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Explorar el Valle en toda su extensión se había convertido en una tarea rutinaria para un tiburón que, habiendo pasado la primera ronda; tendría que aguardar hasta que se anunciasen las fechas para la próxima instancia. Una que no se antojaba cerca ni mucho menos, teniendo en cuenta que tanto los ganadores como los perdedores tendrían que recuperarse plenamente de sus heridas, para así poder entrar al ring nuevamente, y los otros, volver a casa.
Kaido, sin embargo, apenas y se había esforzado para ganar el primer combate. No sufrió heridas, y por tanto no tenía nada de lo qué recuperarse. Eso significaba tener tanto tiempo libre que, de un momento a otro, Nishinoya se convirtió en una constante rutina a la que no querría ver en un buen tiempo.
La única forma de despejar su mente era la de visitar zonas del Valle que aún no conociese, y eso hizo esa mañana.
Alguien le había hablado de Hokutōmori. Un área de pacifismo absoluto donde, según la historia; se habían firmado en tiempos antaños algún acuerdo de paz. La ley impuesta era respetada: ahí adentro no se podía pelear. Y Kaido estuvo a punto de romper esa norma.
No obstante, en su camino a Hokutōmori, terminó dando un cruce erróneo y se perdió. Tanto así que terminó dándole dos vueltas al gran Estadio del Torneo, sin saber hacia dónde coger, hasta que creyó conveniente seguir derecho hasta los extremos de la cordillera y seguir el borde de la misma hasta encontrar algo. Y así lo hizo, por la izquierda, hasta que dio finalmente con una extensa formación rocosa modificada de la que sobresalía un amplio tejado de placas de arcilla, de aquellos techos típicos de los otros pequeños establecimientos ubicados a lo largo y ancho del Valle.
Éste, no obstante, era mucho más grande. Tenía todo el aspecto de un Dojo más se encontraba derruido, viejo y aparentemente clausurado. Kaido se detuvo a apreciar el lugar por un momento, y a meditar, además, si era buena idea echarle un ojo a su interior.
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La vida en el complejo de los Dojos era bastante repetitiva, o entrenabas o descansabas, y debido a que la primera ronda de combates había finalizado, de vez en cuando les llamaban para realizarse algún chequeo médico, pero dado que Riko apenas sufrió daños en su combate, no le fueron necesarios demasiados tratamientos por lo que pudo dedicarse a descansar un poco y a continuar con sus entrenamientos.
Éstos le habían llevado por todos lados, siempre en soledad, pues había decidido que entrenar solo era la mejor idea para no mostrar sus cartas a potenciales rivales en rondas venideras, y, aquel día, y no sin antes andar durante un rato largo había dado a parar a uno de los dojos interiores, uno enorme, pero, desafortunadamente, se encontraba en ruinas, aún así Riko se acercó, y para su sorpresa, una figura que le era conocida se encontraba frente a la estructura.
— Hombre Kaido-san, te reconocería en cualquier parte, ¡cuánto tiempo! — Saludó el Senju mientras se acercaba, no eran amigos al uso, pero habían salido de una situación complicada juntos y eso era más que nada.
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El escualo, ligeramente ensimismado, volteó en súbito cuando una voz familiar le distrajo. Torció el cogote y se encontró con quién le hablaba: nada más y nada menos que Senju Riko, un genin de Uzushio al que había conocido durante una peligrosa expedición al país del Viento, y del que había vuelto a saber hacía menos de una estación, durante su encuentro con Datsue el intrépido en la ciudad de los Herreros.
No le conocía muy bien. No podían llamarse amigos, tampoco. Pero sí que tendrían una relación de bastante cordialidad siendo que, entre los dos, sobrevivieron a las redadas de aquellos maleantes del desierto. Ésta vez, por suerte, se encontraban a salvo en el interior de un complejo rocoso seguro.
Aunque no exento de peligros.
—Coño, pero si es nada más y nada menos que Riko. ¿Qué tal, colega? ¿qué haces por estos lares? —el escualo extendió la mano, y se la estrechó. Luego la volvió a guardar en su bolsillo—. no me digas que estás participando en el torneo. O que participaste.
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El escualo se giró inmediatamente tras el saludo del peliblanco, dejando ver sus rasgos que, desde luego, eran difícilmente olvidables por cualquiera que se le cruzara una vez en la vida.
—Coño, pero si es nada más y nada menos que Riko. ¿Qué tal, colega? ¿qué haces por estos lares? no me digas que estás participando en el torneo. O que participaste.
Riko sonrío, no habían coincidido más que un par de veces pero ya empezaba a conocer el tono del amenio, siempre desafiante y con algo de sorna, tratando de mostrar una superioridad que, por lo que el Senju comprobó gracias a aquel escorpión que enfrentaron, se basaba en su fuerza física, o eso creía.
— Participo, participo, pasé la primera ronda contra un compatriota tuyo. — Sonrió el uzunés, una vez le estrechó la mano a Kaido. — ¿Y tú qué? ¿Te han eliminado ya? ¿O sigues dando guerra todavía? — Suponía que había pasado de ronda, de no ser así, no habría preguntado aquello tan cordialmente.
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Cómo osaba Riko a pensar aquello. ¿Es que acaso no le había visto en acción ya? ¿o con el tiempo había olvidado lo habilidoso que podía llegar a ser Kaido para ésto de ser ninja.
Tenía que ser eso, sí, no había otra explicación.
—Umikiba Kaido dará guerra hasta ganar el jodido torneo, compañero. Por suerte la primera ronda no me supuso ningún reto: me tocó en contra de una zorra Kusareña a la que le di una buena lección, de esas que te quedan para toda la vida, como la marca que le hicieron a Datsue-kun allá en los Herreros —el gyojin terminó de voltearse, para dar cada a un futuro oponente. Uno, que además, admitía haber pasado por encima de uno de sus compatriotas. Entonces Kaido tuvo que sacar cuentas y deducir un poco—. entonces le ganaste a uno de los míos. Dime: ¿a quién tengo que poner en mi lista de expatriados para cuando logre convertirme en el Kage de la Aldea Oculta de la Lluvia?
Estaba claro que los débiles tendrían serios problemas para cuando él tomase el poder. Claro que, situación que se antojaba un tanto utópica para ese momento, le iba a tomar sus buenos años de experiencia como para poder siquiera tener alguna chance de merecer tan magnánimo cargo.
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El escualo, de nuevo volvió a mostrar aquella fanfarronería que lo caracterizaba, parecía tener mucha confianza para el torneo, pensaba incluso que podía ganarlo. Una cosa había que admitir, y es que Kaido era alguien muy seguro de sí mismo y eso era algo bueno, aunque no debía de pasarse.
— Me imaginaba que pasarías, ¿pero tanto como para dejar a una pobre kunoichi marcada de por vida? ¿Seguro que no te pasaste un poco aunque fuera con ella? — Estaba claro que si aquel muchacho tenía que hacer algo, lo hacía hasta el final, por eso tenía muy claro que prefería que no le tocara contra él en el torneo, no parecía tener demasiado autocontrol. — Pues se llama Karamaru, no se si le conoces. — Explicó el peliblanco. — ¿No apuntas demasiado lejos con lo de querer ser kage? Aún eres muy joven, ''o eso creo'' ¿no crees que primero deberías aspirar a otras cosas? — Preguntó el uzunés al ambicioso escualo.
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El gyojin alzó los hombros, conforme con lo dicho. De todas formas, no había sido una expresión del todo literal: la marca que le dejó a Izumi fue moral, no por nada le había avergonzado frente a cientos y cientos de espectadores. Kaido no esperaba que se recuperara de ello tan rápido, y a eso se refería con la supuesta marca. Sin embargo, el tema quedaría zanjado y superpuesto por uno más interesante. Y es que Riko dijo haberle ganado a Karamaru, el muchacho más calvo de todo Ame.
También le increpó un poco sobre sus altas pretensiones, y que teniendo en cuenta su juventud, quizás era más sensato poner el ojo a un objetivo que fuera mucho más sencillo de cumplir.
Kaido sonrió, muy seguro de sí mismo. Pero eso Riko ya lo sabía bien de sobra.
—Aspirar a algo menos que un Kage es no tener los cojones para apuntar alto aún y cuando existe el riesgo de fallar estrepitosamente en el intento. La diferencia, mi buen Riko, es que yo no temo a esos fallos. Seguro que tendré unos cuantos en el camino —y con cuantos creo que me quedo corto— pero sé que tarde o temprano terminarán convirtiéndose en una simple anécdota para adornar mi ascenso hasta el liderazgo de Amegakure.
Se acercó hasta el lindero derecho de su compañero, y volteó a darle un vistazo, nuevamente, al Dojo abandonado.
—De hecho, me parece que tú me has hecho el favor de acabar tú mismo con uno de esos obstáculos de los que te hablo. Karamaru-kun era un tipo bien instruido en el combate, yo mismo entrené con él y me pareció que podría vencer a cualquiera. ¿Cómo le has ganado exactamente?
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—Aspirar a algo menos que un Kage es no tener los cojones para apuntar alto aún y cuando existe el riesgo de fallar estrepitosamente en el intento. La diferencia, mi buen Riko, es que yo no temo a esos fallos. Seguro que tendré unos cuantos en el camino —y con cuantos creo que me quedo corto— pero sé que tarde o temprano terminarán convirtiéndose en una simple anécdota para adornar mi ascenso hasta el liderazgo de Amegakure.
Desde luego que llevaba razón, era una muy buena forma de pensar, pero ser demasiado ambicioso era peligroso, te puede llegar a convertir en alguien solitario y, para Riko, la soledad no era buena consejera, para nadie, por lo que prefería no aspirar tan alto aunque era cierto que después de pasar de primera ronda, quería volver a sentir aquella sensación que tuvo nada más terminar el combate, quería más de esa felicidad y quizás para ello debería ser más ambicioso.
El tema entonces cambió a su combate con Karamaru, quería saber cómo le había ganado, ya que al parecer habían entrenado juntos y le consideraba lo suficientemente fuerte como para pasar de rondas sin demasiada complicación.
— Pues no se, se me ocurrieron buenas estrategias. — Se limitó a contestar el uzunés, encogiéndose de hombros. — Fue un combate disputado, aunque solo recibí un golpe. — Explicó el peliblanco, levantando ligeramente la cabeza, para que se viera la marca que le había dejado Karamaru en el mentón.
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«"Buenas estrategias". Ya veo, éste hijo de perra no me quiere soltar ningún detalle por si le toco en la próxima ronda. ¡Ay, Riko, ay! que sepas que te voy a destrozar si me llega a tocar contra ti, por desconfiar del buen Kaido»
—Vale, no me digas una mierda. Total... no me hace falta —le guiñó el ojo, y continuó—. Y de los Uchiha qué sabes: ¿pasaron los dos?
Se refería, evidentemente, a Datsue el intrépido y a Akame el profesional.
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—Vale, no me digas una mierda. Total... no me hace falta. Y de los Uchiha qué sabes: ¿pasaron los dos?
Aunque trató de aparentar que le daba igual, el hecho de que el Senju se reservarse lo que había sucedido en su combate contra Karamaru no parecía haberle hecho demasiada gracia, pero, a fin de cuentas, era un rival potencial y no quería explicarle su forma de combatir.
— Pues, por lo que tengo entendido, sí, ambos pasaron, ¿por qué te interesan? ¿No les tendrás miedo, no? En principio son dos de los favoritos, o eso he escuchado yo. — Explicó, sin darle demasiada importancia, lo que dijera la gente no importaba mucho, lo importante era luego en el ring. — Por lo que sé, de momento Uzu y Ame están empatados en número de participantes, ¿crees que podréis superarnos? — Preguntó, usando el mismo tono que solía usar el escualo.
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Kaido sonrió, y le movió el dedo índice de lado a lado gesticulando un no.
—Miedo, no sé tú, pero los tengo muy en cuenta. He visto cosas, Riko, cosas que esos dos pueden hacer que si te las contase, creerías que son puras falacias. Pero no, esos tipos. Ese clan... esos ojos, Riko, son detalles que debemos tener en mente si alguno piensa tener alguna chance contra ellos. La ventaja que les otorga la sangre ancestral que corre por sus venas, joder...
Kaido sí que había visto cosas, pero quería jugársela un poco a su compañero. Si le hacía temer de los suyos, habría sido una buena estratagema. Y Kaido, para ese momento, resultaba ser un shinobi de lo más convincente.
Hasta que sonrió, de nuevo, cortando como una sierra el pesado ambiente generado por su historia.
—¡Bueno! basta de charlas. ¿Qué dices si le echamos un vistazo a éste Dojo, eh? mira que por lo que recuerdo este lugar no figura en los mapas del Valle, así que creo que hemos encontrado una perla antigua que no han querido que visitemos por alguna razón.
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Riko escuchó atentamente todas las palabras del escualo, cada tono de su voz en el que se mostraba, no el miedo, si no el respeto que le daba ese clan, el clan Uchiha, y, por consiguiente, sus dos compatriotas, Datsue y Akame. El Senju sabía que eran contrincantes formidables, pero todo el mundo puede perder.
— No sé demasiado sobre eso, la verdad, y si es cierto lo que dices, tienen una gran ventaja, pero bueno, así será más bonito si se les gana, y si se pierde... pues bueno, sería lo normal, entre comillas, ¿no? — Sonrió el peliblanco que, a pesar de que luego, llegaba el momento de combatir y temblaba como un flan, en esos momentos y después del resultado de la primera ronda, tenía esperanzas en sus posibilidades.
Kaido, en un momento dado, dejó ver sus dientes en una sonrisa que, para alguien que no lo conociera de nada, parecería de todo menos algo bueno, con sus dientes afilados como cuchillas.
—¡Bueno! basta de charlas. ¿Qué dices si le echamos un vistazo a éste Dojo, eh? mira que por lo que recuerdo este lugar no figura en los mapas del Valle, así que creo que hemos encontrado una perla antigua que no han querido que visitemos por alguna razón.
Los ojos de Riko se iluminaron, no tenía ni idea de que se encontraban en un lugar que la gente del lugar no querían que se visitara, y eso le atraía.
— Joder, pues entonces, ¿a qué estamos esperando? Vamos para adentro, seguro que encontramos algo que valga la pena, si no se nos cae alguna parte del edificio encima, claro... — Su tono de voz fue desde muy animado hasta el precavido. — Habrá que ir con algo de cuidado.
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—Joder, pues entonces, ¿a qué estamos esperando? Vamos para adentro, seguro que encontramos algo que valga la pena, si no se nos cae alguna parte del edificio encima, claro... habrá que ir con algo de cuidado.
—¡Eso es, Joder, eso es! así te quería ver, al Riko que logró vencer a los Kabutomushi y cruzar la cola de cascabel sano y salvo.
Así pues, Kaido tomó la delantera. Movió su azulado trasero hasta el primer arco que separaba el exterior para con los primeros escalones que daban finalmente a la entrada. Una enorme puerta de madera podrida y mohosa, aunque con las marcas y adornos referentes a la infraestructura de los dojos ligeramente visibles sobre su superficie. El escualo puso la mano por sobre la puerta, hizo un poco de fuerza y la madera chilló entre sus visagras. Chilló como cuando se crujen las astillas que la componen, generando un fuerte eco en el interior de un área que había permanecido cerrada probablemente por más de una década, o esa era la impresión que daba.
Un gran cantidad de polvo y sucio se levantó por la ventisca exterior, que se abrió paso hacia el interior del Dojo abandonado. Ahí, con la luz de fuera sumergiéndose en los rincones más cercanos de lo que parecía ser una amplia sala de estar, permitió a los dos genin observar apropiadamente en dónde se encontraban.
Y es que si ya habían visitado otros Dojos interiores, en esencia, era técnicamente lo mismo. Este, sin embargo, lucía más antaño, como si fuese sido uno de los primeros que se irguieron por sobre la tierra. Un Dojo ancestral, se le podría llamar.
Un frondoso camino de tatamis les guiaba finalmente hasta un único pasillo que se rompía en dos vértices. Un desconocido trayecto que podría llevarles hasta ambos extremos de la estructura, uno por la derecha, y otro por la izquierda. La luz, sin embargo, no daba hasta allá.
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—¡Eso es, Joder, eso es! así te quería ver, al Riko que logró vencer a los Kabutomushi y cruzar la cola de cascabel sano y salvo.
El peliblanco sonrió ante las palabras de su acompañante, recordando aquella pequeña aventura en la que, pensándolo bien, se jugaron el tipo de una manera considerable, sobre todo con aquel maldito escorpión que se encontraron, aunque fue una historia divertida.
Rápidamente Kaido avanzó, en dirección al interior del viejo Dojo, abriendo la puerta que hizo un sonido característico de cuando ésta es muy vieja y lleva mucho tiempo sin abrirse, un chirrido que, en según qué circunstancias podría ser espeluznante.
¿Cuánto tiempo tendrá este sitio?
El Senju siguió al amenio, con el brazo derecho tapando su nariz y su boca tratando de evitar inhalar todo aquel polvo que se había levantado al abrir la puerta. Avanzaron por los tatamis del lugar, que bien vistos, eran muy parecidos a los de cualquier otro dojo que pudieras encontrar en el complejo, lo único que lo diferenciaba era la falta de cuidados y posiblemente la antigüedad.
Finalmente llegaron a un pasillo que se dividía en dos caminos, izquierda y derecha, el único problema era que no podían ver nada, pues estaban completamente a oscuras.
— Yo iría por la derecha, pero... no se ve nada, ¿cómo avanzamos? ¿Tienes algo para alumbrar? — Preguntó intrigado.
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Riko creyó conveniente tomar el camino de la derecha. Kaido habría sugerido el contrario, sólo por llevar la contraria a su interlocutor, aunque no tuvo el tiempo de decir nada. Y ¿por qué?; puesto que el interior de aquel Dojo que ahora les abrazaba sin contemplación, comenzó a temblar de entre sus cimientos. El suelo se movió bajo los pies de ambos genin y así también las paredes, obligándoles a ambos a tomar el pasillo de la derecha.
De a poco, como si se tratase de una caza estratégica, el piso se fue rompiendo de manera serpenteante y de un momento a otro el suelo se resquebrajó totalmente, urgiendo a los genin a correr lo más rápido que pudieran a través del pasillo antes de que el deslave les alcanzara y los tragase junto a los escombros.
—¡Ay mi madre! —espetó el gyojin, quien fue el primero en encontrase con el final del pasillo. Luego hubo un único cruce a la izquierda, otro a la derecha, y uno más a la izquierda. Hasta que dieron con una habitación plenamente iluminada por numerosas antorchas.
Atrás de ellos ahora había silencio. Al parecer la edificación no cedió como parecía querer hacerlo en un principio.
—Has de estar un poco pasado de peso, Riko.
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