Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Yakiniku resopló mientras encaminaba su tabla de surf en dirección al edificio del uzukage. ¿A quien se le ocurrió citarla a las ocho de la mañana? Esas no eran horas para reuniones, eran horas para estar tumbada en la playa esperando que se acercase una buna hola.
Pero claro, una orden del kage era una orden, y como shinobi, tenia que obedecerlas. Ella creía tener muy claro para que la llamaban: El alboroto que había formado el otro dia en la presentación del nuevo uzukage. Eso, y quizas que había visto que ella no habia hecho ni una sola misión, ni del rango más bajo. Y su largo historial de meter las narices donde no le llaman.
Entró al edificio subida en la tabla, y se acercó a la recepción sin bajar. No queria sumar a su larga lista de cosas mal hechas dejar huellas negras en el suelo del edificio del uzukage.
—¡Ey! —Yakiniku llamó la atención de la recepcionista. Podría haber dicho buenos días, pero eso sería mentir. —Me han dicho que tengo que ver al Uzukage a las ocho.
A Kiyomi se le escapó una sonrisa divertida al verla. Menuda chica más exótica.
—Se nota que portas la Voluntad de Fuego, ¿te lo han dicho alguna vez? —bromeó, en clara alusión al calor que transmitía la muchacha—. Yuki Yakiniku, ¿no es así? Sí, sube esas escaleras del fondo hasta el último piso. Lo encontrarás tras unas puertas con el símbolo del remolino.
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—Que graciosa ¿Eh? —Solto Yakiniku sin esconder la ironía ni un poquito. Estaba hasta las narices de las bromitas del calor—Espero que el Uzukage no me haya llamado para ver si me hace gracia el "Humor de uzushiogakure".
Y ni siquiera la dejó contestar antes de subir las escaleras. Con la tabla de surf. Lo bueno de que flotase es que podias hacer esas cosas. Y también se podia usar para otras cosas, como por ejemplo, para empujar la puerta del despachu del uzukage, y entrar sin dejar la marcas de las manos en la madera de la puerta.
—¡Ey! —Volvio a olvidarse del buenos días, por que no lo eran. —¿Quieres decir tu el primer chiste o lo hago yo? Ah, no, que ya lo ha hecho tu recepcionista. Que chica tan graciosa ¿Verdad?
Si habia ido hasta allí para para eso, al menos que terminase rápido.
29/01/2022, 02:35 (Última modificación: 29/01/2022, 02:39 por Uchiha Datsue. Editado 2 veces en total.)
Kiyomi quiso disculparse —probablemente lo hizo, aunque a Yuki no le diese tiempo de oírlo—, sin saber que a la kunoichi le molestasen tanto aquellas bromas. Obviamente no había sido con mala intención, en su mente incluso era un mensaje positivo. Tomaría nota para la próxima, desde luego. No era de las que se mofaban o pinchaba en las debilidades de la gente, ni mucho menos.
Datsue, entretanto, miraba el expediente de la Yuki, ligeramente esperanzado, con una ligera sonrisa en su rostro, incluso, tras una idea que acababa de tener para ganarse la confianza de la kunoichi. La recordaba, desde luego que la recordaba. Por la fotografía, era indudablemente ella: la chica que se había puesto a insultar en medio de su discurso. A Datsue le había parecido un tanto exagerado, pero desde luego denotaba un fuerte sentimiento de compañerismo, o al menos de una intolerancia total hacia los abusones. Y eso era una virtud a pulir.
Sin embargo, la sonrisa se escapó de su rostro como la sangre en una herida abierta cuando Yakiniku entró en tromba. Se quedó a cuadros, demasiado en shock, demasiado sorprendido. ¿De verdad Hanabi había tenido que aguantar tantas tonterías juntas? ¿O es que era que él no imponía el mismo respeto?
—Bueno… ¿La sellas tú en el lago, Datsue, o la sello yo?
Shukaku se había despertado, ahora sentado en la hamaca con sus diminutas piernas colgando en el aire, esbozando una de esas sonrisas que no nacía de la diversión inocente, sino de algo más peligroso. Algo más oscuro. Datsue dejó el expediente sobre la mesa y miró, claramente no a su espada, sino a uno de sus cerezos silvestres. Directamente a los ojos. No fue amenazante, pero sí severo.
—No sé de qué me estás hablando —Tuvo que hacer un esfuerzo titánico para no añadir mierda y niñata al medio y final de la frase—, pero te sugiero que salgas ahora mismo, cierres la puerta, y esta vez llames. Dos veces, con los nudillos, antes de pasar. Luego dirás: Buenos días, señor Uzukage. ¿Puedo ayudarle en algo? Y en ese momento, mantendrás la boca cerrada hasta que yo diga lo contrario, tal y como te debieron enseñar en la Academia.
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Yakiniku suspiro. Se bajo de la tabla de surf, y se la pudo bajo el brazo. Empezó a salir humo del suelo, símbolo de que se estaba quemando algo bajo sus pies. Quizas una alfombra, quizas la madera. Pero lo ignoró y salió de allí siguiendo las ordenes del Uzukage, cerrando la puerta tras de sí.
¿Tenía que comportarse como los demás? Era una orden de un superior, la acataria. Aunque sabía que los demas no se comportarian educadamente con ella. A sus ojos, la recepcionista ya había empezado con mal pie, faltándole al respeto con otra bromita mas sobre su cuerpo ardiente. Estaba cansada de escucharlas. Sopesandolo, quizas la idea de morir en el lago, rodeada de agua, tampoco era tan mala. Por lo menos el agua le gustaba, las bromas sobre su cuerpo, no.
Yakiniku apoyó su tabla de surf en la pared, al lado de la puerta del despacho. Si tenia que ser como los demás, no podia presentarse de nuevo ante el uzukage montada en una tabla. ¿No? Y allí no se la robaría nadie, se suponía que había buena seguridad en el despacho del uzukage.
Despues, tal y como le habían indicado, llamó a la puerta dos veces, con los nudillos, y luego abrió. Abrió apoyando su mano en la madera de la puerta y dejándola allí marcada en negro. Tampoco podía hacer otra cosa, no era su culpa.
—Hola, señor Uzukage. ¿Puedo hacer algo por usted?
Acompañó las palabras de una pequeña reverencia. Pero ni siquiera una orden del mismísimo uzukage sería capaz de hacerla mentir. No tenía un buen día, y por tanto no diría buenos días. Esperaba que al uzukage le valiera con un saludo normal.
Por otro lado, tampoco era culpa suya si dejaba las marcas de sus pies en el suelo. Pero tampoco tenía mucho más remedio, si no podia ponerse sobre la tabla, no podia hacer mucho por evitar quemar la madera o la alfombra del suelo. Llegaría un punto en el que incluso empezaría a oler a quemado, o quizás la echaban de allí rapido.
De hecho, eso esperaba, si la habían llamado para soltarle bromitas sobre el calor, que por lo menos fuese rápido.
—Oh, hola, Yakiniku. Pues ahora que lo mencionas, sí, sí hay algo que puedas hacer por mí —como si aquella fuese su primera interacción, tomó un pergamino y lo dejó caer al otro lado de la mesa. En el extremo que estaba del lado de ella—. Eso en concreto —dijo, para luego levantarse y abrir la ventana mientras miraba distraídamente hacia el exterior. Agradeció la brisa fría que entró por el otro lado.
Dioses, aquella chica arrastraba con ella un calor de la hostia. Volvió a darse la vuelta.
—Te escuché, ¿sabes? En el discurso —continuó, un poco menos severo, ya más relajado—. Yo me refería a ser un escudo contra las amenazas de afuera, pero tenías razón: también existen problemas aquí dentro. Algunos no se ven, otros, a veces, parezca que no se quieran ver. Quiero que me ayudes a resolverlos. Uno a uno, grano a grano, poco a poco. Y esa de ahí es la primera de muchas misiones que tengo pensadas.
(D) Primer Escudo, a los niños
Publicada en: Uzushio Rango recomendado: Genin Nivel recomendado: 1 Solicitante: Uchiha Datsue, Rokudaime Uzukage Lugar: Academia de las Olas
Se requiere de un informe exhaustivo de la Academia de las Olas. No en la parte educativa y de enseñanza, sino en el componente social. ¿Se produce algún tipo de bullying en las clases o en el interior del recinto? ¿Dónde, y con qué frecuencia? ¿Cómo lidian los profesores si ven, o sospechan, un caso de acoso escolar? ¿Siguen los protocolos? ¿Se resuelven estos problemas con prontitud, o es un mal que se mantiene en el tiempo?
Además del informe, se precisa de una serie de propuestas para mejorar el sistema de la Academia en este ámbito, con el objetivo de mitigar lo máximo posible este gran problema.
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—Disculpe... —Dijo Yakiniku cuando el Uzukage término de hablar. —¿Le importaria extenderlo? —Echó una mirada al pergamino. —Yo y el papel... No nos llevamos muy bien... Se pondria negro antes de terminar de leerlo y luego le llenaría todo el despacho de cenizas.
Aunque a esas alturas... Iba a tener que limpiar igual, o mejor dicho, quizas cambiar los tablones de madera del suelo. Bajo sus pies ya estaban negros, y Yakiniku se había movido ligeramente a un lado por miedo a que ese trozo de madera cediera bajo sus pies tras convertirse poco a poco en carbon.
—Mire —Diria la muchacha si le extendían el perfamino para que pudiera leerlo. —No tengo ningun inconveniente en cumplir con las tareas que me asignen, pero creo que se está equivocando de persona. La gente no me quiere cerca, y mucho menos cerca de los niños. Usted puede ordenar que me dejen entrar y hacer mi trabajo, pero las miradas y las caras de los profesores y el personal de la academia seran suficientes para que los niños aprendan todo lo contrario a lo que usted intenta prevenir enviandome allí.
Al contrario que la recepcionista, el uzukage no había hecho ninguna broma o comentario respecto a su problema y Yakiniku de dió cuenta de que quizás había empezado con mal pié. Pero eso no quitaba que su problema fuera real y estuviese allí. Ella era consciente de que había cosas que podia hacer y otras cosas que no podía hacer.
—Además, ya ha visto como me pongo cuando alguien hace algún comentario sobre mi problema. Aunque quiero, no puedo evitar estar a la defensiva, y ya sabe como son los niños. No puede terminar bien.
No se estaba quejando, si tenia que cumplir la misión, lo intentaría, pero tampoco iba a prometer que aquello saldría bien cuando, en su cabeza, todo apuntaba a desastre.
Datsue le había abierto el pergamino, sorprendido de que el calor que emitía la chica fuese tan alto como para quemar el papel. ¡Debía portar buena ropa! «Y pensándolo bien, no tendrá necesidad de planchar las camisas o los pantalones. Ya que con tan solo ponérselas… Datsue, Datsue, no es momento para tus chistes».
La jugada de la misión no le salió tan bien como esperaba. Había creído, viendo la defensa a ultranza a Suzaku y sus palabras posteriores, que estaría encantada de tomarla. No obstante, estaba descubriendo que Yakiniku tenía cierto miedo a cómo la gente reaccionaba con ella. Y lo peor de todo: parecía resignada a ello.
A decir verdad, aquellas entrevistas las estaba realizando con el objetivo de conocer mejor a su gente, y desde luego que lo estaba consiguiendo. Especialmente con Hayato y ahora la propia Yakiniku.
—Quizá tengas razón, Yakiniku, y tú no seas la mejor candidata para esta misión en concreto. Te escucho, y por eso… —se tomó un breve momento de silencio, acariciándose el mentón—. Y por eso, voy a asignarte un compañero de misión. Alguien más… calmado, por así decirlo. Alguien que te complemente.
»Verás, me hablaste de todos los inconvenientes, pero no de las virtudes que posees para cumplir con éxito lo que pido. Te vi en el discurso: llevas mal que alguien se meta con otro más pequeño. Muy mal. Y eso es lo que necesito. Eso, y que por lo que veo, no tienes pelos en la lengua para decir lo que piensas. —Ese era el mayor punto fuerte que tenía para aquella misión—. ¿Cuántos genins crees que se atreverían a cuestionar a un chūnin, o peor, a un jōnin? Quizá veas a un profesor que lo esté haciendo medio mal, no lo bastante para ser algo flagrante, pero sí lo necesario para que requiera de un toque de atención. La mayoría de genins optarían por callarse y no ganarse un problema, pero tengo la sensación de que tú no. Y por eso, yo sí pienso que eres la genin ideal para esto. Quizá la única que tenga.
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A oídos de Yakiniku, la solución a que no se abalnzase a darle una patada en el culo al primer crio que hiciera una bromita sobre lo suyo era ponerle una niñera. Quizás no era mala idea, aunque no estaba segura de que la compañía fuese a ser agradable. Ni para una parte, ni para la otra.
Y lo que decía Datsue de no tener pelos en la lengua... Pues era verdad. Yakiniku no tenia ningun problema en decir lo que pensaba. Si tenia que decirle a un joinin que se estaba comportando como un imbécil, pues ella lo haría. ¿Probablemente saldría mal parada? Probablemente. Pero incluso si tenia que decir una verdad frente al uzukage, lo haría, y ahí se jugaba la vida.
—Como podrá comprobar en mi expediente, eso nunca me ha preocupado. Si tengo que decir algo, lo digo. Lo que me preocupa, Uzukage-sama, no son las palabras.
La única vez que el asunto había llegado a las manos, no había terminado muy bien. Seguro que eso también estaba en su expediente, pero una vez un compañero de clase se dedico a hacer bromas subidas de tono con el tema del calor, y cuando Yakiniku se cansó, le apreto la cara con la mano. Si para el papel era difícil resistir el calor, para la piel... Es probable que, si alguna vez el uzukage le llamaba al despacho, le reconociera fácilmente.
—Y no es fácil sujetarme, tampoco me llevo bien con la piel de los demás, pero si cree que un compañero podria ayudar... ¿Donde le espero?
Sí, eso era algo que venía reflejado en su expediente. Era franca, directa y honesta. Cualidades positivas en un mundo ideal, y en el mundo ninja… Bueno, dependía del caso. En aquellos momentos, para aquella misión en concreto, Datsue lo consideraba una virtud.
—En la Academia de las Olas —respondió, a la pregunta de dónde esperaría a su compañero. Lo cierto es que todavía tenía que encontrarle uno, pero tenía cierto optimismo al respecto. Después de todo, aún le quedaban unas cuantas entrevistas por aquel día—. Mañana mismo, a las ocho de la mañana.
Datsue se recostó hacia atrás, dando por concluida la charla. Había empezado mal, pero terminó siendo productiva, a su parecer.
—Esa forma de surfear el aire mola mucho, por cierto. Si quieres presentarte en este despacho encima de la tabla, a mí no me molesta —dijo, como último apunte.
Además, el olor que le estaba llegando a quemado no le hacía mucha gracia. Con las emociones de Hanabi aquel despacho había tenido suficiente ya en cuanto a quemaduras. El pobre genin que se ocupase de sustituir los tablones debía estar ya hasta las narices.
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En realidad a Yakiniku no le gustaba mucho la idea de volver a la academia, y sabia que aquello no iba a terminar especialmente bien, que probablemente acabaria chocando con alguno de los profesores, y que ello le terminaria sumando alguna que otra cosa en su expediente. Pero era una misión que habia recibido del mismo Kage, e iba a tener a alguien que la complementase.
—Sera lo mejor,si.
Dijo la muchacha mientras miraba al suelo, en el que ya había dejado marcado el segundo par de huellas. Siempre entraba a los sitios montada en su tabla para evitar esas cosas, pero las empleadas y empleados del orfanato siempre la reñian por que decían que era de "mala educación". Y quizás no les faltaba razón, nadie entraba a los sitios montado en su vehiculo, aunque Yakiniku había escuchado una historia sobre cierto herrero que vivia en un barco que casi metió su vehículo hasta el edificio del kage intentando frenarlo en el puerto. Estaba segura de que aquello era una exageración.
—Una cosita más antes de marchsrme. Si no es mucha molestia, me gustaria que en recepción me tratasen como al resto de Shinobis. No necesito que me recuerden todo el tiempo que soy una estufa andante. A los que han pasado delante de mí les han saludo y ya está, no les han recalcado ningún aspecto sobre su cuerpo o su apariencia.
Además, el uzukage ya había sido testigo del mal humor que se despertaba em Yakiniku cada vez que alguien hacia una bromita sobre el tema. Y más cuando era alguien con el que no mantenia ningún tipo de amistad o ni siquiera se conocían.
—En fin, nos vemos cuando vuelva para informarle de la misión. Suerte con lo que queda de día.
Yakiniku esperaría a que le dieran permiso para marcharse, y entonces, saldría del despacho, se subiría a su tabla, y se marcharía de allí lo más rapido posible, no quería tener que volver a escuchar a la chica de recepción, y queria terminar de aprovechar el día surfeando.
Datsue no tenía ni la más remota idea de lo que podría haberle dicho Kiyomi a Yakiniku como para que la kunoichi todavía tuviese tal rebote encima. Conociéndola, dudaba que fuese algo intencionadamente hiriente.
—Por supuesto —dijo, no obstante. Lo hablaría con ella, sí. Luego, asintió ante su despedida y se quedó solo en el despacho con Shukaku.
—Eres un blandengue, ¿lo sabías?
Datsue se encogió de hombros, como toda respuesta, y cerró la carpeta que contenía el expediente de la Yuki. Todavía quedaba mucha gente con la que entrevistarse, y debía buscarle un compañero de misión adecuado a Yakiniku.
—Veamos a quién le toca ahora… —murmuró para sí, abriendo el siguiente expediente de la columna de carpetas.
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Aquella mañana empezó de la forma más extraña. Uno de esos días en los que a uno le aporrean la puerta de su solitario cuchitril. Entre algún que otro bostezo y algún silencioso quejido por no dejarme dormir me levanté, a mi ritmo, claro, y fui a ver de quién se trataba. El despertador marcaba la primera hora de la mañana. Me froté los ojos una vez más y accioné el mecanismo de la puerta de entrada. Nada, ni una mera silueta. Estuve a punto de cagarme en los muertos de alguien, pero la vista se me fue al suelo al mismo tiempo que la diestra acariciaba mi nuca.
«¿Una notificación? »
Era una carta y se podía ver el sello del remolino, identificativo de Uzushiogakure, así que la abrí y vi que el reciente ascendido como Rokudaime Uzukage reclamaba una audiencia conmigo. De nuevo tuve que frotarme los ojos. Volví a leerlo y, en efecto, reclamaba de mi presencia esa misma mañana.
— Joder, será mejor que me dé prisa
Aquel día ni siquiera desayuné, simplemente me vestí tan rápido como pude, me pusé mi bandana en la frente como solía hacer siempre y puse dirección al edificio más emblemático de la aldea, donde se suponía que iba a tener aquella cita, si es que se le podía llamar así. En el interior del edificio me crucé con la chica estufa con la que también tuve un pequeño encuentro durante la caótica presentación del nuevo Uzukage. Seguí mi camino y me paré un la puerta que daba acceso a mi destino. La hice sonar un par de veces con los nudillos, me tomé unos segundos y tomé aire, luego entré. En el interior di unos pasos con la mirada en el horizonte, comprobando que efectivamente Uchiha Datsue estaba allí, hinqué mi rodilla al suelo, haciendo descender mi cuerpo a la par que mi cabeza bajaba y la mirada se clavaba en el suelo.
— Lamento la demora, Rokudaime-sama, creo que me solicitaba
Uchiha Natsu. Reconoció la fotografía estampada en el expediente al instante: le había visto en su discurso como Uzukage. Cotilleó un poco su ficha: el chico parecía poseer grandes cualidades con el Katon —algo esperable en un Uchiha—, y pese a poseer un pasado trágico, las notas de los profesores eran favorables en cuanto a los vínculos y las relaciones sociales que había forjado en la academia.
Por lo que pudo comprobar al verle entrar, además, es que era un chico bien formal. Nada más plantarse frente a él hincó la rodilla, en una señal de respeto máximo. Datsue esbozó una media sonrisa, pero no le contradijo. No señor. Después de algún que otro malhablado que había recibido, sentaba bien recibir el extremo opuesto.
—No te preocupes —dijo, respecto a la tardanza. Luego hizo un ademán con la mano—. Por favor, siéntate.
Shukaku, mientras tanto, se encontraba leyendo un manga de un chico que era capaz de asesinar simplemente apuntando el nombre de la víctima en un cuaderno.
—Joder, ¡esta mierda es buenísima!
Datsue rio.
—Te dije que te iba a gustar. —La suya había sido una recomendación segura, desde luego. Volvió a desviar la atención hacia Natsu—. Bueno, veamos, Natsu. Imagino que te estarás preguntando por qué te he mandado llamar… Verás, me gustaría conocer a mis ninjas. A todos ellos, aunque sea brevemente. —Era una empresa complicada. Probablemente le llevase más de un año, pues no podía dedicar más de una hora o dos al día a aquellas entrevistas. Todavía no se había acostumbrado al tacto del sombrero en su cabeza, pero el trabajo ya le desbordaba—. Así que, antes de nada: ¿te encuentras bien en la Villa? ¿Hay algo que pueda hacer por ti?
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Aquel primer mensaje fue tranquilizador. La visto se alzó un poco, para poder ver a Datsue un poco mejor, o mejor dicho, para poder verlo.
. Por favor, siéntate.
Aquella fue una instrucción lo bastante clara, ya había habido suficiente reverencia para el nuevo Uzukage. Igual no se acostumbraba, pero la academia era bastante clara en aquellas materias y fue algo que me quedó bastante claro. quizás es que el ser huérfano te hacía aplicarte más de lo que lo solían hacer los estudiantes y el ninja que tenía allí delante no se acostumbraba a recibir aquel tipo de cosas. Ya tendría tiempo para habituarse por completo. No obstante recuperé la verticalidad, asentí con la cabeza y posé mi trasero en aquella silla, observando el rostro y la mirada que se escondían bajo aquel imponente sombrero.
—Joder, ¡esta mierda es buenísima!
— ¡Hostias! digo... perdón
Mientras Datsue reía, mis mejillas se enrojecieron a una velocidad vertiginosa y mis labios dibujaron una sonrisa de esas tontas. Mi mano, por su parte, se había movido por voluntad propia hasta la nuca, rascándola con la palma.
«¿Qué habrá sido eso?»
—. Bueno, veamos, Natsu. Imagino que te estarás preguntando por qué te he mandado llamar… Verás, me gustaría conocer a mis ninjas. A todos ellos, aunque sea brevemente.
Aquellas primeras frases captaron por completo mi atención. Mis ojos se abrieron un poco más y la mano de la nuca volvió a posarse encima de mi pierna. Lo cierto es que desconocía a cuantos ninjas había hecho llamar, incluso ni sabía si había sido el único, aunque seguro que no. Sin embargo, el simple hecho de estar allí y tener la oportunidad de presentarme y de interactuar con el mismísimo Rokudaime Uzukage ya era todo un reconocimiento para mí.
. Así que, antes de nada: ¿te encuentras bien en la Villa? ¿Hay algo que pueda hacer por ti?
— Y-yo... no sé muy bien qué decir, la verdad —lo cierto es que aquello me estaba abrumando más de lo que debiera, seguramente.— Se lo debo todo a la aldea, no creo que pudiese estar mejor. Primero en el orfanato y ahora ya como gennin... bueno, me han puesto muchas facilidades para encontrar un sitio en el que vivir.
«Y aún así me pide qué puede hacer por mí»
Si hubiese un medidor de incredulidad en aquel lugar ahora mismo estaría estallando en mil pedazos.
— Pero creo que si hay algo que puede hacer usted por mí. Bueno, al menos tratar de ayudarme con ello