20/09/2017, 18:23
La amenaza de la chica al fin cayó en gracia, al fin fue escuchada tal y como debería haber sido desde un inicio. Los dos precoces quedaron helados al escuchar a la chica, así como su propio compañero de aventuras. Por un instante nadie se atrevió a alzar la voz, todo se quedó en un sepulcral silencio que casi era mas molesto a cuando todos hablaban. De pronto, el tipo que estaba envuelto en papeles suplicó por su vida, e inquirió a sus secuaces que no se moviesen. Sin duda, no pensaba arriesgar en descubrir si la chica estaba tirándose un farol. Si era verdad lo que decía, no tenía opción alguna de sobrevivir.
Bajo la mirada de todos, la chica no retrocedió, se mantuvo con la misma pose y serenidad, con la misma maldad bajo la mirada. Sin embargo, si que le sorprendió la eficacia de un equipo de élite samurai, que mas rápidos que una tormenta, se abalanzaron sobre los maleantes, y de un mero golpe los dejaron inconscientes.
«¡Ostras!»
Tras de ella, una voz mas firme y segura que ella misma inquirió que dejase al hombre en paz, que lo liberase sin dañarlo. Tras ello, explicó que el hombre que había seguido corriendo hacia la urbe les había avisado, y que habían acudido lo antes posible. A partir de ahora, ellos se encargarían de todo, así mismo los Dojos le agradecían la labor a ambos.
La chica alzó la mano dirección hacia el kebab humano, y chasqueó los dedos. Sin mas, los papeles se despegaron del hombre y comenzaron a desaparecer, como por arte de magia. Éste, liberado de su presa, quedaría a manos de los samurais. La pelirroja, sonreiría, contenta de que todo hubiese acabado sin demasiada violencia, y lo mas importante, sin heridos.
—Todo vuestro. Ha sido un placer ayudar. —la chica se dio la vuelta, y comenzó a andar hacia Riko, que se encontraba a su flanco.
—Al final coló, soy tremendamente buena mintiendo... jajajaja. —confesó la chica, pues no había metido ningún sello explosivo en el mazacote de papeles. —Hasta tu te has asustado... jajajaja.
Bajo la mirada de todos, la chica no retrocedió, se mantuvo con la misma pose y serenidad, con la misma maldad bajo la mirada. Sin embargo, si que le sorprendió la eficacia de un equipo de élite samurai, que mas rápidos que una tormenta, se abalanzaron sobre los maleantes, y de un mero golpe los dejaron inconscientes.
«¡Ostras!»
Tras de ella, una voz mas firme y segura que ella misma inquirió que dejase al hombre en paz, que lo liberase sin dañarlo. Tras ello, explicó que el hombre que había seguido corriendo hacia la urbe les había avisado, y que habían acudido lo antes posible. A partir de ahora, ellos se encargarían de todo, así mismo los Dojos le agradecían la labor a ambos.
La chica alzó la mano dirección hacia el kebab humano, y chasqueó los dedos. Sin mas, los papeles se despegaron del hombre y comenzaron a desaparecer, como por arte de magia. Éste, liberado de su presa, quedaría a manos de los samurais. La pelirroja, sonreiría, contenta de que todo hubiese acabado sin demasiada violencia, y lo mas importante, sin heridos.
—Todo vuestro. Ha sido un placer ayudar. —la chica se dio la vuelta, y comenzó a andar hacia Riko, que se encontraba a su flanco.
—Al final coló, soy tremendamente buena mintiendo... jajajaja. —confesó la chica, pues no había metido ningún sello explosivo en el mazacote de papeles. —Hasta tu te has asustado... jajajaja.