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El tiburón contempló la respuesta de su interlocutor con la suficiente seriedad que meritaba el asunto. Porque a pesar de todo se sentía un tanto identificado con la visión que tenía él de la responsabilidad de ser un shinobi; la cual iba más allá de las usuales pretensiones del ciudadano común de Onindo, quienes solían ver la profesión como una forma de descubrir la magia detrás del vistoso e inusual arte del ninjutsu.
Daruu simplemente lo describió como un trabajo noble «Tan noble como quien empuña la espada» y atribuyó como razón el hecho de tener lo que sonaba como una habilidad lo bastante particular y con ciertas raíces en la historia del mundo shinobi. Eso habría sido razón suficiente, pensó el tiburón, pero para sorpresa suya todo iba más allá.
»Puedo contarte mil y una excusas de por qué sigo siendo ninja. Que me gusta el Ninjutsu, que crear una nueva técnica es como diseñar tu propia receta de cocina... Ah, esa tontería se la he contado a mucha gente, y hasta ahora yo mismo me la creía. Pero la verdad es que... Sigo haciendo esto por cumplir una promesa que le hice a mi padre antes de que muriera.
Kaido supuso que Daruu podría haber enfrentado antes un existencial dilema sobre lo que ahora estaban hablando. Porque el pelinegro aceptó que estuvo mintiéndose a sí mismo durante un buen tiempo, para finalmente aceptar de que el verdadero motivo yacía expuesto en la infalible realidad de una promesa hecha a quien fuera en vida su padre.
Quien ahora estaba diez metros bajo tierra. Muertito.
Fue entonces cuando decidió cuestionar su propia existencia. Era quizás la tercera vez que lo hacía con la rigurosidad de alguien que realmente se interesa en su pasado, cosa que a él no parecía afectarle demasiado. Pero abarcó el supuesto en su cabeza lo más lejos posible del plano sentimental y decidió preguntarse a sí mismo, por estricta curiosidad: «¿Quién coño es mi padre?... y;
¿por qué soy un ninja?»
Lo primero, a sus cojones. Siempre pensó que sus padres le habían abandonado por su apariencia, lo que fundamentó la respuesta a la segunda interrogante. Y es que era un ninja por ser un Hozuki, ni más ni menos. Ellos le habían cuidado desde pequeño —aunque con métodos más usuales para una mascota que para un familiar— y se habían encargado de él. Le dieron un nombre, un hogar, y más importante: un objetivo.
No le importaba ser un arma. Siempre que fuera de utilidad, por supuesto.
Entre tanta dubitativa, quedó tan descolocado como Daruu, quien vio al suelo por un par de segundos para luego levantar la mirada con fingida alegría para zanjar el asunto. Ya había dicho demasiado, al parecer.
—Bueno, bueno, ¿qué tal si salimos a relajarnos a la orilla del río mientras las masas hacen lo suyo? Es una superstición, pero dicen que si las dejas a solas crecen más rápido.
No tuvo más remedio que asentir y tomar él la iniciativa de salir al exterior. Una vez fuera, dio un rápido vistazo a su alrededor y descubrió que salvo un par de ardillas mascando su nuez y un incesante panorama boscoso cubriéndoles a diestra y siniestra, se encontraban ellos nada más.
Frenó en seco y volteó a ver a su interlocutor. Tenía una buena idea para esperar a por la masa y no requería que se pusieran sentimentales.
—¿Que tal si entrenamos un poco?—sugirió—. por los vientos que soplan, este guapetón probablemente no participe en tu puto torneo y aunque me provoque una úlcera pensarlo; supongo que estaría bien que lo ganase alguien de mi jodida aldea.
Dio un par de brincos y su cuello tronó.
—Quizás pueda ayudarte a lograrlo, quien sabe. Y si al final ganas, podré decir que al menos una jodida onza de ese trofeo me pertenece.
Sus dientes se mostraron en una fugaz sonrisa y el resto quedó en manos del propio Daruu.
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Kaido asintió y caminó primero hacia el exterior. Daruu se alegró de haber dejado atrás la conversación, suspiró, y acompañó a su inusitado nuevo amigo a la ribera del río.
Allí fuera las cosas se veían con un poco más de color. El viento le acarició el cabello y él cerró los ojos, dejándose llevar. Cuando los abrió, los centró en el correr del agua del río, que acariciaba las piedras al pasar. «Todo está bien», se dijo, y estaba apunto de sentarse cuando Kaido se detuvo y le encaró.
—¿Qué tal si entrenamos un poco? —sugirió—. Por los vientos que soplan, este guapetón probablemente no participe en tu puto torneo y aunque me provoque una úlcera pensarlo; supongo que estaría bien que lo ganase alguien de mi jodida aldea.
Daruu no creía que Kaido fuese nada parecido a un "guapetón", pero entendió el consuelo de Kaido. Sonrió y se encogió de hombros antes de adoptar una postura de combate.
—quizás pueda ayudarte a lograrlo, quién sabe. Y si al final ganas, podré decir que al menos una jodida onza de ese trofeo me pertenece.
—Si te apetece entrenar, no veo por qué no, podría ser divertido incluso —respondió Daruu—. Pero vamos a procurar no hacernos demasiado daño. Quiero comer pizza, no ir al hospital. Y necesito estar en plena forma para dentro de una semana o dos.
Le hizo un gesto con la mano.
—Venga, vamos allá.
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El muchacho no lució muy convencido de la propuesta del tiburón, o eso pensó Kaido al ver su rostro poco animado. El escualo pensó que Daruu, probablemente, estaba más preocupado en llegar en perfectas condiciones a las fechas del torneo que de lo que el propio Kaido pudiera enseñarle en el campo de batalla; por lo que existía la posibilidad de que finalmente declinara su idea. No obstante, Hanaiko comentó que podría estar divertido el hacer un pequeño combate siempre y cuando no se dejaran todo en el campo de batalla pues, evidentemente, para él habían otros compromisos mucho más importantes que el de ganarle al maleducado pescado que tenía en frente.
La malicia de Kaido, que yacía perdida durante su amistoso encuentro con Hanaiko, pareció florecer repentinamente. Porque pensó que estaría interesante el joderle una pierna al pánfilo de Daruu para que no pudiera pelear en el torneo de los Dojos. Y se lo debatió seriamente en su cabeza...
Pero no era tan mal chaval. No cuando le brindaban una pizza, al menos.
Vamos allá, espetó Daruu; y el tiburón dio un par de saltos en su posición mientras movía reiteradamente los brazos.
—Prometo no romperte nada —comentó con malicia, no sin antes esprintar hacia su más reciente contrincante e iniciar la arremetida con lo que suponía él era el movimiento más básico en una batalla: un puñetazo—. !golpe dinámico marino!
El puñetazo no tenía nada en especial ni mucho menos, pero le pareció gracioso darle un nombre a ver cómo reaccionaba Daruu. Pero no le veía tan tonto como para que creyese que de su puño saldrían peces hacia su rostro o algo similar, algo que se podría suponer por el ridículo nombre que le inventó a su ataque en ese instante.
De cualquier forma, aprovechó también, independientemente del resultado de su puñetazo; a arrojar un par de zancadillas con la pierna izquierda, inclinando su cuerpo lo suficiente como para que su mano derecha soportara su peso sobre el suelo.
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Kaido echó el cuerpo hacia atrás, luego hacia adelante, y salió despedido hacia Daruu como un torpedo, dispuesto a iniciar el ataque él mismo.
—Prometo no romperte nada —Por su comportamiento, y por el tono en que lo dijo, Daruu decidió no creerse ni una palabra y ser extremadamente cauto con él—. ¡golpe dinámico marino!
Se descubrió de pronto rivalizando en fuerza y en agilidad con aquél monstruo marino, todas las primeras apariencias en contra. Pese a lo extravagante del nombre, el puñetazo de Kaido fue sólo uno normal. Esquivó hacia un lado y le sujetó la muñeca y la parte de atrás del codo. Puso la espalda cortando su ofensiva por la mitad como una espada atravesaría una hoja de papel, y aprovechó el ímpetu del tiburón para arquearse y voltearlo por encima de su cabeza con una llave que lo estamparía en el suelo.
Acto seguido se agacharía y trataría de propinarle un puñetazo en el estómago, aunque de seguro que su adversario contrarrestaría con alguna cosa más. Después de todo el golpe no había sido impresionante, sólo un aterrizaje suave.
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La arremetida del tiburón se vio rápidamente contrarrestada con lo que pareció ser un aceptable movimiento defensivo, donde Daruu optó por no alejarse completamente de su brazo sino, por el contrario, poner sobre el mismo un agarre. Le serviría para aplicar una llave que podría estampar al tiburón contra el suelo por encima de la espalda de su contrincante, de no ser porque aquel brazo que creyó tomar con la fuerza necesaria para aplicar su movimiento se deslizó, sencillamente, de sus manos; como si sus poros se hubiesen atiborrado de vaselina.
No obstante, se trataba simplemente de la técnica característica de su clan, aunque probablemente Daruu no lo sabría. No sabría por qué el brazo de su oponente se le escaparía tan fácil, ni sabría por qué sus manos habían quedado cubiertas de agua.
Kaido quedó afortunadamente a espaldas de su oponente, quien a pesar de no haber completado la llave, pareció quedar en una posición poco privilegiada. Y el tiburón aprovechó los pocos segundos que tenía para actuar, estirando su pierna derecha directamente hacia el tobillo de Daruu. Su intención era hacerle perder el balance que la postura de esa misma pierna le daba en ese instante, aunque no sabía si el pelinegro sería lo suficientemente resuelto como para lograr zafarse del ataque rastrero que Kaido le había propinado.
De cualquier manera, esperaría al resultado para decidir su próximo movimiento. Aunque sus manos no se quedarían precisamente quietas, a la espera de propinar en cualquier momento su próximo ataque.
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Se agarró al brazo de Kaido, pero fue como tratar de agarrar el agua que caía de una botella. Daruu abrió los ojos con sorpresa, pero no era como si no hubiera visto aquello jamás. ¡Kaido era miembro del mismo clan que Ayame! Por supuesto eso no bastó para que el factor sorpresa no estropeara todo su plan inicial. Pero cuando el pez pasó a sus espaldas su cuerpo se giró instintivamente como un rayo y logró reaccionar a tiempo del contraataque de su oponente.
Daruu dio un pequeño salto y estiró las rodillas cuando la pierna de Kaido pasaba por debajo, tratando de golpearle en la rodilla y en los tobillos y caer encima de su extremidad. A otra persona, eso le habría roto la pierna, pero a alguien con las habilidades de Ayame sólo le obligaría a deshacerla en agua.
Entonces aprovecharía para extender él su propia pierna diestra y golpear, desde abajo, la barbilla del tiburón.
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Kaido debió admitir que Daruu sabía pelear. No cualquiera habría podido reaccionar tan rápido ante semejante desliz, salvándose además de lo que habría sido el segundo ataque del tiburón. Pero lejos de caer, el pelinegro logró darse la vuelta y dar un pequeño salto; que le permitiría evitar la zancadilla de su oponente. Pero no sólo se trató de una acción defensiva sino que también aprovechó el alzamiento de su cuerpo para estirar sus rodillas y disponer de la longitud necesaria como para que al caer pudiese llevarse consigo la pierna de Kaido, lo que sería catastrófico para sus huesos de completarse el movimiento.
No obstante, la velocidad con la que el escualo embistió la pierna el escualo le permitió dar vuelta a su cuerpo tan pronto como su extremidad pasó por debajo de Daruu, evitando así que la caída se llevase consigo su rodilla y probablemente su posibilidad de caminar normal de nuevo. Aunque, claro está, aún podía licuar su cuerpo, pero no quería abusar de ello y delatarse demasiado durante el combate.
Pero Daruu no acabó allí. Apenas su trasero tocó el suelo, volvió a alzar la pierna e intentó propinar un golpetazo en la barbilla de Kaido. Aunque él pudo disponer de ambos brazos para detener el avance de dicha pierna, aunque parte del botin sí que llegó a tocar un poco su papada. Le golpeó, pero no certeramente.
De cualquier forma, Kaido sostendría esa extremidad con la que Daruu atacó, y usó su propia pierna derecha para afienzarla en el suelo cerca de la otra pierna de Daruu a modo de bloquear un posible ataque. Y usaría la suya libre, es decir, la izquierda; para darle un golpe certero en el muslo interior, muy cerca de los cojones.
—¡bolas atronadoras!
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Las piernas de Daruu pasaron justo rozando las de Kaido, que consiguió zafarse de la patada. Daruu levantó la pierna, e intentó golpear la barbilla del pez, pero éste se apoyó de ambos brazos para detener gran parte del golpe. Luego, agarró su pierna, bloqueó la otra con su propio pie y Daruu vio literalmente pasar toda su vida por delante de su cara al comprender lo que estaba a punto de pasar.
Hizo un sello con la mano más alejada de Kaido, y un pequeño pilar de madera se elevó lo suficiente como para que el puño cerrado del tiburón chocara contra la celulosa y no contra los dos más importantes frutos de aquél árbol que era Daruu.
El muchacho agitó la pierna que Kaido tenía agarrada para librarse de él y retrocedió con dificultad hacia atrás, dando un saltito y recuperando el equilibrio.
—¡Eh, con eso no se juega! —exclamó.
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Estuvo cerca, muy cerca. Muy cerca de darle un golpe certero en el cúmulo de los futuros hijos que Daruu tendría alguna vez. No obstante, el muchacho utilizó la libertad de sus manos para invocar del suelo lo que pareció ser un trozo grande de madera. La función del mismo fue bloquear el ataque de su interlocutor y lo logró a toda regla. Era algo que Kaido no se esperaba en lo absoluto, más aún, teniendo en cuenta su desconocimiento acerca de las habilidades del pelinegro.
«Joder, pedazo de técnica... ¿controla la puta naturaleza?» —Cuando Daruu dio el par de saltitos atrás, el también hizo lo mismo. Y aprovechó para sobarse la mano, que de paso le había dolido el contacto con la madera. Era terriblemente dura —Vaya trampa. Hasta la tierra es mi enemiga.
Pero no temía a lo que pudiera venir, sólo tendría que tener cuidado y estar atento a su alrededor. Aunque sabiendo la poca paciencia con la que él combatía, no esperó a que Daruu aprovechara el palabreo para tomar la ofensiva. En cuanto pudo se abalanzó de nuevo hacia él, atento al movimiento de sus manos, no sin antes haber realizado una serie de sellos de la forma más rápida que su actual habilidad le permitía. Y en pleno apogeo, infló su pecho como un pez globo y le arrojó de un momento a otro una riada de agua lo suficientemente potente como para arrojar a alguien al suelo.
Esa era su intención, aunque probablemente el jodido Daruu encontraría una forma de detenerla. Era un ataque inocente, de cualquier forma.
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—Vaya trampa. Hasta la tierra es mi enemiga. —Kaido se frotó la mano que había chocado con la madera antes de proceder a embestir de nuevo hacia la batalla.
El tiburón nadó rápido por el aire y se plantó muy cerca de él realizando sellos. Una serie de sellos rápida para una técnica pequeña. Daruu saltó hacia atrás, elevándose en el aire y sorteando por un pelo el corriente de agua que Kaido había disparado.
Mientras se elevaba, haría su propia serie de sellos, igual a la del marino, y escupiría otra corriente de agua, pero ésta era más grande, lo que no significaba que fuese mejor que Kaido sino simplemente que había utilizado una mayor cantidad de chakra.
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Nuevamente, el pelinegro logró sortear el ataque del tiburón con la agilidad de un buen guerrero. Su riada de agua no le tocó, por los pelos; y él contraatacó con una serie de sellos manuales quizás, similares a los que Kaido había perpetuado anteriormente. Entre lo que se podía esperar, el movimiento de Daruu fue arrojar una técnica similar aunque ésta tendría proporciones mayores que la suya.
Kaido aprovechó el momento y se dejó cubrir por el gran manto de agua, recibiendo el impacto, aparentemente. Pero cuando el potente chorro se disipara; allí no quedaría nada que ver sino el amplio charco remanente de la técnica de Hanaiko desparramándose por la tierra.
El tiburón se había esfumado por arte de magia.
Su intención, pues sorprenderle. ¿habría podido él discernir algo sobre su habilidad o no tendría ni puta idea de que el pez se encontraba mezclado con el agua y licuado completamente en el suelo para ocultar su presencia?
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El chorro de agua envolvió a Kaido como una marejada se tragaba a un pescador desprevenido. Pero cuando la técnica acabó, y Daruu aterrizó en el suelo con una rodilla anclada en tierra, allá ya no estaba Kaido, sólo el charco que el Mizurappa había dejado a su paso.
¿No?
Daruu había peleado contra Ayame una vez, y había sido suficiente, aparentemente, para conocer los trucos de los genin del clan Hozuki. La muchacha, hacía algún tiempo ya, había utilizado exactamente aquella misma estrategia contra él. En aquél momento había caído en la trampa pensando que su rival era un clon de agua.
Hizo un sello de la serpiente, apoyó una de sus dos manos en el suelo e hizo crecer un kunai de madera de la nada. Arrojó el arma hacia donde había estado la técnica y se levantó.
—He luchado antes contra otro Hozuki, me sé algunos de vuestros trucos —dijo—. Vamos adentro. La masa debe estar lista ya.
Simplemente caminó rodeando el charco hacia la cabaña, y esperaba que Kaido le siguiera.
···
Cuando llegaron a la cocina, las masas habían crecido de forma considerable.
—Ahora llega lo divertido. Las extendemos y les echamos los ingredientes que queramos. La nevera está ahí, de modo que coge lo que quieras. Pero no le pongas mucho, hazme caso, sale mejor si eliges unos cuantos ingredientes que combinen bien.
Daruu cogió su masa, y la extendió con la ayuda de un rodillo que sacó del cajón del mueble. Primero hacia un lado, luego hacia otro, hasta hacerla más o menos fina y con forma redonda.
—No te fíes. Extiéndela bien que luego crece. —Le pasó el rodillo a su compañero y se dirigió a la nevera.
Mientras Kaido extendía su propia masa, Daruu cubrió la suya de tomate triturado, luego le añadió jamón, trocitos de queso, y unas rodajas de peperoni.
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Lamentablemente, para él; ese era su mejor truco. Y la mala suerte le acompaño otra vez, puesto que daruu no respondió a su aparente desaparición con la reacción usual de quien no sabe a donde fue si enemigo, y por el contrario, atisbó un rostro serio y con un simple sello creo lo que parecía ser un pedazo filoso de madera que terminó arrojando hacia el amplio charco.
Le dedico un par de palabras al tiburón y le reveló que conocía a los hozuki. Anuncio que la masa estaba lista y que era mejor que entrasen.
"Hijo de puta" — pensó el escualo, aún dentro de su propia masa de agua. Tan sólo asomó la cabeza y reconstruyo parte de su rostro en cuanto el peli negro tomara rumbo hacia el interior de su hogar. Le observaría con cara de pocos amigos y refunfuñaría un poco antes de salir completamente de su estado acuoso.
...
El pez hizo lo propio con su masa. La extendió conun segundo juego de rodillos y la dejo un poco más gruesa que la de daruu, entendiendo que la prefería de esa manera; era mejor para sus dientes. Y una vez que estuviera lista, agregaría un poco de todos los ingredientes que pudiera encontrar. Avaro y abasto, eligió no siege la recomendación del chef y dejo su pizza muy bien cargada.
Y como toque final, le echo anchoa. Mucha anchoa...
Miro a su interlocutor y sonrió.
—Que soso que eres, si no le has puesto nada a tu pizza.
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Daruu observó la pizza de Kaido y recibió su comentario como una bofetada en la cara. Resopló y abrió la puerta del horno, que había pasado unos minutos tomando temperatura.
—Tu pizza va a saber a todo y a nada al mismo tiempo, no tiene personalidad —espetó—. Corrijo: va a saber a anchoa. A asquerosa anchoa, porque la anchoa se come el sabor de todo.
Abrió el mueble de la isla y sustrajo dos bandejas. Colocó las pizzas encima y las metió en el horno.
—Sólo tenemos que esperar un poco más a que se hagan y estará lista. Vamos a sentarnos al salón mientras tanto.
···
Tirado en el sofá, Daruu luchaba por respirar y se daba aire con un abanico improvisado con sus técnicas de Mokuton. En el horno, las pizzas se habían hecho enormes. No parecía haberle supuesto ningún problema a Kaido, pero él estaba apunto de reventar.
—Joder, te juro que exploto hoy —rió.
Los platos, en la mesa, no tenían ni una sóla miga.
—Pero tío, qué buena estaba.
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No le importaba que su pizza no fuese a saber a nada. Le bastaba con que no fuera tan sosa con la de daruu, quien además no lucio muy a gusto con su comentario. Eso no sólo le había hecho muy feliz al tiburón, sino que también le haría disfrutar más aún la pizza que el propio Hanaiko le había enseñado a preparar.
...
El escualo era un joven en forma. Pero aquella pizza había conseguido hacerle un buen bulto en el estómago, de lo maciza que había resultado al salir del horno. La disfrutó como quien no hubo comido nada en días y se atragantó de agua una vez hubiese devorado todo el plato.
Daruu término la suya poco después y advirtió estar a punto de explotar. Y que valió la pena, además, como si hiciera falta decirlo.
—Supera las expectativas. Me gustaría decir que he probado mejores, sólo para verte la cara de idiota... Pero joder, ha estado muy buena.
Kaido dejo el comfort del sofá y camino por la sala un par de veces. Sólo cuando consiguió el aliento para hablar; comenzó a conversar de nuevo.
—bueno, que ame no kami te lo pague. Ya te invitare yo algo algún día, algo se me ocurrirá. Aunque... Necesito un último favor tuyo; y es que me digas como llegar a la puta ciudad de yachi desde aquí.
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