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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#16
Evidentemente, el grito en un lugar tan cerrado iba a llamar la atención de todos los que estaban allí. Igual de conectados que una orquesta o un equipo de natación sincronizada, todos los empleados giraron la cabeza de forma casi simultánea hacia la chica. Las miradas estaban clavadas en la causante de aquel ruido, miradas que a esta no la afectó tanto, estaba esperando eso incluso. Quizás esperó que alguno no se gire, pero no fue así.

Fue entonces cuando uno de los cocineros dejó su puesto y se acercó a ella, no precisamente con el mejor humor del mundo. Una leve sensación de nervios se le plantó en el cuerpo a la Nara, sintiéndolo un poco en su piel. Pero, al mismo tiempo, le divertía ver como se estaba cabreando el chef por la interrupción que acababa de sufrir. Y su aspecto con ese gorro y el bigote solo hacía alimentar más la pequeña “manía” que tenía, incluso haciendo que se le escape más su sonrisa jocosa.

Solo abrí la puert-… — interrumpida por el arrebato del hombre, se quedó viéndolo atentamente, para que no haga nada raro con el papel. —No dañes la foto. La necesito.

Luego de unos segundos de inspección, el tipo no había reconocido para nada al hombre de la foto. Incluso, parecía ser, que era raro que pasase por allí, ya que no querían manchar la imagen del restaurante. Le parecía una excusa estúpida para que mantengan a vagabundos lejos de su local, pero no iba a ponerse a discutir sobre eso en ese momento.

Su estado de nervios y felicidad, por lo que pensaba que iba a ser algo divertido, fue solo momentáneo, volviendo nuevamente a tener que dirigirse a otro lugar para seguir buscando al fotografiado. Dio un suspiro y, al igual que él hizo con ella, le sacó la foto para volver a guardarla.

Bien… bien. Ya no los molestó más. Muchas gracias por la información.

Sin más vueltas, salió de la cocina y se quedó quieta por unos segundos, algo frustrada quizás.

«Bueno, espero que los del mercado no me manden para otro lado, que ya pienso que me lo hacen a posta.»

Siguiendo tal cual lo que le dijo el bigotudo, se encaminó directo para la zona del mercado donde vendían los alimentos frescos, buscando con ansias en los rostros de las personas que pasaban, no solo al ex shinobi, sino también a gente que tenga pinta que pueda saber algo sobre él.
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#17
En el mercado de víveres había de todo. Ventas de vegetales frescos, carnicerías, e incluso otros insumos que no necesariamente eran alimentos como artículos del hogar y demás. Al igual que el restaurante, esta zona estaba completamente atiborrada de transeúntes. Una tiende tenia un letrero que gritaba oferta, y una gran muchedumbre estaba completamente amontonada enfrente al punto que casi parecía que luchaban entre sí de forma enardecida con tal de alcanzar la última caja del estante. Fue tanto así que una mujer, cuyos dotes no se sabría decir si eran los de una madre o una ninja, saltó sobre las cabezas de muchos y se abalanzó a tomar la última existencia, ante las miradas de decepción de los demás.

Más allá de esta curiosa escena, el resto de negocios tenían un flujo normal de clientes. Muchos, familias que buscaban alimentos frescos para un buen almuerzo o cena casera. El pescadero gritaba a cica voz, mientras el carnicero fileteaba los tajos con presteza, y el verdulero sólo sonreía mientras ofrecía una lechuga jurando y perjurando que era tan fresca como si la hubieran cosechado en Kusagakure.

Un hombre llevaba una carreta con frutas, ofreciendo la curiosa mercancía entre el resto de compradores, para ver si lograba que se llevaran algo extra a su lista de compras. Era decisión de Jun elegir a quién preguntar.
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#18
A Jun le gustaba mucho como era su aldea y la cantidad de vida que suele tener durante casi todo el día en sus calles. Pero había momentos que desearía estar en una ciudad desierta, con tal de llegar de tal punto de la villa al otro sin necesidad de chocarse tanto con la gente. No solo era un mar de gente que estaba haciendo sus compras, también era un mar de gente loca de conseguir buenas ofertas. O eso, por lo menos, dejó en claro una mujer, que con tal de conseguir el mejor precio, pegó un salto que eludió a todos los clientes desesperados por esa última caja que quedaba. Hace mucho no circulaba por esos lares la kunoichi y no recordó nunca una cosa como tal. Mínimamente, la sorprendió la habilidad que tuvo la mujer para realizar tal maniobra, aunque solo siguió de largo, observando a la ganadora de ese duelo por la caja.

Sacando el curioso evento, los demás lugares parecían estar en una situación normal. El pescadero gritando fuerte, el carnicero preparando su mercancía para ser vendida, el verdulero que parecía estar vendiendo sus productos como si fueran de excelente calidad y un hombre que llevaba la carreta con frutas. Este último había podido llamar la atención de la amejin, después de todo, era el único que se estaba moviendo y estaba trasportando sus productos. Fue directo al frutero, teniendo una leve esperanza con que le pueda brindar un poco de la información que necesitaba, por lo menos algo que la acerqué más al lugar de destino.

¡Señor! ... ¡¡Frutas!! — exclamó fuerte a unos cuantos metros de la carreta y dirigiéndose hacia ella, pensando una palabra para llamar la atención del vendedor. —¿Puedo robarle un segundo? Necesito de su ayuda. — dijo cuando estuviera la suficientemente cerca para que escuchara.

Si el hombre le hacía caso, la chica haría lo que ya había hecho un par de veces en ese día. Puso su mano en el bolsillo y sacó la foto, mostrándosela al vendedor, pero al mismo tiempo tapándola desde arriba para que no se mojara con la lluvia.

¿Sabe donde puedo encontrar a este hombre? Se dice que pudo estar vagando por aquí.
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#19
Ante la palabra "señor" y la consiguiente pausa, muchos vendedores voltearon a ver a la joven con la esperanza de que fuera su nueva cliente, pero tras el "frutas", las miradas se apartaron. El hombre parecía un poco asustado al ser llamado de repente por una shinobi de aspecto fuerte, pero luego al ver la foto, pareció relajar su postura. Examinó la foto detalladamente, y se permitió levantar una mano para acariciarse la barbilla.

—La verdad no me mantengo mucho por este sector... Sé que hay un vago que solía venir por aquí a las carnicerías para conseguir sobras para él y los animales callejeros, pero desde hace tiempo cuando se llevaron a los perros y gatos a un refugio, el hombre dejó de asomarse por estos lares... — Volvió a poner la mano en la agarradera. —Realmente no sé si sea el mismo vago de la fotografía, pues no me acercaba a él directamente y realmente sólo suelo ser un vendedor ocasional por este sector, ya que viajo por casi todo el distrito comercial. Si quieres ayuda, quizá el carnicero te pueda confirmar si es él a quién buscas.

El hombre alzó de nuevo su carreta

—¿No quieres comprar al menos una manzana?— Ofreció, con ojitos de perrito.
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#20
Por un segundo cayó en cuenta de la mini situación que había creado. Una sola palabra hizo que muchos mercaderes giraran la mirada hacia ella, como cazadores atentos a su presa y al más mínimo cambio en el ambiente para atraparla. Sin embargo, esa no era la presa indicada, aunque ni siquiera era una presa, no estaba allí para comprar. Rápidamente, todos volvieron a su actividad normal, a excepción de uno.

La primera impresión del hombre del carro fue de susto, situación con la que la chica se había cruzado un par de veces nada más. «¿Tanto respeto y miedo le tiene la gente a una bandana?» Aún no se acostumbraba mucho. No le molestaba ni mucho menos, pero todavía se le hacía raro. «Ni me imagino el miedo que le tendrán a mi hermano y mi papá...»

¡Al fin! ¡Gracias, gracias! — suspiró aliviada y guardó la foto nuevamente, mientras agitó la otra mano hecha un puño, haciendo una especie de festejo por tener un dato más preciso.

En su cabeza, le retumbó un poco lo de los animales. Si estaba loco, por lo menos parecía buena persona. O por lo menos por lo que le estaba narrando el señor en frente suyo. Y, claro, si el relato este era de la persona que estaba buscando. Aunque los detalles daban igual. Finalmente tenía una información que, hasta el momento, había sido la más certera que había encontrado. Cuando iba a emprender camino hacia el puesto del carnicero, una oferta asesina, literalmente, se le fue planteada a la joven.

¿No quieres comprar al menos una manzana?

Instantáneamente se le erizó la piel, recordando las peores reacciones que tuvo en su vida con las manzanas. No le daba asco, solo era respeto y un poco de miedo. Tal cual la misma sensación que tenían muchos aldeanos cuando iba a hablarles la kunoichi.

¡NO! — se le escapó, casi como un mecanismo de defensa. —P-perdón. No. — se aclaró la garganta —Me hace muy mal la manzana.

Era raro verla apenada, pero en esa situación no lo pudo evitar. Casi le gritó en la cara y el hombre, no solo había sido amable con ella, sino que le había sido del todo útil.

Aunque, si quiere, puede venderme una mandarina. O un plátano. Cualquiera de las dos, me gustan ambas. — dijo suave, en un intento de enmendar un poco la situación incómoda que se había formado.
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#21
La gente volteó de nuevo, estaba vez por el violento grito y por ende atrayendo la atención no sólo de los vendedores sino de los transeúntes que parecían algo asustados.

El hombre retrocedió y se encogió a sí mismo, como si le hubieran golpeado violentamente. Tal vez no fue un golpe físico, pero emocionalmente ciertamente se había sentido herido. El hombre se llevó manos al pecho y rostro, y tras bajarlos se veían unos brillantes ojos llorosos que ahora ya no sabían si creer o no en la buena voluntad de la chica.

El hombre la vió de arriba abajo, y suspiró. ¿Qué le hacen mal las manzanas? Era difícil de creer.

—Su-supongo— Sonrió nervioso, para luego extender una mandarina a la chica con mano temblorosa. —S-son cinco ryōs...— Extendió la otra mano esperando la paga, rogando en sus interiores que no le gritara de nuevo.
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#22
A diferencia de lo que hizo en antes en la cocina, aquel grito había sido involuntario y, lo peor, es que había llamado la atención de todos allí. Pero la vista de ella se centró en el señor, que, para ella, estaba actuando en sobremanera y no era para tanto, a pesar de que no se merecía ese grito. «Este puto loco me ofreció una manzana. No se como esperaba que reaccionase.» El hombre, además, la había inspeccionado completa, como buscando algo raro en ella. Quería salir de esa situación rápido y alejarse del frutero, no quería seguir intimidándolo de ninguna manera.

Soltó un suspiro y sacó los cinco ryōs.

Y-ya, tranquilo. No te quise gritar. — sin poder mirar más al señor a la cara, solo extendió la mano con el dinero para depositarlo en la mano del vendedor y, con la otra, tomó el cítrico. —Muchas gracias.

De la manera más rápida que pudo, empezó a caminar para no tener que ver más al comerciante y se dirigía para el puesto del carnicero. En el camino, fue pelando la mandarina con la mano, para, por lo menos, poder disfrutar de algo de lo que sucedió en aquella situación.
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#23
El hombre hizo una leve reverencia para luego limpiarse las lágrimas. Si que debía ser un tipo muy sensible. Pero por ahora ya se había librado de ese pequeño altercado para continuar con su misión. Por ahora tenía un leve postre entre comidas mientras seguía a la búsqueda del misterioso sujeto.

Eso, y que realmente no tenía que caminar mucho pues apenas a dos cuadras el negocio estaba en toda su plenitud ante ella. El hombre cortaba rebanadas con gran presteza, dejando listas las rodajas para ser pesadas y que sus compradores se las llevasen a gusto. Era casi un espectáculo ver la presteza con la que manejaba los cuchillos. Lucía además, bastante animado con su trabajo.

No había demasiados compradores como en otros negocios, pero por lo menos esto le daba más espacio a la kunoichi para trabajar.
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#24
Gajo a gajo iba comiendo su mandarina, con su vista fija en su próximo objetivo. Cuando iba avistando, ya de lejos, el negocio del carnicero, se dio cuenta que no había mucha gente como en los demás. Por suerte, para ella, esto la iba ayudaba a tener un poco de espacio para hablarle sin líos al señor.

Haciéndose entre la gente, ya a unos pocos metros del vendedor, levantó la mano que tenía desocupada en modo de saludo. Mientras se dirigía a él, notó el gran manejo que tenía con el cuchillo. Tranquilamente podía destacar entre las personas normales, en lo que en esa actividad se respectaba.

¡Hey! — exclamó, en un tono amigable. —Ojo no se te escape un corte, que la mía es mas grande. — dijo en tono de broma, mientras que, con la misma mano que saludó, golpeó despacio la vaina de su kodachi, generando un ruido con el metal.

Sin más rodeos, se mandó los últimos dos gajos que le quedaban de la mandarina a la boca y sacó la imagen del vagabundo.

Me dijeron que conoces a esta persona. Necesito encontrarlo y, al parecer, nadie sabe su ubicación ¿Sabe donde pudo haber ido? ¿O donde está exactamente?
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#25
El hombre carcajeó ante el comentario de la joven. No pareció tomárselo a mal pese a todo.

—¡Ja! — Sonrió burlesco el carnicero. —Un filo más grande no marca diferencia ¡la precisión es lo importante!. Si crees que puedes tajear unas buenas rebanadas con el grosor y peso exacto para un almuerzo familiar, quiero verte intentarlo —. Sacó la vara de afilar y de inmediato procedió a frotar el cuchillo para continuar con su labor.

Sin embargo, se quedó extrañado ante la petición de la muchacha. ¿Lo había buscado a él en específico? El sujete alzó una ceja, dejó su herramienta a un lado y tomó la fotografía entre sus dedos. Frunció un poco el ceño, y observó detenidamente la foto.

—Cielos... — Su mirada de sorpresa parecía la de alguien que acababa de recibir una revelación. —Luce diferente, pero sí que lo he visto. Luce realmente diferente aquí, ¡no eme hubiese imaginado que ese sujeto era un ninja! Quiero decir... ¿Cómo terminas...?— Observó a la chica, y de nuevo a la foto. —Perdón, es qué, me agarró por sorpresa —. Se rascó la nuca.

—El solía merodear por aquí cuando había un perro callejero que vagabundeaba por esta zona... Yo siempre les dejaba los desperdicios de carne que estaban por echarse a perder o las grasas. Lo veía siempre compartiendo con el animal pese a su situación. Sin embargo parece que mandaron una kunoichi a rescatar a varios animales callejeros y se llevaron al perro a un refugio. El hombre dejó de pedirme sobras desde entonces — Se cubrió la mano con la boca sin quitarle la vista a la foto. —Mira, hasta dónde sé. El tipo duerme cerca de unas bodegas no muy lejos de aquí. Guardan comida empaquetada y demás — Señaló entonces con su mano un cruce. —Sigue por esa ruta y encontrarás los depósitos. Debería resguardarse bajo la cornisa de alguno de los edificios.

Una anciana se acercaba, así que el hombre estiró la foto para devolverla y tomar de nuevo sus utensilios ante la presencia de más clientes potenciales.
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#26
Si combinamos los dos factores puede ser mortal. — sonrió al igual que él —Un día que esté menos ocupada podemos hacer la prueba del almuerzo.

El ambiente de la conversación iba a tomar un rumbo totalmente opuesto en el momento que el carnicero tomó la foto. Cuanto menos, el hombre había tenido una reacción rara al ver aquella imagen, cosa que poco después iba a explicar con más detalle.

Cielos... — Jun vio como el tipo se encontraba totalmente sorprendido. —Luce diferente, pero sí que lo he visto. Luce realmente diferente aquí, ¡no me hubiese imaginado que ese sujeto era un ninja! Quiero decir... ¿Cómo terminas...? — observó a la chica, y de nuevo a la foto. —Perdón, es qué, me agarró por sorpresa.

Por más allá que la Nara quisiera ocultar sus sentimientos y no ser transparente al estar en medio de una misión, simplemente las palabras, gestos, caras, lo que sea que el carnicero haya expresado, la había tocado un poco. Notó una cierta preocupación por el vagabundo, parecía que su estado actual no le llega ni a los talones a lo que reflejaba en esa foto. No creía que ese era el único mendigo que se había cruzado el carnicero y si esa foto había causado tal sorpresa en él, no se imaginaba como iba a ser el estado actual del ex shinobi.

No te preocupes. De seguro debe de ser impactante que tan mal pueden terminar ciertas personas. — como pocas veces se la ve, soltó aquello de forma muy seria y empatizando, en cierta forma, con el vendedor.

El solía merodear por aquí cuando había un perro callejero que vagabundeaba por esta zona... Yo siempre les dejaba los desperdicios de carne que estaban por echarse a perder o las grasas. Lo veía siempre compartiendo con el animal pese a su situación. Sin embargo parece que mandaron una kunoichi a rescatar a varios animales callejeros y se llevaron al perro a un refugio. El hombre dejó de pedirme sobras desde entonces.

Tal cual, o muy parecido, a lo que le había contado el frutero. Parecía que todo eso era cierto. También parecía que el hombre solo mendigaba en esta zona para darle la comida a los perros, cosa que le parecía rara en una persona que estaba en aquella situación.


Mira, hasta dónde sé. El tipo duerme cerca de unas bodegas no muy lejos de aquí. Guardan comida empaquetada y demás. — señaló entonces con su mano un cruce. —Sigue por esa ruta y encontrarás los depósitos. Debería resguardarse bajo la cornisa de alguno de los edificios.

Dirigió directamente su vista hacia la dirección que indicaba el mercader.

Entiendo. Muy bien... — a pesar de que el comerciante debía seguir con su tarea, seguía dirigiéndole la palabra mientras se alejaba. —Muchas gracias por todo, mucha suerte con las ventas... Y para la próxima practica más con el cuchillo que te voy a enseñar a cortar carne. — giró un poco su cabeza para verlo y sacarle la lengua, mientras que con el puño cerrado y la mano en alto, levantaba el pulgar.

Con la certeza que hablaba el señor parecía ser todo verdad. Y si eso era verdad, ya estaba a solo unos minutos de encontrar al destinatario de la carta que tenía en sus haberes. Pensando en eso, ni siquiera sabía que contenía la carta que estaba trasladando. Después de todo, ella era una especie de mensajera y no tenía porque saber su contenido. Aunque, si le causó cierta curiosidad saber que había dentro de esta. No tanta como para abrirla o como para hacer una locura por averiguar todo, pero si la suficiente como, por lo menos, saber un poco el trasfondo de toda esa situación. Esto la inspiró un poco más en encontrar al hombre.

Caminó directo para aquellas bodegas donde se suponía que dormía el vagabundo, un periodo de tiempo no muy largo por la distancia que era. Con cierta cautela, investigaba y merodeaba durante todo el camino, teniendo una esperanza de encontrarse al señor en algún rincón de ese lugar.
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#27
—La que debería practicar deberías ser tú, aunque dudo que puedas igualar mis 10 años de trabajo — Infló el pecho y resopló por la nariz como un toro embravecido. —Suerte en tu misión, kunoichi-san — Continuó entonces por atender a la viejita recién llegada.

El sujeto la vio partir, y Jun se encaminó a las bodegas. Ella tenía toda la ilusión del mundo no sólo en entregar la carta, sino en encontrar respuestas. Sin embargo, mientras avanzaba, el camino parecía mucho más largo de lo que debía ser en un inicio.

Aunque avanzara en línea recta, sentía que el callejón era más largo y profundo, o mejor dicho, que se alargaba mientras avanzaba. Era cómo si no fuera a ningún lado. Incluso, esa zona de almacenes por alguna razón lucía más oscura que el resto. Independientemente de la falta de luces de neón y carteles comerciales, las nubes de tormenta en el cielo lucían particularmente sombrías como si el anochecer hubiese llegado muchísimo tiempos antes. Si veía a por dónde había venido, notaría que incluso las luces de los negocios que dejó atrás habían desaparecido. Todo lo que quedaba era ahora las bodegas, y el "silencio " sordo de la lluvia cayendo.

Era ahí en medio de ese gris paisaje, que una voz hizo un eco.

—No deberías estar aquí...

La voz venía de todos lados, volviendo imposible saber su procedencia.
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#28
Como si no estuviera en Amegakure, las luces de neón y el ruido constante de las personas comenzaron a brillar por su ausencia. No solo eso, sino que ya sentía que había caminado mucho tiempo para lo "no tan lejos" que le habían nombrado antes. A pesar de eso, su atención no decayó. De hecho, cada vez que se iba adentrando más al lugar, intentaba revisar cada rincón con la vista. «¿Dónde mierda estoy?» No recordaba que nunca había visitado esos lares, pero nunca pensaría que haya un lugar tan sombrío en su aldea.

No deberías estar aquí...

De la nada escuchó una voz que parecía venir de todos lados, como si estuviera dentro de una habitación con parlantes en cada pared.

Perdón por caminar por la vía pública. Para la próxima voy a intentar no pasear por mi aldea. — bromeó y sonrió, aunque se encontraba preocupada por toda esa situación.

«¿Puede que esto sea...?» Se quedó quieta en el lugar y apoyó su diestra en el mango de su pequeña katana.
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#29
—Los niños no deberían caminar solos por ahí... Hay sitios, peligrosos... —

De pronto, sintió que los edificios se volvían más grandes. ¿O ella se volvía más pequeña? La cima de las estructuras se alejaba más y más a las alturas y la sombra que proyectaban crecía más sobre la kunoichi quién ahora parecía una hormiga ante las ominosas bodegas. Aquello ya había pasado de lo extraño a lo absurdo.

—Puedes hacerlo, ¿pero eso significa que debas hacerlo? Es por eso que los jóvenes son egoístas. Creen que la libertad es hacer lo que les de la gana. Y si son shinobi, creen que eso los vuelve adultos. Eso les hacen creer... — El eco venía de todas partes y ninguna.

Ahora, hubo pasos, ¿era una persona o eran varias? El eco no permitía en lo absoluto determinar la cantidad ni la dirección, pero se escuchaban lejanas las pisadas.
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RushHablo || «Pienso» || NarroRush
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#30
De la nada, los edificios se empezaron a agigantar. O eso le parecía a ella, que cada vez se sentía más pequeña, incluso de lo que ya lo era. En cierta parte, la abrumó que todo se vuelva tan gigante, sumado a esa voz que ya le estaba molestando que retumbe por todos los lugares. Incluso, la molestó aún más escuchar unos pasos con el eco ese que ya la estaba agobiando.

«Si no lo es, me estoy volviendo loca.»

No se si soy adulta o no. Si deba caminar por estas calles o no. Pero creo que estás confundiendo un poco algunos conceptos. — formó el sello del carnero y cerró los ojos. —Aunque si quieres discutir sobre eso, por lo menos muéstrame tu cara.

¡Kai! — exclamó al mismo tiempo que abrió los ojos, totalmente convencida que estaba dentro de una ilusión y utilizando la técnica por excelencia para contrarrestar la misma. Era eso, o que tantas vueltas por la aldea la estaban poniendo demente.
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