2/11/2022, 10:47
Las opciones eran muchas más de las que ningún Nabi en su historia podría contemplar, y aún menos en el poco tiempo antes de que su cuerpo le obligase a tomar la más simple de todas, lanzarse a matar a su kage. Porque había que ser caradura para soltarle ese discurso sobre no estar en la villa cuando había pasado algo tan gordo y no se había dignado a informarle. ¿Cómo cojones iba él a saber que el sello mágico caducaba?
Seguro que Datsue simplemente esperaba que las cosas se solucionasen solas, como siempre. Tal vez no había cambiado tanto al recibir el gorro. Pero eso era irrelevante ahora. Lo importante era cómo reaccionar ante la noticia que acababa de lanzarla a la cara. Es que encima ni siquiera era lo primero que le había dicho al verlo, no, había preferido lloriquear en vez de decirle que Eri, su mano derecha y subkage, estaba en coma. Había preferido quejarse de lo duro que es ser el hombre más poderoso de la villa a contarle la noticia más importante que iba a dar en su vida.
Por suerte, el Nabi que tenía delante de él tenía clara su misión, tenía claro su lugar en el mundo, porque si él no lo tuviera, habría una problematica bastante gorda en Onindo. Pues, ¿qué pasaría si los clones empezaran a creerse los verdaderos? El enorme perro que Datsue tenía delante desapareció en una leve cortina de humo. El llorón ni siquiera vería que el animal cambiase el semblante ante la noticia, sencillamente tras unos segundos de sostenerle la mirada se desvaneció.
Si el gran Datsue se esforzaba en levantar su gran culo de su gran silla, igual podía ver a Stuffy, el real, durmiendo en recepción, solo y confundido. Su compañero no estaba ya ni cerca del lugar. Puede que estuviese mayor, que se hubiesen distanciado y le costase entender sus acciones, pero Nabi no estaría en el edificio del kage, ni en la academia, ni en el puerto, ni en el jardín, solo había un sitio donde iría después de esa noticia. Al hospital.
Ni siquiera podía saber si Eri estaba allí o no, pero la opción de preguntarle a Datsue había sido descartada. Porque si salía de su boca cualquier palabra que no fuese un lugar, como llantos, reproches o mierdas, lo mataría. El día que le echo mierda a la cara sería un sueño para él en comparación.
Seguro que Datsue simplemente esperaba que las cosas se solucionasen solas, como siempre. Tal vez no había cambiado tanto al recibir el gorro. Pero eso era irrelevante ahora. Lo importante era cómo reaccionar ante la noticia que acababa de lanzarla a la cara. Es que encima ni siquiera era lo primero que le había dicho al verlo, no, había preferido lloriquear en vez de decirle que Eri, su mano derecha y subkage, estaba en coma. Había preferido quejarse de lo duro que es ser el hombre más poderoso de la villa a contarle la noticia más importante que iba a dar en su vida.
Por suerte, el Nabi que tenía delante de él tenía clara su misión, tenía claro su lugar en el mundo, porque si él no lo tuviera, habría una problematica bastante gorda en Onindo. Pues, ¿qué pasaría si los clones empezaran a creerse los verdaderos? El enorme perro que Datsue tenía delante desapareció en una leve cortina de humo. El llorón ni siquiera vería que el animal cambiase el semblante ante la noticia, sencillamente tras unos segundos de sostenerle la mirada se desvaneció.
Si el gran Datsue se esforzaba en levantar su gran culo de su gran silla, igual podía ver a Stuffy, el real, durmiendo en recepción, solo y confundido. Su compañero no estaba ya ni cerca del lugar. Puede que estuviese mayor, que se hubiesen distanciado y le costase entender sus acciones, pero Nabi no estaría en el edificio del kage, ni en la academia, ni en el puerto, ni en el jardín, solo había un sitio donde iría después de esa noticia. Al hospital.
Ni siquiera podía saber si Eri estaba allí o no, pero la opción de preguntarle a Datsue había sido descartada. Porque si salía de su boca cualquier palabra que no fuese un lugar, como llantos, reproches o mierdas, lo mataría. El día que le echo mierda a la cara sería un sueño para él en comparación.
—Nabi—