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Ante él se alzaba una gran cantidad de vegetación. Árboles, muchos árboles. Ya había perdido la cuenta. Juro siguió caminando a la deriva, perdido en aquella marea arbórea. Su pie tropezó con una raíz y se dio de bruces contra el suelo.
Tuvo que contenerse para no echarse a llorar ahí mismo.
— ¡Katsue! — exclamó, con voz llorosa —. ¿Dónde estas?
Aún reprimiendo el llanto, volvió a levantarse como pudo. Los pies ya le dolían de tanto caminar, y se había rasgado un poco la tela de los pantalones. La caída le había dado hecho una herida, y algo de sangre se acumulaba en ella. Nada más que un raspón. Pero la situación ya le superaba.
Lo único que le consolaba es que no estaba desarmado. Tenía a Gen a su espalda, junto a su portaobjetos, tapados con su manta blanca. Había cogido toda su equipacion ninja antes de salir. Sin embargo, ahora mismo, no se sentía como un ninja. De hecho, en cuanto había salido de la villa se había guardado la bandana a buen recaudo. Katsue le había hecho prometer que sería cuidadoso. Y en eso estaba más que de acuerdo.
Pero no lo había sido suficiente. Aún tenía reciente lo sucedido...
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— Claro que no vienes conmigo. — le había dicho Katsue, días antes, cuando había anunciado en casa que tenía un viaje por hacer.
— ¡Por favor!
— Aún es muy pronto. No quiero hacer de niñera.
— ¡Venga! ¡Me portare bien! — exclamó, a punto de tener un berrinche —. Nunca he salido de la aldea. Quiero ver mundo.
— No se que esperas ver...
— Katsue, llevatelo. Ya es mayorcito.
— Pero...
Recordaba perfectamente como Furui había estado de su lado. Si supiese ahora lo que había hecho...
— Esta bien — terminó por acceder —. Pero prometeme que te portaras bien y no te separaras de mi.
— ¡Prometido!
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Y durante los días del viaje, lo había cumplido. Sin embargo, al llegar a la frontera entre los tres países, Katsue lo dejó a un lado. Tenía que hacer un encargo de la tienda, y su cliente la había citado cercana al valle del fin. Como no le quería estorbando, su hermana había tenido la genial idea de dejarle quietecito esperando a un lado. Juro había decidido dar un pequeño paseo mientras esperaba a su hermana. Solo ver un poco de bosque y volver. Era un niño. Se aburría esperando. Katsue debía de haberlo supuesto.
Horas después, podía decir que estaba perdido.
Su hermana lo encontraría. No tenía nada que temer. Juro se había repetido eso durante todo el trayecto. Quizá debería haber parado de caminar. Pero estar quieto en ese lugar le ponía nervioso. No era como los bosques de Kusagakure. Era desconocido para él.
Al cruzar la arboleda, dio con una explanada. Juro corrió, emocionado, pensando que había encontrado la salida. Sin embargo, dio con algo que desde luego, no esperaba. Ante él se alzaba un enorme cráter. El ambiente estaba cargado de polvo, y de un silencio sepulcral, interrumpido únicamente por algún pausado silbido que provocaban los propios árboles.
— Los restos de Konoha... — Vale, no sabía orientarse. Pero por el lugar, las proporciones y lo que sabía, no había que ser muy inteligente para darse cuenta.
Se acercó un poco más, sin atreverse a aproximarse demasiado. Como si fuese a aparecer un bijuu y se lo fuese a comer. Se quedó tan admirado por el lugar, que por unos momentos, olvidó sus problemas.
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Hoy el día se me estaba haciendo un tanto pesado, había madrugado más de la cuenta para atender los recados de mi nueva y estupenda madre, Ayaka. Más que nada para terminar lo antes posible para luego marcarme un buen entrenamiento, notaba como mi cuerpo se comenzaba a acostumbrar a la nueva vida que ahora tenía.
Joder...noto como mis brazos se vuelven flácidos...
Por eso mismo pensé que podría cumplir mis obligaciones como hijo y a la vez, realizar mi entrenamiento. ¿Que cómo haría algo asi? Fácil, tan pronto lleve a Hiroshi su pedido, como era dueño de una pequeña ferretería. Le pediría una resistente soga para hacer algo que se me había ocurrido.
-¡Buenos días Hiroshi!. Dije tan pronto entré en su humilde establecimiento, un pequeño local de dos pisos en donde en la planta inferior tenía su modesta tienda, y la planta superior era donde vivía. Hiroshi era un hombre mayor, más bien viejo. Y bien entrado en carnes. Era un excelente cliente, pues su apetito era casi tan voraz como el mío. Pero claro, yo todavía estaba creciendo, lo suyo era puro vicio. Pero si era feliz...
-Buenos días muchacho. Precisamente estaba pensando en ti. Me muero de hambre. Dijo con su típica voz socarrona mientras se acerba como de costumbre, a su ritmo...era más lento que una tortuga...
Estaba un poco gordito, tanto que apenas podía respirar de forma adecuada a la mínima que se moviera un poco. -Mi madre me dijo que su pedido era urgente, y madre me dice que es uno de los clientes más importantes. Por lo que usted siempre tendrá prioridad. Dije sonriente para hacer sentir a Hiroshi importante.
El hombre finalmente apareció entre los estantes de su tienda algo sonrojado. -¡Oh muchacho! tu madre es muy considerada. Le di las dos grandes bolsas que tenía para el, era una cantidad de comida importante. -Por cierto Hiroshi...
-Dime chico, ¿Necesitas algo?
-¿Tendría a caso un poco de cuerda? Una cuerda resistente.
-¿Cuerda dices? Claro que tengo, al final de la tercera estantería encontrarás toda la cuerda que necesites. Sírvete tu mismo. Dijo Hiroshi satisfecho.
-¡Muchas gracias! Fui como alma que lleva el diablo. Tomé la cuerda y seguí con mi plan. Me até a la cintura la cuerda y dejé un extremo en donde até un enorme tronco, un tronco lo suficiente grande como para pesar cien kilos con facilidad.
El resto del día fui así, arrastrando el tronco como si de un entrenamiento se tratara. Y tanto me gusto el asunto, que al día siguiente que lo tenía libre, inicié un entrenamiento. Uno de los buenos con el tronco a cuestas. Decidí hacer sentadillas, flexionaba las rodillas con el tronco detrás de la nuca y bien sujeto con los brazos. Después daba un salto hacía delante como si fuera un rana y para controlar mi progreso contaba cada zancada.
-¡UNO! Dije.
Seguido de un -¡DOS! y otro salto que dí con el tronco a la espalda.
Y así y así comencé mi super entrenamiento. Pensando hasta donde llegaría, lejos sin duda. Aunque como era normal me daba algún que otro descanso, pues no estaba tan loco. Seguí y seguí y varios días estuve así.
Hasta que llegué al Bosque de la Hoja, y seguí más aún.
-Once mil doscientos treinta y cuatro, once mil doscientos treinta y cinco, once mil doscientos treinta y seis... Hasta que llegué en un pedazo de agujero de la hostia de grande. Y ese pedazo de agujero interrumpió con mi entrenamiento, por lo menos hasta que no aprendiera a volar...
-¡JODER! Que putada...agujero entrometido. Dije en voz alta bastante molesto.
Descargué mi nuevo amigo tronco de la espalda y de un golpe seco lo dejé caer al suelo, aprovechando aquel imprevisto, decidí descansar un poco. Alcé la vista y es cuando me di cuenta de que no estaba solo, había un muchacho de pelo oscuro a unos cuantos metros de mí.
-¡...HEI...Hola...! Dije entre jadeos...Con un temblor de piernas que no eran para nada normales.
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Querido diario de bitacora, hoy es, sin duda, uno de los dias más decepcionantes de mi aventura para conocer y localizar todas y cada una de las antiguas aldeas.
Llegué pronto a la ruinas de Konohagakure, muy pronto. Todo lo que habia a la vista era un boquete en el suelo del tamaño de una pelota de ninjabola, si el ninjabola lo jugaran los Dioses del Doton con sus fuertes y rocosos brazos. Echando cuentas, un Dios Dotonero tiene una fuerza como de dos cientas técnicas de Doton juntas, ¿con qué fuerza deberia tirar una pelota de ninjabol para formar un crater así?
Nah, esa teoria es muy absurda. Como si los Dioses del Doton tuvieran tiempo para jugar a juegos mortales y estupidos como el ninjabol. Pues tenían razón en eso de que habían sido esos bichos llamados bijuus, los bichuus. Juraria haber leído en algún lugar que en este lugar aún quedaba una montaña con cara de Konohakages, pero mirara donde mirara solo había agujero, seguido de arboles por todos los lados del boquete.
A excepción de un señor que llevaba una maquina extraña con nubes rosas dibujadas en todas partes. Me acerqué a él porque parecía que vendía algún tipo de alimento de esos que no comerias en tu casa pero como estas fuera te permites el lujo, el capricho, el pecado de comprarlo. Por suerte, aún estaba en mi país, lejos de esos chantajistas, estafadores y truanes de Amegakure y Kusagakure.
Despues de una amistosa conversación sobre agujeros y nubes rosas, salí a seguir dando vueltas alrededor de la gloriosa e inexistente Konohagakure, por si se me habia escapado alguna villa, con un palo que tenia pegado a su alrededor una nube rosa. En un principio estaba esceptico, pero al probarla se me fueron los prejuicios. Dulce y blandita, como una nube rosa.
Cuando ya me encontraba casi en la mitad opuesta a donde estaba el mercader de droga coloreada, a quien le iba el negocio genialosamente por unas decenas de personas que se habían pasado por ahí a desenterrar trozos de paredes rotas o huesos no tan rotos, apareció ante mi un niño que parecía más perdido que mi apendice. Llevaba encima una mochila tapada con una sabana, seguramente con sus pocas y pobres pertenencias, no tendría donde caerse muerto, pobrecillo.
— ¿Quffiereffs?
Le soltaría sin más mientras le acercaba aquella nube rosa llena de amor y caries. Tras lo cual aparecería otro muchaho, pero a este no lo iba a tratar tan alegremente. No solo porque fuera un shinobi de Kusagakure, sino porque llevaba encima un tronco que pesaba más que él. En unos instantes, el tronco estaría en el suelo y mis ojos fulminando a aquel violador de niños que queria aprovecharse de aquel pobre e indefenso huerfano.
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Absortó en sus pensamientos, casi no se dio cuenta cuando un chico apareció ante él. Era algo más alto que él, tenía el pelo rubio, que caía en mechones desordenados, y dos ojos marrones. Se acercó a él y le ofreció ... ¿Nubes rosas?
— ¿Quffiereffs?
Casi le da un infarto cuando en su cuello vio una bandana ninja. Era un ninja de Uzushiogakure. Otra aldea que no era la suya. Movido por la impresión de ver un ninja que no era de su propia aldea, retrocedió un paso, estando a punto de tropezarse contra una piedra invisible. Se intentó disculpar, nerviosamente, mientras buscaba el equilibrio.
— N-no hace falta... — La voz le traicionó durante unos momentos. Realmente estaba impresionado. Y algo asustado. Además, ¿Por qué le ofrecía eso? —. Gracias por las molestias.
Antes de poder hacer mucho más, otro chico apareció. Este no parecía tener una edad mucho menor a la suya, pero se notaba que era más alto que Juro, y bastante más musculado. Tenía una coleta oscura como cabello, y cargaba un enorme tronco, que dejó reposar en el suelo al verles.
Cuando vio en su cuello la bandana de Kusagakure casi le da otro infarto. Este era de los suyos. Pero no le sonaba de mucho. ¿Qué iba a pasar ahí?
-¡...HEI...Hola...!
Sus piernas temblaban como si fueran gelatina. Incluso jadeaba de forma anormal. Juro sintió hasta preocupación, aunque el ninja de Uzushiogakure se mostró receloso. Algo normal, vaya.
— Hola... — contestó, timidamente — . ¿Estas bien?
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Anda tu por donde, si hay otro chaval... Pensaba alegre mientras me dispuse a acercarme a lo que ahora eran dos muchachos, arrastrando el tronco que tenía atado a la cintura con aquella burda cuerda. El tronco quedó anclado al suelo, dejando una tímida zanja conforme avanzaba hasta ellos.
Venga tronco, no seas tímido...
Con claros síntomas de cansancio, jadeaba y hacía esfuerzos por retirar el sudor de mi frente. Llevaba días realizando aquel absurdo entrenamiento, que a quien le explicara en que consistía se llevarían las manos a la cabeza por tremenda animalada. Las piernas me dolían como nunca antes en mi vida me habían dolido, era tremendo aquello, tanto que se podía ver a simple vista como me temblaban, y sabía que si me enfriaba no podría volver a caminar en días por las agujetas y el dolor muscular.
¿Que harán estos chavales por aquí?¿Se habrán perdido? que pringaos...he he...
Conforme ya estuve cerca de esos muchachos, no pude evitar fijarme en ellos. Se veían buena gente, raros, pero buena gente.
Parece que rondan mi edad...
Uno de ellos era un tirillas de piel super clara, pelo oscuro con ojos castaños, se le veía bastante inseguro. El otro era otro tirillas rubiales de ojos marrones, pero tenía un peinado con el que me sentía muy reflejado. Se notaba que ricitos de oro tenía un gusto exquisito para peinarse.
Se nota que sabe de peinados al igual que yo hehehe
Pero había algo más en el rubio, portaba una bandana como yo, en el cuello. Pero era de otra villa, la villa de la Espiral...además no se que clase de porquería estaba comiendo de color rosado. Pero no me extrañó con ese débil cuerpo, de nada bueno se podía tratar.
A saber la clase de porquería que deber ser esa cosa de color cursi...
Pero no tenía intención de convencer a un shinobi de otra villa sobre lo bueno de tener buenos hábitos al comer, me daba igual que se auto destruyera a base de comer mierda. Cada uno es libre de morir como desee...
-Hola... muchachos..., ¿Que?... ¿Os habéis perdido? Pregunté tratando de romper el hielo, pues normalmente, la gente solía asustarse de mí... Entre jadeos de cansancio, me senté sobre mi tronco. Que por cierto, me di cuenta que era la mar de cómodo para usar de banco portátil.
Joder tronqui, solo me das amor...y un huevo de astillas...mamón...
Quedé a la espera de respuesta por parte de los muchachos, mientras me frotaba mis doloridas piernas.
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La cosa estaba en el sumum de la tensión, el shinobi de Kusagakure estaba mazao, pero en plan a lo bruto, no como el típico entrenador de Taijutsu que está menos desgastado que el resto del profesorado, no. En plan, "la energia que me ahorro en pensar se me va toda a mis preciosos y masajeados cada dia con aceite de rosas musculos". En plan, "Nena, si yo te quiero, pero mis músculos me necesitan más.".
Sin embargo, habia un niño en su territorio, un niño que temblaba más que la puerta de una tienda el dia de las rebajas. Sus piernas vibraban a una velocidad que podría haber jurado que había una docena de moscas revoloteando por su alrededor. No le juzgaba, era un civil y se habia encontrado de lleno con aquel tonel de una malvada villa.
Yo estaba entre él y el shinobi por lo que tendria que quedar claro que no le iba a pasar nada. Aunque por el aspecto de culturista que tenía, yo tampoco me fiaria mucho de que estar en medio sirviera de mucho. Debia de tener una fuerza tal, que no podria tirarse un pedo, seguro que de ese poder muscular siempre se cagaba al intentar soltar la ventosidad.
-Hola... muchachos..., ¿Que?... ¿Os habéis perdido?
— Mira, seré franco. No sé qué haces aquí, pero si te vas ahora no tendremos problemas. Estás asustando al pobre chaval y no quiero tener que devolverte yo mismo a tu país. Así que vete y en paz todos.
Despues de soltar tal perla dialectica, le di otro mordisco a la espuma rosa que aún sujetaba con la mano. Me quedaba bastante, era díficil de comer algo que no sabes ni si deberias comertelo o usarlo para quitar el polvo.
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El shinobi de su misma villa musculoso decidió sentarse en su tronco. Juro suspiró de alivio. Realmente parecía cansado, aunque se le veía muy robusto. A saber que clase de cosas habría estado haciendo para llegar a ese extremo.
-Hola... muchachos..., ¿Que?... ¿Os habéis perdido?
El shinobi de la otra villa — que estaba peligrosamente cerca de Juro — se mostró mucho más que reticente ante la llegada del ninja. Juro tragó saliva. Si se enteraba de que él también era un shinobi, probablemente su amabilidad se detendría. Podría incluso creer que era un asalto, un dos contra uno y ponerse nervioso. Y él estaba en primera linea de tiro.
"Mierda. Mierda"
No. No podía enterarse de que era un ninja. Si lo hacía, acabaría mal el asunto. Pero siendo un compatriota, no iba a dejar que esos dos se peleasen.
— Mira, seré franco. No sé qué haces aquí, pero si te vas ahora no tendremos problemas. Estás asustando al pobre chaval y no quiero tener que devolverte yo mismo a tu país. Así que vete y en paz todos.
Antes de que la situación fuese a peor, Juro trató de intervenir, saliendo de la espalda del ninja rubio, aunque quedando aún cerca de él. Quería alejarse, pero el otro tampoco era una garantía de que fuese a salir bien. Al menos ese le protegía en su condición de civil.
— E-Estoy bien — exclamó, poniendo un tono más débil del que pretendía. Tenía que interpretar bien. Las piernas aun le temblaban—. Por favor, no os peleéis. Ya he tenido muchos problemas vagando por aquí. Solo quiero salir del bosque...
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El rubiales se presentó de una manera muy singular, al parecer dijo llamarse Franco, un nombre que no había oído en toda mi vida. Me quedé un poco a cuadros tratando de asimilar aquel nombre tan extraño, llevándome la mano a la barbilla pensativo, y tratando de no fruncir mucho el ceño, no demasiado...
¿Se llama Franco? Madre mía...que mala baba tuvieron sus padres al escoger ese nombre. No me extraña que esté de mal humor...
-Hola Franco...yo me llamo Yoshimitsu. Me presenté ante el rubio confuso, al tener que decir aquel extraño nombre, que no me gustó nada de nada.
Por otro lado, el otro chico aseguró estar bien. A el también le temblaban las piernas, quizás también entrenaba ejercicios para fortalecer las piernas como yo. Eso me gustó, la gente que dedicaba culto al cuerpo, se merecía todos mis respetos.
Franco estaba un poco mosqueado, quizás le dio envidia que tanto yo, como el otro muchacho, fuéramos unos tipos duros que entrenábamos duro nuestras piernas, en vez de comer tonterías.
— No sé qué haces aquí, pero si te vas ahora no tendremos problemas. Estás asustando al pobre chaval y no quiero tener que devolverte yo mismo a tu país. Así que vete y en paz todos.
-Joder Franco, ¿No te das cuenta que el chaval está entrenando como yo? Además, ¿Cómo vas a llevarme a mi país? Posees algún mágico jutsu de transporte? Pues te estaría agradecido, tengo las piernas hechas puré... Me lamentaba mientras seguía masajeando mis piernas, ahora si cabe con más fuerza.
A pesar de llamarse Franco, parecía ser simpático, quería llevarme el pobre y gentil shinobi de la Espiral a mi país cómodamente. Y yo no estaba acostumbrado a que los desconocidos fueran tan amables, me resultó algo embarazoso aquello.
—. Por favor, no os peleéis. Ya he tenido muchos problemas vagando por aquí. Solo quiero salir del bosque...
¿Pelear ahora? Necesito descansar primero
-¿Quieres pelear muchacho? ¿No te das cuenta de que soy un shinobi? Te haría puré en un abrir y cerrar de ojos. Comenté con tranquilidad. -Solo peleo con gente que esté a mi altura, no por nada, es que si no me aburro un montón.
Se llama Franco...que desdichado debe ser...
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5/02/2017, 10:30
(Última modificación: 5/02/2017, 10:31 por Inuzuka Nabi.)
-Hola Franco...yo me llamo Yoshimitsu
Se me habia olvidado con quien hablaba, Kusagakureños, lo único que hacen es drogarse y, por lo visto, no solo con opiaceos. ¿Cuanto se habra metido éste para estar así de subnormal y fuertote? Mantuve la posición y extendí la mano libre hacia el tal Yoshidrogamitsu.
-Joder Franco, ¿No te das cuenta que el chaval está entrenando como yo? Además, ¿Cómo vas a llevarme a mi país? Posees algún mágico jutsu de transporte? Pues te estaría agradecido, tengo las piernas hechas puré...
— ¿De qué coño me estás hablando? El chaval está acojonado, para de una vez y vete.
Desde luego, no estabamos en el mismo lugar ni en las mismas circunstancias, el shinobi de Kusa parecía estar a años luz de aquel lugar y viendo algún tipo de obra de teatro más falsa que un billete de Ame.
—. Por favor, no os peleéis. Ya he tenido muchos problemas vagando por aquí. Solo quiero salir del bosque...
Ahora sí que sí, no podía negar que el pobre niño solo quería salir de ahí de una pieza, y no la paranoia extraña y perturbadora que se había montado el psicopata ese.
-¿Quieres pelear muchacho? ¿No te das cuenta de que soy un shinobi? Te haría puré en un abrir y cerrar de ojos.
— Em... ¿las orejas sabes para qué son? ¡Te acaba de decir que no quiere pelear!
Razonar estaba lejos de funcionar, practicamente acababa de amenazar al chiquillo. Y hasta ahí podiamos llegar. Necesitaba alejar al chico y despues ya trataría de dialo... convence... A la puta todo. ¡Acababa de amenazar a un civil ante mi.
— Sal de aquí tan rápido como puedas hacia el puesto del otro lado del agujero.
Salté hacia el muchacho sin pensar, bueno, pensando en cortarle la garganta. De un leve movimiento saqué el kunai que llevaba oculto en la siniestra y busque la unión entre cabeza y cuerpo del tontolculo ese para, pues, desunirlo.
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Sonrió con suficiencia durante unos segundos. Eso debería bastar para acabar con las cenizas de lo que estaba a punto de ser una pelea entre shinobis de otra aldea.
Sin embargo, el otro no iba a ser tan racional como él.
-¿Quieres pelear muchacho? ¿No te das cuenta de que soy un shinobi? Te haría puré en un abrir y cerrar de ojos. Solo peleo con gente que esté a mi altura, no por nada, es que si no me aburro un montón.
— ¿Eh? — Juro retrocedió instintivamente un paso. ¿Le acababa de amenazar de verdad? ¿Y a que venía eso último? ¿Solo le había malinterpretado?
— Em... ¿las orejas sabes para qué son? ¡Te acaba de decir que no quiere pelear!
"Oh joder"
¿Y ahora que coño hacía?
— Sal de aquí tan rápido como puedas hacia el puesto del otro lado del agujero.
¿Por qué todo tenía que ser tan difícil?
Tenía segundos para pensar algo. Antes de que todo se liase. Antes de que se matasen. El rubio parecía a punto de saltar...
"Podría irme. Pero no con la conciencia limpia. Es un compañero, aunque sea tan raro. Esto me podría traer problemas. Pero si me desvelo, él me atacara..."
Las piernas dejaron de temblarle y cayó al suelo de rodillas. Después se encogió como si hubiese recibido un golpe. Vamos. Eso debía de llamar su atención. Lo suficiente como para que el rubio se centrase en protegerle y no en matar al otro.
— ¡No quiero! ¡Parad ya! — ¿Imprudente? Algo. No es como si se hubiera puesto en medio de los dos, de hecho, seguía más cerca del rubio. Simplemente quería llamar la atención de ambos. Lo suficiente para que no se pegasen —. ¡Mama me dijo lo mismo cuando le pego papa y ahora esta muerta!
Recordó la muerte de su madre. Él como había muerto por su culpa. La tristeza de su hermana y de Furui. El suicidio de su padre. Sus ojos entornaron su tristeza y algunas lágrimas comenzaron a caer de sus ojos. Puede que su madre no hubiese muerto de la misma forma, pero daba igual. Para él todo tenía sentido así en ese momento. Incluso golpeó el suelo, en una pataleta infantil. Era un niño, ¿no?
Abrazó sus rodillas, esperando que nada le hiciese daño. Si la pelea empezaba a pesar de lo que había hecho, ya no podría hacer nada. Afortunadamente, tanto Gen como su bandana seguían a buen recaudo. Ni muerto ahora mismo iba a dejarla expuesta...
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¡Hostias! Ya me he vuelto a liar... Fue escuchar la palabra "pelea" y ya mi mente me jugó una mala pasada, el muchacho lo que quería era "no pelear" Y bueno, me pareció algo inteligente por su parte.
Y claro, vivíamos en un mundo en el que equivocarse era delito o algo así, por que Franco se puso fino y saltó en defensa del otro muchachito. Se notaba que el rubiales o era muy idiota o tenía unos cojonazos como melones...o puede que las dos cosas. No pude evitar reírme al imginar al rubiales con unos pantalones ajustados a causa de sus genitales meloniles. Mientras sonreía, Franco empezó a decir sandeces, como si quisiera darme ordenes, y encima en mal plan, a lo super borde...y eso que no le había hecho nada...
-¡Joder vale! Me he equivocado, no entendí bien ¿De acuerdo? Os pido disc...
¡La puta! Que el rubiales definitivamente es gilipollas y sensualmente valiente...Bueno no, solo gilipollas
¿Pues no va y el tío salta a por mi a lo loco con un cuchillito de untar mantequilla? Pues hoy que no quería pelear...precisamente no ahora mismo joder...estaba cansado...Me tocó levantarme bruscamente y esperar la embestida de Franco que iba a por todas el muy descerebrado. Afortunadamente era todo demasiado previsible, y lo digo con razón de causa, que yo suelo actuar igual y eso, pero claro la gente se asusta más de un tipo como yo que no de un tipo como Franco.
Supongo que hay gente que cuando se asusta comete imprudencias...
Espere al último momento para que la trayectoria del arma ya no tuviera vuelta atrás, en el último instante agarré la muñeca que sostenía el kunai y con mi fuerza, seguí la trayectoria hacía mi querido tronco para que el arma quedara atorada en la madera de tal forma, que le supusiera a Franco un gran esfuerzo recuperarla.
-Vale Franco, ya has demostrado que eres muy autoritario y eso. Pero hazte un favor y deja las hostilidades o tendré que darte una tunda de las buenas ¿Vale? Pregunté aquello convencido que la decisión del rubio era irrevocable.
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7/02/2017, 11:37
(Última modificación: 7/02/2017, 11:37 por Inuzuka Nabi.)
La situación se había vuelto justamente lo que había intentado evitar, ahora el chaval estaba llorando por el suelo mientras yo intentaba que el loco del tronco dejara de amenazarle. Mi ataque era de esperar por la cantidad de veces que le había dicho que si no se detenia, yo lo haría por él.
Las palabras que usaban eran totalmente ignoradas por mi, centrado en el fragor de la batalla, al reves que aquel muchacho. Consiguió dirigir mi kunai hasta su tronco y con eso se sintió satisfecho para volver a hablar, sin embargo, yo aproveché el impulso para lanzarle un rodillazo directo a la boca.
Así le quedaría claro que ponerse a parlotear en medio de un combate no solo es de idiotas sino que además te deja en una desventaja clara y obvia. Tendría que sacar al niño de ahí cuanto antes, pero primero le dejaría unas cosas claras al Kusagakureño.
Despues del ataque, soltaría el kunai, que ya no tenía sentido seguir sujetando y desenfudaría mi Kodachi, preparado para un contraataque.
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Ignorandole completamente, el rubio saltó a por el moreno. Juro miró como este empuñaba un kunai. ¿Realmente iba a apuñalarle, o solo era una advertencia? Fuese lo que fuese, el otro fue lo suficientemente hábil como para redirigirlo hacia el tronco, que recibió la puñalada de lleno. Y la pelea entre los dos parecía que iba a continuar...
Si. Su estrategia había salido como el culo.
"Con lo buena que era mi actuación..."
Igualmente, no se movió del sitio. De hecho, no tenía ni idea de que iba a hacer en una situación así. Podía posicionarse por un bando y pelear, claro esta. Pero no le parecía algo prudente. Un dos contra uno podría incitar al otro a sobrepasarse o darle confianzas vanas. Podía salir un drama de ese mismo lugar si no actuaba bien.
Por supuesto, él estaba con el de su villa, pero ya no sabía que hacer. Sencillamente se había convertido en una pelea a dos bandas, y dijese lo que dijese no iban a parar. El rubio tenía una maldita espada.
"Vale. Voy a seguir así un poco más, si me voy probablemente tendrá mas libertad para pegarle. Si me quedo al menos se sentirá con la necesidad de protegerme y podría interrumpir la pelea. Y si la cosa se pone fea... "
Con ese pensamiento se quedó en el suelo. Aun así, no iba a renunciar a sus deberes como ninja. Si la situación se ponía fea, intervendría aprovechando su supuesta condición de niño enfermizo y débil.
Mientras los dos estaban concentrados en la pelea, disimuladamente sacó un pequeño frasco de su portaobjetos, escondido en el interior de la manta junto a Gen, y lo colocó dentro de su bolsillo, para tenerlo a mano. Solo por si era necesario. No iba a dejar que nadie matase a nadie ahí.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60
- Vale Franco, ya has demostrado que eres muy autoritario y eso. Pero hazte un favor y deja las hostilidades o tendré que... ZASCA! Me soltó un rodillazo en toda la boca con toda la traición del mundo. En ese mismo fatídico instante, la sangre me comenzó a hervir, tanto que comenzó a darme unos tremendos calores y sofocos. Hasta el punto de que la piel de mi cuerpo comenzó a enrojecerse tan rápido, que parecía algo antinatural.
¡Será hijo de puta!
Afortunadamente, fue un rodillazo débil, quizás a modo de advertencia o no se. La cuestión es que sorprendido, me llevé la mano de forma involuntaria en el lugar donde recibí el golpe para comprobar que todo estaba en su sitio. Solo noté una ligera molestia, aquella bravuconada del rubio me hinchó los cojones de manera peligrosa. Mi mente, comenzaba a diluirse, y mis pensamientos se enturbiaban de aquella manera tan desagradable e impredecible...Yoshimitsu se fue...
Dediqué una mirada psicópata a mi agresor que ahora empuñaba un cuchillo más grande que antes. Y solo me venía a la mente yo introduciéndole aquel puñal por la traquea tan hondo, que le saldría por donde amargan los pepinos. Comencé a hiperventilar y bufar como un animal salvaje y fuera de control.
- ¡TE VOY A HACER PICADILLO! Grité enfurecido.
No podía obviar que empuñaba un arma y que era peligrosa. Aún así, apenas podía contenerme para lanzarme sobre él y darle su merecido castigo. Si hacía un paso en falso, un movimiento que no me gustara lo más mínimo, me abalanzaría sobre él sin ninguna piedad. Solo le quedaba una opción, y era la de retroceder.
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