Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
3/09/2018, 17:16 (Última modificación: 3/09/2018, 17:43 por Uchiha Datsue. Editado 2 veces en total.)
Caminaba por las calles de la Villa con visible frustración. A grandes zancadas, con el ceño fruncido y moviendo exageradamente los brazos en cada paso. Las cosas no estaban saliéndole como quería últimamente, pese a que tenía los ingredientes propicios para gozar.
Los Hermanos del Desierto estaban en sus horas más bajas. La Aldea y sus habitantes lo sabían. Lo sospechaban. Lo olían. Y eso, eso era algo que tenía que aprovechar. Que utilizar a su favor.
Además, eso se juntaba con que, gracias al examen Chunin, el resto de shinobis extranjeros estaban allí reunidos. La última vez que había ocurrido aquello, en el Valle de los Dojos, la había roto con la revista del Corazón Uzureño. ¿Por qué no hacerlo una segunda vez?
Además, en aquella ocasión lo haría a su manera. Sin las palabras grandilocuentes y cansinas de Uchiha Datsue. Aquel maldito estúpido… iba a enterarse bien de quién era él. Había aprendido de sus errores, y no pensaba cometer los mismos. No, Hozuki Chokichi no era ningún tonto. Lo único que necesitaba era…
… un poco más de material.
Fue entonces, distraído, cuando chocó de hombros con alguien. Alzó la mirada, le miró a los ojos y…
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3/09/2018, 17:37 (Última modificación: 3/09/2018, 17:45 por Sasagani Yota. Editado 1 vez en total.)
Era un día normal en aquella aldea extranjera. La brisa del mar, el sol quemando la piel de todo el que osaba ponerse bajo sus rayos ultravioletas de justicia y aquella marabunta de gente que ya empezaba a ser un autentico suplicio para alguien como yo, que necesitaba mi espacio vital, para que nos entendamos. Pues allí estaba yo, con mi habitual atuendo azabache y carmesí, y por supuesto mi bandana de Kusagakure verde lima anudada en mi frente.
Hasta que...
— ¡Joder! —exclamé al recibir el impacto. Incluso Kumopansa tuvo que agarrarse con sus patas por la camiseta, en mi espalda. Pude sentirlo a la perfección, a ella también la había cogido desprevenida aquel fortuito choque— Podrías mirar por donde vas..
— Eso es, joder. Mira por donde vas. Si quieres te presto un par de ojos, tengo ocho, ¿ves?
Pues si, Kumopansa no pudo reprimir el imperioso impulso de abrir su bocaza.
Después de todo aquel embrollo, nuestras miradas se cruzaron irremediablemente.
Su primer impulso fue el de disculparse frente al exabrupto del chico. Pero se quedó con la boca abierta, paralizado, al verle. Oh, porque le conocía, vaya si le conocía. Hozuki Chokichi nunca olvidaba una cara. Era el kusajin que, vilmente, le había robado un beso a su amada. A Furukawa Eri, los Dioses la tuviesen en su gloria.
Le miró a él y a la repugnante araña que se posaba sobre su cabeza.
—¡Discúlpeme! ¡Estaba con la cabeza en otro lado! —exclamó, doblándose en una instantánea reverencia.
Hozuki Chokici apenas había cambiado en un año. Había crecido un poco, pero seguía siendo pequeño para su edad —Yota le sacaba una cabeza—. Era regordete, de cara redondeada, mofletes generosos y pelos rizos y rojos. Sobre su pecho, colgando del cuello por un cordel, una cámara fotográfica.
Ah, y una placa Chūnin en su brazo derecho.
—Perdone la indiscreción, pero… —pareció dudar, tal y como había aprendido de Datsue a hacerlo para lanzar el cebo—. ¿No es usted el gran Sasagani Yota? ¿El semifinalista del Torneo del Valle de los Dojos? ¡Tiene que serlo! ¡Vi sus combates y fue increíble!
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—¡Discúlpeme! ¡Estaba con la cabeza en otro lado! —
Aquello fue lo único que tenía que decir aquel tipo asqueroso el cual llevaba colgada una cámara fotográfica en el cuello.
«Maldito gordo»
Fue un simple golpetazo, se lo recriminé y se disculpó, no tenía nada más de lo que charlar con aquel sujeto pero...
—Perdone la indiscreción, pero…
— ¿Eh? —me extrañé a medida que Kumopansa iba recuperando su lugar sobre mi cabeza.
. ¿No es usted el gran Sasagani Yota? ¿El semifinalista del Torneo del Valle de los Dojos? ¡Tiene que serlo! ¡Vi sus combates y fue increíble!
No sé si yo lo habría definido como el 'gran Sasagani Yota' pero bueno, era una manera de definir aquello. Mi pensamiento sobre lo sucedido en aquel estadio durante toda mi participación cambió algo, aunque no de forma drástica. Seguía viendo aquello como algo de lo que no debía sentirme orgulloso.
— ¿Y eso qué importa? —le dije, cauteloso y a la vez extrañado. No conocía de nada a aquel tipo.
Una voz sorprendería a ambos shinobis, genin y chuunin.
—En efecto, vaya que si lo es.
Su emisor se encontraba a poca distancia de ellos. Les había visto chocarse en plena calle fruto de la casualidad, y no había podido evitar acercarse por dos razones. La primera porque no había vuelto a ver a Sasagani Yota desde el mencionado Torneo de los Dojos; seguía pareciendo tan anodino y flojucho como siempre, pero había algo nuevo en él. O más bien, alguien nuevo. La araña que llevaba a cuestas y que había —sin lugar a dudas— hablado en lenguaje de los humanos.
«Una Invocación Animal...»
Para un ninja tan curioso y ávido de poder como Akame, aquello había sido difícil de pasar por alto. Yota, incluso siendo un ninja que aparentaba poca experiencia, era capaz de invocar a un compañero animal. Akame llevaba demasiado tiempo investigando sobre el tema y tratando, en vano, de conseguir la información necesaria para contactar con alguna Familia Animal. «¿Cómo es posible? Debo averiguarlo.»
La segunda razón por la que el jōnin se acercó era Hōzuki Chokichi. Aquel pervertido metomentodo aficionado a la tecnología de Amegakure era un tipo profundamente despreciado por Akame, quien veía en él todos los defectos que no debía tener un buen ninja. Y, sin embargo, sus ojos captaron la reluciente placa plateada que lucía en su hombro.
Dos misterios en un sólo día era algo sumamente fortuito. De modo que el jōnin había decidido tantear el terreno, vestido con el habitual uniforme militar de Uzushio, placa dorada en el hombro izquierdo y bandana en la frente. Llevaba también el resto de su equipamiento ninja, y tenía el torso envuelto en vendas que se dejaban ver por algunas zonas que no cubrían sus prendas.
—Cayó eliminado en la semifinal contra Aotsuki Ayame, la subcampeona —apuntó el Uchiha, que gracias a su memoria ediética era capaz de rememorar aquellos combates como si hubiesen sucedido ayer—. ¿Vas a pedirle una foto, Chokichi-san? —puyó, mirando de reojo al Hōzuki.
El shinobi le respondió de forma maleducada, pero no con tono amenazador o molesto, sino más bien cauto. Chokichi elevó las manos, en señal de tregua. Fue en ese momento cuando…
—Cayó eliminado en la semifinal contra Aotsuki Ayame, la subcampeona.
Chokichi se sobresaltó, alarmado. No, no se sobresaltó. Aquello sería quedarse corto. Más bien pegó un pedazo salto en el sitio y emitió un vergonzoso chillido agudo.
—¡A-A-akame-dono! ¡Un en-norme p-placer volver a v-verle! —Casi se parte la espalda en la senda reverencia que le dedicó. ¡Maldita fuese su suerte! ¿Es que no había otro momento para cruzárselo? ¿Tenía que ser justo en aquel? Un sudor frío empezó a caerle por la frente.
—¿Vas a pedirle una foto, Chokichi-san?
—P-pues v-verá… Yo... tenía pensado pedirle a Sasagani-dono… —le miró de reojo, mientras no paraba de retorcerse las manos—. De pedirle una pequeña entrevista. Estoy en un proyecto, una revista, y c-creo que sería muy interesante conocer más de la vida de un semifinalista del Torneo de los Dojos.
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Un nuevo invitado al corralito que se acababa de montar. En esta ocasión se trataba de otro de los participantes con papel protagonista quién fue relantando con detalles cual fue mi trayectoria. No pude evitar mirarle directamente mientras hablaba y veía a un shinobi que había aprovechado el tiempo. Lucía uno de esos chalecos y... ¡la jodida placa de jonin!
— Y tu fuiste quién venció a Aotsuki Ayame, por tanto, el vencedor de aquel torneo, Uchiha Akame. Debo decir que has aprovechado el tiempo, compañero. Debo felicitarte por tu ascenso —
Lo dije de corazón, en serio. Tanto fue así que le extendí la mano para que se lo tomase como mi forma de felicitarle, más allá de mis palabras.
Pero el tipo de la cámara no estaba en absoluto contento de verse con Akame. A pesar de que eran compatriotas. Lo cual lo hacia todo la mar de curioso. El nerviosismo y el tartamudeo se apodero de todo el ser del chunnin.
—P-pues v-verá… Yo... tenía pensado pedirle a Sasagani-dono… —le miró de reojo, mientras no paraba de retorcerse las manos—. De pedirle una pequeña entrevista. Estoy en un proyecto, una revista, y c-creo que sería muy interesante conocer más de la vida de un semifinalista del Torneo de los Dojos.
— ¿Sasagani-dono? Déjate de formalismos, Chokichi. Me llamo Yota y preferiria que me llamarás Yota —pero entonces dijo lo de la revista y como que estuve a punto de tener varios tics nerviosos al recordar algo, pero desde luego se podría ver la sorpresa en mi cara— ¿Una entrevista dices? ¿para un proyecto nuevo? —me acerqué más a él, como a centímetros y levanté su rostro con la ayuda de mi mano para que cruzará mi mirada— ¿Un proyecto como Corazón Uzureño quizás? ¿es eso, Chokichi-dono?
El jōnin respondió a la reverencia de Chokichi con una ligera inclinación de cabeza. Akame despreciaba a los ninjas que dejaban que sus asuntos personales se interpusieran entre ellos y su profesionalidad; pero la historia que tenía con aquel entrometido pelirrojo pesaba demasiado. Suficiente tenía con tolerar su mera presencia.
«¿Una... Revista...?»
Akame apretó los puños inconscientemente. «¿Es que este malnacido no va a aprender nunca?» Mientras el Uchiha se arrepentía de no haber tomado medidas para escarmentar a Chokichi tras lo ocurrido con "Corazón Uzureño", Yota tomó la iniciativa. «Claro, él también supo de la maldita revista...»
Así pues, el jōnin decidió surfear la ola que Yota acababa de crear.
—¿"Corazón Uzureño"? Vaya, algo así sería tomado de muy mala forma por Uzukage-sama, de seguro —afirmó Akame, con la vista clavada en el chuunin del Remolino—. Un chuunin de Uzushio debería estar ocupando su tiempo en cosas más productivas, ¿no crees, Chokichi-san?
Chokichi aguantó el tipo como buenamente pudo ante Yota, quien le alzó la barbilla para que le mirase a los ojos. El kusajin pudo notar su papada temblorosa como un flan de gelatina sobre su mano.
—N-nada que ver. Yo no soy como ese rufián de… ¡Quiero decir! —se corrigió al instante, al mirar a Akame. El Hermano del Desierto también tenía su dosis que propinarle. Se alejó un paso de Yota, incómodo de tenerlo tan cerca, y negó con la cabeza de forma tan rápida y persistente que su rostro se difuminó por el movimiento—. Nonononononono. No, señores, no. Me malinterpretan ustedes. El mío no será ninguna revista de corazón como la del buen amigo de Akame-dono —¿Akame había notado cierto retintín en su voz? ¿O habían sido imaginaciones suyas?—. Yo solo quiero mostrar la vida shinobi, tal y como realmente es, para mostrar a los jóvenes la dura realidad que les espera si deciden tomar el camino del ninja. Además, creo que compartir experiencias entre Villas sería positivo para confraternizar y empatizar con shinobis de otras aldeas. E-eso es todo, se lo juro.
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—¿"Corazón Uzureño"? Vaya, algo así sería tomado de muy mala forma por Uzukage-sama, de seguro —
No pude evitar que una risilla se escapase por debajo de la nariz. El maldito Uchiha tenía toda la jodida razón. Lo sucedido con aquella revistucha fue, ante todo, lamentable. Y que aquel shinobi se plantease algo que fuera parecido era preocupante. Había lecciones que era mejor aprender.
Al poner mi mano bajo la mandibula del muchacho, sentí como se estaba yendo por la pata de abajo. Casi podía afirmar que era todo un logro que se mantuviese de pie o que no se hubiese meado encima de puro miedo. El tipo empezó a dar sus explicaciones. Que el tenía otros planes en mente. Según lo que decía, ardía en deseos de informar a las próximas generaciones, estudiantes de academia o aquellos que se lo estuviesen planteando, como era la vida ninja. Se notaba a la legua que aquel no era su idea original, sino todo aquel tartamudeo no venía a cuento de nada.
Un chuunin de Uzushio debería estar ocupando su tiempo en cosas más productivas, ¿no crees, Chokichi-san?
Una vez más, el jonin tenía la jodida razón.
— Pues sí, me temo que el bueno de Akame tiene razón. con estas tonterias se pierde el tiempo y serías más productivo para la aldea a la que juraste lealtad seguir con el entrenamiento y realizar misiones perooooooo —me separé de él un poco para que pudiese respirar tranquilo— tienes ante ti una gran oportunidad. Un jodido bombazo. Tienes a un jonin de tu propia aldea ante tus narices y al ganador de aquel torneo. No sé tu, chokichi, pero yo diría que la suerte te sonríe
Tal y como Akame esperaba, el Hōzoku se deshizo en negaciones y excusas; claramente no iba a dejar que nadie pudiera arrojar siquiera la más ligera sospecha sobre sus actividades periodísticas, no al menos después de lo ocurrido con Corazón Uzureño. Sin embargo, el jōnin no estaba tan seguro de las intenciones de su subordinado; si algo era Chokichi, era mentiroso. Y si era algo más, eso era astuto.
El Uchiha frunció el ceño y se sacó un cigarrillo de uno de los bolsillos del chaleco militar. Lo encendió con parsimonia y fumó un par de hondas caladas. Luego se lo dejó en los labios, colgando como si estuviese a punto de caerse al suelo, y se cruzó de brazos.
«Yota-san tampoco está ayudando, será listillo...»
Cuando el de la Hierba sugirió que el foco de la entrevista debía ser Akame, aludiendo a uno de sus múltiples logros, Akame tuvo que contenerse para no protestar a voces. En lugar de ello, optó por devolverle la pelota al kusajin.
—Mi buen Yota —refirió, apoyándole una mano en el hombro al Sasagani—, aquí en Uzushio todos me conocen, ya saben quien soy. Han oído mis historias mil veces —no era cierto, no al menos totalmente, pero eso el muchacho de las arañas no tenía por qué saberlo—. Creo que los uzujin encontrarían mucho más interesante un buen relato de algún ninja extranjero... Por ejemplo, uno capaz de realizar Invocaciones Animales.
Los ojos del Uchiha se fijaron en el genin de Kusa con un brillo de malicia y anticipación. «Aprovecharé la situación para indagar más en el Pacto Animal de este tipo, y en cómo lo ha conseguido... ¡El plan perfecto!»
¿Una entrevista a los dos? ¿Juntos? No, eso era precisamente lo que menos quería. Imposible. Tenía que salirse de aquella como fuese. Tiró del cuello de su camisa, buscando que la brisa refrescase su ya sudado pecho. ¿Qué haría Datsue? ¿Cómo le daría la vuelta a la situación? Se quedó pensando, pensando y…
Por suerte, Akame acudió al rescate.
—Oh, ¿puede usted hacer invocaciones? ¡Pero eso es fantástico! —exclamó con júbilo y alivio al mismo tiempo—. ¿Es la araña una? Oh, por favor, permítame invitarle a algo mientras sacia mi curiosidad.
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—Mi buen Yota —vi como el Uchiha se tomaba un exceso de confianza y puso su manaza sobre mi hombro—, aquí en Uzushio todos me conocen, ya saben quien soy. Han oído mis historias mil veces. Creo que los uzujin encontrarían mucho más interesante un buen relato de algún ninja extranjero... Por ejemplo, uno capaz de realizar Invocaciones Animales.
Bien, algo me había quedado clarisimo. Aquel tipo tenía un buen uso de la labia y sabía como redireccionar una conversación a su antojo.
—Oh, ¿puede usted hacer invocaciones? ¡Pero eso es fantástico! —y el tal Chokichi se apuntaba al carro de su camarada con pasmosa facilidad—. ¿Es la araña una? Oh, por favor, permítame invitarle a algo mientras sacia mi curiosidad.
Afortunadamente para mí, el maldito ochoojos no había abierto la boca y sería capaz de usar aquello a mi favor...
— ¡Sí, tío, Yota! Tengo antojo de dangos
Bien, Kumopansa acababa de joder mi argumento y ahora tenía que buscar otra excusa.
«No puede tener la bocota cerrada, no»
— Mirad, con sinceridad, esta araña es especial, sí. Pero es completamente inútil en el campo de batalla. Sería incapaz de hacerte un rasguño, mi buen Akame. Y creo que a ti tampoco, Chokichi —dije, al mismo tiempo que apartaba la pezuña de Akame de mi cuerpo y observaba al gordito— No tiene nada que ver con invocaciones ni pactos ni nada de eso.
— ¿Cómo que no? Mira esto
El animal saltó al hombro de Chokichi y con una de sus patas hizo como que atacaba la narizota del chunnin, aunque fallaba aposta.
— Sin embargo, me apuntaría con gusto a lo de los dangos. Decidme que tenéis buen material en Uzushiogakure, por favor
«¡Eso es, suelta prenda, cabrón!», fue lo que pensó Akame cuando se dio cuenta de que entre la presión de Chokichi y la de él mismo, al kusajin no le quedaba más remedio que satisfacer la maliciosa curiosidad de chuunin y jōnin. Sin embargo, Yota se salió por la tangente un par de veces y al final acabó por no decir nada.
Akame frunció el ceño, disgustado. «¿Cómo que no tiene nada que ver con Pactos Animales?» El Uchiha no era un ignorante, y sospechaba que Yota les estaba mintiendo. Aun así, aparentó normalidad.
—Claro, yo conozco un puesto donde ponen los mejores dangos de toda la Aldea —contestó—. Te invito... Si me hablas más de esa araña tuya —entonces se volvió hacia Chokichi—. Y a ti si dejas de hacer revistas de mier... Ejem. Revistas como las que sueles hacer.
Chokichi dio un respingo cuando la araña de Yota habló. ¡Habló! ¡Una araña! ¿Cómo narices era posible? Su dueño aseguró que era especial —¡vaya que si lo era!—, pero que no tenía nada que ver con invocaciones ni pactos.
La araña, sin embargo, no estaba muy de acuerdo. Para demostrar su potencial, saltó sobre el hombro de Chokichi, que se puso enfermizamente azul.
—Ja… Ja… Jeje. Sí, muy gracioso… Sí… —«¡Bájate ya asquerosa!» Demasiado nervioso como para seguir el hilo de la conversación, se limitó a asentir a lo que decían.
«¡Pero bájate yaaaaaa!»
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