Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Oh, había unos cuántos shinobis, sí. Y kunoichis también. Desde luego, si quería cumplir con su objetivo, iba a tener que durar más tiempo en el cargo que sus predecesores. Al menos, que los últimos tres.
El Uchiha rio ante el derroche de positividad de la chica. ¡Se proponía para patear el trasero de Kurama, nada menos!
—Eso sería algo digno de ver. —Quizá la declaración de Suzaku sonase a exageración. En aquellos momentos, por supuesto que lo era. Pero, si tenía que depositar su confianza en unos pocos para tal tarea, esos eran, principalmente…—. ¿Sabes? Que quede entre nosotros, un Kage no debería decir estas cosas, pero… —Se inclinó hacia ella y bajó la voz—. Si existe alguien capaz de patear el trasero a Kurama en un duelo solitario, apostaría un millón de ryōs a que se encuentra entre nuestro clan. No digo que seamos mejores que el resto… Claro que no… Pero… los Uchihas molamos más.
Y eso nadie podía rebatírselo.
—Y ya que mencionas a tu hermana... —añadió, aún cuando había estado esforzándose en no tocar el tema. Se estaba entrevistando con Suzaku y no con su hermana, pero es que le podía la curiosidad—. ¿Puedo saber por qué ese... rencor hacia mí? En mi discurso no parecía muy satisfecha con los líderes de la Villa. No quiero ponerte en ningún aprieto por ella. Solo es que... Me gustaría saber si os hemos fallado en algo.
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9/04/2022, 20:01 (Última modificación: 9/04/2022, 20:02 por Aotsuki Ayame.)
—Eso sería algo digno de ver —respondió el Uzukage.
Y Suzaku se encontró ante una oleada de sentimientos encontrados. Vergüenza, ante la idea de que Uchiha Datsue en realidad se estuviese riendo de ella, después de todo no era más que una genin recién graduada. Orgullo, porque si no se estaba riendo de ella, eso significaba que estaba reconociéndola. Arrepentimiento, porque... ¿¡qué demonios hacía ofreciéndose para algo así!? ¡¡Era una genin recién graduada!!
Por aquellos, y mil motivos más, Suzaku no supo bien qué responder. Y se limitó a inclinar la cabeza farfullando un murmullo incomprensible.
—¿Sabes? —Fuera como fuese, el Uzukage siguió hablando—. Que quede entre nosotros, un Kage no debería decir estas cosas, pero… —Se inclinó hacia ella y bajó la voz—. Si existe alguien capaz de patear el trasero a Kurama en un duelo solitario, apostaría un millón de ryōs a que se encuentra entre nuestro clan. No digo que seamos mejores que el resto… Claro que no… Pero… los Uchihas molamos más.
—¡Por supuesto que molamos más! —exclamó la pelirrosa, olvidándose de bajar la voz. ¡Pero es que tenía razón! ¿Qué otras personas que no fuesen Uchiha tenían un dōjutsu tan molón como el suyo?
—Y ya que mencionas a tu hermana... ¿Puedo saber por qué ese... rencor hacia mí? En mi discurso no parecía muy satisfecha con los líderes de la Villa. No quiero ponerte en ningún aprieto por ella. Solo es que... Me gustaría saber si os hemos fallado en algo.
Y aquel fue el momento en el que Suzaku se sintió como si se encontrara sobre un puente colgante a punto de desplomarse sobre un precipicio de cientos de metros de profundidad.
—Eh... —farfulló débilmente, mirando hacia otro lado—. U... Umi no es mala. En realidad... pues... —La muchacha respiró hondo, agobiada. ¿Qué podía decir en una situación así y que no terminara salpicándolas a ambas?—. Creo que hay algo dentro de ella... una especie de sentimiento malo. Creo que está preocupada por la guerra contra el zorro ese. Y al mismo tiempo se preocupa por mí. Mucho.
No podía decirle que Umi no creía en la aldea. Tampoco podía decirle que su hermana no creía que un Kage fuera a ayudarlas en caso de necesidad. Y mucho menos podía decirle que sería capaz de tachar el símbolo de su bandana, como ya le había demostrado en una ilusión. Pero al mismo tiempo, se le estaba presentando una oportunidad de oro: el conocer algo de lo que su hermana nunca hablaría con ella.
—Uzukage-sama... una vez la oí decir que nuestros padres eran unos seguidores de alguien, de un fanático, y que entregaron su vida por su causa. ¿Usted sabe algo de eso?
Preocupación por la guerra y por su hermana. Dos sentimientos que podía comprender perfectamente. Lo había vivido. Los había sentido. También la animadversión —o quizá simplemente escepticismo mezclado con cierta ojeriza— hacia una Uzukage que, tiempo después, descubrió que no se lo merecía. Por eso estaba tan interesado en conocer los motivos de Umi. Porque estaba convencido de que podría conectar con ellos.
La respuesta completa de Suzaku, sin embargo, no se lo vio venir.
—Pues… No, la verdad. No sé nada de eso. Probablemente tuve que consultar mejor los datos sobre ti y tu familia antes de esta entrevista, te pido disculpas por ello.
Demonios, eso le pasaba por no leerse el expediente antes. ¿Seguidores de un fanático? Tuvo que volver a recuperar el expediente de Suzaku, porque no terminaba de caer en nadie. Lo cual era jodidamente estúpido por su parte, porque cuando vio cierta palabra en el apartado de antecedentes y familia de la kunoichi, le resultó más que obvio.
—Hmm… ¡Pues aquí no dice nada! —mintió, sí, mintió. Porque la palabra Zoku le acababa de estallar en la cara y no sabía cómo gestionar aquella bomba. Así que volvió a sus orígenes y tiró por lo fácil: una huida hacia adelante. Se arrepintió casi al momento, pero… Joder, no es que fuese a mantener la mentira por mucho tiempo. Solo el suficiente para saber cómo enfocar aquello y leer con calma qué había sucedido con sus padres—. Pero si quieres podemos quedar otro día y consulto antes el expediente de tus padres. Quizá ahí aparezca algo.
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—Pues… No, la verdad. No sé nada de eso —respondió el Uzukage, y Suzaku hundió los hombros, entre desilusionada y decepcionada.
En su fuero interno había supuesto que, si alguien debía tener las respuesta a sus preguntas, ese era él. Pero no había sido así.
—Ya...
—Probablemente tuve que consultar mejor los datos sobre ti y tu familia antes de esta entrevista, te pido disculpas por ello.
—Oh, no se preocupe, Uzukage-sama —Suzaku se forzó a esbozar una sonrisa—. Seguro que ha estado muy ocupado... cosas de Uzukage y eso.
Después de todo, en ningún momento se le había pasado por la cabeza que alguien tan importante como el Uzukage se pondría a revisar su historial. Pero más valía tarde que nunca. Y Uchiha Datsue se puso a ello. Sus ojos recorrieron a toda velocidad las hojas de lo que debía ser su informe, y Suzaku aguardó con tensa impaciencia, estudiando su rostro para tratar de ver cualquier tipo de reacción.
—Hmm… ¡Pues aquí no dice nada! —Aquellas cuatro palabras terminaron de arrebatarle las escasas esperanzas que le quedaban—. Pero si quieres podemos quedar otro día y consulto antes el expediente de tus padres. Quizá ahí aparezca algo.
—No quisiera molestarle, la verdad... —murmuró, aunque cierta desesperación calaba en su tono de voz sin poder evitarlo—. Debe estar muy liado con todas estas reuniones y... las cosas de Uzukage...
Las cosas de Uzukage. Lo repetía mucho, eso. Las cosas de Uzukage. Pero, ¿cuál era la misión de un Uzukage, sino velar por la felicidad de su gente? Al menos, les debía algo de honestidad. Al menos eso. Aunque en algunas ocasiones llegase con algo de retraso.
—¿Sabes? Hanabi me dijo una vez: Datsue, tú tienes que estar para la villa; y la villa tiene que estar para ti. —Lo recordaba como si fuese ayer—. Suzaku, tú eres mi ninja. Mi kunoichi. Mi espada. Pero yo también soy tu escudo. Tu Uzukage. No puedo pedirte que luches por mí, por esta villa, contra la mayor amenaza de Ōnindo y después no estar para ti en algo tan importante para ti.
»No se hable más al respecto. Volveremos a vernos y hablar del asunto. Te lo prometo.
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—¿Sabes? —le interpeló, captando de nuevo la atención de Suzaku—. Hanabi me dijo una vez: Datsue, tú tienes que estar para la villa; y la villa tiene que estar para ti.
«Hanabi-sama...» Suzaku no había tenido la oportunidad de conocer al anterior Uzukage, o de tener una conversación como la estaba teniendo con Uchiha Datsue; pero, como anterior líder de la aldea, le guardaba una adoración similar a la que le estaba dedicando al Uchiha. Además, ¡había librado a Uzushiogakure de la tiranía de Uchiha Zoku!
—Suzaku, tú eres mi ninja. Mi kunoichi. Mi espada. Pero yo también soy tu escudo. Tu Uzukage. No puedo pedirte que luches por mí, por esta villa, contra la mayor amenaza de Ōnindo y después no estar para ti en algo tan importante para ti. No se hable más al respecto. Volveremos a vernos y hablar del asunto. Te lo prometo.
Suzaku se vio enmudecida por las palabras del Uzukage. Ella no era más que una genin recién graduada, y el mismísimo Líder de la Aldea se empeñaba en ayudarla con un tema que, para él, debería haber sido trivial. Con las mejillas del mismo color que su pelo, Suzaku le dedicó una nueva reverencia.
—¡Muchas gracias, Uzukage-sama! —farfulló.
Durante un instante, sus ganas y su fervor por servir a aquel hombre que ni siquiera debía tener más años que su hermana, explotaron en su pecho. ¿Por qué demonios Umi le tenía tanta tirria? ¿De dónde salía su mala fama?
Datsue esbozó una pequeña sonrisa, aunque por dentro el temor era cada vez más creciente. Cuando Suzaku descubriese la verdad, toda esa gratitud y admiración por la villa y sus dirigentes… ¿en qué se convertirían?
—Bueno, pues eso es todo, Suzaku. Ya puedes retirarte —dijo, aunque todavía se le hacía extraño conceder permiso para algo tan banal—. Ha sido un placer charlar contigo.
Cuando ya estuvo tranquilo en su despacho, solo y sin nadie que le molestase, empezó a bucear nuevamente en el expediente de Suzaku. Había visto la palabra de Zoku unida a la de sus padres, pero no había vislumbrado mucho más. Por lo que podía leer —la descripción era escueta, quizá para no perjudicar a una hija por los delitos de los padres—, tanto la madre como el padre de Suzaku habían sido… asesinados. El motivo no era otro que haber sido ninjas leales a Zoku. Suzaku solo tenía diez años cuando sucedió.
—Pero, ¿qué cojones…?
Aquello… ¡Aquello no tenía sentido! Lo recordaba, recordaba perfectamente aquella época. Zoku había gobernado la Villa por unos días, hasta que los Hermanos del Desierto pusieron fin a su vida y Hanabi y Rasen instauraron una nueva época de paz. Quizá en otras villas hubiesen tomado el camino de la venganza y la aniquilación total de los seguidores de Zoku, mas no aquella. Mas no Hanabi.
Recordaba perfectamente cómo Hanabi les había asegurado personalmente que no habría más persecuciones. No más muertes. ¡El propio Daimyō había dado un discurso público asegurando lo mismo!
Entonces, ¿qué había sucedido con los padres de las Uchihas? No podía concebir que Hanabi le hubiese mentido, pero al mismo tiempo… La información estaba allí. ¿Qué narices significaba? ¿Habían existido unos ninjas que se habían tomado la justicia por su cuenta? ¿O realmente habían sido órdenes de arriba?
No lo sabía, y lo peor de todo es que le daba miedo descubrirlo.
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—Bueno, pues eso es todo, Suzaku. Ya puedes retirarte —la despidió, con una pequeña sonrisa que Suzaku no supo cómo interpretar—. Ha sido un placer charlar contigo.
—¡Para mí también, Uzukage-sama! —respondió Suzaku, con otra reverencia—. Y... ¡mucho ánimo con el resto de entrevistas!
«Especialmente con la de mi hermana...» Añadió para sus adentros.
Con una última reverencia, Suzaku se dio media vuelta y salió del despacho. Mientras bajaba por las escaleras, y sus ojos recorrían los retratos de los anteriores Uzukage, su mente no podía parar de repetir, una y otra vez, el mismo ruego:
«Por favor, hermana: No la líes. Al menos demasiado.»
Un rato más tarde, el breve eco de unos alterados gritos vibró a través de la puerta doble del despacho de Uchiha Datsue.
—«¡Que me sueltes, joder!» —pudo oír el Uzukage—. «¡Que me sueltes ya, que ya te he dicho que no voy a volver a largarme, hostia!»
El jōnin abrió las dobles puertas de una patada, disculpándose inmediatamente por la osadía, e informando a su kage que aquella kunoichi en particular se había resistido con uñas, dientes y algún que otro Katon a su requerimiento. Habría sido difícil no abrir la puerta de una patada, considerando que el hombretón llevaba a Umi en brazos, pataleando, dando puñetados y mordiendo todo el trozo de piel desnuda que era capaz de encontrar. Tras arrojarla al suelo, cerró la puerta y se marchó corriendo.
Naturalmente, Umi había creído que el jōnin venía a arrestarla, aunque él había asegurado en múltiples ocasiones que Datsue sólo estaba citando a todos los genin para hablar. Pero después de lo sucedido en la plaza, y conociendo el modus operandi de Hanabi y sus allegados, ella había entrado en pánico. Y luego, como es lógico, la única salida fue una pequeña retribución al estilo de superior muy cansado de la vida.
Así, cuando se levantó y dio dos pasos adelante, cruzándose de brazos y alzando la barbilla para encarar a aquél mocoso al que habían convertido en Uzukage, Umi tenía un ojo morado, y un hilillo de sangre seca que le deslizaba por la comisura de los labios. No era la única, al parecer, que sabía lanzar jutsus de elemento fuego, y seguramente tendría que hacerse con un vestido nuevo, a juzgar por el desgarramiento por debajo de la parte izquierda de la cintura.
Datsue había tenido que aguantar varios incidentes a lo largo de sus entrevistas con genins. Una kunoichi había entrado montada en una tabla de surf, dando un portazo y criticando abiertamente a Uzumaki Kiyomi. ¡A Kiyomi, que era una mujer encantadora! También había tenido a un shinobi que tenía en su propiedad un local donde se vendían drogas. ¡Drogas! Por no hablar de la kunoichi que se comió una explosión de Shukaku por no referirse a él debidamente.
En fin, incidentes serios. Se podría decir que algunos más graves, pero desde luego ninguno tan aparatoso como aquel. Porque desde luego, a ninguno lo habían tenido que traer a rastras, ni literalmente a golpes.
—Bueno, ya me has arrestado. Qué quieres.
«Uff… Cuenta hasta tres, Datsue. Cuenta hasta tres y recuerda: tú hiciste que Hanabi se comiese un Suitonazo por tu culpa». Y menos mal que Shukaku se había ido, casualmente, a dar una vuelta. Justo veinte minutos antes de la hora que tenía concertada para verse con Umi, Datsue le había comentado, como quien no quería la cosa, que un bar cercano estaba de veinte aniversario y que probablemente por ello repartiesen copas gratis. Shukaku había escapado del despacho antes de lo que un kusareño tarda en gritar: ¡me rindo!
Cuánto se alegraba de haber sido previsor. Definitivamente para aquella conversación lo mejor es que Shukaku no estuviese presente.
—Arrestar no es la palabra que yo escogería —dijo, incapaz aún así de echarle la bronca. Suficiente había tenido con el ojo morado, la sangre seca y… Bueno, su trágico pasado. Demonios, ¿cómo iba a abordar aquel tema? Datsue había estado investigando más a fondo sobre lo ocurrido. Había encontrado los documentos de sus padres, había leído lo que habían hecho. No era un caso fácil, desde luego que no—. Escucha, si lo que querías negándote a acudir a mi llamada era demostrar cuánto me detestas… Bueno, ya me había quedado claro de antes. Aclarado ese punto menor —continuó, dejando una caja de pañuelos en el lado de la mesa de ella por si quería limpiarse la sangre seca—. Tenemos cosas más importantes de las que hablar.
»Escúchame, Umi, tu hermana ha venido a verme. —Pasaba de irse por las ramas. No, aquella no iba a ser otra de tantas entrevistas donde preguntaba qué tal todo—. Y me ha preguntado por sus padres. Por vuestros padres.
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Umi se puso pálida, y dio un paso hacia atrás. La confianza que había mostrado con su actitud y su postura se desvaneció por completo. La Uchiha bajo los brazos y cerró los puños.
—¡¡No habrás sido capaz!! ¡¡Dime qué no le has dicho nada!! ¡¡Suzaku no debe saberlo!! —gritó—. ¡¡ANBU me prometió que mantendría el secreto!!
—Vas a sentarte, sí, estoy de acuerdo —dijo, terminando la frase por ella. Serio, pero no irritado—. Y vas a coger algo de aire.
Antes de que la ira la llevase a cometer una locura. Por favor, que no cometiese una locura.
—No, no le he dicho nada —le confirmó para tranquilizarla—. Lo cierto es que cuando me lo dijo no tenía ni idea de lo que les había sucedido. Después estuve leyendo informes, preguntando y… ahora sí lo sé.
La aflicción arrugó su rostro. Se sentía responsable por lo sucedido. No era él quien había dado la orden, cierto. No era él quien había matado a sus padres. Pero ahora era el puto Uzukage. Todo lo que sucedía en la Villa era de su jodida responsabilidad.
—Siento lo que os pasó, Umi. Cuando me gritaste en mi discurso… no te entendí. A decir verdad, me jodió bastante —le confesó—. Pero ahora sí te entiendo. Entiendo que me repudies. Entiendo que me odies. Si hubiese vivido lo que vosotras, yo… —¿Qué habría hecho? ¿Qué locuras habría cometido? Fuese la ejecución más o menos justa, seguían siendo sus malditos padres—. Me gustaría poder aliviar vuestro dolor, vuestra pérdida, pero eso es imposible. Lo sucedido ya no tiene solución. Lo único que puedo decirte, aunque no sirva de nada… es que lo siento.
»Lo siento, Umi.
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Umi no se sentó. Pero tampoco siguió avanzando. Apoyó una mano en la parte de arriba de la silla y esperó. Y esperó...
—¿...que lo sientes? —Su mano derecha se cerró sobre la silla hasta que se hizo daño en la palma—. ¿¡Que lo sientes!?
»¡Y una mierda sientes nada! ¿¡Cómo podrías hacerlo!? ¡Sarutobi Hanabi cazó a dos personas cuyo único objetivo era huir y poner sus vidas y las de sus hijas a salvo! ¡Por su culpa, nunca podré volver a pasar tiempo con mi padre! —Umi apretó los dientes y no pudo evitar dejar escapar las lágrimas—. ¿¡Y Suzaku!? ¡Le habéis robado la mitad de la infancia!
»¿¡Qué sabrás tú de sentirlo!? ¿¡Qué sabrás tú de una mierda!? ¡Sales ahí arriba —Umi señaló al techo. A la azotea que había detrás—, a pedirle a todos que vayan a morir por ti! ¿¡Crees que basta con sentirlo, Uchiha Datsue!? No que basta, ¿¡crees que sirve de algo!?
»¡¡Te llamaste escudo!! ¡¡Pero les estás mintiendo a todos!! ¡¡Nosotros somos tú escudo humano!! Si no, ¡¡no enviarías a una niña a la guerra!!
Umi tomó aire...
»Mi madre se buscó su propio destino. Mi padre, por amor, la siguió, y encontró el mismo. Pasó hace mucho tiempo, y oh, Uchiha Datsue, ¡no he olvidado, no he perdonado, pero sí que he aprendido! ¡Sí que he aprendido! ¡¡Los unos matan, los otros mueren, todos a las órdenes de un psicópata con ansias de poder!! ¡Zoku, Hanabi! ¡Qué más da!
Señaló a Datsue en el pecho.
»Tú vas a hacer que mi hermana pequeña mate o muera por lo mismo. Por un puto discursito patriótico. Y eso... ¡¡Eso es lo que más odio de ti!!
Llegados a este punto, Umi estaba llorando a viva voz, y no era capaz de medir sus palabras. Se había adelantado un paso más, y prácticamente estaba doblada sobre el escritorio, señalándole con el dedo muy cerca del pecho. Una total falta de respeto que no se habría permitido cometer en otro momento.
Pero todo el mundo tiene un punto débil. Y el suyo era aquél maldito secreto, y aquella maldita niña que había jurado proteger con su vida.
Datsue aguantó los varapalos verbales como buenamente pudo. En otra época, más desenfrenada e irresponsable, hubiese rebatido un par de cosas. Decir que Hanabi había cazado a dos personas que tan solo trataban de huir era contar una media verdad. Una de las que él estaba muy habituado a soltar, y por eso lo sabía mejor que nadie: era una puta falacia.
En cambio, en otras cosas tenía razón. Suzaku y Umi se habían quedado sin padres, y no había injusticia más grande que esa. Habían cometido el error de apostar por Zoku, ¡algo que él mismo había hecho en el pasado! El padre de ellas había muerto por amor, había traicionado a las raíces de la villa por amor. Y empatizaba con él. Joder, había estado a punto de estar en su lugar dos veces. ¡Dos! De hecho, lo único que les diferenciaba es que Datsue se había quedado en el casi, en el maldito límite. Una vez, le habían frenado a hostias. La otra, se había quedado a tan solo un suspiro.
Nada jodía más a Uchiha Datsue que no le creyesen cuando decía la verdad. Que en el pasado eran muy pocas veces, cosa que tan solo hacía irritarle más cuando hacía el esfuerzo de ser sincero y aún así desconfiaban de su palabra. Que Umi no le creyese cuando decía que quería ser el escudo de todos, sin embargo, le dolió más que irritarle. ¿Qué podía decir para que viese la verdad en su corazón?
«Nada», se dio cuenta, abatido. Las palabras no bastaban. No ante aquella situación. Aguantó que Umi comparase a Hanabi con Zoku. Aguantó que le espetase que mandaba a Suzaku para protegerse a él mismo. Aguantó, aguantó, aguantó… porque ese era su deber ahora.
Adelantó un brazo. Verla rota por el llanto y el dolor le partió el alma. Porque ahora… Ahora que tenía el sombrero, ella no era una persona más. Otra desconocida de tantas. No, ahora era uno de sus cerezos. Un cerezo silvestre. Quiso abrazarla, pero retrajo la mano a medio camino, antes siquiera de intentarlo.
Se levantó.
—Si supieses por qué acepté este sombrero… Si supieses por qué me inscribí en la Academia… Si supieses lo que estuve a punto de hacer por amor… Lo que estuve a punto de hacer cuando pensé que Hanabi… Cuando creí que… —negó con la cabeza, y dejó el sombrero sobre la mesa. Se desanudó la capa de Uzukage y la dejó sobre el respaldo del sillón—. Pero no lo sabes. Claro que no lo sabes, o no me estarías acusando de todo esto.
Caminó lentamente hasta la entrada del despacho. Abrió las puertas, comprobando que no había nadie en el pasillo, y volvió a cerrarlas.
—¿Quieres odiarme, Umi? Entonces hazlo por las razones correctas —dijo, acercándose tanto a ella que apenas quedaron a un palmo—. Ódiame porque cuando tenía los mismos años que tu hermana, por unos días, yo también me dejé tentar por las palabras de Zoku. Ódiame porque por amor, yo también estuve dispuesto a traicionar a la villa, y la única forma de detenerme fue con una paliza que me dejó dos meses en el hospital. Ódiame, porque después de eso llegué a enamorarme tanto de lo que significa Uzushiogakure no sato, ¡lo que de verdad significa!, que estoy dispuesto a arriesgar la vida de tu hermana por protegerla. Ódiame, porque tengo más similitudes con tu padre de las que tú jamás querrías ver y yo jamás admitiré ante nadie, pero él murió por ello y yo sigo vivo, y eso es injusto. Y ahora toma todo ese odio, Umi…
»… y golpéame con él. La habitación está insonorizada, nadie vendrá a detenerte. Nadie sabrá lo que has hecho. Hazlo, Umi. Golpéame si eso te hace sentir mejor. Aunque solo sea ínfimamente mejor. Soportaré todo tu odio. Lo haré, porque mientras portes esa placa en la cintura…
»… seré tu Uzukage. Y sí, aunque te joda oírlo, también tu escudo. Incluso si eso significa ser el escudo de tu propio odio. Así que hazlo. Hazlo, hazlo, ¡hazlo!
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—Si supieses por qué acepté este sombrero… Si supieses por qué me inscribí en la Academia… Si supieses lo que estuve a punto de hacer por amor… Lo que estuve a punto de hacer cuando pensé que Hanabi… Cuando creí que… —negó con la cabeza, y dejó el sombrero sobre la mesa. Se desanudó la capa de Uzukage y la dejó sobre el respaldo del sillón—. Pero no lo sabes. Claro que no lo sabes, o no me estarías acusando de todo esto.
«No me importa... ¡no me importas una mierda! ¿¡Por qué no te das cuenta!?». Umi bajó la mirada y apretó los puños con fuerza.
—¿Quieres odiarme, Umi? Entonces hazlo por las razones correctas —dijo, acercándose tanto a ella que apenas quedaron a un palmo—. Ódiame porque cuando tenía los mismos años que tu hermana, por unos días, yo también me dejé tentar por las palabras de Zoku.
—No has entendido nada...
—Ódiame porque por amor, yo también estuve dispuesto a traicionar a la villa, y la única forma de detenerme fue con una paliza que me dejó dos meses en el hospital. Ódiame, porque después de eso llegué a enamorarme tanto de lo que significa Uzushiogakure no sato, ¡lo que de verdad significa!, que estoy dispuesto a arriesgar la vida de tu hermana por protegerla.
—¡No entiendes nada! —Umi comenzó a temblar, y apretó tanto los puños que le dolieron.
Pero no fue por contarle su vida, demostrando que era un egocéntrico terrible, por lo que Umi accedió a lo que Datsue estaba a punto de pedirle. No fue por poner en riesgo la vida de su hermana, tampoco. No fue por eso por lo que empezó a odiarle, incluso más que antes.
Fue por...
—Ódiame, porque tengo más similitudes con tu padre de las que tú jamás querrías ver y yo jamás admitiré ante nadie, pero él murió por ello y yo sigo vivo, y eso es injusto. Y ahora toma todo ese odio, Umi…
«No te atrevas...»
Fue por...
»… y golpéame con él. La habitación está insonorizada, nadie vendrá a detenerte. Nadie sabrá lo que has hecho. Hazlo, Umi.
—N0 te atrevas...
Fue por...
»… seré tu Uzukage. Y sí, aunque te joda oírlo, también tu escudo. Incluso si eso significa ser el escudo de tu propio odio. Así que hazlo. Hazlo, hazlo, ¡hazlo!
—¡¡NO TE ATREVAS...!!
Fue por...
¡¡...A COMPARARTECON MI PADRE!!
El brazo derecho de Umi estaba envuelto en llamas rojas, anaranjadas y azules cuando su puño estampó el rostro de Uchiha Datsue, forjó una deflagración en el aire y le hizo salir despedido hacia atrás, rompiendo el ventanal tras el sillón y cayendo en las aguas del riachuelo que rodeaba al edificio. Umi resolló, y se dio cuenta en ese momento que probablemente se había condenado para siempre. Odiaba a Uchiha Datsue, le odiaba. Y le podría haber golpeado por muchas cosas...
- Daños: +10 PV a un golpe por taijutsu básico - Efectos adicionales:
Multiplicado x2 o más, provoca una deflagración visible que aleja al oponente 5 metros en dirección contraria.
(Uchiha 60) El usuario puede usar la técnica como una capa. Causa 10 PV al contacto físico (máx. multiplicado x2, divide regen. de chakra, ver descripción).
- Carga: 1 por multiplicación - Velocidad: Muy rápida - Alcance y dimensiones: Cuerpo a cuerpo
Técnica inventada por Uchiha Ryūken, el padre de Umi y de Suzaku, y transmitida a Umi unas semanas antes de morir. El usuario acumula chakra de elemento fuego en una de sus extremidades y golpea a un adversario, potenciando así el daño causado por sus golpes cuerpo a cuerpo. Utilizando más chakra, los golpes tienen más potencia y provocan un llamativo estallido flamígero, pero impiden continuar con el combate cercano porque alejan al adversario.
El fuego de esta técnica es tan caliente que la llama contiene trazos azules, como el fuego provocado por el gas. Con suficiente experiencia, el usuario puede mantenerla activa con una emisión de chakra controlada y constante, y extenderla por todo su cuerpo como si se tratase de una capa de chakra. En este caso, es capaz de controlar la temperatura por partes, de forma que incluso puede tocar a otros sin quemarlos si así lo desea. Si golpea a un oponente, deberá volver a pagar el coste de la técnica si desea mantener la capa activa.