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«¿Consumida?» De que estaba hablando esa chiquilla. Se acababa de tomar una botella entera de agua y decía que se iba a tomar otra. Jun solo pensaba que la otra se iba a mear encima. Pero quizá solo exageraba.
Dejó pasar por alto eso, ya que por poco se pasan de su destino. La Casa de los Misterios era una casa. Vaya sorpresa, si. Pero parecía la casa más común de todas. Solo tenía un grabado que la diferenciaba, sino iba a ser imposible encontrarla.
La Nara se acercó a la puerta acompañando a su compañera. Pero, cuando intentaron abrir la puerta, esta no se movía. De hecho, no se movía en lo más mínimo.
—Eso parece, mi querida Kimi.
Vaya, cuanto velocidad de razonamiento tenía la Kaminari. Ya tenía una solución para el problema en tan solo segundos.
Jun se quedó mirando las ventanas con más detenimiento, intentando detectar algo en estas. Pero un ruido la hizo distraerse. Era Kimi golpeando la puerta. Se notaba que era hermana de Chika, hubiera esperado lo mismo de ella.
—Bueno, no se me hubiera ocurrido hacer eso, pero puede llegar a funcionar.
Mientras esperaba una respuesta o algún cambio, Jun se acercó al grabado de la casa y lo fue palpando con el pulgar, viendo si tenía algo extraño.
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— ¿Hola? ¿Hay alguien?
— Oh, ¡el repartidor de leche!
Se escuchó al instante del otro lado de la puerta. Tras unos breves pasos la puerta se abrió con un suave deslizamiento vertical. De abajo a arriba.
Lo primero que verían es a un chico que solo le sacaba unos diez centímetros de altura a Kimi, lo cual era poco para lo bajita que era. Era rubio y tenía el pelo corto, vestía una camiseta de color amarillo pastel y unos pantalones marrones. Además, claro, de una mueca de decepción instantánea.
— Vosotras no sois el repartidor. — las revisó con sus ojos marrones durante un segundo. — Ni traéis leche.
Detrás se veía una estancia iluminada y una puerta a pocos metros tras él. Estaba parado en el marco de la puerta así que no se podía ver mucho más.
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Un chico que le sacaba media cabeza a la Kaminari fue quien les abrió la puerta, muy decepcionado al ver que no traían leche.
— No. No somos el repartidor. —Confirmó Kimi—. ¿Es usted Otoko Nazo? Porque venimos a resolver el misterio de su casa.
Le sonrió, amigable, mientras le mostraba el pergamino de la misión.
— Yo soy Kaminari Kimi, mucho gusto.
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Al escuchar una voz dentro de la casa, solo se alejó de la puerta, esperando que la abran. Se llevó una cierta decepción al ver quien salió por la puerta. Ella esperaba... alguien más grande o mayor. Si era un anciano mejor incluso. Pero era todo lo contrario.
—¿Tengo cara de vender leche? — sonreía mostrando los incisivos y apuntaba con su índice la placa que posaba en su cuello.
Claro que no eran repartidoras de leche. Estaba más claro que el agua. Parecía incluso que estuviese bromeando el chico.
—Nara Jun. Un gusto.
Acotó seca, ya que le parecía que lo que dijo Kimi era suficiente.
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El chico se quedó mirandolas un segundo, procesando lo que acababan de decir.
— Oh, venis para resolver el misterio. Entonces... — y sin cambiar en lo más minimo su expresión, volvió a bajar la puerta. — ¡Tendréis que descubrir como abrir la misteriosa puerta de La Casa De Los Misterios!
La pareja de kunoichis oirían unas risas que no eran del muchacho venir de dentro del lugar, seguramente de alguien que había presenciado la escena. Desde luego era difícil mantener la compostura ante tal despliegue de estupidez.
Pero si una de las kunoichi intentaba abrir la puerta desde fuera se daría cuenta de lo que llegaba a pesar una puerta de hierro de esas caracteristicas. Con su Fuerza era imposible que una sola, con una manija pensada para abrirla en horizontal, consiguiese levantar la puerta. Necesitarían hacer fuerza ambas para lograrlo.
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Antes de que nadie dijese nada más, el chico volvió a cerrar "la misteriosa puerta de La Casa de los Misterios" en sus narices. Retándolas a resolver el misterio de cómo abrirla.
— ¿Qué? —Era difícil de creer que iba en serio.
La chica tomó la iniciativa e intentó abrir la puerta por sí misma, pero era demasiado pesada para ella sola.
— ¿Puedes ayudarme, Jun-san? —Le pidió, luego de intentarlo por unos segundos—. Es demasiado pesado para mí sola.
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—¿Jo?
¿Quien se creía ese enano? Le cerró la puerta en la cara de las dos como si nada. Ya no había tanto misterios de como abrirla, ya el rubio había mostrado como hacerlo.
Lo que le llamó la atención fue que escuchó una risilla que no era del niño, pero quizás era idea suya.
—Claro Kimi. — se acercó a la Kaminari y comenzó a hacer fuerza junto a ella. —No tengo mucha fuerza pero...
Se calló solo para centrarse en la puerta, intentando hacer lo posible para levantarla.
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Ambas hicieron fuerza y como un equipo fueron capaces de superar los obstaculos que la vida ponía ante ellas. Una puerta de metal. Cuando la subieron por encima de sus cabezas, la puerta se quedó enganchada, permitiéndoles pasar sin cerrarse sobre ellas, matándolas en el proceso.
Una vez dentro verían que la primera estancia del lugar no era más que un pasillo en horizontal con una sola puerta justo enfrente de la otra puerta y un mostrador a la izquierda. Detrás del mostrador había un hombre sentado con una sonrisa de oreja a oreja.
— ¡Bienvenidas a La Casa De Los Misterios! Donde nada es lo que parece, todo es un engaño y las paredes no se rompen. ¡Así no es como se soluciona ninguno de nuestro puzzles! ¡Por favor y gracias!
Anunció el hombre desde detrás del mostrador. Tras esa breve presentación le hizo un gesto a la pareja de kunoichis para que se acercasen.
— Venid, venid, cerrad la puerta que entra el fresco. ¿Solo sois dos? Supongo que vendréis preparadas, con los deberes hechos. ¿Habéis hecho el libro de sudokus de Gal? ¿Traéis un bloc de notas? ¿Tenéis un conversor de pies a metros? ¡Puede que necesitéis todo eso! O nada. ¿Quién sabe? Misterio.
El recepcionista, atusándose la perilla gris de chivo que tenía, sacó dos hojas y las plantó sobre el mostrador, una a cada kunoichi. Junto a cada hoja un bolígrafo.
— En fin, aquí tenéis un pequeño formulario y un consentimiento por si sufrís profundos traumas psicológicos.
Y con una sonrisa, esperó a que ambas leyesen, rellenasen y firmasen el formulario. El hombre era algo más entrado en edad que el chico que las había saludado y que había desaparecido. Tenía el cabello cano, recogido en una torpe coleta baja, y aparte de la barba de chivo, no tenía más pelo en el rostro. Vestía una larga túnica azulada con detalles amarillos, con forma de estrellas y destellos.
En el formulario se pregunta si tiene alguna fobia, si alguna vez ha tenido algún ataque de ansiedad, si hay algo que le disguste especialmente y una clausula que exime por completo al local en caso de vomitos, malestar o migrañas.
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Entre las dos, con mucho esfuerzo, Jun y Kimi consiguieron abrir la puerta.
«Quizás deberían cambiarla. No tendrán muchos clientes si ni siquiera podrán pasar».
Al entrar, las chicas se encontraron solo con un pasillo con una puerta y un mostrador. Tras el mostrador, un hombre mayor les dio la bienvenida a ambas, anunciándoles de paso que ninguno de sus puzzles se resuelve rompiendo las paredes.
Kimi ladeó la cabeza, confundida.
— ¿Intentan hacerlo a menudo?
Cerró la puerta tras de sí cuando el hombre se lo indicó y se acercó a él mientras les hablaba. En principio, Kimi pensaba que simplemente exageraba para vender más el misterio, pero la verdad era que estaba algo preocupada. Realmente estaban muy poco preparadas para lo que se les venía encima, fuese lo que fuese.
— Gracias. —Le agradeció con una sonrisa amable cuando les dio los papeles para rellenar.
Tomó el boli, firmó la cláusula y contestó las tres preguntas con "ninguna", "no" y "nada especial" respectivamente, antes de devolvérsela al señor.
— Aquí tiene.
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Luego de su victoria frente a la puerta de metal, las chicas entraron sin más a la casa. Lo primero que hizo fue mirar para los lados, buscando un niño un poco más alto que ellas y de cabellera rubia. Pero no parecía estar allí. Solo estaba el pasillo y un mostrador, el cuál lo atendía un hombre mayor. A pesar que era lo que esperaba ella en un principio, le daba mala espina todo de él y la casa en sí.
Mientras Kimi cerraba la puerta, ella avanzaba hacia el mostrador. Aún curiosa, se sorprendió de no ver al rubio cerca. «¿Henge? ... No, no tiene mucho sentido. Además de que ni a mi me sale tan bien el henge. No parece que el viejo lo sepa manejar.»
Luego, el hombre, comenzaba a preguntar si estaban preparadas y si habían hecho las tareas. «Odio el sudoku.» Y Jun nunca hace tarea.
Al finalizar de hablar, les extendió un papel a las kunoichis, con el fín de buscar consentimiento en ambas por si pasaba algo ¿Tan fuerte era la experiencia allí adentro? Leyéndolo, notó que pedía unos datos muy específicos. Al ver eso, le dedicó una mirada profunda al señor.
—Aquí no hay sorpresas, ¿verdad?
La Kaminari no tuvo mucho problema en manchar el papel de tinta. Parecía confiada ante el reto.
A pesar de su duda, siguió a su compañera y completó el formulario. "Alturas". "Si". "Las manzanas". Y, por último, firmó la cláusula.
Extendió el papel al hombre, deseando que no haya nada raro tras todo eso.
—Sírvase. — sonreía, intentando parecer confiada.
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— ¿Intentan hacerlo a menudo?
— Lo suficiente para que tengamos que avisar. — contestó con una sonrisa de oreja a oreja, porque seguía siendo gracioso aunque fuese un riesgo para el negocio.
—Aquí no hay sorpresas, ¿verdad?
— Nada, nada, no preocuparse. Puros tramites burocráticos.
Recogió las dos hojas de las chicas cuando acabaron y les echó una ojeada, comprobando lo que habían escrito.
— Si hubieseis dicho que teníais miedo a la emoción de un buen misterio, os tendría que haber detenido. Todo bien, podéis entrar.. ¡a La Casa De Los Misterios!
Les señaló la puerta que estaba justo enfrente de la puerta principal y que se adentraba en la casa.
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Luego de que el hombre leyese las hojas de ambas chicas y les indicase que ya podían pasar, Kimi se giró a su compañera para darle ánimos.
— Vamos, Jun, ¡demos nuestro mejor esfuerzo! —Dio un par de pasos de espaldas, mirando a Jun, antes de girarse hacia la puerta.
Allí, antes de intentar abrir la puerta, la chica esperó a que se acercase su compañera.
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12/09/2021, 21:44
(Última modificación: 12/09/2021, 21:45 por Nara Jun.)
La burocracia. No podía ser otra cosa, ¿no? O eso intentaba pensar Jun, porque le daba cierta desconfianza aquel lugar. Tenía que darle el beneficio de la duda, ya que el hombre no mostró ser hostil, sino todo lo contrario.
Vio la entrada hacia la tan fabulosa Casa de los Misterios. O así la pintaba el hombre, que no se cansaba de remarcar lo increíble que iba a ser la experiencia. Sabía bien como hacer su trabajo, eso parecía, porque le generó mucha curiosidad de si lo que decía era verdad. Un buen vendedor sin duda.
—Si, vamos a patearles el culo a esos misterios. — sonreía jocosa, aunque no pudo mirar a la otra chica.
La verdad que no estaba tan emocionada como parecía que lo estaba Kimi, pero si sentía una incertidumbre sobre lo que había allí dentro.
De una forma u otra, siguio a su compañera y se adentró con ella a la tan dichosa casa.
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Al abrir la puerta verían otra habitación más o menos del mismo tamaño y dimensiones que la que dejaban atrás. Lo primero que verían era el pequeño mostrador que había solo entrar a la derecha. Tras él, estaba el joven que les había abierto en primera instancia, solo que ahora llevaba un sombrero de copa negro y una capa de exterior negro e interior rojo.
— ¡Bienvenidas! Pasad, pasad, ¡y preparaos! — les hizo el gesto de que pasasen y cerrasen la puerta.
Una vez estuviesen dentro y con plena atención, seguiría con su discurso. El mostrador tenía la superficie superior recubierta de una especie de terciopelo negro de un grosor importante y una suavidad sin igual. Sobre ella, había un trio de cubiletes que parecían estar recubiertos del mismo material.
— Espero que estéis preparadas, porque lo que os voy a enseñar trasciende todo lo que conocéis. Sé que las kunoichis sois capaces de hacer autenticas proezas con el chakra, locuras inalcanzables para un ser humano. ¡Sin embargo! Lo que yo os voy a enseñar... ¡es magia!
Empezó a gesticular por encima de los cubiletes, que estaban bocabajo ante él, de la forma más esotérica posible y haciendo soniditos suaves con su boca como "uhhh" "waaa". Entonces levantó uno y pudieron ver que había una piedra grisácea dentro del mismo.
— Lo único que tenéis que hacer es seguir el cubilete que contiene esta piedra con vuestros ojos o vuestros oídos, cualquier cosa vale para saber qué cubilete contiene la piedra.
Esperó a que ambas preguntasen algo o diesen por entendido el asunto.
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Al pasar, las chicas se encontraron con el mismo joven que las había confundido al entrar al lugar. Ahora llevaba un sombrero de copa negro y una capa, además de estar detrás de un mostrador sobre el que habían tres pequeños cubiletes.
Esta vez dejó que su compañera cerrase la puerta tras ellas mientras se acercaban al joven, que continuaba con su discurso. Mientras gesticulaba y hacía algunos soniditos para darle interés, les explicó que estaban a punto de presenciar un truco de magia.
«¿La magia existe?»
Se giró un segundo para ver si Jun estaba tan confundida como ella, pero rápidamente volvió a prestarle atención al chico, que les explicaba que su objetivo en esta prueba era no perder de vista un cubilete que contenía una prueba.
— ¿Solo tenemos que no perder de vista el cubilete? —Kimi sonrió. Parecía confiada—. ¡De acuerdo! Podemos hacerlo.
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