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Al principio, cuando dijo que se trataba de trabajo para un shinobi, pensé que quería que Katsudon y yo le hiciéramos el trabajo sucio. Pero resulto que no, que mi compañero y yo no eramos bastantes para su plan.
Y lo mejor de todo. Lo remató diciendo que quería que la acogerieramos en uzushiogakure para hablar con Hanabi. Y lo peor de todo. Lo hizo mirando a Katsudon. Es verdad que yo no era nadie. El ultimo mono, pero me ofendió.
—Espera un momento. —Dije mirando a Katsudon, antes de que dijera nada. —Se que no soy más que el peor de los gennins, se que, desde que salimos de la aldea no he parado de meter la pata y retrasarte. Pero ahora mismo estamos hablando de algo más grande. De la seguridad de nuestra villa, de la vida de nuestras familias. ¿Y si todo esto es un plan para colarse en la aldea y sembrar el caos? ¿Y si nos han ayudado a escapar para que confiemos en ellos?
Sabia que tanto ella como Mudito estaban allí y escuchaban todo lo que decía. Pero me daba igual. Había tenido mas que suficiente creyendo ver morir a Katsudon. ¿Y si la siguiente era de verdad? ¿Y si la próxima vez eran mi padre o mi madre?
»Lo último que quiero es meter la pata una vez más y hacer que matan a la gente que quiero.
No podría vivir después de eso. Me consumiría la culpa.
»Se que tengo que obedecerte Katsudon, pero esta vez me voy a oponer a no ser que demuestre, y no me valen las palabras, que es quien dice ser, que no le han lavado el cerebro o esta usando un disfraz.
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Katsudon dirigió una severa mirada a Reiji, quien a pesar de todo siguió demostrando una vez más que en delirios y en no saber cuándo no abrir la boca él era el rey.
—¡Reiji...!
—Eres un necio y un desagradecido —espetó Yamato, dando un paso adelante y sujetando el mango de la espada—. Os dimos la llave para escapar y personalmente me he jugado el cuello de mis hombres para venir a buscaros junto a Yuuna. Y aún así...
Yuuna puso la mano en el hombro de Yamato, con la cabeza gacha y sollozando.
—Déjalo. Parece que el viaje que hicimos juntos no sirvió para nada. Parece que cruzar los aceros conmigo no sirvió para nada.
—Yuuna-san, espere, está frustrado por todo lo que ha...
—Y mi madre tal vez haya muerto, y me disponía a abandonar a mi País y a mi gente durante meses como un último recurso. Yo también estoy frustrada. No os preocupéis. Buscaremos otra manera si es necesario. Lamento el trato que se os dio aquí. —Ella y Yamato se dieron la vuelta y caminaron hacia el bosque. Antes de desaparecer entre los árboles, Yuuna desenvainó su espada. El brillo del filo de Tamashigiri hendió el aire—. La reconoces, ¿verdad, herrero? Ahí tienes tu maldita prueba. Aunque ya no te haga falta.
Y siguió adelante.
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—¡Reiji...!
No. No sabia callarme. ¿Pero tenía que hacerlo? ¿Por que confiaba ciegamente Katsudon en ellos? ¿Que no me contaban?
—Eres un necio y un desagradecido —Oh claro, muchas gracias por sacarme de la carcel en la que los tuyos me han metido—. Os dimos la llave para escapar y personalmente me he jugado el cuello de mis hombres para venir a buscaros junto a Yuuna. Y aún así...
Oh, disculpe señor samurái, fue un placer jugarme la vida contra esos ninjas de Kurama que se colaron en vuestro pueblo y creer ver a mi compañero morir. Fue un placer que me encerraran por matar a unos ninjas que habían violado vuestra seguridad. Fue un placer que contestaran a mis explicaciones con bofetadas. Fue un placer escuchar a los tuyos amenazar con torturar a Katsudon. Fue un placer estar en una celda por no cometer ningún crimen.
—Déjalo. Parece que el viaje que hicimos juntos no sirvió para nada. Parece que cruzar los aceros conmigo no sirvió para nada.
¿Cruzar los aceros? Aquella pelea había sido solo una juego de niños para ella. Se había contenido. No había peleado de verdad.
—Yuuna-san, espere, está frustrado por todo lo que ha...
Si. Pero no. Allí todo el mundo escuchaba y entendía lo que le daba la gana. No estaba solo frustrado. Estaba confuso.
—Y mi madre tal vez haya muerto, y me disponía a abandonar a mi País y a mi gente durante meses como un último recurso. Yo también estoy frustrada. No os preocupéis. Buscaremos otra manera si es necesario. Lamento el trato que se os dio aquí. —Lo peor no había sido el trato. Lo peor era el silencio y las medias verdades. Lo peor era no saber que estaba pasando ni por que. Era como darle vueltas a la misma roca sin saberlo—. La reconoces, ¿verdad, herrero? Ahí tienes tu maldita prueba. Aunque ya no te haga falta.
—¡No estoy frustrado, estoy confuso! —Grité en la dirección en la que yuuna se marchaba. —¡Me contáis a las cosas a medias, omitis cosas, no me explicáis todo! —Ninguno, ni siquiera Katsudon. —¡Ninguno confíais en mi, pero me pedís que confíe a ciegas en todos vosotros, maldita sea!
Le di un puñetazo con todas mis fuerzas al árbol mas cercano, ahora si, frustrado. Lo golpee con tanta fuerza que me hice una herida en la mano. Pero la herida empezó a curarse enseguida.
—¡Dejame desangrarme!
Grité de nuevo frustrado mientras volví a golpear el árbol, que de nada tenia culpa. Otra vez sin existo. Sabia que Gyūki no me escuchaba, y a el también había pensado en fallarle. Pero me daba igual. Solo quería desahogarme, y ni siquiera eso estaba permitido para un inútil como yo.
—¡Dejame sangrar la ira! —Otro golpe. —¡La Rabia! — y otro. —¡El odio!
Seguí gritando y golpeando el árbol. A la larga, seguramente me quedaría afónico. Con suerte, consiguia herirme mas de lo que podía curar el poder del bijuu. Incluso, estaba seguro que podía continuar hasta romperme los nudillos.
—¡No quiero estos sentimientos dentro de mi!
Me confundían. Me cargaban. Me hacían ser algo que no era yo. Pensar en cosas en las que no pensaría yo. Decir tonterías que no diría yo.
Pero para mi era todo la primera vez. Y no sabia manejar las cosas. Ni la situación. No sabia nada.
Al final todo se reducía a lo mismo. Yo no era más que un idiota inútil. Una carga. No estaba hecho para todo eso.
No era más que una espada mal forjada, que cuando se ponía a prueba se temple, se rompía.
—Tenias que haberme dejado en aquella celda...
Se lo dije a Katsudon, pero ni siquiera me digne en mirarle.
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—¡CÁLLATE! —bramó Katsudon a Reiji, interrumpiendo su monólogo, justo después de que el muchacho acusara a Yuuna de contar las cosas a medias. Por primera vez, Reiji se vio obligado a mirarle. Y cuando vio su mirada, por primera vez, se sintió realmente pequeño. No como su autoinflingido sentido de la deshonra le decía, sino de verdad. Por primera vez, Katsudon parecía el gigante que en verdad era—. Callarás, te estarás quieto, y ya hablaremos luego de todo esto. —Hasta Yuuna y Yamato se quedaron petrificados en el sitio. La mujer encaminó la espada lentamente. Katsudon dio un paso hacia adelante—. Pido disculpas —El gigante inclinó la espalda en un ángulo de casi noventa grados—. Primero, en nombre de mi alumno, quien claramente está pasando por un momento que es incapaz de procesar. Y segundo, en mi nombre, jōnin de Uzushiogakure, por no ser capaz de controlar una situación así con un genin a mi cargo.
—Tsk. —Yuuna miró con tristeza a Reiji, quien había llegado a considerar un amigo. ¿Por qué actuaba de aquella manera?—. No he contado ninguna verdad a medias. No he omitido nada. Os he pedido ayuda. Os he pedido perdón. ¿Qué más queréis de mi?
—Yuuna-sama, deberíamos irnos. Los hombres de Koichi-dono van a sospechar...
—Katsudon-san. ¿Aceptas mi petición todavía? Iré yo sola. No vendrá nadie conmigo. Les he ordenado que finjan que me escapé con vosotros. Supongo que no está alejado de la realidad...
Yamato gruñó por lo bajo.
—...sí. Puedes venir con nosotros. Estoy seguro de que Hanabi escuchará —asintió Katsudon.
Yuuna miró a Yamato. Ambos se asintieron con la cabeza.
—Cuídese, Yuuna-sama. Contáctenos cuando llegue sana y salva.
—A medianoche, todos los días, con el Hilo.
Yamato sonrió. Una solitaria lágrima cayó por su mejilla. Asió su casco con fuerza y lo vistió.
—Con el Hilo. —Yamato se perdió entre el bosque.
Yuuna suspiró y se acercó a Reiji. Katsudon gruñó y los miró a ambos. No confiaba en lo que pudiera suceder.
—Gyūki confió su chakra en ti. Eso sólo puede significar que vio bondad dentro de tu corazón —dijo—. No necesito que tú confíes en mí, pero a pesar de todo yo sí que lo haría. Sí que te confiaría mi vida. —Yuuna sollozó y se dio la vuelta, echando a caminar—. Hay un largo trecho hasta el barco. Será mejor que nos pongamos a ello.
Katsudon miró a Reiji, indicándole severo y sin palabras que, por el momento, convenía reflexionar, no quedarse con la última palabra.
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—¡CÁLLATE! —No era miedo. Era respeto. No gritaba con odio ni ira. Si no como un padre o un maestro estricto. Era una orden que incluso el corazón quería obedecer.—. Callarás, te estarás quieto, y ya hablaremos luego de todo esto. —Si.Las ordenes de Katsudon iba aseguilas. Pero eso no iba a aplacar nada.—. Pido disculpas —Aunque claramente no había hecho nada más que soportar la carga que era yo. Y yo tampoco. Para mi, dudar en una situación como aquella, era lo más normal del mundo—. Primero, en nombre de mi alumno, quien claramente está pasando por un momento que es incapaz de procesar. Y segundo, en mi nombre, jōnin de Uzushiogakure, por no ser capaz de controlar una situación así con un genin a mi cargo.
—Tsk. No he contado ninguna verdad a medias. No he omitido nada. Os he pedido ayuda. Os he pedido perdón. ¿Qué más queréis de mi?
Llegar a ser capaz de procesar todo lo que estaba pasando allí. Pero no podía. Simplemente no podía.
—Yuuna-sama, deberíamos irnos. Los hombres de Koichi-dono van a sospechar...
—Katsudon-san. ¿Aceptas mi petición todavía? Iré yo sola. No vendrá nadie conmigo. Les he ordenado que finjan que me escapé con vosotros. Supongo que no está alejado de la realidad...
—...sí. Puedes venir con nosotros. Estoy seguro de que Hanabi escuchará.
—Cuídese, Yuuna-sama. Contáctenos cuando llegue sana y salva.
—A medianoche, todos los días, con el Hilo.
—Con el Hilo.
—Gyūki confió su chakra en ti. Eso sólo puede significar que vio bondad dentro de tu corazón
Queria contestarle. De hecho abrí la boca para hacerlo. Pero no llegue a pronunciar ni una sola palabra antes de volver a cerrarla. El silencio era una orden.
Pero el corazón que había visto Gyūki ahora estaba manchando de cosas oscuras y repugnantes. Odio. Ira. Rabia. Otra vez dudas.
Y lo peor era la frustración. La frustración por no saber cómo deshacerse de todos esos sentimientos.
—No necesito que tú confíes en mí, pero a pesar de todo yo sí que lo haría. Sí que te confiaría mi vida. —Ni yo mismo confiaba en ese instante. Me parecía el peor error de todos.—. Hay un largo trecho hasta el barco. Será mejor que nos pongamos a ello.
No hacia falta la mirada de Katsudon. No iba a decir nada. Solo a seguirles en silenció, hasta el barco.
Igual que la primera vez que caminamos hacia el puerto para partir hacia la tierra de los samuráis.
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Pese a todo lo vivido en el viaje de ida, los vínculos entre los tres usuarios del chakra se habían visto cercenados, o como mínimo dañados. Entre ellos tres había un herrero, así que fácilmente podría haber llegado a la siguiente conclusión: que la confianza es una aleación costosa de fabricar, pero aún más frágil. El tiempo diría si el pequeño Reiji aprendería a repararla.
Sea como fuere, el grupo llegó a la playa en la que atracó el barco. Si es que a eso podía llamársele atracar.
El navío yacía escorado hacia estribor en medio de la playa, fruto del intento desesperado por frenar el desenfrenado ímpetu que cargaba hacia el País del Hierro tras el encuentro del trío con Gyūki.
—Subid al barco, chicos. Ahora os alcanzó —declaró Katsudon.
Yuuna se acercó al casco y miró hacia arriba, confusa. ¿"Subid al barco"? Claro. Si le diesen una escalera estaría chupado.
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El "Luego hablaremos de Katsudon" no llegó nunca durante el viaje. Fue un caminó largo y en silencio, al menos por mi parte, que caminé detrás y sin dirigirles la palabra.
Yo seguía sin saber cómo enfrentarme a aquel tornado de sentimientos que no paraba de girar dentro de mi. No podía pensar con claridad y no podía sentir con claridad.
Al final, llegamos al sitio donde habíamos dejado el barco. El navío seguía allí tal y como lo habíamos dejado. Otro montón de recuerdos y sentimientos se unieron a la fiesta que había montada dentro de mí.
Aún así, me acerqué al barco y le di un par de golpecitos como el que le da unas palmaditas en el hombro a su amigo.
«¿Nos llevarás otra vez a nuestro destino, compañero?»
—Subid al barco, chicos. Ahora os alcanzó.
Una tarea sencilla incluso para el peor ninja de Oonido, es decir, incluso para mí. Solo había que concentrar el chacra en la planta de los pies, y pum, subir. Igual que había bajado de él pa no hacerme daño en una herida que había desaparecido de repente. Otro tema que Katsudon había dejado en aire.
Subí un poco hasta darme cuenta de que, aunque el gennin mas estúpido y bocazas del mundo podía hacerlo, una samurái bien entrenada no.
Y aunque no me apetecía nada lo que iba a hacer tal y como estaban las cosas, le debía una cuantas a Katsudon, y ya le había entorpecido lo suficiente durante el viaje. Además, no me apetecía que volviera a reñirme.
Bajé de un salto a la playa, y sin decir ni una sola palabra, agarré a Yuuna en brazos. No me gustaba nada esa cercanía con nadie, pero no se me ocurría otra forma de hacerlo.
Antes de comenzar a subir de nuevo, si que le dirigí una sola palabra.
—Sujetate.
Eso supondría mucha mas cercanía de la que me gustaría, pero no estaba seguro de si tenia suficiente fuerza para cargarla en brazos hasta arriba.
Eso si, tampoco puse resistencia a que si quería bajarse lo hiciera. Allá ella.
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2/01/2020, 16:40
(Última modificación: 2/01/2020, 16:40 por Amedama Daruu.)
De pronto, Yuuna se vio alzada sobre la arena y volteada de cualquier manera. Tensó todo su cuerpo y gimió con sorpresa.
—¡E... espera! —protestó roja como un tomate.
—Sujétate —indicó Reiji sin embargo, y comenzó su ascenso por el casco. Yuuna no protestó, y desde luego se agarró a los brazos de Reiji. Tan fuerte que le hizo daño y le marcó las uñas.
Cuando llegaron a cubierta, la mujer se zafó de él, todavía con las mejillas encendidas, y se alejó dando unos torpes y rígidos pasos hacia las escaleras de la cabina.
—Gra-gracias.
¡Pum!
Katsudon acababa de aterrizar de un salto. Se sacudió las manos con una sonrisa amplia en el rostro.
—Bueno, pues ya está. Apañado. —Apañado, pero el barco no se había movido.
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Yuuna si que se agarro, si. Tan fuerte que dejó sus uñas marcadas en mí brazo, lo cual no tardaría en desaparecer. La pregunta era si, ella confiaba poco en mí o le tenia miedo a las alturas. Aunque en realidad ya sabía la respuesta.
En cuánto llegamos arriba, se soltó y se alejó de mí. Mejor. De otro modo la situación hubiese sido mas incomoda aún de lo que ya había sido.
—Gra-gracias.
No dije nada. No lo había hecho por amabilidad ni por hacerle un favor a ella, solo para no entorpecer más a Katsudon. Por que si no lo hubiera hecho yo, lo hubiera tenido que hacer él.
¡Pum!
Mas feliz que un kusajin en un combate, Katsudon aterrizó en el barco de un salto. Sea lo que fuera que había hecho, ya había terminado.
—Bueno, pues ya está. Apañado.
Si. Pero había varios pequeños detalles que, siendo él el Jounin, no había tenido en cuenta. El primero, era que ninguno de nosotros sabíamos llevar un barco. Y el segundo y mas importante, era que, ambos dos, se venían a bajo cuando estábamos en alta mar.
Iba a comentarlo cuando recordé que Katsudon me había dicho que me callara. Así que yo, calladito, no dije nada. Quizás Katsudon tenia algun plan.
Pero lo más raro era que sonriera al subirse a un barco después de lo que yo había visto viniendo con ellos.
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—¡Ahora, agarráos! —gritó Katsudon.
Y el barco se elevó en el aire, tal y como lo había hecho días atrás, cuando Gyūki los alzó para cambiar su rumbo. Reiji apenas tuvo tiempo de concentrar el chakra en los pies y cayó de culo. El navío sufrió una sacudida, giró en el aire hasta encarar el océano, y de pronto volvieron a encontrarse navegando por los mares de Oonindo. Si uno echaba la vista atrás, descubriría un Katsudon gigante, allá en la costa, con los brazos cruzados y una amplia sonrisa en el rostro. Poco a poco, se empequeñeció y desapareció con una nube de humo.
—Ahora es tu turno, mi capitán —dijo, acercándose a Reiji muy serio y palmeándole el hombro—. Ya sabes que no me llevo bien con alta mar. Mientras vea tierra, todo bien, pero dentro de un rato creo que voy a estar pasándolo bastante mal.
»Subamos a la cabina, chico. Tenemos que hablar.
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—¡Ahora, agarráos! —gritó Katsudon.
Dijo eso demasiado tarde. No tuve el tiempo de reacción suficiente como para poder concentrar el chakra en los pies, y caí de culo sobre la fría madera. Como siguieran lanzando el barco así, lo iban a destrozar. Mi querido compañero.
—Ahora es tu turno, mi capitán
Pues estaba confiando en la persona equivocada. Ni pajolera idea de navegar tenia. Y desde luego, entre aquellos barrotes, no había tenido tiempo ni recursos para aprender a hacerlo. Y lo mejor: Ya no habían ni mapa, ni brujula. Pero era mejor no decir nada. Sobretodo por que fijo que entraba de nuevo en pánico.
—Ya sabes que no me llevo bien con alta mar. Mientras vea tierra, todo bien, pero dentro de un rato creo que voy a estar pasándolo bastante mal.
Y cuando se diera cuenta de que no sabia ni donde no estábamos metiendo, ni a donde cojones se dirigia el barco, entonces si que iba a pasarlo mal.
—Subamos a la cabina, chico. Tenemos que hablar.
Claro que teníamos que hablar. Ya era hora de que lo hicieramos de hecho. Había esperado demasiado.
No espere ni un segundo a subir a la cabina. Ese sitio me traía recuerdos divertidos. Era un buen lugar para viajar de vuelta. La preguntara era ¿En que maldita dirección?
Supuse que Katsudon había encaminado bien el barco, así que, mientras no se viera un obstaculo a lo lejos, todo recto y hacia delante, en busca del jodido tesoro.
Si. El capitan Reiji estaba de vuelta. El peor pirata de todo Oonido. El navegante de los mil cien mares. Y ya podía oler de nuevo el tesoro. ¿De vuelta a Uzushiogakure? Si, pero por el camino habría tesoros, si señor.
Y esos tesoros serian todos del capitan Reiji.
¿Estaba olvidando algo importante sobre el mar? Bueno, si no lo recordaba, es que no sería tan importante.
Y la mejor parte: Volverían las canciones de piratas.
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11/01/2020, 23:31
(Última modificación: 12/01/2020, 01:17 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.)
Reiji y Katsudon subieron a la cabina envueltos en un silencio sepulcral que ni siquiera se rompió cuando el hombretón indicó a Yuuna que saliera un momento con la cabeza. El Akimichi se sentó en una de las destartaladas cajas de metal que había por el suelo, e indicó con la mano a Reiji que tomase control del timón.
—No te entiendo, chico —dijo Katsudon finalmente, al cabo de unos segundos—. Creí que había quedado claro en la prisión. Hemos compartido todo un viaje con Yuuna, y nos han atacado los mismos enemigos. ¿Qué más sospecha cabía?
»Además, que no confíes en ella, muy bien. Pero si ves que yo no estoy en desacuerdo con lo que nos propone... no sé. Nunca he sido de los jounin autoritarios, no va conmigo eso. ¿Pero acaso tampoco confías en mí?
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El timón del barco volvía a estar en manos del increíble Reiji, el peor de los piratas de todo Oonido. ¿Y a donde se dirigía? Pues tenia menos idea que un kusajin en tiempos de paz. Vamos, mas perdido que un pingüino en un desierto.
Y lo peor. La brújula y el mapa habían desaparecido pa siempre cuando Gyuki lanzo el barco con sus tentáculos. Pero no había que preocuparse por nada. Teníamos mi olfato para los tesoros.
Y bueno, puestos al rumbo... Katsudon había lanzado el barco todo recto. Antes habíamos ido en esa dirección por error y gyuki nos había salvado. Pero Gyuki ya no estaba allí para salvarnos, así que... ¿Uzu quedaba a la izquierda o la derecha del hierro? Mmm... Que mas daba.
Mi instinto para la pirateria y los tesoros me decía que... Todo a la derecha. Y eso fue lo que hice. Girar todoooo a la derecha.
Mientras yo hacia todo esto... Katsudon se sentó para que, por fin, habláramos.
—No te entiendo, chico —La verdad... yo tampoco me entendia. Pero si entendí la seriedad de sus palabras.—. Creí que había quedado claro en la prisión. Hemos compartido todo un viaje con Yuuna, y nos han atacado los mismos enemigos. ¿Qué más sospecha cabía?
Pues a mi parecer bastante. Siendo quien era, y habiendo estado encerrada donde había estado encerrada. ¿Que prueba teníamos de que no le habían hecho nada raro?
»Además, que no confíes en ella, muy bien. Pero si ves que yo no estoy en desacuerdo con lo que nos propone... no sé. Nunca he sido de los jounin autoritarios, no va conmigo eso. ¿Pero acaso tampoco confías en mí?
¿La verdad? Después de todo aquello... No sabia de quién fiarme y quien no.
—La verdad... Y aunque parezca mentira... Creo que ahora mismo eres la única persona de la que me fío. — Había peros, si. Los había. —Sin embargo, es que... Con del tema de Yuuna, yo... Estoy muy confuso. Tengo un torbellino aquí dentro. — dije señalandome el corazón.— Llegué allí sabiendo que no eran amigos, pero confiando en que no eran enemigos... Y te vi morir, estas vivo, pero yo pensé que habías muerto. Pensé que la explosión te había matado y yo estaba conmocionado.
»Y entoces, cuando no era capaz de articular palabra, cuando mi cabeza no era capaz de pensar en otra cosa, apareció ése samurái a exigirme, a golpes, respuestas. ¿Por que me pegó ese samurái Katsudon? ¿Que había hecho para merecer ese trato? ¿ Acaso no estábamos allí para avisarles? ¿Para ayudarles? No entendía nada de lo que estaba pasando.
»Y por si fuera poco, Cuando vi que Salias con vida de debajo de aquellos escombros, ese hijo de...del hierro, dijo que te torturarian. Fue en ese momento, Cuando pronunció esas palabras... Quise ser el mismo tipo de monstruo que Kurama. Sentí, o mejor dicho, todavía siento dentro de mi, rabia e ira, odio, y unos sentimientos repulsivos que no se como hacer que se marchen y salgan de mi.
»Si llegan a ponerte la mano encima allí, delante de mi, yo... Seguramente no estaría aquí ahora.
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Katsudon gruñó molesto. No con Reiji, sino consigo mismo. No estaba en su naturaleza el ser severo con los demás. Y el muchacho le caía bien.
—Está bien... resulta halagador que me tengas tanto aprecio, chico —dijo—. Pero no te preocupes, soy fuerte como un roble, ¡jo, jo, jo! —El hombretón se dio una sonora palmada en la barriga—. En cuanto a los samurai, bueno... la verdad es que aquél tipo era un auténtico hijo de puta. Pero si Yuuna está contra ellos, yo estoy con Yuuna. Y tampoco te creas que en Uzushio no tenemos medidas para este tipo de situaciones, hemos acogido gente muchas veces. A veces han resultado ser buena gente, y otras...
»...en otras ocasiones pasa como con Uchiha Akame. Y ya viste, un jounin, el tío. Una serpiente hizo nido desde pequeño en nuestra propia aldea. Así que no le temo a un nuevo error. Hanabi le pondrá la vigilancia suficiente, investigaremos su pasado, la interrogaremos... ya sabes. Es a lo que te expones si quieres ser acogido en una aldea ninja.
Katsudon se encogió de hombros.
»Por lo pronto, a lo mejor deberías hablarte con Yuuna de nuevo. Reestablecer lazos. Ya sabes, por si resulta que sí es una buena persona que necesita nuestra ayuda.
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—Está bien... resulta halagador que me tengas tanto aprecio, chico[/color] —No tenia muchos más amigos. Podía contarlos con los dedos de una mano, y me sobraban.—. [Sub=coral]Pero no te preocupes, soy fuerte como un roble, ¡jo, jo, jo! —Si, después de verle sobrevivir a la explosión y el derrumbamiento, me lo creia. Eso si, solo en tierra firme.—. En cuanto a los samurai, bueno... la verdad es que aquél tipo era un auténtico hijo de puta.
Un momento. ¿Katsudon había llegado a conocerle? Eso significaba que... ¿ Había cumplido sus amenazas de tortura? Ese desgraciado... Oonido no sería lo suficientemente grande para que encontrase un escondite. La próxima vez que me lo cruzase, iba a sentir la ira de los mil trescientos cuarenta mares.
— Pero si Yuuna está contra ellos, yo estoy con Yuuna. Y tampoco te creas que en Uzushio no tenemos medidas para este tipo de situaciones, hemos acogido gente muchas veces. A veces han resultado ser buena gente, y otras...
Si bueno. Últimamente la seguridad de uzushio era un poco... Floja. Akame se había colado y había matado. Y al parecer, hubo alguien mas que se coló en la aldea con relativa facilidad.
»...en otras ocasiones pasa como con Uchiha Akame. Y ya viste, un jounin, el tío. Una serpiente hizo nido desde pequeño en nuestra propia aldea. Así que no le temo a un nuevo error. Hanabi le pondrá la vigilancia suficiente, investigaremos su pasado, la interrogaremos... ya sabes. Es a lo que te expones si quieres ser acogido en una aldea ninja.
Él no. Él era un ninja preparado. Con experiencia, con un buen entrenamiento. Pero yo no. Y no paraba de equivocarme una y otra vez, menos en el rumbo del barco, mi olfato de pirata era infalible.
—Yo si que temo equivocarme. Mi vida es un camino de rosas, pero al contrario de lo que se espera, siempre piso las espinas. No he parado de hacerlo desde que salimos de uzushio.
»Por lo pronto, a lo mejor deberías hablarte con Yuuna de nuevo. Reestablecer lazos. Ya sabes, por si resulta que sí es una buena persona que necesita nuestra ayuda.
Tal vez, pero...
—Tienes razón pero, creo que no quieres que me alejé de este sitio ahora mismo.
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