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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Katsudon dio una risotada. Observó la tierra alejándose no sin cierta preocupación.

Espero poder acostumbrarme un poco después de un rato —dijo, empalideciéndose sin embargo—. Creo que este va a ser un viaje largo, y seguro que tendremos que hacer turnos para dormir. A menos que queramos parar por completo el barco en medio del océa... nononono. Mejor no, mejor no. —Se levantó de la caja y comenzó a moverse nervioso por toda la cubierta—. Bueno, Reiji-kun, yo... discúlpame. Voy a bajar a la despensa a ver la comida que nos queda... espero no tener que pescar.

»Ah... —dijo antes de salir—. Vas a pisar más espinas. Eres genin, tienes toda la vida por delante. Solamente intenta no hacerte mucho daño con ellas, jo, jo, jo.

La puerta se cerró y Reiji quedó a cargo del timón de nuevo en solitario. Pasaron varias horas, en las que tuvo que luchar contra el cansancio y el aburrimiento. A media mañana la puerta de la cabina se abrió. Los tímidos pasos de Yuuna la condujeron a las cajas en las que había estado Katsudon. Sin mirar a Reiji, Yuuna paseó el dedo por la caja recogiendo algo de polvo y pellizcándolo con la mano.

Reiji... —dijo—. Siento mucho ser una carga para vosotros. De verdad. No pediría vuestra ayuda si no la necesitara.
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Espero poder acostumbrarme un poco después de un rato —Lo dudaba, sobretodo cuando se diera cuenta de que yo no tenia ni idea de hacia donde estábamos iendo.
—. Creo que este va a ser un viaje largo, y seguro que tendremos que hacer turnos para dormir. A menos que queramos parar por completo el barco en medio del océa... nononono. Mejor no, mejor no. —Pues su turno iba a ser divirtidisimo de ver, lastima que seguramente me tocara dormir.—. Bueno, Reiji-kun, yo... discúlpame. Voy a bajar a la despensa a ver la comida que nos queda... espero no tener que pescar.

A no ser que los hubieran robado, que era probable, nadie había tocado los suministros. El problema seguramente era el tiempo que habían paso allí y su estado de conservación.

»Ah... —dijo antes de salir—. Vas a pisar más espinas. Eres genin, tienes toda la vida por delante. Solamente intenta no hacerte mucho daño con ellas, jo, jo, jo.

Un poco triste pensar que todavía me quedaba tanto tiempo de meter la pata donde no debía meterla. Tanto tiempo de fracasos. Eso, sumando al aburrimiento que vino después... No me sentía motivado para volver a cantar. Y eso que tenia nuevas letras. Y mejores.

Durante todo aquel tiempo, nada cambió. ¿Quizás me había equivocado de dirección? No. Mi olfato para los tesoros no podía equivocarse. Pero si la dirección era correcta... ¿No deberian verse a lo lejos las islas del té?

Algo me sacó de mis pensamientos. Fue la entrada silenciosa de Yuuna. Que lo único que hizo fue pasar el dedo por donde había sentado Katsudon.


Reiji...—dijo—. Siento mucho ser una carga para vosotros. De verdad. No pediría vuestra ayuda si no la necesitara.

Suspire y conté antes de hablar...

Creo que, estas igual de confundida conmigo mismo de lo que lo estoy yo también conmigo. A mi no me supone una carga ayudar a alguien que necesita mi ayuda, pero... ¿Como se quien la necesita de verdad y quien me engaña? No he parado de meter la pata y equivocarme desde que salí de la aldea.

Y entorpecer a Katsudon con ello.

»Aunque no lo parezca, no es en ti en quién no confío. Es en mí. Tengo miedo de volver a meter la pata. Piénsalo, si no llega a ser por Gyuki, nos hubiera matado en el viaje de ida.
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Yuuna se mantuvo callada un momento. Suspiró.

Mi madre siempre me enseñó que hay que rodearse de gente capaz y con la que uno tenga confianza para poder enfrentarse al miedo —dijo—. El miedo nunca desaparece. La sensación de que no eres lo suficiente nunca desaparece. Pero cuando confías en alguien que está a tu lado, esperas que esa persona te apoye cuando tú flaquees.

»Como te dije antes, yo sí confío en ti. Y si tú confías en mí, no te preocupes, yo... te cubriré las espaldas. O el timón. —Yuuna se ruborizó y apartó la mirada.
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Mi madre siempre me enseñó que hay que rodearse de gente capaz y con la que uno tenga confianza para poder enfrentarse al miedo —Pues allí, en medio de la nada, donde todo el mundo estaba lejos, y la única persona en la que confiaba, tenia miedo, estaba jodido. Muy jodido.—. El miedo nunca desaparece. La sensación de que no eres lo suficiente nunca desaparece. Pero cuando confías en alguien que está a tu lado, esperas que esa persona te apoye cuando tú flaquees.

No le faltaba razón, pero... Yo también quería valerme por mi mismo, no siempre depender de la fuerza de otros para no meter la pata. Mis padres no iban a estar allí siempre, Katsudon no iba a estar allí siempre. Era muy difícil confiar en otros cuando uno no era capaz de fiarse ni de si mismo.

A veces, había que confiar en los demás, pero ser siempre una carga... era desolador. Daba igual lo bonito que lo pintaras. Algún día, tarde o temprano, tenia que valerme por mi mismo, y ese, sería un dia terrible.

»Como te dije antes, yo sí confío en ti. Y si tú confías en mí, no te preocupes, yo... te cubriré las espaldas. O el timón.

Una sensación desconocía me recorrió la espalda cuando la escuché decir eso. Era... Demasiado cercano. Obviamente le di la espalda mientras, un poco ruborizado, reordenaba mis pensamientos antes de volver a hablar.

Yo... No deberías confiar en mí. En esa celda cultive un odio, una ira, y una desconfianza que no son propios de mi. Yo... —Quizas no debía decir nada, quizás era mejor callarme, quizás volvía a meter la pata de nuevo, pero sentía que ella tenia que saberlo. —Pensé cosas horribles que no hice simplemente por que no tenia el poder para hacerlas. Se me pasaron por la cabeza cosas que... Me convertirían en el mismo tipo de monstruo que Kurama, o incluso peor. Por suerte para los samuráis, solo soy el hijo de un herrero.
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Es difícil oírte decir eso de mi gente, pero la verdad es que tal y como se comportaron contigo no te dieron mucha alternativa —dijo Yuuna con la voz temblorosa. Se agarró el brazo derecho y apretó inconscientemente con la mano—. De todas formas, creo que deberías restarle importancia a esos sentimientos. Creo que es una reacción normal. Si a mí me hubiesen encerrado en Uzushiogakure después de tratarme de la misma forma que a ti, yo habría reaccionado parecido.

Yuuna se levantó y se acercó a él. Le apoyó una mano en el hombro y se asomó para mirarle a los ojos.

»Oye, ¿por qué no me dejas el timón un rato? Tienes unas ojeras terribles. Deberías descansar —sugirió—. Tranquilo, me preocuparé solamente de mantener el rumbo. ¡Tú eres el capitán al fin y al cabo! —Rio. Desde más de cerca, Reiji pudo ver mejor los surcos de piel húmeda que confesaban que Yuuna había estado un largo rato llorando.
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Es difícil oírte decir eso de mi gente, pero la verdad es que tal y como se comportaron contigo no te dieron mucha alternativa.

En realidad, nunca me había enfurecido lo que me hicieron a mi. No. Fue aquella amenaza de que torturarian a Katsudon. Fue la incertidumbre, en aquella celda, de que era lo que estaban haciendo a mi compañero. Era la certeza de que no podía hacer nada para ayudar a Katsudon.

De todas formas, creo que deberías restarle importancia a esos sentimientos. Creo que es una reacción normal. Si a mí me hubiesen encerrado en Uzushiogakure después de tratarme de la misma forma que a ti, yo habría reaccionado parecido.

Siendo sinceros, aquello era una mentira enorme. No con mala intención, claro, pero una mentira.

Los ninjas habían atacado a su pueblo y se habían llevado a su padre para siempre, cosas peores que las que los samuráis me habían hecho a mí. Sin embargo, ella había ido a buscar la ayuda de los ninjas. Estaba intentando confiar en los ninjas. Si nos odiaba, como yo había odiado a su pueblo, no lo había demostrado ni una sola vez.

Fue quizás en ese momento en el que me di cuenta de que había sido un completo idiota. O mejor dicho, lo sabia desde mucho antes, pero mi cabeza no había querido admitirlo.

Cuando apoyó su mano sobre mi hombro, me puse tenso. No por desconfianza, ya no. Era por qué estaba demasiado cerca. Y mas cuando se asomó para mirarme a la cara.

Oye, ¿por qué no me dejas el timón un rato? Tienes unas ojeras terribles. Deberías descansar —Si, y seguramente la cara tan roja como un tomate—. Tranquilo, me preocuparé solamente de mantener el rumbo. ¡Tú eres el capitán al fin y al cabo!

Como si yo tuviera la mas mínima idea de hacia donde íbamos. Yo solo seguía mi infalible olfato para los tesoros. Si, ese que casi nos mata de camino al hierro. Pero esta vez si. Esta vez me llevaría hasta el tesoro.

Volviendo a la realidad... Que Yuuna había estado llorando no paso desapercibido cuando estuvo tan cerca de mí. Ella... Estaba sola, mas sola de lo que yo había estado cuando iba a la academia. Y yo...

Me di la vuelta y le di un abrazo. No se por que reaccioné de esa manera. Quizás por que sentí que ella lo necesitaba. Aunque tal vez, como siempre, volviera a equivocarme. Mi cabeza era un torbellino de emociones y sentimientos que no podía controlar. Que vergüenza para un uzujin no saber manejar un remolino ¿Verdad? Pero es que yo, Reiji, también era el peor shinobi de uzushio.

Yo...no puedo ni imaginarme todo lo que estas pasando, y encima yo... —Yo había sido un gran imbécil. Por no decir algo mas malsonante.—Encima tienes que viajar con un pirata idiota y un ninja inútil. —Obviamente hablaba de la misma persona y no era Katsudon.

Cuando fui mas consciente de lo que estaba haciendo, me separé de ella y me alejé avergonzado hacia la salida.

E...e...e..en fin, creo que tienes razón — Dije nervioso. —Voy a ver como lo lleva el grandullón y a descansar.

No salí de allí corriendo, pero casi. Fui a buscar a Katsudon, para ver como llevaba no ver la tierra al rededor. Si eso, luego ya me echaría una cabezadita. Estaba seguro de que me hacia mucha falta.
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De pronto, Reiji se lanzó para abrazar a Yuuna. La muchacha dejó escapar un pequeño gritito de sorpresa y por un momento se quedó rígida como una estaca. Pero finalmente aceptó la muestra de cariño y rodeó con sus brazos al shinobi, agarrándose a la tela de su ropa.

Yo...no puedo ni imaginarme todo lo que estas pasando, y encima yo... Encima tienes que viajar con un pirata idiota y un ninja inútil —dijo Reiji.

Un ninja inútil y una samurai fracasada... —gimió ella.

Él se separó y apartó la mirada, alejándose. Yuuna, roja de pies a cabeza, se quedó agarrándose los dedos de las manos con los ojos clavados en el suelo.

E...e...e..en fin, creo que tienes razón, Voy a ver como lo lleva el grandullón y a descansar.

Q-que descanses, R-Reiji.

Se dio la vuelta y agarró el timón con fuerza. El océano se extendía ante ella, infinito. Como la confusión que sentía en aquél momento. No tenía sentido, pero...

¿...pero y si lo que sentía era real?


· · ·


El grandullón no lo llevaba bien.

Katsudon estaba sentado en la cama de su camarote, rodeado de un montón de latas de comida en conserva que había encontrado y que no había encontrado ni siquiera tiempo de guardar en ningún sitio. Se cogía las rodillas con los brazos y temblaba. Estaba muy pálido.

Ho-hola, Reiji-kun —le dijo. Con todo lo grande que era, ahora parecía haberse empequeñecido muchísimo—. ¿Hay.... hay alguien controlando el barco verdad? ¿No has dejado el timón solo verdad? ¿No nos... no nos vamos a hundir verdad?
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Me quede un momento parado respirando el aire puro del oceano mientras me sujetaba el pecho con una mano. Algo iba muy mal conmigo.

Unas veces dudas y otras...

Quizás me hacia falta también meter la cabeza debajo de un buen chorro de agua fría. Para aclarar mas ideas nada más.

Quizás había algo para ducharse en el barco.

· · ·

Katsudon estaba mas blanco que la nieve del pais del hierro, eso si, rodeado de latas de comida.

Ho-hola, Reiji-kun —Cuando había gritado que me callase, parecía un gigante, ahora... era como un hermano pequeño asustado por el monstruo de debajo de su cama—. ¿Hay.... hay alguien controlando el barco verdad? ¿No has dejado el timón solo verdad? ¿No nos... no nos vamos a hundir verdad?

Si,si, tranquilo, Yuuna esta al timón. Me ha visto cansando y me ha dicho que me sustituía un rato mientras descansaba. ¿Puedo hacer algo para que te sientas mejor?

Dentro de lo inútil de mí, quizás hubiera algo que pudiera hacer por el pobre Katsudon.

¿Sabes si hay una ducha o algo en el baño para lavarse? Necesito hundir la cabeza en un cubo de agua fría
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Si,si, tranquilo, Yuuna esta al timón. Me ha visto cansando y me ha dicho que me sustituía un rato mientras descansaba. ¿Puedo hacer algo para que te sientas mejor?


No... no sé, Reiji-kun. La verdad, chico, creo que si todos tenemos un punto débil, este es sin duda el mío —le confesó con una risotada nerviosa—. Tu compañía y conversación ya es reconfortante.

¿Sabes si hay una ducha o algo en el baño para lavarse? Necesito hundir la cabeza en un cubo de agua fría —preguntó el muchacho.

Pues... me pareció ver unos baños de camino a la bodega, lo que no sé es el estado en el que estarán. No entiendo de barcos, así que igual cogen el agua del propio mar —contestó Katsudon—. Oye, y debo entender entonces que ya has hablado con Yuuna. ¿Qué tal, habéis hecho las paces?
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Pues... me pareció ver unos baños de camino a la bodega, lo que no sé es el estado en el que estarán. No entiendo de barcos, así que igual cogen el agua del propio mar —Bueno, la idea de meter la cabeza debajo del mar, tampoco era mal. A mi me valía, mientras fuese fría.—. Oye, y debo entender entonces que ya has hablado con Yuuna. ¿Qué tal, habéis hecho las paces?

¿Habíamos hecho las paces? Mmm... ¿Quizás? ¿Se le podía llamar así? Solo de recordar el momento...

Necesitaba ya el agua fría.

Si... Algo así. Voy a buscar la ducha.

Dije nervioso antes de abandonar al pobre Katsudon en busca de algo que parecía necesitar mas que dormir.
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Katsudon se quedó mirándole confuso cuando abandonó el camarote.

Reiji recorrió el pasillo bajo cubierta hasta encontrar unas escaleras que descendían hacia la derecha. Las bajó y se encontró con un pequeño pasillo: al fondo se distinguían los barriles y cajas de la bodega, pero a la izquierda había una puerta que llevaba a un sobrio baño (que consistía poco más que de un agujero en el suelo) y una ducha conectada a una cañería.

Si la encendía, descubriría enseguida que Katsudon había estado en lo cierto, y que el agua que salía de allí era salada. Pero no debía de suponer problema para todo un lobo de mar como él.
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No hay marcas de sangre registradas.
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No tardé en encontrar el baño, y desde luego, no tarde en descubrir que Katsudon no estaba equivocado. Pero por lo menos, el agua era fresca.

No era el mejor baño del mundo, ni se parecía a los lujos que acostumbraba a usar en casa. Pero me daba bastante igual en ese momento. Si el barco llegaba sano y salvo, y podía agenciarmelo, ya lo reformaria.

Por lo pronto, colgué el Uwagi en la puerta por fuera, para que supieran que yo estaba ocupando el baño, y tras quitarme el resto de la ropa, me puse bajo el chorro de agua fría de mar.

Seguramente permanecería allí debajo un buen rato.
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Reiji se dio una refrescante ducha con agua salada. Dicen que es buena para la piel, pero la verdad es que se dicen tantas cosas que uno no sabe ya qué creer.
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Decían que bañarse en agua fría ayudaba a refrescar las ideas y calmar los nervios. Bueno. Funcionaba un poco. Ahora estaba tan relajado como un kusajin después de una buena pelea de bar.

Pero había un pequeño detalle. Una cosa importante que, como buen peor shinobi y pirata había olvidado: Una toalla.

No tuve mas remedio que vestirme con la ropa sobre la piel mojada, y regresar a la habitación, donde la usaría para terminar de secarme y me cambiara antes de echarme una no tan merecida cabezadita.
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Cuando despertó, era de noche. La supuesta cabezadita había sido una cabezadota. Pero eso sí, se encontraba con todas las fuerzas de las que podía disponer un ninja. El camarote estaba vacío, y eso sólo podía significar que Katsudon no estaba allí. De las latas de comida en conserva, tres de ellas estaban abiertas y vacías.

La puerta estaba entreabierta, y por la rendija vio a Yuuna, que bajaba las escaleras y, sin reparar en él, abría la puerta de un camarote.

Tamashigiri, perdóname, pues esta samurai indigna no se merece usar tu filo perfecto —la escuchó decir.
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