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—Es un gusto, Kurusu Ashito-san —respondió, correspondiendo la ligera reverencia del de ojos oscuros.
Ante sus ojos, se había encontrado con una de las personas más amables que había visto en bastante tiempo. No cualquiera se detenía a ayudar a un desconocido en medio del camino. Puede que fuese aquel sentimiento del que le habían hablado, algo sobre la solidaridad entre ninjas. Aquello era una de las pocas cosas que podía entender: Como ninjas de la misma aldea, tenían el deber moral de socorrerse mutuamente. Y como ninjas de la misma aldea tenían el deber de luchar con todo si llegaba a darse un conflicto entre las partes.
“Esa filosofía no es distinta de la que pregonan los guerreros clásicos —dedujo, según lo que había aprendido durante sus años tiernos y durante su tiempo en Uzushio—. Entonces, ¿Cuál es la diferencia entre un ninja y otros guerreros?”
Aquella era la pregunta que tanto había rondado su cabeza, la visión de una fina frontera que para él resultaba invisible, que para otros, como su maestro, resultaba tan clara como la horizontal línea que dividía el cielo de la tierra.
—Sí, pongámonos en marcha, Ashito-san.
Observo el camino que se habría frente a ellos, y espero que su ahora compañero de viaje comenzara a caminar. Kōtetsu se sentía bastante calmado con la situación, pese a que ambos estaban lo suficientemente desorientados como para darse por perdidos. Sin embargo, y pese al insistente nerviosismo que embargaba a su compatriota, estaba seguro que de una u otra forma hallaría como llegar a su destino. Estaba determinado a presentarse en el torneo de los dojos.
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- Bien- exclamo mientras reanudaba su camino a un lado del Hakagurē, comenzó con un paso algo lento y fue acelerando hasta recuperar el ritmo con el que viajaba antes de la pequeña parada que tubo.
Luego de un buen rato de viaje y de no encontrar nada más que un bosque a los lados del camino, comenzaba a inquietarse, habían recorrido ya bastante recorrido y no encontraban ningún indicio de dirigirse al lugar correcto.
- Oye, ya llevamos bastante tiempo avanzando y no encontramos a nadie, creo que deberíamos regresar a Minori, allí seguro nos orientaremos y podríamos pedir indicaciones- expreso mientras aún continuaba corriendo hacia el frente, pero antes de que se decidieran, en su rango de visión comenzó a aparecer una ciudad, una gran ciudad a decir verdad, Ashito nunca había estado allí, pero se notaba que el lugar era de gran relevancia en el país del Fuego, ya que estaba rodeada por una muralla y mientras más se acercaban más se notaba el enorme castillo dentro de la ciudad.
- Ok, parece que no tendremos que regresar- su voz se notaba aliviada, una ciudad, significaba que podrían pedir indicaciones, y talvez Kotetsu podría aprovechar para abastecerse, ya que su estancia en el valle de los dojos no sería corta, Ashito no solo se había abastecido con ropa y comida, sino que además había traído consigo todos sus ahorros, no sabría cómo se manejarían en el torneo y tampoco sabía si todos sus gastos estarían incluidos en la cuenta de la Uzukage, por lo que decidió no arriesgarse.
Cuando estuvieron lo suficientemente cerca notaron que se habían desviado un poco del camino, Ashito nunca debió haber ido adelante, nunca se había destacado por tener una gran orientación, y eso pudo verse cuando dirigiéndose al Valle de los Dojos acabaron en el lugar cuyas puertas tenían en frente, la ciudad de Tanzaku Gai.
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—Oye, ya llevamos bastante tiempo avanzando y no encontramos a nadie, creo que deberíamos regresar a Minori, allí seguro nos orientaremos y podríamos pedir indicaciones —sugirió, ante la perspectiva de no estar avanzando hacia ningún lado.
—Teniendo en cuenta que no sabemos hacia donde esta Minori, creo que sería mala idea el tratar de regresarnos —emitió su juicio, mostrándose un poco falto de aliento, pues seguir el ritmo de aquel joven era algo difícil sin la ayuda de un buen calzado.
—Ok, parece que no tendremos que regresar —aseguro el muchacho, en cuanto diviso una enorme ciudad que se levantaba en el horizonte, al final de un camino serpenteante.
—¿Ves? Te dije que las cosas no estaban tan mal —recordó, sintiéndose bastante aliviado por aquel encuentro.
Se encaminaron hacia la ciudad, siguiendo un sendero que por momentos la ocultaba de su vista tras la frondosidad de las arboledas cercanas. Cuando se encontraron lo suficientemente cerca, un letrero les aclaro hacia donde se estaban dirigiendo; era la ciudad de Tanzaku-Gai, la capital del país del fuego y centro del entretenimiento para adultos. Desde lejos se podía apreciar el típico bullicio urbano y la gran cantidad de personas que entraban y salían constantemente. Era la primera vez que el Hakagurē visitaba aquella urbe, y se encontraba impresionado por la magnitud de su tamaño, asemejándola a una enorme bestia que roncaba cacofonías compuestas por el vivir de miles de personas.
—Estoy casi seguro de que esta es la capital de Hi no Kuni —No estaba tan seguro, pero eso importaba poco en aquel momento—. Aquí podremos conseguir un mapa y unas cuantas indicaciones que nos permitan llegar al valle de los dojos.
»Parece que hemos tenido suerte, ¿no?
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Las palabras de Kotetsu llamaron la atención del peliazabache, no porque dijeran algo en específico, sino porque parecía estar algo agitado, no entendía porque razón, si bien estaban avanzando a un gran ritmo, tampoco iban a su máxima velocidad, o a una que provocará un cansancio en un shinobi, incluso, él cargaba una enorme mochila de viaje en su espalda, mientras que lo más pesado que cargaba el de ojos grises era su espada, no comprendía como era que se estaba cansando tan rápido, hasta que observo sus pies, había olvidado que su acompañante se encontraba descalzo, por lo que se sintió bastante mal por no haber considerado la situación del joven.
— ¿Ves? Te dije que las cosas no estaban tan mal— siempre con esa actitud inamovible y esa positividad, debería ser alguien muy centrado para siempre estar tan sereno.
— Si tienes razón— respondió el de ojos oscuros deteniéndose frente a la entrada de la capital del país, mientras escuchaba atento como el Hakagurē le decía donde se encontraban— Así que la capital ¿eh?, nunca había estado aquí, hay mucha gente— expreso mientras volvía a la caminata para ingresar en la ciudad.
— Aquí podríamos conseguir un mapa y unas cuantas indicaciones que nos permitan llegar al valle de los dojos—
—Eh… ¿un mapa?— pregunto algo nervioso, había pasado por alto que Kotetsu probablemente si sabría leer mapas, a diferencia de él que no podía leer bien ni una carta, por lo que había olvidado que portaba un mapa en su mochila por si acaso — Eh, yo…tengo un mapa— expreso algo avergonzado, dándose cuenta de la cantidad de tiempo que habían perdido por la estupidez de no haber mencionado antes lo del mapa.
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—Así que tenias un mapa todo este tiempo —inquirió Kōtetsu, con un gesto de me lo suponía—. No te preocupes, imagino que no sabes leerlo y por eso no lo sacaste. La verdad es que yo tampoco se utilizarlos bien, pues necesito de alguien que me haga las señalizaciones correctas para no perderme.
El de cabellos blancos esperaba que su acompañante se relajara un poco, pues un mapa en mano de ambos resultaba algo casi inútil. Ahora lo importante era entrar en la ciudad y conseguir los implementos y cosas necesarias para continuar con su viaje.
—Quedan muchas cosas por resolver, pero lo primero ha de ser el atendernos a nosotros mismos —aseguro, haciendo especial énfasis en su aspecto.
Ahora el problema radicaba en como pasarían el puesto de guardia de la ciudad, pues no parecía el tipo de sitio en donde admitirían a mendigos en busca de amparo. Después de todo, era una ciudad de casinos y apuestas, quien no tuviera dinero no sería muy bien recibido. Tampoco podía tratar de entrar a la fuerza, lo que menos necesitaba era faltar al torneo por estar encerrado en algún apestoso calabozo. Y no poseía suficientes billetes como para sobornar a uno de los guardias, ni siquiera le alcanzaba para pagar el peaje de entrada.
—Con ese aspecto, no creo que tengas problemas para pasar la alcabala, Ashito-san. En cambio yo… ¿Se te ocurre algún modo de pasar?
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Un suspiro aliviado salió de su boca al escuchar las palabras del moreno, probablemente lo dijo para no hacerlo sentir como un tonto, pero aun así, Ashito jamás sabría diferenciar entre la verdad y la amabilidad, por lo que sus nervios se relajaron.
Aunque no necesitaran un mapa, Kotetsu llevaba razón, de todas formas debían ingresar a la ciudad, lo habían despojado de casi todas sus cosas y aun les quedaba una gran parte del camino, y si el ninja había sido asaltado en Minori, suponía que aquí, al ser una ciudad mucho más importante, habría muchos más ladrones, por lo que tampoco podrían ir solos por allí, no es que tuviera miedo, pero prefería ahorrarse los problemas de tener que lidiar con bandidos.
— Muy bien, entonces vamos— expreso mientras se disponía a avanzar, cuando se detuvo al escuchar las palabras del peliblanco.
— Con ese aspecto, no creo que tengas problemas para pasar la alcabala, Ashito-san. En cambio yo… ¿Se te ocurre algún modo de pasar?— pregunto el chico inseguro de que lo dejen ingresar en Tanzaku.
<<Que le sucede, porque no podría ingresar como yo>> pensó mientras lo observaba extrañado por lo dicho, por lo visto el Kurusu no pensaba igual que el peliblanco, y con razón, al no conocer que se trataba de una ciudad dedicada al juego y al entretenimiento, no veía problema alguno en que ingresara con esas pintas.
— Eh, ¿Caminando? No veo la razón por la que no podrías ingresar normalmente— respondió el peliazabache como si sus palabras fueran las más obvias del mundo.
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El de cabellos oscuros estuvo en acuerdo con lo propuesto, más no parecía comprender los temores de su acompañante.
— Eh, ¿Caminando? No veo la razón por la que no podrías ingresar normalmente— respondió el peliazabache como si sus palabras fueran las más obvias del mundo.
“Quizás estoy siendo un poco paranoico, puede que ni siquiera tenga problemas para ingresar”, reflexiono, mientras comenzaba a caminar.
Continuo andando, acercándose a la enorme puerta donde todos, o al menos la mayoría, eran detenidos e interrogados sobre sus motivos de visita. Los guardias eran hombres enormes y de ojos atentos y acosadores. Portaban gruesas armaduras metálicas y largas lanzas decoradas con penachos brillantes. Entre más cerca se encontraba, mejor comprendía el funcionamiento de aquel puesto: Eran cerca de una docena de soldados que montaban guardia, encargados de repeler las posibles amenazas y a le gente indeseable. Eran meticuloso en su trabajo, pero en algunas ocasiones se evidencio que bastaba un poco de dinero cambiando de manos para que un mercader pudiese pasar sin la necesidad de someter su caravana a revisión. Mientras, algunos indigentes, de aspecto preocupantemente similar al suyo, eran repelidos utilizando amenazas y algunos excesos de fuerza cuando se ponían ariscos.
—Sí, bueno… Ya estamos aquí, así que necesitamos pasar. Te sigo compañero. —No se le escuchaba muy convencido, pero aquello no evito que se mantuviera serenamente tras los pasos de Ashito.
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— Ok, adelante— dijo ignorando el tono dudoso del Hakagurē mientras se acercaba a los porteros, quienes no los observaban de manera muy alentadora, aunque Ashito ignoraba el desprecio en sus miradas, acercándose cada vez más al lugar de la revisión con Kotetsu siguiéndolo a sus espaldas.
— Alto ahí— Exclamo uno de los altos hombres con armadura, mientras con su mano se interpuso evitando que avanzara.
— Si, ¿qué necesita?— pregunto el Kurusu con el tono despreocupado de siempre.
— Necesito que me diga su nombre y que se quite la mochila— respondió en un tono autoritario aunque desganado, cansado de repetir siempre la misma rutina.
— Muy bien— expreso el peliazabache mientras comenzaba a retirar la mochila de su espalda— Mi nombre es Kurusu Ashito— acoto mientras uno de los guardias que se encontraba detrás del que lo estaba interrogando se acercó tomando la mochila para comenzar a revisarla.
— Bien, Kurusu Ashito, por qué razón estas aquí— indago nuevamente el guardia observándolo de arriba abajo, anotando a saber qué cosas en la libreta que llevaba.
— Solo vinimos a abastecernos para continuar nuestro viaje— respondió observando hacia atrás para poder señalar al peliblanco, cuando se dio cuenta de que cuando se fueron acercando al puesto, sucedió lo que Kotetsu pensaba que sucedería, los guardias le frenaron el paso antes que a Ashito, aunque por causa del ruido provocado por la bulliciosa ciudad, el Kurusu no pudo oír cuando detuvieron al de ojos grises.
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—Alto ahí, muchacho —apremio uno de los guardianes de la entrada—. Tanzaku Gai ya tiene suficientes desamparados como para consentir que ingresen mas.
Kōtetsu se permitió unos segundos para verse a sí mismo y las condiciones en las que se encontraba. No le costó mucho el aceptar que su apariencia correspondía perfectamente con el adjetivo que aquel corpulento sujeto había usado.
—No soy un desamparado, soy un viajero que ha tenido algunos problemas por el camino —aseguro con suma naturalidad—. Además, ¿cuando ha visto usted a un mendigo que porte una espada?
El guardia observo el sable del peliblanco y luego le miro a él.
—Es cierto… ¡Los únicos que se ven así y portan armas son los bandidos! —exclamo de pronto, inclinándose de manera amenazadora sobre él.
—Yo no soy ningún bandido… Si así fuera, estuviera en un camino a la espera de alguien a quien asaltar.
—Quizás buscas hacerlo en nuestra gran ciudad, ¿son esos tus motivos de visita?
Aquel sujeto se estaba comportando como un verdadero necio, pero la paciencia del de ojos grises no sería mellada por algo tan cotidiano y trivial.
—Escuche con atención, que voy decirle lo que me trajo aquí —exigió con una voz llena de sinceridad—: Me encontraba de viaje cuando pase por Minori, luego un grupo de salteadores de camino me ataco en repetidas ocasiones, provocando que muriese mi caballo, que se destrozaran mis ropas y que perdiese todo mi equipaje; solo busco un sitio donde descansar y poder reabastecerme para continuar con mi travesía en paz.
—Un caballo, ¿eh? —Sus ojos se iluminaron, acompañados de un gesto un tanto repulsivo—. No lo sé, muchacho, quizás si me “ayudas” o me das “algo” que me ayude a creer tu historia pueda permitirte el paso… No creo que sea mucho problema para ti. Después de todo, tenias un caballo, así que de seguro tu familia es de bolsillos pesados.
—Ya veo… —conocía aquel juego, la corrupción era algo que aparecía siempre que había la posibilidad de conseguir dinero al valerse de ella—. Esa suposición es bastante cierta, y la idea de “ayudarle” con “algo” no me incomoda, pero también es cierto que aquellos bandidos se hicieron con todo el dinero que cargaba, dejando mis bolsillos bastante ligeros.
—Bueno… Algo más has de tener, ¿no? —sugirió, mirando por encima del hombro del muchacho.
—Eso sí que no, mi espada no está a la venta —aseguro, determinado pero sin intenciones de ofender—. Es lo único que aún permanece conmigo, además de mi bandana.
—¿Bandana? ¿Qué clase de bandana? —pregunto, mostrando por vez primera algo de nerviosismo.
—Pues… es una bandana ninja —aseguro, como si aquel accesorio fuese único de su profesión—. Todos los efectivos de Uzushio tenemos una, eso nos identifica como ninjas al servicio de la aldea.
De entre sus maltrechas ropas, extrajo la placa de acero con el símbolo de la espiral, engarzada en una fina y resisten cinta negra. Se la extendió con sumo cuidado y espero.
—Vamos, no juegues conmigo, muchacho, ¿Qué clase de broma es esa de que eres un shinobi? —Ahora se mostraba inseguro, con una risa nerviosa y un rostro congestionado.
»Esto debe ser una imitación, cualquiera puede tener una, fabricarla o robarla, ¿cierto? —No sonaba tan seguro como quería.
—Si quiere puede preguntar a aquel muchacho que me está acompañando —dijo, señalando la posición de Ashito—. El también es un ninja y podrá verificar la autenticidad de todo lo que le digo.
El sujeto se acerco apresuradamente hasta donde estaban haciendo preguntas al Kurusu, y de forma grosera y con voz algo alterada interrumpió la conversación:
—¡Oye, Seidai! —le llamo, de forma apremiante—. Dime que este chico que tienes aquí no es un ninja. Además, tú que sabes de estas cosas, ¿cierto que esta cosa ninja es falsa?
El hombre que estaba interrogando al pelinegro se vería interrumpido por aquel sujeto intranquilo, cargando con preguntas y una bandana ninja en la mano, y seguido discretamente por un joven de aspecto sucio y sereno que se mantenía detrás de él.
—¡Hey, Ashito-san! —saludo, con simpleza y serenidad—. Parece que si tendré algunos problemas para ingresar.
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Se dio cuenta demasiado tarde de que el moreno había sido detenido, cuando quiso reaccionar, pudo ver que la intensa interrogación a la que sometían a Kotetsu, era mucho más ruda que la de él, incluso habían llegado a mostrarse amenazantes con el muchacho, Ashito se dio cuenta en ese momento de la razón por la que el moreno se sentía inseguro antes de acercarse a la entrada de la ciudad, y fue ahí que pudo ver su error, nunca se le habría pasado por la cabeza que le rechazarían la entrada a alguien solo por su vestimenta.
<< Demonios, es mi culpa que esto suceda, si tan solo hubiéramos hecho las cosas a su manera>> pensó algo apenado por la situación en la que había puesto al Hakagurē, si bien, no era algo demasiado grave, y podría solucionarse hablando, no podía evitar el sentirse deprimido, sus decisiones siempre eran las equivocadas.
Cuando se dispuso a girar y dirigirse hacia su compatriota buscando ayudarlo, así poder ingresar en la ciudad y de una vez por todas continuar su viaje, fue interrumpido siendo sujetado por el hombro antes de poder girarse.
— Oye, muchacho, que estas mirando, te hice una pregunta— Exclamo algo molesto el guardia, al ver que el muchacho se distrajo sin darle el porqué de su presencia en Tanzaku.
— Oh, disculpe— exclamo el peliazabache al escuchar a quien lo interrogaba— Como decía, nos perdimos de camino al Valle de los Dojos, así que cuando nos encontramos con la ciudad, decidimos abastecernos para poder continuar, la verdad es que ni siquiera estaba en nuestros planes estar aquí— respondió rápidamente tras la disculpa, antes de que pudiera siquiera intentar ayudar al moreno, uno de los guardias que estaba detrás de él, llego seguido de Kotetsu, en su mano traía una bandana de Uzushio la cual suponía que pertenecía a su acompañante.
— ¡Oye, Seidai! Dime que este niño que tienes aquí no es un ninja. Además, tú que sabes de estas cosas, ¿cierto que esta cosa ninja es falsa?— pregunto el guardia casi asegurando que lo que creía era lo correcto.
Por detrás, el Hakagurē saludo al Kurusu con su característica serenidad, ¿Cómo podía estar tan tranquilo todo el tiempo?, estaban dudando de su moralidad y procedencia, incluso mostrándole la insignia de Uzushiogakure, que tendría que hacer para que lo dejaran entrar, estos tipos serían capaces de dudar incluso si les enseñaban la carta firmada por la mismísima Uzukage.
—¡Hey, Ashito-san! Parece que si tendré algunos problemas para ingresar —
— Kotetsu-san, lo siento mucho— soltó de repente cuando estuvieron frente a frente inclinando su torso un poco— Por mi culpa ahora estamos en esta situación, parece que tenías razón— exclamo observando como ahora ambos guardias revisaban el protector de Kotetsu mientras de vez en cuando miraban en su dirección examinándolos detenidamente.
— Mmm, parece que es real, o es una muy buena imitación— susurro junto a su compañero, mientras con los dedos palpaba el tallado del metal— Habría que preguntarle al otro chico, parece que vienen juntos— justo después de pronunciar esas palabras, se dirigió nuevamente hacia el peliazabache— Oye, niño ¿tú eres un ninja?
La pregunta tomo por sorpresa al Kurusu, puso su protector en su cinturón para que pudieran identificarlo rápidamente, aun así, parece que varias personas lo pasaban por alto, aunque quizá yo la habrían visto si no estuviera viendo en dirección al moreno— Si, lo soy— respondió mientras con el pulgar señalaba orgulloso su bandana en su cinturón.
— Ya veo, ¿esa bandana es real?— pregunto haciendo una leve señalización con la cabeza.
—¿Eh? Qué clase de pregunta es esa, claro que es real— respondió con algo de indignación el joven, ¿ahora tampoco le creerían a él?, esta ciudad era demasiado desconfiada.
—Necesito verificar si lo que dices es cierto, por lo tanto, debo examinar también tu protector— expreso mientras estiraba su mano esperando recibir lo que pidió.
Un gran suspiro salió de la boca del Kurusu cuando comenzó a desenganchar la bandana de su cinturón<< Porque demonios son tan desconfiados, tenemos prisa >> pensó al entregar lo pedido por el guardia.
Luego de un par de minutos examinando ambas bandas, el guardia se acercó devolviendo sus pertenencias a ambos ninjas, incluida la mochila de Ashito, quien la recibió ya bastante impaciente.
— Parece que lo que dicen es cierto, pueden entrar, son 50 ryos cada uno— no lo dedujeron por las bandanas, ya que falsificar unos protectores no era una tarea muy difícil, sino que tuvieron que creer en las palabras del peliazabache después de que el hombre encargado de revisar su mochila les enseñara una carta firmada por la nueva Uzukage.
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— Kotetsu-san, lo siento mucho— soltó de repente cuando estuvieron frente a frente inclinando su torso un poco— Por mi culpa ahora estamos en esta situación, parece que tenías razón.
—En realidad, no es la gran cosa —aseguro, restándole importancia al asunto—. Más importante es el hecho de que mi nombre se pronuncia Kōtetsu, con el acento en la primera silaba.
De cierta forma parecía que el de cabellos blancos tenía una leve falla en su sentido común, y que aquello le permitía tomarse algunas cosas graves con calma y otras insignificantes con mucha importancia. Como sea que fuese, se mantuvo al margen de la conversación entre aquel par de guardias, mientras estos deliberaban sobre la veracidad de las historias dichas por ambos muchachos.
—Parece que lo que dicen es cierto, pueden entrar, son 50 ryos cada uno —aclaro el guardián, luego de dar por cierta la historia de ambos.
Le desagradaba en extremo la idea de tener que depender de alguien más, pues en el campo él podía obtener todo lo que necesitase por cuenta propia, pero la ciudad era otro mundo, ajeno y distinto, que se manejaba por la ley del dinero como fuerza motora. Y allí estaba frente a un gran urbe y con el camino a los dojos abierto, con una gran voluntad e ilusión, frenado por una pequeña piedra que se mostraba como un peaje que le era imposible de pagar sin ayuda.
—Que problema… —susurro, luego de recordar que se había quedado sin una moneda, menos con cincuenta ryos para pagar una simple entrada—. Ashito-san, ¿serias tan amable de prestarme dinero?
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<< ¿Eh? ¿Le preocupa más el cómo pronuncie su nombre que la situación en la que estamos? bueno, cada uno con sus prioridades >> pensó restándole importancia al asunto, ya que al parecer la serenidad de Kōtetsu no se acabaría por más problemática que sea la situación.
— Ah, lo siento ¿Kōtetsu-san? Asi era ¿no?— pregunto con algo de confusión respecto al nombre del joven, ya que él no sabía a lo que se refería su compatriota con primera silaba, solo supuso que así se pronunciaba después de que lo corrigieron.
Luego de escuchar que todo estaba en orden y que podrían ingresar pagando solo un peaje, su boca soltó un enorme suspiro que lo relajo bastante, una vez adentro ya faltaría poco para poder continuar su camino e instalarse en los dojos— Al fin, ya se habían tardado— exclamo sacando de su bolsillo un pequeño monedero con forma de can para proceder a pagar lo pedido por los guardias.
— Ashito-san, ¿serias tan amable de prestarme dinero?
— ¿Qué?— pregunto concentrado en contar los ryos necesarios para pagar, sin prestar demasiada atención a lo demás—Ah, claro que sí, lo único, ¿te importaría contar los ryos necesarios para ambos?, no soy muy bueno en esas cosas— respondió tardío ante la petición, cuando su cerebro interpreto las palabras del Hakagurē.
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