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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Datsue en ningún momento le respondió a los llamados así que así como él pasaba de ella, ella hizo lo mismo y se acomodó lo mejor posible para dormir, claro que no estaría tan cómoda como en una cama y al día siguiente por lo menos sentiría un dolor de cuello bastante fuerte.

Y hubiese sido solo eso de no ser porque cierta persona hizo un cambio en los grilletes de la Kageyama, quien mientras dormía se ve que se retorció lo suficiente para que parte de su cuerpo quedase suspendido en el aire gracias a las cadenas que mantenían sus brazos en alto. Cualquiera diría que estaba incómoda, pero los leves ronquidos que soltaba la kunoichi dejaban en claro que muy poco le importaba lo marcadas que le quedarían las muñecas por ello.

En cuanto le hicieron el cambio de grilletes, lo que la mantenía en posición se esfumó y con eso el cuerpo de Koko se fue hacia delante casi que con violencia y un ruido… ¿a hueco? Se escuchó por toda la celda. Y sí, el ruido había sido del golpe la cabeza de la rubia contra el piso.

—¿Eh? —soltó atontada mientras se frotaba la frente por el golpe que se dio…

«Momento… »Algo no estaba bien, ¿o tal vez estaba mejor que antes? Sea como fuere, la pecosa estaba libre, o eso pensó hasta que al abrir los ojos y lograr hacer foco se encontró que Yume le había puesto otro tipo de grillete, uno que hasta cierto punto le daba bastante libertad y…

—Uhm… ¿Tengo que actuar como una mascota? —preguntó algo adormilada aún, y dolorida sin dudas tanto por el golpe como por la pésima forma en que durmió.

No estaba de mal humor, y su tono solo demostraba que aún estaba algo cansada pero no mostraba signos de molestias mayores. Salvo las ojeras por culpa de un sueño bastante feo que por suerte luego de despertarse una vez a mitad de la noche se esfumó y pudo dormir normalmente.
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Por un momento, se dejó contagiar por aquella risa y fue feliz. Luego despertó, cómo siempre lo hacía.

¿Qué te dijo Koko?

Resopló. Sabía que el clon de Yume se encontraba en aquellos momentos con Koko. Quizá ella tuviese más suerte, porque lo que era él…

Se lo ha tomado como un: os estaría haciendo un favor. Y no como un: me están haciendo un favor.

Yume alzó una ceja.

¿Se lo estás haciendo?

Zaide chasqueó la lengua.

Qué quieres que responda a eso, ¿huh? Hago lo que puedo, Yume —se defendió, irritado. Estuvo un rato en silencio, sin decir nada. No quería ponerse a discutir. No, al menos, mientras le estuviese haciendo las curas—. Está demasiado enrabietada —continuó al fin—. No me extraña, con todo lo que ha pasado. Por una parte, creo que no nos toma por mucha cosa… Viendo que casi me mata a mí y a Katame, lo raro sería que pensase lo contrario. Y por otra parte sigue siendo una niña, y como toda niña tiene endiosados a sus hermanos mayores. Los cree invencibles. Se piensa que no les aguantaría ni un asalto —bufó.

¿Lo harías? —preguntó Yume, con esa mirada inquisitiva que le hirió el orgullo.

Si tuviese los pulmones de hace un año…

Pero no los tienes, ¿huh? —le rebatió, imitándole, y pisoteando el poco orgullo que le quedaba—. Y tú los viste luchar una vez. Son demasiados, y se compenetran bastante bien, según me dijiste —Zaide pudo advertir la tormenta en su voz antes incluso de que se produjese—. Sinceramente, Zaide… ¿A qué coño juegas?


• • •


Koko estaba tan desorientada que había perdido la noción del tiempo. ¿Era de día? ¿De noche? Cómo saberlo, si la luz ambiental apenas lograría convertir la oscuridad en una penumbra profunda si no tuviese ayuda de las antorchas.

Todavía medio dormida, Koko se pensó que ahora se convertiría en la mascota de Yume.

Has visto demasiadas películas —dijo, sin poder contener la risa—. Anda, levántate —la apremió, ofreciéndole una mano para auparla.

Sin soltarle la mano, la bandida la guio hacia la salida de la cueva, situada a la derecha de donde se encontraban. Las grandes paredes de piedra se alzaban, enormes, a su lado, como si aquel fuese un pasillo de gigantes. El murmullo que Koko había estado escuchando desde que había despertado en la celda fue incrementando, y, al fin, pudo descubrir a qué se debía: una cascada caía justo sobre la entrada de la cueva.

El agua se colaba en parte del interior, formando un pequeño charco de apenas centímetros de profundidad.

¿Lista para un baño?
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¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado



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Las horas que haya dormido no habían sido ni de lejos suficientes para aliviar el estrés por el que la kunoichi había pasado en los últimos días, y actuar como una mascota no la ayudaría aunque por suerte eso no se daría y podría ser simplemente una esclava obediente. Cosa que tampoco ayuda si vamos al caso.

De cualquier manera, la rubia aceptó la ayuda y se levantó aunque algo patosa. A pesar de ya estar de pie, la contraria no la soltó en ningún momento y la guió hasta una zona que no había recorrido anteriormente y de la que en ningún momento había escuchado nada. Así que estaba completamente desorientada, aunque en el fondo estaba segura de que aquello era algún tipo de triquiñuela de parte de Yume para conseguir su cooperación, la que Zaide no consiguió.

Fue guiada hasta el exterior, situación que en condiciones normales la alegraría porque significaría que era libre al fin, pero tenía las cadenas en las muñecas así que era más de lo mismo, nada que festejar. Salvo cuando la mayor soltó una frase en específico…

—¿Lista para un baño?

Si quería que Koko se portase bien, había hecho blanco perfecto.

La cara de la rubia lo decía todo, quería tirarse al agua con todo y ropa, estaba hipnotizada, embobada, los ojos los tenía bien abiertos y clavados en aquel inmenso torrente de agua que caía de forma constante y de no ser porque no era comida, seguramente estaría babeándose.

—Sí… —respondió ante la pregunta.

Con solo una orden de Yume, la pecosa se despojaría completamente de sus ropajes y se lanzaría al agua, aunque no con la intención de escaparse, la higiene personal ocupaba un puesto mucho más importante en la mente de la Kageyama que la propia libertad.
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Yume no le entendía. ¿Por qué se empecinaba tanto en el dinero? ¿De qué les serviría, estando muertos? Y, aun en el caso de sobrevivir, ¿qué utilidad le darían? No es como si pudiesen vivir en el lujo y la abundancia. Ellos estaban condenados a vivir entre las sombras, a nunca estar en una casa el suficiente tiempo como para llamarle hogar, a mirar tras sus espaldas a cada paso que daban…

No es solo por el dinero —se dignó a responderle, al fin, Zaide. Tenía esa mirada… esa tenue sonrisa casi imperceptible… Le recordaba a los viejos tiempos, cuando no iba puesto de omoide hasta las cejas y guardaba siempre un as bajo la manga. Pero el Zaide que tenía frente a él, tirado en la cama, hacía mucho tiempo que tenía las mangas al descubierto.

¿Entonces? —Esta vez, Zaide no se dignó siquiera a responder.

Pasaron el resto del tiempo en silencio, con Yume tratando de acelerar el proceso de curación de unos pulmones rotos. Si se hubiese dado cuenta antes… Siempre había sabido que Katame no era de fiar. Que tramaba a sus espaldas relevar a Zaide del puesto. Pero jamás se hubiese imaginado que llegaría tan lejos. Aquel cabrón no solo le había envenenado el omoide, sino que, si decía la verdad, también los cigarrillos. Más de un año haciéndolo, y ella no se había dado cuenta ni un día.

Chasqueó la lengua, irritada.

¿Y el crío? ¿Qué dijo?


• • •


En otras circunstancias, Yume la hubiese llevado al propio río, donde ellos solían bañarse. Pero era demasiado arriesgado. Nunca se sabía quién podía aparecer o verles. Por eso, optó por la solución arcaica. Se encaramó a lo alto de una pared de la cueva, hasta alcanzar una especie de canaleta. Estaba llena de musgo y húmeda, pero todavía cumplía su propósito. Empujó una parte móvil que había sobre ella, haciendo que la canaleta se agrandase, del mismo modo que el palo de un paraguas se estira, haciendo que un extremo alcanzase el torrente de agua que caía de la cascada.

En apenas segundos, el agua inundó la canaleta, cayendo por su otro extremo en un chorro de agua fría bastante más denso y grande que el que proporcionaba una ducha corriente.

Yume, tras saltar de nuevo al suelo, abrió la mochila que llevaba y le ofreció un gel de ducha y un bote de champú a Koko.

Usa poco, ¿eh? —le advirtió—. No me queda mucho.
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Técnicamente ya estaba libre, Yume no sostenía la cadena de ninguna manera posible y la había dejado sola mientras acomodaba unas cosas. Podría escapar, pero eso implicaba abandonar a Datsue a su suerte cosa que no le parecía para nada adecuada, menos teniendo en cuenta que el chico estaba en la prisión justamente por regresar a por ella.

Pero eso no la privaría de disfrutar de un buen baño, o tan bueno como los recursos del momento se lo permitiesen.

Y en poco tiempo, Koko tuvo ante ella la posibilidad de bañarse, al fin después de varios días iba a poder quitarse toda la porquería que se le había pegado incluyendo… la tierra de los pies. Sí, que hasta descalza la habían dejado justamente por los mecanismos que tenía en las suelas. Incluso la mayor le dejó un pote de gel de baño y otro de champú así que hasta ese lujo le estaban permitiendo y no lo iba a despreciar, claro que no.

—¡Gracias! —exclamó con suma alegría y lágrimas en los ojos, antes de dirigirse al agua que caía de la canaleta aunque claro, el bañador volvía a ser un problema—. Eh… Yum…

Se interrumpió en el preciso instante en que recordó que una de las primeras cosas que esa mujer hizo al verse cara a cara con la rubia fue romper los tirantes del bañador, así que bastaba con que los desanudase para poder despojarse del mismo.

Aunque… ¿tendría que mostrarse apenada? ¿negarse a mostrarse desnuda ante una desconocida? Probablemente, pero la necesidad de Koko por higienizarse superaba con creces al sentido común así que no tardó demasiado en terminar de desnudarse para poder comenzar con el baño.

Lo malo de depender solo de la naturaleza era que no podría regular la temperatura del agua y por ende se tendría que aguantar el agua helada cayéndole encima. Por lo menos así se despertaría totalmente.
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¿Y el crío? ¿Qué dijo?

Zaide sonrió.

El crío cantó como un cochinillo en un matadero.

• • •

Datsue sintió un extraño pitido en los oídos. Sacudió la cabeza, molesto, mientras trataba por enésima vez de quitarse la improvisada mordaza que Zaide le había puesto al terminar su interrogatorio. Por eso no había contestado a Koko, ni había dicho nada desde que el Uchiha había salido de allí.

• • •

Aunque tampoco sabe mucho. Dice que Hideo es buena opción, pero que él trataría de dialogar con Noemi, la hermana gemela de Koko, y la chica a la que mutilaron. Habiendo pasado por lo que pasó ella, se imagina que sería la más proclive a que todo esto salga bien.

No va a salir bien —le replicó Yume, dando por zanjado las curaciones de aquel día. Se había estado conteniendo hasta entonces, pero ya no aguantaba más—. No sé qué pretendes, pero no va a salir bien.

Sabes muy bien lo que pretendo.

Yume le miró con ojos iracundos.

¡Sí! ¡Morirte y llevarnos al resto contigo! —le espetó, incapaz de contenerse—. ¿Es que no puedes dejarlo pasar? ¿Olvidarte de ellos? ¿Pasar página?

¿Pasar… página? —se levantó de la cama, con la boca semiabierta, anonadado—. Esos cabrones nos quitaron todo, Yume. ¡Todo! Y sí, nos lo ganamos. Pero y las familias de los nuestros, ¿huh? ¿También se lo ganaron? ¿No te acuerdas de la esposa de Kitsume? ¿De las hijas de Natsuki? ¿No recuerdas cómo las mataron para que saliéramos del escondrijo? ¿¡Cómo puedo olvidarme de eso!? ¡Juré vengarme!

¡Y una mierda! —vociferó Yume, fuera de sí—. No te excuses en ellas. ¡A ti solo te importó una cosa! —rugió, y por un momento, Zaide frunció el ceño, confuso—. ¿Crees que no lo sé? ¿Crees que no sé el motivo por el que empezaste a tomar omoide? —mientras hablaba, clavaba un dedo en el pecho de Zaide, que retrocedía—. ¿Qué era para recordar a tu hermana? ¿Para recordar el rostro de quién la mató? ¿Ese recuerdo que tanto te afanaste en borrar en su día? ¡¿Crees que no lo sé?! —rugía, y Zaide ya estaba arrinconado contra la cama—. ¡Ni hacernos ricos, ni famosos, ni dejar huella en la historia! ¡Tú lo único que querías era tu venganza particular! Quién era, ¿eh? ¿Kingu? ¿Kobura? ¿¡Quién coño de Dragón Rojo fue!?


• • •


El clon de Yume, ajena a toda la discusión que su yo real estaba teniendo, contemplaba el esbelto cuerpo de la kunoichi mientras se duchaba. En cierto momento, puso pucheros, mientras se miraba las tetas. No, la genética no había sido tan generosa con ella en aquel aspecto.

¿Te queda mucho? —preguntó, algo impaciente.

Cuando Koko al fin terminó con su baño, Yume le pasó una toalla blanca para secarse. Luego revolvió en la mochila.

¿Quieres que te deje algo? —preguntó—. Tengo bragas limpias… Unos pantalones… Una camisa…
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Sin duda alguna, Koko estaba disfrutando de aquella ducha a pesar de que el agua estaba helada, incluso estaba dispuesta a tomarse su tiempo allí pero claro, tenía a Yume vigilándola así que se apresuró bastante más de la cuenta y procuró usar bastante poco tanto del gel como del champú, tan solo lo justo y necesario para limpiarse y ya, nada de tonterías.

Al finalizar, la Kageyama se hacía a la idea de que tendría que volver a ponerse la ropa sucia y dañada que había estado usando hasta el momento, pero le ofreció algo de ropa limpia, o al menos esas bragas que mencionó lo estaban…

De todas maneras, lo primero era secarse.

—Si puede ser, el pantalón y la camisa, si no te molesta —dijo terminando de secarse el cuerpo para después comenzar a escurrirse el cabello.

Mientras terminaba con su labor, la rubia se quedó un tanto pensativa, por algo Zaide se negaba a decirle su verdadero objetivo, y por algo estaba tan dispuesto a jugársela de semejante manera. Pero mientras se negaba a explicarle, ella se negaba a acceder a cualquier tipo de propuesta, o amenaza, como se lo quiera llamar.

Pero Yume tal vez esté algo más dispuesta a darle una buena explicación. Tampoco perdía mucho con preguntarle.

—Por cierto… ¿Podrías decirme para qué quiere el dinero Zaide? Digo, lo más probable es que le dejen el dinero que pide y luego media villa se lance a matarle.
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Yume se quedó atónita.

Entonces… —Una parte de sí seguía sin creérselo—, lo reconoces. Todo fue por tus propios propósitos.

Silencio.

Nos engañaste a todos prometiéndonos un retiro dorado. Un botín que ni en cien vidas podríamos gastar. Pero era todo una mentira —masculló, con toda la rabia que pudo imprimir a su voz—. Lo único que querías era sacar a Kingu de su zona de confort. De su zona segura. Querías provocarle, humillarle como nunca nadie lo había hecho para que saliera a tu encuentro y tener una oportunidad de matarle.

Silencio.

Y el resto… el resto te importaba una mierda.

No sabía qué odiaba más: si al fin descubrir una verdad que sospechaba desde hacía mucho tiempo; o aquel silencio mudo en la que Zaide se había envuelto. Le agarró del cuello y levantó un puño. Quería estampárselo en la cara. Destrozársela hasta que no quedase ni rastro de su estúpida sonrisa. Cuánto la odiaba…

… cuánto la había amado una vez.

No mereces que ni te pegue —le soltó—. Lo dejo, Zaide. Arréglate tú solo con esta mierda.


• • •


Yume le entregó un pantalón militar —de corte pesquero, ajustándose a la altura de la pantorrilla— con numerosos bolsillos y un cinturón que no necesitaría apretar. Luego una camisa de algodón, negra y bastante básica, de manga corta, con la que Koko tendría que ingeniárselas para vestirla, teniendo en cuenta las esposas. La exkunoichi de Uzu iba a entregarle también una chaqueta, de un azul oscuro, pero entonces llegó la pregunta.

Por cierto… ¿Podrías decirme para qué quiere el dinero Zaide? Digo, lo más probable es que le dejen el dinero que pide y luego media villa se lance a matarle.

No, Yume tampoco sabía para qué coño quería el dinero. Tenía muchas sospechas, pero ninguna idea clara. Utilizarlo para contratar a mercenarios de medio pelo y enfrentarse a Dragón Rojo era una utopía. Les habían diezmado en sus mejores tiempos, cuando el grupo estaba compuesto por más de una docena de sanguinarios guerreros. Ahora que eran solo tres… no tenían ninguna oportunidad. El problema era que Zaide siempre había sido un hombre soñador. Demasiado.

No te preocupes por él —dijo, pese a que sabía perfectamente que a Koko le importaba menos que una mierda—, sabrá arreglárselas. Todos lo haremos. Llevamos huyendo mucho tiempo. Zaide, toda una vida. Desde que a los quince años se le ocurriese la genial idea de atentar contra el Señor Feudal de País de la Tormenta. Fracasó, pero está en el Libro Bingo de Amegakure desde entonces. Y yo en el de Uzu, y aquí estamos, vivos.

»Además —agregó—, ¿cómo iba a revelarte eso? Sabes perfectamente que no puedo. Sería la mejor pista que tendríais para rastrearnos.
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La rubia tomó las prendas que le dejaron y por suerte no tuvo que forcejear con el pantalón, aunque le molestaba un poco el hecho de no necesitar del cinturón por lo que eso le significaba. Pero no dijo nada, en su lugar acomodó la cadena por detrás de su cuerpo y tomó la camisa para ponérsela como normalmente haría cualquiera.

La cadena al ser tan larga le permitiría usar la camisa de todas maneras, pasando la cadena por el interior de las mangas y por la espalda de la kunoichi así que no le debería de molestar, al menos no demasiado. Lo único que le llegaba a generar dudas era si podría abrochar todos los botones de la misma…

Aunque Yume le dio una explicación más o menos rápida de cómo Zaide terminó allí, cosa que a Koko no le apetecía saber pero bien, aunque al final la contraria le dejó en claro que no iban a darle explicaciones acerca del dinero. Sencillamente suspiró.

—Con tanto que me llevan contando supuse que no les molestaría tampoco eso —no se sentía dolida porque no confiaran en ella, pero sí le irritaba un tanto que la hayan obligado a escuchar la vida de cada uno y ahora se nieguen a responderle una simple preguntilla.

De cualquier manera, la Kageyama tomó los potes que Yume le había prestado y se los alcanzó.

—Gracias, me iba haciendo falta.
Responder
Zaide dejó que Yume se desahogase. Que soltase toda la mierda que tenía contra él, acumuladas en aquel último año vertiginoso y nefasto. Que confirmase sus sospechas. Que creyese en sus teorías. Porque, Zaide había descubierto hacía mucho tiempo, las mejores mentiras eran las que uno se contaba a sí mismo.

Prefería que Yume creyese que todo aquello había sido un plan orquestado para su venganza, a la triste realidad: que simplemente se había enganchado al omoide. Que se había confiado. Que no había planificado lo suficiente... Que no estaba a la altura de su fama.

No, Kingu no era el asesino de su hermana. No que él supiese. La única verdad era, que había empezado con el omoide con la esperanza de desenterrar un viejo recuerdo… Un recuerdo que yacía en su subconsciente, tras un velo de niebla profunda. Y el omoide lo había despejado… en cierta manera.

Pero no podía decirle todo aquello a Yume, porque entonces se quedaría con él, pasase lo que pasase. Era hora de dejarla volar, de que forjase su propio camino… de no arrastrarla a una muerte casi segura. No obstante, la necesitaba para una última cosa.

Tres días —le pidió—. Dame tres días. Controla a los críos por mí. Ayúdame a recuperarme… Solo tres días.

Yume se detuvo en el umbral de la puerta. Tardó mucho en responder, pero cuando lo hizo, le pidió algo a cambio que él ya había anticipado.

Prométeme que la niña no morirá.

Sabes que no le haría daño.

Sé que lo harás de creerlo necesario —le rebatió—. Sé que lo harás si se interpone entre tú y el dinero. Prométemelo, Zaide.

Y, cuando su voz se apagó en un murmullo, se hizo el silencio más revelador y a la vez enigmático que se había producido en aquella sala.

• • •

Yume guardó los botes de champú y jabón y los guardó en la mochila, sin responder a Koko. Sí, quizá habían hablado de más con la niña, pero, por otra parte, no le habían contado más de lo que el propio Datsue había averiguado interrogando a Kuma. Y, hablando de Kuma…

¿Dónde coño estaba? Sabía que aquel gorila sin cerebro no hacía nada sin que se lo mandasen. Zaide debía haberle encargado algo… ¿pero el qué?

Vamos —la apremió Yume, indicándole que volviesen sobre sus pasos, dejando allí la antigua ropa de Koko.


• • •

Mientras caminaba de vuelta a su celda, Koko pudo notar algo. Intuirlo en su nariz roja. En su picor de garganta. En su sensación de frío… Sí, estaba pillando un resfriado.

Cuando llegó junto a su celda, pudo ver a una segunda Yume bajando por las escaleras del pasillo superior. Intercambió una mirada iracunda con su clon, y se metió dentro de la celda de Datsue.

Hora de volver a tu suite —le indicó Yume, el clon, indicándole con un gesto de mano a que se introdujese en su celda.
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Tan pronto como terminó de vestirse, Yume le indicó que iba siendo hora de regresar así que la siguió a cierta distancia, principalmente para respetar su espacio. Aunque ahora que empezaba a caminar se dio cuenta de que seguía descalza y hubiese agradecido enormemente que le dejasen algo para los pies. No sus botas pero algo…

De cualquier forma, no protestó, simplemente se dejó guiar e ingresó a la celda sin quejarse ni nada. Aunque le hubiese encantado quejarse porque parecía que estaba enfermándose y no era para menos, estaba mal alimentada, durmiendo en pésimas condiciones y ahora se había dado una ducha con agua helada. Claro, ahora tenía ropa limpia, pero el cabello tardaría lo suyo en secarse completamente.

Incluso Koko se acercó a la pared con los grilletes, suponiendo que también le iba a cambiar las cadenas o algo pero en lugar de agacharse o sentarse en el piso, se dio la vuelta para comprobar si el clon tenía dichas intenciones o no.

—¿Al menos puedes decirme por cuánto tiempo nos tendrán? —preguntó pero se esperaba una negativa por parte de la contraria.
Responder
Había llegado la hora.

Zaide se sentó el suelo, cruzándose de piernas y formando el sello del Carnero.



En otro lugar, en otra parte, una figura espectral surgió de la nada. Al poco, una segunda silueta se le enfrentó.

¿Y bien? —Su voz se oyó distorsionada.

Su rastro desapareció al poco, como dijiste. Encontré las huellas de un buitre en su final.

La figura espectral de Zaide asintió. Tan solo sus ojos se distinguían bien: oscuros pero con la agudeza de un viejo zorro.

Que no te descubran, Kuma.

Si es que fue allí… —le rebatió Kuma—. Recuerda lo que me prometiste.

Silencio.

Tú no la cagues, ¿huh?



Zaide se levantó. Sorprendentemente, se encontraba bien. Ni tos, ni sudores fríos… Bien era cierto que el Gentōshin no Jutsu no consumía en exceso el chakra, pero las curaciones de Yume, inútiles en todo aquel año, parecían al fin hacer efecto, ahora que había dejado de drogarse… y de envenenarse por culpa de Katame.


• • •


Koko tan solo recibió una escueta respuesta a su pregunta.

No lo sé. —En lugar de ponerla contra la pared, sin embargo, simplemente cerró la puerta de su celda con llave—. Voy a darte el pequeño privilegio de dejarte así… —la miró a los ojos—, privilegio que perderás como trates de escapar.

No dijo ni agregó nada más. Simplemente, desapareció.


Si quieres hacer algo, es el momento. Sino, voy a hacer saltillo temporal.
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Yume simplemente cerró la puerta y le dejó una pequeña advertencia que, realmente sobraba, con aquellos grilletes no podía utilizar chakra, y a falta de herramientas tampoco tenía forma de salir de la celda sin mencionar que tampoco tiene la fuerza para doblar los barrotes así que simplemente asintió.

—Al cabo que ni quería escaparme —respondió tomando asiento en el piso, no tenía de otra. Claro que iba con tono bromista, no es como que fuese a ponerse a protestar porque no la atasen a la pared o porque la dejaran encerrada de nuevo. Ya suficientes lujos le estaban dando.

Aunque había algo ciertamente preocupante y que siempre que tenía la oportunidad de comprobar se lo olvidaba.

—¿Datsue? ¿Sigues ahí? —preguntó acercando el rostro tanto como le fue posible a los barrotes, con la esperanza de alcanzar a ver algo fuera pero le resultaría imposible.

A menos que Datsue responda pues no, nada que hacer por mi parte.
Responder
Datsue la oyó, clara y ligera como el murmullo de un río. No obstante, por alguna razón, el Uchiha no estaba obteniendo los privilegios de ella. Seguía amordazado, y Yume le había dejado un balde en el suelo, entre las piernas, con propósitos…

…evidentes. «¡¿Pero cómo voy a mear si no puedo bajarme los pantalones, ¿eh?!». Por culpa de la mordaza, no pudo avisarla, pero era algo tan obvio que escapaba a su comprensión como algo así pudo escapársele a la exkunoichi de Uzu. O quizá no se le había pasado, y lo hacía adrede…

Entre esas estaba, forcejeando con los pies para bajarse los pantalones, cuando la oyó.

Como no podía responderle a viva voz, optó por hacerlo con sonidos, dando una patada con la planta del pie a la pared que les separaba. Y luego otra.

, quería decir.
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Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80

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Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
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—¿Es que no puedes hablar? —preguntó con una ceja alzada, aunque algo más tranquila de haber recibido una respuesta.

Siendo así, se alejó de la reja y tomó asiento en un rincón. Estaba considerablemente más cómoda que cuando la tenían colgando de la pared. Aunque si le tocaba pasar otra noche allí seguramente se terminaría de joder el cuello.
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