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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#16
—Callarse y joderse, sí. Es lo que hay...

Suspiró y dio un rodeo para patear una roca. La piedra rebotó por la ladera y salpicó en el agua.

—Y bien, ¿qué haces por aquí?


—Pues sucede que mi sensei tiene algún tipo de adicción con las putas calabazas que venden en la ciudad de Yachi y me ha enviado por segunda vez en un mes a pedir otro lote para llevarle a Amegakure. —Daruu no pudo sino echarse a reír. Por un momento recordó a Kori, el hermano de Ayame, que tenía una especie de adicción a los bollitos de vainilla que acostumbraba a vender su madre en la pastelería—. Con que tenga que venir de nuevo, te juro que les jodo la plantación entera a punta de sellos bomba.

Se echó a reir de nuevo, incapaz de ocultar que todo aquello le parecía muy gracioso. «Vaya, a lo mejor sólo es muy directo. No parece mala persona tampoco».

—A mí no me gusta la calabaza, pero con ella se hacen unos bizcochos que te mueres —aseguró, aunque era un comentario muy banal.

—¿Has ido ya? ¿Dónde te estás hospedando...?

»Tengo hambre


Daruu se llevó la mano a la barbilla y pensó un momento. «No sé si será muy prudente, pero mamá no va a aparecer todo el día, y además...»

...

«Nunca he tenido amigos. ¡Al cuerno!

—A ver... —explicó Daruu—. Te voy a confesar una cosa. Hay algo que se me da de puta madre. Mejor que pelear —dijo—. Y eso es cocinar.

»Lo que estoy diciendo es que estoy alojado cerca de aquí de paso al torneo, que no hay nadie en casa y que podemos zamparnos una pizza enorme, si quieres.
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#17
«Los bizcochos, claro» Si era una de las tantas variantes de platillos de calabaza que Yarou le había hecho probar y tenía que admitir que eran sabrosos. Nada como el ramen de camarón, claro, pero hacía el trabajo.

De cualquier forma, el tema de la comida escaló de pronto a un punto importante de la conversación; donde Daruu se animó a proponer algo que para Kaido resultó ser una gran sorpresa. El muchacho de los cabellos revueltos dejó entrever que sus dotes de cocinero estaban por encima del promedio estándar, más allá de su habilidad para pelear, dijo. El tiburón aún no había comprobado realmente el nivel de su interlocutor para la batalla, pero debía ser muy bueno con la comida como para siquiera pensar en hacer semejante comentario.

No obstante, lo interesante de aquello era la propuesta en sí. No era un secreto que ambos habían tenido un comienzo turbulento, donde en varias ocasiones casi se agarran de las manos y donde la madre de Daruu no parecía tener un buen aprecio por quien perturbó una vez la paz y el buen ambiente de su restaurante.

Pero el gyojin, siempre fiel a su actitud de me importa una montaña de mierda todo; no pudo hacer más que aceptar. Es decir, el hambre no se iba a ir sola, tampoco sabía como hacer una pizza y en todo caso no tendría dónde hornearla.

Y Daruu sí.

—Pues te diré que soy lo suficientemente humano como para ser incapaz de rechazar una pizza, así que por qué no —admitió, tras bromear un poco sobre su apariencia—. aunque no creo que a tu madre le sienta bien que me aparezca yo ahí, capaz si me ve me termina horneando a mí en vez de a la masa.

No sonrió porque no estaba bromeando. Esa mujer era de armas tomar.

Se paró a regañadientes de la grama y cojeó un par de veces por la pierna magullada. Luego amarró mejor el nudo de su bandana y acomodó la larga cabellera para que no le cubriera las orejas.

—En fin, vamos yendo. Eso sí, antes avísame si hay algún mueble al que le tengas gran estima para no ponerle los pies de nuevo, ¿vale?

Entonces se dio cuenta que aún era muy pronto para tal broma. Pero también entendió que la única manera de que los dos se pudieran llevar bien era ignorando los más claros destellos de sus propias forma de ser. Como si tuviesen que compartir equipo ninja a la hora de realizar una misión, por ejemplo.
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#18
—Pues te diré que soy lo suficientemente humano como para ser incapaz de rechazar una pizza, así que por qué no. Aunque no creo que a tu madre le sienta bien que me aparezca yo ahí, capaz si me ve me termina horneando a mí en vez de a la masa.

Daruu rió y le quitó importancia haciendo un ademán con la mano.

—En fin, vamos yendo. Eso sí, antes avísame si hay algún mueble al que le tengas gran estima para no ponerle los pies de nuevo, ¿vale?

—Mi madre no la tomará contigo mientras yo le explique que te he invitado —dijo—. Es más, si vinieras a la pastelería y te sentaras tranquilito como todo el mundo, no te tendría tanta manía, ¿no crees?

Era una pregunta retórica, claro, pero no por ello dejaba de tener razón. De todas formas, a Daruu no le sentó mal la broma.

—Estaría muy bien que no pusieras los pies sobre nada que no sea el suelo, la verdad —explicó—. No sé, no me pareces mala persona, pero a la gente no le suele parecer bien que un extraño se acomode demasiado en una casa ajena...

Si no era porque era malvado, sería sólo porque era un maleducado. Quizás ni siquiera eso, y estaba acostumbrado a hacer fuera lo mismo que hacía en su casa. A Daruu ni siquiera le admitían poner los pies arriba en su propia casa —y por eso había aprendido él también que era de mala educación—, pero estaba bien comprender que no todo el mundo se rige por la misma normativa social que uno mismo.

Aunque eso pueda traerle problemas. Tampoco es necesario consentirle, sino explicarle.

Los muchachos caminaron un rato. No fue mucho, porque la cabaña donde se alojaban Daruu y su madre estaba próxima. El chico abrió la puerta e introdujo a Kaido dentro. Le acompañó hasta la lujosa cocina y le señaló los ingredientes, que como había estado entrenando días anteriores estaban allí mismo en la encimera preparados y en gran cantidad. Había una bolsa gigantesca de harina, otra de sémola de trigo, un frasco enorme de tomate triturado...

—Oye, por curiosidad —dijo—. ¿Te interesaría aprender a cocinar una pizza? Me has pillado con ganas de compartir, hoy.
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#19
Kaido frunció el ceño, aunque sentía también una ligera carga de sorpresa. Y es que estaba tan acostumbrado a que la gente le cogiera manía, que creía que transitar caminos rocosos con alguien significaba no poder salir de allí nunca más. Eso no parecía estar sucediendo con Daruu, quien actuaba conciliador ante todos los peros que el tiburón iba poniendo a lo largo de la conversación. Porque, quizás inconscientemente, el escualo estaba buscando lo de siempre: volver al punto muerto donde el conflicto y la confrontación dominaran el encuentro.

Un ambiente que se ciñe mucho mejor a su personalidad, desde luego, y que le otorgaba el sentido de superioridad que tanto buscaba siempre.

No obstante, el hijo de Kiroe ya no lucía muy interesado en la disputa. Eso frustraba a Kaido en igual medida que le obligaba a dejar a un lado su actitud, lo que no era del todo malo para que su cabeza se mantuviera sobre sus hombros durante el tiempo suficiente para que al menos tuviera la dicha de hacer siquiera su primera misión ninja.

Si Yarou le viera, calladito y escuchando las explicaciones de su interlocutor, sin duda alguna estaría gratamente sorprendido.

—Vale, esperemos que tu señora madre lo entienda. E intentaré no malograr ningún mueble.

Pronto Daruu cogió rumbo hacia el lugar donde se había estado hospedando, que terminó siendo una gran amplia cabaña ubicada privilegiadamente en el claro cercano al río. Poco después le mostró la cocina, lujosa y bien equipada para ser un lugar campestre; donde los ingredientes yacían adecuadamente preparados listos para ser usados en cualquier momento.

Kaido estuvo a punto de abalanzarse hacia los tarros y devorarse todo lo que hubiera allí adentro, pero la interrogante se lo impidió. El muchacho le preguntó si quería aprender a cocinar una pizza al mejor estilo Hanaiko.

—Lo mío es morder, tragar y digerir. Pero nunca está de más saber cómo cocinar, quizás me sirva luego en alguna misión —bromeó, aplaudiendo una sola vez y dando saltitos sobre sus pies como si necesitase calentar los músculos para tal tarea—. y bien, ¿qué coño tengo que hacer, chef?
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#20
—Lo mío es morder, tragar y digerir. Pero nunca está de más saber cómo cocinar, quizás me sirva luego en alguna misión.

Daruu se preguntaba si había sido buena idea traerlo a su casa. De cualquier forma seguía teniendo ganas de socializar por una vez en su vida, de modo que dejó de lado la personalidad agria de Kaido y se forzó a aceptarlo: tenía que ser buena persona a pesar de su actitud.

—Y bien, ¿qué coño tengo que hacer, chef?

El muchacho se acercó a un montón de sacos en los que rezaba "harina de fuerza" y sustrajo dos boles del armario. Dejó uno para Kaido y otro para él mismo. Supuso que la mejor forma de enseñar a alguien a hacer algo era que lo hiciera él mismo, pero por si acaso él también iba a trabajar en otra masa para guiarle.

—Hacer la masa es súper sencillo, pero tienes que tener claro el procedimiento y utilizar la cantidad adecuada para las personas que van a comer —explicó—. Por supuesto, voy a tomar por hecho que tienes mucha hambre, y yo soy un voraz comedor de pizzas así que vamos a hacer unas cuatro o cinco... ¿No?

»También hay que decidir si quieres la masa fina, o la masa gruesa, más contundente —añadió—. Como quieras.

Esto no va en broma, la receta es auténtica. Durru cosinitas incoming.
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#21
Daruu sacó de la despensa un par de envases y las dejó en la mesa, uno para cada uno. Y aledaño a la misma, unos cuantos sacos de harina esperaban ansiosos a ser usados. No obstante, el tiburón clavó su mirada en el utensilio que su interlocutor le facilitó para, lo que pensaba él, sería su propio instrumento para practicar en la fabricación de su propia pizza.

Entonces él empezó a hablar, como quien es asiduo a impartir sus conocimientos a alguien.

—Hacer la masa es súper sencillo, pero tienes que tener claro el procedimiento y utilizar la cantidad adecuada para las personas que van a comer —explicó—. Por supuesto, voy a tomar por hecho que tienes mucha hambre, y yo soy un voraz comedor de pizzas así que vamos a hacer unas cuatro o cinco... ¿No?

Asintió con la cabeza y dejó que prosiguiera. Está bien que luciera como una bestia, pero no necesariamente tenía que comer como una.

»También hay que decidir si quieres la masa fina, o la masa gruesa, más contundente —añadió Daruu—. Como quieras.

—Me da igual. La textura no es precisamente algo de lo que pueda disfrutar, teniendo en cuenta...

Sonrió y se señaló a sí mismo ls manija de navajas, pequeñas como un diente común, pero tan afiladas que hasta parecían brillar cuando la luz tocaba su superficie.

—Sigamos, sigamos. ¿Ahora qué? —resultaba evidente la poca paciencia que tenía para ese tipo de cosas. Muchos lidiaron con ello durante su entrenamiento en el Valle Aodori, y ahora Daruu también tenía que hacerlo. Enseñarle al tiburón no era una tarea precisamente sencilla, después de todo.
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#22
—Me da igual. La textura no es precisamente algo de lo que pueda disfrutar, teniendo en cuenta...

Kaido sonrió y se señaló los dientes. Hasta ahora, Daruu no había advertido en ellos, pero sin duda era algo que se advertía casi solo, y desde luego algo para lo que uno debería estar advertido. En lugar de rectángulos de diferentes formas, como los dientes de una persona humana normal, los suyos eran afilados y triangulares, acabados en punta. Brillaban como un conjunto de cuchillas preparadas para triturar cualquier cosa que pasara por allí.

Daruu retrocedió unos centímetros y tragó saliva.

—Sigamos, sigamos. ¿Ahora qué?

—Eh... esto... —Después del shock, tuvo que dudar un segundo antes de seguir con la explicación—. La masa gruesa llena más, y se supone que no es la receta tradicional. Pero tenemos hambre, de modo que vamos a ello.

Sacó una pesa y un bol. Puso el bol encima de la pesa y empezó a añadir harina de la gran bolsa que había entre los dos con una cuchara sopera.

—Por cada pizza, 200 gramos de harina de fuerza —indicó—. —Medio vaso de agua. Si luego queda muy seca y la masa no integra todo el ingrediente bien, añadimos un poco más, pero por el momento bastará.

Se retiró hacia la isla de la cocina y tiró de la manija del grifo. Agarró un vaso cercano y lo puso bajo la corriente de agua hasta llenarlo por la mitad. Volvió hasta el bol y lo virtió con delicadeza.

—Dos cucharadas de aceite de oliva —Cogió el bote del aceite, pero en lugar de echar dos cucharadas echó un chorro bien medido a ojo—. He hecho muchas pizzas en mi vida, perdona. Tengo ojo para esto ya.

Depositó el aceite y trajo consigo una pequeña bolsita de grano, parecida a la harina pero de un color dorado y con mucha menos consistencia.

—Esto le va genial. 110 gramos de sémola de trigo. La hace más crujiente. —Arrojó la cantidad medida previamente en la pesa y con ayuda del vaso del agua, ahora vacío—. Media cucharada sopera de sal, e, importante, un sobre de levadura seca de panadería.

Echó el resto de ingredientes uno a uno y se sacudió las manos, satisfecho. Asintió contemplando el mejunge sin mezclar que había dejado en el bol, y le prestó uno a Kaido.

—Ahora tú. Si tienes dudas sobre la cantidad, te lo iré diciendo. Cuando tengas todos los ingredientes en tu bol, procederemos a amasar.
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#23
La masa gruesa llena más, eso estaba claro. Y Daruu no tardó en decidirlo: sería esa la receta que prepararía a fin de enseñar al tiburón a cocinar una buena pizza.

Pronto puso manos a la obra y sacó los utensilios para medir con exactitud la cantidad de harina que necesitaría para cada pizza de forma individual. Doscientos gramos, advirtió él; y arrojó sobre la profundidad del bol la cantidad que la pesa le marcaba. Kaido observó como el ingrediente tomaba textura, a medida de que el vaso de agua era vertido sobre ella, lo que parecía ser suficiente para que la misma quedase lo suficientemente suave como para ser moldeada en la forma requerida.

Hanaiko procedía como un experto. Tanto, que no necesitaba utilizar nada para saber cuanto debía echar de qué. Lo probó con el aceite de oliva, calculando la cantidad desde la misma botella.

«Deberían preguntar ésto en los exámenes de la academia. Es hasta más complicado que los problemas de lógica que ponen ellos»

—Vale, vale. Harina, agua y aceite de oliva. Harina, agua y aceite de oliva. —se repitió, a pesar de que la cosa no había terminado aún.

—Esto le va genial. 110 gramos de sémola de trigo. La hace más crujiente. —Arrojó la cantidad medida previamente en la pesa y con ayuda del vaso del agua, ahora vacío—. Media cucharada sopera de sal, e, importante, un sobre de levadura seca de panadería.

Lo que había en el bol no lucía apetecible, pensó él. Aunque faltaba mezclar todo, y claro; supuso que el alma de la pizza residía no tanto en la masa sino en los ingredientes que ésta llevase consigo en su inminente camino hacia el horno. Kaido sintió el hambre rugir en sus tripas y no pudo pensar sino en un centenar de combinaciones de ingredientes para echar en su propia pizza: probablemente sería lo más basto que Daruu vería en su puta vida.

Una pizza digna para un animal.

—Ahora tú. Si tienes dudas sobre la cantidad, te lo iré diciendo. Cuando tengas todos los ingredientes en tu bol, procederemos a amasar.

—Bien, aquí vamos...

Comenzó el procedimiento un tanto apurado. No era ni tan cuidadoso ni lo hacía tan confiado como Daruu durante su demostración, pero al menos había cogido los conceptos básicos de la preparación. Bastaba con que tuviera buena retentiva, y así fue: recordó medir la harina por doscientos gramos y la arrojó en su propio bol. Luego tomó un vaso limpio y fue hasta el grifo para llenarlo, aunque allí tardó por lo menos un minuto porque cada vez que llenaba el vaso, se lo bebía de un tirón.

Tragó al menos 3 vasos más, hidratándose. Cosas de Hozuki.

Finalmente, soltó el medio vaso de agua sobre la harina y apuró también a arrojar sobre la mezcla las dos cucharadas de aceite. Aunque él tuvo que medirlo con una cuchara y pedir la aprobación de Daruu, no fuera a dañar la masa y tener que volver a comenzar otra vez.

Concluyó con la sémola, la sal y el sobre de levadura. Que no sabía para qué coño era, pero palabra Santa la del chef.

Entonces dio dos pasos atrás y observó su obra de arte.

—Me ha quedado hasta mejor que la tuya. ¿A que te jode?
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#24
Torpe y lentamente pero sin cometer ningún error. Kaido fue cumpliendo sus instrucciones al pie de la letra. Primero, echó la harina. Seguidamente se fue al grifo para llenarlo. Pero lo llenó demasiado. Daruu estuvo a punto de corregirle pero por lo visto tenía sed.

Otro vaso. Todavía tenía sed.

Otro vaso. Joder, qué sed tenía.

Otro vaso más. «¿¡SE VA A BEBER TODO EL PUTO RÍO O QUÉ!?»

Al final, llenó sólo la mitad del vaso y la arrojó sobre la harina. Echó las dos cucharadas de aceite y le preguntó a Daruu si la cantidad era la correcta. El muchacho la asintió y Kaido se afanó por añadir la levadura, la sémola y la sal.

El tiburón dio dos pasos atrás y quedó mirando su masa.

—Me ha quedado hasta mejor que la tuya. ¿A que te jode?

Daruu observó los dos mejunges sin forma con una ceja levantada. La mezcla era exactamente la misma, y los dos boles contenían la misma masa amorfa y heterogénea, con exactamente la misma mala pinta. Daruu soltó una risilla.

—Claro que sí, campeón. Ahora, buena suerte amasándola. A ver si lo haces mejor que yo.

Llevaba casi un mes haciendo eso, de modo que estaba claro que no iba a fallar, ni tampoco lo iba a hacer nada mal. Puso la palma de la mano sobre el bol, hubo un destello verde aguamarina, e instantáneamente los ingredientes giraron sobre sí mismo y formaron una esfera completamente perfecta y sin un sólo grumo ni grieta. Totalmente consistente.

—Tú, que sólo eres un novato sin experiencia, tendrás que mancharte las manos y mezclar los ingredientes, aplastarlos, intentar juntarlos todos y que formen una masa integrada. Te iré echando harina por encima cada vez que se te pegue la masa a los dedos.
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#25
El supuesto maestro de la cocina replicó a la galantería de su recién nuevo pupilo en las artes culinarias con un claro reto. Porque a pesar de saberse mejor en el conocimiento de técnicas para preparar una pizza, tuvo que replicar a las palabras del tiburón, quien se había animado a alegar que su preparación era incluso mejor que la de Daruu.

El alumno supera al maestro, pero ese no era el caso; desde luego.

En algo tenía razón. La mezcla no tenía forma alguna y era imposible indagar en la calidad de la masa hasta que estuviese cocida. Y sin embargo, antes de llegar a ese punto; aún faltaba un paso importante en el que Daruu se sentía muy seguro, o eso pensó Kaido por la risilla que su colega soltó.

— Ahora, buena suerte amasándola. A ver si lo haces mejor que yo. — y entonces;

La palma de su interlocutor cubrió el bol y en súbito un sutil resplandor verdoso se hizo notar en la mano de Daruu, lo que coincidió con que la mezcla comenzara a moverse de forma giratoria por sí sola. Kaido levantó una ceja, un tanto anonadado, aunque no iba a demostrar su impresión lo suficiente como para que Hanaiko lo viera. Pero estaba claro que lo que estaba haciendo era genial, fuera lo que fuese.

—Tú, que sólo eres un novato sin experiencia, tendrás que mancharte las manos y mezclar los ingredientes, aplastarlos, intentar juntarlos todos y que formen una masa integrada. Te iré echando harina por encima cada vez que se te pegue la masa a los dedos.

—Eres un puto tramposo, ¿sabes? —alegó—. dime cómo lo haz hecho, que no se vale enseñar a medias, joder.

Quería saberlo. Y lamentablemente no tenía forma o truco alguno que le permitiera mostrarse superior a Daruu a la hora de mezclar. Así que alzó los brazos, concedido totalmente, e introdujo las manos en el bol para empezar a mover de la forma más rudimentaria posible su propia mezcla. Las manos iban y venían, de un lado a otro, y esperó a que Daruu echara la harina cuando él lo creyese necesario.
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#26
—Eeres un puto tramposo, ¿sabes? Dime cómo lo has hecho, que no se vale enseñar a medias, joder.

—Ah, no —contestó Daruu—. Lo creas o no, he aprendido eso mientras entrenaba la técnica que te mencioné. Tú tendrás que hacerlo a la manera tradicional.

Kaido levantó los brazos e introdujo las manos en el bol. Removió y removió, pero no trató de integrar nada. Sólo removía. Por el momento bastaba, pensó Daruu, así que él se limitó a echarle un poco de harina por encima cada vez que veía que Kaido se peleaba para que la masa no se le pegara a los dedos.

Poco a poco, el mejunge se fue transformando en pegotes más o menos consistente de masa amarronada, como la que Daruu había hecho, pero mucho más blanda. Daruu echó un poco de harina.

—Más o menos bien. Ahora tienes que coger la masa e intentar integrarla en una bola. La coges, y la mezclas, y la aplastas un poco, y la vuelves a apretar, y a hacer una bola, y la doblas y la vuelves a doblar hasta que sea consistente como si se tratase de arcilla dura. Puedes ponerla en la mesa, ya no mancha tanto. Te seguiré echando harina por si acaso.
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#27
¿Que lo aprendió mientras entrenaba la técnica de la que le había hablado anteriormente?...

Kaido intentó maquinar rápidamente y pensar en alguna habilidad que pudiera conocer, que se asemejase a lo que él había visto. Fuuton, quizás, teniendo en cuenta que hizo que los ingredientes diesen vuelta por sí solo, aunque pronto desechó la idea teniendo en cuenta que creía poco probable que una técnica de viento pudiera revolver y mezclar los ingredientes sin hacer un desastre por toda la cocina.

Se rindió poco después, quizás no tenía la inteligencia suficiente como para descifrarlo por sí mismo. Y Daruu ya había dejado en claro que no le iba a mostrar la técnica. Le miró con mala cara y continuó.

Parecía estar haciéndolo bien. El chef no intervenía en su procedimiento más que para arrojarle a las manos un poco de harina de vez en cuando, y pronto daría luz verde según la consistencia que su propia masa había tomado. Kaido le dio un vistazo rápido a la de Daruu para comparar y pudo ver que la de él lucía un poco más fuerte.

Y cuando creyó que ya estaba lista, su interlocutor le instó a continuar con un nuevo procedimiento. Uno más tedioso, ¿es que nunca iba a poder comer?

—Más o menos bien. Ahora tienes que coger la masa e intentar integrarla en una bola. La coges, y la mezclas, y la aplastas un poco, y la vuelves a apretar, y a hacer una bola, y la doblas y la vuelves a doblar hasta que sea consistente como si se tratase de arcilla dura. Puedes ponerla en la mesa, ya no mancha tanto. Te seguiré echando harina por si acaso.

—¿No tendrás una técnica para esto también, de casualidad?—comentó grosero—. ahora entiendo por qué cobran tanto en Amegakure por una pizza, joder.

Tomó su masa y la puso en la mesa. Se desparramó sobre el tablero e intentó juntarla toda de nuevo para crear la bola que Daruu había pedido, para luego aplastarla nuevamente a fin de que fuera tomando mayor consistencia. Como arcilla, pidió el maestro, y amasó con fuerza hasta que sintiera que la misma había alcanzado el punto deseado.

—Creo que ya está.

Miró a Daruu, esperando su respuesta. De no estar lista le metería una ostia, de seguro.
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#28
Pese a las pequeñas puyitas de Kaido, que estaba visiblemente cansado de elaborar aquella masa, Daruu se dedicó a cruzarse de brazos y disfrutar repartiendo su conocimiento sobre cocina. Pensó que aquello no debía estar mal como un trabajo, pero seguro que cobraba bastante menos de profesor que de ninja. Además, en caso de dedicarse a la cocina Daruu estaba totalmente seguro de que recogería el testigo de su madre y refundaría la pastelería, o eso, o fundaría su propia pizzería.

Entonces podría empezar a disputarle el puesto a Mashimo, aquél jodido cabrón. Qué buenas las hacía.

Pese a que le costó un buen rato, Kaido consiguió una masa más o menos consistente, con alguna grieta y grumo aquí o allá. Pero Daruu estaba bastante confiado en que tendría buen sabor y se estiraría bien, y el tiburón parecía querer arrancarle la cabeza de un bocado de un momento a otro. De modo que asintió y se acercó al grifo.

De un cajón sustrajo dos trapos y los mojó con agua caliente. Los estrujó bien para dejarlos húmedos sólamente y tapó los dos boles con ellos.

—Hay que dejar que la masa suba con la levadura —explicó—. Normalmente la hago unas horas antes de comer o cenar, pero con media hora bastará.

De pronto se dio cuenta de que no tenía ni idea de cómo pasar la media hora.

—¿Alguna idea para entretenernos mientras tanto?
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#29
Supo por el la inspección de Daruu que su masa no era perfecta. Pero no le importaba en lo absoluto siempre y cuando él diera el visto bueno, tal y como terminó siendo cuando asintió con la cabeza y prosiguió, además, con el procedimiento. Terminó buscando un par de paños calientes y envolvió ambas masas en los envases, impregnándolos de calor y disponiéndolos para que se cocinaran lentamente en su propia humedad.

Kaido se lavó las manos en el mismo grifo y se las secó con el pantalón. Y de pronto, se encontró con que habría que esperar media hora a que la masa levantara. Y Daruu indagó en cómo podrían pasar ese tiempo, aunque el tiburón tampoco lo tenía muy claro.

Pero decidió mojarse, como a quien no le importa soltar alguna pregunta inoportuna. Y así lo hizo.

—Pues podrías contarme por qué decidiste convertirte en ninja —dijo, para luego voltearse y descansar su espalda sobre el respaldo de la cocina. Cruzó sus brazos y continuó su observación—; lo pregunto porque me parece que tu vocación es cocinar. Es decir, parece que los disfrutas. ¿Por qué no hacerlo a tiempo completo?

Tendría que haber una razón, eso era obvio. O tal vez eran ambas sus pasiones y no quería renunciar a ninguna. No estaba de más preguntarlo, de todas formas.
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#30
Daruu se cruzó de brazos, pero el tiburón tenía tanta poca idea de qué hacer como él. Finalmente fue el monstruo marino-humano el que rompió el hielo.

—Pues podrías contarme por qué decidiste convertirte en ninja —dijo, para darse la vuelta después y apoyar la espalda sobre uno de los muebles. Cruzó sus brazos y siguió—; lo pregunto porque me parece que tu vocación es cocinar. Es decir, parece que lo disfrutas. ¿Por qué no hacerlo a tiempo completo?

Suspiró y cerró los ojos, y le dio la espalda. Kaido había dado de lleno en la diana de la pregunta que él mismo se hacía todas las noches. No estaba seguro de querer confiarle sus problemas a alguien a quien acababa de conocer, y tocar el asunto le hacía daño, en verdad. Pero lo cierto es que le estaba enseñando a hacer pizza, y hay algo especial en dos hombres compartiendo una pizza.

Quizás fuera un pensamiento poco común, pero él lo veía así.

Se apoyó en el lado contrario de la cocina y dio un nuevo y tendido suspiro antes de explicarse.

—La verdad es que no iba a dedicarme a ser ninja, aunque desde muy pequeño admiraba el Ninjutsu. Ya sabes, cosas espectaculares, ¿que se hacen con una energía mágica y espiritual salida del propio cuerpo, donde parecía que había un hombre que sólo sabía empuñar cuchillos y dar volteretas? Eso es guay —indicó—. No lo sé, es un trabajo noble, y nací con una particularidad que dicen que es muy poderosa y con la que han nacido grandes shinobi. Pero la verdad siempre es menos apasionante de lo que esperas.

»Puedo contarte mil y una excusas de por qué sigo siendo ninja. Que me gusta el Ninjutsu, que crear una nueva técnica es como diseñar tu propia receta de cocina... Ah, esa tontería se la he contado a mucha gente, y hasta ahora yo mismo me la creía. Pero la verdad es que... Sigo haciendo esto por cumplir una promesa que le hice a mi padre antes de que muriera.

Bajó la vista y la clavó en el parqué del suelo durante unos segundos. Luego, puso una cara alegre falsa y dio dos palmadas al aire.

—Bueno, bueno, ¿qué tal si salimos a relajarnos a la orilla del río mientras las masas hacen lo suyo? Es una superstición, pero dicen que si las dejas a solas crecen más rápido.
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