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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1

Cojo esta trama con hueco de Narrador.

Ceniza, Verano del año 219

¡El Ferrocarril! ¡El flamante logro de la ingeniería de las Tres Grandes Aldeas combinada en una mole de acero y ruedas, y propulsada por la increíble tecnología de las hidrobaterías de Amegakure! Incluso en un lugar de tradiciones y donde la vida seguía su curso "a los viejos modos", como el País del Bosque, eran innegables tanto la majestuosidad de aquella obra como sus aplicaciones prácticas. Abajo de las copas de los árboles, donde se sucedía la vida normal de la ciudad, un complejo entramado de raíles de metal recorrían el suelo y sobre ellos, locomotoras tan grandes como treinta carromatos juntos. Un avance tecnológico que de seguro cambiaría las vidas de todos los habitantes de Oonindo. ¡Un antes y un después!, aunque algunos en el conservador País del Bosque no lo vieran así.

Sin embargo, ningún gran progreso científico estaba exento de gran trabajo y esfuerzo. Ensayo y error, esas eran las dos principales herramientas de cualquier ingeniero o investigador para llegar a desarrollar completamente sus invenciones. En aquel megaproyecto estaban trabajando todas las Aldeas, de modo que avanzaba a un buen ritmo; en la calurosa Ceniza algunas de las principales rutas ferroviarias ya estaban siendo testeadas para comprobar tanto su fiabilidad como viabilidad económica y logística. Una de estas líneas era, efectivamente, la del recién bautizado Expreso de Yugakure no Sato; un tren especialmente cómodo proyectado para llevar pasajeros de Tane-Shigai a la Villa de las Aguas Termales en intervalos regulares. La razón era bien simple; el turismo. Tanto la Ciudad Sobre los Árboles como la famosa Ciudad Balneario eran dos lugares absolutamente reconocidos en casi cualquier rincón de Oonindo, de modo que conectar ambos preveía repercutir en un incremento del flujo de turistas tanto para un lado como para el otro.

Así que, allí estaban ellos dos, frente a la gigantesca mole de metal que reposaba tranquila —por el momento— sobre los raíles. Hanamura Kazuma y Senju Geki, dos genin de la Aldea Oculta entre la Hierba; el por qué estaban allí o por qué tenían en su poder, cada uno, un pase para aquel trayecto de prueba con estancia y buffet incluído —salvo bebidas alcohólicas— era algo que probablemente sólo ellos y los dioses sabían.

«¡¡¡PI, PI, PIIIIIIII!!!»

El característico sonido del silbato del tren retumbó en el lugar, indicando un claro "¡pasajeros al tren!" que todavía no era reconocido por algunos de los habitantes de Oonindo pero que sin duda se volvería muy famoso en los tiempos que estaban por llegar. Kazuma y Geki podrían observar a los pasajeros embarcando, todos ellos con aspecto de ser más o menos importantes —algunos notablemente más que otros— mientras los empleados de servicio del ferrocarril, ataviados con su uniforme, les indicaban sus asientos y les ayudaban a cargar cualquier equipaje que pudieran llevar.

¡Era hora de embarcar!
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#2
Kazuma miraba con extrañeza la enorme estructura de metal, cuya quietud le recordaba la de un animal echado. Caminaba de un lado a otro, inspeccionándola y preguntándose si sería más grande que aquellas criaturas marinas que salían en sus libros ilustrados.

Quizás es del tamaño de una ballena —se dijo mientras se alejaba para tener una vista panorámica—, aunque esta no tendría que temer el hierro de los arpones o los machetes.

Y la veía tan sólida y pesada que no resultaba difícil creer que hundiría un barco ballenero con un leve golpe, acaso se tratase de una sierpe. Lo que si resultaba difícil imaginar era cuantos caballos harían falta para mover semejante vehículo; porque eso decían que era, un vehículo.

Pero no hay rastros de caballo o bueyes —murmuro, viendo que todo estaba limpio y despejado—. Como puede algo que no está vivo mover tanto peso… Bueno, los molinos son pesados y los barcos también lo son, y se mueven, alimentados por el agua o el viento…

Pero esa cosa se desplazaba sobre la tierra, como rodando, como con espíritu propio y a la carrera… Era difícil de creer; pero eso se rumoreaba, aunque los rumores no eran confiables u homogéneos: iban desde lo más lógico hasta lo completamente inverosímil… Inclusive escucho que algunos murmuraban que, “obviamente”, la estructura era tan grande debido a los elefantes corredores que yacían en su interior, especialmente entrenados para esa tarea.

Esto promete —se dijo sonriendo, agradecido con su tutor por cederle la invitación a tan exclusivo evento, a manera de felicitación por su última misión exitosa—. Podría acostumbrarme a este tipo de recompensas y…

De pronto dio un paso hacia atrás, calmado, pero en guardia evidente.

¡¿Acaba de rebuznar!? —preguntó, sorprendido ante la aparente muestra de vida.

Y mayor fue la sorpresa cuando la gente comenzó a moverse, guiada por otra gente uniformada, que la invitaba a las entrañas de la bestia. Kazuma, confuso y maniobrando con el saco de lona que era su equipaje, apenas alcanzaba a seguir las indicaciones, mirando hacia todos lados como… como un chico de pueblo que va por primera vez a la ciudad, y cuyos ojos no alcanzan para ver todas sus maravillas cotidianas.
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#3
Geki había podido observar cómo Kazuma se movía un poco desorientado en el lugar y decidió acercarse hacia él. Caminó entre la gente cuidadosamente esquivando a las personas, estas parecían objetos que se movían de un lugar a otro sin prestar mucha atención a su al rededor. Una mujer apurada por el poco tiempo que faltaba para que partiera el tren, apareció de la nada y casi choca al genin con su carrito cargado de valijas. La señora lo miró con sorpresa y después con rabia.

—¡Fíjate por dónde vas! — Le escupió a secas. Mientras que el chico se quedó estupefacto casi sin poderle contestar.

Al liberarse de ese mal segundo, continuó la ruta acortando distancia con el kusajín. En realidad al pelo blanco no lo conocía de nada, algunas veces habían compartido algunos lugares y situaciones en común, era algo normal en poblados pequeños. Pero ver una cara conocida entre tanta gente le hacia sentir muchisimo más cómodo. El Senju también era uno de los genins afortunados qué, gracias a sus misiones exitosas habían sido premiado para uno de los viajes inaugurales del tren y aunque no tenía mucha motivación para hacer el recorrido al fin de cuentas se animó.

Cuando estuvo a unos pasos del poeta apoyó su mano sobre el hombro del otro.

—Es por allá — Indicó señalando una de las puertas del tren más cercanas. Pero no se detuvo a mantener una charla, tras una guiñada continuó el camino hacia la puerta. Ya algunas personas con traje empezaban a apurar a los demás haciendo sonar una campana, quedaba poco tiempo para salir.

Al entrar Geki ojeó el vagón, estaba todo muy limpio y bien pintando, algunas personas aún estaban acomodándose y paradas en el pasillo guardando sus equipajes en los compartimientos del techo, los cuales no eran de gran tamaño, pero era ideal para bolsos de mano. Quizá la mochila del Senju podría caber perfectamente en un lugar de esos, pero primero tenía que encontrar su asiento.

Se acercó a uno de los hombres entrajados de la locomotora, este daba indicaciones a los demás pasajeros y acompañaba alguno más distraído que otro a sus asientos respectivos, por lo que no tuvo problema en enseñarle al muchacho su lugar.

—Al fín — Suspiró luego de quitarse la mochila y ponerla en el asiento continuo. Por fortuna le había tocado el lugar de la ventana, ¡Qué suerte! Ahora iba a poder apreciar los paisajes del viaje.
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#4

Aviso, por favor, no describáis detalles del entorno/NPCs ni nada parecido. Dejadme a mí llevar esas cosas XD

Los muchachos de Kusa se acercaron a la extraña e imponente maquinaria, viendo cómo los demás pasajeros subían al tren. Todos parecían sumamente curiosos y llamaban la atención de una forma u otra; incluso, a veces, por lucir demasiado anodinos. El personal de uniforme que les estaba ayudando a cargar las maletas en su mayoría quedaba luego en el propio andén —muy rudimentario todavía—, de modo que podía deducirse que el personal de a bordo era más reducido. Kazuma y Geki vieron pasar junto a ellos a un hombre muy alto y fornido, de anchos hombros, vestido con un kimono formal típico de los samuráis de reconocido prestigio, de preciosa tela color rojo tejo. Llevaba el pelo rasurado por la parte de arriba de la cabeza y la frente, largo por los lados y atrás, recogido en una coleta alta. Aquel peinado no hacía sino reforzar la imagen de tipo duro que además transmitía la katana de fina factura del daisho que llevaba a la cintura.

¿Hum? —el tipo se detuvo tras pasar junto a ellos, dedicándoles una mirada que parecía entre sorprendida y molesta—. No deberíais acercaros tanto al tren, muchachos, dicen que es peligroso cuando arranca a correr.

En ese momento los ojos marrones del espadachín, que estaban examinando inquisitivamente a los dos genin, se volvieron inconscientemente hacia un lado. Si los chicos le seguían la mirada, podrían ver que estaba fija en una mujer cuarentona, alta y esbelta, de pelo negro recogido en un moño perfecto. Ella ni siquiera pareció reparar en la presencia del espadachín, sino que cediéndole amablemente su maleta a un azafato del tren, se limitó a remangarse su precioso kimono blanco con motivos florales en rosa y entrar en el vagón colindante.

¡Pasajeros al tren! ¡Todos los pasajeros al tren! —vociferaba un hombre de mediana edad y altura, algo rechoncho, con una postura extremadamente recta y formal. El viento agitaba sus cabellos, anaranjados, y sus ojos azules recorrían con nerviosismo el andén. Se detuvieron un momento en los dos genin de Kusa, y tras un instante de duda, el azafato se acercó a ellos—. ¿Puedo ayudarles en algo, jóvenes? El tren está a punto de partir.

Su voz era tan educada y cortés como sugería su uniforme de encargado del servicio a bordo, de tela color salmón, y su gorra del mismo tono.


En esta trama va a haber una cantidad anormalmente grande de NPCs. Intentaré hacer a cada uno lo más distinguible e identificable posible, pero en cualquier caso os recomiendo que vayais llevando unas anotaciones sobre quién es quién en el Expreso.
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#5
El sonido del silbato tomo por sorpresa al joven peliblanco, para luego acrecentar su curiosidad por las aparentes muestras de vida que daba el vehículo. La gente comenzaba a moverse, la mayoría buscando la entrada al tren. El joven sintió el impulso de hacer lo mismo, pero no lograba orientarse, dirigirse hacia donde debía… Además de que la maquina misma parecía empeñada en ocupar la mayoría de su atención.

¿Hum? —el tipo se detuvo tras pasar junto a ellos, dedicándoles una mirada que parecía entre sorprendida y molesta—. No deberíais acercaros tanto al tren, muchachos, dicen que es peligroso cuando arranca a correr.

¿Correr? —pregunto mientras se apartaba un poco de aquel hombre de porte un tanto marcial.

No se sentía especialmente intimidado, aunque aquella altura y robustez de roble imponían, sino que ya le habían dicho —y sabia por experiencia propia— que no era buena idea atravesarse por donde va pasando la gente noble, quienes solían vestir de forma elegante, como aquel sujeto.

Pero cuando esperaba una segunda mirada más dura, la vista del hombre se desplazó hacia una señora muy bien vestida, de aspecto sobrio. Aquel vestido con motivos florales le recordaba al de una amiga suya, solo que los colores eran distintos; al igual que distinta era la manera en que se ajustaba a un cuerpo más alto y esbelto.

—¿Puedo ayudarles en algo, jóvenes? El tren está a punto de partir.

La voz le tomó por sorpresa, pues se había quedado viendo a la mujer del vestido floreado hasta que se introdujo en el tren… Incluso cayo en cuenta de que tenía a otro chico al lado suyo, que también parecía estar rezagado, o medianamente perdido.

No estoy seguro de hacia dónde debo ir —confeso con serenidad—. Se supone que tengo asignado un sitio… o eso creo… Además, mi único equipaje es este —informo, mostrando el bolso de lona marrón que le acompañaba—. ¿Se lo tengo que entregar? Es que preferiría mantenerlo cerca, si es posible, claro.
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#6
El genin corría la dirección que aquel amable anciano le había dicho.

No sabía muy bien que esperaba encontrar, porque lo único que había escuchado de los trenes es que hacen un ruido enorme, y que se puede ver el paisaje sentado, mientras atraviesas kilómetros y kilómetros.

«¿Cómo será eso? ¿Se moverá con el viento como los barcos? No lo creo. Si es verdad que es un invento de Ame… será más raro. A esos tipos les gustan las cosas… raras.»

El sonido de un pitido semi metálico y poco natural lo devolvió a la realidad. El genin puso cara de susto al principio, y corrió lo más rápido que pudo. Al llegar al tren, se detuvo, totalmente impresionado por el tamaño de esa cosa. ¿Cuánto acero haría falta para construir semejante monstruosidad?
La gente se arremolinaba en las puertas, entrando poco a poco. Sin perder tiempo, Kazui se acercó a una de ellas, donde un señor trajeado daba el acceso. Ya casi no quedaba gente entrando. Si no se daba prisa, el tren partiría sin él y eso sí que sería un drama.

Le había costado mucho ganar ese viaje. Fueron 3 días de trabajo duro, hasta que su madre aceptó enviarlo a él, en lugar de ir ella misma al viaje. Con un último paso entró en el vagón. Ahora estaba dentro, y … «¿Y ahora qué? ¿Me siento? ¿Por dónde? ¿No habrá algún sitio en el pase? Joder, no debí pararme a comer…»

No sabía muy bien que hacer, pero al menos ya estaba dentro.
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#7
El veterano azafato de pulcro uniforme y pelo rizado, color zanahoria, examinó brevemente con la mirada a Kazuma. Luego un muchacho entró al tren como una bala, pasando junto a ambos y llamando la atención del encargado, que se volteó para requerirle un momento.

¡Joven! ¡Joven! Venga un momento, por favor.

Sí, se refería a Kazui. Luego el encargado indicó a Kazuma que podía subir al tren, e hizo lo mismo tras él. Mientras el resto de peculiares pasajeros iban abordando y tomando lugar en sus compartimentos, el encargado se centró en ambos ninjas; no le pasaron desapercibidas sus bandanas con el símbolo de la Hierba.

Veo que ambos son shinobi, así que permítanme presentarme —anunció, con una oratoria pulcrísima y excelentes modales—. Mi nombre es Avino Yusui, y soy el encargado del servicio del Expreso de Yugakure no Sato, tren en el cual vamos a viajar hacia la mentada capital de Kaminari no Kuni —dijo, dedicándoles una escueta pero cortés reverencia—. Ahora si son tan amables, permítanme acompañarles a su vagón dormitorio.

Si alguno de los genin ponía cara de estar sorprendido, Avino Yusui comentaría con una sonrisa.

¿No creerán que un tren de la categoría del Expreso no cuenta con las debidas comodidades para sus viajeros?

Luego, les animaría a seguirle vagón arriba. Los dos muchachos podrían ver que el Expreso era un tren, en efecto, muy elegante y lujoso. El primer vagón que pasaron fue el del restaurante; a ojos de los ninjas, parecía como si alguien hubiese cogido la cabina de un coche de caballos y la hubiese reproducido en un tamaño mucho más grande. Como el resto del tren, el vagón restaurante estaba exquisitamente decorado, con cortinas de fina seda y ribetes dorados en sus enormes ventanales, y mesas y sillas dispuestas para al menos dos docenas de comensales.

Pasado este vagón, llegaron a uno que disponía varias filas de cómodos asientos acolchados, con pequeñas mesitas de madera y lámparas de baterías hidroeléctricas para la lectura de los pasajeros durante horas de poca luz solar.

Después empezaban los vagones dormitorio, compartimentados para que en cada uno cupieran varios pequeños camarotes, similares a los de un barco, con una litera y una mesa escritorio. Cuando pasaron el primer vagón dormitorio, llegando al segundo, Yusui abrió la puerta del último compartimento e indicó con un gesto de su mano que los muchachos podían pasar.

Este es su compartimento, jóvenes. ¿Sabían que iban a compartir, no?

El interior del compartimento era como cualquier otro; con dos camas a modo de litera, una mesilla con una silla, y un armario donde los inquilinos podían guardar sus pertenencias.

El desayuno se sirve de siete a diez de la mañana, el almuerzo de doce a dos del mediodía, y la cena de seis a ocho de la tarde. Todo, por supuesto, en nuestro vagón restaurante. Si desean pasar el rato pueden ir al vagón contiguo, donde los viajeros suelen conversar, dedicar tiempo a la lectura y a otras aficiones respetables —con una medida reverencia, Yusui se despidió de los ninjas—. Que tengan un buen viaje, ¡y no olviden contarle a sus superiores la grata experiencia que ha sido el Expreso de Yugakure no Sato!
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#8
Kazuma camino tras aquel azafato, con su mirada desbocada sobre la infinidad de cosas nuevas que estaba viendo. Le parecía increíble lo bien que había acomodado aquella enorme cantidad de cosas. Aunque el lujo le parecía un tanto excesivo a su espíritu sencillo, supo apreciar el arte y el esmero tras la suntuosidad.

En cuanto el hombre de altos modales se hubo retirado, Kazuma dejo su equipaje en el suelo y comenzó a explorar con la vista aquella pequeña habitación.

Es acogedora —dijo para sí; y luego cayó en cuenta de la presencia del otro muchacho—. Esto promete ser una experiencia interesante, ¿cierto?
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#9
«¿Acaba de decir dormitorio?» La cara del muchacho casi se desencaja por la sorpresa.

Siguió al encargado. El tipo parecía simpático, y ciertamente acostumbrado a tratar con gente boquiabierta. Kazui no sabía si la ruta normal para pasajeros incluía ese pequeño tour por el que los estaba llevando. La atmósfera que rodeaba el tren era extraña. El genin nunca se había sentido tan fuera de lugar como en ese momento. Y estamos hablando de palabras mayores, para alguien que no encaja en casi nada.

El paseo por el tren incluyó un restaurante encajado de alguna manera en ese vehículo, un montón de asientos que parecían cómodos, y por último, la hilera de habitaciones que parecía ser el destino de los 3.
Tras despedirse, y dejar las indicaciones correspondientes a los nuevos viajeros, Kazui entró a la que sería su habitación, tras su compañero. La pequeña estancia cumplia con la lista de exigencias que cualquier viajero pudiera tener. O eso es lo que parecía, y eso al menos era lo que pensaba el joven. Normalmente había viajado en carreta, así que esto era desde luego una mejora notable.

Si… es bastante curioso… - dijo mirando al techo.
Cuando el joven de pelo blanco se dirigió a él, se dio cuenta. «Mierda, ¡no me he presentado!» Bajo la mirada para encontrar a la de su improvisado acompañante. Aquel joven de pelo blanco, piel oscura y ojos grises, sería su compañero en este viaje. Lo mejor era llevarse bien, y eso comenzaba por presentarse como es debido.

¡Oh! Mi nombre es Kazui. Perdona que no te dijera nada. Aún estoy asimilando… bueno, esto – dijo haciendo un aspaviento con sus manos. — ¿Tu habías viajado antes así?

Seguramente no era de buena educación avasallar a preguntas, pero la curiosidad le pudo.
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#10
Mientras los jóvenes genin de la Hierba conversaban en su compartimento y dejaban sus pertenencias en los pequeños armaritos a su disposición, dos ilustres pasajeros parecieron encontrarse en el mismo pasillo; al estar la puerta abierta, tanto Kazuma como Kazui pudieron ver de quién se trataba.

Uno era un hombre alto y de buena planta, de pelo negro repeinado hacia atrás, gafas redondas de montura muy fina y bigote y perilla al estilo de los ricos comerciantes del País de la Tierra. Rondaba los cuarenta Veranos y vestía un lujoso haori carmesí encima de sus otras prendas, dándole un toque muy distintivo. La otra era una mujer bien entrada en años —debía tener no menos de sesenta—, de pelo rubio pajizo y ojos muy claros. Pálida como la leche, llevaba con la elegancia adquirida de quien se ha criado entre la alta sociedad desde su nacimiento, un kimono azul muy bonito.

Horiuchi Sasha, mi señora, qué absoluto privilegio verla aquí —la saludó el tipo del haori carmesí, con una exagerada reverencia y una sonrisa de lobo en los labios—. No tenía conocimiento de que fuera a deleitarnos con su ilustre presencia.

El tipo hablaba como todo un charlatán de lengua de plata, pero sus palabras no parecían causar reverencia a la noble, sino todo lo contrario; un asco mal disimulado. Ella correspondió a la reverencia con una inclinación de cabeza.

Shinjo Kyoku-san —la propia mención de aquel nombre parecía resultarle muy desagradable—. Me halagáis —su rostro decía lo contrario—, pero debéis saber que el don de la omnisciencia es concedido tan sólo a los dioses. Resulta muy pretencioso por vuestra parte insinuar siquiera que podríais alcanzar semejante clarividencia, la necesaria como para conocer el listado de pasajeros del Expreso.

El otro encajó el golpe como pudo, haciendo otra inclinación de cabeza, y se apartó para dejar paso a la noble.

Como he dicho, es un placer veros, Horiuchi-sama —remarcó, ladino—. Que disfrutéis del viaje.

Horiuchi Sasha se limitó a dedicarle una mirada severa y a pasar de largo, seguida —los ninjas pudieron ver entonces que iba acompañada— de otra mujer joven y fornida, de rasgos similares pero indumentaria mucho más humilde, que debía ser su criada. Cuando ambas pasaron, Shinjo Kyoku le dedicó una mirada mucho más hostil, y luego se marchó en dirección al vagón restaurante; la hora de servir la cena estaba a punto de comenzar.



Reitero el consejo que di en uno de mis primeros posts, os recomiendo ir apuntando en algún lugar aparte una referencia rápida de quién es quién en el Expreso... Porque conforme más y más actores vayan entrando en escena, os puede resultar confuso identificarlos. Yo intentaré hacerlo lo más fácil posible a través de sus colores de diálogo, pero no está de más que llevéis vuestras propias notas.
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#11
¡Oh! Mi nombre es Kazui. Perdona que no te dijera nada. Aún estoy asimilando… bueno, esto —dijo haciendo un aspaviento con sus manos. — ¿Tu habías viajado antes así?

Mi nombre es Hanamura Kazuma, y es un gusto conocer a un camarada Kazui-san —dijo, dedicándole una leve reverencia y una sonrisa tenue—. Jamás he viajado en algo tan… grande y lujoso. Estoy bastante emocionado.

Mientras organizaba sus cosas pudo ser testigo del encuentro entre dos personas que parecían estar librando uno de los típicos duelos de la alta sociedad. No pudo evitar arrugar la cara por un instante, aquella gente y su forma afilada e ingeniosa de hablar le causaban cierta incomodidad; sobre todo porque como a veces la usaban para referirse a su naturaleza y costumbres campestres. Aun así, le producían cierta curiosidad, una que prefería alimentar observándoles desde una distancia prudencial.

«Eso fue, intenso…», pensó mientras la señora y su acompañante entraban en su habitación.

Ya casi es hora de la cena. ¿deberíamos acercarnos al vagón restaurante?


Anotado :-)
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#12
Kazui asintió y sonrió a su nuevo compañero. « Es simpático. Su aspecto es algo extraño, pero me cae bien»

—Mi nombre es Hanamura Kazuma, y es un gusto conocer a un camarada Kazui-san . Jamás he viajado en algo tan… grande y lujoso. Estoy bastante emocionado.

Te entiendo perfectamente. Es todo un poco increíble, pero ellos parecen tan acostumbrados…

Mientras su compañero acomodaba el equipaje, el hizo lo propio. Un pequeño encuentro llamó su atención en el pasillo. Al principio pensó no darle importancia, por eso de la educación y todo eso, pero la verdad es que le pudo la curiosidad.
Pudo ver como aquellos que hablaban tenían cierto aire… noble. O al menos adinerado. No sabría decirlo con seguridad, pero la conversación le parecía un poco forzada. Quedo confirmado cuando la mujer de pelo claro y tez blanca, que era bastante mayor que él, le soltó lo que supuso, era una frase cortante.

Y quedó más que patente el odio que el hombre de pelo negro, bigote, perilla y gafas la miró con … ¿aire asesino? Un mal presentimiento sacudió la espalda de Kazui. Si alguien le dirigiera esa mirada a él, probablemente se le abrirían los esfínteres…

—Ya casi es hora de la cena. ¿deberíamos acercarnos al vagón restaurante?

« Oh, si. Cena en el vagón. De seis a ocho de la tarde. » recordó, dándose cuenta de que esa carrera le había abierto el apetito.
Eso estaría bien. No sé tú, pero tengo ganas de ver que come la gente con “clase” dijo haciendo el gesto de comillas. Mientras se dirigía hacia la puerta, preguntó a su compañero por ese pequeño conflicto del pasillo.

Oye, ¿has visto a esos dos? Parece que en el fondo se odiaran… ¿viste la cara de ese tipo? Quiso saber el chico. Quizá eran impresiones suyas, pero tras esa conversación parecía haber un baile de serpientes, y aunque la que vestía de azul había ganado por ahora, el veneno del señor vestido de rojo parecía mucho más potente…
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#13
Los muchachos apenas tuvieron que atravesar un par de vagones para llegar al vagón restaurante, por el que antes habían pasado. Ahora podrían ver que estaba mucho más concurrido, y no sólo en las mesas, sino que había un par de meseros con el uniforme del personal de servicio del tren bien abotonado, sirviendo a los comensales. Traían platos de acá para allá, todos con un aroma delicioso, así como botellas de vino de apariencia cara, champán y demás bebidas dignas de gente con los bolsillos llenos.

¡Jóvenes shinobi!

Yusui, con sus ojos azules y sus rizos anaranjados, llamó la atención de los ninjas. Con un gesto de su mano les invitó a sentarse en una de las pocas mesas libres del vagón, con dos sillas, un mantel blanco muy pulcro y dos juegos de cubertería de oro con vasos igualmente lujosos.

Aquí tienen los menús —les dijo, dejándole a cada uno una carpeta finamente encuadernada que contenía todos los entrantes, primeros, segundos, postres y bebidas—. Si desean algo fuera de la carta, no tienen más que decírmelo.

El menú estaba compuesto de multitud de platos exquisitos, de nombres un tanto raros —aquellos dos genin no habían probado nada así en sus pobres vidas— y, por supuesto, sin la indicación de los precios. Así era en la alta sociedad, donde se asumía que todos sus integrantes tenían suficiente dinero como para considerar a éste un mero accesorio estético.
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#14
Oye, ¿has visto a esos dos? Parece que en el fondo se odiaran… ¿viste la cara de ese tipo?

Sí, fue intenso —reconoció mientras se encaminaban al vagón comedor—. La gente pudiente es menos violenta, pero no menos agresiva: sería bueno que nos cuidáramos de incordiar a alguno de ellos…

¡Jóvenes shinobi! —les llamo Avino, aquel diligente encargado con cabellos color naranja.

Kazuma se dejó llevar hasta la mesa, sintiéndose un tanto perdido ante tanta suntuosidad. El ambiente estaba cargado con una especie de alcurnia que hacía que el aire se sintiese denso. Su vestimenta delataba su simplicidad: un yukata de algodón, de un gris pizarra; al igual que el cinturón que portaba y que apenas se notaba. Era evidente que estaban nuevos, pero la ausencia de cualquier bordado o estampado lo hacían monótono, aburrido.

Tomo el menú y comenzó a leerlo concienzudamente.

Si… fascinante… y esto parece delicioso… Si, definitivamente —murmullo, para luego cerrar la carta y colocarla en la mesa—. No tengo ni idea de que pedir; desconosco estos platos y... algunas cosas ni siquiera suenan como alimento —dijo con una sonrisa tranquila mientras se dirigía a su compañero de viaje—. ¿Qué tal tu?
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#15
—Sí, fue intenso. La gente pudiente es menos violenta, pero no menos agresiva: sería bueno que nos cuidáramos de incordiar a alguno de ellos…

Kazui asintió ante la afirmación de Hanamura. « Quizá tenga razón. No querria verme en una de esas batallas de dialéctica»—Si. Tienes razón. No creo que tuviéramos nada que ganar en ese tipo de encuentros.

Ante el aviso del encargado, El genin siguió a su compañero hasta la mesa designada. Una de las pocas que quedaban disponibles, y que Kazui tenía la seguridad de que había sido guardada para ellos.
Para su sorpresa, la cubertería era de oro. ¡Oro! ¿Quién en su sano juicio comería con cubiertos de oro? Alguien que se limpia el culo con ryos, seguro.

La carpeta de los menús tenía una importante lista de platos « ¿cómo harán para cocinar todos estos platos en un vehículo que se mueve tanto? Fácil seguro que no es»

Tras ojear la carpeta se percató de 2 cosas « Vale. No he visto platos así en mi vida… de alguno me suena algún ingrediente. Hemos venido a jugar, pediré cualquiera. Y el precio… el precio… el precio no ha venido. Claro, que vas a esperar de gente que se limpia el culo con ryos y come con cubiertos de oro»

—Si… fascinante… y esto parece delicioso… Si definitivamente . No tengo ni idea de que pedir; desconozco estos platos y... algunas cosas ni siquiera suenan como alimento. ¿Qué tal tu?

Bueno. A mi me suena algún ingrediente, de la posada de mi madre. Pero... no. El joven se río un poco ante el comentario de Hanamura. —En la vida he visto cosas tan raras. Apartó la carta para mirar a su compañero Ni siquiera traen precios… pero claro, los cubiertos son de oro y no creo que nadie los vaya a robar. Imagínate…

—Pienso pedir lo que nos recomienden. Y si no, al azar. Seguramente sean platos tan extraños como este sitio


Echó un vistazo a su alrededor. Curiosidad quizá. Para saber cómo estaba de lleno el comedor, si alguien iba a robar los cubiertos, y si aparte de a Avino, reconocería a alguien más en el tren.
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