha un ovillo en su saco, esforzándose porque no se escucharan sus llantos. Y las veces que conseguía concebir mínimamente el sueño, soñaba con la academia y, lo peor, soñaba con Setsuna y con su grupo. Creía haberlos olvidado, pero una y otra vez se despertaba entre jadeos, apretándose con tanta fuerza la bandana contra la frente que los tornillos de la placa llegaron a clavarse en su piel. Y antes de que pudiera volver a dormirse de nuevo, llegó el alba y sintió la mano de Kōri sobre su hombro, llamándola.

—Buenos días —escuchó la voz de Daruu en la entrada del iglú—. Ya tengo todo recogido, así que cuando queráis, nos vamos.

Sin embargo, ella no respondió. Se levantó en completo silencio, frotándose unos ojos escocidos y enrojecidos, y se afanó en recoger su saco de dormir y sus pertenencias. Kōri, igual que Daruu, debía de haber terminado ya porque la estaba esperando en la entrada. Por el rabillo del ojo vio que el genin se acercaba a ella, seguramente a recoger su propia mochila. Y aquella sensación en el pecho de Ayame volvió a encenderse como un horno a todo gas.

Por eso, cuando Daruu hizo chocar su hombro contra ella se topó, literalmente, con una cascada de agua que estalló en su rostro.

Ayame ni siquiera comentó nada al respecto. Muda como una estatua de mármol y con lágrimas rodando por sus mejillas, salió del iglú, pasó por delante de su propio hermano y aceleró el paso para ponerse a la cabeza del grupo. Lo suficientemente lejos como para no tener que establecer contacto con ellos, pero lo suficientemente cerca como para no perderlos de vista y terminar perdida.

Al menos esa era su intención. Pero no llegó muy lejos. Un muro de hielo surgió frente a sus narices, alto como una torre.

A sabiendas de quién era el causante de su detención, Ayame se volvió hacia Kōri. Pero toda la rabia que hervía en su pecho se congeló cuando sintió los gélidos ojos del jonin clavados sobre ella como dos estacas afiladas. Tenía las manos entrelazadas a la altura del pecho.

—No pienso hacer de niñera —expresó Kōri, claro, conciso y cortante como el vidrio—. Así que no nos vamos a mover de aquí hasta que resolváis vuestras diferencias.

Ayame apretó los puños hasta hacerse daño. Pero, obstinada como ella sola y llorando en silencio, apartó la mirada a un lado.
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#52
Sintió el impacto con el hombro de Ayame, pero parte de su cuerpo estalló y le mojó la cara, el pelo y la ropa. Daruu rechinó los dientes y caminó hacia su mochila, lentamente, con los puños apretados. Pero se detuvo cuando escuchó un ruido que reverberó como el cristal a sus espaldas, y la gélida voz de Kori anunciar:

—No pienso hacer de niñera —expresó Kōri, claro, conciso y cortante como el vidrio—. Así que no nos vamos a mover de aquí hasta que resolváis vuestras diferencias.

—Bien.

Daruu se dio inmediatamente la vuelta, sin coger su mochila, y pasó al lado del Hielo como una saeta. Paró a tres metros de Ayame y espetó:

—Eh, cobarde, si quieres pelea te la puedo dar ahora mismo —dijo, totalmente enfurecido. Las palabras de Ayame el día interior le habían herido donde más duele—. Me pregunto si cuando dijiste que querías sorprender a tu padre te referías a eso, a hacer trucos de magia estallando en agua por sorpresa como un mago en una feria ambulante.

»Vamos, adelante. Al fin y al cabo, no pasé todo un día ayudándote para aprobar el examen para nada. Ah no, que no nos conocemos de nada, que no me contaste todos tus problemas, que no te ayudé con nada.

Escupió a un lado.

—Dijiste que nos conocemos desde hace un par de días, pero yo siempre me he preocupado por ti, siempre desde la academia, siempre, aunque no me atreviera a intervenir.

»Después de todo eso, después de compartir mi capa contigo en el carro... ¿Me dices eso? ¡Venga ya! Déjate de chiquilladas y asume lo que dices y haces. Has usado tu técnica, ¿no? Venga, sigue usándola. Intenta luchar, mago ambulante.
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#53
Daruu no tardó en salir del iglú, con pisadas pesadas e igual de consumido por la ira. Pasó junto a Kōri y se detuvo a unos escasos metros de la posición de Ayame.

—Eh, cobarde, si quieres pelea te la puedo dar ahora mismo —le soltó, totalmente enfurecido.

—¿¡Qué!? ¡Yo no he sido quien ha ido al otro para embestirle el hombro como un bruto! —respondió Ayame, estupefacta.

Pero la cosa no se iba a quedar ahí...

—Me pregunto si cuando dijiste que querías sorprender a tu padre te referías a eso, a hacer trucos de magia estallando en agua por sorpresa como un mago en una feria ambulante.

Ayame no daba crédito a lo que estaban escuchando sus oídos. Daruu acababa de llamarla "maga de feria ambulante". Él, de entre todas las personas... Se acababa de reír de su aspiración y de su habilidad más característica. En su propia cara, sin ningún tipo de reparo o consideración...

—Vamos, adelante. Al fin y al cabo, no pasé todo un día ayudándote para aprobar el examen para nada. Ah no, que no nos conocemos de nada, que no me contaste todos tus problemas, que no te ayudé con nada.

Daruu escupió a un lado.

—Dijiste que nos conocemos desde hace un par de días, pero yo siempre me he preocupado por ti, siempre desde la academia, siempre, aunque no me atreviera a intervenir.

»Después de todo eso, después de compartir mi capa contigo en el carro... ¿Me dices eso? ¡Venga ya! Déjate de chiquilladas y asume lo que dices y haces. Has usado tu técnica, ¿no? Venga, sigue usándola. Intenta luchar, mago ambulante.


Lo había vuelto a repetir.

Kōri apareció de repente entre los dos. Con las manos alzadas hacia ambos, envueltas en un extraño halo brillante y azulado y despidiendo un auténtico frío glacial.

—¡Basta he dicho! —exclamó. Algo totalmente impropio de él—. ¿Es que sólo sabéis entenderos a base de golpes? Sois shinobi, no unos vulgares bárbaros. ¿Acaso queréis que después cargue con vuestros cuerpos heridos aparte de esa caja? Si tengo que congelaros a ambos para que templéis vuestros ánimos no dudéis que lo haré...

Habían colmado su paciencia. Y eso, siendo alguien como él, era un verdadero mérito. Sin embargo, Ayame no reaccionaba. Se dejó caer de rodillas, apretándose la bandana contra la frente y resollando entre fuertes sollozos. Algo dentro de ella se había roto en mil pedacitos.

Y es que no había demasiada diferencia entre ser llamada "alien" o "mago de feria".

—¡Lo siento! —estalló de golpe, con la voz rota, aunque con sus llantos y la punzada de dolor que sentía en el pecho y la garganta, era un verdadero esfuerzo el hecho de hablar y vocalizar—. ¡Me... Me sentía frustrada! ¡Lo último... Que necesitaba... Era que me regañarais...! Yo... yo...
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#54
La cosa se estaba yendo de las manos, en los dos sentidos, y el Hielo apareció de nuevo entre los dos fuegos para congelarlos definitivamente. Kori apareció de pronto en el punto medio con las manos extendidas hacia ambos, envueltas en un halo azulado y desprendiendo el mismo frío que el de las fresas shiroshimo.

Pero este frío parecía querer escapar y darles a ellos en el pecho.

—¡Basta he dicho! —exclamó. Algo totalmente impropio de él—. ¿Es que sólo sabéis entenderos a base de golpes? Sois shinobi, no unos vulgares bárbaros. ¿Acaso queréis que después cargue con vuestros cuerpos heridos aparte de esa caja? Si tengo que congelaros a ambos para que templéis vuestros ánimos no dudéis que lo haré...

Daruu apretó los dientes y bajó la cabeza, avergonzado, humillado y un poco consciente de que había cruzado una línea imaginaria. Suspiró y caminó lentamente hacia él, mirándole los ojos, transmitiendo otro tipo de mirada que no era la de antes. Ojalá captara sus intenciones. De otra manera, se convertiría en un precioso cubito.

Mientras tanto, Ayame lloraba, herida.

—¡Lo siento! —estalló de golpe, con la voz rota, aunque con sus llantos y la punzada de dolor que sentía en el pecho y la garganta, era un verdadero esfuerzo el hecho de hablar y vocalizar—. ¡Me... Me sentía frustrada! ¡Lo último... Que necesitaba... Era que me regañarais...! Yo... yo...

Daruu estaba frente a ella, el brazo extendido hacia adelante, con los dedos índice y corazón extendidos buscando los suyos en el sello de la reconciliación.

—Yo sólo quería decirte que pensar mal de ti misma es lo que te está frenando más, y creo que nos conocemos poco, pero de lo poco que nos conocemos ya me ha quedado claro. Quería ayudar, y a veces para ayudar hay que decir la verdad a la cara. No quiero herirte, nunca he querido herirte —dijo—. Pero cuando te ayudé a aprobar el examen tenías el mismo problema. Te sentías inútil. Y sentirte inútil te acaba haciendo inútil.

Esperó unos segundos para que Ayame juntara sus dedos con él. Lo hiciese o no, continuaría hablando:

—Para mi eres una compañera de equipo más en esta misión. ¿Qué pasa si hubiera surgido algún inconveniente? Habrías tenido que intervenir tú. Pero es que... ¡no quiero tener que convencerte de estas cosas, porque es lo que buscas! ¡Te tienes que sentir bien tú misma, si no, vas a estar siempre buscando que alguien te confirme que eres útil!

»Pero sobretodo, Ayame, yo quería que fuésemos amigos. Ninguno de los dos hicimos ningún amigo en la academia. Creía que lo recordarías, pero me has dicho que no nos conocemos de nada. Eso me ha dolido... Y te he dicho esas cosas tan horribles. Lo siento.

Se dio la vuelta y se rascó la cabeza. Se inclinó ante Kori-sensei.

—Siento esta actitud tan vergonzosa y poco profesional. Volvamos a la aldea.

Se dio la vuelta y miró a Ayame a los ojos.

—Espero pelear contigo algún día. Espero también que sea en otros términos más amables...

»¿Nos vamos?
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#55
Daruu se había adelantado un paso, acercándose peligrosamente a las refulgentes manos de Kōri, que estudiaba a su alumno con un extraño brillo en sus ojos gélidos mientras Ayame seguía llorando a lágrima viva a su espalda. Después de unos segundos de contacto visual, El Hielo bajó los brazos y el brillo se desvaneció de sus palmas.

—Yo sólo quería decirte que pensar mal de ti misma es lo que te está frenando más, y creo que nos conocemos poco, pero de lo poco que nos conocemos ya me ha quedado claro —Ayame se sobresaltó al escuchar la voz de su compañero de misión justo frente a ella—. Quería ayudar, y a veces para ayudar hay que decir la verdad a la cara. No quiero herirte, nunca he querido herirte. Pero cuando te ayudé a aprobar el examen tenías el mismo problema. Te sentías inútil. Y sentirte inútil te acaba haciendo inútil.

Ayame se agarró con fuerza el uwagi a la altura del pecho, intentando contener el dolor que sentía en aquellos instantes. Ella, que era capaz de evitar en mayor o menor medida el dolor físico, era completamente vulnerable al dolor emocional. Y ya había descubierto en más de una ocasiones que, en muchos casos, podía a llegar a ser incluso peor. Al cabo de unos segundos se atrevió a alzar la mirada hacia Daruu. Él había extendido los dedos índice y corazón en el ceremonial símbolo de la reconciliación. Y Ayame los entrelazó con los suyos entre renovados llantos.

A sus espaldas, Kōri suspiró en silencio.

—Para mi eres una compañera de equipo más en esta misión. ¿Qué pasa si hubiera surgido algún inconveniente? Habrías tenido que intervenir tú. Pero es que... ¡no quiero tener que convencerte de estas cosas, porque es lo que buscas! ¡Te tienes que sentir bien tú misma, si no, vas a estar siempre buscando que alguien te confirme que eres útil!

»Pero sobretodo, Ayame, yo quería que fuésemos amigos. Ninguno de los dos hicimos ningún amigo en la academia. Creía que lo recordarías, pero me has dicho que no nos conocemos de nada. Eso me ha dolido... Y te he dicho esas cosas tan horribles. Lo siento.

—S... sí... —se esforzó en responder, asintiendo enérgicamente.

—Siento esta actitud tan vergonzosa y poco profesional —añadió, volviéndose hacia Kōri, y el jonin asintió, conforme—. Volvamos a la aldea

Ayame se obligó a enjugarse las lágrimas y reincorporarse. Sin embargo, en el último momento se vio acorralada por los ojos de Daruu.

—Espero pelear contigo algún día. Espero también que sea en otros términos más amables... —le dijo, y Ayame desvió la mirada, no demasiado convencida con la idea. Sin embargo, no quería regresar al mismo tema de sus inseguridades, por lo que asintió débilmente—. ¿Nos vamos?

El trío reanudó la marcha tras aquel trago amargo. Kōri le pasó la mochila de viaje a Ayame para aligerar su propia carga y después volvió a coger en brazos la misteriosa caja heladora. La kunoichi ya había perdido todo interés en su contenido. Aunque no había visto saciada su curiosidad, le achacaba a aquella caja todo el mal rato que acababan de pasar.

«Qué estúpida he sido... He estado a punto de perder al único amigo de verdad que he conseguido hacer...» Se lamentaba en silencio.

Siguieron la travesía por los Campos y Montañas de la Tormenta sin mayores sobresaltos. De vez en cuando paraban a descansar para comer o para que Kōri pudiera descansar las manos de aquel frío constante. Al cabo de un día de viaje, aproximadamente, Ayame divisó las oscuras siluetas de los edificios en ruinas de la Ciudad Fantasma hacia el este y no pudo evitar detenerse durante un breve instante con un extraño pálpito.

«Un día tengo que ir allí... Después de visitar el Valle del Fin.» Decidió.
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#56
Los tres emprendieron de nuevo el largo viaje hacia Amegakure a través de caminos entre campos de trigo y arrozales y bajo la incansable e inclemente tormenta que Amenokami descargaba por aquellas tierras durante siglos y siglos. Tejieron un silencio denso, como si quisiesen tapar con él lo que acababa de suceder, durante unas horas. Pararon a comer, y para que Kori pudiera descansar de la carga de las fresas shiroshimo.

Cuando reemprendieron la marcha, Ayame se detuvo unos instantes observando las ruinas lejanas de la Ciudad Fantasma: un amasijo gigantesco de cemento y hierro, que se erigía amenazante allá cerca de las montañas.

—¿Qué tendrán estos sitios que siempre le llaman a uno la atención? —dijo—. Normalmente, es algo que no desearía pisar en mi vida. Y sin embargo, algo te acaba atrayendo hacia ellos.
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#57
—¿Qué tendrán estos sitios que siempre le llaman a uno la atención? —dijo Daruu, que se había detenido también cerca de ella—. Normalmente, es algo que no desearía pisar en mi vida. Y sin embargo, algo te acaba atrayendo hacia ellos.

Ayame torció ligeramente el gesto. En su caso, la atracción hacia aquella ciudad era un aspecto mucho más personal. Como jinchūriki del Gobi deseaba conocerlo todo acerca de los bijū. ¿Y qué mejor manera de hacerlo que ir al lugar donde comenzó todo y a la ciudad que fue arrasada por otro?

Sin embargo, para su desgracia, no podía expresar sus deseos en voz alta. Era un contenedor, pero debía mantenerlo en secreto. Incluso para las personas más cercanas a ella. Estaba sola en aquella tarea. No podía pedir ayuda.

—Supongo que será el morbo del misterio —respondió, con una sonrisa nerviosa—. Perdón por la interrupción, continuemos.

Después de un día más de viaje, en el que se vieron a acampar de nuevo para pasar la noche, el campo se abrió y el familiar puente que daba la entrada a Amegakure comenzó a perfilarse al fin en el horizonte.

—¡Llegamos! Ah... Estoy deseando darme una buena ducha... —exclamó Ayame, aliviada por una parte y entristecida por otra. Pese a todo, se lo había acabado pasando bien en aquel viaje y sentía algo de pena porque terminara—. Esto... Realizaremos más misiones juntos, ¿verdad...? —se atrevió a preguntar, con un ligero rubor adornando sus mejillas.
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#58
Tras la conversación de Ayame y Daruu el trío continuó su camino, y aún tuvieron que acampar una noche más antes de llegar a su destino. Kori demostró no ser tan invulnerable al frío como habían pensado, o quizás fueron las fresas las que habían demostrado ser gélidas como varios glaciares condensados en un sólo cubito de hielo.

De cualquier forma, habían llegado a Amegakure. El puente de entrada estaba cada vez más cerca. Y la mente de Daruu cada vez más lejos. En su casa. En su cama. En sus sueños.

—¡Llegamos! Ah... Estoy deseando darme una buena ducha... Esto... Realizaremos más misiones juntos, ¿verdad...? —preguntó Ayame, y se ruborizó. Daruu no pudo sostenerle más de un segundo la mirada.

—Esto... Sí, claro... Por mí, estupendo —tartamudeó—. Además, creo que a los dos nos vendría bien aprender más de Kori-sensei, ya sabes...

Recordó el incidente de hacía un par de días y dibujó en el rostro un ligero mohín de disgusto.

—Qué ganas de llegar a casa...

El trío cruzó el puente y se internó en las abarrotadas calles de Amegakure. Fue una suerte disponer tanto de Kori como de las fresas shiroshimo, porque el frío que emanaban entre ellos dos era suficiente para que la gente se apartase ella sóla de su camino.

Pararon frente al escaparate de la Pastelería de Kiroe-chan, que a esas horas todavía estaba cerrada. Daruu se asomó a la puerta y, a través de los cristales, distinguió la silueta de su madre detrás de la barra. Llamó dos veces e introdujo la llave en la cerradura.

—¡Misión cumplida, mamá!

Kiroe sonrió y dirigió la mirada hacia ellos. En cuanto Kori entró por la puerta, se llevó las manos a la cara y ahogó un grito.

—¿¡Con las manos desnudas!? ¡Rápido, Kori-san! ¡Ponlas en una mesa!
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#59
—Esto... Sí, claro... Por mí, estupendo —tartamudeó Daruu, aunque enseguida le apartó la mirada—. Además, creo que a los dos nos vendría bien aprender más de Kori-sensei, ya sabes...

«¿Sólo por eso?» Pensó Ayame, ligeramente decepcionada. Pero enseguida asintió con vehemencia.

—Qué ganas de llegar a casa...

Cruzaron el puente y Amegakure les recibió con los brazos abiertos. La tierra fue sustituida enseguida por el duro asfalto y el espacio abierto se saturó de edificios y rascacielos que intentaban arañar las nubes que cubrían la aldea con sus puntiagudos dedos. El trío se adentró en las calles y la multitud se les echó prácticamente encima. Por suerte, gracias a la desagradable sensación que emanaba de la propia caja y del frescor que siempre rodeaba a Kōri, no les costó abrirse paso y llegar a la Pastelería de Kiroe-chan. Parecía que habían llegado muy temprano, pues aún no había abierto sus puertas al público. Sin embargo, Daruu se adelantó, se asomó a los cristales de la puerta y, tras llamar un par de veces, introdujo la llave en la cerradura y abrió.

—¡Misión cumplida, mamá!

La mujer se encontraba detrás de la barra y cuando los vio entrar por la puerta una sonrisa asomó a sus labios. Sin embargo, cuando vio a Kōri se llevó las manos al rostro y ahogó un grito:

—¿¡Con las manos desnudas!? ¡Rápido, Kōri-san! ¡Ponlas en una mesa!

Él no se hizo de rogar. Se dirigió a la mesa más cercana que encontró y dejó la caja sobre ella. Ayame sintió un terrorífico escalofrío descender por su columna vertebral cuando Kōri alzó las manos y comenzó a frotarlas entre sí. Estaban rojas. Y aunque no era algo demasiado exagerado, para Ayame, que jamás había visto una pizca de color en la piel de su hermano, era algo verdaderamente impactante.

—¿Estás bien? —preguntó, con un hilo de voz.

Él asintió, tras unos breves segundos en silencio. Seguía aparentando aquella fría calma que le caracterizaba, pero también parecía bastante impresionado.

—Sí. Se pasará en unos minutos. Sólo es... extraño.

Y tanto que debía ser extraño. Sobre todo cuando estaba acostumbrado a ser él el que causara el frío, no a sentirlo en sus propias carnes.
[Imagen: kQqd7V9.png]
Sprite por Karvistico.


—Habitación de Ayame: Link

No respondo dudas por MP.
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#60
Kori aceleró el paso sin parar a saludar y dejó la caja rápidamente encima de una de las mesas de las cafeterías. Se frotó las enrojecidas manos. Daruu se mordió el labio inferior, nervioso, mientras Ayame se preocupaba por su hermano y Kori afirmaba que se encontraba bien, alegando que se trataba únicamente de la extrañeza que le producía sentir tanto frío, él, que normalmente, era el frío en sí.

Kiroe se acercó corriendo a la barra y mojó un paño en agua tibia. Se afanó por envolver las manos de su vecino con él y luego suspiró y se acercó a la mesa. Sacó de su bolsillo unos guantes de color rosa, muy gruesos, y se los puso.

—Lo siento, ha sido culpa mía. No me acordé de darle los guantes a Daruu. Ha sido una suerte que fueras con ellos, porque si no, se las habrían visto canutas para transportar las...

«Venga, no me jodas.»

—...fresas shiroshimo.

Daruu se llevó las manos a la cabeza.

—¡Mamá! —exclamó—. ¡Llevo ocultando que son fresas más de tres días, y ahora coges y lo dices tal cual!

Kiroe rio e hizo un ademán con la mano, restándole importancia.

—Vaaamos, vamos. Soy yo la que pidió que no se revelara, ¿no? Igual puse demasiado énfasis —su mirada se ensombreció—. De igual manera, con ellos me da igual, pero así lo habéis tratado con mucha más discrección. No quiero que nadie que pudiera o quisiera perjudicarme se enterase... Hay mucha competencia intentando copiar la receta de estos bollitos.

Levantó la tapa y reveló unos fresones grandes, blancos como una nube, con semillas y hojas azules y de aspecto cristalino, como estalactitas de hielo colgando de una cueva. Nada más abrir el recipiente, un vaho amenazador escapó de allá como si acabasen de abrir un congelador.

—Bien, bien. Te ha dado de los buenos. Demonios, niño, ¿qué has hecho? Le has amenazado con un arma, ¿o algo así?

Daruu desvió la mirada y se rascó la nuca.

—Estoooo... Bueno... Digamos que algo así.

Madre e hijo rieron a la vez.

—¿Recuerdas cuando tuve que meterle en una prisión de agua durante medio minuto para que no me subiera el precio al doble?

—Lo recuerdo, lo recuerdo.

—¿O cuando le tuve que amenazar con anegar todo el jardín?

—Ay, ay... Sí, sí que me acuerdo.

—¿Y de aquella vez que...?

—Mamá, creo que deberíamos ir a cobrar la recompensa.

Kiroe frenó la carcajada poco a poco y observó a Kori y Ayame, que a aquellas alturas deberían estar alucinando.

—Esto... Sí, sí es cierto. ¡Perdonad por entreteneros, chicos! Estaréis deseando descansar.
[Imagen: K02XwLh.png]

No hay marcas de sangre registradas.
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