Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Datsue miró de reojo a Shunsuke, extrañado por lo bien que le acababa de seguir el juego, mientras caminaba tras el extraño hombre hasta llegar a una trastienda. «¿Se esconde aquí Kid?» Pronto descubrió que no era así. No en aquel preciso momento, al menos.
La oscuridad les envolvió y Datsue tuvo que aguantarse las ganas de activar el Sharingan. No le gustaba no saber qué había a su alrededor. Una parte de él empezaba a pensar que aquel hombre no se había tragado su cuento y que les estaba tendiendo una trampa. La otra, sin embargo, era demasiado vanidosa respecto a su lengua de plata como para siquiera dudarlo.
Se sentó en la silla; la mesa y el tipo frente a él. Luego recibió una pregunta que no supo del todo cómo afrontar. «¿Qué pieza? ¿Es que acaso se supone que hay distintas piezas? ¿Mari sabe esto? Si es así, se supone que yo también… Mierda.»
—No me atrevería a pedir ninguna en concreto. La que usted prefiera, señor… ¿Cómo dijo que se llamaba?
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
El sujeto pareció sorprendido de que Datsue rompiera con los protocolos del procedimiento. Pero, lejos de levantar sospechas, su intermediario en aquella conversación parecía casi tan sorprendido como él, como si no pudiera seguir.
—¿¡Qué yo elija la pieza!? ¿Pe-pero por qué o qué?— Alzó de pronto ambas manos y negó con la cabeza. Ciertamente parecía fuera de sus casillas porque el procedimiento no parecía ir de acuerdo a los planes. —Y lo lamento pero no te puedo decir mi nombre, lo tengo prohibido —. Volvió a ajustarse el sombrero y el cuello de la chaqueta, asegurándose de seguir escondiendo las facciones.
El tuerto entre tanto, miraba confundido a ambos, rascándose la nuca.
Pronto, escucharían pasos provenientes desde más atrás. Una silueta se asomaría desde el cristal difuso de la ventana de la puerta que tenían tras sus espaldas. Era una sombra extraña, parecía que llevaba una capucha.
—¿Sucede algo con el beneficiario? — Increpó la voz de un joven, desde el otro lado de la puerta.
«Por las tetas de Amaterasu, esto se me está yendo de las manos». No comprendía la maldita importancia de elegir una pieza, o de tener que ser él quien la eligiese. Para enrevesarlo todo, una segunda figura apareció tras una ventana. Datsue tensó los músculos, y reprimió las ganas de activar el Sharingan. Las cosas estaban a punto de ponerse bravas, pero el Uchiha quería hacer todo lo posible por mantener el camino pacífico.
El camino del engaño.
—Ehm… Está bien, está bien. La elegiré yo. ¿Me recuerda todas las piezas que había? No quiero olvidarme de ninguna —dijo, prudente. No podía improvisar y decir un nombre al azar, como la pieza del elefante, porque tenía tanta probabilidad de acertar como de ganar la lotería.
Y eso, bien lo sabía él, era una probabilidad menor a ver a un kusareño cumpliendo una misión.
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